miércoles, 13 de julio de 2022

Daniel Keyes: Flores para Algernon

Idioma original: inglés
Título original: Flowers for Algernon
Traducción: Pere Verger Fransoy (en catalán para Les Altres Herbes) y Domingo Santos (en castellano para Alamut Ediciones)
Año de publicación: 1959, 1966
Valoración: muy recomendable


Hay novelas altamente atemporales, que por su estilo narrativo, su argumento o su estructura pueden ubicarse en diferentes épocas pues los temas que tratan y su enfoque no van ligados a un momento o época determinada. Este es el caso de la novela que nos ocupa y, de hecho, tampoco va ligada al género literario, pues tras su publicación inicial como relato corto en 1959 el propio autor lo transformó en esta novela (primera novela del autor) en 1966. Y, tras ello, numerosas adaptaciones le han sucedido: desde adaptaciones televisivas, cinematográficas e incluso musicales en teatro. Y es que los premios otorgados al relato («Premio Hugo») y a la novela («Premio Nébula») son más que merecidos. 

En cuanto al argumento, el autor nos presenta en un inicio a Charlie Gordon, de treinta y dos años y con una discapacidad mental que le sitúa con un coeficiente intelectual de 68. Con esta limitación, Charlie trabaja en una panadería desde los diecisiete gracias a un amigo de su padre, pues tiene ciertas dificultades no únicamente para desempeñar otros trabajos sino también para escribir y realizar las tareas propias de su edad. Así que, por decisión de sus padres, ingresa en un centro médico donde le hacen una serie de pruebas para ver si podría ser el primer paciente al que podrían aplicarle un tratamiento experimental únicamente testeado en ratas hasta la fecha y con un único resultado satisfactorio: la rata Algernon. De esta manera, Charlie se convierte en el primer paciente humano y se muestra esperanzado e ilusionado, pues si la intervención es positiva podrá ser inteligente, hacer cosas que nunca pensó y conseguir que sus padres y su hermana estén contentos y se muestren orgullosos de él. Por ello se somete al tratamiento y va escribiendo, a modo de diario, sus informes de progreso que servirán a los doctores para conocer, por boca del propio paciente, el avance del experimento.

Estilísticamente, el libro sorprende por el estilo del autor, pues en esos primeros informes iniciales Charlie escribe tal como habla un adulto con discapacidad mental. Así que la narración en primera persona no es fácil en un inicio (admiro y compadezco los correctores del libro) pero uno se habitúa de manera rápida (y este estilo cambia al cabo de unas páginas). Además de situarnos de lleno en la historia, el autor consigue que empaticemos enseguida con Charlie, con sus dudas, temores y esperanzas, pero también con su manera de ver el mundo y sus limitaciones. Este es un aspecto clave, pues ver la vida con los ojos de Charlie nos sitúa a nosotros (y nuestras vidas) en el otro extremo, y nos permite reflexionar sobre como actuamos ante personas con discapacidad.

Una vez arranca el tratamiento, y a medida que aumenta su inteligencia, Charlie empieza a recordar cosas que le pasaron en la infancia y descubrir que la gente se reía de él. Porque ya le avisaron, que «a medida que te hagas más inteligente, más problemas tendrás, Charlie». Así, a partir de este momento, Charlie empieza a recordar su pasado, una niñez marcada por su discapacidad y la dificultad de encajar en el mundo, percatándose de que «soy como un hombre que ha estado medio dormido toda la vida, intentando averiguar cómo era antes de despertar». Pero con su mejora, descubre que puede sentir enfado, ira, rabia y «la rabia era un sentimiento que me excitaba (…) la sospecha y la rabia eran mis primeras reacciones ante el mundo que me envolvía» y con el aumento de la capacidad intelectual hace que empiece a cuestionarse cosas, hace que el resto de la gente vea que ha cambiado y ya no sea el discapacitado de buen corazón del que pueden reírse, al que le pueden tomar el pelo y él se rebela ante eso pues, cómo responde a quién le lastima, «¿quizás esperabas que continuaría siendo un perro faldero, moviendo la cola y lamiendo el pie que me da una patada? (…) todo esto me ha cambiado y también la noción que tengo de mí mismo». Y es que ahora él entiende las cosas y esto hace que el cambio lo experimente también a nivel emocional sin estar preparado para ello pues «soy como un animal que han encerrado fuera de su jaula bonita y segura». Y esta transformación rápida y abrupta le genera emoción, expectativas, pero también intranquilidad y desazón.

