miércoles, 28 de febrero de 2018

Lídia Jorge: Los tiempos del esplendor

Idioma original: Portugués
Título original: O amor en Lobito Bay
Traducción: Martín López-Vega
Año de publicación: 2017 (2016 en Portugal)
Valoración: Recomendable (o algo más)

En la recientemente celebrada "Semana de autores olvidados", Santi nos rescataba a la portuguesa Lídia Jorge, de quien he de reconocer que no había oído hablar jamás. Su reseña de "El día de los prodigios" era tan entusiasta que la lectura de algún libro de esta autora se hacía casi necesario. Así que, buscando entre las obras de Lídia Jorge publicadas en castellano, damos con esta colección de relatos de tan sugerente título, casi tanto como su título original.

Tal y como comentaba Santi en la reseña de "El día de los prodigios", lo primero que llama la atención es la belleza del lenguaje. El lenguaje de Lídia Jorge es sumamente poético, y tanto este como el estilo de los relatos, transmiten un fuerte aroma a clásico. Al menos en estos relatos, Jorge me parece una autora completamente ajena a la modernidad, aunque al mismo tiempo atemporal.

De los relatos incluidos en este volumen, los dos primeros - "El amor en Lobito Bay" y "Los tiempos del esplendor" me han parecido maravillosos. Son dos relatos en los que la memoria y el deseo de ser y pertenecer (de "poseer"una identidad) ocupan la centralidad de los mismas. Ambos están narradoss desde una distancia temporal y geográfica, en lo que seres ya adultos rememoran hechos ocurridos en la época de las colonias portuguesas, que funcionan en los relatos como heridas aún sin cerrar, y están protagonizados por niños / adolescentes que se sitúan frente a hechos cotidianos que esconden aspectos oscuros, tragedias y una violencia no siempre explícita. Son, en resumen, relatos sobre el fin de la inocencia en los que no hay idealización alguna, pese a la poesía que los impregna. O utilizando palabras de la propia Lídia Jorge, podríamos resumirlo en relatos en los que encontramos "en medio del suspense, el descubrimiento". 

Tras este comienzo, los relatos pasan a situarse, en general, en otro espacio y en otro tiempo. El presente y lugares como Estados Unidos pasan a estar en el centro del relato y el protagonismo de los mismos pasa a recaer sobre los mitos, ya sean reales o inventados, los miedos, las supersticiones y las casualidades. Son relatos con una visión "más adulta", en la que el lenguaje poético deja paso al humor y a la ironía. Personalmente, me parecen más flojos que los dos primeros, aunque mantienen un buen nivel, destacando, por ejemplo, el curioso "Nuevo Mundo".

En definitiva, mi grado de entusiasmo no llega al de Santi. Eso sí, reconozco que Lídia Jorge es una autora muy interesante que aún estamos a tiempo de descubrir, lo que no es poco.

También de Lídia Jorge en ULAD: El día de los prodigios

martes, 27 de febrero de 2018

Laurence Sterne: Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy

Idioma original: inglés
Título original: The Life and Opinions of Tristram Shandy Gentleman
Traducción: J.A. López de Letona
Año de publicación: 1760-67
Valoración: Muy recomendable


Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy se titula así porque… porque así lo quiso Laurence Sterne, un clérigo irlandés del siglo XVIII, dotado de una indiscutible facundia narrativa. Esa es realmente la única razón de ser del título porque, concluidas las quinientas y pico páginas, apenas sabemos nada de la vida y muy poco de las opiniones del caballero Shandy. Sabemos, sí, que el nombre de Tristram le cayó en gracia por el error de una criada; que su nariz quedó perjudicada por el torpe manejo de los fórceps en su alumbramiento; y que a una edad sin definir, seguramente en su juventud, emprendió un viaje a través de Francia del que conocemos unas pocas anécdotas. Eso es lo que el lector llega a conocer de la vida de Tristram Shandy; pero es lo que tiene Sterne, que titula como le da la gana y escribe lo que quiere con libertad absoluta, y esa es justamente la inigualable virtud del libro.

Así que supongo que ya se va viendo que esto no es un relato normal, no sé, la historia o las aventuras de un personaje determinado. El propio Sterne se jacta de su ‘talento digresivo’, porque la digresión es la esencia misma de la obra. Estamos ante un torrente de textos paralelos que desborda todo cauce, y se nota cómo el autor disfruta yéndose por las ramas con el pretexto más nimio, y muchas veces sin necesitar de él. De esta forma, la narración no avanza en absoluto y, como lectores acostumbrados a desarrollos más convencionales, nos sorprendemos al ver cómo se consume más de un tercio del libro, pendientes todavía del nacimiento del supuesto protagonista. Y sin embargo, bien pronto se acostumbra uno a este juego un poco malicioso, y disfrutamos si adoptamos esa actitud tan útil para el lector consistente en dejarse llevar, como lo hizo el público de la época, que brindó una magnífica acogida al libro.

Me permitía llamar supuesto protagonista al caballero Tristram porque a quienes sí tenemos siempre en primer plano es a su padre, Walter, personaje culto, singular y de humor un poco ácido, un artista del silogismo, tan devoto de la filosofía como de interminables duelos dialécticos sobre cualquier asunto que se presente; y su tío Toby, veterano en distintos episodios bélicos, de sencillez y bonhomía sin parangón. Con su charla, recuerdos, opiniones y descabellados proyectos consumen páginas y más páginas en espera de la llegada al mundo de Tristram, acompañados por unos cuantos secundarios que Sterne utiliza a su conveniencia, bien para contrastar la personalidad o los puntos de vista de los Shandy, bien para potenciar su posición. Pero no olvidemos la digresión. Lo que se nos presenta no es para nada una conversación coherente (o varias), sino un despliegue de materiales tan variados como insólitos: la historia de la comadrona que atiende al parto, una larga reflexión sobre el tamaño de  las narices, pequeños cuentos que apenas guardan relación con nada, parodias diversas, una teoría determinista de Walter sobre la influencia del nombre de pila en la personalidad, o un sermón completo, al parecer real, del propio Sterne en torno a la conciencia… interrumpido una y otra vez por los mismos personajes.

Ya hemos visto que el pobre Tristram queda privado de todo protagonismo; pero es que ni siquiera tiene el honor de ser el narrador, o casi. En principio el libro está escrito en primera persona, por tanto con hechuras autobiográficas. Pero tampoco aquí Sterne se siente constreñido por las normas, y la voz del narrador oscila libremente entre el personaje y el propio autor. No sólo eso. La osadía llega hasta trascender el límite del propio texto e involucrar de forma directa al lector, a quien se interpela con frecuencia, y se convoca (o provoca) no solo a opinar, sino a completar el relato a su manera. Sterne no consiente un lector pasivo, quiere mantenerlo alerta, le pregunta, le señala (literalmente, con el dibujo de una mano con el índice apuntando) frases o pasajes que considera relevantes, marca con guiones o asteriscos párrafos que el lector debe rellenar a su gusto, y hasta intercala páginas en blanco invitando a su colaboración. Literatura interactiva como pocas veces se ha visto, y juraría que ninguna en épocas anteriores a este libro.

Tenemos entonces un relato que apenas habla sobre el personaje que se suponía protagonista, que carece por completo de desarrollo y se dedica a acumular multitud de materiales colaterales, en el que no está claro quién es el narrador y quién el autor, y que además involucra al lector de forma expresa y sin complejos. Pero hay todavía más. El repertorio de innovaciones formales incluye capítulos de una o dos líneas, otros colocados en desorden, repeticiones, una representación gráfica de la intensidad de pasajes anteriores del libro, un cuento que no se llega a contar, un dibujo de los movimientos de bastón que acompañan al orador. Mucho, ¿eh? ¿Les vienen a ustedes a la cabeza autores vanguardistas, rompedores? ¿Cortázar, Joyce…?

‘Al diantre las reglas que me obligan a tener que contar así este asunto –si es que hay alguna-. Sé de sobra que lo hago todo al margen de toda preceptiva y si me la tropezase, la cogería, la destrozaría y la echaría al fuego después.’ Más claro, agua.

