viernes, 1 de octubre de 2021

Colaboración. Albert Lladó: La travesía de las anguilas


Idioma original:
Español 

Año de publicación: 2020 

Valoración: recomendable 

Con influencias que hablan por sí solas como Caballo de Troya (Ana Pacheco), Ciutat  Bolívia (María Barbal) o Donde la ciudad cambia su nombre (Paco Candel), La travesía  de las anguilas es un libro autobiográfico que plantea al lector un viaje hacia las  fronteras de lo que conocemos como ciudad. La presente novela habla sobre aquellas  realidades alternativas de las grandes urbes, también – aunque poco – conocidas como  periferia. 

Más concretamente, el escenario dónde nos sitúa es un barrio llamado “Ciutat  Meridiana”, uno de los más pobres de toda la ciudad de Barcelona, y en el que los  desahucios son algo terroríficamente recurrente, semana tras semana. 

A partir del recuerdo de su infancia, Albert Lladó explica la realidad del barrio y las  diferencias entre la transformación visible del centro de Barcelona y su cara más oculta:  aquellos lugares donde se relocalizan las familias más humildes, donde la miseria puede  palparse y, a su vez, quedar bien lejos de la moderna sede de las Olimpiadas de 1992. 

El propósito de Lladó consiste en narrar una realidad que nunca se ha contado de la  forma más fidedigna posible, pero jamás desde un prisma heroico ni en tono  condescendiente, sino ofreciendo un justo trato, para representar la dignidad y la verdad  cotidiana de toda una comunidad. 

Aun así, mucho más lejos de lo que pueda parecernos, Albert no busca un “realismo” en  la descripción exhaustiva y detallada de hechos e imágenes objetivos. Todo al contrario,  el autor pretende arrojar un punto de vista subjetivo (más concretamente, desde los ojos  de un niño criado en Ciutat Meridiana) que demuestre ser tan o más fiel a una realidad  palpable que toda la caterva de datos y estadísticas que cualquiera pueda arrojar,  pretendiendo hacer justicia a la objetividad. 

En sus propias palabras, “todo mecanismo de memoria es un acto de ficción”, y es  precisamente a través de la memoria que este autor construye un relato de realidad  literaria, más que de verdad histórica. 

Es a partir de las sensaciones y vivencias que afloran – producto de la naturalidad con la  que se nos narran las aventuras de un grupo de chavales del barrio, entre pobreza,  drogas y marginalidad – que el lector puede llegar a comprender qué significa vivir en  la periferia desde una perspectiva mucho más amplia. 

Es, precisamente, a partir del prisma subjetivo de un niño, que podemos llegar a  comprender qué supone vivir al margen de la idea de prosperidad que se fundó en  Barcelona, cuando a pasos forzados parecía que todos viajábamos hacia tiempos modernos, dejando, en cambio, muchas chabolas y pisos minúsculos en edificios  insalubres abandonados a su suerte. 

Se ejemplifica en esta novela, por lo tanto, la idea de vivir al margen, en la frontera de  todo aquello conocido, y muy lejos de la imagen popularizada del lugar (en este caso  Barcelona). Así como lo hizo Paco Candel en Donde la ciudad cambia su nombre,  Albert Lladó nos alienta a traspasar los límites de una realidad histórica y documentada  para sumergirnos, a través del recuerdo y la ficción, en la construcción de imágenes  cotidianas que convierten situaciones comunes y anónimas en figuras literarias de una  solidez incuestionable, y que hacen honor a la verdad vivida. 

Es, como comentaba antes, un relato para la verdad literaria, más que en pro a una  verdad histórica. La fidelidad se encuentra, mediante el ofrecimiento de las  herramientas literarias suficientes (demanda que el autor satisface con creces), en la  transmisión de imágenes y sentimientos hacia el lector que le permitan hacerse una idea  de lo palpable en aquellas calles, descampados y bares: de un sentimiento y una manera  de vivir las cosas alejada del discurso y el amparo institucional. Y Albert Lladó, de la  mano de una literatura ligera y sin pretensiones, que en lugar de florituras presenta vivas  imágenes con las que nos es muy fácil abstraernos y empatizar, consigue sin lugar a  dudas esa identificación. 

El lector, mirando desde el prisma de aquel niño de Ciutat Meridiana, entiende que en la  periferia se vive una realidad que dista mucho de la del centro de la urbe, pero también  sabe que de nada sirve su glorificación. Tajantemente en contra del discurso heroico que  se difundió a lo largo de los 80 sobre el mundo “kinki” y la consecuente banalización de  la pobreza y la delincuencia, La travesía de las anguilas ofrece un relato de realidad  digna y conserva cierta esperanza reflejada en la organización vecinal que se narra a  través de pequeñas anécdotas a lo largo de la novela. 

Una obra que, más allá que dignificar, pone en su justo sitio una realidad no contada y  que nadie explica, – es decir, de la que nadie obtiene un protagonismo – que es contada  a partir de su experiencia, de las vivencias, recuerdos y ficciones que erigen una verdad  literaria apabullante.

Colaborador: Max Montes


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