Con este emotivo libro, Keyes retrata perfectamente la incomprensión y la soledad de quien, a los treinta y tres años y de golpe, ve cómo cambia todo su mundo y la percepción que tiene de él. La incapacidad de entenderlo parece más difícil con un coeficiente muy alto que con uno muy bajo y de pronto Charlie se da cuenta de las consecuencias de poder entender las reacciones, los sentimientos y las emociones de las personas sin discapacidad. El encaje en el “nuevo” mundo se le hace cuesta arriba, pues ni él mismo es capaz de entender lo que ocurre en su entorno, pero tampoco lo que ocurre dentro de sí mismo. El autor consigue transmitir un interés continuo en el argumento, y la tensión es constante pues sufrimos con Charlie su progreso y su incomodidad, a la vez que vamos viendo su oscuro pasado en ocasiones falto de afecto y lleno de maltratos con lo que a la vez que nos enganchamos a la lectura para ver el avance de Charlie, lo acompañamos y sentimos con él esas situaciones injustas, tristes y degradantes. La incertidumbre sobre su futuro, pero también sobre su presente nos abruma cuando se confiesa en su diario cuestionándose «¿Cuál es mi lugar? ¿Quién y qué soy ahora?».

El autor muestra sus mejores capacidades al hablarnos de la incapacidad de aceptar al que es diferente, vistiendo de amenaza a lo desconocido. Las emociones que desprende al hablarnos de Charlie en su época infantil y preadolescente nos atormentan y nos sacuden y a la vez consigue que empaticemos con todas ellas, pero también con las personas de su entorno, con sus inquietudes y sus temores que les hacen actuar como lo hacen. El retrato que hace Keyes de la discapacidad mental y el efecto que causa en otros es amplio y rico, y nos sitúa a todos en un plano observador a la vez que nos sentimos interpelados sobre cuál sería nuestra conducta en su lugar. 

Por todo ello, esta es indudablemente una historia de las que no se olvidan con el paso del tiempo, pues deja huella por su argumento pero también por la inmensidad de Charlie Gordon, que constata con su evolución que «a pesar de que todos sabemos que al final del laberinto se encuentra la muerte (…) ahora veo que el camino que elijo para adentrarme en él me hace ser quien soy». Charlie con su discapacidad, Charlie con su inteligencia, Charlie con sus contradicciones… Charlie Gordon, ese personaje central que ocupa todo el mundo envuelto en este libro. Incluso ocupa cada una de las lágrimas que asoman al terminarlo.

4 comentarios:

Guille dijo...

En algún lado leí que al recibir el Hugo o el Nebula, Asimov le preguntó a Keyes cómo lo había hecho, cómo había escrito un libro tan hermoso, y que Keyes le contestó algo así como que no tenía ni idea, que si lo supiera, volvería a hacerlo.

Leí Flores para Algernon hace casi 20 años y me encantó. Recuerdo ese inicio plagado de faltas de ortografía y frases infantiles, y la evolución de Charlie (también su rabia y su tristeza) a medida que se va haciendo más "inteligente"); ese redescubrir su propia existencia. Creo que es un libro que, al menos dentro de la ciencia ficción (yo lo descubrí a través de un portal de este género), sería un imprescindible.

Solo una crítica a la reseña: creo que desvela demasiado de la trama. Aun sin revelar los puntos clave o momentos de mayor dramatismo, casi que se describe toda la evolución de Charlie, y pienso que ese es uno de los puntos álgidos del libro que vale la pena descubrir por uno mismo...

Por lo demás, genial.

Marc Peig dijo...

Hola, Guille.
Celebro que te haya gustado la reseña en general y comparto completamente las sensaciones que tuviste al leer el libro: la sopresa inicial por ese estilo plagado de faltas que aunque al principio dificulta la lectura ayuda a empatizar con Charlie y también la dificultad del propio Charlie en encajar en el nuevo mundo que surge con su evolución.
Por otra parte, lamento que hayas encontrado que la reseña desvele demasiado la trama. Es algo que intento controlar siempre, pues soy consciente de que parte del interés en la lectura es el descubrir la historia y no tenía constancia de que pudiera haber revelado demasiado en la reseña, pero si hay lectores a los que, como tú, lo perciben así lo tendré en cuenta de cara a próximas reseñas.
Gracias por compartir tu valoración del libro y por el comentario crítico pues ayuda a ver la reseña desde los ojos del lector.
Saludos
Marc

Renato dijo...

Hola Marc, es cierto que las reseñas literarias deben evitar revelar información que menoscabe la experiencia lectora. No obstante, te ruego que, cuando reseñes ensayos, continúes con tus largos y enjundiosos análisis. Saludos

Marc Peig dijo...

Hola, Renato.
Muchas gracias por el comentario y sí, es cierto que los ensayos permiten entrar más al detalle al no tener que evitar revelar ningua trama argumental.
Saludos, y gracias por comentar la entrada.
Marc