Título original: Què és això de l'amor, Minimoni? (edición en catalán de Ánima Llibres) / ¿Qué será eso del amor, Minimoni? (edición en castellano de Algar Ediciones)
Año de publicación: 2023
Valoración: entre recomendable y muy recomendable
Cada día, una nueva reseña
Título original: Aeneis
Traducción: Eugenio de Ochoa
Publicación: siglo I a.C.
Valoración: Está bien
Yo pensaba ingenuamente que eso de ir a buscar las raíces a lo profundo de las brumas de la Historia era cosa de románticos del siglo XIX, que la necesidad de contar con un origen mitológico o arraigado en algún tipo de epopeya era un tic de nacionalismos modernos, siempre ansiosos de fundar sus bases en la lejanía de lo incomprobable. Pero una vez más compruebo con humildad que leer sirve para abrirle a uno la mente y corregirle de prejuicios, entre otras cosas. Porque, hay que ver, parece que el célebre César Augusto encargó a Virgilio (por entonces un poeta reconocido) un libro en el que diese a conocer al mundo el glorioso nacimiento del Imperio romano, algo que exaltase su grandeza y los elevados designios con que fue concebido.
Para ello Virgilio, no sé si motu proprio o aleccionado por su promotor, decidió buscar la línea directa con la más insigne civilización hasta entonces conocida, el mundo griego, con el que Roma tenía un parentesco evidente. Pero Virgilio no va desde luego a buscar el entronque en las relaciones que las colonias griegas mantenían con los antiguos habitantes de la península, sino directamente en lo más elevado de su tradición literaria, las leyendas homéricas, bien nutridas de héroes, viajes, dioses y episodios bélicos con que adornar el relato. Así que Virgilio, con mucha habilidad, toma elementos de la Odisea y la Ilíada y construye con ellos una historia interesante y atractiva con la que embelesar a los romanos e impresionar a sus eventuales enemigos.
Toma para ello nada menos que a Eneas, uno de los grandes héroes del asedio de Troya. Y viene a contarnos que, tras la caída de la ciudad con la entrada del famoso caballo, Eneas consiguió escapar con parte de su familia y, bajo la indicación de los hados (cómo no) se lanza en busca de la península italiana, designada como el lugar donde había de renacer el pueblo teucro. Así comienza Eneas un periplo marítimo claramente inspirado en la Odisea, con una importante escala en Cartago, que Virgilio utiliza para fundamentar el tradicional odio entre este pueblo y Roma.
Este viaje, que ocupa algo menos de la mitad del libro, es la parte más entretenida. Porque más adelante los troyanos arriban finalmente al Lacio y lo que encuentran es un recibimiento inicialmente amistoso del rey Latino, que no obstante desemboca rápidamente en un enfrentamiento brutal. Aquí Virgilio pasa a una especie de reescritura de la Ilíada, es decir, una batalla descomunal, ininterrumpida y salvaje entre los recién llegados y la mayor parte de los reinos aborígenes. Como en la obra de Homero, todo es una sucesión interminable de lances de guerra, cabezas que ruedan, venablos clavados en los cuerpos, sangre que tiñe el río, un sitio inmisericorde, soflamas y lágrimas.
Cuesta entender cómo todo esto podía gustar al público de la época, porque la narración (que fue mucho más ágil y transparente en la primera parte) es ahora una sucesión interminable de nombres de guerreros victoriosos o derrotados, con sus correspondientes apuntes genealógicos, escenas de similar dramatismo, alternativas bélicas y peroratas de héroes que se despachan a gusto en el momento previo a matar o morir, que de todo hay. Sin contar con la continua, y bastante irritante, intervención de los dioses y los hados, que se diría que en el mundo antiguo nadie era capaz de enamorarse, equivocarse, cambiar de opinión, errar un lanzamiento o sentirse atemorizado sin que alguno de esos seres superiores lo hubiera decidido mediante maniobras arteras. Pero claro, todo esto era el signos de una época, y seguramente quienes escuchaban aquellas historias disfrutaban mucho más que si les hubiéramos mostrado cualquier cosa que ahora nos parece más razonable o interesante.
