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martes, 19 de noviembre de 2024

Luisa María Linares: Soy la otra mujer

Idioma original: Español
Año de publicación: 19
Valoración: Entretenido

Soy la otra mujer sigue los pasos a Paula Denis, una decoradora que es contratada por un ricachón extranjero para reformar una de sus propiedades de Mallorca. La llegada de la joven a La Ensenada del Sol causará revuelo entre sus extraños habitantes, así como entre sus vecinos más cercanos.

"Bestseller" sumamente entretenido, Soy la otra mujer se lee con avidez gracias a la prosa ágil con que ha sido escrito, así como a sus adictivos toques de misterio y romance.

Si lo comparo con otras novelas de Luisa María Linares, diría que no me ha gustado tanto como Apasionadamente infiel, pero que me ha parecido superior a Pablo a las ocho, Juan a las diez. Por cierto, la obra que hoy reseño se parece muchísimo a Pablo a las ocho, Juan a las diez

Ambas comparten a una heroína joven, hermosa y atormentada por el amor, un aliado viril y maduro que la acompañará en sus aventuras, varios personajes moderadamente extravagantes, un puñado de enigmas a resolver, intrigas de toda clase y pasiones de inusitada vehemencia. Sin embargo, creo que estos elementos comunes están mejor ejecutados en las páginas de la novela que ahora nos ocupa.

Su protagonista, por ejemplo, tiene mucho más autonomía que la de Pablo a las ocho, Juan a las diez, hasta el punto que es ella quien salva al hombre en esta ocasión, y no al revés. Y el elenco de secundarios de Soy la otra mujer es muchísimo más interesante y variado, y argumentalmente se lo aprovecha mejor.

Por otra parte, el escenario es más sugerente. Y el misterio (así como el romance, por cierto) se expone por lo general orgánicamente, y sólo hay un par de pasajes en los que creo que se fuerza la maquinaria en ese sentido.

En resumen: Soy la otra mujer es novela sumamente entretenida, que se lee de una sentada y deja un regusto agradable. Quizá hará enarcar la ceja a los lectores más exigentes, pues ocasionalmente abusa de trucos artificiosos para encadenar acontecimientos o dar pistas de determinados misterios; sin embargo, si uno la aborda sabiendo a qué atenerse, disfrutará de un pasatiempo sin pretensiones correctamente elaborado. A veces, eso es todo lo que nos pide el cuerpo, ¿verdad?


También de Luisa María Linares en ULAD: Aquí

martes, 12 de diciembre de 2023

Edith Wharton: Estío

Idioma original: Inglés
Título original: Summer
Año de publicación: 1917
Traducción: Ana Isabel Sánchez
Valoración: Recomendable

Estío demuestra una sensibilidad excelsa y una factura irreprochable, como tantos otros clásicos con los que nos obsequió la ilustrísima Edith Wharton. Trata sobre Charity, una joven hermosa que vive en un pequeño pueblo junto al señor Royall, un abogado ya anciano que es su tutor. La vida de Charity sufre un cambio tras la llegada de Lucius, un arquitecto que viene de la ciudad y del que termina enamorándose. 

Supongo que esta premisa ya evidencia que Estío es una novela romántica y de formación. Asimismo, destacaría que funciona en tanto que retrato epocal lleno de crítica social, pues Wharton arremte en estas páginas, mediante sutiles dardos cargados de ironía, contra las constringentes e hipócritas comunidades rurales o la condescendiente altanería de la gente que ha visto mundo y tiene dinero.

La historia relatada por Wharton logra exprimir al máximo todos los elementos que introduce. A eso hay que añadirle que está sólidamente estructurada, es capaz de imprimir un ritmo ágil a su argumento, deja que el lector saque sus propias conclusiones sobre varios apartados y se cierra con un sugestivo final abierto.

Por otro lado, la prosa con que está escrita me parece notable. No sólo sabe mimetizarse perfectamente con la forma de pensar de Charity, pese a emplear un narrador en tercera persona; también se adapta al tono requerido por cada escena, atmósfera o sentimiento.     

Resulta imposible no cogerle cariño a la protagonista, especialmente cuando las vicisitudes que experimenta empiezan a zarandearla. La independencia y orgullo que le adivinamos en un inicio se invierten, pues tanto la sociedad como sus circustancias y elecciones la empujan a un carácter más pasivo y vulnerable.

El resto de personajes no son menos interesantes, pese a su papel secundario. Algunos tienen, incluso, una profundidad insospechada; pienso, por ejemplo, en el señor Royall o Ally, la amiga de Charity.

En fin: aunque Estío me ha parecido menos memorable que otras obras de Wharton, sigue siendo un clásico inmortal, escrito con oficio y corazón. Su exposición temática y desarrollo argumental son conducidos con suma maestría por la autora, y sus personajes han sido perfilados con tal destreza que casi podemos palparlos.


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domingo, 5 de noviembre de 2023

Laird Koenig: La chica que vive al final del camino

Idioma original: Inglés   
Título original: The little girl at the end of the road
Traducción: Jon Bilbao 
Año de publicación: 1973
Valoración: Recomendable

Aunque La chica que vive al final del camino, de Lair Koening, es fácilmente adscribible al "thriller" de misterio o al gótico americano, también es una novela de formación y romance muy "sui generis". 

Su oscura premisa me ha recordado bastante a Matemos al tío de Rohan O'Grady: dos niños, menos indefensos de lo que uno pueda imaginar, deben hacer frente a un adulto intimidante. ¡Incluso hay un policía de por medio en ambas propuestas! Eso sí, la de Koening es más psicológica, tensa, madura y realista que la de O'Grady.

¿De qué trata? Rynn acaba de cumplir trece años y lo celebra sola en su casa de alquiler. Nadie sabe mucho de ella; sólo que proviene de Inglaterra, apenas habla, es desconfiada, da esquinazo a las visitas inoportunas y cobra cheques de viaje. Hace tiempo que su padre no se deja ver por el pueblo, y los vecinos empiezan a hacer preguntas. Un día conocerá a Mario, un niño cojo al que le gusta hacer magia. Juntos plantarán cara a Frank Hallet, un pedófilo local que, gracias a la influencia de su madre, es intocable.

Entre las muchas virtudes de La chica que vive al final del camino, destacaría las siguientes:

  • Mezcla acertadamente diversos géneros.
  • Se estructura en capítulos tan breves como adictivos. 
  • Su historia transcurre con una fluidez sorprendente, pero en todo momento sabe cuándo debe realentizar el ritmo. 
  • Koening dosifica acertadamente la información, expande el misterio, juega con las expectativas del lector, te encariña con los protagonistas y logra que ciertas escenas impacten emocionalmente. 
  • La caracterización de Rynn (madura, inteligente, calculadora, de gustos refinados, pero sin por ello dejar de ser una niña) está muy lograda. También me ha convencido su eventual desarrollo, que nos es transmitido de manera orgánica y creíble.
  • Mario, que es un poco mayor que Rynn, la complementa a la perfección, e incluso ejerce de contrapunto que cataliza su arco de crecimiento.
  • Frank Hallet consigue erigirse como un personaje siniestro y amenazante, cuya plausibilidad da miedo.   
  • Los diálogos, llenos de batallas dialécticas, ambiguedades, dobles sentidos, sarcasmo, etc..., resultan entretenidos a la par que avanzan la trama y caracterizan a los interlocutores.
  • Hay un par de escenas brillantes en lo que a tensión u horror respecta.
  • Puntadas irónicas radiografían la sociedad de la época (sobre todo su corrupción, clasismo y racismo); también las diferencias entre Inglaterra, EEUU y sus respectivos habitantes dan bastante juego al autor.
  • Su final es técnicamente abierto, en el sentido de que no insulta a la inteligencia del lector, pero al mismo tiempo cierra la novela. 

Solamente le pondría un par de pegas a La chica que vive al final del camino:

  • En determinados momentos hay que suspender la incredulidad para aceptar ciertos acontecimientos. Por ejemplo, que tanto Rynn como Mario sean tan espabilados y resolutivos, o que puedan engañar a un policía que ha demostrado ser extremadamente competente y atento.
  • El romance que presentan estas páginas me parece algo forzado.

