Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable
Es curioso (aunque quizá tristemente previsible) cómo en países que han sido formado por oleadas de emigrantes, como es el caso de los EEUU o que han tenido una larga tradición de inmigración, como casi todos los de Europa, haya prendido hoy en día con cierta fuerza las ideas y prejuicios contra la emigración que reciben actualmente, (a veces incluso pegándose un tiro en el propio pie, como vemos que ocurre en el Reino Unido). Por lo que respecta al caso español, y dejando aparte la salida de muchos profesionales cualificados a partir de la crisis del 2008, viven aún muchos de los cientos de miles, quizá millones, de ciudadanos que en la década de los 50 y sobre todo 60 y 70 salieron a trabajar a diversos países europeos más industrializados, como Alemania, Francia, Holanda, Suiza... evidentemente no en patera, pero sí en tren o en interminables viajes en autobús y en no pocos casos con una mano delante y otra detrás o sin posibilidades de volver a su tierra, por diferentes motivos. Y no siempre de manera regularizada o "legal", hay que decir, por más que eso fuera lo que vendía el franquismo.
Uno de ellos fue un joven Joaquim Aubert, conocido posteriormente como Kim, célebre dibujante del desopilante Martínez el facha y de las aclamadas novelas gráficas con guión de Antonio Altarriba, El arte de volar y El ala rota, que en 1963 dejó sus estudios de Bellas Artes y, antes de tener que incorporarse al servicio militar, pasó un año en Alemania, en principio para trabajar y ganar algo de dinero, pero que, sobre todo, se convirtió en una experiencia vital al convivir con muchos de estos emigrantes españoles. En realidad, el joven Kim se dedicó a alternar ocupaciones esporádicas -debido a que carecía de permiso de trabajo- con labores artísticas en el albergue de Remscheid donde vivía junto a otros muchos emigrantes. Llevándose insólitamente bien entre ellos, por cierto, lo mismo que con la mayoría de los, por lo general, agradables y hasta simpáticos nativos. Sin olvidar los acercamientos eróticos con las nativas, que también los tuvo..
Lo más interesante de esta novela gráfica/memorias de juventud no son, empero, las peripecias que le van pasando al protagonista, sin, por una parte, los compañeros que va encontrando en su aventura y que le van contando sus historias y las razones que les impulsaron a dejar España, además de las económicas: un campesino analfabeto, un boxeador, una chica que huye de su padre, un desertor, un tonadillero homosexual, un abogado infiel... Entre todos, van trazando un retrato del país real, harto diferente a aquel encorsetado y monolítico que pretendía el régimen gobernante. Amén de que, nos viene a decir la historia, por encima de las diferencias de clase, educación o de personalidad está la humanidad que nos hermana y los infortunios compartidos, que también unen bastante...
Por otro lado, quizás aún más interesante del libro sea que nos enseña cómo vivían, trabajaban, se divertían -o se aburrían-, soñaban... aquellos emigrantes que, más allá de alguna película o libro puntuales, o la famosa canción de Juanito Valderrama, apenas han sido retratados y menos aún sin caer en el tópico, en nuestro imaginario cultural (y no muy diferentes, es de suponer, de los inmigrantes con los los que hoy nos cruzamos en nuestras calles). Es estupendo que se haya hecho en esta novela gráfica que va enganchando según se avanza en su lectura, gracias a unos personajes entrañables, un dibujo de trazo amable y un humor empático, lleno de comprensión e incluso ternura. Un libro como mínimo recomendable, pero que hasta sería deseable que leyera todo el mundo.
También de Kim y reseñado en Un Libro Al Día: El arte de volar
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