Pero aun así, aunque Virgilio se esfuerce en copiar, y lo hace bastante bien, ese estilo de Homero, hay algunas diferencias que resultan bastante llamativas. La primera es que en toda la Eneida no hay un solo momento para sonreír. Ese humor, puede que no del todo voluntario, que en Homero oxigena muy de vez en cuando el relato, aquí no existe en absoluto. Se ve que el poeta romano tenía muy claro que estaba escribiendo una epopeya muy seria a mayor gloria de su país y de su César, y no deja el menor resquicio a la relajación (o es que era un señor muy grave, que también podía ser). Y tampoco, y esta es otra diferencia clave, se deja ver aquella equidistancia entre los bandos en la que el maestro griego se mantenía durante la mayor parte de la Ilíada. Virgilio está narrando el origen mismo de Roma, y debe tomar partido, así que no debe caber duda de quiénes son los buenos y quiénes los malos.
De lo que no estoy tan seguro es de si el autor era realmente consciente de lo que en realidad estaba escribiendo. Porque sí, es muy impresionante entroncar el origen de Roma con el fascinante mundo de los héroes griegos, pero si nos paramos a pensar, a lo mejor fue a buscar el nexo en el lado equivocado, porque a fin de cuentas los troyanos fueron los perdedores de aquella legendaria guerra, y Eneas, por muy aguerrido y valeroso que se nos presente, y por muchos designios divinos que le dirigiesen, no dejaba de ser un tipo que huyó con su familia de la ciudad derrotada. Claro, que no pasa nada, que a lo largo de la Historia algunas grandes potencias han sido fundadas a partir de fugitivos, presidiarios y aventureros, pero no veo claro si eso aporta suficiente gloria, o si por el contrario de alguna manera resta. A ver si va a ser por esto por lo que Virgilio a última hora dejó la obra inacabada y se opuso a que se hiciera pública. Pero en todo caso el César y sus asesores parece que no advirtieron el detalle, y a fin de cuentas gracias a eso existe la Eneida y tenemos hoy una nueva reseña en Un Libro Al Día.
Título original: The tale of the body thief
Traducción: Hernán Sabaté Vargas
Año de publicación: 1992
Valoración: Se deja leer
Y es que nuestro insufrible protagonista sufre un engaño de lo más inocente que nos lleva a preguntarnos si es este realmente el mayor punto de suspensión de credibilidad en toda la historia de la saga: ¿han oído eso de Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita? Pues se ve que Lestat no.
La situación es esta: nuestro protagonista (pre)siente que algo o alguien lo está persiguiendo, y, como suele pasar en estos casos tan vampíricos y sobrenaturales, una cosa lleva a la otra y bueno, acaban intercambiándose de cuerpo; la experiencia de volver a tener un cuerpo mortal, con dolores, enfermedades y demás - perra vida – a nuestro amigo no le acaba de venir bien y trata de recuperar su cuerpo original, pero, oh sorpresa (¡no!), no todo va a ser tan fácil como parece. Necesitará toda su astucia y la ayuda de su nuevo amigo (los antiguos pasan olímpicamente de él) para volver a ser el de siempre.
Entre medias una monja católica que se enamora de él (cómo no x7), le pide que le quite su virginidad y que acaba sufriendo estigmas en la selva amazónica (de verdad, todo esto es en serio), una chica a la que viola y le deja cargo de conciencia (esto sí y los asesinatos no, qué curioso) y un sinfín de aventuras más del tipo al que nos tiene acostumbrados la buena de Anne Rice.
Hasta aquí los destripes sobre el argumento; este libro representa una clara vuelta de tuerca al mundo sobrenatural y a la apertura de nuevos estilos de la saga, dejando de lado el terror gótico y la profundidad psicológica de los personajes que la caracterizaba, llegando a rozar en algunos casos el thriller y el cine de acción y suspense (rasgos que se acentuarán en futuros libros). Es por esto por lo que considero que este ejemplar es de peor calidad que el resto de libros leídos hasta ahora: se empiezan a agotar los tortuosos procesos mentales de nuestros personajes y se hace patente la necesidad de otros nuevos que tomen el relevo y nos ofrezcan otra perspectiva.
