jueves, 14 de octubre de 2021

Edith Wharton: Ethan Frome

Idioma original: Inglés
Título original: Ethan Frome
Año de publicación: 1911
Traducción (al catalán): Xavier Pàmies
Valoración: Muy recomendable

Ethan Frome, de Edith Wharton, es una novela extraordinaria. Una novela que, en menos de ciento setenta páginas y pese al minimalismo de su puesta de escena, logra conmover al lector. Una novela que narra una historia de fatalidad. 

El protagonista, condenado a vivir en un pueblo pequeño de Nueva Inglaterra junto a su esposa, mayor que él y propensa a la enfermedad, se enamora de una muchacha que viene a ayudarles con las labores domésticas. 

El tema principal de Ethan Frome no es, como puede parecer a primera vista, el amor imposible. Lo que en realidad se explora aquí es que el libre albedrío es algo quimérico. En ese sentido, una genial reflexión de Mario Levrero vendría a ilustrar perfectamente el núcleo conceptual de la obra de Wharton: 

«Cuando se llega a cierta edad, uno deja de ser el protagonista de sus acciones: todo se ha transformado en puras consecuencias de acciones anteriores. Lo que uno ha sembrado fue creciendo subrepticiamente y de pronto estalla en una especie de selva que lo rodea por todas partes, y los días se van en nada más que en abrirse paso a golpes de machete, y nada más que para no ser asfixiado por la selva; pronto se descubre que la idea de practicar una salida es totalmente ilusoria, porque la selva se extiende con mayor rapidez que nuestro trabajo de desbrozamiento y sobre todo porque la idea misma de «salida» es incorrecta: no podemos salir porque no queremos salir, y no queremos salir porque sabemos que no hay hacia dónde salir, porque la selva es uno mismo, y una salida implicaría alguna clase de muerte o simplemente la muerte. Y si bien hubo un tiempo en que se podía morir cierta clase de muerte de apariencia inofensiva, hoy sabemos que aquellas muertes eran las semillas que sembramos de esta muerte que hoy somos.»

Muchos factores condicionan al protagonista de la novela de Wharton y le impiden tomar las decisiones que le gustaría. Esto queda simbólicamente plasmado en cierto momento, a través de un trineo y un olmo. ¡Evocar ese pasaje me pone los pelos como escarpias!

En tanto que novela romántica, Ethan Frome recuerda a otras tragedias que han sido edulcoradas por y para el gran público con el paso del tiempo, pero que tienen raíces sumamente amargas. A saber: Romeo y Julieta o El gran Gatsby. Y es que en la ficción de Wharton hay dicha, belleza y compasión, pero también, y sobre todo, obsesión, egoísmo, crueldad y mucha infelicidad. 

Hablando de infelicidad: este texto elude la tentación del final feliz o, en su defecto, la complacencia de la moraleja. Seguro que Wharton ni se planteó esas direcciones. A fin de cuentas, el arte está demasiado ocupado plasmando las cosas tal cual son, con su grisalla intrínseca. 

Existe una adaptación cinematográfica de esta novela. Sin embargo, el material original es tan bueno que uno termina este libro con ganas de releerlo, no de ver su trasunto audiovisual. Wharton sabía escribir literatura con mayúsculas, señores.


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