Originalmente, Koenig concibió La chica que vive al final del camino como obra de teatro; después de su éxito literario, también la guionizó. Sin haber visto la aclamada adaptación cinematográfica, me atrevo a decir que probablemente no aporta gran cosa a quienes hayan leído la novela. Además, la película protagonizada por Martin Sheen y una jovencísima Jodie Foster toma un par de decisiones, según tengo entendido, que diluyen el malrollismo y la perversidad que emanaba su contraparte literaria.

jueves, 3 de agosto de 2023

Italo Calvino: Nuestros antepasados

Idioma original: italiano

Título original: I nostri antenati (Il visconte dimezzato; Il barone rampante; Il cavaliere inesistente)

Año de publicación: El vizconde demediado, 1952; El barón rampante, 1957; El caballero inexistente, 1959 

Traducción: Esther Benítez

Valoración: Imprescindible

Antes de que se nos pase celebrar el centenario del nacimiento del grandísimo Italo Calvino, que en este blog somos un poco despistados, habrá que reseñar alguna cosilla de él, digo yo... Y entre su excelsa producción destaca, en mi opinión tan sólo un paso por detrás en perfección (o incluso ni eso) de Las ciudades invisiblesesta trilogía escrita en los años 50 del siglo pasado y que él mismo llamó Nuestros antepasados, compuesta por tres novelas independiente y, en apariencia sin ninguna relación entre sí, aunque las tres guarden un aire común, entre el cuento popular, la alegoría socio-política y la fantasía más imaginativa. Aunque me temo que el propio Calvino no estaría de acuerdo conmigo, o no del todo; en la respuesta a una reseña a El caballero inexistente aparecida en el semanario Mondo Nuovo (y titulada, significativamente,  La novela de un ex-comunista) escribió: "En El caballero inexistente, como en mis dos anteriores novelas fantástico-morales o lírico-filosóficas o como se quiera llamar, no me he propuesto ninguna alegoría política, sino tan sólo estudiar y representar las condiciones del hombre de hoy, la forma de su 'alienación', las vías para la consecución de una humanidad total". Pero, en fin, vayamos de una vez al turrón:

En la novela corta El vizconde demediado el vizconde Medardo de Torralba, que ha acudido a la guerra contra los turcos, es alcanzado por una bala de cañón de tal forma que queda partido en dos mitades simétricas. Milagrosamente los médicos logran salvar a la mitad derecha, que vuelve a su predio convertido en un ser absolutamente infame que se dedica a sembrar el mal allá por donde pasa. sin embargo (y atención al SPOILER) resulta que la otra mitad también ha sobrevivido y cuando aparece por Terralba resulta ser todo lo contrario a la primera: un compendio de bondad y sacrificio por el prójimo, llegando incluso a la exageración. como cabe suponer, el conflicto está servido...

Es más que evidente el carácter simbólico  (la dicotomía del alma humana, el conflicto del bien y el mal, etc.) de El vizconde demediado. Quizás un tanto más discutible, como hemos visto, sería su lectura política, pero se puede ver como metáfora de lo que había sido la Historia de la primera mitad del siglo XX, quizá también de la disyuntiva que se le ofrecía a la ciudadanía de los países occidentales hace 70 años... Aunque me atrevería a decir que de forma aún más clara hoy en día: entre un "malismo" quizás satisfactorio como salida a nuestros peores instinttos y frustraciones, pero estéril e incluso contraproducente para la convivencia y el avance social, y un "buenismo" voluntarioso, pero algo inflexible, cuyas buenas intenciones chocan con la realidad hasta neutralizar cualquier eficacia. La sociedad, en esta narración, está representada por distintos colectivos y personajes característicos que aparecen: desde los criados y esbirros del vizconde a los campesinos, los leprosos, los hugonotes... Todo ello, empero, contado no con el lenguaje abstruso de la teoría política, sino con el precioso y aun poético de los cuentos populares (recordemos que Calvino recopiló muchos Cuentos populares italianos en un maravilloso libro) y narrado, quizás para reforzar esta impresión de cuento o fábula, desde el punto de vista de un niño, sobrino del vizconde, de tal manera que, simbolismos aparte, la novelita se puede leer, sin más -o además-como un relato asombroso y entretenido, digno de la mejor tradición literaria fantástica.

La segunda novela que conforma Nuestros antepasados, El barón rampante, ya ha sido reseñada en este blog, así que no me extenderé demasiado. Pero sí quiero decir las aventuras del barón Cósimo Piovasco de Rondó, que siendo aún niño y tras una discusión familiar decide subirse a un árbol y no volver a pisar el suelo jamás, constituye una de las novelas más deliciosas, divertidas, inteligentes, románticas, conmovedoras y, por qué no decirlo, perfectas que vais a poder leer nunca. Por decirlo de otra forma: es un libro que le puede gustar a cualquier lector o lectora, sean cuales sean sus gustos y preferencias, escrito además en un estado de gracia estilístico (aunque resulta lo habitual en Calvino) que convierte este libro en una verdadera delicatesse para los paladares literarios más exigentes. Que además se deleitarán como pocas veces en su vida no sólo con las peripecias de Cósimo, sino también con sus amores con Viola, con la melancolía del caballero Enea Silvio Carrega, los avatares del bandido lector, Gian dei Brughi, las peculiaridades de la familia de Cósimo -no pasar por alto a su hermana Batista y sus habilidades culinarias- o, simplemente, con la maravilla que representa la villa de Ombrosa, verdadero Paraíso en la Tierra... sobre todo para las ardillas.

Bueno, no sé si se ha notado hasta ahora, pero a mí lo que me gustaría es que dejásemos de leer esta reseña Y OS PUSIÉRAIS A LEER EL LIBRO, CONCHO... Peeeero, sin olvidar que aun queda un título en esta trilogía, así que cuando acabéis, volved...

¿Ya está? No lo habéis podido soltar, ¿verdad? Bueno, pues no se vayan todavía, que aún hay más: para continuar -y concluir- tanta maravilla, Calvino escribió otra deliciosa novela, más corta, titulada El caballero inexistente, se nos narran las aventuras -y desventuras, también- del Agilulfo de los Guildivernos, caballero al servicio del ejército de Carlomagno. Pero, como dicta el título de la novela, Agilulfo en verdad no existe, es tan sólo una armadura vacía que se mueve por la pura voluntad de ser un caballero. Por decirlo como se expresa en el libro: Agilulfo sabe que existe, pero en realidad no existe... a diferencia de su escudero Gurdulú, que existe, pero que no sabe que existe y por eso se identifica con todos los seres y aun objetos con los que se cruza... Aunque también conoceremos las cuitas, amorosas y de las otras, de otros personajes como Ramallo de Rosellón, la aguerrida Bradamante, Turrismundo de Cornualles, su madre, la princesa Sofronia...  Todas ellas narradas por una voz también bastante peculiar, la de una monja, sor Teodora, que debe escribir las vicisitudes de estos caballeros y damas como obligación impuesta por la madre superiora de su convento y nos ilustra, además, con algunas reflexiones sobre la creación literaria en sí:

"La página tiene su bondad sólo cuando la pasas y está detrás la vida empujando y descomponiendo todas las hojas del libro. La pluma corre impulsada por el mismo placer que te hace correr los caminos. El capítulo que empiezas y aún no sabes qué historia contará es como la esquina que doblará al salir del convento, que no sabes si te pondrá frente a un dragón, una banda berberiscos, una isla encantada, un nuevo amor".

Como, supongo, más de uno y una de quienes leen esta reseña habrán adivinado al conocer los nombres de los personajes de la novela, El caballero inexistente es un relato impregnado de humor; más aún, incluso, que las otras dos novelas de la trilogía, en las que, por otra parte, el humor también estaba presente en todo momento. Pero en ésta, sin olvidar un trasfondo metafórico -que se condensa, sobre todo, en la melancolía existencial del caballero Agilulfo-, el humor se convierte en un rasgo más del estilo y no el menos importante, e incluso diríase el motor que hace funcionar toda la historia; a destacar, por ejemplo, la narración de la batalla entre los ejércitos cristiano y sarraceno o la desternillante noche de amor que pasa Agilulfo con la seductora viuda Priscila... Una vez más, empero, no sé hasta que punto estaría de acuerdo el propio Italo Calvino, pues, según sus palabras (en la respuesta a la crítica mencionada antes): "El caballero inexistente es una historia sobre los distintos grados de existencia del hombre, sobre las relaciones entre existencia y conciencia, entre sujeto y objeto, sobre nuestra posibilidad de realizarnos y de establecer conciencia con las cosas; es una transfiguración en clave lírica de interpretaciones y conceptos que se repiten continuamente hoy en la investigación filosófica, antropológica, sociológica, histórica". Todo de una gran profundidad, como se ve, aunque, bueno... eso no tiene por qué estar reñido con el humor, la risa y la diversión, ¿no?

