martes, 19 de octubre de 2021

Jorge Amado: Tereza Batista cansada de guerra

 Idioma original: portugués

Título original: Tereza Batista Cansada de Guerra

Año de publicación: 1972

Valoración: Imprescindible



Antes de entrar en materia enfocando al personaje –grandísimo personaje, por cierto– su carácter, vida y milagros, no me resisto a hablarles de su creador, a quien admiro hasta el infinito y más allá desde la primera novela suya que leí, y ya van unas cuantas. Jorge Amado (1912-2001) fue un escritor brasileño que no pueden ignorar si aman las emociones fuertes, los contenidos de gran crudeza transmitidos de forma amable, los textos sólidos literariamente hablando, si aprecian el humanismo de quien nos habla a través de la ficción –un humanismo perfectamente identificable que recurre a artimañas como  socarronería, ironía, cambios de opinión según el dueño de los pensamientos que muestra, y otras muchas formas de manifestar su postura sin incordiar demasiado a los lectores. También si disfrutan con las historias complejas, repletas de personajes de diferente relevancia –muchísimos secundarios, por cierto– que se retratan tanto a ellos mismos como a la sociedad de la que forman parte. Hablo de esos novelones, casi inacabables, que nos parecen eternos al principio y, tras varios centenares de páginas, no querríamos abandonar nunca, que finalmente  nos dejan un gusto agridulce y que quizá recordemos y recomendemos durante años y años.

Habitualmente, cuando nos preguntamos qué es lo que importa, si el autor o las obras que ha dejado, nos referimos a esas personalidades poco atractivas, que nos decepcionan cuando conocemos sus hazañas, ideología o temperamento. En este caso ocurre lo contrario: encontramos unidas la excelencia personal y la literaria, y esto no es nada frecuente. Amado dejó un legado extenso, coherente y magnífico protagonizado por antihéroes, marginados, expulsados de la sociedad, pasto de maltratos e injusticias a cargo de prebostes y sinvergüenzas de medio pelo, con frecuencia, pícaros ellos mismos. Sus historias se leen con pasión, como si las estuviéramos viviendo en carne propia ya que, aparte de su interés, están narradas con gracia, con una prosa sencilla y juguetona que cambia de enfoque y de sintaxis a cada momento, evitando la monotonía y con un desenfado tal que parece estarnos hablando al oído. Por tanto, dificultad de lenguaje ninguna, la alteración de la cronología se subsana con información suficiente; sus explicaciones nunca abruman debido a la variedad de recursos que saca de la chistera continuamente para divertirnos. Lo curioso es que sabemos cómo piensa Amado en cada momento, aunque no dé su opinión, solo con mostrarnos la realidad en todas sus facetas o los pensamientos de unos y de otros ante los diversos conflictos éticos que plantea, y aún así no nos condiciona, él solo muestra, luego cada uno es muy libre. Por eso, su forma tan personal de presentar los hechos puede confundir a algún lector. En otras palabras, quien no esté de acuerdo con él se va a sentir reforzado pues, igual que en la vida real, encontrará argumentos a favor. Todo tiene doble cara, este narrador es un mero intermediario que, por mucho que muestre sus cartas, siempre deja elegir.

No es difícil ponerse en el lugar de Tereza Batista, a quien conocemos con trece años y  abandonamos otros tantos más tarde. Sus desventuras nos sobrecogen, su fuerza y resistencia nos fuerzan a admirarla. No pienso relatar aquí esas vivencias, que son las de las mujeres en general, sobre todo las de clases no favorecidas en nada, básicamente lo que tiene que pasar la gente de segunda para que los de primera vivan como príncipes. A Tereza la vendieron con trece años los familiares que la cuidaban porque era huérfana y bonita, una conducta que no puede sorprendernos porque está ocurriendo en todo el mundo, y cada día más. Pero la novela comienza in media res, con ella bailando en un cabaret y defendiendo a quien está peor aún. Antes y después de eso le ocurren muchas cosas, unas muy malas y otras no tan buenas como ella creía, pero por comparación con lo anterior debió pensar que vivía en un paraíso. El tono del relato va variando. Es cierto que la mayor parte del tiempo todo gira en torno a su figura. Hasta ese último capítulo, tan lleno de sabor local, de ambiente festivo, heroísmo, lucha contra la injusticia y, sobre todo, repleto de magia, de dioses engendrados en la tierra, de personalidades místicas y hasta de milagros producidos a la vista de todos. En este punto, sin dejar de centrarse en Tereza, el argumento ha adquirido un tono mucho más coral y una dimensión cercana a la épica. Queda por saber (y sabremos) si en algún momento llegó a ser libre.

Se preguntarán quién es ella, por qué es interesante su vida. He visto –y durante muchas páginas lo he creído un fallo– que la protagonista reúne muchas cualidades, demasiadas para tratarse de una obra realista.  Es guapísima, trabajadora, honrada, valiente, inteligente, simpática, educada, con una personalidad a prueba de bombas, solidaria etc. Esto no parece muy verosímil. Pero es que la novela no es realista en absoluto, lo puede parecer al principio, y desde luego pinta una realidad crudísima que no tiene nada de fantástico, pero según vamos avanzando encontramos elementos de otra índole. En primer lugar, el personaje ya no vive, aquello sucedió años ha, y desde entonces se ha ido fabricando un mito a la medida de las necesidades de la gente. Esta elemento mítico aparece también de forma expresa: en cancioncillas o rimas, en los títulos de las secciones, en sobrenombres que Tereza ha ido recibiendo con el tiempo, en el triunfo de su sola persona contra la epidemia más mortífera del siglo y, más directamente, en esos capítulos en cursiva donde alguien  que está investigando (¿el autor?) hace preguntas a algún testigo, no de primera mano, claro, sino receptáculo de versiones recogidas aquí y allá. Mítica es la identificación explícita de Tereza con el pueblo brasileño y mítico es también, sin duda, ese final que, por supuesto, no pienso adelantarles.

Otras obras de Jorge Amado: Capitanes de la arena,

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