Podemos deducir por tanto que este clérigo, aparte de cantidades industriales de ironía y bastante malicia, y de un impulso irresistible de escribir sin parar, era un auténtico revolucionario de las letras, un visionario que se anticipó siglo y pico a los más brillantes autores que exploraron los límites de la literatura. Pero me atrevería a decir que nada más lejos de su intención. Todo este aluvión de elementos dispares, esta gran oleada de atrevimiento, se presentan con tanta naturalidad que no hacen pensar en una exploración racional de fórmulas literarias, sino en la genialidad innata de alguien que se divierte escribiendo. Sterne busca –con éxito, desde luego- el entretenimiento de un público amplio, mantener la atención del lector a lo largo de las sucesivas entregas de los nueve volúmenes; y, si al tono lúdico que domina todo el texto le añadimos la multitud de notas eruditas que lo salpican, la conclusión cuadra al cien por cien en la vieja máxima de ‘docere et delectare’. Sobre el primero de los elementos poco puedo decir; pero el segundo lo cumple el Tristram Shandy con toda solvencia.

P.D: También podríamos hablar de las influencias, Cervantes, Rabelais, Sterne y los críticos, las traducciones... Pero en algún momento hay que parar.

lunes, 26 de febrero de 2018

Annie Ernaux: No he salido de mi noche

Idioma original: francés
Título original: Je ne suis pas sortie de ma nuit
Traducción: Lydia Vázquez Jiménez
Año de publicación: 1997
Valoración: recomendable

Como es habitual, Annie Ernaux rememora sus recuerdos vitales para explicar, en esta novela autobiográfica, los últimos años con su madre, enferma de Alzheimer. Libro de una dureza evidente por el tema tratado, la autora no se recrea en su aspecto dramático, aunque evidentemente existen episodios desoladores por su tristeza.

El libro, escrito a modo de diario (y, por tanto, narrado en presente), expone las emociones que la autora siente durante las visitas a la residencia donde está su madre y los sentimientos que la acompañan cuando acaban sus visitas y, asimismo, cómo éstos se mezclan con los recuerdos que tiene de ella y cómo la veía durante su infancia; observando a su madre en el estado actual se visualiza a ella misma el cabo del tiempo, imaginando su yo futuro. Esta visualización en futuro, y el análisis del pasado provoca que la autora someta la relación mantenida con su madre a lo largo de los años a una reflexión sobre cómo ésta fue vivida. De esta manera, la dificultad para sobrellevar el estado actual de su madre hace que aparezcan en ella reproches autoinflingidos a raíz de situaciones pasadas no sobrellevadas adecuadamente, como la decisión tomada en su día de llevarla a la residencia, en una clara disyuntiva al tener que elegir entre qué vida poner por delante, si la suya o la de su madre. Así, el declive del estado de salud de la madre y su aproximación a la muerte acerca la mirada de la autora hacia su propia vida y reduce la distancia entre los recuerdos de cuando era joven al estado en el que teme que se encontrará cuando tenga la edad de su madre. De este modo, el abanico vital se acorta y el paso del tiempo se condensa en esos momentos con su madre, donde ve el pasado y el futuro en un mismo momento, valorando y cuestionado el único instante que existe, el momento presente.

Annie Ernaux es honesta porque no intenta edulcorar la relación con su madre; su carácter duro a menudo las enfrentaba y no aprovecha el difícil momento para cambiar la visión que tenía de ella. La autora es dura consigo misma y valiente al escribir sin tapujos ni intentos de disimular una realidad existente; intenta comprender, saber qué pasa por la cabeza de su madre, entender la enfermedad que se está llevando su vida, interpretar esas acciones rutinarias que lleva a cabo, como cuando ve cómo saca las cosas de su armario y las vuelve a meter como una rutina, en bucle, que la mantiene ligada, vinculada, al pequeño mundo en el que se ha convertido su vida. Para aquellos que hemos visto de cerca la degradación del cuerpo y la mente en un ser querido, es inevitable empatizar con la autora y sentir muy próximos esos duros momentos, crueles e injustos, que la autora transmite con una frase corta, pero completa, resumiendo qué ve en su madre en los momentos en los que parece ausente:

«Cuando se ríe, sigue siendo la misma mujer de antes»

Con esta simpleza en las palabras, pero profundidad en sentimientos, el libro es una recopilación de pequeños fragmentos de cotidianidad, breves pinceladas, escritas a modo de diario. La propia autora afirma que está publicado tal cual lo escribió en su día y ese hecho proporciona un punto de cercanía a lo narrado, añadiéndole verosimilitud. Con esta espontaneidad, sin editar lo escrito, vemos el declive progresivo del estado de salud de su madre a través de las sensaciones vividas y cómo le afectan, especialmente en relación a su pasado. Más allá de la intencionalidad de la autora, y sus logros en cuento a la credibilidad de lo expuesto por su explicación sin tratar o modificar sus emociones, el libro es muy irregular precisamente por este mismo hecho; hay momentos donde la autora consigue llegar, conectar y emocionar al lector, pero también hay pasajes en los que pierde interés, como en los que explica situaciones cotidianas o aquellas con un exceso de escatología al explicar los efectos fisiológicos de la enfermedad.

Aún así, a pesar de esos momentos menos logrados, el libro es recomendable especialmente por la realidad que nos transmite y porque la autora se nos presenta tal y como es, con sus virtudes, pero también, y especialmente, por sus defectos. Y quizá por eso es aún más duro el libro, porque a pesar de todo, a pesar de los encontronazos que tuvo con su madre, su fallecimiento la sobrepasa; no solo por la ausencia tras su muerte, sino por su incapacidad de reconciliarse con ella por no haberlo intentado lo suficiente, por echarla de menos a pesar de todo e incluso en esos complicados momentos finales de su vida cuando todo está perdido, cuando ya no queda tiempo, cuando uno se de cuenta de que, por más difícil que haya sido sobrellevar la situación teniendo que lidiar con una enfermedad terminal injusta, castigadora, que maltrata a quién la sufre y a quién la soporta, la autora se sincera en una confesión que aparece de forma inexorable, como un lamento final:

«La prefería loca que muerta» 

Este reconocimiento del amor hacia su madre, a pesar del complicado pasado, a pesar del difícil presente, es el mensaje final y la intención del libro. Porque por más diferencias que haya habido, los lazos familiares son lo suficientemente fuertes para mantener unida una relación a pesar de sus tiranteces. El libro es un último grito a la desesperada, un último llamamiento a aquellos que tienen situaciones familiares complicadas y distantes a consecuencia de un difícil pasado juntos. La autora nos recuerda que aún hay tiempo de reconciliarse, hay tiempo de ajustar cuentas y poner el contador a cero; hay tiempo para subsanar y curar las heridas del pasado. Porque mientras hay vida, hay tiempo.

También de Annie Ernaux en ULAD: La mujer helada, Memoria de chicaEl uso de la fotoLos añosUna mujerLa otra hija

domingo, 25 de febrero de 2018

Andrés Barba: República luminosa

Resultado de imagen de republica luminosaIdioma original: español
Año de publicación: 2017
Valoración: Está (más o menos) bien




