Valoración: Muy recomendable
Pese a la brevedad de su obra, José Antonio Ramos Sucre (1890 – 1930) es, junto a Rómulo Gallegos, Julio Garmendia o Arturo Úslar Pietri, uno de los clásicos del siglo XX de las letras venezolanas. Apenas cinco libros - Trizas de papel (1921), Sobre las huellas de Humboldt (1923), La torre de timón (1925), El cielo de esmalte (1929) y Las formas del fuego (1929) - conforman la totalidad de la obra del cumanés, pero son más que suficientes para justificar tan alta consideración del autor.
Pero si son cinco los libros de Ramos Sucre y ninguno se titula "Insomnio", ¿ante qué carajo estamos?. Bien, pues es la recopilación de una serie de textos recogidos en sus tres obras finales y vinculados de forma más o menos directa con el insomnio que padeció el autor y que llevó a su suicidio. Abreviando, se trata de textos situados a medio camino entre la vigilia y el sueño, entre lo autobiográfico y lo onírico, pero siempre dotados de una oscura belleza amplificada por las imágenes y atmósferas creadas por el autor.
Ya la primera frase de Preludio, texto que abre la antología, da el tono general que encontraremos el “Insomnio”, que posteriormente se puede corroborar, por ejemplo, en los siguientes extractos de La nave de las almas o El desesperado:
Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras
Recuerdo apenas el lugar de mi ausencia. Una columna de fuego iluminaba el clima boreal. Yo me había perdido en un desierto de nieve.
He sentido el estupor y la felicidad de la muerte. Un aura deliciosa, viajera de otros mundos, solazaba mi frente e invitaba al canto de los cisnes del alba.
Por lo tanto, la escritura de Ramos Sucre nace de la experiencia personal y adopta un tono entre confesional y exorcizador que se va volviendo más angustioso, oscuro y críptico conforme avanza el tiempo. Así, en algunos de los poemas en prosa / microrrelatos / apuntes de diario / estampas (la frontera es difusa) de La torre de Timón se puede apreciar una leve esperanza o un ligero toque de humor que desaparecen en El cielo de esmalte y Las formas de fuego.
En cuanto a posibles referencias, pese a que en lo espaciotemporal la obra de Ramos Sucre podría ligarse a corrientes de vanguardia de la época, a mi me vienen a la cabeza un Isidore Ducasse (conde de Lautreamont) menos "bestia" o poetas románticos del siglo XIX. El tono tenue e irreal de sus textos, sus atmósferas cargadas de niebla, jinetes en la oscuridad, muerte y ensoñaciones que lo acercan a los "cuentos góticos", la infancia como momento clave, las referencias clásicas, etc sitúan a Ramos Sucre por encima de modas y experimentos más o menos efímeros y confieren a su obra una atemporalidad de la que es muestra evidente la influencia que puede observarse en autores de décadas posteriores. Igual es cosa mía, pero algo de Ramos Sucre hay en Silvina Ocampo, en Mariana Enríquez, etc.
Resumiendo: interesantísima y arriesgada (en los términos a los que me refería en la reciente reseña de Una novela que comienza de Macedonio Fernández) recuperación de un autor capital en las letras venezolanas que espero tenga los lectores y el reconocimiento que debería a este lado del charco. Sus textos lo merecen.
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