viernes, 31 de agosto de 2018

Théophile Gautier: Muertas enamoradas

Idioma original: Francés
Títulos originales: La cafetière (1831) / Omphale, historie rococo (1834) / La morte amourese (1836) / Le pied de momie (1840) / Arria Marcella (1852)
Traductora: Marta Giné
Año de publicación: Los relatos se publicaron entre el 1831 y el 1852. La recopilación de Lumen, el 1999. 
Valoración: Recomendable 

Muertas enamoradas es una recopilación de relatos fantásticos salidos de la pluma del mismísimo Théophile Gautier. En otras palabras: Muertas enamoradas es el resultado de una faceta poco conocida, la de cuentista, de un personaje omnipresente en todos los manuales de literatura francesa debido a su aportación poética y novelística. Muertas enamoradas es, también, un estupendo trabajo de Lumen. El único reproche que se le podría poner a la editorial es el no haber incluido otro relato afín del autor (casi podríamos decir que novela corta), "Spirite", en este volumen. Ah, sí, casi me olvido: Muertas enamoradas es uno de mis amores de la adolescencia. Probablemente mi libro favorito de mi biblioteca favorita.

Los seis relatos que componen esta antología son correctos. Uno no debe exigirles unos personajes con un grado de disección psicológica elevado, ni siquiera una trama compleja. De hecho, las historias que nos brindan son sencillas, y aunque bastante originales, leerlas de corrido las vuelve algo repetitivas. Básicamente, todas ellas son un eco distorsionado de la misma sinopsis con ligeras variaciones. Un joven se enamora de una muerta o de un objeto que fantásticamente se transforma en una muerta. Pasan cosas raras. Su amor es imposible. Fin. Así pues, sería un error buscar en estos textos cualidades atribuidas a los clásicos de Gautier. Innegablemente, son obras menores dentro de la producción del autor. Pero están bien escritos, y su trasfondo no carece de interés, ya que en ellos se aborda 1) la capacidad del amor para trascender al tiempo, 2) la persistencia de la belleza, y 3) la intrínseca relación de ésta con la decrepitud (esta última mezcla de conceptos puede parecer extraña, pero fascinaba a la generación de los escritores románticos, cuya gestación vivió el propio Gautier; escritores capaces de apreciar tanto la sublimación estética de lo hermoso como de lo morboso).

Quizás el relato de Muertas enamoradas que menos me convence es el último de todos, titulado “Arria Marcella”. En él, la pasión de Gautier por la civilización egipcia se desborda (contrariamente a su comedida presencia en “El pie de la momia”). Huelga decir que la insistencia del escritor por abrumarnos con sus conocimientos históricos dilata innecesariamente el texto. Y es que en “Arria Marcella” asistimos, impotentes, a un despliegue de descripciones, ricas en detalles, que nada aportan a la narración.

Para ir acabando, no voy a negar que estos relatos han envejecido, pero tampoco creo que eso les pase la factura que a otro tipo de obras de la misma época. Su osadía decadente, pagana y erótica, entonces provocadora, ahora es de lo más inofensiva, vale. Pero su estilo, aunque quizás algo recargado y amanerado por momentos, no es que se atragante al paladar contemporáneo. Su idealizada descripción del amor, un amor instantáneo, a primera vista y entre dos desconocidos (uno de los cuales está muerto, no olvidemos ese pequeño detalle), se antoja más entrañablemente ingenuo que insultantemente inverosímil. Y las situaciones que en ellos se narran, de pesadez simbólica y onírica, pueden ya no ser tan inéditas como antaño, pero no por eso dejan de sorprender agradablemente.  

En resumen, que haya sido algo crítico con la obra no significa que me disguste. De hecho, la relectura de la misma ha sido tan placentera como siempre; Muertas enamoradas es un viejo amor, y como deja bien claro el libro, el amor trasciende al tiempo, a la Historia, al olvido y a la muerte. Así pues, aunque las gafas de la nostalgia no empañan mi veredicto, debo reconocer que, quizás, sí que lo hacen con el cariño que profeso a este libro. ¿Y acaso importa eso? Igual que las muertas de Gautier no están muertas mientras son amadas, como recalca Arria, tampoco lo está la literatura. Es por ello que me alegra saber que mi lealtad eterna está colaborando a la resurrección de esta obra. Esperemos que el técnico responsable de la colección de la biblioteca no intente romper nuestro romance desechando esta joya del fondo de la institución...


También de Théophile  Gautier en ULAD: Avatar

jueves, 30 de agosto de 2018

Nathaniel Hawthorne: La letra escarlata

Idioma original: inglés
Título original: The Scarlet Letter
Año de publicación: 1850
Valoración: está bien

La calidad narrativa de Hawthorne es evidente, y ya vimos muestras de ello en «El holocausto de la tierra». Así, con una prosa perfectamente mesurada, el autor teje la historia de frases perfectamente equilibradas, en ritmo y en nivel literario. Y la puesta en escena, situándonos ya de entrada en un conflicto social, para atrapar al lector desde el primer instante, es un logro inmenso, pues sus primeras páginas son realmente potentes.

Así, el autor va directo al grano, y nos ubica en una plaza de pueblo, donde gran multitud de gente de aglutina para ver a Hester Prynne encima de una tarima, expuesta a los ojos de todos quienes la miran con recelo, con repugnancia, con asco y furia, y le espera un público escarmiento, por su conducta inapropiada. Hay quien la colgaría de una horca, y pocos la perdonarían. Estamos a principios del siglo XVII, y la religión manda y rige las leyes, dándole un poder indiscutible y, a ojos de Dios, muchas conductas son reprobables si las juzga y valora únicamente la parte interesada.

De esta manera, el arranque de la novela es impecable, trepidante, de ritmo elevado y clímax inicial envidiable. No hay lugar para el descanso, pues el autor, con su estilo directo y dirigiéndose al lector en algunas ocasiones, sabe mantener el interés, especialmente en sus tramos iniciales y finales, destacando la figura de la hija, que aporta incluso más interés que la propia protagonista. Los personajes estan perfectamente definidos y la trama argumental se sostiene por ellos más que por la propia historia, en ocasiones algo inverosímil en su desarrollo.

Así, y sin explicar más sobre el argumento, pues no sería apropiado ni propio de mí, sí debo decir que el libro es irregular, pues a pesar de que el autor sabe conducir la historia hasta un final de alto nivel, es cierto que en su tramo intermedio decae abruptamente (teniendo en cuenta el gran inicio del que partimos). Además, y más allá de que decaiga la intensidad en el tramo central, auguro que es un libro que no soporta bien el paso del tiempo, pues cuesta entrar de golpe en una sociedad tan marcada por la religión y de mentalidad tan cerrada y arcaica, y debo reconocer que en varios momentos del libro se hace difícil conectar con la historia.

En cualquier caso, se trata de una interesante lectura en la que el autor nos habla de la culpa y la pena, de las apariencias y los secretos para salvaguardarlas, de la dificultad en mantener el silencio cuando todos gritan la culpabilidad alrededor tuyo. Y la (doble) moral de la época, tan clara y brillante a ojos de la gente, tan oscura y confusa a ojos de uno mismo. El libro plantea profundos dilemas éticos, especialmente teniendo en cuenta la sociedad del momento en el que se publicó, pues hablamos de mediados del siglo XIX. Y es por ello que, a pesar de los altibajos narrativos, el libro ofrece una entretenida lectura que retrata perfectamente la rigidez de la sociedad de la época y su íntimo vínculo con una religión que la ata y rige su comportamiento hasta límites difíciles de creer hoy en día.

