Idioma original: francés
Título original: Indignez-vous!Fecha de publicación: 2010
Valoración: Muy decepcionante
Hay mucho que decir en esta reseña, y no sé bien cómo empezar, sobre todo porque tampoco querría extenderme más allá de los límites tácitos de este blog. Pero empezaré por una afirmación personal y radical: menuda tomadura de pelo. Y aún añadiré: una vez más, nos la han metido doblada. Y lo peor es que digo esto, de todo corazón, siendo consciente de que comparto prácticamente al 100% las afirmaciones que el bueno de Stéphane Hessel presenta en este librito.
Hagamos un poco de historia...
Hace unos meses, nos llegó la noticia de que un libro de apenas 30 páginas, publicado por una casa editorial totalmente underground, escrito por un personaje mítico de 93 años y de la intelectualidad progresista francesa, estaba entre los más vendidos, si no el que más, de nuestro querido país vecino del norte. Decir que el título era sugerente era decir poco:
Indignaos!. Guau. Menudo título. Zola y su
J'accuse...! redivivo. Lo vendían a 3 euros, más o menos. La portada era escandalosamente pobre. Más underground, imposible.
Hace menos meses, llegó la feliz noticia: el libro iba a ser editado en España. Con Destino, nada menos. Sinceramente, lo primero que pensé es que Destino no era exactamente "underground". Pero bueno. Luego supe que en España se vendería por 5 euros, porque incluía un prólogo de José Luis Sampedro y otras cosillas. Sin ánimo de ofender, Sampedro tampoco es que me parezca muy "underground". Pero bueno. Con ese título...
Total, que por fin me lo he comprado y me lo he leído. Y no voy a engañaros: pensaba que sería un impacto REAL en mi vida efectiva, que pondría en forma de frase muchos pensamientos enmarañados de mi cabeza, que, después de leerlo, me sentiría notablemente
indignado. Pero no: a la vista está mi valoración.
¿Cómo hostias este libro pudo ser un best-seller en un país tan dado a la afinación editorial como Francia? Fácil: porque ni dios lee la prensa, porque todo el mundo anda atocinado con la tele o con internet, y porque, como se desprende del último Mundial, los franceses ya no son lo que eran. No hay más que ver a su presidente.
Hablemos un poco del contenido, ya que estamos. En la edición española de Destino, después de un cuadro de Paul Klee y del prólogo de José Luis, viene propiamente lo que podríamos llamar el libro, que dura exactamente 27 páginas en formato pequeño. Introduce el autor al lector ibérico con una nota "A los lectores españoles", en la que se aclara que el lector español está en buena posición para asimilar las ideas de las páginas siguientes porque existe una "España rebelde y valiente de siempre [que] puede favorecer este impulso hacia una Europa cultural", y también se nos agradece la postura propalestina general que hemos defendido desde buena parte de la sociedad civil. Y a continuación, entramos en harina. Al final, unas páginas de "Notas del editor de acuerdo con el autor" y un CV de Hessel.
Mi problema fundamental con este libro es que no dice nada extraordinario, ni siquiera nuevo. Ni siquiera lo dice de una forma emocionalmente especial. Y repito: coincido con casi todo lo que en él se dice. Hessel elabora un interesante artículo de opinión al tiempo que se apoya en datos históricos relevantes para el discurso y una aguda esquematización de muchas ideas, por desgracia hoy en desuso, relativas a lo que indica el subtítulo de la obra. Sintetizando quizá demasiado, podríamos decirlo así:
Memoria de la II Guerra Mundial y sus consecuencias, que motivaron la creación de las Naciones Unidas y la Declaración de los Derechos Humanos, así como, en la Francia ocupada durante la Guerra, la aparición del Consejo Nacional de la Resistencia, que "proponía para la Francia liberada un conjunto de principios y valores sobre los que se asentaría la democracia moderna de nuestro país". Estos valores (trato a los inmigrantes, derecho a la seguridad social y a la jubilación, independencia y honestidad de los medios de comunicación, preponderancia de la sociedad civil sobre los valores económicos, etc.) se han perdido. Historia breve de cómo se consiguieron. El Estado, aunque diga lo contrario, sí puede garantizar los costes de estos derechos, y debe hacerlo. ¿Por qué no lo hace? Porque "el poder del dinero, tan combatido por la Resistencia, nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado. Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general". Hay muchos motivos para indignarse: que cada uno busque el suyo; pero, sobre todo, que se indigne. La indiferencia es la peor de las actitudes. Y hay dos "nuevos grandes desafíos" que podemos identificar para indignarnos: "La inmensa distancia que existe entre los muy pobres y los muy ricos, que no para de aumentar" y "los derechos humanos y la situación del planeta". Los Derechos Humanos son "universales", y no "internacionales". Palestina es mi caso personal de indignación. Incluso un juez sudafricano, judío y sionista, ha "acusado al ejército israelí de haber cometido 'actos asimilables a crímenes de guerra y quizás, en determinadas circunstancias, a crímenes contra la humanidad' durante la Operación Plomo Fundido, que duró tres semanas". Una buena frase: "la historia da pocos ejemplos de pueblos que saquen lecciones de su propia historia". Los palestinos usan el terrorismo. La violencia es el resultado de la exasperación. La exasperación es negativa, es "una negación de la esperanza". La no violencia es el camino que debemos aprender a seguir. "Hay que dotar a la esperanza de confianza, la confianza en la no violencia". Una mala frase: "Tanto del lado de los opresores como de los oprimidos, hay que llegar a una negociación que haga desaparecer la opresión". Hay que defender una insurrección pacífica. Crear es resistir. Resistir es crear.