Embarcarse en una novela de estas características, quiero decir en una novela que habla de niños errantes, da un poco de reparo, en particular si has leído –aunque haga muchísimo tiempo– El señor de las moscas, de Golding y Casa de campo de Donoso. Pero mi lema es ignorar los prejuicios que se presenten, ni siquiera cuando empezaron a intuirse ciertos paralelismos –más que paralelismos, analogías bastante evidentes– me dejé llevar por el pánico. Desde un principio, el autor deja caer ciertas ideas (ubicuidad, un clima perverso nunca concretado, omnisciencia, comunicación extrasensorial y otros poderes paranormales, tendencia a delinquir), pero solo de refilón, sin mojarse, porque el personaje que habla se sitúa al margen de la cuestión central, y por tanto –salvo un único episodio de violencia explícita– se basa nada más que en presunciones. No hay nada cierto, ni hechos, ni motivos, ni siquiera individuos concretos. Todo transcurre en una nebulosa lejana y lo que percibimos son las consecuencias, más o menos indirectas, de lo que no-se-sabe-y-puede-que-no-llegue-a-conocerse-nunca-por-completo. El tono es evasivo, un poco grandilocuente, con un punto resbaladizo que no se resuelve más que en la imaginación del lector. Se trata de uno de esos textos que pueden malograrse si se revela más de la cuenta. Algo que Andrés Barba parece haber tenido muy presente (esto es irónico), ya que su gran baza consiste en guardarse la información, no en suministrarla con cuentagotas, sino en ocultarlo casi todo para desvelarlo en el último momento. Ni siquiera eso, pues al personaje narrador se le presupone una ignorancia casi absoluta, de modo que tampoco desvela gran cosa al final. Esto, cuando el punto fuerte de la novela es, precisamente, la intriga no parece que vaya a resultar muy gratificante. Para mí no lo ha sido, que conste.
Advierto que desde el principio conocemos el desenlace, y que, por si esto fuera poco, se nos recuerda a cada momento. Lo que nos falta es el por qué.
Eso del lado de allá, pero es que del lado de acá tampoco se aclara mucho. Los personajes centrales no están bien descritos, tampoco la forma de vida del pueblo, ni las relaciones entre sus habitantes; ni siquiera la familia del narrador está perfilada con detalle. Solo se habla de los niños, o más bien de las conjeturas que estos suscitan y, ocasionalmente, aparece alguna figura relevante (el alcalde, el director de un periódico local, una reportera), pero se limitan a cumplir las funciones propias de su cargo.
No obstante la trama comienza con buen pie: se adivina cierto aroma a Juan Rulfo, descripciones que recuerdan a novela latinoamericana (así, en general), una promesa de geografía exuberante, de ambiente tropical, de reivindicaciones sociales, de observaciones certeras, de aguda filosofía cotidiana. Nada de eso se cumple. Hay otros alicientes –más simples, más comerciales, más vulgares, incluso– pero no esos precisamente.
El protagonista consigue un ascenso en su trabajo y es enviado al pueblo de San Cristóbal para dirigir el departamento de Asuntos Sociales. Le acompañan su mujer (una profesora de música) y la hija de esta. Poco después, se presenta en el pueblo un grupo de chavales de procedencia desconocida que protagoniza algún hecho delictivo, entre ellos uno muy grave, y luego desaparece. Debido a su carácter de empleado público, pero también a motivos familiares, nuestro narrador se ve obligado a buscar a los niños. El clima de tensión progresiva, los momentos inquietantes aparecen filtrados por ese narrador, que solo muestra sus reacciones personales. Lo que piensan y sienten los demás así como los hechos objetivos quedan siempre en la sombra.
Asistimos, pues, a una interpretación muy parcial de los hechos que nos mantiene en tensión, aunque relativa pues poco a poco se va desinflando. La dramática escena del final, conveniente aprovechada, se hubiese convertido en un filón narrativo. Pero no en ese contexto: porque describir únicamente ese momento, además de resultar raro, hubiese descubierto más de una inconsistencia. 


Otras obras de Andrés Barba: La ceremonia del porno (en colaboración), La hermana de Katia, Las manos pequeñas

sábado, 24 de febrero de 2018

Nuccio Ordine: Clásicos para la vida


Idioma original: Italiano 
Título original: Classici per la vita  
Traductor: Jordi Bayod Brau
Año de publicación: 2016
Valoración: Entre recomendable y está bien  

Los clásicos pueden ser una respuesta a los problemas de la sociedad actual. No la única, por supuesto, pero una de lo más efectiva. Esto que es tan obvio para algunos no acaba de ser asimilado por tantos otros. Quizás la lectura de este libro lograría convencer a esas personas reticentes de la pertinencia de este enfoque. Pero vamos por partes. Clásicos para la vida lo escribe un profesor de literatura, Nuccio Ordine, que cree a pies juntillas que la escuela debe predicar la siguiente idea: los clásicos son una herramienta que nos puede enseñar a vivir. En la "Introducción" expone y desarrolla el marco teórico de esta noción, y durante el resto del libro se encarga de aplicarla y mostrar ejemplos prácticos de la misma. 

Además de esa, Ordine tiene otras opiniones, las cuales también esgrime en su "Introducción". La práctica pedagógica, dice, debe posicionarse a favor de la proliferación de estudiantes con un saber crítico capaces de desarrollar un juicio autónomo. Debe obviar la dirección que sigue en la actualidad (hacia la profesionalización, hacia la digitalización). Debe apostar por una formación con docentes capacitados, alumnos estimulados por la curiosidad y la creatividad y una consciencia institucional que sea favorable a ambas figuras. Según Ordine, todo esto es posible si se revive a los clásicos. Si se aplican. 

Ordine propone en Clásicos para la vida una serie de reflexiones de calado moral. Las extrae gracias a diversos fragmentos de clásicos que ha ido seleccionando. Su intención es mejorar al hombre y, por ende, a la sociedad en que éste habita, gracias a ellas. Para Ordine, repito, los clásicos deberían ser tomados en cuenta para enseñar a vivir y a pensar a la gente. 

Me he demorado bastante en leer este libro, pese a su corta extensión. Eso es debido a que cada uno de los fragmentos que propone es un remanso en el que detenerse a escuchar. Primero prestas atención al autor del fragmento, luego a la interpretación de Ordine y, finalmente, a tus propias cavilaciones. Garantizado: ningún fragmento deja indiferente. Y, mucho menos, carece de eco. Todos y cada uno de los fragmentos compilados granjean una lectura, una interpretación, sobre un tema universal o de actualidad; si no me creéis, fijaos en el primero de todos, donde se nos habla de violencia contra la mujer.  


También de Nuccio Ordine en ULAD: La utilidad de lo inútil. Manifiesto

viernes, 23 de febrero de 2018

David Trueba : Tierra de campos


Idioma original: español
Año de publicación: 2017
Valoración: se deja leer (resuello)

Bitácora de esta reseña (sub- título: Diálogo interior de un lector algo impaciente)

- Primeras decenas de páginas

Esto de las reseñas-interruptus...¿cuánto hace que no escribo una? o ¿con cuántas páginas se justifica el hacerla? 

- Sobre la centena, o así.

A ver; David: esto es una autobiografía encubierta, a qué sí. Tantas similitudes en circunstancias con las tuyas particulares (lo que tiene ser hermano de famoso y pareja de famosa y ahora ex-pareja de famosa, que la gente sabe cosas de su vida y eso genera pre-concepciones, generalmente para mal), tantos detalles sobre los que establecer analogía de que Dani Mosca es un trasunto tuyo conveniente maquillado para dejar con la duda.
Pero es una duda algo perversa: no es una duda como las que establecía Cercas en sus primeras novelas de éxito.*
Parece como si Trueba quisiera sentirse como una rock-star cuando la literatura (con muy pocas excepciones) ya no da para rock-stars y si no hay rock-stars no hay fans irredentas ni groupies ni fiestas de fin de gira o de post concierto, ni habitaciones de hotel arrasadas tras vaciar el mini-bar y dejarlo todo perdido de sustancias extrañas y fluidos corporales. 
Terrible dilema porque cuando ya he decidido que continuaré hasta el final, empiezo a encontrarme por el camino referencias a cascoporro sobre lo que (pienso en mi humildad asumida de que lo que sí no ha habido nunca ni habrá - sollozo - son reseñistas rock-stars) son influencias de este libro: 
  • Karl Ove Knausgard por el tono, por el detalle de arrancar con la muerte del padre, por la obsesión en escandalizar a base del infantil recurso de repetir el verbo follar muchas veces en un párrafo
  • William Faulkner, por lo del viaje junto al ataúd hacia el pueblo de origen
  • Ray Loriga, por la deriva llorica del escritor que ha pasado por un divorcio de alguien famoso**
  • Javier Pérez Andújar, por la almibarada apelación a la nostalgia presente por doquier en la primera parte (entreverada de anécdotas y recuerdos pueriles que pretenden elevar a literatura lo que es chascarrillo de bar cutre de barrio tras unas cuantas cervezas - lo de Marciano el del Ocaso es de vergüenza ajena)
  • Las buddy-movies, cuando uno se encuentra un personaje como Jairo, personaje que acaba teniendo más calado y más recorrido como chófer ecuatoriano del coche fúnebre que muchos de esos músicos que van y vienen de las formaciones que Dani lidera y abandona.
  • Un poco más y se me escapa Bernhard, porque por ahí anda una cita de él. Pero no.
  • Repito. NO. Nada más alejado de Bernhard que esto
- Pasadas las doscientas, cuando empieza la segunda parte, que llama "Cara B"***

Ya en ese momento, y aunque Trueba se las ha apañado para no bajar a las catacumbas patéticas de Blitz (Tierra de campos es mucho mejor y más digno que Blitz, cosa bastante sencilla por otra parte), y de que obviamente a esta novela o lo que sea le sobran decenas de páginas, pero la retórica loser es lo que tiene, que uno se encuentra tan a gusto refocilándose en la propia miseria, la lectura es más o menos llevadera si se tienen pocas exigencias y si se comprende que el final al que uno se va aproximando va a contener las dosis justas de moralina 2.0 que tan bien encajan con la generación del baby-boom, esa generación de movida y transición que tan bien se adapta a ser gobernado por quien sea con tal de que no les afecten a la comodidad de su presente.