También de Nathaniel Hawthorne en ULAD: El holocausto de la tierra, Wakefield y La mujer de Wakefield

miércoles, 29 de agosto de 2018

Wisława Szymborska: Correo literario

Idioma original: polaco
Título original: Poczta lieracka, czyli jak zostać (lub nie zostać) pisarzem
Año de publicación: entre 1969 y 1981 en el semanario Vida literaria
Traducción: Abel Murcia y Katarzyna Mołoniewicz
Valoración: más que recomendable (sobre todo para poetas primerizos y cuentistas dubitativos)

¡Hay que ver cómo se las gastaba doña Wisława, a pesar de este aspecto de amable señora que se ve en la cubierta del libro (en las fotos suyas de más joven ya se le ve ese aspecto amable y bondadoso, hay que señalar): disparaba con una puntería digna de admiración! Tiraba, eso sí, a veces con bala lobera, pero las más con cartucho de sal gorda, de esos que escuecen horrores en el trasero (eso dicen) pero no causan heridas de consideración. Porque este libro, he de aclarar, está compuesto por un un fuego graneado contra la ilusión, a lo largo de 236 respuestas, una ducha helada ininterrumpida sobre decenas de aspirantes a escritores -casi todos, poetas en ciernes- que enviaron sus escritos a la publicación  de Cracovia-Katowice Vida literaria con la esperanza de ver reconocido su talento y fueron contestados por Szymborska y su compañero Wladzimierz Maciąg -aunque en este libro se recogen sólo las respuestas de la premio Nobel-, de forma intachablemente educada, pero también con una absoluta inclemencia por su parte.

Para disfrute, por suerte, de sus lectores posteriores, que podemos refocilarnos con la ironía, la falsa ingenuidad y las indirectas -o las muy directas- que Szymborska desplegaba ante los incautos que se atrevían a enviar sus poemitas o cuentos a esta publicación literaria y que ella juzgaba insuficientes, inadecuados o impresentables. Claro, que también había gente que le echaba un morro digno de mejor causa y enviaba poemas muy conocidos o capítulos de novelas famosas, alterando, como mucho, los nombres de los personajes, a ver si colaba (de todo tiene que haber en la viña del Señor...). El libro también incluye, por cierto, algunos comentarios sobre obras de autores/as más conocidos (es de suponer) para el lector/a actual no polaco.

La ironía, ya digo -rara vez cae en el sarcasmo más crudo, aunque también-, es la nota dominante de todas estas respuestas del Correo literario, pero no sólo. Porque el  título del libro se completa con un Cómo llegar a ser (o no llegar a ser) escritor; en efecto entre crítica y desengaño, entre arponazo y jarro de agua fría, es más que posible espigar un montón de buenos consejos sobre literatura para aquellos aspirantes a escritores lo suficientemente espabilados (o lo suficientemente humildes) para recoger y aprovechar tales consejos. Consejos muy inteligentes sobre cómo encontrar el tono adecuado, utilizar el lenguaje apropiado a ese tono, buscar los temas que el escritor en ciernes pueda dominar, huyendo de los excesos grandilocuentes, pero también de la ramplonería y aún la mediocridad. Aprender a tener una mirada sobre lo cotidiano que les descubra lo extraordinario que se encuentra a su alrededor, todo aquello que sea susceptible de  convertirse en literatura (de la buena, se entiende?. Vamos, más o menos lo que se puede aprender también leyendo la poesía de la propia Szymborska, sólo que contado con no poca gracia  y mucha, mucha humanidad. Aliñada con zumo de limón, de acuerdo, que le da un punto ácido, pero aún más refrescante...

Por último, he decir que me encantaría poder dedicar un comentario a cada una de las respuestas que da Szymborska, pero es imposible. Así pues, me limitaré a dejar una breve muestra de las mismas, para que vayáis abriendo boca:

"Marek de Varsovia: Tenemos un principio. Todos los poemas sobre la primavera quedan descalificados automáticamente. Es un tema que ha dejado de existir en la poesía. En la vida sigue existiendo, claro. Pero son dos cosas distintas".

"P. G. Kr., Varsovia: Es fundamental cambiar de bolígrafo. El que usted usa comete muchas faltas. Seguro que es extranjero."

" Welur, Chelm: "Dígame si mi prosa revela talento." Sí, revela. Pero por suerte para usted todavía sin consecuencias penales".



Otros títulos de doña Wisława reseñados en Un Libro Al Día: Dos puntosAquíHasta aquí

martes, 28 de agosto de 2018

Eduardo Halfon: Saturno

Idioma original: Español
Año de publicación: 2003 (en Guatemala, junto a "Pan y cerveza") - 2017 en España (y en solitario)
Valoración: Muy recomendable

Al grano. Este libro en una pequeña joya, por dentro y por fuera. Punto. Si hay que decirlo, se dice. Pero vayamos por partes.

El exterior. Libro pequeñito, de apenas 16,5 * 11,5 cm, con preciosa encuadernación en cartulina negra con impresión en oro y papel ahuesado de alto gramaje, es decir, nada de papel de fumar. Un único pero: la fajita (manía personal del que suscribe: quitar  todas o casi todas). Pese a este pequeño detalle, esta edición de Jekyll & Jyll es una maravilla.

El interior. “Saturno” es un librito de solo 68 páginas cuyo título hace alusión al mito según el cual al dios Saturno le fue concedido reinar con la única condición de no criar hijos, lo que provocó que fuese devorando a los pobres churumbeles que iba teniendo. Esta figura de padre devorador es la que pone el libro en movimiento.

Y es que “Saturno” es la dolorosa carta de un hijo a un padre castrador, lejano y ausente (en lo afectivo, no en lo económico), a un padre que ignora o se burla de los anhelos literarios de su hijo. Es una carta que funciona como un llamado de socorro, un exorcismo, una confesión y un ajuste de cuentas al mismo tiempo, una carta en la que lo particular y lo general se acaban fundiendo.

Por un lado tenemos la experiencia personal del autor, su tumultuosa relación con la figura paterna y la escritura y la creación literaria como válvulas de escape. Quisiera destacar, sobre todo, el dolor que desprende esta parte del libro ("Porque materialmente, padre, no me faltó nada. Pero nunca pudo usted entender que más que dinero yo necesitaba un padre).

El dolor también está muy presente en la vertiente más "general" de "Saturno", esa en la que, partiendo de esa relación del autor con su padre, se recuerdan la más que variadas relaciones de una serie de famosos escritores suicidas (o famosos suicidas que también escribían) con sus padres. La lista es extensa y bastan algunos nombres (Virginia Woolf, Sylvia Plath, Yukio Mishima, Cesare Pavese (maravilloso epígrafe, por cierto), Hemingway, etc) para imaginar que esta parte hará las delicias de bibliófilos y mitómanos. Pero más allá de la enumeración de nombres y datos conocidos por todos, me quedo con el tratamiento, lleno de delicadeza y belleza, que les otorga Halfon.

El todo: Decía anteriormente que lo general y particular se funden en "Saturno", pero también lo personal y lo literario se entrelazan en una narración de difícil clasificación en cuanto a género ("nouvelle" quizá?), pero muy recomendable en cualquier caso. Y es que se trata de un libro precioso, doloroso y bello a partes iguales, cuyo único pero es su brevedad (Eduardo Halfon: ¡no nos puedes dejar así, con solo 68 páginas, hombre!).

También de Eduardo Halfon en ULAD: Biblioteca bizarraDueloSignor HoffmannMonasterio

lunes, 27 de agosto de 2018

Mercedes Abad: La niña gorda

Idioma original: castellano
Año de publicación: 2014
Valoración: Está bien



Mercedes Abad suele escribir relato y la editorial Páginas de Espuma está especializada en libros de relato. Pero cuando un conjunto de relatos comparte protagonista, temática, conflicto y una clara relación causa-efecto, ¿eso no es una novela? La única salvedad es que cada uno de los relatos podría leerse de manera independiente. Pero no voy a entrar en una disertación solo apta para mentes más sabias y eruditas, solo me siento obligada a deciros que no tengo nada claro que La niña gorda no pueda considerarse una novela. VER ACTUALIZACIÓN

Resumen resumido: Susana Mur tiene trece años y va con su madre camino del endocrino para poner solución a un grave —según su progenitora– problema de sobrepeso. Conoceremos a Susana a través de algunas vivencias anteriores a ese momento y la seguiremos después en situaciones puntuales de su adolescencia y vida adulta. El conflicto de Susana con el mundo y consigo misma la acompañará en todos esos momentos adoptando en cada caso la forma pertinente. 