Y un apunte: tras un amago de final (como esta reseña) se produce una interacción entre Lestat y su supuesto nuevo mejor amigo David Talbot que, si llegan a leerla ustedes, ya me contarán qué tal; si la autora quería construir un personaje insufrible, EGOISTA, y con el que resulte imposible empatizar desde luego lo ha conseguido. Es más, lo ha convertido en el protagonista de una saga de veinte libros. Impresionante.
En fin, seguiremos leyendo Crónicas vampíricas, los placeres culpables hay que disfrutarlos hasta el final y quedan aún muchos volúmenes por delante.
(1) Véase reseña anterior
Firmado: EPS
Otras obras de Anne Rice en ULAD: Memnoch el diablo, Entrevista con el vampiro, La reina de los condenados, Lestat el vampiro
Año de publicación: 2023
Valoración: Recomendable
Quien haya leído con anterioridad a Edurne Portela sabrá que la violencia y la memoria son (dos de) los ejes fundamentales de su obra. Por tanto, no debería extrañar que esta Maddi y las fronteras reincida en esas obsesiones, si bien esta vez lo haga de una manera algo diferente.
Porque esta vez estamos ante una novela en la que los personajes y los acontecimientos son reales mientras que el pegamento que los une es imaginario. El personaje "elegido" por Edurne Portela es María Josefa "Maddi" Sansberro, personajes fascinante por contradictorio (católica y divorciada, contrabandista y colaboradora de la Resistencia, etc) ; los acontecimientos son los hechos transcurridos en su vida entre 1929 y 1944; el pegamento es la opción elegida por la autora para rellenar los espacios vacíos que los fríos documentos de archivo dejan.
Esto de la opción es fundamental en la novela. Entre todas las Maddi posibles, la autora elige crear una propia, gracias a la utilización de una primera persona que determina el tono de la novela y que permite que esta sea más íntima que documental (pese al evidente trabajo de documentación). Monólogo interior, sí, pero también frecuentes diálogos que oxigenan la novela y le dan agilidad.
En Maddi y las fronteras podemos encontrar dos partes bien diferenciadas, que daré en llamar la "barojiana" y la "sempruniana", siendo para mi gusto mucho más destacable la segunda que la primera.
En cuanto a la parte "barojiana", que vendría a ocupar unos dos tercios de la novela, posee los ecos, defectos y virtudes que tiene parte de la obra de Don Pío (en especial, la tetralogía Tierra Vasca). Así, comparte con ellos escenarios fronterizos, fluidez en la narración, un ligero aire aventurero, un muy buen personaje central y cierto desaprovechamiento de algunas escenas y secundarios. En este sentido, la primera parte de la novela cubre un período de unos 13 años que dan la impresión de pasar demasiados rápidos. Hay situaciones (la entrada de Maddi en la Resistencia) y personajes (Lucien, Fidel...) que tienen un potencial brutal y que darían, creo yo, para algo más. Quizá esa fuese otra novela, quién sabe.
Pero la novela da un giro radical y se convierte en "sempruniana" a partir de un determinado momento. Un acontecimiento brutal hace que la novela sea mucho más cruda, más "corporal", que Portela adopte mayores riesgos en lo estilístico, que la voz de Maddi cambie por completo y que el texto se acerque a la literatura concentracionaria, con un magnífico reflejo de la deshumanización causada por la violencia y de la evolución final del personaje.
En resumen, una novela en la que creo que la autora sacrifica algo de profundidad a costa de una mayor facilidad de lectura, que mejora con el paso de la páginas, que recuerda (sobre todo en su segunda mitad) a la mejor Edurne Portela y que demuestra que la santurtziarra es un valor seguro.
P.S.: Maddi y las fronteras lleva 3 semanas entre los 100 libros más vendidos en librerías españolas!!! Y nosotros nos alegramos un montón. Edurne se lo merece!
También de Edurne Portela en ULAD: Los ojos cerrados, Formas de estar lejos, Mejor la ausencia y El eco de los disparos