- A partir de las trescientas, que ya tiene su mérito la cosa

Parte de la novela que se lanza a tumba abierta en dos tramas que convergen: el pasado más reciente con la paternidad, la separación, la teórica asunción de la madurez, a la vez que la llegada al pueblo, a unos orígenes algo ajenos que avasallan a Dani y que acaban conduciendo a un muy moderno final sin final que espero, vayamos rematando, que dejen a este libro en la novela relativamente digna y amena que es y no le dé al autor por precipitarse a una serie knausgardiana para ver cómo el músico madura y reconduce su vida y todo eso que me da pereza hasta imaginar. Porque llegar hasta la página 404 de este libro supone una dura prueba para el lector, por lo menos para mí, comprometido con leer bien y dar una opinión, pero también por pasar ya a otro libro que contenga más sustancia que esta historia narrada con tanta pulcritud como previsibilidad.

- Postfacio****

Y todo sería justo y apropiado si yo no cargara las tintas, pero resulta que entre acabar este libro y escribir esta reseña empiezo a leer otro. Este sí una biografía de músico y este sí un recorrido por experiencias propias sin necesidad de consultar a los amigos músicos (seguro que Trueba es amigo de alguna mediocridad como Sabina al que habrá pedido consejo) para que te expliquen de qué va esto.
Que es más o menos mi sensación final: no la impostura, sino la falta de autenticidad, casi absoluta.

- Fin (al fin)










*Vaya, ahora me he acordado de como Trueba destrozó  Soldados de Salamina cambiando el sexo del protagonista, en una de sus pocas experiencias cinematográficas.
**Perdón por poner a Faulkner y a Loriga en párrafos limítrofes (jamás me lo perdonaré)
***Curiosamente, como el libro de Viv Albertine que tomo a continuación de leer el de Trueba. 
****El de Albertine: ESO SÍ  es una semblanza auténtica de la vida de un músico.

jueves, 22 de febrero de 2018

Olivier Le Carrer: Atlas de los lugares malditos

Idioma original: francés
Título original: Atlas des Lieux Maudits
Año de publicación: 2013
Traducción: Carmen Artal
Valoración: interesante

A nadie le hace gracia, cuando se va de viaje (menos aún si se trata de unas vacaciones) encontrarse con contratiempos e incomodidades inesperadas. Por supuesto, hablo de circunstancias "normales", como que te pierdan la maleta en el avión, que el tiempo no acompañe o incluso que haya alguna que otra cucaracha en el hotel. Pero, ¿qué diríamos si se tratara de una invasión de miles de murciélagos, de la amenaza de cocodrilos asesinos, de invisibles peligros químicos o radioactivos o de pernoctar en un lugar maldito por el consabido cementerio indio -¡sí: existen!-... Son detallitos que no suelen aparecer en las guías de viaje habituales, pero por suerte, el bueno de Olivier Le Carrer ha recopilado unos cuantas de estas agradables localizaciones para que podamos ir un poco más avisados por el mundo, y en España ha sido publicada en la misma editorial donde también podemos encontrar el Atlas de las ciudades perdidas, el Atlas de países que nos existen o el Atlas de lugares soñados.

Por sintetizar, y aunque el autor utilice un criterio geográfico un tanto difuso, podemos agrupar todos estos "lugares malditos" en tres grandes grupos:
  1. Sitios donde las condiciones naturales son, han sido o pueden llegar a ser complicadas para la vida humana
  2. Sitios donde son los humanos quienes han convertido esos lugares en complicados para la vida en general.
  3. Sitios célebres por alguna maldición, fenómeno paranormal o  por los hechos luctuosos que allí sucedieron.
Dentro del primer grupo, encontramos una variedad apabullante de peligros que demuestra que la naturaleza no nos tiene un especial cariño. desde la llanura abisal del Atlántico donde se fraguan los huracanes, a pueblos del Sahel engullidos por la arena, cabos o islas célebres por provocar naufragios o llanuras camboyanas imposibles para la actividad humana (atención los fans de Marguerite Duras). Mi posible desastre favorito -aunque no sé si nuestros amigos canarios pensarán lo mismo-: la posibilidad de que una erupción del Cumbre Vieja provoque el derrumbe de media isla de la Palma, , con el consiguiente maremoto que arrasaría las costas de tres continentes de una tacada.

Segundo grupo, no menos estimulante (para no ir): desde un cementerio de submarinos nucleares rusos en la península de Kola al golfo de Adén y sus mundialmente célebres piratas; desde la otrora  opulenta isla de Nauru, devastada por la explotación de fosfatos a infiernos creados por la miseria, como la Cité Soleil, en Haití o la mutante Kibera, en Nairobi, el barrio/ciudad de chabolas más grande de África.

Por último, una serie de localizaciones malditas por la leyenda, el crimen o, directamente, el programa Cuarto Milenio: el último reducto de los cátaros, en Montségur (a.k.a."la sinagoga de Satán"); cierto archipiélago australianos donde unos naúfragos recrearon su versión doméstica de lo que es un genocidio, el castillo vendeano de Barba Azul; Yeun Ellez, el pantano de los condenados en Bretaña, o, por supuesto, el archifamoso Triángulo de las Bermudas o el que va camino de serlo: el Triángulo de Nevada (y no, no se refiere a los casinos y locales de strip-tease de Las Vegas). Mi favorito, en esta categoría; Aokigohara, el bosque de los suicidas, en Japón.

Ahora toca confesar que lo que he escrito en el primer párrafo de la reseña es un poco engañoso: este libro no es una guía de viajes, ni de lejos... En todo caso, es una guía de espacios narrativos, legendarios, si se quiere, de lugares soñados o escenarios de pesadilla, pero que nos proporcionan las coordenadas donde se puede desarrollar el relato, la escenografía que precisa lo literario y que, en más de una ocasión, se convierte también en protagonista de esa misma literatura. Todo ello, contado, no se me debe olvidar, con una estupenda ironía que le quita pomposidad incluso a la maldición más pavorosa.



miércoles, 21 de febrero de 2018

2x1: Los peligros de internet (El desengaño de internet y Arden las redes)

Evgeny Morozov: El desengaño de internet. Los mitos de la libertad en la red

Idioma original: inglés

Título original: The net delusion
Traductor: Eduardo G. Murillo
Año de publicación: 2011
Valoración: recomendable

Quien no conozca a Evgeny Morozov por sus artículos en innumerables medios (entre ellos El País), puede empezar a hacerse una idea siguiéndole a través de su cuenta de twitter; no son necesarios muchos twits para darse cuenta de cuál es su tema favorito, por no decir su único tema: la tecnología, y más concretamente la interpretación ideológica del uso de la tecnología. Sus blancos favoritos son los "gurús" de Silicon Valley, que prometen que si les damos todos nuestros datos, nuestras contraseñas, nuestra localización exacta y nuestras fotografías y vídeos, crearán con ellas un mundo maravilloso, democrático y vegano (en vez de, por ejemplo, vender todos esos datos a otras empresas, usarlos para fines de marketing o, dios no lo quiera, entregarlos al gobierno de turno cuando este lo pida).


Estas obsesiones están muy presentes en su primer libro, The net delusion, cuyo título traducido al español, El desengaño de internet, es algo equívoco; quizás debería haberse traducido como The God delusion, de Richard Dawkins, como El espejismo de internet. Porque la palabra delusion, y esta es una de las claves del libro, hace referencia a un autoengaño, a una ilusión o fantasía que hace ver cosas maravillosas donde no existen. En este caso, el engaño del que habla Morozov es el "ciberutopismo": la idea de que más internet equivale a más democracia; de que implantar banda ancha equivale a implantar libertad (como en el siglo XIX construir ferrocarriles significaba difundir civilización), o que cualquier problema político, social o económico puede tener una solución meramente tecnológica, independientemente del contexto (lo que Morozov llama "internetcentrismo").