Pero «explicar la vida de Susana» no es el objetivo de esta obra ni vamos a presenciar el ya manoseado proceso de conversión de patito feo a cisne, lo que es muy de agradecer por otra parte. Y es que Mercedes Abad es una autora muy hábil y juguetona que utiliza en este caso el hecho de «explicar la vida de Susana» como excusa para abordar otras cuestiones, ¿qué cuestiones?, en mi opinión, los conflictos del paso de la niñez a la vida adulta, que no deja de ser un tema universal, pero visto bajo la óptica particular de una niña/mujer en continuo conflicto con su cuerpo. Hay que aclarar que esta historia no va de trastornos alimenticios si no de algo mucho más sutil, complejo y generalizado —y por ello, más difícil de detectar—, y ahí se encuentra, desde mi punto de vista, una de las grandes apuestas de La niña gorda. La otra gran apuesta es el estilo; una prosa trabajadísima, mimada al máximo, que esgrime un lenguaje vivaz de frases largas y elocuentes: 
«Le fastidiaría mucho pensar que su madre la llevó al endocrino contagiada por alguna amiga, aunque llamar amistad a las relaciones cultivadas por su madre en el mercado, la tienda de ultramarinos, el Salón del Reino de los Testigos de Jehová o la puerta del colegio, cuando los iba a buscar a ella y a sus hermanos, suponga conferir un honor inmerecido a aquellos roces efímeros y triviales, ajenos al verdadero afecto tal y como lo entiende la hija» 
La ironía impregna toda la narración a pesar de que el tono evoluciona de lo luminoso de la etapa infantil e ingenua a lo escéptico/amargo más propio de la vida adulta, y la voz cambia en función de la fase vital de Susana en la que nos encontremos: 
  • Los primeros cuatro relatos se centran en la infancia y tienen ese tono que decía más ingenuo y luminoso. Susanita es inocente pero muy observadora y tiene plena conciencia de poseer un físico que no se adapta al canon estético. El personaje cae bien y genera empatía y uno quisiera que fuera siempre así pero, como ya sabemos, los niños crecen. 
  • El quinto relato «Las hermanas Bruch» es bastante particular por su extensión —podría ser el germen de una novela independiente del resto— y porque funciona como punto de inflexión en la pérdida de esa inocencia infantil de Susana que nos ha seducido anteriormente. 
  • Del sexto al octavo, entramos de lleno en la adolescencia de Susana y la adorable Susanita desaparece ya por completo. En su lugar, una adolescente que se enfrenta como puede a la antesala de la vida adulta con sus descubrimientos y desengaños, aventuras más o menos mundanas y, sobretodo, el lastre de una auto percepción marcada por su físico: 
«Sí percibí, en éxtasis, (…) las manos recorriendo con cierta avidez mi cuerpo. ¡Mi cuerpo! Una parte de mí seguía sin creerse nada, aunque la mayor parte de mí estaba totalmente entregada y habría hecho una detrás de otra todas las cosas que Cors me hubiera pedido. Quizá por eso tienen las gordas —y las ex gordas— fama de chicas fáciles: el deseo ajeno nos pilla siempre tan desprevenidas que accedemos a todo» 
  • Los dos últimos capítulos se centran en la vida adulta. El último, en concreto, aporta un momento climático que trata de dar un cierre al conjunto de relatos/capítulos/whatever
A veces, uno es capaz de valorar el acierto de la temática de una obra, su buena factura, su estilo y, sin embargo, ser incapaz de disfrutarla a ese nivel, de entrar realmente al juego que propone. Creo que en mi caso, la Susanita de los primeros capítulos me gustó tanto que imaginaba para ella otra deriva (no sé cuál) y la evolución que finalmente sigue me decepcionó. También he dicho anteriormente que una de las grandes apuestas del libro es el conflicto con el cuerpo desde una óptica compleja y, o bien es tan compleja que se me escapa o la concatenación de acontecimientos que se relatan son más casuales de lo que deberían —¿o quizá le estoy pidiendo a un conjunto de relatos lo que se le pide a una novela?—. Y de ahí que califique esta obra con un discreto Está bien.

Lo que no me despierta dudas es el acierto del título; nada mejor que algo corto, directo y con enjundia, y La niña gorda pone en marcha los engranajes de hasta el más empanado. También me ha gustado mucho la portada, tan arriesgada, esos colores saturados y contrastados, y ese aire grotesco. Porque una niña que está gorda es algo feo, malo y grotesco. Sí, así están las cosas.

ACTUALIZACIÓN: (para aprender no hay nada como reconocer la propia ignorancia y afortunadamente contamos con la fiel guarda de algunos ex colaboradores de ULAD que velan por la integridad del blog y echan un cabo cuando es necesario). Así que enigma resuelto: La niña gorda, que como he dicho se encuentra a caballo entre la novela y el conjunto de relatos pertenece al todavía poco reconocido género del ciclo cuentístico. No obstante, el efecto de superposición y contribución a un todo que se le presupone y que sí me funcionaba en esta otra obra, sigo sin acabar de verlo en La niña gorda que, por otra parte, cuenta con otras virtudes que ya he expuesto.

domingo, 26 de agosto de 2018

Robert Graves: Adiós a todo eso


Idioma original: Inglés
Título original: Goodbye to all that
Año de publicación: 1929
Traducción: Sergio Pitol
Valoración: Está muy bien

Ahora que se cumplen cien años del final de la I Guerra Mundial, o de su interrupción momentánea hasta 1939, la memoria que Robert Graves nos dejó de aquel tiempo en Adiós a todo eso sigue manteniendo intacta una tremenda carga de conmoción y de aturdimiento. Graves había llegado a este mundo en la Inglaterra de 1895 en el seno de una familia con pedigrí aristocrático e intelectual y, en consecuencia, ostentosa de una serie de privilegios, como el acceso sin restricciones a los libros deseados, la posibilidad de mantener discretas relaciones amorosas con colegas del mismo sexo o poder enrolarse en el Ejército como oficial, lo que de por si condiciona una perspectiva muy singular de los demás y de las situaciones que le tocó afrontar.

Así, los años de formación y adolescencia transcurrieron en elitistas internados donde se aprende a mirar el mundo con dotes de mando desde el corazón de un, por aquel entonces, belicoso y confiado Imperio. Años en los que se forjó la necesidad de la poesía, de dejar florecer una personalidad propia no coincidente con la mayoría, en un proceso frágil, a veces muy doloroso, para descubrir y afirmar una sensibilidad a su medida y que incluyó tanto episodios de acoso como el aprendizaje del boxeo como forma de defensa y autoafirmación. Cuando en 1914 estalló la guerra, Robert Graves se enroló en el Regimiento de Fusileros Galeses con el que fue destinado a las trincheras del norte de Francia donde la contienda se atascó durante años con un tremendo coste de vidas.

A recoger esta experiencia se dedican muchas de las páginas de Adiós a todo eso, y en algunos pasajes se hace algo farragoso el detalle de las normas castrenses, de las disposiciones tácticas, del menudeo bélico. Pero Robert Graves es un narrador capaz de transmitir el ambiente de sacrificio, camaradería, desesperación y atrocidad con buen pulso, gracias a su sentido del humor y a la ironía con las que impregna sus recuerdos lo que permite que su lectura no quede atascada, atrapada por lo terrible de la situación.
  
Evidentemente, Robert Graves salvó el pellejo en aquella tremenda carnicería humana y pudo contarlo; fue herido en 1916 durante la batalla del Somme y evacuado y ya no volvió a pisar el frente, aunque no dejó de pensar y razonar como un militar pese a que a esas alturas ya se había producido una nueva percepción de la situación: “Ya no veíamos la guerra como un conflicto entre dos potencias comerciales rivales: su continuación nos parecía sólo el sacrificio de una joven generación de idealistas en aras de la estupidez y miedo egoísta de los mayores”. Si bien el autor se muestra disconforme con la lógica de la política oficial y su inaceptable coste humano tampoco llega a cuestionarse el status quo y busca su acomodo en la nueva situación; se casa, tiene cuatro hijos, procura el confort académico, la complicidad con otros poetas y escritores, intenta negocios desastrosos, marcha con la familia a el Cairo donde imparte clases…

Sin embargo… Algo no encaja, no funciona. A finales de los años 20 emprende la escritura de Adiós a todo eso donde ajusta cuentas consigo mismo y rompe con su familia, con su entorno, con su país. En 1929, la también poeta y escritora Gertrude Stein le habla de Mallorca; “un paraíso, si puedes soportarlo”. Y Robert Graves se instala en Deià, desde donde hace las últimas correcciones de Adiós a todo eso y encuentra su lugar donde crear, gozar y vivir. Pero esta, esta ya es otra historia.

