domingo, 31 de julio de 2022

Kay Boyle: El caballo ciego

Idioma original: Inglés
Título original: The crazy hunter
Traducción: Magdalena Palmer
Año de publicación: 1940
Valoración: Muy recomendable

Un punto de partida aparentemente inocente y bucólico que oculta una lucha larvada y feroz,  una tragedia menor (o lo que casi podría parecer un incidente nimio) para representar un drama mayor. Dos planos que conviven en la narración, tres personajes y una novela breve y al mismo tiempo magnífica. Varios son los motivos:

1. La construcción de los personajes y la interacción entre ellos. Una madre castradora (palabra clave) de la que no conocemos su nombre, un padre artista y frustrado con su vida y su matrimonio (Candy) y una hija que trata de construir su propio camino (Nancy). Diálogos, miradas, silencios que dibujan las relaciones en este triángulo familiar en apenas un puñado de páginas. No hacen falta más. Todo queda dicho (o insinuado).

Madre, tú puedes tocar estas cosas, tú puedes tocar la muerte y después limpiártela de las manos con un pañuelo, y tocar el dolor sin arredrarte, pero ya no puedes abrazarme cuando estoy contigo y tengo miedo.

2. El manejo de la tensión narrativa. Un comienzo casi naif va dando paso, a través de retazos de conversación, gestos, etc, a un drama familiar que acabará estallando en un perfecto clímax final. 

3. Los símbolos. Estamos en 1940 y las teorías psicoanalíticas de Freud, Jung y compañía dominan el panorama. La influencia es obvia (el caballo ciego y castrado, la madre "dominante", el sexo, etc) y es el telón de fondo de esta historia sobre la eterna lucha entre el ideal y lo "material", entre el éxito y el fracaso, entre el deseo y la realidad.

4. Los recursos narrativos. Cierta extrañeza inicial debida a la combinación de diálogo, monólogo interior y narrador omnisciente se ve superada con el paso de las páginas al comprobar su utilidad. No son fuegos de artificio sino que contribuyen de manera fundamental a la construcción de todo el entramado.

¿Y por qué no un "imprescindible", entonces? Pues por dos motivos: 

1. Algunas escenas "puente", demasiado impresionistas a mi modo de ver. Entiendo el sentido que pueden tener dentro de la historia o lo que buscan, pero creo que de alguna manera rompen el ritmo y la tensión. 

2. Pese a que he dicho anteriormente que la construcción de los personajes y las relaciones entre ellos están perfectamente definidas en apenas unas pocas páginas, me quedo con ganas de más, especialmente en el caso de Candy, personaje con un potencial brutal que podría haber dado (aún) más de sí.

Más allá de estos dos pequeños apuntes, "El caballo ciego" es una estupenda novela de una autora prácticamente desconocida por estos lares y que a mí me ha recordado, sobre todo por esa capacidad de construir una historia brutal partiendo de una "nimiedad", a la gran Carson McCullers.

sábado, 30 de julio de 2022

Edmund Crispin: Enterrado por placer


Idioma original: inglés

Titulo original: Buried for pleasure

Año de publicación: 1948

Traducción: Magdalena Palmer

Valoración: se deja leer

¿Influyen lecturas pasadas en lecturas futuras? Quiero decir, como una secuencia cuando se lee de forma frecuente. Porque justo acudo a este libro (cuya elección no puede obedecer más a la casualidad, una biblioteca móvil lo ofrece y lo tomo por el mero hecho de ser publicado por Impedimenta, sin conocer al autor) después de leer Aniquilación, esa sí, lectura consciente y por placer. 

Y resulta que me encuentro ante dos polos casi antepuestos: literatura rabiosamente actual y asida a todos los problemas y situaciones del mundo de hoy vs, (cómo definiría Enterrado por placer) novelita de misterio al uso con regusto a rancio desde los primeros párrafos.

No diré que haya que desdeñar por sistema los géneros anclados en otras épocas, no me definiría como anglofílo, pero tampoco anglofóbo,  más bien tengo ciertas reticencias ante las corrientes culturales que puedan emanar de una sociedad que, en su núcleo duro, siempre se ha manifestado como clasista y peculiar, qué mejor ejemplo que el Brexit, y esta novela es prácticamente un compendio de ciertos defectos, que se aúnan a un poderoso aroma a deja vu y que se combinan, por lo general, con un amontonamiento de tópicos que, me perdonarán los incondicionales del género, convierten el género detectivesco en algo ya añejo. Como un Cluedo literario. Quizás por puro escapismo, gusto de muchos lectores, pero, y me refiero de nuevo a mi lectura de Aniquilación (muy notable, por cierto) sin que sean capaces de aportar más que eso.

Gervase Fen es uno de esos detectives al uso, que, saturado de vida urbana, se desplaza a un pueblo de la campiña inglesa con la intención de presentar candidatura al Parlamento (a pesar de no vivir allí, claro guiño futurista al Macarena Olona style), pero, claro, pronto se producen hechos misteriosos allí y su naturaleza investigadora no puede omitirlos. Hay locos que se pasean desnudos, espíritus que mueven cosas, hombres y mujeres con oscuros pasados, etc. Se producen dos asesinatos y Fen tiene que dejar de lado su carrera política para tomar cartas en el asunto. La investigación de la policía es tosca e insuficiente y Fen se mostrará de gran ayuda, por supuesto. Carrusel de tópicos que incluyen referencias muy reprobables a los personajes femeninos - aquí las mujeres o son fascinantes bellezas o puros trozos de carne con patas - alardes de sapiencia y diálogos de escasa credibilidad, puro culto al personaje de Fen, trasunto de tantos y tantos (de Holmes a Montalbano) ejemplos de detectives de pura raza, cultos e intuitivos pero con algún resquicio para imperfecciones que los humanicen. En fin, que no sé que hago leyendo este subgénero tan caducado ahora, en 2022, donde sí, el estilo es bueno, sí, la ambientación tiene su mérito, todo lo que queráis, pero, como lector, me planteo qué sentido tienen - salvo corregir actos de censura o traducciones previas atroces - estas recuperaciones.

viernes, 29 de julio de 2022

Ocean Vuong: En la Tierra somos fugazmente grandiosos

Idioma original: inglés
Título original: On Earth We're Briefly Gorgeous
Traducción: Yannick Garcia (trad. al catalán) y Jesús Zulaika Goicoechea (trad. al castellano) para Anagrama.
Año de publicación: 2019
Valoración: recomendable


La literatura narrada desde el yo, y si además el libro está narrado en forma de misiva o de dietario, me parece un recurso efectivo para dar un enfoque muy personal, y en apariencia honesto, a una serie de temas que preocupan o que incumben al autor a la hora de encarar una obra. Además, si esto se produce introduciendo una serie de elementos basados en hechos reales, el resultado es aún más creíble. Y, para los descreídos o quienes aborrezcan este tipo de literatura, cabe decir que, en el caso de Vuong, la exposición de los hechos se realiza de manera fragmentada y desorganizada, pero bajo un “envoltorio” cuidado, precioso y bello. Porque Vuong escribe desde una actitud de aceptación y no de rebeldía, desde la nostalgia y la añoranza más que desde el resquemor o el recelo. No hay en el libro una búsqueda de venganza o de despecho, sino un terrible vacío creado por la ausencia de su madre o de Trevor.

Con esta premisa, el libro empieza con una carta que el protagonista escribe a su madre («te escribo desde un cuerpo que un día fue tuyo. Eso significa que te escribo como hijo»). Con ello, y a través de la narración en primera persona en algunas ocasiones, o dirigiéndose al niño que fue como si lo viera desde fuera en otras, el libro empieza con una serie de recuerdos inconexos, sin orden cronológico, pues «no es tanto una historia, lo que te cuento, más bien es un naufragio; fragmentos que flotan, que finalmente se hacen legibles». Con ello, el protagonista nos transmite la relación difícil con su madre; una relación llena de amores, pero también de castigos llegando al punto de afirmar que «eres madre, mamá. También eres monstruo. Pero yo también, y es por eso por lo que yo a ti no te puedo desviar la mirada. Es por ello por lo que he cogido la creación más solitaria de Dios y te he metido dentro». Y, en esa monstruosidad que reconoce en su madre, mira al pasado recordando «la vez con los puños, chillando en medio del aparcamiento y con el sol del anochecer que te grababa el cabello de rojo. Yo protegiéndome la cabeza con los brazos mientras tú me ablandecías con los nudillos por todos lados» o «la vez con la garrafa de leche. El plástico me estalló contra el omoplato y, después, una lluvia blanca y constante sobre el embaldosado de la cocina». Pero también recuerda las veces en las que eran felices, en las que hacían cosas juntos y reían y se divertían, aunque eran pocas. Por suerte, la infancia no fue completamente triste y solitaria pues el protagonista contaba con el amor y apoyo de su abuela, alguien que le servía de escudo emocional pero también físico como la vez en que «su madre lo encerró en el sótano porque se había vuelto a hacer pipí» y ella lo defendió o la vez en que «antes de verle la cara a su madre, el revés le había ablandado el lado de la cabeza, y luego otro, y diez más. Toda una tormenta. Una tormenta de madre. La abuela del niño, cuando sintió los gritos, vino corriendo y, por instinto, se puso a gatas sobre el chico, construyendo una casita de baratillo con el cuerpo». Una abuela que huyó a los diecisiete años de un hombre con quien habían concertado matrimonio y que demostraba, ahora también, su fortaleza y su valentía.

