jueves, 28 de noviembre de 2024

Jean-Paul Sartre: Los secuestrados de Altona

Idioma original: francés

Título original: Les séquestrés d´Altona

Traducción: Aurora Bernárdez

Año de publicación: 1959

Valoración: Está bien (Recomendable para devotos y completistas) 

Desde aquel infausto día en que me atreví a ponerle un Decepcionante a mi querido Antonio Machado, ahora ‘no hay quien me pare ya los pies’, como dice la canción. El gran Sartre podría ser el siguiente al que meterle las gomas.

El viejo filósofo y escritor, inspiración de generaciones enteras, se valía, entre otros formatos, del medio dramático para exponer ideas acerca del individuo, la sociedad o cuestiones políticas del momento, a veces de forma literal y otras recurriendo a la alegoría. Y como la mayor parte de su obra teatral se sitúa a mediados del siglo pasado, el peso de las experiencias del nazismo y la guerra está muy presente. En esta ocasión la atención converge en Frantz, que fue combatiente en el frente ruso aunque previamente había intentado ayudar a un polaco a escapar de un campo de concentración. El extraño episodio vivido en su juventud no se ha borrado de su memoria, aunque después se haya mostrado como un nazi ferviente.

Frantz lleva años voluntariamente aislado en una habitación en la propia casa familiar y podríamos decir que a estas alturas no parece mentalmente muy estable, a lo que contribuye con ganas su misteriosa hermana, que es su único interlocutor. A pesar de su reclusión, Frantz no puede verse libre de los problemas familiares que surgen cuando el padre, un rico empresario, anuncia que padece una enfermedad terminal.

De manera que vienen a reunirse circunstancias diversas en torno al personaje, que van a conformar una trama en apariencia sencilla pero que esconde múltiples perspectivas: el turbulento pasado de Frantz, el futuro de la empresa familiar, los complejos y turbios sentimientos de los personajes. Sartre va introduciendo cuestiones esenciales sobre la vida, la culpa, la soledad, la fidelidad, y entonces un argumento que parecía centrarse en las secuelas del nazismo va rolando hacia el terreno del existencialismo. Las decisiones no tomadas, o las que se adoptaron para conducir a callejones sin salida terminan pesando de forma decisiva, incluso sobre los personajes que mejor parecían encarar las encrucijadas de la vida.

La obra no deja de tener interés, claro está, no por nada la escribe uno de los pensadores más brillantes del siglo. Puede uno detenerse en la psicología de los personajes, sus inclinaciones ocultas, sus debilidades. O en el tanto de culpa de la sociedad alemana en al ascenso del nazismo, en quienes prosperaron a su sombra e intentan progresar llegados los nuevos tiempos. Podemos bucear en la disyuntiva del excombatiente, entre una Alemania devastada por la guerra pero fiel a su supuesto espíritu nacional y un país renacido a costa de renunciar a sus esencias. Muchos puntos para un análisis detenido en el campo del existencialismo, tanto individual como colectivo.

Pero no olvidemos que esto es una obra de teatro, y en esa perspectiva es donde en mi opinión no resiste el análisis. Meter todos estos ingredientes en una ficción dialogada me parece casi temerario. Estamos en un formato pensado para que el espectador se mantenga hora y pico pendiente de unos personajes y, al margen de que en ese tiempo ese espectador experimente más o menos sensaciones, se le debiera ofrecer algo más que oscuras intervenciones bajo las cuales se esconden conflictos y reacciones nada fáciles de percibir sobre la marcha. Los diálogos de Sartre, largos, sinuosos y llenos de sobreentendidos, resultan casi siempre tediosos, con tanta y tan variada carga que generan más perplejidad que otra cosa, como no sea aburrimiento.

Quizá en este caso la obra sea más apropiada para ser leída que para verla representada. O a lo mejor para, en vez de seguir la noche teatral con una cena o unas copas, montar una tertulia para desentrañar, cada uno con sus percepciones, la gran cantidad de cosas que nos han querido contar. De cualquier forma creo que don Juan Pablo, que tantas cosas interesantes nos dejó, también en formato dramático, tuvo momentos mucho mejores.

Otras obras de Jean-Paul Sartre reseñadas en ULAD: La náuseaEl existencialismo es un humanismoLas manos suciasA puerta cerrada


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