Otras reseñas de Robert Graves en Un libro al día

sábado, 25 de agosto de 2018

Roberto Bolaño: Sepulcros de vaqueros


Idioma original: español
Año de publicación: 2017
Valoración: reconocible

Puede, no dispongo tiempo para mirarlo ahora, que dijera que no iba a reseñar más libros de Bolaño para este blog. O puede que lo dijera acerca de los sucesivos hallazgos que surgen de las revisiones exhaustivas de los archivos que dejó tras su desaparición, de la que se han cumplido recientemente tres lustros. Insisto, ando con cierta premura en lo de leer mucho y redactar mis reseñas antes de que los recuerdos del libro (los más recientes, los otros nunca puede decirse) se desvanezcan y sus rastros se empañen o se oscurezcan con alguno de los siguientes. Bien, si dije eso, puede que os engañara o puede que yo mismo me engañara respecto a cierta manía (supongo que compartida con algunos reseñistas, no descarto que alguno escriba también en este blog) de transcribir a frases más o menos ordenadas y justificadas  todo aquello que una lectura nos sugiere.
Lógicamente las sucesivas publicaciones de más y más de estas obras necesitan, cada vez más y cada vez con más justificación pues siempre han parecido ir a ser las últimas, de la explicación de su puesta en circulación. En este caso es su viuda, Carolina López, quien se encarga de prologar Sepulcros de vaqueros con un oportuno detalle sobre los textos, su ubicación, la especulación sobre las fechas en que se escribieron y, ya puestos, una cierta justificación del hecho por el que se recopilan y se integran en un volumen.
Claro, no van a decir que se trata de sacar  todo lo que se pueda de las ubres de la vaca.
No me malentendáis. Para el incondicional de Bolaño estos textos continúan teniendo un valor y no solo el consistente en compararlos con mucha de la narrativa actual (incluyendo el creciente ejército de inspirados/imitadores). La cosa aquella tan en boga de la masa madre rige también aquí. Las historias relacionadas con la desbandada en Chile tras el golpe de Allende pesan tanto como en el resto de su obra, que si podría quedar definida con unas pocas palabras sería la obra de un escritor profundamente anti-fascista. Las aventuras mexicanas, los intentos de huir del país, el caos entre todos aquellos que imaginan (y no se equivocan) que el nuevo poder va a ajustarles las cuentas, todo ese imaginario existe en estos textos que no son (como se ha dicho por ahí) borradores sino textos acabados a los que se intenta aportar integridad como obra. Y el torrente imaginativo del chileno se muestra aquí, sea en apuntes de los personajes que protagonizarán futuras obras maestras (Belano, Ramírez Hoffmann), sea en esas historias paralelas. Para el no iniciado está claro que la calidad de la escritura no puede dejar indiferente. Aunque haya más de una década entre los textos para nada se adivina un desnivel: Bolaño en 1990 o 1992 ya era un jodido maestro.
Otra cosa, pero eso ya son cosas de las ediciones póstumas, de las intrigas palaciegas derivadas de la “explotación” del legado, es que esta sea una obra que Bolaño hubiera configurado o aprobada para publicarla tal como se hace. Es imposible saberlo, pero yo diría tajantemente que no. Si ni siquiera 2666 tenía que publicarse como se hizo, imaginad este collage. A pesar de todo, y aunque la literatura actual tampoco sea un páramo, si uno se emplea a fondo en rebuscar, a mí me gustan más algunos de estos textos que, por ejemplo, Monsieur Pain. Lo cual me reafirma en cierta idea: no están los tiempos para rechazar según qué cosas, y las gotas del genio, aunque parezca a que cada nuevo texto vayan a ser más escasas, continúan presentes.

viernes, 24 de agosto de 2018

Anjel Lertxundi: Este muro de hielo


Idioma original: euskera
Título original: Horma
Traducción: Jorge Giménez Bech
Año de publicación: 2018
Valoración: Entre recomendable y Está bien


No sé si lo he comentado alguna vez, en mi opinión hay una corriente dentro de la narrativa vasca de las últimas décadas que parece intentar alejarse lo más posible de la huella más visible de la Historia reciente, es decir, la política y la violencia. Se diría que hay un esfuerzo por poner tierra de por medio con heridas aún abiertas, a la vez que los autores intentan esquivar tópicos y localismos. De esta forma se sumergen en una especie de intimismo, ofreciendo textos con poca o ninguna acción, un desarrollo brumoso, personajes tiernos o débiles, y la mirada dirigida hacia la introspección, la melancolía, la memoria o la enfermedad. Lo han adivinado: por ahí va también Anjel Lertxundi en Este muro de hielo.

Recordando un tanto a Un tranvía en SP, de Unai Elorriaga, la narración gira en torno a una mujer con alzhéimer, lo cual ya me pone un poquito en guardia, temiendo el estereotipo desgarrado/lacrimógeno; pero pronto nos damos cuenta de que el camino no es exactamente el esperado. Efectivamente, el autor se acerca a lo insólito de una enfermedad que convierte a los seres queridos en extraños a base de comerse inexorablemente la memoria, vaciándola por completo como el desván familiar que Fidel, el hijo (aunque luego matizo un poco esto), ordena dejar expedito arramplando por igual con lo importante y lo banal. Con algunas imágenes realmente estremecedoras (el regalo de un pintalabios, por encima de cualquier otra), en torno a la madre enferma se va levantando poco a poco ese muro de hielo al que se refiere el título en castellano, una barrera que permite ver a través pero impide por completo la comunicación.

La comunicación es justamente el terreno que explora Lertxundi en varias direcciones a partir de la enfermedad de la madre. Por una parte, la aniquilación de la memoria supone eliminar la conexión por la que esclarecer episodios oscuros de la infancia, aunque en este punto creo que Lertxundi no encuentra el camino para construir la subtrama potente que podía haber llegado a ser. De otro lado, en relación a su pareja, Marta, con quien las cosas parecen torcerse simultáneamente a la desgracia familiar. Una dolencia como esta genera desconcierto, desesperación, la única perspectiva es el empeoramiento, y la convivencia se resiente en la misma medida en que los esfuerzos se multiplican. Las relaciones personales de quienes están alrededor se acaban corroyendo, y todo ello es terreno abonado para que broten antiguas desavenencias o desencuentros cuya existencia quizá ni se podía imaginar. Así es como Marta y Fidel empiezan a ver grietas por las que emergen divergencias sobre las aspiraciones profesionales de Fidel.

Aquí aparece una nueva capa, ya dentro del terreno de lo metaliterario. Como Fidel es traductor –figura tan frecuente entre personajes de novela-, Lertxundi se adentra en ese complejo mundo para plantearse qué parte hay de creatividad en esa profesión. Es otro punto de vista en esa mirada hacia la comunicación y sus posibles interferencias: de la pericia del traductor depende que sea un puente entre el autor y el lector, igualando los códigos de ambos, o se convierta en un obstáculo. Pero pone también sobre la mesa Lertxundi hasta dónde el traductor es un mero instrumento técnico para trasladar las ideas de un código a otro, o en su trabajo está también creando algo nuevo. Marta plantea a Fidel la cuestión por la vía de los hechos, y la respuesta puede encontrarse tal vez en la propia novela, aunque tampoco queda del todo claro.

