Título original: The Statement of Stella Maberly
Traducción: ¿Cris García?
Año de publicación: 1897
Valoración: Recomendable (con matices)
La declaración de Stella Maberly, novela de apenas doscientas páginas que el escritor Thomas Anstey Guthrie publicó bajo el pseudónimo de F. Anstey, es harto interesante. Clásico victoriano en toda regla, su querencia por lo gótico y lo psicológico la dotan de cierta originalidad y espesura.
Aunque transcurre en escenarios británicos opulentos y abiertos, tiene una lograda a la par que sutil atmósfera sórdida y claustrofóbica. Trata sobre Stella, con cuyo temperamento hosco y carácter perverso aleja a los demás y se martiriza a sí misma. Stella trabaja como dama de compañía de una antigua compañera del colegio, la hermosa, generosa y rica Evelyn. Un día, Hugh, un apuesto y adinerado conocido de Evelyn, empieza a frecuentar a ambas jóvenes. Eso preocupa a Stella, pues cree que perderá a su única amiga si ésta se casa con Hugh, a la vez remueve los celos y envidia que siempre ha sentido hacia ella.
La historia se nos narra retrospectivamente en primera persona por la propia Stella. Aunque Stella intenta convencernos de la veracidad de sus palabras y punto de vista, pronto nos damos cuenta de que no debemos fiarnos de ella: entre líneas le adivinamos un ápice de locura y le reconocemos un desesperado intento de convencer a los otros y a sí misma con respecto a su inocencia en el terrible destino de Evelyn y Hugh.
Ciertamente, los personajes secundarios de La declaración de Stella Maberly son algo simples. A la linealidad de sus caracterizaciones hay que añadir que su forma de ser resulta intrínsecamente inverosímil: Evelyn antepone la felicidad de Stella a la suya propia y le es excesivamente devota, la señora Maitland es una ingenua incapaz de intuir la perversidad de la dama de compañía de su sobrina y Hugh es un pretendiente demasiado caballeroso. Aunque Anstey es consciente de esto y lo plasma en su propio texto: por ejemplo, Stella dice de la señora Maitland que «Podría haber esperado que me considerara una rival y me tratara con cierta reserva, cuando no con una hostilidad reprimida, pero su saludo fue tan cordial como obviamente sincero» (pg. 31).
Sea como fuere, el elenco de secundarios no llega a lastrar la historia, pues Stella la sostiene ella sola sobre sus hombros. Y es que su voz contradictoria y su psicología dostoyevskiana la convierten en una figura de lo más memorable, compleja y fascinante, con la que es muy fácil de simpatizar pese a sus múltiples defectos (o quizá gracias a ellos).
Quizá le falta un poco de ambigüedad a La declaración de Stella Maberly, ya que, a mi juicio, queda bastante claro que la protagonista es un narrador no fiable que sufre de un trastorno psiquiátrico. Sea como fuere, su percepción de una Evelyn poseída por un tétrico demonio parece tan sincera que el elemento sobrenatural, aunque aparentemente ficticio, resulta extremadamente nítido, lo cual hará las delicias de los amantes del terror.
Resumiendo: recomiendo La declaración de Stella Maberly. Si vuestra interpretación es similar a la mía, encontraréis una novela de suspense entretenida, inquietante y bien escrita aderezada con una protagonista perversa y nada fiable, celos, rivalidad, obsesión, paranoia y racionalizaciones criminales. Aunque quizá pertenezcáis a aquéllos que se decantan por una también interesante obra de terror más ambigüa, en la que se relatan una posesión demoníaca y una venganza.
Por último querría hablar de la edición de La declaración de Stella Maberly que yo he leído. Pertenece a Beetruvian, una editorial caída en desgracia por una polémica que la acusaba de no emplear a traductores en sus publicaciones (y la verdad es que la obra de Anstey, aunque acredita a una tal Cris García, presenta una traducción cuyo estilo, si bien no me ha llegado a sacar nunca de la historia, parece a menudo sospechosamente forzado o redundante). Lo cual es una lástima, porque tanto el catálogo de Beetruvian como su apartado gráfico son tremendamente atractivos. Espero que, en caso de ser verdad las acusaciones vertidas contra la editorial, ésta rectifique a tiempo y siga trayéndonos joyitas únicas como la que hoy he comentado, aunque mimando el contenido de sus obras tanto como hacen con su continente.
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