Más allá de la relación familiar, el relato nos traslada el problema de la guerra de Vietnam y el desarraigo, pues Vuong se encarna en su protagonista para que tomemos consciencia de los problemas que puede tener un niño pobre nacido en Vietnam, en un arrozal a las afueras de Saigón, y narra con ello las difíciles relaciones entre vietnamitas y estadounidenses, que percibimos de manera clara cuando narra que «una mujer está en el margen de un camino de tierra suplicando, en una lengua que los disparos han vuelto obsoleta» y la relación de sumisión que se transmite al comunicarse entre ellos, pues «es verdad que en vietnamita no acostumbramos a decir ‘te quiero’ (…) el afecto y el amor, para nosotros, se pronuncian con más claridad a través del servicio». De esta manera, el autor nutre el retrato de recuerdos desordenados, de infancia en Vietnam y de la sensación siempre existente de peligro y desamparo. La historia de su madre y su abuela también está muy presente y evidencia que su desolación va ligada al infortunio de sus vidas, de sus huidas y temores. Nos habla del desarraigo también emocional de quien huye buscando una vida, buscándose a sí mismo, trasladándonos la incertidumbre y la dificultad de encaja de las personas migradas al constatar, con desolación, que «no sé cómo te debo llamar: blanca, asiática, huérfana, madre?» 

A pesar de la buena intención, el relato, si bien no es monótono, no consigue encontrar el tono pretendido y no llega del todo al lector en su primer tramo, como si no acabara de conectar al lector con la historia contada. Afortunadamente, a partir del momento en el que el autor introduce el personaje de Trevor y el protagonista nos narra su relación, el autor encuentra a su vez el ritmo y el tono que buscaba, más cohesionado, más firme, más continuo, más emotivo, como cuando afirma que «alguien me veía, a mí, a quien raramente nunca alguien había visto. A mí, que me habían enseñado, que te me habías enseñado, a ser invisible para no buscarme problemas». A partir de la aparición de Trevor en la vida del protagonista (pero también en la novela) todo se ilumina porque se introduce el despertar a todos niveles del chico protagonista y se vuelca con ello porque «en una vida de un solo uso no hay segundas oportunidades» y que solo podemos recorrer a ellas a través de la memoria porque en el fondo «la memoria es una segunda oportunidad». Así, la narración de Vuong mejora (y mucho) cuando entremezcla los recuerdos familiares con su relación con Trevor. En esos fragmentos sí vemos el potencial y la herida y la ternura en el autor vietnamita, quien transmite el dolor y el amor entremezclados entre la vida real y la vivida.

Ya en su parte final, el talento de Vuong se confirma y sobresale cuando llena el relato de aforismos y reflexiones, como cuando afirma que en el fondo intentamos buscarnos a nosotros mismos en los detalles, y por eso, «puede que nos miremos en los espejos no únicamente para buscar ahí la belleza, por engañosa que sea, sino para certificar, a pesar de la evidencia, que todavía estamos allí». Vivimos buscando, explorando y escudriñando el mundo para ver en él la belleza, y nos percatamos que «en un mundo múltiple como el nuestro, la mirada es un acto singular: mirar algo significa llenarte toda la vida con aquella cosa, aunque sea solo un momento». Y, en ocasiones, a pesar de algunos altibajos, el autor consigue que la emoción que nos produce nos llene completamente, aunque sea por un momento.

jueves, 28 de julio de 2022

VV.AA.: Libertad

Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2022
Valoración: Recomendable para interesados

Libertad compila tres ensayos y una entrevista. Huelga decir que dichos textos reflexionan alrededor del concepto que da nombre al libro. 

El primero, de Amalia Mosquera, repasa distintas aportaciones filosóficas. Abarca desde pensadores de la Antigua Grecia hasta otros más modernos como Marx, Russell o Sartre. Hace un acertado hincapié en la dimensión expresiva, moral y política del asunto, aunque, a mi juicio, su elección de autores tiene cierto sesgo occidental.

El segundo ensayo de esta compilación lo ha escrito Jaime Fernández Blanco-Inclán. Me ha gustado bastante porque profundiza en pensadores que han cuestionado que tengamos libre albedrío, otros que consideran firmemente que somos libres y otros que, en cambio, optan por una posición intermedia. A destacar las meditaciones de Blanco-Inclán en torno a la responsabilidad que deriva de ser libres.

A continuación, Pilar Gómez Rodríguez se centra en las figuras de Berlin y Arendt. Asimismo, trae a colación las nociones de libertad positiva y negativa, y las paradojas que éstas acarrean.     

Por último tenemos una estimulante entrevista a Claus Dierksmeier, quien aboga por una libertad cualitativa. El alemán señala, muy lúcidamente:
Debemos sustituir el debate sobre la libertad basada en el falso lema «menos limitaciones = más libertad» y preguntarnos por la naturaleza de esas limitaciones: ¿nos las dictamos nosotros mismos o las impuso el exterior? ¿Sirven o son útiles para la libertad de sólo algunos seres humanos o para las de todos?
En definitiva, Libertad es recomendable para aquellos interesados en la materia tratada. Su amenidad convierte esta obra en ideal para el profano. Aunque su falta de conclusiones puede llegar a frustrar, resulta inevitable que no ofrezca respuestas claras al debatir sobre un tema tan amplio y espinoso. Sea como fuere, a mí me ha ayudado a matizar mi perspectiva fatalista y su determinismo intrínseco, que ya es mucho.      

miércoles, 27 de julio de 2022

Laura Pérez: Tótem

Idioma: español

Año de publicación: 2021

Valoración: más que recomendable

Empezaré la reseña de esta novela gráfica explicando lo más obvio de la misma, pero que tal vez debería guardar para la conclusión: Tótem, de Laura Pérez, es una exquisitez. Exquisitez en la forma, con esos elegantes personajes -"personajas" aquí, sobre todo, si se me permite el palabro- que traza esta autora; la igualmente distinguida y original manera de colorear y la inteligente composición de viñetas y páginas. pero también exquisita es la historia o historias que nos cuenta, con una sutileza y encanto cautivadoras, además de conseguir una fluida complejidad de la narración, a pesar de -o quizás debido a- su laconismo. Historias que se van alternando sin que parezca tengan que ver entre sí, hasta que te das cuenta de que se han entrelazado para formar un tejido delicado, un estructura sutil que, a modo de liviana cesta, recoge y envuelve las situaciones y avatares que nos está contando la autora.

El misterio de la muerte de una arquitecta japonesa; dos mujeres jóvenes que recorren en coche el desierto de Arizona; una niña que descubre lo sobrenatural en un pueblo de la España pretérita... historias que, ya digo, parecen independientes unas de otras y se pueden leer así, aunque en verdad están unidas por unos lazos suaves, pero insoslayables, que otorgan al conjunto la consistencia de algo bien atado, sin perder la sugerencia propia de una narración más abierta.

Exquisita, sutil, delicada, liviana, enigmática, original, sugerente... también elegante y sorprendente; todos estos adjetivos `pueden calificar esta novela gráfica de Laura Pérez que, a mi entender y aunque no sea del todo correcto hacer comparaciones, ha dado un salto de calidad desde su anterior trabajo, Ocultos. Ojalá se mantenga en esta progresión, en un futuro.

En fin, que me ha gustado mucho, por si no os habías dado cuenta... ; )

También de Laura Pérez reseñado en Un Libro Al Día: Ocultos

martes, 26 de julio de 2022

André Gide: El inmoralista

Idioma original: francés

Título original: L´immoraliste

Traducción: Julio Cortázar

Año de publicación: 1902

Valoración: Recomendable

Ante su padre agonizante, Michel ha prometido casarse con Marceline, una joven que es poco más que una simple conocida. El matrimonio arranca por tanto con escaso entusiasmo, aunque con el confort que proporciona acomodarse a las convenciones sociales. En su viaje de boda la relación parece fortalecerse, y llegan así a Túnez, donde Michel contrae la tuberculosis. Gide relata con cierto detalle el proceso de la enfermedad, el descenso hasta sentir próxima la muerte, y la posterior y lenta recuperación. Cuando más está sufriendo, Michel experimenta su epifanía: hasta entonces enteramente centrado en sus estudios, sin apenas ser consciente de ello empieza a valorar la salud, el vigor que en esos momentos le falta y que observa en los niños que merodean a su alrededor. Aunque siente, y agradece profundamente, las atenciones de Marceline, Michel ha descubierto el otro lado de la vida, los placeres que quizá no había sospechado, y que le impulsan a luchar por su curación.

Ya desde muy pronto tenemos esas dos caras de la existencia pugnando, no tanto por imponerse, pero sí por mantener una coexistencia que no resulta sencilla. El mundo reposado, amable y socialmente aceptable de un matrimonio convencional, dominado por el respeto, el afecto y los cuidados mutuos. Y la llamada de experiencias diferentes, que le harán deambular entre París y la casa familiar de Normandía (en una fase que recuerda bastante al hace poco reseñado Tolstoi), casi siempre con la compañía de muchachos muy jóvenes (vecinos, hijos del guardés o de un aparcero) cuya presencia va siendo cada vez más llamativa. Con esa prosa exacta, de cierto aire arcaico, Gide muestra en este punto una extraordinaria sutileza para sembrar la sospecha del lector e intensificarla de manera tan leve como perceptible, porque esos niños o adolescentes están ahí, obviamente, para ilustrar esa atmósfera hedonista que atrae a Michel cada vez con más fuerza que su vertiente más burguesa.