Un elemento bastante sorprendente del libro es el juego de voces. Todo está narrado en primera persona, dirigiéndose, como si se tratase de una larguísima carta, a la madre enferma. Pero hay dos narradores: uno es el hijo, y el otro es Fidel, su doble, es decir, ‘una voz dividida en dos de manera aleatoria’, como se dice literalmente. Es como si de un único personaje brotase de tanto en tanto otro, alternándose en la tarea de hablar a la madre, que actúa como sumidero de ideas que de inmediato se pierden en la nada. Este desdoblamiento me parece interesante, aunque por desgracia creo que Lertxundi no se atrevió a manejarlo de forma más vigorosa. Puede que con la intención de no desdibujar los objetivos principales de la novela, pero el caso es que los dos papeles resultan indistinguibles y el mecanismo termina por resultar algo irrelevante.

Como espero que se haya deducido de mis comentarios, la novela me parece impecable en lo que atañe a su núcleo (la terrible enfermedad de la madre), y llena de buenas ideas en su periferia (las distintas perspectivas sobre la comunicación y su ausencia, la duplicidad de narradores que son uno mismo). Pero en este segundo campo me temo que Lertxundi no termina de apurar ni de lejos las posibilidades de lo que plantea, lo cual, sin desmerecer el conjunto, es una verdadera lástima.

También de Anjel Lertxundi en ULAD: Felicidad perfectaVidas y otras dudas

jueves, 23 de agosto de 2018

Karl Marx: El Capital - el manga

Idioma original: japonés
Título original: Manga de dokuha, Das Kapital / Sequel to Das Kapital
Año de publicación: 2008
Traducción: Jesús Espí
Valoración: entre recomendable y está bien


¿Qué tal, jóvenes lectores de Un Libro al Día? ¿Arde en vuestro pecho el fuego revolucionario pero vuestro bagaje ideológico no pasa de un par de temas de Los Chikos del Maiz y lo que pone en vuestra camiseta con la efigie del Che Guevara? ¿Estáis hartos de sentiros marginados en vuestra pandilla de amigos mientras ellos se enzarzan en interminables diatribas sobre las disquisiciones gramscianas acerca del materialismo histórico? ¿Sois más de derechas que ir a un concierto de Taburete peinados como el padre del cantante, pero también os gusta una chica de clase que es un poco perroflauta, qué se le va a hacer? Tranquilos, que para convertiros en unos rojetes, aunque sea de pega, no tenéis por qué tragaros las obras completas de Karl Marx. De hecho, ni siquiera el propio Marx se las leyó, sino que le dejó ese trabajo al bueno de Engels, que era su pagafanta... digo, su colaborador. Y ahora, ni siquiera eso: gracias a la incansable industria japonesa del manga y a la colección la otra h de la editorial Herder, vosotros también podréis presumir de conocer al dedillo El Capital, obra fundamental del pensamiento económico y político y tal vez la más importante del marxismo (acordaos que es con -x , chavales,  no con -s... que no tiene nada que ver con Bruno).

Como suelen hacer los mangas de esta colección, al menos los que adaptan libros teóricos y no novelas, se echa mano de una historia para ejemplificar lo que se pretender transmitir al lector. En este caso, nos encontramos en una ciudad de algún lugar de Europa, a principios del siglo XX. Robin es un joven que fabrica quesos con su padre en una granja, que luego vende, con gran aceptación por parte de sus clientes, en el mercado de la ciudad. Pero la aspiración de Robin es hacerse rico y por eso acepta los consejos y la inversión de Daniel (amigo de la chica que le gusta a Robin). Junto a éste, monta una pequeña fábrica de quesos y va siguiendo sus instrucciones para hacerla cada vez más rentable... Básicamente, la idea de exprimir todo lo posible a sus trabajadores, empleando métodos coercitivos, si es necesario, para incrementar la productividad y de esta forma aumentar la plusvalía que se consigue de aquéllos. Aún así, y a pesar de su ambición, Robin no deja de tener dudas y remordimientos de conciencia sobre su actuación, lo que concita toda una serie de explicaciones por parte de Daniel acerca del funcionamiento del sistema capitalista (Daniel es bastante capullo, pero sincero).

Gracias a ellos podemos aprender el significado de muchos conceptos económicos -y no sólo marxistas-, como valor de uso, valor de cambio, fuerza de trabajo, capital constante, capital variable, plusvalía extraordinaria, reproducción en escala ampliada, tasa de beneficio... y otros conceptos igual de amenos para el común de los mortales. También nos ilustra, claro está, sobre las injusticias y desigualdades que puede generar el sistema capitalista. Y más aún: en la segunda parte del libro -la que correspondería a los volúmenes editados y publicados por Engels tras la muerte de Marx, es el propio Federico el que nos hace de guía y nos advierte también las contradicciones y peligros del capitalismo -burbujas económicas, recesiones, crisis... vamos, ciencia ficción, como quien dice-, además de una didáctica explicación sobre el sistema monetario y financiero. Hay incluso una aparición estelar al final del manga y una última viñeta realmente epatante. Para quedarse ojiplático, vaya...

Dicho esto, y entrando en el asunto de la valoración del libro: en mi opinión, cumple a la perfección el objetivo que se le supone, de acercar y difundir a los jóvenes (y no tan jóvenes) de forma atractiva esta obra clásica de la política y la economía... que, para qué vamos a engañarnos, a priori no resulta la obra más amena que se nos puede ocurrir. Así pues, el primer párrafo de esta reseña, aunque en tono de broma, no va tan desencaminado. Cierto es que alguno de los conceptos que se explican aquí puede ser discutible o ahaber quedado desfasado (por ejemplo, no sé si, en plena proceso de robotización, como estamos, puede aún afirmarse que el beneficio que supone el valor añadido de las mercancías surge sólo a partir de la fuerza de trabajo y no  de la mecanización del proceso de producción), pero recordemos que El capital original fue escrito hace 150 años, nada menos. Y a quien tenga alguna objección de tipo ideológico, recordarle que en esta misma colección puede encontrar también la versión manga de La riqueza de las naciones, de Adam Smith, que para gustos se hicieron los colores.  Otra cosa es que este reseñista tenga ganas de repetir la experiencia; aunque, bueno, ya veremos...              



Otros títulos de Marx y Engels reseñados en Un Libro Al Día: escritos diversos

miércoles, 22 de agosto de 2018

Yevguenia Yarovslávskaia-Markón: Insumisa

Idioma original: ruso
Título original: Моя автобиография
Año de publicación: 2018
Valoración: Recomendable



