Título original: Cher monsieur Germain... Lettres et extraits
Traducción: Pablo Hermida Lazcano
Año de publicación: 2022
Valoración: Entrañable (aunque recomendable, lo que se dice recomendable, solamente para interesados)
Cartas a mi maestro compila la correspondencia que se conserva entre Albert Camus y el que fuera su profesor, Louis Germain. Evidentemente, un volumen así tiene un interés acotado y un valor más relacionado con lo documental que con lo puramente literario. Pese a todo, puede llegar a seducir a los profanos.
¿Cómo no emocionarse ante el vínculo de afecto y admiración que presentan estas páginas? ¿Cómo no enternecerse ante la intimidad que existió entre un maestro y su «colegial», entre un pedagogo y su alumno «ejemplar», entre un padre sustituto y su «hijo espiritual», entre un anciano y su «querido pequeño»?
En una misiva del 13 de febrero de 1950, Camus dijo lo siguiente: «Ni tengo ni tendré jamás cosas mejores que hacer que leer las cartas de aquel a quien le debo ser lo que soy, y a quien amo y respeto como al padre que no he conocido». El 19 de noviembre de 1957, después de que se le concediera el Premio Nobel de Literatura, escribió a Germain porque «Sin usted, sin esa mano afectuosa que tendió al niño pobre que yo era, sin sus enseñanzas y su ejemplo, no habría sucedido nada de todo esto». El propio Germain se sentía así con respecto a Camus: «Mi emoción ha sido tanto mayor porque mis propios hijos jamás me han manifestado tanto cariño». Repito: ¿cómo no emocionarse ante el apego que se profesaban ambos?
También me han parecido entrañables los puntuales destellos de humor que asomaban en su trato. Por ejemplo, cuando Camus bromeó en estos términos: «Después desearía descansar y vivir un poco en libertad a la espera de la bomba de hidrógeno». O cuando Germain afirmó que «Actualmente sigo un régimen bastante estricto: mi corazón da preocupaciones... al doctor», o que «Me consta que esto no les agrada a aquellos que querrían hacer de los profesores unos viajantes de comercio de la religión y, para ser más precisos, de la religión católica».
Hallo un par de pegas a la correspondencia entre Camus y Germain: acusa cierta repetición y, si el voyeur que se asoma a ella no tiene particular interés biográfico o histórico, tampoco podrá sacarle mucho partido, ya que plasma más nimiedades cotidianas que temas a los que los interlocutores podrían haberse prestado, como filosofía, literatura o religión. Pero bueno, insisto en que lo anterior no empaña que un profano pueda conmoverse frente al vínculo que ilustra.
Cartas a mi maestro se cierra con un fragmento de El primer hombre, la novela autobiográfica inacabada de Camus. En dicho fragmento se homenajea a Germain, quien aparece transmutado en un personaje literario llamado «el señor Bernard».
En fin: este libro es el testimonio de una relación preciosa. Una relación que, como sucede incluso en las interacciones humanas más satisfactorias, pudo tener alguna desaveniencia anecdótica, algún periodo de desidia o mutismo unidireccional, pero en general fue una «amistad inquebrantable».
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