En esa dicotomía, lo que podríamos llamar el lado oscuro (o luminoso, según se mire) va acumulando elementos. Michel persiste en esas amistades que le transmiten vitalidad, y se afana en dirigir personalmente la gestión de sus tierras, lo que le permite llenarse de la sensualidad de la naturaleza, sus colores y sonidos. Pero también contacta con un antiguo amigo que le insta a decidirse, y llega tal vez al fondo de esa exploración conociendo las brutales escabrosidades de la familia Heurtevent. La atracción de ese mundo prohibido gana terreno (‘Llegaba a no gustar en los demás sino las manifestaciones más salvajes, a deplorar que una sujeción cualquiera las refrenara’), aunque siempre sin abandonar su otra vida, sin descuidar a la Marceline que siempre estuvo a su lado. Podría llamarse hipocresía, pero también búsqueda, necesidad de vivir varias vidas o de atender a lo que reclaman diferentes instintos. Tal vez lo más estremecedor es la relación de vasos comunicantes que se establece entre los dos miembros de la pareja. Mientras Michel va ganando confianza y deseos cada vez más acelerados de conocer y experimentar, Marceline parece irse difuminando, como si su marido estuviese absorbiéndole la vida.

A veces ocurre que la sensación más poderosa que transmite un libro no se deduce de lo que uno va leyendo, de los personajes o del argumento, sino de algo que solo se puede observar desde la perspectiva del libro terminado, y tal vez de un cierto tiempo transcurrido. Es lo que experimento en este caso. Leído página tras página, El inmoralista puede resultar algo aburrido, no sabemos a dónde nos lleva, ninguna circunstancia parece determinante para lo que viene después o para algún tipo de desenlace. Pero cuando se termina el libro todo se ve con más claridad, se trata de un proceso, una trayectoria que es realmente dramática, que es de ida y vuelta, con dos personajes que están fuertemente entrelazados por algún tipo de vínculo malsano. El posible spoiler me impide ir más allá, pero solo diré que así, desde esa distancia, por encima de los detalles, es como la historia se desvela con nitidez y en su totalidad.


lunes, 25 de julio de 2022

Leslie Feinberg: Stone Butch Blues

Idioma original:
inglés
Título original: Stone Butch Blues
Traducción: Judit del Río y Layla Martínez
Año de publicación: 1993
Valoración: Muy recomendable, y muy necesaria
 
Mucho se ha dicho y escrito en los últimos meses y años sobre sexo y género, sobre la definición de mujer (más allá de expresiones biológicas como "hembra humana" o "cromosoma XX", que no por ser aparentemente evidentes tienen que ser satisfactorias), y también sobre una ley española de identidad de género todavía no aprobada que, supuestamente, borraría y pondría en riesgo a las mujeres, así como a los niños y niñas a las que se aplicarían tratamientos invasivos e irreversibles (aunque la ley establezca precisamente el final de la obligatoriedad de tratamientos psicológicos u hormonales para poder autodeterminar el género). Pero más allá de lo interesante y complejo que pueda ser el debate teórico, y más allá de lo áspero y polarizado que pueda estar el debate político, hay algo que conviene no olvidar: las personas trans y no binarias existen y han existido siempre, no son una moda ni un invento posmo. Las personas trans y no binarias son personas con derechos, con dignidad, y cuyas voces convendría escuchar antes de sacar conclusiones.

Y en este sentido solo puedo recomendar que todos y todas, estén a favor o en contra de la llamada "ley trans", de la teoría queer o de tal o cual ministra, lean Stone Butch Blues, porque creo, quiero creer, que ayudaría a comprender mejor la experiencia y la vida de las personas trans y no binarias, y quizás a encarar ciertos debates con otra empatía.

Conviene tener en cuenta que Stone Butch Blues fue publicada originalmente en 1993, cuando, como la propia autora indica en su prólogo a la edición del vigésimo aniversario, todavía la propia palabra "transexual" (hoy transgénero o trans) no era común en el lenguaje cotidiano. Y como también explica, esta es una novela autobiográfica, sin que eso signifique que deba ser una reproducción exacta de su propia vida. Reproduce, eso sí, la vivencia de una persona no binaria en los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX.

La protagonista de la novela, Jess Goldberg, sabe desde niña que es diferente, aunque desea no serlo. Su propia familia la mira con desconfianza, sus compañeros de escuela la acosan, le llaman marimacho o mariquita, llegan incluso a violarla. En un capítulo que recuerda mucho a otros semejantes descritos por Alana Portero, o por Elena Fortún en Oculto sendero, se viste con ropa masculina de su padre y descubre así una parte de su identidad en la que se reconoce. Finalmente, acaba saliendo de casa para buscarse (y salvar) la vida, y consigue por fin poner nombre a aquello con lo que se identifica: una lesbiana butch, o sea, en palabras de H. M. Zubieta, una "mujer lesbiana que interpreta una masculinidad destinada a atraer a mujeres y sentirse cómoda consigo misma", y más en concreto una stone butch, es decir, una lesbiana butch que, por el motivo que sea, rechaza ser penetrada o tocada en ciertas zonas de su cuerpo.

A partir de ese momento de independencia y de auto-identificación, la novela entrelaza, diría yo, tres tramas interligadas: la de la búsqueda de la propia identidad de la protagonista; la de sus experiencias amorosas, y la del trabajo y la lucha obrera.

En la primera de estas líneas temáticas, vemos a Jess Goldberg, y a otras butches y femmes a su alrededor, intentar encontrarse a sí misma, encontrar la mejor forma de definirse e identificarse, algo aún más difícil en un mundo hostil, en el que la policía organiza redadas en bares queer, y apaliza, roba y viola a sus ocupantes por "depravados". Así, vemos a Jess encontrar a su nueva familia entre los excluidos de la sociedad por su expresión de género o sexualidad, cuando descubre la existencia de bares queer y de una comunidad de butches y femmes, clandestina y heterogénea, a la que por primera vez siente que pertenece; la vemos experimentar con la hormonación, hasta el punto de llegar a tener passing como hombre (o sea, a ser leído e identificado como tal por el resto de la sociedad), y renegar después de este proceso, instalándose en un espacio intermedio, no binario, con características masculinas y femininas. No solo la identificación social, sino su propia identidad oscila en esta ambigüedad de género, lo que se manifiesta en el uso variado de pronombres e incluso de nombres (Jess/Jesse).

Junto con la autoidentificación de género viene también, claro, el despertar de la vida amorosa y sexual. Así, a lo largo de los años, Jess conoce a todo un conjunto de mujeres (femmes, sobre todo), con las que establece relaciones de cariño, de apoyo, de deseo, de compromiso y de lucha conjunta, y a las que va perdiendo, abandonando o reencontrando a lo largo de las páginas de la novela. Mujeres de historias, caminos e identidades diferentes, algunas con hijos (con los que Jess establece una conexión especial), otras solteras por deseo o destino, muchas doloridas y buscando un alma gemela con la que sobrellevar el mundo. En medio de la dureza del libro y de la historia de Jess, hay páginas verdaderamente tiernas y hermosas sobre las relaciones de Jess y sus parejas, cómplices y amantes en medio de un mundo áspero y ajeno.
 
La tercera trama, sin la que la identidad de Jess Goldberg (y la de Leslie Feinberg, su autora) estaría incompleta, es la de la lucha obrera (lo siento, Daniel Bernabé). Porque Jess a lo largo de su vida trabaja en todo tipo de industrias, en Buffalo primero y luego en Nueva York, sufre la discriminación de género y la de clase, se implica en la lucha sindical y es, en definitiva, tan butch como comunista, tan comunista como butch, sin que se puedan separar sus condiciones materiales (alojamientos míseros, vivir de cheque en cheque, dormir en sofás de amigos) por ser de clase obrera, o por ser una mujer lesbiana no binaria.  
 
Como decía al principio, creo que leer esta novela, como leer Oculto sendero, como leer los artículos de Alana Portero, ayudan a acercarnos a una experiencia que a la mayoría nos resulta ajena, no solo porque no somos personas trans o no binarias, sino porque no tenemos en nuestro entorno próximo a ninguna persona que lo sea. Leyendo a Leslie Feinberg, leyendo la historia de Jess Goldberg y su búsqueda de una identidad en la que reconocerse y con la que ser aceptada (por ella misma y por la sociedad), es imposible no preguntarse quiénes somos nosotros, quién es nadie, para decidir por ella quién o qué es, para decir si es hombre o mujer, o una persona no binaria. Quiénes somos nosotros para contribuir, aunque sea de una forma lejana y simbólica, a esa opresión que ejerce la familia, la escuela, la policía, el entorno laboral, la sociedad en su conjunto en la forma que mira a Jess/e y la excluye por no encajar en sus patrones.

En definitiva, quiénes somos nosotros para decir que las mujeres trans no son mujeres, que los hombres trans no son hombres, o que las personas no binarias no lo son. Y sobre todo, que todos, todas y todes tenemos derecho a una vida digna, aquella que escojamos y que nos permita encontrar quienes somos en medio del caos.

De verdad, leedla.