Por una vez y sin que sirva de precedente, olvidémonos de la literatura. Esto es historia, y la más relevante a mi entender, la que nos acerca a gente corriente que ha adquirido cierta (y triste) notoriedad por haber dejado una humilde huella en lo que conocemos como Historia con mayúsculas. Se trata de un puzle reconstruido después de muchos años, a partir de retazos diversos (y dispersos), y gracias al esfuerzo de unas cuantas personas, que nos presenta la vida real, sin artificios, de una mujer singular que se empeñó en cambiar el futuro de un país o morir en el intento.
El volumen titulado Insumisa contiene un conjunto de documentos –editados por primera vez en castellano– de diversa procedencia, centrados en las andanzas, personalidad, ideas y padecimientos de un personaje único que, al margen de consideraciones éticas, hubiese merecido otra relevancia. Entre otros, contiene la confesión manuscrita de Yevguenia, las conclusiones que se extrajeron de ella, el testimonio de un testigo presencial y las indagaciones, muy posteriores, de una funcionaria de San Petersburgo. Estas últimas pretenden poner un poco de orden y sentido en un conglomerado de datos tan desorganizado como lleno de lagunas. Se agradecen también las notas a pie de página, imprescindibles para acercarnos al contexto.
Tanto su vida como sus ideas chocarán al lector actual, pero hay que situarse en los años veinte del siglo pasado y en un país tan agitado y cambiante como la Rusia del momento para entender lo que nos está contando Yevguenia. Se ve claramente que ella era un verso suelto, y probablemente lo hubiese sido en cualquier época, pero su manera de disentir respondía a unas circunstancias y una mentalidad muy alejadas de las nuestras. La Autobiografía alterna circunstancias de su vida con ese ideario peculiar que guió gran parte de sus actos. Consideraba que cualquier hombre es inocente, incluidos ladrones y asesinos, pues el único culpable es el poder; en su idea romántica de la marginación coincidía con los anarquistas de entonces. Desde muy joven quiso alejarse de la “apacible saciedad de la casa paterna”, se esforzó por pertenecer a la chusma, aprendió a robar, vivió a salto de mata, pasó hambre, se puso en peligro, practicó, incluso, las artes adivinatorias, por lo que dice, con bastante éxito. El relato recuerda por momentos a la picaresca más ingenua de nuestro Siglo de Oro y, si no fuera porque intuimos el amargo final que espera al personaje, a veces no podríamos evitar una sonrisa.
Se echa en falta mayor concreción, pero las circunstancias no se lo permitían. “… esta autobiografía no es para vosotros, investigadores. (Si pensara que nadie más la necesitase, ¡nunca me habría puesto a escribirla!). Simplemente quería dejar plasmada mi vida sobre el papel, y el papel no puedo conseguirlo en ningún otro sitio que no sea la División de Información e Investigación del campo”. Con esto queda claro quién estaba detrás de estas memorias. De ahí que en las cien páginas escasas que ocupan apenas mencione a su familia, no facilite ningún dato de nadie y pase velozmente por los hechos. Solo es concreta en dos aspectos: su ideario personal y las infracciones que cometió, de las que aporta todos los detalles: tiempo, lugar y circunstancias. Aunque resulta difícil de definir, se le podría considerar una agitadora política: escribía artículos en prensa y daba conferencias junto a su marido, siempre defendiendo una revolución muy alejada de la bolchevique que había llegado al poder. Se sirvió incluso de sus supuestas dotes de vidente cuando cayó en la cuenta de que sus predicciones podían contener mensajes políticos: “Añadiré que me entusiasmaba el cinismo picante de mi situación; ¡una antigua conferenciante antirreligiosa en el papel de echadora de la buenaventura!”. Aunque, como ella ya sabía, de adivina tenía poco: en la transcripción del interrogatorio llevado a cabo en enero de 1931 leemos: “Yo, desde luego, no dudaría en aceptar el apoyo de una intervención extranjera, pero la considero innecesaria, pues el “gobierno soviético” está tan podrido que no tardará en derrumbarse”. Le impidieron quedarse a comprobarlo pues, como estas palabras confirman, fue un ser valiente hasta la temeridad y profundamente idealista.
Como gran parte de lo que concierne a Yarovslávskaia son especulaciones con mayor o menor fundamento –incluso lo que ella misma confiesa en lo que denomina Autobiografía está lógicamente sesgado por el carácter peculiar de sus destinatarios– me aventuro a apuntar mi propia teoría. Puede que, de no haber estado casada con un disidente tan popular y combativo como el poeta Yaroslavski, y a pesar de todas sus incursiones, liderazgos delicuenciales etc., no hubiese acabado como acabó. Quizá, por el mero hecho de ser mujer, pocos se hubiesen interesado por su figura, habría pasado desapercibida, o casi, sus correrías se hubiesen considerado inofensivas travesuras y, después de algún corto periodo de cárcel, se la hubiese dejado en paz. Por otra parte –y ya que he empezado sigo especulando–  quizá en la autobiografía haya cargado las tintas un poco. Teniendo en cuenta que poco antes, y en un intervalo muy corto, se había intentado suicidar tres veces –tanto por las insoportables condiciones de su prisión como por la reciente ejecución de su marido– no sería de extrañar que, con toda la intención, hubiese dado a sus verdugos argumentos suficientes para acabar con su vida sin dudarlo.

Traducción: Marta Rebón

martes, 21 de agosto de 2018

Ngũgĩ wa Thiong’o: Descolonizar la mente

Idioma original: inglés
Título original:  Decolonising the Mind
Traducción: Marta Sofía López Rodríguez (castellano), Blanca Busquets (catalán)
Año de publicación: 1986
Valoración: muy recomendable

Poco se puede decir ya a estas alturas que no se sepa de Thiong'o, y menos aún después de las reseñas publicadas en ULAD sobre sus ensayos críticos con el sistema. Que Thiong'o es una de las voces más destacadas de la literatura africana es indudable, y hablando de literatura, hablamos de la lengua, del idioma y, en este caso, de su uso con fines políticos. Porque de eso trata el magnífico libro que nos ocupa.

Con la lengua como centro neurálgico en torno al cual gira la obra, el autor nos habla en esta novela de la importancia de la lengua en la sociedad, como herramienta de cohesión. La importancia de usar la lengua propia no únicamente en el seno familiar y en el trabajo sino también con las autoridades y estamentos oficiales. Así el autor, basándose en su propia experiencia, nos narra el primer impacto que tuvo cuando de pequeño fue a la escuela, una escuela colonial, y en la que, por tanto, la lengua de su educación ya no era la lengua de su cultura. La lengua de la colonización, el inglés, debía ser preferente e imponerse por encima de la lengua de la comunidad (kikuiu o kikuyu), a menos de que uno quisiera ser sancionado o incluso castigado físicamente, pues la escuela implantaba un sistema donde eran los propios alumnos los que denunciaban a sus compañeros, estableciendo un sistema de caza de brujas. Por contra, el uso del inglés era premiado, subvencionado. El acceso a la universidad era en inglés y era obligatorio obtener un notable en la lengua inglesa para pasar, indiferentemente del resultado o las notas del resto de materias. Así, utilizando la lengua, los apartaban cada vez más de ellos mismos, de su mundo.

El autor nos habla así sobre cómo el colonialismo vinculó el progreso, la cultura y el liderazgo a la lengua colonizadora, relegando el idioma autóctono al idioma de la clase trabajadora, de los pobres, de los pequeños pueblos. Pero fueron los propios campesinos quien mantuvieron la lengua, pues creían compatible el inglés como idioma de ámbito continental con la lengua materna para su uso diario. Por contra la burguesía se arrimaba al lado colonizador, buscando los intereses económicos.

Extendiendo la lengua a otros ámbitos de la sociedad, el autor nos habla también de la importancia del teatro, un espacio de representatividad cultural de la sociedad. Por ello, importaba el idioma en el que se realizaban las obras pues pasar del idioma inglés al africano aproximaba más el teatro a la vida de las gentes, identificándose con la obra y con su propia cultura y vida. El autor también nos habla de la represión que sufrieron en el sector teatral por parte de los colonialistas, como respuesta presumible al auge e importancia que estaba adquiriendo el teatro, no como diversión, sino como campo de denuncia. Ello le valió al autor no poder regresar a su país, pues corría el riesgo de ser arrestado y aprisionado sin juicio.

Y como en toda ideología hay detrás una carga política, y viceversa, el autor va más allá de la imposición de la lengua para cargar las tintas sobre la imposición del sistema económico. Así, el autor denuncia el capitalismo, el imperialismo que, a base de ocupar y confiscar tierras, imponiendo su tecnología y su capacidad de producción, despliega su motor económico negando a los pueblos a hacerlo por sí mismo y destrozando la naturaleza y el entorno con el que convivían hasta el momento, alterando el orden lógico en el que sus vidas estaban integradas en él. El imperialismo, que causó un gran desarraigo y desplazamiento de poblaciones enteras, rompiendo familias, que también fue causa de aparición de enfermedades sobre las personas y animales, enfermedades que llegaron con los colonizadores. Y como en toda expansión económica, el aumento de la diferencia entre clases sociales y el auge del racismo, con la riqueza concentrada en unos pocos, especialmente blancos. De esta manera el imperialismo incidía en la pobreza y el subdesarrollo en la población; y con el desarrollo llegó la imprenta, pero mientras los libros en inglés se publicaban sin problemas los libros en lenguas africanas sufrían censura, el imperialismo controlaba el contenido. Todo lo publicado era porque era favorable a los intereses del imperialismo, y las imprentas controladas por el poder y los misioneros. De esta manera, la población sólo podía leer aquello que comulgaba con las ideas del imperio colonizador. Los misioneros también colaboraron con la implantación del catolicismo, arrinconando las creencias ancestrales. Así se consigue desconectar a la población de su lengua, y por extensión de su cultura y su pasado.