Pero ojo, Morozov no es el típico "ludita" que piensa que internet es malo, que los móviles nos esclavizan o que estábamos mejor sin televisión. Su crítica se enfoca muy concretamente en el ciberutopismo, que lleva por una parte a exagerar la importancia relativa de las tecnologías en revoluciones como la Primavera Árabe o las revueltas en Irán; y por otra parte produce políticas simplistas o mal direccionadas, que obvian el hecho de que "los malos" (por decirlo así) también pueden usar una mayor implantación de internet y de las redes sociales para controlar más y mejor a sus ciudadanos.


El libro de Morozov ofrece multitud de ejemplos concretos, tanto de citas que muestran que el ciberutopismo alcanza a las más altas esferas (por ejemplo, Hillary Clinton aparece en multitud de ocasiones defendiendo que más internet equivale a más libertad), como de eventos políticos reales o posibles que cuestionan esta opinión, desde Irán a China o a los propios Estados Unidos. El mayor problema que tiene el libro es que es excesivamente prolijo, y a veces hasta repetitivo; la idea central es necesaria y está magníficamente apoyada en datos; pero el lector se cansa de leer una y otra vez la misma idea (en voz de Morozov o en voces ajenas) y de encontrar decenas de ejemplos para demostrar lo mismo, o incluso el mismo ejemplo varias veces a lo largo del libro.


En todo caso, como antídoto contra los discursos eLibertarios (que a veces esconden, consciente o inconscientemente, un capitalismo neoliberal) y frente a la idea de internet como panacea, este sigue siendo un libro necesario.


Juan Soto Ivars: Arden las redes. La postcensura y el nuevo mundo virtual

Idioma original: español
Año de publicación: 2017
Valoración: recomendable como diagnóstico, decepcionante como análisis


Si Morozov puede ser un autor menos conocido para quien no se mueva en ámbitos tecnológicos, Juan Soto Ivars en cambio es probable que no necesite presentación para casi nadie que tenga Twitter en España: novelista, articulista, ensayista y twitero amado y odiado por igual, Soto Ivars se ha hecho un hueco (también en la Fundeu) como opinador ácido e irreverente, que levanta tantas pasiones como ampollas. Y también Soto Ivars, como Morozov, tiene un tema obsesivo en el último año (además de Cataluña); en este caso, se trata de los linchamientos digitales.


Arden las redes trata precisamente de estos momentos, que suelen terminar por aparecer en los periódicos con esa expresión tan manida, en que una persona privada o pública hace un comentario desafortunado en las redes sociales, y el resto de internet, como jauría justiciera, se le lanza encima exigiendo justicia, o más que justicia, venganza. Soto Ivars recolecta una buena colección de casos nacionales e internacionales, algunos de ellos bastante conocidos (el caso Zapata, Vigalondo, la escritora de libros infantiles María Frisa...), algunos de los cuales tuvieron consecuencias perdurables para sus protagonistas: pérdida de empleo, ostracismo digital, multas, juicios...


Como diagnóstico, Arden las redes me parece un libro recomendable: cada vez que veamos que un "tuitstar" republica un twit con una opinión estúpida o con un insulto despreciable, deberíamos esperar primero a conocer toda la información relevante, y no solo el titular, y después recordar que detrás de esos twits hay una persona que ha cometido un error, claro, pero que seguramente no merece (ni posiblemente está preparado para asumir) el odio, el desprecio y la humillación de miles de personas gritándole con una @ junto a su nombre. Si la opinión traspasa el ámbito de lo despreciable para entrar en lo delictivo, debe ser sin duda castigado, pero no condenado a arrastrar el oprobio de por vida (e internet tiene una memoria muy cruel). También conviene recordar que la libertad de expresión es una vía de dos sentidos: si no nos gusta que censuren a los que piensan como nosotros, no debemos querer censurar a quien piensa diferente (siempre que esa opinión no se transforme en injuria, agresión o exaltación del odio).


En cambio, el libro me parece mucho más flojo si lo tomamos no como advertencia, sino como análisis. Soto Ivars basa todo su argumento en dos conceptos: "poscensura" y "guerra cultural". La "poscensura" es la coerción para no expresar opiniones, no por miedo a una censura organizada y oficial, sino a la reprobación social de tus contactos digitales; la "guerra cultural" (y el término no es de Soto Ivars sino de James Davison Hunter) se refiere a una lucha por el control del discurso cultural/político, entre, básicamente, conservadores y progresistas (o "liberales", en el sentido anglosajón, que es distinto del español).


Aunque el término "poscensura" es el que más discusión ha provocado y el que ha sido peor recibido (probablemente porque estamos ya hartos de tanto "post"), mi mayor problema se sitúa en el segundo término, que me parece tan problemático como el "choque de civilizaciones" de Huntington. En primer lugar, porque crea dos polos monolíticos donde no los hay (sobre todo en el espectro político de la izquierda, tan aficionado a luchas fratricidas); y sobre todo porque parece situar en un estatuto de igualdad al poder y al contrapoder, a la cultura y la contracultura, a la lucha por determinados derechos, y al rechazo a estos derechos; al feminismo y al antifeminismo (por ejemplo), o a quien defiende los derechos de los homosexuales y a quien los ataca.

También, y este es otro problema importande del libro de Soto Ivars, porque no diferencia de forma suficientemente clara las explosiones espontáneas de indignación (que no por espontáneas son más justificables), de aquellas que responden claramente a intereses partidistas, como en el caso de Guillermo Zapata y de los titiriteros. Tampoco distingue claramente entre quienes hablan desde una posición de hegemonía cultural (Javier Marías o Pérez Reverte, por ejemplo) y quienes lo hacen desde una posición más periférica y por lo tanto más vulnerable; dicho con otras palabras, el libro parece decir que son igual de graves y peligrosos los insultos que pueda recibir Pérez Reverte por escribir una columna machista, que los insultos machistas o racistas que pueda recibir una activista de los derechos de las mujeres negras por parte del ejército de trolls de forocoches. Ambos insultos existen, y en grandes cantidades, pero ni todos reciben el mismo trato ni todos tienen la misma visibilidad (como tampoco se paga igual, por ejemplo, insultar a una víctima de ETA que a una víctima del Franquismo o del 11-M).


Lo mejor que podría pasar es que Arden las redes nos hiciera más conscientes de que a veces en internet nos comportamos como una masa enfurecida con antorchas y tridentes, un comportamiento gregario y cobarde que fuera de internet (no digo "en la vida real", porque internet también es real) nos resultaría repugnante. Lo peor que podría pasar es que se creyese que, efectivamente, la guerra cultural lo explica todo, que todo es "poscensura" (¡caca!), y que por lo tanto no hace falta ni analizar nada más; porque en esa línea, Arden las redes se queda claramente corto.

martes, 20 de febrero de 2018

Junji Ito: Aula demoníaca


Idioma original: Japonés  
Título original: You Kwai Kyou Shitsu 
Traductora: Ana María Caro 
Año de publicación: 2015
Valoración: Está bien 

Junji Ito es un mangaka de culto que en los últimos años empieza a ser rescatado por las editoriales españolas. A Ito se le conoce, principalmente, por sus cómics de terror; su forma de abordar el género (como dibujante y como guionista) es particular y muy efectiva. Personalmente creo que es uno de los mayores exponentes del horror actual. Y no sólo dentro de su disciplina. Por desgracia, el talento de Ito no deslumbra en Aula demoníaca. Esta obra está compuesta por cinco relatos, todos ellos recopilados en un tomo integral; éstos son “Aula demoníaca”, “Belleza demoníaca”, “Apartamento demoníaco”, “El novio de Chizumi” y “Entrevista con el diablo”. Los relatos, autoconclusivos en cierto modo, se enlazan gracias a que comparten personajes y siguen una trama global. 

Los protagonistas de Aula demoníaca son Yuuma y Chizumi, dos hermanos que de pequeños perdieron a sus padres. Ambos tienen sus rarezas: él se disculpa por todo y ella acosa a personas en plena calle y les dice que quiere sorber sus sesos. Por si esto fuera poco, algo turbio tiene que estar sucediendo para que estos siniestros hermanos se vean obligados a mudarse constantemente, dejando a sus espaldas un rastro de muerte y espanto. ¿Serán ciertos esos rumores que los vinculan con la adoración al diablo? ¿Qué sucedió con sus padres?