P.D.: una nota sobre la peculiaridad de la edición/traducción de la obra. Leslie Feinberg, que desgraciadamente falleció en 2014 de enfermedad de Lyme, dejó indicado que solo aceptaría que se tradujera y publicara la obra en ediciones sin ánimo de lucro, esto es, que solo cubriesen los gastos de publicación y/o que estuviesen gratuitamente disponibles para leer online. También dejó indicado que no se debía incluir un prólogo, salvo para hacer alguna aclaración en relación con el propio proceso de edición. También en esto, Feinberg demostró su conciencia anticapitalista y revolucionaria, y es bueno ver que, como no podría ser de otra manera, LevantaFuego (antes AntiPersona) ha seguido estas indicaciones al pie de la letra.

domingo, 24 de julio de 2022

Juancho Azuar: Cuidado con Chaikovski

Idioma original: Español
Año de publicación: 2022
Valoración: Divercioso
Ilustraciones: Teresa Arroyo

A ver si, ahora que estamos cerca de las 5000 reseñas, nos declaran de una puñetera vez "blog de utilidad pública" y nos conceden una pequeña subvención, que uno tiene sus vicios y nunca está de más una ayuda.

Muestra de esa "vocación de servicio público", hoy traemos un libro ideal para que lectores de unos 10 -12 años (más o menos) pasen un rato de lo más divertido en estas vacaciones de verano y para que, ya de paso, sus sufridos progenitores aprovechen para tomarse un breve respiro. Casi nada, eh! 

Hablamos de "Cuidado con Chaikovski", novela con la que Juan Ramón Azuar Romero (AKA Juancho Azuar) se adentra en la literatura infantil. Además del ya comentado rato de entretenimiento que proporciona la novela, creo que esta tiene otras virtudes. Así...

  • Azuar consigue que, en términos generales, la voz narradora sea creíble. Este creo que es el aspecto más complicado en literatura infantil ya que no es nada fácil ponerse en la piel de un narrador de unos 10-12 años y que sus palabras no suenen excesivamente adultas o excesivamente infantiles.
  • Narrativamente se trata de una historia bastante lograda, gracias a los saltos temporales que dotan de mayor carga al personaje principal.
  • Las situaciones que aparecen en el texto son plenamente identificables para el lector: relaciones familiares o "socioescolares" son contadas sin tapujos pero con humor y delicadeza.
  • Las ilustraciones, obra de Teresa Arroyo, que con su toque bestia y caricaturesco me han despertado más de una sonrisa.

¿Pero vamos a hablar de una novela infantil sin conocer la opinión que sobre ella tiene una lectora de 9 años? No! Aquí os dejo lo que dice Ainhoa, que se estrena hoy en ULAD!! (A ver si tiene más recorrido que su hermana, que ya pasa de su padre, de su madre, de ULAD y de todo lo que no sea fútbol):

Me ha gustado por los dibujos (por las narices que les ponen y porque son graciosos) y por las palabras inventadas del niño: grandigorda, piscologa, matecáticas, etc. La historia encima es graciosa y divertida.

Bueno. Parca en palabras la niña, pero suficiente para hacerse una idea, ¿no?

También de Juancho Azuar en ULAD: El vértigo del trapecista

sábado, 23 de julio de 2022

John Fante: Hambre

Idioma original: Inglés
Título original: The Big Hunger. Stories 1932-1959
Fecha de publicación: 2000
Traducción: Antonio-Prometeo Moya Valle
Valoración: Recomendable

Hambre compila dieciocho textos de John Fante. Todos excepto uno se habían publicado con anterioridad, aunque a efectos prácticos eran prácticamente ilocalizables.

No encontraremos aquí nada que supere a las obras maestras del autor, ni tampoco toparemos con piezas que se alejen mucho de aquello a lo que éste nos tiene acostumbrados; sin embargo, recomiendo este volumen misceláneo, especialmente a los amantes de Fante.  

Y es que gracias a estas páginas gozaremos de su prosa, que pese a hacer gala de una economía de medios extrema resulta sumamente expresiva; gozaremos, también, de sus ya archiconocidos personajes, escenarios, registros y temática, de su humor, de sus dosis de autoficción, de su velada crítica social... 

Además, nos reencontrarnos con Arturo Bandini, el entrañable alter ego de Fante, y con ese filipino algo cínico que es Julio Sal; con niños que admiran a los tipos duros; con primogénitos a los que se exige madurar antes de tiempo; con jóvenes acomplejados por su procedencia, su altura y su empleo; con escritores llenos de ínfulas; con madres sufridoras; con patriarcas que tienen demasiadas bocas que alimentar; con albañiles alcohólicos; con familias de inmigrantes; con parejas tóxicas; con matrimonios disfuncionales; etc... 

En fin: de Hambre destacaría sobre todo el genial prólogo que Fante concibió para su novela Pregúntale al polvo, amén de los relatos (por listar algunos de mis favoritos) "La madre de Jakie", "El cine", "Una mala mujer", "El sueño de mamá" o "Los pecados de la madre".    


También de John Fante en ULAD: Pregúntale al polvoLlenos de vidaEl vino de la juventud

viernes, 22 de julio de 2022

Nicola Lagioia: La ciudad de los vivos

Idioma original: italiano 

Título original: La città dei vivi

Año de publicación: 2020

Traducción: Carlos Milla Soler

Valoración: más que recomendable

Tremebunda novela ¿no ficción?, ¿true crime?, ¿crónica negra? ... lo que sea, basada en un crimen que, al parecer, conmocionó a Italia en 2016: un par de jóvenes, hijos de "buenas familias" de la clase media romana, asesinaron de forma brutal y sádica, pero sin motivos aparentes, a otro chico un poco más joven y de un inferior escalón social, de clase trabajadora y de la periferia de Roma. Todo sucedió el 4 de marzo, cuando los dos asesinos, Manuel Foffo y Marco Prato, tras varios días de consumo desenfrenado de alcohol y, sobre todo, cocaína, atrajeron al domicilio de Foffo a la víctima, llamado Luca Varani, a quien acabaron torturando, golpeando y acuchillando más de cien puñaladas- hasta causarle la muerte. Las truculentas y morbosas circunstancias (a la violencia y las drogas hay que añadir la más o menos homosexualidad de los participantes, y las fantasías, si no sadomasoquistas, sí un tanto tortuosas), la identidad de los asesinos y, sobre todo, el hecho de que se desconociese el motivo del brutal acto -incluso los perpetradores del mismo decían desconocer la razón- hicieron que la noticia pasara pronto a convertirse, vía prensa, televisión y redes sociales , en uno de los sucesos más comentados y controvertidos del año, en el que además parecía haberse cristalizado, como si fuera un catalizador, todo lo malo que sucedía en la ciudad (en ese momento, a la deriva, sin gobierno municipal, tras un escándalo que había hecho dimitir al consistorio anterior y antes de la elección de Virginia Raggi como alcaldesa), del país  e incluso de esta nueva época, en general...

Uno de los cronistas que se vio atraído por el crimen, primero de forma profesional pero luego también como obsesión personal, fue Nicola Lagioia , por entonces el reciente ganador del premio Strega (con una novela, por cierto, que aún no ha sido publicada en castellano... espero que no tarde mucho) y que durante el tiempo que duró la instrucción del juicio e incluso después, se documentó, leyó todos los informes habidos y por haber, entrevistó a diferentes testigos, y participantes en el proceso, familiares y conocidos de los autores del crimen y de la víctima, etc. y luego, quizás precisamente para exorcizar su obsesión, lo volcó todo en este libro que, francamente, resulta una lectura adictiva, excepcional y, en cierto modo, catárquica.

Aunque quizá no sea tan excepcional: es evidente cuales son los antecedentes literarios que han servido para acabar gestando esta novela. Sin olvidar nunca la Operación masacre de Rodolfo Walsh (se supone que la primera "novela de no ficción" propiamente dicha), es inevitable recordar sobre todo la excepcional A sangre fría de Truman Capote y la notable El adversario, de Emmanuel Carrère, entre otros epígonos que les han ido saliendo con el tiempo...(*) Quizá la diferencia sea que Lagioia que también hace en su novela un ejercicio de autoficción (me resigno a que sea inevitable), o quizás más bien "autorreflexión", convierte a la ciudad de Roma, caótica, degradada, sucia, vital y, sobre todo, aniquiladora de la vanidad humana, en un personaje más de la historia. E incluso en el PERSONAJE, pues casi se diría que esta desgraciada conjunción de circunstancias y personalidades que les llevaron a tan luctuoso suceso no habría podido suceder en ningún otro lugar, que fue el influjo de a Ciudad Eterna la que les condujo, de forma inexorable, al crimen...

Tampoco es que el autor se limite a reflexionar sobre Roma y su esencia... de igual forma, reflexiona sobre la naturaleza del "relato" que conforma cualquier crimen, sobre las familias, las clases sociales, la deriva de una juventud que él ya no acaba de comprender, sobre los medios de comunicación y la autoridad del Estado, la responsabilidad individual y colectiva, el libre albedrío... Reflexiona, cómo no, sobre sí mismo y su historia pasada... En fin, a veces reflexiona un poco demasiado, o por lo menos eso le puede parecer a los aficionados al género negro (en este caso, sería más apropiado decir giallo, por sus connotaciones de "amarillismo" que puede tener fuera de Italia); tranquilos, éstos, porque cuando Lagioia se pone en faena, logra transmitir perfectamente la angustia de la espeluznante cuenta atrás que acabó derivando en la tragedia. Con una muy eficaz forma de transmitirnos las diferentes versiones de la misma habida cuenta que, por razones que no desvelaré, resulta imposible saber la verdad, más allá de que un chico de veintidós años fue salvajemente asesinado.