Por todo ello, por el sistema implantado en la sociedad durante gran parte de su vida, el autor reconoce la dificultad en volver a escribir y publicar un libro en lengua africana pues la colonización ha acostumbrado a los lectores, no únicamente a leer en una lengua no nativa como el inglés, sino también al contenido, estructura, ambientación y tipo de literatura, muy diferente a la propia en África. Es por ello que el autor reivindica la necesidad de devolver la lengua africana al primer plano de la literatura, porque con ello se crearía una sinergia entre las diferentes lenguas de África devolviendo la cultura originaria de los pueblos.

El mensaje que transmite el autor en este gran libro es claro y evidente: hay que reconectar la literatura con las tradiciones orales. Hay que reconectar los pueblos a su lengua, hay que volver a enlazar la cultura con sus gentes. En definitiva, hay que volver a conectar la lengua con la historia, antes que la utilicen para modificar también el pasado de los pueblos.

PD: Aunque el libro se encuentra traducido al castellano, he preferido esta portada de la edición en catalán. La encuentro particularmente bonita.

También de Thiong'o en ULAD: Desplazar el centro. La lucha por las libertades culturales, No llores, pequeño, Sueños en tiempos de guerraEl río que nos separaLuchar con el diablo

lunes, 20 de agosto de 2018

Algernon Blackwood: Un estruendo sobre las frondas

Idioma original: Inglés
Títulos originales: The Wendigo / The man whom the trees loved  
Traductor: Óscar Mariscal 
Años de publicación: 1910 / 1912
Valoración: Recomendable

Ah, Blackwood; uno de los grandes, sin duda. De quien, por alguna razón, en España apenas hay nada traducido. Para más inri, los pocos textos rescatados de tan prolífico autor son siempre los mismos: sobre todo, aquéllos vinculados con Lovecraft. Como "El Wendigo", por ejemplo, quizás la historia de Blackwood más conocida, editada por estos lares sin ton ni son en diversos formatos. ¡Queremos más variedad, hombre!

En este sentido, variedad no es lo que nos ofrece, precisamente, Un estruendo sobre las frondas. O bueno, no del todo. Este 2018, Hermida Editores ha publicado una antología que aúna dos de las mejores narraciones de Blackwood: la ya mencionada "El Wendigo" y "El bienamado de los árboles". Ninguna de ellas es inédita en nuestro idioma. Pero hay que reconocer que la editorial que tradujo de diez a Hellraiser vuelve a las andadas con otro trabajo impecable en ese apartado (el de la traducción, se entiende). Encima, esta vez, en Hermida Editores se superan con respecto a la ilustración de la cubierta, todavía más increíble que la que le dieron a la novela de Barker. Vamos, que si no has leído a Blackwood todavía, aprovecha esta agradecida oportunidad para hacerlo. Y oye, que si eres un completista, tampoco te hagas de rogar. Puede que estos textos estén ya algo manidos editorialmente hablando, pero créeme cuando te digo que puedes estar frente a la mejor versión en español de los mismos.    

Ambas historias son, por cierto, relatos de terror sobrenatural bastante extensos. Ambas historias están muy bien escritas. Ambas historias comparten una conseguida atmósfera inquietante. Ambas historias traen a la palestra uno de los temas predilectos de su autor, el de la naturaleza como algo hostil hacia el ser humano. Y, llegados a este punto, dejad que me extienda sobre esto de la naturaleza. En ambas narraciones, ésta es atávica, indómita, un enemigo contra el que el hombre tiene las de perder. En "El Wendigo", cuatro cazadores que se zambullen en un bosque profundo e inexplorado acabarán por toparse con una criatura que es la "personificación de la llamada de la Selva." Por otro lado, en "El bienamado de los árboles", un matrimonio de ancianos se verá asediado por las fuerzas que palpitan en el bosque que circunda su hogar. El primer relato es un clásico indiscutible del género, que además nos presenta a una de las criaturas que Augusth Derleth incluiría en el panteón de dioses lovecraftianos. Recomendable con creces, en especial para sibaritas del terror o amantes de Los Mitos de Cthulhu. Por otro lado, "El bienamado de los árboles" también es genial. Me recuerda a dos joyitas weird de temática similar recientemente leídas: "La coronación de las plantas", de Diego S. Lombardi, y "El hombre que esperaba a las flores", de  Jirky Svenson. De modo que dejad que insista una vez más: leed a Blackwood.



domingo, 19 de agosto de 2018

Alba de Céspedes; El cuaderno prohibido


Idioma original: Italiano
Título original: Quaderno proibito
Año de publicación: 1952
Traducción: Pepa Linares. En catalán: Josep Miracle.
Valoración: Muy recomendable



Domingo por la mañana, Valeria sale temprano a la calle mientras su marido y los hijos demoran perezosos el momento de levantarse. Roma. Otoño, año 1950. Valeria compra un ramo de caléndulas y entra en el estanco para que Riccardo encuentre cuando despierte una cajetilla de sus cigarrillos en la mesita. Mientras guarda cola, repara en una pila de cuadernos y al llegar su turno le pide uno al estanquero, que se niega, pues ese día de la semana sólo le está permitido vender cigarrillos; los domingos –le dice- un guarda se apuesta en la puerta para comprobar que apenas despache tabaco. Valeria insiste, ahora el impulso es necesidad. Finalmente, el estanquero cede, le da un cuaderno y le pide que lo oculte entre su abrigo. Ya es un cuaderno prohibido.

El cuaderno es negro y lustroso, como una sanguijuela. Y desde el primer día genera en Valeria adicción y rechazo. En su primera entrada se instala la duda, el pánico; a descubrirse, a ser descubierta. A plantearse si tras 22 años de matrimonio, de abnegada entrega a marido e hijos, se debe conformar con su existencia y con el rol que desempeña o si no es más que una olla a presión repleta de sentimientos, emociones y afanes pugnando por ocupar un lugar, su lugar. No es que Valeria carezca de una habitación donde refugiarse, carece incluso de un cajón donde resguardar de los demás su cuaderno.

Sincerarse, a solas, a través de las hojas que va rellenando con la escritura supone una deslealtad con el marido. Es un empeño secreto y solitario, y como tal un engaño, un fraude a su papel de esposa y madre, esclava de la familia y de la casa. Una sumisión que Valeria asume como su fuerza, la aureola de su martirio, la aceptación mansa de un destino que no se cuestiona. Aunque la madre perfecta es también capaz de aplicar a los suyos una mirada tan acerada como la que se lanza a si misma, al ser, como es, consciente de que el hecho de que le reconozcan su entrega, su cansancio, les exime de toda responsabilidad. Valeria es la primera en creerse la obligación del sometimiento, de imponerse el apremio de no salirse ni un milímetro de lo que se espera de las buenas y decentes madres.

El tono que la narradora imprime a su diario no es del lamento ni el ajuste de cuentas, ni siquiera la duda. Es el de la constatación, objetiva y razonada, lúcida y perspicaz, y esa textura le da a la narración forma y ritmo, dotándola de originalidad y atractivo. La protagonista no se plantea su situación como un pesar, como un problema, como un despropósito contra el que actuar, si no que asume sus circunstancias como naturales y nos transmite lo nefasto y ruin de la situación a través de la actitud y el comportamiento de los personajes masculinos –Michele, el marido, y Riccardo, el hijo mayor- y la opción de rebelarse mediante la figura de la hija menor, Mirella. Una manera de contar, a mi entender, que hace de la narración un certero e inesperado artefacto explosivo.

En el relato de su evolución en los seis meses que dura la escritura del diario, asistimos a su periplo; cómo se siente atraída por su jefe, cómo se presenta el deseo y cómo se envuelve en el juego mecánico de la seducción… Al fin y al cabo, se nos excusa, no hay sentimiento que pueda resistir un análisis continuo y despiadado ni persona reflejada en el espejo de todos y cada uno de sus actos que pueda sentirse satisfecha de si misma… “He intentado volverme vieja y puede que sólo haya conseguido volverme mala”, escribe la protagonista.