Empecemos con lo bueno de esta historia. La deriva hacia el humor negro, la sátira y la crítica social está bien balanceada con el terror; gracias a ello, Aula demoníaca no se conforma con un género, sino que tomo rutas híbridas de lo más curiosas. Del apartado artístico podríamos decir que, aunque tampoco destaque demasiado, es formalmente correcto. Lástima que este cómic no haya albergado imágenes más mórbidas; al fin y al cabo, este es uno de lo puntos fuertes de Ito en lo que respecta a lo visual. Pese a todo, hay dibujos ciertamente memorables y bastante siniestros. También la narrativa mediante el uso de viñetas es audaz.

Examinemos ahora los peores aspectos de esta historia. El concepto con el que Ito arranca tiene un cierto interés, aunque es más flojo que aquello a lo que nos tiene acostumbrados. Encima, dicho concepto es bastante derivativo; para los seguidores de este señor no será difícil ver las similitudes de Aula demoníaca con otras de sus obras previas. En cuanto a la trama, el autor no explora con demasiado detenimiento algunas cosas mencionadas, y otras las expande más de lo necesario, ramificándolas en direcciones insípidas. A eso hay que añadir que el argumento de este manga ostenta en ocasiones un sentido del ridículo que no parece intencionado. Y no puedo obviar el final de Aula demoníaca, quizás lo más decepcionante de todo, ya que Ito se ve obligado a cerrar la historia de forma excesivamente rebuscada.  

Así pues, no recomiendo Aula demoníaca para iniciarse con Junji Ito, ya que tiene obras mucho mejores, como Uzumaki, Black Paradox o las antologías Voces en la oscuridad. Sin embargo, a los fans de este autor (sobre todo a esos con afán completista) les puede interesar. Incluso a los amantes del género de terror que busquen algo un poco gamberro se lo recomendaría. Además, debo remarcar que esta obra ha sido publicada en España por la editorial Tomodomo con un acabado de alta calidad. Una ilustración panorámica que abarca la cubierta, la sobrecubierta y las pestañas desplegables, algunas páginas a color y la ausencia de transparencias son unos cuantos de los atractivos reclamos que posee esta cuidada edición. Y es que este tipo de detalles siempre alegran, en especial a los que estamos acostumbrados a leer mangas editados de cualquier manera, con un papel paupérrimo, defectos tipográficos y manchas de tinta. De hecho, y esto ya es una opinión personal, ojalá Tomodomo tuviera las licencias de publicación de más obras de Ito: estoy seguro de que las editarían de forma más solvente que, por ejemplo, ECC Ediciones. 


También de Junji Ito en ULAD: Uzumaki, Sensor 

lunes, 19 de febrero de 2018

Zamiatin y Orwell: Nosotros y 1984

Idioma original: Ruso (Nosotros) / Inglés (1984)
Año de publicación: 1920 (Nosotros) / 1949 (1984)
Valoración: De recomendable a muy recomendable

Vamos a hablar hoy de dos de las más famosas distopías del siglo XX, con permiso de "Un mundo feliz". "1984", uno de los libros clave de mi biografía lectora, ya tuvo su reseña en este blog, pero son tantos los puntos en común con "Nosotros" que, tras la lectura de este, se hace necesaria una "reseña comparada".

Lo primero que hemos de tener en cuenta a la hora de comparar ambas obras es que "Nosotros" fue publicada en 1920 y "1984" en 1949. Esos veintinueve años de adelanto por parte del ruso son un punto importante a favor de este último (luego veremos por qué).

Otro punto a tener en cuenta, de cara a entender ambas obras, es la experiencia personal de los dos autores. Por un lado, Zamiatin fue, al menos en un primer momento, un bolchevique convencido que tuvo la oportunidad de trabajar en una Inglaterra industrial en la que en taylorismo campaba a su anchas. Por su parte, Orwell también simpatizó con la revolución rusa, pero los tristemente célebres "Procesos de Moscú" y su experiencia en la Guerra Civil Española le llevaron a adoptar posturas claramente antiestalinistas. Veremos después esta influencia.

Para no extenderme más de la cuenta, allá va un pequeño resumen de las semejanzas y diferencias de ambas obras, excluyendo comentario alguno acerca del final de las mismas, por si alguien quiere descubrirlo por sí solo:

SEMEJANZAS:
  • Ambas obras se sitúan en mundos futuros aparentemente ideales (obvio, son distopías) y gobernados por un poder omnímodo semejante a un Dios: El Benefactor en "Nosotros" y el Gran Hermano en "1984".
  • Las sociedades representadas en ambos libros (en "Nosotros" llamada Estado Único) son estados ideales de "no libertad" y están compuestas por seres que no son más que millones de células de un único y poderoso organismo. 
  • El protagonista principal es parte más o menos importante del engranaje del poder: D-503 es el constructor-jefe de una nave que llevará las bondades del Benefactor a toda la galaxia, mientras que Winston Smith trabaja en el Ministerio de la Verdad manipulando hechos históricos por el bien del Gran Hermano. 
  • El amor es la cuña por la que entran las dudas a los protagonistas principales. Gracias a la aparición de un personaje femenino (I-330 en "Nosotros" y Julia en "1984"), tanto D-503 como Winston Smith entrarán en contacto con seres apartados de esas sociedades supuestamente ideales. 
  • Englobaré en este punto lugares, entidades, artilugios, etc que ponen de manifiesto un claro paralelismo entre ambas obras. En primer lugar, indicamos los que aparecen en "Nosotros" y después su equivalente en "1984": las Tablas de la Ley y la Telepantalla, los Guardianes y la Policía del Pensamiento, el otro lado del Muro Verde o la Casa Antigua y el mundo de los proles, la Sala de Operaciones y la habitación 101... Las semejanzas son enormes y la impresión de plagio planea sobre la obra de Orwell. 
DIFERENCIAS:
  • Mientras que "1984" está narrada en tercera persona, "Nosotros" está narrada en primera persona a través de anotaciones que sugieren la idea de un informe o un cuaderno de bitácora. Esta estructura hace que la narración sea, en mi opinión, menos fluida que en "1984".
  • En "Nosotros" el Estado Único es una especie de nuevo paraíso, un mundo puro y feliz, ideal, racional y preciso. En "1984", aunque desde el poder se traslada una imagen semejante, el mundo no es así; se trata de una sociedad permanentemente en guerra en la que la pobreza salta a la vista. De hecho, el propio Winston Smith vive casi en la pobreza. 
  • "1984" es una novela mucho más política (aún) que "Nosotros", que es más simbólica y abstracta. Además, en "Nosotros" hay un mayor componente de ciencia-ficción.
  • En "Nosotros" se dejan ver críticas mucho más evidentes contra la religión, contra el arte socialista y contra el proceso tecnológico que lleva a formas de organización de la producción tales como el taylorismo. "1984", por contra, se centra en un plano más político. 
  • Las imágenes de "1984" son más crudas e impactantes que las de "Nosotros". "1984" es más sucia. Solo recordar la habitación 101 se me ponen los pelos de punta. 
CONCLUSIÓN:

Antes de nada, hay que reconocer el mérito de los precursores y, aparentemente, Zamiatin lo fue. Siempre es más difícil crear un "universo" que desarrollarlo. Digo esto porque da la impresión de que Orwell se inspiró (¿tal vez, plagió?) en "Nosotros" a la hora de escribir "1984", lo que a su vez no es óbice para admitir que también la perfeccionó. Porque creo, sinceramente, que la narración de "1984" es mucho más completa, ágil y entretenida que la de "Nosotros", la cual pierde fuelle a mitad de la novela. Por otro lado, las referencias e imágenes de "1984" me parecen me parecen más cercanas para un lector actual que las de "Nosotros", de ahí que el grado de identificación con aquella sea mayor, al menos para mi.

En definitiva, y admitiendo los no pocos méritos del "Nosotros" de Zamiatin, me quedo con "1984", la cual seguirá siendo una de mis novelas de cabecera (ay, cuánto peso tiene la adolescencia!). Eso sí, gracias a Zamiatin, parte de ese halo mítico de la obra de Orwell se perderá para siempre, como lágrimas en la lluvia. -)

Otras obras de Orwell en ULAD AQUÍ

domingo, 18 de febrero de 2018

F. J. Barbero: Pet Shop Boys: Plural


Idioma original: español

Año de publicación: 2015
Valoración: imprescindible para fans, anecdótico para profanos

He de ser justo, no quiero que me recriminen mi querencia por los libros sobre músicos y por los libros sobre los músicos que me gustan. Pero hay cuestiones, perdonad la palabra algo pedante, insoslayables. Y es que cuando se publica un libro, por mucho que se cuente con la seguridad de quienes lo comprarán casi "a ciegas", uno ha de ser considerado con cualquier lector. Y 500 páginas sobre la obra de un grupo importante pueden parecer muchísimas, pero resulta que yo echo algunas cosas en falta. 