Lo dejo aquí porque no se trata tanto de que yo cuente lo mucho que me gustan las novelas de esta trilogía sino de, insisto, que las leáis. Porque, en este caso, no es sólo que sean imprescindibles, sino que son MARAVILLOSAS. 

MILLE GRAZIE, SIGNORE CALVINO!


Otras obras del nunca suficientemente loado (ni leído) Italo Calvino, reseñadas en Un Libro Al Día: El sendero de los nidos de arañaMarcovaldoSi una noche de invierno un viajeroLas ciudades invisibles,Seis propuestas para el próximo milenioEl barón rampante

viernes, 24 de marzo de 2023

Domènec Guansé: Una nit

Idioma original: Catalán
Año de publicación: 1935
Valoración: Entre recomendable y está bien

¡Qué lectura tan deliciosa, esta Una nit de Domènec Guansé! Dicen los expertos que se trata de una de las mejores obras del autor; una en la que cristalizan su estilo e inquietudes literarias. 

Recuerda a las novelas breves del gran Stefan Zweig en formato, estructura, extensión y motivos. También me ha hecho pensar en La sumisa de Fiódor M. Dostoievski. A fin de cuentas, y salvando las distancias, ambas son historias de amor trágicas cuyo desencadenante es la muerte de una joven, ambas hacen hincapié en la psicología de los personajes y ambas se relatan desde la óptica de un narrador no fiable y contradictorio.

En fin: ¿de qué va Una nit? A Maurici le notifican la muerte de Aurèlia, de quien estuvo (y quizá siga estando) totalmente prendado. Eso le obliga a examinar sus propios sentimientos y la relación que mantuvo con la fallecida. «Mi amor era muy puro», nos confiesa en la página 33. «Era un exceso de pureza, precisamente, aquello que lo convertía en morboso.» 

Como podréis intuir, Una nit reflexiona en torno a los riesgos de idealizar al amor o la persona objeto de nuestra devoción; gira, también, alrededor de la confusión de los sentimientos y la escasa fidelidad del recuerdo de los mismos; y explora, sobre todo, el dolor que ocasionan las vanas esperanzas, el rechazo, la pérdida, las expectativas malogradas o la lúcida aprehensión de aquellas emociones que nos vuelven frágiles.

En la primera mitad del texto prevalece la introspección. En la segunda, en cambio, abundan la acción y los diálogos, aunque en ningún momento se deja de lado la abstracción. Personalmente, creo que esta segunda mitad resuelve algunas dudas que eran más efectivas cuando ambiguas. Asimismo, aporta información que, pese a ser verosímil, bordea el culebrón.

En resumidas cuentas, merece la pena leer Una nit. La sensibilidad que supuran su prosa y sus  meditaciones es sumamente atractiva; por otro lado, es imposible no empatizar con el atribulado protagonista y la pasividad o desesperación que le atenazan.

lunes, 6 de junio de 2022

Angela Carter: Noches en el circo

Idioma original: Inglés
Título original: Nights at the Circus
Traducción: Rubén Martín Giráldez
Año de publicación: 1984 
Valoración: Recomendable

Esta vendría a ser la premisa de Noches en el circo, novela de Angela Carter que derrocha sensibilidad, sabiduría e imaginación: Sophie Fevvers es una famosa acróbata inglesa. Asegura haber nacido de un huevo; también insiste en que las alas que luce en su espectáculo son auténticas. El periodista Jack Walser queda embelesado por su carisma tras entrevistarla y se une al circo en el que trabaja para desentrañar su misterio.

Llegados a este punto, dejad que liste las virtudes de esta obra:

  • Su exquisita prosa. Según se tercie puede mostrarse delicada, terrible o irónica.
  • Los entrañables personajes que la pueblan. 
  • El estimulante tira y afloja de los protagonistas.
  • Las pinceladas góticas, eróticas y humorísticas.
  • La transición de un argumento eminentemente realista a uno permeado por la fantasía, el absurdo y lo grotesco.
  • Su paulatina integración de la lógica de los cuentos de hadas en el dibujo de caracterizaciones, escenarios y diálogos. 
  • Su logradísima atmósfera.
  • Sus potentes imágenes.
  • Su trasfondo feminista, que en ningún momento se siente forzado, simplista o ingenuo.
  • Sus reflexiones en torno al amor, la naturaleza de la comedia, la riqueza y la pobreza, etc... 

Por otro lado, querría destacar los que, a mi juicio, serían los defectos de Noches en el circo:

  • La primera parte del libro palidece con respecto a las dos que la preceden, ya que es más estática y monocroma. 
  • Walser es, en comparación con el elenco que lo rodea, bastante soso. Además, su evolución no me parece muy creíble. Aunque esta impresión puede deberse a que yo he sido incapaz de aprehender su arco de personaje. 

Al cabo, querría agradecer a Sexto Piso que haya publicado Noches en el circo. Y es que esta, igual que otras tantas novelas de Carter, llevaba años descatalogada en nuestro idioma, por lo que sólo se podía encontrar a precios prohibitivos en el mercado de segunda mano. 

Eso sí, la cubierta de la nueva edición no me acaba de convencer. Fevvers es descrita como una mujer con carácter y muy corpulenta; nada que ver con la representación estilizada que antecede al texto.

En fin: recomiendo Noches en el circo. Hay que saber entrar en el juego que propone, pero una vez lo aceptes te dejará alucinando.


También de Angela Carter en Unlibroaldía: Aquí

viernes, 29 de octubre de 2021

Rutu Modan: La propiedad

Idioma original: hebreo

Título original: The Property

Año de publicación: 2013

Traducción: Eulàlia Sariola

Valoración: recomendable

La señora Regina Segal -de soltera Wagman- viaja con su nieta Mica desde Israel a su Varsovia natal, a la que no ha vuelto desde que la abandonó justo antes de la II Guerra Mundial, para investigar sobre una propiedad que, supuestamente, pertenecía a su familia. En realidad, este viaje, que lleva a cabo a los dos meses de la muerte de su hijo y padre de Mica, tiene otro objetivo, pero la abuela no se lo piensa decir a su nieta y mucho menos a Yagodnik, un amigo de su otra hija que, por casualidad, también viaja a Polonia y se les ha pegado. 

En Varsovia la historia se enreda bastante, con la aparición de nuevos personajes, pero debido, sobre todo, al importante secreto que la abuela Regina no quiere revelar a su nieta y pretende mantener oculto, aún a costa de mentir como una bellaca. Aunque, claro, como explica la autora por medio de una cita que precede a la novela en sí: "En familia no hace falta decir toda la verdad y a eso no se le llama mentir". Porque, junto con la constatación de los múltiples caminos que puede tomar la vida y la pervivencia de la memoria, individual y colectiva, es la familia y sus vericuetos el gran tema de esta novela gráfica (de hecho, parece que Rutu Modan, según contaba en una entrevista, se había basado para escribirla en historias contadas por sus propios familiares... que luego se habían llevado una decepción a ver que ellos no aparecían en el libro).

En todo caso, pese a que crece sobre elementos bastante trágicos como sustratos - la guerra y el Holocausto, sin ir más lejos-, esta historia no pierde nunca un tono amable, al que ayuda en buena medida el suave humor y un cierto costumbrismo, que podríamos considerar casi internacional -el comportamiento de la abuela en el aeropuerto, al comienzo del libro, por ejemplo, podría ser el de cualquier mujer de su generación que fuera española, coreana o... yo qué sé, armenia-; a esta sensación de amabilidad general contribuye no poco el estilo gráfico, adscribible, aun con las características propias de Modan, a la llamada "línea clara" ("tintinesco", para entendernos): dibujo perfilado con línea continua, ausencia de sombreado, personajes caricaturescos, pero con gran atención a lños detalles y el escenario, etc.

Una historia la de este cómic/novela gráfica, que resulta, a la postre, enternecedora y sensible, pero para nada ñoña -el humor que he mencionado contribuye en gran medida a que no lo sea-, tanto en su aspecto más romántico como en el familiar. E incluso, ¿por qué no? un acercamiento entre judíos y polacos, cuyas visiones sobre lo que ocurrió durante aquella guerra también difieren un tanto, según explicaba Modan en esa entrevista... Todo sea por el amor, la familia... y los buenos cómics, como éste.