Reconocedme que el resumen os ha impresionado.
A ver: no tengo mucho que objetar a las tesis de este hombre. Su currículo es extraordinario. Su participación en la reflexión, definición, redacción y defensa de muchos de los derechos de los que yo y todos los presentes gozamos en la actualidad quizá fue, en determinados aspectos, decisiva. Su alzamiento en favor de la no violencia, de los derechos fundamentales, del ajuste del mundo, es algo que suscribo totalmente...
- ¿Hay un pero, no?
No, hay DOS peros. El primero es que todo lo que dice ya está muy dicho. Y además, mejor dicho. Incluso por contemporáneos nuestros, no solo por antiguos luchadores de la Resistencia. Obviando las referencias a Martin Luther o Mandela, que incluso se mencionan en el libro, hoy en día, y hasta si me apuras en los últimos pocos años, tenemos tropecientos ejemplos en artículos de opinión, libros o discursos. En España, por ejemplo, Federico Mayor Zaragoza, que acuñó el término "cultura de paz" mientras fue director de la UNESCO, ha publicado varios artículos en El País con tesis semejantes. En el seno de la UNESCO, en Paris, la Embajadora del Reino de Marruecos Aziza Bennani lleva varios años defendiendo programas sobre cultura de paz, educación democrática y diversidad cultural. Entre los escritores, Amin Maalouf ha publicado dos libros fundamentales,
Identidades asesinas y, sobre todo,
El desajuste del mundo, en el que no solo repite muchos de los argumentos y pensamientos de Hessel, sino que los interroga, los analiza, los pone frente a un espejo y, finalmente, los supera, con una prosa, además, espléndida. Y algunos artículos de Soares. Y el discurso de Obama en El Cairo. Y tantos otros...
El segundo "pero" es que Hessel, o bien peca de ingenuo, o bien tiene algunas fisuras en su discurso. Decir que los bancos son parte del problema es como no decir nada, es una versión beta de wikileaks sin detalles morbosos sobre las operaciones de estética de Gadafi, ese chico de moda. Decir que tenemos que indignarnos es señal de que este buen hombre no ha pisado una tasca de barrio. La pueril defensa que realiza de la no violencia se cae por su propio peso cuando asume que los "opresores" participarán en la "negociación" de un equilibrio universal sin motivos, supongo que por algún sentimiento de culpa o un buen corazón escondido entre fajos de billetes de 500 o minas antipersona o tiros en la nuca. ¡Con dos cojones, Stéphane! Lo que está proponiendo, al final, es que si nos juntamos toda la humanidad indignada en bloque y nos indignamos pacíficamente pero con la suficiente fuerza, nuestra superindignación obligará a los "opresores" a desoprimir a la gente buena del mundo, con lo que recuperaremos la dignidad perdida en estos años de choriceo, medios de comunicación corruptos y violencia. Muy poético. Una versión de
Ensayo sobre la ceguera pero con gente indignada, en lugar de gente ciega.
- Empecemos por crear un evento en facebook, a ver si llegamos a seis mil millones.
- Pero Manolo, que una sexta parte de la población mundial vive con menos de un euro al día. Y una tercera parte está sometida a violencias y peligros diarios.
- ¿Me estás diciendo que hay gente que NO tiene facebook?
Mira que no quería extenderme. Pero ya está hecho.
Una engañifla, este libro. Un ejercicio impresionante de márketing editorial. Una soberana exposición de ideas y temas que abundan en los periódicos progresistas de medio mundo. Una obsesión propalestina sospechosamente lejana a muchas de las injusticias (Directiva del Retorno, por ejemplo) diarias que tienen lugar en Francia hoy, ahora. Unos argumentos sin argumentar, unas tesis hermosas pero infantiles, una falta de profundidad vergonzosa. Un libro, en definitiva, innecesario.