En contenido: no creo que hubiera resultado superfluo añadir una sección con opiniones reflejadas en entrevistas. Si es que era imposible una entrevista directa. Pues se está hablando en todo momento del contenido intelectual y las letras y las influencias clásicas y contemporáneas y parece poderse pasar de puntillas por las opiniones, sean previsibles o conocidas o no, de este par de músicos cuya carrera supera las tres décadas.

En espíritu: ¿y la cuestión crítica? No querremos un producto para fans, uno de esos mamotretos autocomplacientes donde uno lee exactamente lo que quiere leer y gusta de solazarse en los mismos hitos una y otra vez. Esto falta en Plural, y sobran (o podrían haberse dejado para un anexo) las relaciones exhaustivas de lugares y fechas de conciertos, listas de bailarines, farragosas descripciones de los aspectos escénicos. Porque creo y coincido en que está muy bien reivindicar al dúo, hacerse eco de su influencia, glosar sus cualidades, divulgar su obra. Pero entonces me choca ese uso de la primera persona del plural en la narración: "creemos", "consideramos", "hemos". Que interpreto como una creación de distancia, como una intención de desapasionamiento que luego el texto desmiente. Y si bueno es no parecer un fan capaz de reír todas las gracias, bueno es también colocarse con firmeza tras una opinión y no mostrarla de manera tibia. Un grupo hace magníficos discos que lo elevan a los altares del éxito masivo y el reconocimiento crítico. Las dos cosas, y a la vez, muy pocos lo han conseguido: luego se sucede casi siempre la decadencia. Puede que el voraz mercado busque caras nuevas y las inversiones promocionales se destinen a otros fines. Pero la pérdida de inspiración cuenta. Vamos si cuenta. Y Barbero parece no querer reconocerlo en estas páginas: atribuye la disminución del éxito del grupo errores en la secuencia de los discos, malas elecciones en el sonido, en la designación de los discos sencillos. Justifica enormes dispendios en montajes escénicos, decisiones que son muchas veces producto de una reivindicación de la coherencia artística. Todo eso queda descrito y disculpado en este texto, algo deslabazado y repetitivo en lo estilístico (¿atribuible en parte a la profusión de adjetivos elogiosos?), aunque no es lo que a estos libros se les exige. En lo primordial, un exhaustivo repaso no solo a sus registros sonoros sino a sus shows, un trabajo colosal. En otros aspectos, en lo de estimular al no adepto hacia la indagación, algo irregular pues el entusiasmo se mantiene muchas veces por encima de lo objetivamente aceptable, lo cual lamentablemente inhibe al potencial lector curioso, a aquel que, ajeno al impacto al grupo, escarbaría en su obra en función de lo leído aquí. 

Y una pequeña objeción a la que no puedo resistirme: no pueden acabarse 500 páginas cerrando el epílogo con una última frase tan mal redactada. Por favor.


sábado, 17 de febrero de 2018

José Eduardo Agualusa: Teoría general del olvido

Idioma original: portugués
Título original: Teoria geral do esquecimento
Año de publicación: 2012
Valoración: Muy recomendable

En la Uladcentada de 2012 hablaba de cómo vivir en Portugal me había permitido acceder no solo a la literatura portuguesa, sino al mundo de la cultura lusófona (Brasil, Angola, Mozambique...). Lo ejemplificaba, entonces, con Joaquim Lopes Vieira, que no existe, pero si hubiera estado hablando en serio podría haberlo ejemplificado con Eduardo Agualusa, que sí existe, y que probablemente es el segundo autor más reconocido de las literaturas africanas lusófonas después de Mia Couto. Ya hace años reseñé una obra quizás menor, A feira dos assombrados, y vuelvo a la carga ahora con una de sus novelas más aclamadas, esta Teoría general del olvido, que en portugués (Teoría geral do esquecimento) suena mucho más poético.

La novela gira, fundamentalmente, en torno a Ludo, una mujer de origen portugués traumatizada por una experiencia del pasado que decide encerrarse y barricarse en su propia casa, ante las turbulencias violentas que rodearon la independencia del país y la guerra civil que le siguió, con intervención de diversas potencias internacionales, repartidas todavía en los ejes de la Guerra Fría. La vida de Ludo se reduce a la mera supervivencia y a la lucha por la cordura, encerrada en un exilio interior voluntario, con un perro, unas gallinas y un jardín como única compañía. Sin embargo, la realidad externa se abre poco a poco paso, e irrumpen en la trama innumerables personajes unidos de distintas formas al devenir de Angola y también entre sí, aunque sea a veces de forma tenue o accesoria.

Es posible que esta sea la gran virtud de la novela: la forma en la que se vincula lo individual con lo colectivo (el fin del colonialismo, la independencia, la guerra). A lo primero corresponden los capítulos sobre la vida de Ludo, incluidos aquellos que reproducen los pensamientos y poemas que escribe, en papel primero, en las paredes de su casa después; a lo segundo, multitud de historias sobre mercenarios portugueses, soldados angolanos, pícaros, enfermeras, periodistas, pastores, palomas mensajeras... Tantas historias, en esta segunda parte coral, que en ocasiones cuesta seguirles el hilo a todas, hasta que convergen y se cierran sobre sí mismas.

Otro gran mérito de la obra, quizás entreligado con el anterior, es la mezcla de un duro realismo con un estilo en el que tiene cabida lo poético, y en el que también hay espacio para una imaginación próxima de lo mágico o de lo fantástico (como cuando se dice de un hombre que fue tragado por la tierra, y que solo quedó de él el sombrero, o como la historia, como de fábula o cuento tradicional, de las palomas mensajeras que contienen diamantes). Los poemas de Ludo, sus reflexiones, visiones, invenciones entre el hambre, la nostalgia y la soledad contribuyen también a enriquecer una novela que es mucho más que una crónica histórica.

¿Y qué visión se nos da de Angola y de su historia en este texto? Pues, en primer lugar, la historia de  los angolanos: la de quienes, independientemente de su origen, decidieron quedarse en el país después de la independencia, y hacer de él lo mejor que pudieron y supieron. Es, también, a pesar de todos los problemas presentes y pasados del país (que Agualusa sin duda conoce) una novela en la que hay más historias de redención que de venganza. Incluso Ludo, al final de la novela, parece reconocerse en este nuevo país: "no tengo otra tierra que esta", dice, casi ciega pero ya desemparedada.

Este mensaje hasta cierto punto esperanzador o redento de la novela quizás haya contribuido hasta cierto punto a su éxito internacional: sospecho que una obra más oscura o tremendista habría sido más difícil de digerir por el mercado internacional. Esto no es, naturalmente, una crítica a la novela, que es magnífica, hermosa y conmovedora; además, tenemos la suerte de que existe una traducción al español, realizada por Claudia Solan.

viernes, 16 de febrero de 2018

Zoom: Bola de sebo, de Guy de Maupassant

Idioma original: francés
Título original: Boule de soif
Año de publicación: 1880
Traducción: Ana Becciu
Valoración: muy recomendable

Aunque no parezca demasiado sugerente, el título de este emblemático relato de Guy de Maupassant -clasicorro donde los haya de las letras francesas- hace referencia al objeto de deseo alrededor del que gira toda la trama: una joven y rolliza prostituta que huye de un Rouen ocupado por las tropas prusianas en una diligencia que comparte con un grupo de probos ciudadanos, eximios representantes de la burguesía, e incluso la nobleza, bienpensante local. 

No voy a contar aquí el argumento con más detalle (por si a alguien le suena la premisa, hay que señalar que sirvió de inspiración a otro célebre clásico, esta vez del cine: La diligencia, de John Ford) para no destripar, a quien no lo conozca, este relato, el cual, por lo demás, avanza con el trote infatigable de un tiro de caballos; sólo comentaré que no es la prostituta quien sale peor parada, precisamente, a ojos del lector ni del propio escritor; bien al contrario, Maupassant muestra una exquisita empatía hacia ella, mientras que es evidente el desprecio que le provocan sus compañeros de viaje, monjas y progre barbudo incluidos.

