domingo, 12 de junio de 2011

Stefan Zweig: Tiempo y mundo


Idioma original: alemán
Título original (de la recopilación en inglés): Impressions and tests. 1904-1940
Año de publicación: 1º edición en España: 1957
Valoración: Muy recomendable



Hay muchas razones para admirar a Stefan Zweig: su prosa, sus sinceros argumentos, la sensibilidad que transpira, su humanismo, la vigencia de las cuestiones que plantea… Pero a mí lo que realmente me atrae de sus ensayos (con la ficción ocurre algo distinto) es que, como si fueran una máquina del tiempo, me trasladan de repente a otra época. Nadie más consigue este efecto: la mayoría de los libros logran que imagine otros ambientes, pero con Zweig pateo las calles, me cuelo en las casas, leo la prensa, habló con la gente de comienzos del siglo pasado y me siento uno de ellos. ¿Me entendéis?

Este volumen, publicado por primera vez hace más de cincuenta años, no fue concebido de forma unitaria. Es una recopilación de conferencias, anotaciones y escritos sueltos del autor producidos durante casi cuatro décadas y está dividido en tres partes: la dedicada a semblanzas de personajes, la que describe lugares que visitó y aquella en la que se recogen reflexiones personales, principalmente sobre el curso de la historia.

Y como no quiero que me acuséis de que eso de que viajo en el tiempo me lo estoy inventando, intentaré dar una idea algo más objetiva de este libro. Mientras lo leía me preguntaba en qué nos parecemos y qué cosas han cambiado desde entonces. En definitiva, ¿la historia cambia? ¿la historia se repite?

Puede que se repita: “Continuamente le llegaba de fuera a este ámbito cultural nueva sangre extraña y asimismo se mezclaba… eslavos, magiares e italianos, polacos y judíos afluían al ámbito creciente de la ciudad. Con esta continua mezcla los orígenes perdían sus aristas, todo se tornaba aquí más suave, complaciente, conciliador, diferente y amable, esto es, austríaco.”

O puede que cambie según la premonitoria lógica de Zweig: ”… la idea de los Estados Unidos de Europa se presenta como una exigencia política y en cierto modo superpolítica. El postulado de que todos los países de este continente tengan que unirse en una unidad económica y espiritual, en un organismo único, (…) no cabe ya discusión acerca de la realidad irrecusable de que Europa tiene que ser, por fin, una.”

Pero él mismo nos saca de dudas: “La historia nunca se repite. Se limita a jugar alguna vez con las analogías, pero dispone de una riqueza tan enorme de materiales, que va extrayendo continuamente nuevas situaciones de su inagotable arsenal”.


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