Una novela (?) que no decepcionará a los amantes del género negro y, muy posiblemente, interesará a quien no lo sea, siempre que esté curado de espanto. Y siempre, unos y otros, que no olvidemos de personas que existen o han existido y de sus familias,  y que el dolor que ha causado toda este drama es real.

(*) Tengo cierta curiosidad por comparar este libro con otro también basado en un suceso real ocurrido en Roma: La escuela católica de Eduardo Albinati, que justamente recibió el premio Strega en ese 2016... Pero es que son más de 1200 paginacas, amiges, y uno tiene una vida o lo intenta... 

jueves, 21 de julio de 2022

Clarice Lispector: La hora de la estrella

Idioma original: portugués
Título original: A hora da estrela
Traducción: Josep Domènech Ponsatí (trad. al catalán para Club Editor) y Ana Poljak (trad. al castallano para Ediciones Siruela)
Año de publicación: 1977
Valoración: entre recomendable y muy recomendable


De estilo muy marcado y diría que inconfundible, la literatura de Lispector envuelve la propia literatura. En esta obra, la última publicada por la autora un mes antes de su muerte, nos sitúa de nuevo en un plano metaobservador, pues nos ubica justo encima del hombro del propio escritor del relato, añadiendo a la relación entre autor y personaje(s) una capa siempre interesante a la propia creación con el diálogo constante entre lector y autor.

La autora parte de una «Dedicatoria del autor» donde a modo de prefacio se confiesa afirmando que «yo medito sin palabras y sobre la nada. Lo que me perturba la vida es escribir» a lo que añade que «se trata de un libro inacabado porque le falta respuesta. Respuesta que espero que alguien en el mundo me dé». De esta manera, y como haría de manera similar en «Un soplo de vida» (su obra póstuma escrita poco después), en este libro la autora se encarna en un escritor, Rodrigo, quien se convierte en su alter ego a través del cual se nos dirige y nos traslada sus dudas e inquietudes en el proceso narrativo. Así, Lispector da voz al creador (de personajes, de mundos, de vida y de muerte) de la narración y somete y tensa la relación entre escritor y personajes, a los que supuestamente da vida (si bien en manos de Lispector cobran vida propia). Así, en este continuo debate entre obra y autor, los personajes parecen ansiar dominar el relato, salirse de un esquema que se ofrece difuso pero inmaculado, impolutamente abierto a la fortuna de sus personajes y el escritor lucha con ellos y con él mismo en una tensión constante para que cobren vida sin que sea propia, porque ya el propio Rodrigo confiesa que «mientras tenga preguntas y no haya respuesta continuaré escribiendo». 

Lispector admite que sus personajes se van formando mientras piensa en ellos, les da forma a la vez que el autor da forma al libro. Así, en el centro de su creación, Rodrigo dibuja y moldea su personaje central, Macabéa, una nordestina (como la propia Lispector), un ser prácticamente indefenso, alguien quien «apenas tiene un cuerpo para vender, nadir la quiere, es virgen e inocua, nadie la echa de menos» y teje en torno a ella un relato desde el que la idea, le da vida y la guía en sus desventuras, acompañándola para no dejarla sola, para no abandonarla como todos han hecho porque «nada en ella era iridiscente (…) no tenía ese algo delicado que se llama encanto. Solo yo la veo encantadora. Solo yo, su autor, la amo». Pero Macabéa, a pesar de su carácter frágil, sobresale entre aquellos que la rodean. Vive entre prostitutas, pero ella es mecanógrafa. Así se rebela contra un mundo que le ha tocado en suerte (o en desgracia) y se debate entre un porvenir desalentador y el anhelo de una vida mejor a la vez que conoce a Olímpico, «un diablo ganador y vital», un chico duro, agresivo, de carácter violento aunque contenido, con malas intenciones pero disimuladas a través de un supuesto refinamiento. «Olímpico era un camorrista (…) haber matado y robado hacía que no fuera ‘un simple mierda’, eso le daba cierta categoría». Ella percibe ese fondo oscuro pero ¿quién es ella para juzgar y para elegir? Ella sueña en voz alta, viste su vida de ilusiones. Él las destruye, las aplaca, la devuelve a la realidad con aterrizajes bruscos porque «Olímpico quizá veía que Macabéa no tenía la fuerza de la raza, era un subproducto».

Estilísticamente, el relato empieza desde la reflexión consciente, con un ritmo pausado; Rodrigo se autoimpone un ritmo de escritura lento pues, a pesar de que tiene ganas de llegar al final de la historia, necesita ir poco a poco pues «ni yo mismo sé todavía cómo acabará todo» y confiesa sin tapujos que «sospecho que toda esta cháchara la hago únicamente para aplazar la pobreza de la historia, porque tengo miedo». Así, escribe sin prisas, descubriendo la historia a medida que avanza en ella y sin premura porque «sé perfectamente que cada día es un día robado a la muerte» y que «aquello que madura del todo se puede pudrir». Esta parte inicial es su mejor parte, en el debate entre autor y personaje, entre destino, voluntad y albedrío, más que la propia historia contada.

Lispector narra desde la oscuridad de unos personajes que se debaten de manera constante sobre quienes son, sobre su futuro, sobre la vida y la muerte. Ya afirma la autora, en boca de Rodrigo, que «mi fuerza se halla en la soledad. No tengo miedo de lluvias tempestuosas ni de grandes ventadas alzadas, porque yo también soy la oscuridad de la noche». En boca de Rodrigo afirma que «lo que escribiré ya debe estar escrito de algún modo en mí» y que «escribo porque soy un desesperado y estoy cansado, no soporto más la rutina de serme» y afirma que «la tristeza era una alegría fracasada». Y para ello construye esta historia, y «trataré de hacer, contra mi costumbre, una historia con inicio, desarrollo y ‘gran finale’ seguido de silencia y de lluvia que cae». Lispector consigue su propósito, y tiñe el retrato de unos personajes y de una lluvia que, aunque fina, cala sus huesos por ser constante, continua, y sin poder atisbar ni cuando empezó ni cuando terminará.

miércoles, 20 de julio de 2022

Fran Ross: Oreo

Idioma original: inglés

Año de publicación: 1974

Traducción: José Luis Amores

Valoración: recomendable 

Negra, judía, y mujer. Y, seguramente, pobre. Oreo (Christine, en realidad, que ha recibido el sobrenombre por el contraste entre labios oscuros y blanca dentadura) no es un personaje que vaya a acometer una vida fácil. Encima, se encuentra en el Nueva York de los primeros setenta, en medio de un ambiente caótico, resultado de la situación de la época. Persisten los comportamientos discriminatorios de todo tipo, la marca de Vietnam tizna la sociedad USA, hay una efervescencia artística condicionada por la cultura callejera y el uso de los narcóticos. Es una novela única en muchos sentidos. La única publicada de su autora, y una experiencia que quien espere una novela al uso puede considerar inasequible. Porque, me vienen a la memoria otras obras de marcado perfil afroamericano como la extraña Mumbo Jumbo o la muy ácida El vendido, cualquier intento de afrontar estas páginas esperando una narración convencional se va a encontrar con una narración irónica y chispeante, pero huidiza de cualquier patrón convencional, aunque sea para acabar encontrando semejanzas con el clásico griego de Teseo (lo siento, no llego a conocer a los clásicos, dicha relación viene establecida en una tabla de equivalencias al final del libro, junto al profuso y rothiano glosario de términos en yiddish) y convenir, de forma algo chocante, que estamos ante una muy libre y casi disruptiva adaptación.

Y, desde luego, no es nada descabellado relacionarla con Gaddis o Barth o Pynchon. De hecho, éste último parece rendirle un homenaje en los paseos detectivescos en Vicio propio, y ese ambiente narcótico y desencajado le pega a la perfección a la segunda mitad del libro, aquella en que Oreo, descarada, segura de sí misma, con una chulería impropia de las tres (o cuatro) condiciones relacionadas, se da un paseo que incluye toda serie de locales de mal ambiente de la ciudad. Quizás por eso, pero creo que es algo forzado, se atribuyen propiedades feministas. Porque entra en un burdel y se lía a palos con el proxeneta y parece liberar a las prostitutas, o darles la opción de que elijan su futuro. Pero no he percibido esa sensación por encima de la  negritud. Como si fuera un personaje de una novela de Boris Vian, restémosle cierto sesgo de crueldad, Oreo se pasea y charla con la gente, conocida o no. Salpica su fraseo descarado de términos yiddish pero esta no es una novela que preste atención ni a la Shoah ni  al judaísmo. Quizás un guiño de la novela de difícil interpretación, a lo mejor una ampliación del campo de batalla de todos los que puedan sentirse interpelados. Muy lejos de ser una lectura para todos los públicos, a millas de distancia de nada que pueda ser convencional y por supuesto constituyéndose en una novela única e irrepetible que tan absurdo es juzgar con criterios objetivos como elevar a los cielos sin comprenderla en su totalidad.

martes, 19 de julio de 2022

Nuria Barrios: La impostora

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2022

Valoración: Recomendable


El viejo adagio, ya saben, traduttore traditore, puede ser un buen punto de partida para meternos de lleno en uno de los nudos recurrentes de la literatura: qué es la traducción más allá de lo obvio, la trasposición de un texto de un idioma a otro, qué implicaciones tiene, cuál es el papel del traductor, su aportación a la obra que traduce. El asunto es todo un clásico, y muy del gusto además de buen número de autores que son a su vez traductores, igual que Nuria Barrios, la autora de este ensayo.