Por otro lado, quizá sea este el punto más flaco del, en todo caso, excelente relato: que la ironía, por no decir sarcasmo y la crítica contra el establishment burgués de la época, contra su cobardía, mezquindad e hipocresía, son tan evidentes, que tal vez lastren un poco (ojo, sólo un poco) la dinámica de la propia narración.  La cual, en compensación, se ve impulsada por un estilo vigoroso, pero pródigo en detalles  y aún sutilezas, que la lleva en volandas hasta el inevitable (y lo siento por si esto se ve como un SPOILER) y desolador final.

Y aunque no era mi intención al releer esta historia y plantearme su reseña, uno no puede dejar de acordarse del momento que estamos viviendo, cuando cada día nos llegan noticias, revelaciones y comentarios sobre violencia sexual, sobre abusos y acosos a mujeres; nos llegan tantas discusiones sobre lo que resulta sexista y lo que no y por qué o por qué no; tantos ataques epatantes y defensas que provocan sonrojo; tantas opiniones, interesadas o no, tanto ruido de fondo, en suma, que uno lee esta historia que avanza en una diligencia a través de la nieve que cubre Normandía, escrita hace ciento treinta y ocho años, y piensa que Maupassant (que tampoco es que fuera un santo varón de la lucha por la igualdad de género, precisamente), ya nos dijo con suma claridad que lo que importa, al fin y al cabo, lo que debemos respetar antes que nada es el dolor, la humillación, las lágrimas de quien ha sido víctima de violencia, de abuso, de acoso, de vejación... Todo lo demás, no digo que sobre, pero igual tampoco hace tanta falta.



Otros títulos de Guy de Maupassant reseñados en Un Libro Al Día: El HorlaCuentos fantásticos, Bel AmiUn parricida

jueves, 15 de febrero de 2018

VV.AA.: Damas oscuras



Idioma original de los textos: Inglés  
Traductoras: Olalla García
                           Alicia Frieyro
                           Sara Lekanda
                           Consuelo Rubio
                           Magdalena Palmer
Año de publicación: 2017
Valoración: Recomendable



Pese a que disfruto sobremanera los relatos victorianos de fantasmas, apenas conocía un par de ellos salidos de la pluma de una mujer. Y no es que escaseen escritoras de dicho periodo que hayan cultivado esta temática, precisamente. Recientemente he llenado esta laguna pendiente y no podría haber quedado más satisfecho. 

Empecemos dando un poco de contexto. A lo largo del siglo XIX, la sociedad anglosajona experimenta un gran interés hacia lo oculto y los temas espiritistas. Durante el reinado de Victoria, de hecho, las historias sobre apariciones de ultratumba son tremendamente populares. En ese ambiente, muchas mujeres empiezan a publicar cuentos de fantasmas. Damas oscuras recopila un total de veinte de esos cuentos; cuentos de escritoras de habla inglesa, tanto británicas como, en menor medida, estadounidenses. Cuentos que están ordenados cronológicamente, lo cual permite al lector hacerse una idea general de la evolución que sufrió el género; concretamente, la antología abarca del año 1830 hasta el 1900. 

A la visión panorámica que genera este libro hay que sumarle otro atractivo: la variedad de su propuesta. Esta variedad se plasma en aspectos más superficiales, como la cambiante extensión de los cuentos (algunos podríamos considerarlos una "nouvelette"; otros no llegan a las cuatro páginas) o la perspectiva desde la que son narrados. La mayoría de cuentos, por ejemplo, están relatados en primera persona por alguien que vivió lo sucedido o al que se lo explicaron. También hay, pero, formatos completamente heterogéneos: algunas historias narradas en tercera persona y hasta una de modo epistolar. 

Asimismo, la figura del fantasma es abordada de distintos modos: los hay pura y genuinamente malvados, otros de intenciones más ambiguas, y aquellos que son pobres almas condenadas. El tono de algunas historias, en consecuencia, es o sombrío o trágico; en no pocos cuentos, además, podemos hallar un enfoque más distendido o hasta decididamente cómico. ¡Ah, cierto! Mi historia favorita es “La oración”, de Violet Hunt. Allí podemos apreciar a un fantasma que no se corresponde a ningún estereotipo en absoluto. 

Estos cuentos, en definitiva, son altamente recomendables. Sobre todo si te gustan aquéllos de autores como M. R. James o Charles Dickens. Y es que estas damas oscuras nada tienen que envidiar a sus contrapartes masculinas. 

miércoles, 14 de febrero de 2018

Stefan Zweig: Miedo

Idioma original: alemán
Título original: Angst
Traducción: Roberto Bravo de la Varga
Año de publicación: 1920
Valoración: muy recomendable

¡No leáis la contraportada del libro!

Lo escribo ya aquí, de manera destacada, para que a nadie se le pase por alto, pues la contraportada explica más de lo que debería y su lectura podría estropear, en parte, el disfrute de este gran libro. Hecho el aviso, vamos a por la reseña.

Quienes ya conocéis la obra de Stefan Zweig podéis haceros una idea general de lo que os encontraréis, al menos en cuanto al entorno, las costumbres sociales, la caracterización de los personajes, etc. De esta manera, el autor austriaco, tal y como nos tiene acostumbrados, nos sumerge en un mundo de alta burguesía para narrar, en esta ocasión, una historia de pasiones, dudas, remordimientos, deseos y miedo.

En esta breve novela (muy breve, diría), Zweig plantea una reflexión sobre la infidelidad y sus consecuencias, sobre aquello que se esconde tras la arriesgada tentación de romper la cotidianidad de la vida de una pareja estable y acomodada, de relación monótona y rutinaria, para dar cabida a una aventura sentimental. El misterio que subyace en el secreto guardado forma parte del atractivo de la situación, y el miedo a ser descubierto incrementa el atractivo de la nueva relación. O al menos en su inicio. Porque como en toda aventura, no todo es perfecto, no todo sale como uno espera, siempre hay elementos incontrolables. Y en eso abunda el libro, en la sensación que uno tiene cuando no sabe cómo afrontar una situación que no únicamente depende de uno mismo, y en la dificultad de tener que lidiar con el miedo que aparece cuando la incertidumbre ataca y afecta el día a día de una persona.

El libro sorprende, y lo hace positivamente. Porque cuando uno lee Zweig puede presuponer qué se encontrará, en términos generales. Sabe que habrá personajes de la alta sociedad y que tratará sobre relaciones emocionales, sobre pasiones y enamoramientos, sobre remordimientos y posibilidades, pero en esta novela, aunque extremadamente corta pero con el número de páginas exacto para lo que pretende contar, encontramos algo diferente en la prosa de Zweig: sentimos angustia, desespero y miedo a los propios sentimientos, o a expresarlos, y experimentamos cierto temor cuando empatizamos con la protagonista en una situación que la supera, que la abruma, que la sobrepasa; somos testigos del sufrimiento que reside en ella, un sufrimiento que crece de forma incesante, contagiándonos su angustia a medida que avanzamos en la lectura y nos transmite la intensidad de sus sentimientos, su temor y su miedo.

De esta manera, en la que probablemente sea la novela más oscura de Zweig, menos luminosa, más negativa hacia el ser humano, más intrigante y enigmática, el autor nos brinda una excelente ocasión para analizar la complejidad del ser humano, sometiéndonos a la reflexión que supone tener que afrontar aquellos secretos que residen en uno (o que incluso lo persiguen) y cuestionarnos qué haríamos nosotros ante tal situación, cómo lo resolveríamos, y cómo sentiríamos. Con este propósito, Zweig nos plantea un escenario de dudas y miedos, en el que la habitual calidad de la prosa de Zweig fluye en cada página, pero, además, en esta ocasión, lo hace con tintes más enigmáticos, más oscuros de lo que nos tiene acostumbrados, conduciéndonos de forma inexorable a través de un camino dirigido a la oscura intimidad de nuestro ser.

PD: Aprovecho la ocasión que me brinda la publicación de esta reseña para recordar la figura del excelente traductor de Zweig al catalán, Joan Fontcuberta, fallecido esta misma semana. Nos deja como legado sus traducciones de indudable valor y gran calidad literaria. D. E. P.

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