El cuaderno prohibido fue publicado por entregas entre diciembre de 1950 y junio de 1951 en la revista italiana La Settimana Incom Illustrata. Su autora, Alba de Céspedes (Roma, 1911 – París, 1997), de ascendencia cubana, fue entre los años 40 y 60 del siglo pasado traducida al castellano y publicada con frecuencia en España (y me imagino al censor de turno desatado, en trance), aunque después su rastro se perdió por el desinterés del público y la industria, tal como parece suceder también en su Italia natal. Y es una pena, parcialmente subsanada con el rescate, nueva traducción y edición de esta novela sustentada en el cuaderno negro que, según Alba de Céspedes, todas las mujeres esconden.

sábado, 18 de agosto de 2018

Ana Paula Maia: De ganados y de hombres

Idioma original: Portugués
Título original: De gados e homens
Traducción: Cristian de Nápoli
Año de publicación: 2015
Valoración: Bastante recomendable

“De ganados y de hombres” es un libro breve pero intenso. En sus escasas 120 páginas hay sangre, violencia y muerte. La acción se sitúa en un matadero y su protagonista principal es Edgar Wilson, quien trabaja como aturdidor en el mismo. Es decir, que Edgar Wilson es quien aturde a las vacas (mazazo en la cocorota mediante) para que los pobres bovinos no sufran en el siguiente paso de la cadena. Eso sí, antes de arrearles el mazazo las mira, las acaricia y sufre por ellas, hasta el punto de que uno no llega a tener claro si estamos ante un sádico, un tarado o un ser extremadamente compasivo.

Lo que sí que queda claro es que Edgar, al igual que los animales que pasan por el matadero, es únicamente un paso más en la “cadena de montaje”. Edgar, además, es perfectamente consciente de su trabajo y de su función en el proceso, pero no por eso deja de realizarlo. Es, en el fondo, el reflejo de lo que no queremos ver.

Esa es una de las posibles lecturas del libro: la del matadero como metáfora del mundo. Es el matadero un mundo (microcosmos queda más guay, no?) cerrado y opresivo, un mundo plagado de una violencia institucionalizada e interiorizada que la sociedad aparentemente rechaza y califica como nociva “per se”, pero que no deja de utilizar en su propio beneficio. Es el matadero un lugar lleno de polvo, sangre, sudor y vísceras, un lugar que acaba corrompiendo no solo a hombres y animales, sino también al entorno que lo rodea.

Para revestir esta interpretación del libro, Ana Paula Maia teje una pequeña intriga en la que el núcleo central son las extrañas pautas de comportamiento que comienzan a adoptar los animales, hasta punto de mostrar actitudes humanas. Esta intriga da pie a otra de las posibles interpretaciones de la novela, muy ligada a la anterior: la de la animalización de los humanos y la humanización de los animales. Toda la brutalidad, toda la violencia acaba influyendo, ¡cómo no!, en los que la ejercen y en los que la sufren y nos deja una serie de potentes imágenes que nos harán pensar muy mucho el comer según qué cosas.

Ya podéis imaginar que este “De ganados y de hombres” (inevitable pensar en el “De ratones y hombres” de Steinbeck) es un libro duro. Los personajes son llevados a situaciones límites en una exploración acerca de los límites de las grandezas y miserias de la condición humana, todo ello a través de una escritura tremendamente sobria, sin florituras, adornos ni moralina barata, cosa que es sumamente de agradecer.

En resumen, todo un descubrimiento de una autora de apenas 40 años de la que ya estoy esperando encontrar algo por ahí. A ver si hay suerte!   

También de Ana Paula Maia en ULAD: De cada quinientos un hombre

viernes, 17 de agosto de 2018

Colaboración. Daphne du Maurier: Mi prima Rachel

Idioma original: inglés
Título original: My Cousin Rachel
Traducción: Concha Cardeñoso
Año de publicación: 2017
Valoración: Muy recomendable

Un joven misógino y misántropo, perteneciente a la aristocracia rural de un Cornualles con airesvictorianos, recibe en su mansión a la viuda de su tío, bajo la sospecha de que la dama, prima lejana de la familia aunque de madre italiana —esa peligrosa sangre latina…— está detrás de la extraña muerte del tío en Florencia. Sin embargo, las sospechas se disipan a medida que el joven, trasunto físico y emocional del tío, se enamora fatalmente de la viuda Rachel. Con estos mimbres, no es de extrañar que los argumentos de Daphne du Maurier (Londres, 1907 – Fowey  [Cornwall], 1989), fascinaran a Alfred Hitchcock, quien llevó al cine sus novelas Rebecay La posada de Jamaica, y basó su celebérrimo film Los pájaros en un relato de la autora.

Mi prima Rachel (publicada en 1951) también ha sido llevada al cine recientemente por Roger Michell (2017), con la actriz Rachel Weisz en el papel de su homónima en la ficción. Ataviada de negro por el luto, en perturbadora combinación con sus oscuros ojos, la señora Ashley es descrita por el narrador, el joven heredero Philip Ashley. Mediante este recurso de perspectiva, Maurier nos escamotea el mundo interior de una dama que se perfila plagado de claroscuros y matices. Rachel simboliza ese “eterno femenino” inescrutable y peligroso —la femme fatale que tan bien documentó Erika Bornay—, elaborado durante siglos por hombres temerosos ante el poder de la mujer. Así pues, esta es la historia de un tío y un sobrino vencidos por su incapacidad para aceptar la personalidad libre y mudable de la prima Rachel. No en balde, la lucha de los sexos y sus dificultades de comunicación reposan en elfondo de esta sugerente historia.

La exposición de los hechos en primera persona se plantea como una analepsis, un flashback a modo de confesión para descargar la conciencia de Philip, torturado desde las primeras líneas por la imposibilidad de saber si su prima era o no era culpable…En los primeros compases, el narrador relata un episodio que vivió siendo un niño huérfano acogido por su rico y solitario tío Ambrose: la visión del cadáver de un campesino ahorcado por matar a su esposa en un arrebato de ira y celos. Esta siniestra estampa da pie a una trama perfectamente urdida para mantener en vilo al lector, quien tan pronto confía en eljoven y se convence de la pérfida maldad de la viuda italiana —cuyo enigmático perfil se compara con el de una moneda de la antigüedad romana, en paralelismo con su interés por la herencia del difunto—, como se pone del lado de la pobre dama, agobiada por un muchacho ególatra, mimado e intolerante. 

La autora traza con elegancia y fineza la psicología de los personajes, una de las grandes bazas de la obra. Esto se percibe en el retrato del protagonista —desdoblado entre Ambrose y Philip, pues son la misma clase de hombre—: frío y desdeñoso frentea las pasiones humanasal comienzo y, más tarde, presa de unos celos enfermizos hasta el paroxismo mental y físico. En contraste se halla Rachel: una mujer madura dotada de grandes habilidades sociales y refinada inteligencia. La pluma de Daphne du Maurier, además, destaca por su facilidad para crear ambientes cargados de detallismo simbólico —ese caballo sudado y exhausto que maneja Philip; esos árboles exóticos que Rachel planta en las inmediaciones de la finca y cuyo fruto mata a los animales que lo devoran—.

La novela no puede soltarse —lo que, según para quien, es un mérito o un demérito (me encuentro entre los que opinan lo primero)—, aunque apetecería que avanzara más rápido en sus páginas centrales, cuando el tira y afloja se estanca. El corazón del relato, con la descripción del día a día en la mansión de Cornualles, busca un efecto ralentizador para llegar, increscendo, hasta el desenlace. Esto empuja a leer con prisa determinados fragmentos que resultan más lentos o reiterativos. En cualquier caso, el manejo de la intriga no exenta de tintes góticos —con guiños al Poe de la perversión y las casas unidas a sus inquilinos—, la misteriosa figura femenina que es Rachel para su primo —aunque un lector atento observe que es solo una mujer atractiva con mala suerte— y ese final abierto —¿quién es culpable aquí?, ¿quién, inocente?— convierten esta novela en una lectura ideal de verano.

También de Daphne du Maurier en ULAD: Bésame otra vez, forastero, Monte Verità




Firmado: Purificació Mascarell