Describe el libro cómo eso que parece no ofrecer muchas dudas, verter en un idioma las ideas expresadas en otro, es algo bastante más complejo de lo que puede aparentar. Cada lengua es también una forma de ver el mundo construida a lo largo de los siglos, llena de giros, metáforas incorporadas al lenguaje, polisemias y matices que resultan poco menos que imposibles de volcar en un código diferente. En definitiva, culturas distintas que alteran los significados hasta hacer inviable una correspondencia exacta. El traductor se enfrenta entonces no a un trabajo mecánico, sino a toda una interpretación del texto, una tarea que en algún momento Nuria Barrios define como imitación, que me parece un término muy exacto. 

Porque no se trata solo de encontrar esas correspondencias. Aunque felizmente se consigan encajar aquellas expresiones peculiares de uno y otro idioma, se trata de lo que en lenguaje mercantil llamaríamos la imagen fiel, lo más parecido al original en todos los aspectos, no solo léxico o semántico: cada texto tiene una cadencia, un color, emite una vibración especial, transmite sensaciones por las que un autor es inmediatamente reconocible, y todos esos rasgos de personalidad pueden perderse aunque la traducción sea técnicamente correcta. Desgraciadamente ocurre con alguna frecuencia, y el traductor se convierte entonces en el traidor que ha impedido que la esencia del texto llegue finalmente al lector.

Es otro de los aspectos de la traducción, el de filtro, a veces barrera, entre el autor y el lector. Lo que leemos realmente no es lo escrito por el autor, sino por el traductor que, de manera parecida al pacto ficcional, damos por sentado que se corresponde con lo que concebido originalmente. Pero leemos una interpretación, una adaptación, y lo que de ella nos llegue determinará sin remedio la opinión que el libro nos merece. Ese juego un poco diabólico de las dos voces lo ilustra Barrios con una de las imágenes más llamativas del libro: como traductora de John Banville, le encargan traducir el texto de su aceptación del premio Príncipe de Asturias; presente en el acto, Nuria escucha al mismo tiempo el original leído por Banville y su propia versión a través de la traducción simultánea: ¿es el mismo texto en dos lenguas diferentes, o son dos, el de Banville y el suyo? Otra cuestión a analizar, la autoría, el tanto de creatividad que se permite al traductor, o que las circunstancias le imponen, según.

Muchos asuntos para los que da de sí la figura del traductor, que casi siempre es también autor, la coexistencia y fricción entre los dos idiomas, la diferencia de interpretación de un texto no solo en función de la lengua, sino también de la época, siempre dudas y encrucijadas que hay que resolver, por lo general en plazos apretados impuestos por el editor… Problemas que hacen mella en el traductor y que Nuria Barrios desgrana poco a poco, combinando una cierta sistemática expositiva con oleadas de reflexión personal que, sin dejar de tener interés, quizá hacen perder algo de tensión al trabajo cuando la lírica adquiere un mayor protagonismo.

A cambio, para el disfrute del lector corriente quedan naturalmente las anécdotas, esas pequeñas historias ocultas en los pliegues de esta profesión: la traducción de Kafka que Borges firmó aunque reconoció no haberla hecho, la obsesión de Kundera con los errores de sus traductores, la versión china del Quijote, traducida por un tal Lin Shu… de oídas, o las peripecias (lamentables) de las traducciones del discurso-poema de Amanda Gorman para la toma de posesión de Biden. Sin duda habrá innumerables historias en torno a la traducción, la mayor parte de las cuales nunca conoceremos, y posiblemente sea mejor que no conozcamos. Porque, nos guste o no, y salvo los privilegiados que pueden leer con garantías libros en idiomas distintos del suyo propio, la mayoría de nosotros no leemos a Dostoyevski, a Kerouac, a Ibsen o a Tanizaki, sino a sus respectivos traductores.  


lunes, 18 de julio de 2022

Aroa Moreno Durán: La bajamar

 Idioma original: español

Añio de pubicación: 2022

Valoración: Está bastante bien


¿Qué es lo que le da a una novela ese toque ilusionante, esas ganas de encontrar un rato libre para seguir leyendo? A veces no es tan fácil saberlo, creemos que está bien escrita, que la trama es interesante pero no acaba de engancharnos. Hay mucho de gusto personal, bastante de momento adecuado y un poco (o no tan poco) de falta de conexión con los lectores. La literatura es una actividad muy personal pero el escritor no debe olvidar que les está hablando a otros. Para mí, La bajamar no consigue lo que se ha propuesto, o no del todo, y es una pena porque lo que cuenta tiene interés, la prosa es agradable, el tono intimista, los sucesos históricos siguen levantando ampollas todavía, en algunas familias por lo menos. El problema, en mi opinión, está en su estructura. Me encantan las historias dentro de otras historias, pero hay que saber jerarquizar, y aquí nos encontramos con tres protagonistas, tres momentos muy distintos, tres problemáticas… y quien, se supone, dirige la orquesta es quien tiene menos que contar y, lo peor de todo, quien ni siquiera sabe qué pasó, porque quienes lo vivieron fueron las otras, sus antepasadas, esas secundarias del reparto sin cuya aportación el argumento no habría tenido ninguna consistencia.

Voy concretando. Adirane vuelve a la casa familiar decidida a romper con su vida anterior, sabemos que está en crisis, no la naturaleza de esta ni sus causas. Lo peor no es que lo ignoremos los lectores sino que la propia autora no ha debido creer necesario inventar hasta ahí, ya están los otros dos personajes femeninos para agregar contenidos de envergadura. Y tenemos que soportar su angustia, sus indecisiones, su ambigüedad sin elementos para comprenderla. Otra causa pendiente es la que tiene con su madre, a la que no habla porque, parece ser, no le explicó con suficiente claridad su origen. Pero ese gran drama se diluye cuando comprende que tampoco la madre tiene muchos datos que ofrecer. Tantas vueltas para nada, de repente la cuestión se resuelve sola. Poca consistencia, repito.

Pero detrás de Adirane, afortunadamente, aparecen los pesos pesados. Sobre todo Ruth, la abuela, la niña de la guerra civil española a la que sacaron del país junto a otros muchos para apartarla del peligro, la que vivió la miseria, el miedo y el hambre, pero también la añoranza durante años. Escribir sobre sus recuerdos es la excusa para requerir sus confidencias, un recurso ya muy manido que se agrava cuando comprobamos que esta señora no tiene entidad en el presente, solo es un cuerpo estático que arroja palabras. Imperdonable, pues si esas palabras son el elemento dramático más contundente del relato, ¿qué menos que haber dotado de entidad propia a un personaje con tanto potencial?

Y aguantando carros y carretas: cuidando de la madre enferma, recibiendo la hostilidad de la hija, aceptando una culpabilidad que no le corresponde, asumiendo un error que la hundió en la irrelevancia más absoluta, en la soledad, la resignación y el silencio, se presenta la madre. Esa es la cara de las auténticas víctimas, las que cargan con todo sin quejarse, pero tampoco a ella hemos podido escucharla. Adriana es la que calla, Adirane la que habla, y es que son los privilegiados los que suelen quejarse porque ellos sí tienen voz. No puedo saber si esta paradoja se ha escrito de forma consciente, me da la impresión de que no. En cualquier caso, me parece lo mejor de todo, lo más verosímil, porque la vida es así de injusta.

Volviendo a lo que decía al principio, con tres protagonistas sin demasiada conexión entre sí, a pesar de los lazos familiares, y tres argumentos independientes no se puede armar una novela sin que se resientan las costuras. Falta el ensamblaje, un armazón que los una, no en la imaginación de los lectores sino en las propias páginas del libro. Me dirán que no es la primera vez que varios personajes aportan su personal punto de vista, y tendrán razón. Pero en esos casos todos ellos hablan de lo mismo. Aquí no, aquí vemos a tres mujeres narrando tres realidades independientes, esa es la diferencia con otras novelas que, en apariencia, utilizan idéntico procedimiento, y su mayor punto flaco, aparte de los que ya mencioné. Pero queda otro, la gran tragedia que sirve de inicio y desenlace, otro pase mágico, la sorpresa sacada de la chistera y que no es más que un burdo truco: ahora te cuento una cosa, ahora te cuento otra para que sepas que te he estado engañando todo el tiempo.

domingo, 17 de julio de 2022

Salim Barakat: Los sabios de la oscuridad

Idioma original: Árabe
Titulo original: فقهاء الظلام
Año de publicación: 1985
Traducción: Kamirán Haj Mahmoud / Jaume Ferrer Carmona
Valoración: Recomendable (aunque no para todo el mundo)

La mujer de un mulá da a luz a Bekas, un muchacho que crece a una velocidad pasmosa y antes de veinticuatro horas ha decidido casarse. Esta es la premisa de Los sabios de la oscuridad, primera novela del escritor kurdo-sirio Salim Barakat.  