También de Rutu Modan y reseñado en Un Libro Al Día: Jamilti y otras historias

jueves, 14 de octubre de 2021

Edith Wharton: Ethan Frome

Idioma original: Inglés
Título original: Ethan Frome
Año de publicación: 1911
Traducción (al catalán): Xavier Pàmies
Valoración: Muy recomendable

Ethan Frome, de Edith Wharton, es una novela extraordinaria. Una novela que, en menos de ciento setenta páginas y pese al minimalismo de su puesta de escena, logra conmover al lector. Una novela que narra una historia de fatalidad. 

El protagonista, condenado a vivir en un pueblo pequeño de Nueva Inglaterra junto a su esposa, mayor que él y propensa a la enfermedad, se enamora de una muchacha que viene a ayudarles con las labores domésticas. 

El tema principal de Ethan Frome no es, como puede parecer a primera vista, el amor imposible. Lo que en realidad se explora aquí es que el libre albedrío es algo quimérico. En ese sentido, una genial reflexión de Mario Levrero vendría a ilustrar perfectamente el núcleo conceptual de la obra de Wharton: 

«Cuando se llega a cierta edad, uno deja de ser el protagonista de sus acciones: todo se ha transformado en puras consecuencias de acciones anteriores. Lo que uno ha sembrado fue creciendo subrepticiamente y de pronto estalla en una especie de selva que lo rodea por todas partes, y los días se van en nada más que en abrirse paso a golpes de machete, y nada más que para no ser asfixiado por la selva; pronto se descubre que la idea de practicar una salida es totalmente ilusoria, porque la selva se extiende con mayor rapidez que nuestro trabajo de desbrozamiento y sobre todo porque la idea misma de «salida» es incorrecta: no podemos salir porque no queremos salir, y no queremos salir porque sabemos que no hay hacia dónde salir, porque la selva es uno mismo, y una salida implicaría alguna clase de muerte o simplemente la muerte. Y si bien hubo un tiempo en que se podía morir cierta clase de muerte de apariencia inofensiva, hoy sabemos que aquellas muertes eran las semillas que sembramos de esta muerte que hoy somos.»

Muchos factores condicionan al protagonista de la novela de Wharton y le impiden tomar las decisiones que le gustaría. Esto queda simbólicamente plasmado en cierto momento, a través de un trineo y un olmo. ¡Evocar ese pasaje me pone los pelos como escarpias!

En tanto que novela romántica, Ethan Frome recuerda a otras tragedias que han sido edulcoradas por y para el gran público con el paso del tiempo, pero que tienen raíces sumamente amargas. A saber: Romeo y Julieta o El gran Gatsby. Y es que en la ficción de Wharton hay dicha, belleza y compasión, pero también, y sobre todo, obsesión, egoísmo, crueldad y mucha infelicidad. 

Hablando de infelicidad: este texto elude la tentación del final feliz o, en su defecto, la complacencia de la moraleja. Seguro que Wharton ni se planteó esas direcciones. A fin de cuentas, el arte está demasiado ocupado plasmando las cosas tal cual son, con su grisalla intrínseca. 

Existe una adaptación cinematográfica de esta novela. Sin embargo, el material original es tan bueno que uno termina este libro con ganas de releerlo, no de ver su trasunto audiovisual. Wharton sabía escribir literatura con mayúsculas, señores.


También de Edith Wharton en ULAD: Aquí

martes, 2 de marzo de 2021

Friedrich de la Motte Fouqué: Ondina

Idioma original: Alemán
Título original: Undine
Año de publicación: 1811
Traducción (al catalán): Clara Formosa Plans
Valoración: Recomendable

Ondina es un clásico del Romanticismo muy reivindicable. En primer lugar, en tanto que reliquia de ese movimiento estético; también, en tanto que obra maestra de su autor, Friedrich de la Motte Fouqué; y por último, pero no por ello menos importante, en tanto que novela breve deliciosamente escrita. Narrado a modo de cuento de hadas, relata las consecuencias del casamiento de un espíritu del agua y un humano. 

Por destacar algunas de las virtudes de este texto, diré que: 

  • Su prosa, su argumento y los temas que baraja apenas han envejecido, pese al tiempo transcurrido desde su publicación.  
  • Sus personajes, así como los conflictos de los mismos, son más complejos de lo que a priori puedan parecer.
  • Sus elementos fantásticos responden a una lógica interna que el lector entrevé, pero que no se sobreexplica en ningún momento. 
  • Sus variados registros ora nos maravillan, ora nos entristecen, ora nos aterran. 
  • Su giro de tuerca se antoja sumamente audaz, aunque puede pecar de cierta previsibilidad.
  • Su dramático clímax es puro fatalismo.
  • Sus hermosas, a la par que desasosegantes, reflexiones en torno a la amistad, la otredad y el destino enriquecen al conjunto. Por no hablar de las que se dedican al amor: «las penas y las alegrías del amor tienen un parecido tan dulce y están tan unidas las unas y las otras que no hay nada que las pueda separar». 

La edición de Ondina que traigo a colación es de Quid Pro Quo. Brinda una impecable traducción al catalán de Clara Formosa Plans e incluye ilustraciones (en blanco y negro, eso sí) del talentoso Arthur Rackham.

martes, 6 de octubre de 2020

Louis Beysson: Geri

Idioma original: Francés
Título original: Geri ou un premier amour
Traducción: Augusto F. Prieto
Año de publicación: 1876
Valoración: Está bien



Geri, novela corta de Louis Beysson, narra el romance gay de dos adolescentes. Supuso, como dice Augusto F. Prieto en el prólogo de esta edición, «la primera vez que se contaba abiertamente una historia de amor homosexual en la literatura francesa». De hecho, inauguró un tema que se ha venido explotando desde entonces: el de las «amistades particualres». 

Sí, habéis oído bien: amistades particulares. De alguna manera debía referirse una época no ya mojigata, sino completamente ajena a la homosexualidad en tanto que «categoría social» (de nuevo estoy citando a Prieto), a las manifestaciones de amor entre personas del mismo sexo. Sin ir más lejos, el padre del protagonista de Geri cataloga la pasión de su hijo de «amistad insensata». Ver para creer. 

Esta obra no es un trabajo de una calidad excepcional. A fin de cuentas, es la primera que escribió Beysson, publicada cuando éste contaba apenas con veinte años. Presenta, por lo tanto, algún fallo, seguro que achacable a la bisoñez de su autor (quien, para más señas, acabaría por dedicarse a la pintura, al fracasar su carrera literaria). El estilo es, a ratos, algo alambicado; el argumento, salvo por la novedad que supone el tema, no presenta grandes innovaciones (internado suizo, historia de amor imposible, joven de salud delicada, final trágico...).  

De todos modos, además de por su relevancia histórica, recomiendo Geri por su prosa. Victor, el narrador en primera persona, usa un lenguaje ampuloso e inflamado que transmite a la perfección su ardor o angustia, según se tercie. También nos regala, puntualmente, destellos preciosistas, sobre todo a través de las descripciones paisajísticas. 

Lo dicho: Geri es una historia pionera que hará las delicias, pese a sus limitaciones, a los interesados en descubrir el germen del romance homosexual (llamémoslo explícito) en la ficción. Traducida por primera vez al español, por cierto.

sábado, 1 de agosto de 2020

Emilia Pardo Bazán: El saludo de las brujas

Idioma: Español
Año de publicación: 1899
Valoración: Entre recomendable y está bien

¿Quién me hubiera dicho que disfrutaría tanto de El saludo de las brujas? A fin de cuentas, a esta novela de apenas doscientas páginas, escrita por la prolífica Emilia Pardo Bazán, la atraviesan una serie de ingredientes que, a priori, no me llamaban demasiado la atención. A saber: un registro realista, el amor como tema predominante, una prosa alambicada, una voz narradora que constantemente interrumpe la acción para meter baza y valores decimonónicos totalmente desfasados.

Pues resulta que Bazán consigue articular los mentados ingredientes de un modo sumamente atractivo. El registro realista de la historia, por ejemplo, adquiere interés gracias a Dacia, una nación ficticia que coexiste con otros países de la geografía mundial. En cuanto al amor, no se presenta dulcificado; es, de hecho, fuente de tragedias y desgracias de todo tipo. ¿Y qué hay de la prosa? El uso del lenguaje de Bazán es extraordinariamente rico. Es cierto que, a veces, la autora dilata excesivamente ciertas escenas, pero en ningún momento se siente que lo haga para exhibir músculo, sino para aportar matices y reflexiones enjundiosas.    

Una Dacia al borde de la guerra civil. Un romance imposible entre Felipe, un príncipe destronado, y Rosario, la sobrina de un talentoso pintor. Intriga política por doquier. Un desenlace algo abrupto pero francamente demoledor. ¡Drama, drama, drama! El contraste entre la libertad y el deber, la coherencia personal y la responsabilidad colectiva. Esto y más, mucho más, señores, es lo que encontraréis en El saludo de las brujas. Que la reivindicación de la institución monárquica que se gasta Bazán no os impida leer esta delicia, porque vale la pena.


También de Emilia Pardo Bazán en ULAD: Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza, Siete cuentos de misterio, Cuentos fantásticosLa gota de sangre, Insolación

viernes, 6 de diciembre de 2019

Colaboración: Juan León Mera: Cumandá o Un drama entre salvajes

Idioma original: Castellano
Año de publicación: 1877
Valoración: Está bien.

Reseño este clásico de la literatura hispanoamericana porque a parte de ser un clásico (término un poco vacío), contiene ciertos planteamientos novedosos. 
Cumandá, o Un drama entre salvajes, es la primera novela ecuatoriana. Ecuador se independiza de la Gran Colombia en 1830. Cumandá es de 1879, influenciada por las corrientes románticas tardías, así que imagínense el final.
Lo primero que hay que saber es que se trata de una novela de amor. Chico conoce chica en la jungla, chica y chico se enamoran, se juran amor eterno y no habrá dios que los separe. Todo tratado desde el prisma romántico y barnizado por la reciente independencia ecuatoriana. 

Cumandá tiene tres protagonistas, Cumandá, la india, Carlos, el amante blanco y su padre, Domingo, un misionero que ahora vive con los indios. La naturaleza misma actúa como un personaje extra, repleta de dioses y tribus, todo supeditado a la religión cristiana, la religión verdadera. Uno de los motivos por lo que la novela pierde gracia a los ojos de hoy es su tratamiento de la religión. Mientras se ve a los indios con sus ritos con cierto respeto (algo que resultó novedoso en la época), el Dios cristiano aparece como verdad innegable, prueba definitiva y justificación total de lo que sea. 

La raza misma es un claro distintivo. En un mundo de indios oscuros, los tres personajes principales son blancos, y lo que es lo mismo, son buenos. Los indios negros son los antagonistas que se oponen al amor de los jóvenes, por su diferencia racial (a pesar de vivir con los indios, Cumandá tiene un tono de piel más blanco). Lo que resulta novedoso en esta novela, es el trato de los indígenas. Mientras que la costumbre literaria era presentarlos como parte del paisaje, y como arquetipo del buen salvaje, León Mera rompe esta tradición. Lo que se denominará la evolución del indianismo al indigenismo. En el indigenismo se utilizará la situación de los indios para realizar crítica social y presentar las condiciones de miseria en la que muchos vivían. Esta corriente proindígena, recorrerá la literatura hispanoamericana durante el siglo XX, tomando eco en José Martí y Rubén Darío, así como mezclándose con las características del modernismo. Cumandá es esa novela de transición. 
Algo que fue también novedoso fue utilizar a los indígenas como oposición a la voluntad de los blancos. Puede ser que León Mera esté influido por las revueltas indígenas que los borbones tuvieron que suprimir, o que inconscientemente critique su posicionamiento durante la guerra de independencia del lado de la metrópoli. Muestra de ello es el papel que les confiere la primera constitución ecuatoriana a las clases bajas y a los indígenas, condenándolos al ostracismo social, todo en favor de una clase capitalista que ya se veía con las manos libres después de la independencia. 

Dejando la política, en Cumandá, se inicia esa tradición de crear una figura de la selva y dotarlo de vida como si fuera un personaje más, con su propia filosofía, comunicándose violentamente con los humanos, sin maldad ninguna, siendo ella misma. Algo que cogerá al vuelo y colocará en la cumbre, Eustasio Rivera con su maravillosa Vorágine. Podemos citar también Solaris de Stanislaw Lem, porque aunque Solaris sea un planeta, la lógica es la misma, ampliada. 

Algo que resulta novedoso y rompe con los moldes preconcebidos de la novela romántica, es la actuación de Cumandá. La india, una vez jura su amor, se mantiene fiel como no puede ser de otra manera en este universo puritano a 40º y 90% de humedad. Pero esto no es lo novedoso, sino que salva la vida a su amor, nada menos que tres veces. Se interpone entre los negros racistas que quieren matar al blanco, mientras que ella se recubre de superheroína del amor y trata de llevar a buen puerto a su relación. 
Durante el final, después de escapar de los brazos de varios jefes indios que la quieren convertir en una más de sus esposas, Cumandá tiene que volver y entregarse, ya que el paquete de su novio blanco se ha dejado apresar. 
Ante la actitud decidida y envalentonada de Cumandá, Carlos aparece como una babosilla insulsa con poco que decir, salvo cuando sucede lo peor. 

El estilo de Cumandá es lo que peor envejece, son repetitivas las referencias a la religión cristiana, siempre ensalzándola, algunas partes resultan pesadas y se pierden en los detalles provocando un ritmo lento tropical. Otras, León está inspirado y se pueden disfrutar de veras, sumergido en el drama.

Por último, el esquema de interacciones y motivos del Drama entre salvajes, tiene mucho de clásico. Dioses, amores imposibles, sacrificios, imposibilidad racial/ familiar. León Mena ambienta Romeo y Julieta en la jungla, Cumandá y Carlos son Píramo y Tisbe, rodeados de indios y de cambiantes ríos.  Solo que León, da una vuelta de tuerca, aportando un toque freudiano, para crear ya el perfecto caldero dramático. 

Firmado: Guz García

viernes, 15 de noviembre de 2019

Marco Missiroli: Actos obscenos en lugar privado

Idioma original: italiano
Título original: Atti osceni in luogo privato
Año de publicación: 2015
Traducción: Carlos Gumpert
Valoración: Está (más o menos) bien

En 1975, a sus doce años, Libero Marsell vive una doble circunstancia que muy bien podría haberle causado traumas irreparables en su edad adulta. por una parte, tiene que abandonar su Italia natal para mudarse con sus padres a París. En segundo lugar, descubre a su madre haciendo cochinadas demostrando su afecto de forma poco decorosa a un amigo de la familia. Esta última sorpresa le podría haber acarreado problemas en relación a su propia vida sexual -de forma perfectamente comprensible-, además, pero no: a partir de ese momento Libero se dedica a practicar el sexo de forma frecuente y entusiasta el resto de su vida; más bien autosuficiente, eso sí, durante su adolescencia y con ayuda de alguna partenaire femenina, cada vez con más facilidad, según entra en su juventud y adultez y va desarrollando su atractivo. Como casi todo el mundo, vamos.

La suerte que tiene Libero es que es el protagonista de una novela cuyo autor ha decidido contarnos todos y cada uno de los polvos su "educación sentimental" (léase sexual) con pelos y señales. pero no os emocionéis: si bien estos encuentros -también el autosexo- están narrados con la suficiente eficacia y prestancia para resultar entretenidos, uno por uno, al cabo de unos cuantos la cosa se vuelve un poco rutinaria... Me explico con un ejemplo, sobre todo para los millenials (si es que nos lee alguno): cuando existía el servicio militar obligatorio, quienes teníamos la suerte de librarnos de la mili (nunca podré alabar lo suficiente la sabiduría del Ejército Español, en lo que a mí respecta), no estábamos, sin embargo, exentos de pagar un peaje, algo más que simbólico: que nos la contaran todos y cada uno de los que la habían hecho... Bueno, pues esto viene a ser lo mismo.

Luego está el toque de "guayotismo" o fantasmada (sí, ya sé que se trata de una novela y no de un libro de "autoficción", pero me entendís), variante cuqui: el protagonista no de mueve por una barriada de una anodina ciudad de provincias, sino en el París más intelectual y chachi... el café Deux-Magots, la Sorbona, el Marais... y si bien después se va a buscarse la vida a su Milán natal, trabaja, por ejemplo, en una pintoresca taberna de los Navigli, etc... Su primer amor es una hermosa diosa de ébano y su confidente, uno no menos bella bibliotecaria veinte años mayor que él -y novieta del amante de su madre- que, por algún motivo incognoscible siente debilidad por nuestro Libero desde que éste era apenas un pubescente... en fin, muy verosímil, chavalote...