De esta obra destacaría:

  • Su naturaleza híbrida. ¿La encasillamos dentro de la ficción metafórica? ¿Del costumbrismo fantasioso, quizá? ¿Del realismo mágico? ¿Del absurdo y onírico cotidiano? 
  • La imaginación que derrocha su planteamiento.
  • La sensibilidad de su prosa.
  • La belleza descriptiva con que evoca su escenario, un Kurdistán regionalista y folclórico.
  • La elegancia con que baraja sus temas (la fe, las relaciones paterno-filiales, el amor y los desengaños que acarrea, el conflicto kurdo...).
  • La lucidez que emanan sus reflexiones.
  • Su elenco de personajes, todos ellos bien definidos, adecuadamente contradictorios y muy pero que muy humanos. 
  • La potencia de ciertos pasajes. Pienso, por ejemplo, en ese en que Bekas mantiene relaciones sexuales con su esposa.

Resumiendo: Los sabios de la oscuridad es una novela portentosa. No gustará a todo el mundo porque su contexto resulta un tanto exótico, su argumento se cuece a fuego lento y la complejidad de su trasfondo no es fácil de aprehender. Aun así, la recomiendo encarecidamente a todo aquel que crea que la literatura, cuando es de calidad, se puede permitir exigirle al lector un esfuerzo extra a cambio de las recompensas más estimulantes.

sábado, 16 de julio de 2022

Borja Bagunyá: Los puntos ciegos

Idioma original: Catalán
Título original: Els angles morts
Traducción: Rubén Martín Giráldez
Año de publicación: 2021
Valoración: Muy recomendable (aunque quizá algo excesivo por momentos)

Puede que estemos ante uno de los libros del año. Así de claro. Y eso pese a ciertas reticencias iniciales (otra novela sobre la crisis de un profesor universitario (de literatura, para más inri) de mediana edad, novela premiada por la "crítica", etc) que, por suerte, se disipan a las pocas páginas de comenzada la lectura gracias a la estructura, al enfoque y al tono del texto. 

Estructuralmente, el libros se divide en 3 partes (¿actos?), protagonizadas por el ya citado profesor universitario (Morella (algo del Morelli de Rayuela, quizá?), su esposa y el sobrino de ambos y marcados por dos sucesos epifánicos que provocan el derrumbe del mundo interior y exterior de todos ellos. Así que lo que parecía que podía ser "otraputanovelasobreintrigaspalaciegasuniversitarias" se expande y se convierte en un artefacto literario en el que se habla de lo divino y de lo humano. Por ejemplo, de la relación entre arte y vida, de los entresijos del mundillo laboral / estudiantil (claro que algo de eso hay), de la eterna lucha entre lo viejo y lo nuevo, de las formas...

Pero hay formas y formas. Unas nos traen a la cabeza a Foster Wallace o a Saer, tanto por el festín del lenguaje como por sus  párrafos interminables, incisos, digresiones o notas al pie; otras nos recuerdan a Julián Ríos y su LARVA o a la mejor tradición kafkiano-esperpéntica gracias a ese humor cáustico, cabrón, escatológico o irónico, a esas escenas estiradas y deformadas hasta lo grotesco.

Creo que la combinación de estos dos aspectos es uno de los puntos más destacables de la novela ya que con ello consigue que los personajes adquieran una profundidad y complejidad que quizá de otro modo no hubiesen tenido. Bagunyá escarba en la mente de sus personajes y los sitúa entre el elitismo, la vanidad y la vacuidad, entre la lucidez y el absurdo.

Otro aspecto a tener en cuenta es el ritmo que el autor imprime a la novela. No es fácil, con tanta paja mental digresión, que la lectura tenga una "continuidad" (¿no os pasa a veces con DFW que tiraríais sus libros por el balcón?). Bagunyá consigue, pese a la exigencia, esa "legibilidad" y lo cierto es que es de agradecer, pese a algún que otro pequeño exceso de pirotecnia verbal.

Por último, quisiera mencionar también que me han llamado mucho la atención algunas de las metáforas o imágenes utilizadas por el autor. Demuestran que hay otros recursos y otras posibles escrituras que seguro maneja a la perfección.

Vaciar un cajón era como extraer una de esas muestras de hielo antártico.

Los miramientos eran una forma de cortesía, y la cortesía era lo contrario de la intimidad.

Sesé no entendía como funcionaba casi nada de lo que utilizaba día a día, al igual que sus pacientes no entendían nada de lo que les pasaba dentro del útero. Eran el jamón humano entre dos rebanadas de ignorancia monumentales, pero nadie parecía preocupado por las mandíbulas que vendrían a masticarlos. 

Así que libro en mi opinión muy recomendable, especialmente para aquellos que disfruten de este tipo de "experimentos narrativos".

P.S.: ¿Quién cojones me mandará a mi hablar (sin sonrojarme) de la novela de todo un Doctor en Teoría de la Literatura  y Literatura Comparada (todas con MAYÚSCULAS)?

viernes, 15 de julio de 2022

Mario Satz: Bibliotecas imaginarias

Idioma: español

Año de publicación: 2021

Valoración: Muy recomendable

Sé que se trata ya de un tópico excesivamente gastado por los reseñistas de libros, incluso (o empezando por) aquéllos que escriben en las revistas especializadas y suplementos culturales, pero no se puede decir de otra manera: este libro es una auténtica delicia. Una exquisitez, si lo preferís, un prodigio de erudición, sensibilidad y buen hacer literario, que resulta todo un placer leer, con la única pega de saber que pronto se acabará, pues tampoco hablamos de un libro demasiado extenso.

Bibliotecas imaginarias está compuesto de más de cuarenta capítulos o historias breves -de cinco o seis páginas a lo sumo, de un volumen de pequeño tamaño-, en los que recorremos gran parte del mundo y del tiempo, saltando de una biblioteca a otra: desde las saqueadas  biblioteca del emperador de China o de Madina al-Zahra a las bibliotecas portátiles de Francisco de Quevedo o del beduino Anir Kunta, que (re)descubrió el café (alabado sea por siempre);de los Archivos Secretos del vaticano a los rollos escondidos por los esenios cerca del mar Muerto; conoceremos los accidentados  avatares del llamado Fondo Kati o de la celebérrima biblioteca de Alejandría, pero también las de otras mucho más inciertas, como la de un pescador de esponjas griego, de un carpintero enamorado de las Musas, la biblioteca secreta de los judíos de Girona o la del arrasado ghetto de Varsovia... Compartiremos también la bibliofilia de un impresor veneciano, un legionario romano, un encuadernador de Amberes, de un ladrón de libros raros y también ladrona amante o del maestro Ibn Arabi de Murcia en su periplo por el fondo del mar ; pero también la de personajes aún más conocidos como Jenofonte, Arquímedes, San jerónimo, Ovidio, Paolo Uccello o la escritora japonesa Shei Shonagon...

El veterano escritor hispano-argentino Mario Satz muestra, como digo, toda su erudición, sensibilidad y talento -de las que no es ajeno, sin duda, su formación académica- en un libro que recuerda a Borges (referencia inevitable), pero también a las Vidas imaginarias de Marcel Schwob o a Ítalo Calvino... Incluso yo diría que existe no poca concomitancia, no sé si casual, de este libro con los de otro hijo de ese lugar, sin duda prodigioso, que es Coronel Pringles (provincia de Buenos Aires), el inefable César Aira. Como su paisano, Satz parte de lo que puede ser, quizás, una simple anotación en una enciclopedia o tratado, o un arquetipo, para desplegar su imaginación por medio de una prosa cuidada, elegante, que nos envuelve como volutas de humo y nos fascina para que sigamos sus evoluciones hacia lo alto, hasta tocar la maravilla y, en ocasiones, lo sublime.

jueves, 14 de julio de 2022

Pedro Simón: Los ingratos


Idioma original:
español

Año de publicación: 2021

Valoración: está bien

El boom de la literatura de ambientación rural empieza a producirme un cierto hastío. Y si lo complementamos con la coartada nostálgica o con esa especie de reivindicación de perfil sociológico, permitiréis que mi escepticismo sea creciente. Y eso que no he leído toda la obra, y he de decir que he evitado escrupulosamente textos cuyos títulos ya me repelen de entrada, como La España vacía, pues ya que tengo propensión a ofuscarme ante cierto sesgo, he de preservar mi equilibrio mental y evitar cargar más las tintas. A ver si esto del karma va a ser cierto. 

Para empezar, reconocer que algún prejuicio que tenía antes de leer esta novela (el título me parecía una réplica a Los asquerosos de Santiago Lorenzo) se me ha mostrado injustificado. Como consecuencia, la novela no me ha parecido abiertamente una más, aunque sí me ha invadido una sensación de batiburrillo mezclando la típica intriga rural propia de las comunidades reducidas con un amago de crónica de la transición, digo crónica pues la crítica aquí es poco clara, poco contundente y ello es, no podía fallar, por cierta obsesión por dulcificar ciertas situaciones apelando a la nostalgia. En este sentido, la novela arranca en medio de un cierto arrebato de referencias insertadas con calzador, modelos de coche y marcas y productos que ayudan a situar la acción en una época, pero cuyo detalle y meticulosidad me hacen preguntar si el autor no está vinculado a nefastos proyectos como la tontería esa del Yo fui a EGB. Cosa que, como comprenderéis, invalidaría absolutamente esta novela para ser tomada en serio. Sin llegar a perdonar semejante desliz, diría que la acción se sobrepone en cierta manera. David es uno de los tres hijos, el único varón, de una maestra de escuela, a mediados de los 70. Franco ya ha muerto y la maestra es destinada a un pueblo de la Meseta, donde tendrá que adaptarse a su situación: Natalio, su marido, va y viene desde Madrid, pues su trabajo no le ha permitido establecerse con su familia. Los hijos deben ser puestos al cuidado de Emérita, habitante del pueblo, mujer viuda y sorda que arrastra un importante trauma del pasado. Esta proyecta su cariño en David, que crece apegado a ella y que la considera una segunda madre. Una relación de afecto que se produce desde su niñez hasta su adolescencia, cuando un cambio de destino de la madre los acerque al entorno urbano, concretamente a Leganés.