Todo ello trufado con multitud de referencias culturales setenta-ochenteras  (o que tenían un revivir por entonces)...libros, películas, música que no dejan de tocar nuestro corazoncito (yo, al menos, estaría entre la época del protagonista y la del autor de la novela): nos habla de Camus, Buzzati, Faulkner, pero también de La insoportable levedad del ser (curiosamente, no de En brazos de la mujer madura, un libro que quedaría más à la page) y pelis como La chaqueta metálica o Bailando con lobos.  En fin, que gracias a eso y a que el estilo es más o menos ameno, aunque en ocasiones un tanto alambicado -incluso un pelín pedante-. la valoración del libro sube a un "está bien", con ciertas reservas por mi parte... Es decir, que si lo leeis tampoco os va a pasar nada... pero no lo leeis, tampoco, lo que es más preocupante.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Tirant, basado en el Tirant lo Blanch de Joanot Martorell

Idioma: valenciano (o catalán)
Fecha de publicación: 1490 (2015 en el caso de esta adaptación)
Valoración: qué os voy a decir, xiquets i xiquetes... imprescindible como el chorizo en la paella (*)

Hoy, 9 de Octubre, dado que es la fecha en la que se celebra la entrada triunfal del rey don Jaime el Conquistador en la ciudad de Valencia (allá por 1238) y, de paso, su descubrimiento de la horchata, parece un día de lo más apropiado (**) para reseñar uno de los clasicorros, si no el clásico por excelencia, de las letras valencianas y, por ende, catalanas, además de universales: el Tirant lo Blanch o Los cinco libros del esforzado e invencible caballero Tirante el Blanco, de Joanot Martorell. Xé, què bo!

Vale, de acuerdo, antes de que alguien se me ponga tiquismiquis: este libro, no es el Tirant original ni completo; se trata de una adaptación y condensación hecha por el escritor Víctor Labrado en 2011. Vago que es uno, sí... pero vaya, si os parece me voy a pasar media vida leyendo los 587 capítulos del original, en valenciano del siglo XV, para hacer una reseñita, claro... y que conste que sí que he leído más de un capítulo de ésos (son cortitos, también hay que decirlo). En concreto, en este libro se han adaptado desde el capítulo CXV, cuando el emperador de Constantinopla pide ayuda militar al rey de Sicilia, hasta el CCXCIX, en el que Tirant abandona la ciudad en una galera rumbo a Berbería, desengañado tras un malentendido con la princesa Carmesina, que es su crush (bueno, algo más, que él bien que quería tema con ella). Por otro lado, y antes de seguir, algo sobre el título: por supuesto que este libro está traducido al castellano hace la tira  (de hecho, es célebre que se trata de uno de los que el cura y el barbero salvan del fuego, cuando queman la biblioteca que enloqueció a Alonso Quijano), pero convendremos en que, lo mismo que La plaça del Diamant se debe decir así, en catalán, como bien señaló Francesc en su reseña, Tirant lo Blanch (o Blanc) suena mejor, dónde va a parar, que Tirante el Blanco, que parece uno de los complementos que utiliza Pedrojota para hacerse el interesante (no de los que usa en la intimidad, no seáis malévolos). Pues eso.

Como ya digo, en esta edición resumida -de hermosas cubierta y contracubierta, por cierto, del, como es habitual, exquisito Fernando Vicente- se saltan todo el comienzo de la novela de Martorell: cómo Tirant, de la casa de Bretaña -entiéndase la Grande, no la otra- llega a convertirse en caballero y sus andanzas guerreando por diversos lugares del Mediterráneo. El libro comienza directamente, pues, cuando el rey de Sicilia envía a Tirant, acompañado de parientes y otros caballeros, en ayuda del emperador de Constantinopla, acosado por las tropas del Sultán y del Gran Turco. Tirant, nombrado Capitán Mayor del ejército imperial, se dedicará a combatirles haciendo gala de su valor y astucia, y también a su rival el Duque de Macedonia. Pero no son las hazañas bélicas lo más significativo de la novela, sino que donde está el tomate (al menos en esta adaptación es en las aventuras de tipo erótico-amoroso: nuestro buen Tirant se prenda de la princesa Camesina y trata de conquistar sus encantos con ayuda -en ocasiones de lo más proactiva- de la doncella Plaerdemivida. No es que a la princesa el gentil caballero le resultase indiferente -todo lo contrario-, pero como joven consciente de su posición mantenía cierta cautela , la cual Tirant trataba de quebrar con métodos y triquiñuelas que hoy no dudaríamos de calificar como acoso por no decir intento de violación... pero en fin, en aquellos tiempos tampoco se podían pedir peras al olmo: todo era de mucha picardía y mucha risa.

Porque, eso sí, nada de amor cortés y demás zarandajas medievales: aquí las manos van al pan y los amantes al catre o adonde se tercie (***). Y no sólo Tirant, sino también sus compadres, como su primo Diafebus o su escudero Hipólito, que le requiebra a la mismísima emperatriz, ya madurita pero de buen ver, según parece... Algo parecido puede decirse de los personajes femeninos, también proclives a satisfacer sus apetitos carnales; así, la pérfida viuda reposada se encapricha del bello Tirant y le tiende un engaño para que éste abandone su interés por la princesa y, en cambio le colme a ella de sus atenciones (no me negaréis que estoy siendo fino... más que en el libro, de hecho). A consecuencia de este engaño es por lo que el héroe abandona Constantinopla en una galera, para nunca más volver... ¿O sí?

Pues sí: después de nuevas aventuras en otros países -aventuras erotizantes, también- vuelve Tirant a Constantinopla y se reúne con Carmesina. ¿Triunfará por fin el amor? ¿Se casarán y serán felices y comerán perdices (y fartons, sobre todo) hasta el fin de sus días? Pues habrá que leerse el original entero, tetes... aunque sea en castellano, que está traducido desde 1511. ¿Merece la pena? Pues seguro que sí... si al mismo Cervantes y, según parece, a Vargas Llosa les flipó tanto, ¿cómo no os va a gustar a nosotros, egregios lectores de Un Libro Al Día, que tenéis un gusto mucho más sibarita y una sabiduría literaria más acerada que la de esos meros juntaletras? Venga, todo el mundo a leerlo... y cuando vayáis por el capítulo DLXXX o por ahí, me lo contáis ; )


(*) Es broma, valencianos; no me tiréis de lo alto del Micalet ni me obliguéis a escuchar los grandes éxitos de Camilo Sesto, per l'amor de Déu!

(**) Además es el día en que se celebra Sant Donís, patrón de los enamorados en Valencia, por lo que resulta también de lo más propio, como ya se ve.

(***) Como decía el cura de aquel lugar de la Mancha, etc...: "Digoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en las camas (...)" Y lo que no es dormir, añado yo...

Aquí también sale guapete

miércoles, 24 de julio de 2019

Imogen Hermes Gowar: La sirena y la señora Hancock


Idioma original: inglés
Título original: The Mermaid and Mrs. Hancock
Año de publicación: 2018
Traducción: Carlos Giménez Arribas
Valoración: bastante más que recomendable

¿En qué consiste la felicidad? ¿En cumplir nuestros deseos y aspiraciones? ¿En obtener el éxito económico, el reconocimiento social? ¿En vivir como nos dé la gana? ¿En querer y ser queridos? Todas estas preguntas y más están implícitas  en esta estupenda (e incluso impresionante) novela de la inglesa Imogen Hermes Gowar (ne sé si Hermes será nombre propio o apellido), una novela ambientada en el Londres de finales del siglo XVIII y escrita con un preciosismo y una maestría que, desde un principio, dejan poco lugar para la duda: cuente lo que nos cuente esta historia, queda claro que su lectura no va a ser una pérdida de tiempo.

Más aún cuando se empieza a conocer la trama y los personajes, alejándose de algunos tópicos de la novela histórica, sus protagonistas principales son dos miembros exitosos pero marginales, por diferentes razones, de la sociedad: el anodino armador de Deptford Jonah Hancock y la hermosa cortesana Angelica Neal, vuelta "a la circulación" tras una relación en exclusiva con un viejo duque. Ambos entran en contacto a través de la razón más peregrina que cabe imaginar: la aparición de una auténtica sirena, que el capitán Tysoe Jones le trae a Hancock de uno de sus viajes. La sirena cataliza toda la narración, de forma que a su alrededor se mueven no sólo Hancock y Angelica, sino alcahuetas de postín, prostitutas de variada fortuna, caballeros adinerados, criados de diferente condición, artesanos, policías, gente de alcurnia... en fin, una representación escogida pero variada de la sociedad o parte de esa sociedad inglesa de la época georgiana.

Éste, el retrato social de una época y país en la que la diferencia de clases estaba especialmente marcada es uno de los atractivos del libro. pero sin duda, podemos decir que, en esencia, se trata de una historia de amor, o del comienzo de una, muy peculiar y enrevesada, sui géneris, nada al uso de estos tiempos (quizás tampoco de aquéllos), una historia sobre lo que cabe esperar o no del amor verdadero, si es que algo así existe... Mas sobre todo -y aquí creo que el libro ganan muchos enteros- es una historia de mujeres y sobre las mujeres, pese al coprotagonismo del señor Hancock y la presencia de otros hombres en roles secundarios: desde la vieja "abadesa", la señora Chappell, a sus pupilas, como la mulata Polly Campbell; muchachas inocentes con responsabilidades de adulto como es Sukie Lippard, la sobrina de Hancock o damas de compañía de igual responsabilidad, pero para nada inocentes, como la señora Frost. Existosas cortesanas y criadas simplonas o jóvenes burguesas de aire ramplón. Un plantel de variados papeles femeninos que la autora maneja con una soltura y sensibilidad encomiable, porque esta novela, además de estar muy bien escrita, denota -incluso en sus momentos más crueles, que los hay-, una empatía y delicadeza hacia sus personajes que ya quisieran poder mostrar escritores más talluditos.

Porque esa es otra: resulta que Imogen etc... tiene algo así como treinta añitos... luego escribió la novela con veintitantos. Y ya sé que la edad del autor/a de un libro no debería ser algo que entrar a valorar, pero si lo ha hecho en los casos del desaparecido y ya añorado Camilleri o la aún en forma Joyce Carol Oates, también es justo señalarla en los casos de esta escritora o de Mónica Ojeda, creo yo. Y qué envidia que dan las dos, por cierto...

Retornando al principio de la reseña: ¿Qué es, al fin y al cabo, nuestra sirena? ¿Una metáfora de la felicidad, entonces? ¿Del amor, del matrimonio, del anhelo? ¿O lo es más bien del desamor, de la infelicidad? Habrá que leer la novela para saberlo, quizás... lo único que puede asegurar es que ésta es una auténtica delicia. Creedme.


lunes, 11 de febrero de 2019

Contrarreseña: La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares

Idioma original: Español 
Año de publicación: 1940
Valoración: Bastante recomendable 

Alucino cada vez que recuerdo que Adolfo Bioy Casares escribió La invención de Morel con sólo veintitrés años. Y es que estamos ante una novela extraordinaria que para nada trasluce la bisoñez de su autor. El mismísimo Jorge Luis Borges, a quien fue dedicada, dijo de ella que era perfecta. Aunque yo no comparta tan generosa apreciación, me es imposible negar la calidad de este libro.

Porque La invención de Morel es literatura de calidad, eso es indudable. La acabé hará cosa de mes y medio, y la impresión que me dejó en su momento, ya de por sí positiva, no ha hecho más que mejorar con el paso del tiempo. Permitir que esta historia repose, darle vueltas a sus implicaciones, incrementa su valor. Ya ni os cuento lo que la ensalza una relectura.

Por cierto, esta reseña va a contener spoilers. Lo advierto desde el vamos para que aquellos que quieran degustar vírgenes La invención de Morel (opción impagable, creedme) se vayan ahora mismo. ¿Sí? Bien, pues empecemos. 

Un venezolano que huye de la justicia, no sabemos muy bien por qué, se oculta en una isla deshabitada a la que ha llegado en un bote. Allí hay tres edificios, cuyos propósitos desconoce: un museo, una capilla y una piscina. La mera supervivencia en ese paraje inhóspito absorbe todas las energías de este fugitivo innominado, que anota sus denodados esfuerzos en un diario. Y así transcurren los días hasta que, de repente, se encuentra con que hay más gente en la isla. ¿Quiénes son? ¿Quizás la policía? ¿Cómo es posible que no se haya percatado de que llegaban? Y por último, pero no por ello menos importante, ¿por qué fingen los intrusos no darse cuenta de su presencia?

El argumento de esta pequeña ficción que no llega a las ciento sesenta páginas es raro de narices, ¿verdad? No en balde, La invención de Morel inspiró a los guionistas de la serie Lost. Pero tampoco os penséis que la obra de Casares es hermética en su planteamiento; al fin y al cabo, tras la atmósfera de tintes surrealistas de la primera mitad, su misterio se va desentrañando poco a poco.

Y lo que es mejor: la explicación rayana a la sci-fi con la que Casares justifica los bizarros fenómenos que suceden en la isla no limita en absoluto las interpretaciones que suscita esta novela. Si acaso, las expande en otra dirección. A la postre, La invención de Morel puede ser una parábola sobre la inmortalidad del alma o una profética alegoría sobre el legado audiovisual que dejamos en la esfera digital al fallecer. También, por qué no, se puede leer como una meditación sobre la dificultad de comunicación entre seres humanos, el eterno retorno nietzscheano o el amor platónico.

¿Que por qué hablo de amor al listar los temas que La invención de Morel baraja? Pues veréis, entre los desconocidos que han aparecido como por arte de magia en la isla se encuentra Faustine, una mujer hermosa de la que el narrador queda prendado. La devoción que nuestro protagonista siente hacia esa mujer cristalizará, al final del libro, en el gesto más romántico imaginable. Bueno, todo lo romántico que alguien que no acepta un no por respuesta y con claros indicios de psicosis puede ofrecer.

El fondo y la forma de La invención de Morel van de la mano. La historia se narra en primera persona, a través de las entradas del diario del venezolano. La prosa de este señor es, por tanto, marcadamente rústica. Y es que su débil y hasta febril condición no da para más. Tras la llegada de los intrusos, también su estado de paranoia y miedo constante van a impregnar las páginas del diario. 

Hasta aquí, genial. Casares encuentra una voz interesante y le da verosimilitud mediante la forma en que se expresa. Por desgracia, cuando llega al hemisferio de la novela, el escritor descuida esto parcialmente. Entonces se centra en la historia en sí, y no tanto, al menos para mi gusto, en mantener las entradas del diario consistentes con la voz de su autor. Y es que uno siente que ese personaje se pone hablar casi del mismo modo que lo haría un narrador omnisciente convencional. Aunque es innegable que ha cambiado sutilmente (el amor le ha insuflado esperanza, por ejemplo), me hubiera gustado una transición más suave entre su voz al inicio y al final de esta historia.

Por todo lo dicho, pues, La invención de Morel es una novela más que recomendable, cuyas múltiples implicaciones (narrativas, filosóficas, etc) garantizan una lectura de calidad. Pero buscadla en otra edición que la que yo he tenido entre mis manos. Es imperdonable que El País mutile esta obra con tanta saña: el prólogo escrito por Borges brilla por su ausencia, igual que unos pies de página que un supuesto editor añade a las anotaciones del diario del náufrago. Visto lo visto, ya no me quejo de que no se optara por incluir las simpáticas ilustraciones que Norah Borges hiciera para la primera edición de esta obra.

martes, 6 de diciembre de 2016

Nikolái Gogol: Tarás Bulba

Idioma  original: ruso
Título original: Тара́с Бу́льба
Año de publicación: 1842 (versión definitiva)
Traducción: José Fernández Sánchez
Valoración: recomendable

Reconozco mis carencias como lector en lo que a literatura rusa se refiere (excepto en lo que atañe a mi admirado Chéjov); es más, durante bastante tiempo solía confundir a unos escritores con otros... no a Tolstoi o Dostoyevski, que conste, pero sí a Pushkin, Gorki, Gógol... De este último, además, sólo había leído, hace ya tiempo, un divertido cuento, La nariz, en el que un tipo peersigue a su propia nariz fugitiva por todo San Petersburgo; a pesar de esa grata lectura, no había vuelto a repetir con este autor, hasta que por fin,  impelido por mi mala conciencia, pero también por las elogiosas reseñas de otras de sus obras que han escrito mis compañeros, decidí ponerme con esta novela, que lleva el nombre de un legendario cosaco del Niéper.