Pero el núcleo de la novela se desarrolla en ese escenario cerrado que es un pueblo. Con sus habitantes dibujados en trazos muy gruesos. Don Eladio, que parece ser algún preboste del tardofranquismo. Los compañeros de clase de David, niños del pueblo que lo acogen, sin dejar de considerar su presencia como algo efímero. Los pequeños comercios, sus hermanas (con muy poca presencia en la novela), es casi inevitable (el léxico, el día a día) que la historia se precipite hacia lugares comunes. Que si la libertad - limitada - de las pequeñas poblaciones cuando un niño es pequeño. La relación discontinua con su padre, los altibajos de la relación con la madre. Todo resulta un poco arquetípico y muy reiterativo. Porque si Simón pretende lanzar un panegírico sobre la vida rural, sobre andar por las calles con todos los vecinos cuidando un poco de ti, he de decir que la empresa, con una trama que, desnuda, es una pura semblanza del devenir de cualquier vida, resulta un poco plagada de lugares comunes. O, en otras palabras, que si la vida en el campo es tan idílica, la red social tan solidaria, no sé qué hace que todos los países del planeta (bueno, muchísimos) registren movimientos en masa del entorno rural al urbano. Simón no dice nada que otros no digan, y aunque Los ingratos tampoco opta por ser un alegato hacia la impersonalidad, la frialdad, la indiferencia generalizada en los vecindarios de las grandes urbes, sí que he decir que su historia, con un muy tímido amago de crítica social, puede desarrollarse prácticamente en cualquier escenario. No hacía falta tanta jerga, tanto apero y tanta nostalgia equívoca en sus intenciones.


miércoles, 13 de julio de 2022

Daniel Keyes: Flores para Algernon

Idioma original: inglés
Título original: Flowers for Algernon
Traducción: Pere Verger Fransoy (en catalán para Les Altres Herbes) y Domingo Santos (en castellano para Alamut Ediciones)
Año de publicación: 1959, 1966
Valoración: muy recomendable


Hay novelas altamente atemporales, que por su estilo narrativo, su argumento o su estructura pueden ubicarse en diferentes épocas pues los temas que tratan y su enfoque no van ligados a un momento o época determinada. Este es el caso de la novela que nos ocupa y, de hecho, tampoco va ligada al género literario, pues tras su publicación inicial como relato corto en 1959 el propio autor lo transformó en esta novela (primera novela del autor) en 1966. Y, tras ello, numerosas adaptaciones le han sucedido: desde adaptaciones televisivas, cinematográficas e incluso musicales en teatro. Y es que los premios otorgados al relato («Premio Hugo») y a la novela («Premio Nébula») son más que merecidos. 

En cuanto al argumento, el autor nos presenta en un inicio a Charlie Gordon, de treinta y dos años y con una discapacidad mental que le sitúa con un coeficiente intelectual de 68. Con esta limitación, Charlie trabaja en una panadería desde los diecisiete gracias a un amigo de su padre, pues tiene ciertas dificultades no únicamente para desempeñar otros trabajos sino también para escribir y realizar las tareas propias de su edad. Así que, por decisión de sus padres, ingresa en un centro médico donde le hacen una serie de pruebas para ver si podría ser el primer paciente al que podrían aplicarle un tratamiento experimental únicamente testeado en ratas hasta la fecha y con un único resultado satisfactorio: la rata Algernon. De esta manera, Charlie se convierte en el primer paciente humano y se muestra esperanzado e ilusionado, pues si la intervención es positiva podrá ser inteligente, hacer cosas que nunca pensó y conseguir que sus padres y su hermana estén contentos y se muestren orgullosos de él. Por ello se somete al tratamiento y va escribiendo, a modo de diario, sus informes de progreso que servirán a los doctores para conocer, por boca del propio paciente, el avance del experimento.

Estilísticamente, el libro sorprende por el estilo del autor, pues en esos primeros informes iniciales Charlie escribe tal como habla un adulto con discapacidad mental. Así que la narración en primera persona no es fácil en un inicio (admiro y compadezco los correctores del libro) pero uno se habitúa de manera rápida (y este estilo cambia al cabo de unas páginas). Además de situarnos de lleno en la historia, el autor consigue que empaticemos enseguida con Charlie, con sus dudas, temores y esperanzas, pero también con su manera de ver el mundo y sus limitaciones. Este es un aspecto clave, pues ver la vida con los ojos de Charlie nos sitúa a nosotros (y nuestras vidas) en el otro extremo, y nos permite reflexionar sobre como actuamos ante personas con discapacidad.

Una vez arranca el tratamiento, y a medida que aumenta su inteligencia, Charlie empieza a recordar cosas que le pasaron en la infancia y descubrir que la gente se reía de él. Porque ya le avisaron, que «a medida que te hagas más inteligente, más problemas tendrás, Charlie». Así, a partir de este momento, Charlie empieza a recordar su pasado, una niñez marcada por su discapacidad y la dificultad de encajar en el mundo, percatándose de que «soy como un hombre que ha estado medio dormido toda la vida, intentando averiguar cómo era antes de despertar». Pero con su mejora, descubre que puede sentir enfado, ira, rabia y «la rabia era un sentimiento que me excitaba (…) la sospecha y la rabia eran mis primeras reacciones ante el mundo que me envolvía» y con el aumento de la capacidad intelectual hace que empiece a cuestionarse cosas, hace que el resto de la gente vea que ha cambiado y ya no sea el discapacitado de buen corazón del que pueden reírse, al que le pueden tomar el pelo y él se rebela ante eso pues, cómo responde a quién le lastima, «¿quizás esperabas que continuaría siendo un perro faldero, moviendo la cola y lamiendo el pie que me da una patada? (…) todo esto me ha cambiado y también la noción que tengo de mí mismo». Y es que ahora él entiende las cosas y esto hace que el cambio lo experimente también a nivel emocional sin estar preparado para ello pues «soy como un animal que han encerrado fuera de su jaula bonita y segura». Y esta transformación rápida y abrupta le genera emoción, expectativas, pero también intranquilidad y desazón.

Con este emotivo libro, Keyes retrata perfectamente la incomprensión y la soledad de quien, a los treinta y tres años y de golpe, ve cómo cambia todo su mundo y la percepción que tiene de él. La incapacidad de entenderlo parece más difícil con un coeficiente muy alto que con uno muy bajo y de pronto Charlie se da cuenta de las consecuencias de poder entender las reacciones, los sentimientos y las emociones de las personas sin discapacidad. El encaje en el “nuevo” mundo se le hace cuesta arriba, pues ni él mismo es capaz de entender lo que ocurre en su entorno, pero tampoco lo que ocurre dentro de sí mismo. El autor consigue transmitir un interés continuo en el argumento, y la tensión es constante pues sufrimos con Charlie su progreso y su incomodidad, a la vez que vamos viendo su oscuro pasado en ocasiones falto de afecto y lleno de maltratos con lo que a la vez que nos enganchamos a la lectura para ver el avance de Charlie, lo acompañamos y sentimos con él esas situaciones injustas, tristes y degradantes. La incertidumbre sobre su futuro, pero también sobre su presente nos abruma cuando se confiesa en su diario cuestionándose «¿Cuál es mi lugar? ¿Quién y qué soy ahora?».

El autor muestra sus mejores capacidades al hablarnos de la incapacidad de aceptar al que es diferente, vistiendo de amenaza a lo desconocido. Las emociones que desprende al hablarnos de Charlie en su época infantil y preadolescente nos atormentan y nos sacuden y a la vez consigue que empaticemos con todas ellas, pero también con las personas de su entorno, con sus inquietudes y sus temores que les hacen actuar como lo hacen. El retrato que hace Keyes de la discapacidad mental y el efecto que causa en otros es amplio y rico, y nos sitúa a todos en un plano observador a la vez que nos sentimos interpelados sobre cuál sería nuestra conducta en su lugar. 

Por todo ello, esta es indudablemente una historia de las que no se olvidan con el paso del tiempo, pues deja huella por su argumento pero también por la inmensidad de Charlie Gordon, que constata con su evolución que «a pesar de que todos sabemos que al final del laberinto se encuentra la muerte (…) ahora veo que el camino que elijo para adentrarme en él me hace ser quien soy». Charlie con su discapacidad, Charlie con su inteligencia, Charlie con sus contradicciones… Charlie Gordon, ese personaje central que ocupa todo el mundo envuelto en este libro. Incluso ocupa cada una de las lágrimas que asoman al terminarlo.