¿Conocen ustedes la expresión "beber como un cosaco"? Pues a tenor de esta novela, no sólo tiene razón de ser, sino que se queda incluso corta: los cosacos de la época en que está ambientada (siglo XVIII), además de que se pasaban el tiempo más mamados que el mosquito del tonel de vino de los versos quevedianos, -excepto cuando se dedicaban al nobel arte de la guerra, hay que decir, momento en el que la embriaguez era castigada con la muerte-, parece que consideraban el de la borrachera como el estado ideal del hombre comme il faut, esto es, del cosaco (el otro momento ideal para ellos era el de estar destripando enemigos, claro). Borrachos y orgullosos, pues, aunque no fuesen seguidores del Oi! ochentero. Borrachos y exaltadores de la más indestructible fraternidad masculina, aunque no fueran una cuadrilla de txikiteros vascos. Borrachos y defensores a ultranza de la fe cristiana, sin ser una cofradía de "capillitas" ahítos de rebujito (por otro lado, hay que aclarar que para los cosacos la verdadera iglesia cristiana era la ortodoxa, considerando a los católicos como perros herejes). Borrachos y más patriotas que una caterva de neonazis hispánicos entonando el Deutschland Über Alles... Borrachos, valientes, crueles, generosos, anárquicos y libres.  Así eran los cosacos, según los pinta Gógol, además de fanáticos la virilidad más militante -de hecho, las pocas mujeres que aparecen aquí no son más que un estorbo para ellos o una fuente de problemas-; la testosterona les sale por las orejas, a esta gente...

Tampoco es que Gógol haga un panegírico, sin más, del mundo cosaco; es evidente que era demasiado inteligente y buen escritor para caer en eso. De hecho, buena parte de la novela trasluce un humor socarrón -en especial en la relación entre Tarás y el judío Yárkov-, hasta el punto de dar la impresión, a veces, de que el autor se trae una buena coña a costa de sus cosacos. Lo que no significa, por supuesto, que no admire al tiempo su valentía y su entrega. Gógol tiene la suficiente sabiduría y talento literarios para plasmar estas legendarias cualidades del alama cosaca, así como su amor por la libertad, pero también sus defectos, y dar buena cuenta de las tropelías que iban perpetrando a su paso, al igual que nos narra su sufrimiento, pero también el de sus víctimas, tanto "liajes" -o sea, polacos- como judíos. También, al parecer, en la primera versión, de 1835,  el tono de la narración exaltaba más lo ucraniano, llegando a considerarse incluso "antirruso", por lo que Gógol lo corrigió en la versión definitiva.

Ahora bien, aparte del retrato entre guasón y descarnado de la beodez y la brutalidad que se lee en la novela, ésta tiene un trasfondo de más enjundia: Tarás Bulba, en realidad, es una historia sobre la paternidad, sus obligaciones, cuitas y, sobre todo, sus limitaciones -la novela, olvidaba decirlo, comienza cuando los dos hijos de Tarás vuelven a casa después de haber estudiado en Kiev-; los problemas vienen a ser los mismos que han tenido todos los padres a los largo de la Historia con sus hijos, desde el pobre Adán, que ya sabemos la que liaron sus vástagos. Claro, que no es lo mismo que tu retoño se pegue con otro niño por un columpio en el parque y tengas que poner orden, que te salga díscolo en mitad de una guerra contra el reino de Polonia. Aquí Tarás, que aunque taimado no dejaba de ser más bien bruto, tiene una reacción algo desaforada y la cosa acaba como el rosario de la aurora... Pero no quiero adelantar nada y destriparle la novela a alguien: lo que hay que hacer es leerla; como mínimo, pasarán ustedes un buen rato, porque Gógol sabía escribir de maravilla, de eso no cabe la menor duda. y en el mejor de los casos, se quedarán prendados de una historia que transcurre en el tiempo en que las guerras se hacían a caballo y a golpe de espada, en que los hombres se dejaban arrastrar por sus pasiones y sus principios, y el mundo resultaba mucho más grande y hermoso de lo que al final ha resultado ser. Que aquello tampoco fuese sino una ilusión, no nos debe de importar demasiado, que al fin y al cabo -y por suerte- nosotros somos lectores.

Nota: no he podido encontrar la cubierta de la edición del libro que yo he leído (bastante sosa, además), así que he colocado la de una de la editorial Alianza. En compensación, pongo aquí  el cartel de una de las películas basadas en la novela, con Yul Brinner y Tony Curtis dándose mutuamente estopa. Canelita en rama.




Otras obras de Nikolái Gógol reseñadas en Un Libro al Día: El capoteAlmas muertasEl inspector

miércoles, 24 de febrero de 2016

D. E. Stevenson: El libro de la señorita Buncle

Idioma original: inglés
Título original: Miss Buncle's Book
Año de publicación: 1934
Traducción: Concha Cardeñoso Sáenz de Miera
Valoración: entre recomendable y está bien

¿Quién no ha jugado alguna vez al Candy Crush? (excluyo de la pregunta a doña Celia Villalobos, porque ya sé la respuesta y además, no creo que frecuente este blog) ¿A qué mola cuando vas eliminando chuches y pasando pantallas y una voz inefable dice "DELICIOUS"? Pues exactamente esa palabra, dicha con esa misma voz, es la que se oye en la cabeza del lector (bueno, en la mía... junto con otras muchas que me ordenan cometer actos apocalípticos, pero... ejem, esa es otra historia) al leer esta novela; es deliciosa. Ahora bien, deliciosa como puede serlo las chuches o golosinas, precisamente: agradables, apetecibles, divertidas, pero quizás en exceso azucaradas y que, en caso de abuso, pueden llegar a empachar.

Esta novela, escrita por la escocesa Dorothy Emily Stevenson (por si alguien se lo pregunta: sí, era pariente del gran Robert Louis), se desarrolla, sin embargo en un ambiente típico -y tópico- inglés: un pequeño pueblecito de la campiña, como hemos conocido en tantas novelas de la misma época de entreguerras que ésta, de tono también humorístico-costumbrista, y escritas por E. F. BensonNancy Mitford, y por supuesto, Wodehouse o Evelyn Waugh. Ambiente inmortalizado también en muchas novelas de Agatha Christie, que tuvo la genial idea de utilizarlo como escenario de intrigantes crímenes y la aún más genial de poner a resolverlos a una apacible ancianita... En esta novela de Stevenson aparecen también los personajes habituales en estas novelas: el vicario, el médico rural, las solteronas, las criadas... y también un misterio se abate sobre el pueblo -llamado Silverstream, en este caso-; pero no es un asesinato, sino el libro que un tal John Smith ha escrito y que se titula, acertadamente, El pertubardor de la paz. Esta novela  ha sido escrita, en realidad , por uno de los habitantes de Silverstream, la muy discreta señorita Barbara Buncle (supongo que nadie considerará esta revelación como un spoiler, teniendo en cuenta el título...), y puesto que, como ella siempre asegura "carece de imaginación", se ha basado en sus propios vecinos para dar forma a los personajes del libro, revelando debilidades y secretillos que sus dueños hubieran preferido que no saliesen a la luz.

La aparición de El perturbador de la paz hace precisamente eso, pues: perturbar la paz del pueblo y saca a relucir lo mejor y lo peor de cada afectado. También, hay que decirlo, sirve de inspiración a alguno que otro... Esto, en realidad, es lo más interesante de la novela de Stevenson: se establece una especie de juego de espejos metaliterario  -o incluso de muñecas rusas- entre la realidad -es decir, la ficción que estamos leyendo nosotros- y la ficción -esto es, la que leen los personajes de la ficción que leemos nosotros-; vamos, que si esto se le llega a ocurrir a un escritor con más renombre literario y/o intelectual (una cosa no conlleva la otra, me temo), se hubiese considerado la caraba y aún se harían tesis doctorales sobre la obra (no me digáis que a Cervantes ya se le había ocurrido algo así, que ésa es otra liga...). La novela -las dos, en realidad, o incluso las tres... y no digo más- también puede promover una interesante reflexión sobre la naturaleza de la ficción literaria, las características de la hoy llamada "autoficción" y sus peligros, que en el libro son reales y nada metafísicos. La novela como es de suponer está escrito en un tono distendido y aun humorístico; de hecho, más de una vez da la impresión de que su autora -me refiero a D.E. Stevenson, no a Miss Buncle- podría haber afilado bastante más su ironía, pero parece que se contuvo  y no quiso hacer sangre con sus personajes. Para el disfrute del lector puede resultar una lástima, claro, pero, por otra parte, también es de agradecer a veces la empatía de los autores hacia sus criaturas. Otro detalle de estilo, al menos de algunos diálogos, es un tono más bien machista que hoy día nos puede chocar - no sé si a todo el mundo, me temo-, pero que supongo era el habitual en 1934... sin descartar que también se debiera a la sutil ironía de la autora.

En todo caso, una novela esta que sin duda hará disfrutar a quien se decida a leerla... a pesar del azúcar. Y si alguien es especialmente goloso, aviso de que existe dos novelas más protagonizados por la encantadora señorita Buncle. Siempre será mejor leerlas que jugar al Candy Crush, desde luego...