lunes, 28 de febrero de 2022

Ilustres olvidados #1 La Ilíada, de Homero

Resulta que mañana, 1 de marzo, este blog cumple exactamente trece años. Muchos, eh? Muchas reseñas de muchos libros han pasado por aquí, desde luego. Pero somos gente seria, austera, infatigable, y no nos permitimos celebrar con festejos esta entrada en la adolescencia. Al contrario, nos mortificamos con lo que después de esas cuatro mil no sé cuantas reseñas todavía no está en ULAD, las ausencias inexplicables, los Ilustres olvidados.

Serán autores a los que injustamente nunca les dimos un hueco (a algunos ya los rescatamos hace algún tiempo pero faltan más), libros esenciales que pasamos por alto, vacíos todos que nos impiden conciliar el sueño. En unas cuantas entradas durante esta semana repararemos algunos de esos agujeros. Nos quedarán más, pero con el tiempo iremos a por ellos.


Idioma original: griego antiguo

Título original: Iliás (λιάς)

Traducción: Vicente López Soto

Año de publicación: siglo VIII a.C. o por ahí

Valoración: Bastante recomendable


Si hablamos de libros ilustres que todavía no habían llegado a ULAD, el bueno de Homero es un nombre que no puede faltar. En general no estamos haciendo mucho caso a los clásicos griegos (una pena, algo que iremos solucionando) pero dejar fuera al viejo poeta no tiene perdón. ¿Quién nos hubiera contado mejor las aventuras de Ulises (Odiseo) surcando el Mediterráneo acosado por todo tipo de monstruos? ¿Qué hubiera escrito Joyce sin esa inspiración? (bueno, seguro que hubiera encontrado otro filón vaya usted a saber dónde) ¿Dónde hubiéramos encontrado un mejor relato de la cólera de Aquiles y su (casi) irrevocable enfado con Agamenón? Pues bien, tomemos esto último para empezar a hablar de La Ilíada.

Por lo visto, no está claro cuánto tiene la guerra de Troya de realidad o de leyenda. El caso es que muchas fuentes anteriores a Homero mencionan cosas fragmentarias sobre este terrible conflicto, del que se dice que se prolongó durante diez años. Pero si usted espera que La Ilíada nos cuente su desarrollo y pormenores, incluidos el numerito del caballo y el del talón de Aquiles, lo tiene crudo. Lo que hace Homero a lo largo de sus quince mil y pico versos distribuidos en veinticuatro cantos es relatar una pequeña parte de esa guerra, a decir de los expertos una fase de unas cuantas semanas localizada en el último año de combates. Aun así, el libro nos informa de muchas cuestiones fundamentales en relación con los diferentes (y muy numerosos) protagonistas del choque.

Se dice que el origen de la guerra fue el rapto de la griega Helena (lo de rapto es algo bastante dudoso) por Paris, uno de los muchos hijos del rey de Troya. Por intercesión de los dioses (ya hablaremos luego de esto) el rey Agamenón reúne un ejército para recuperar a la bella Helena y de paso destruir a los odiados troyanos. La coalición es muy potente, pero le falta la pieza clave: el gran Aquiles, hijo del rey Peleo y la diosa Tetis, está enfurruñado con Agamenón porque le ha birlado a una esclava que Aquiles obtuvo de un saqueo, y por lo visto estimaba mucho. El héroe se desplaza con los demás a Troya pero se queda en su tienda rumiando su enfado, mientras los demás griegos se batían el cobre frente a las murallas de la ciudad. Las fuerzas troyanas las capitanea otro tipo de cuidado, el divino Héctor, cuya fuerza y valor hace que la balanza se incline poco a poco del lado de los sitiados, en principio menos poderosos.

Todo esto lo cuenta Homero en sus versos, afortunadamente trasmutados para nosotros en una prosa fluida y muy asequible, con algunas peculiaridades, parte de ellas compartidas con otros clásicos de la época y la región. Una muy señalada es la propensión a los largos parlamentos, muchos de ellos colocados en los momentos más inoportunos, ya saben, cuando uno de los combatientes va a acometer a su oponente, larga un discurso resonante, que puede ser reivindicativo, amenazante o protocolario, incluso teñido de un negro sarcasmo frente al oponente muerto, que también. La cosa recuerda, si se me permite la frivolidad, a esos animes japoneses donde, entre puñetazo y puñetazo, se intercalan peroratas y reflexiones eternas. Pero en el caso de Homero todo está al servicio de la épica de la lucha y la exaltación de los combatientes. Son tipos aguerridos, valerosos y casi sobrehumanos. Aunque también se nos dejan ver sus debilidades, lo que es un signo importante que distingue al autor. Todos los héroes dejan en algún momento al descubierto flaquezas propias de cualquier persona: el rebote, un poco infantil, de Aquiles, cierta tendencia al derrotismo y la huida cuando las cosas se ponen feas, dudas en momentos decisivos. Los caudillos de uno y otro lado, pese a su carácter titánico, no escapan a su naturaleza humana, aunque sea momentáneamente.

El autor se muestra equidistante entre ambos bandos, no está contando un hecho histórico que se preste a tomar posición, quiere relatar la inmensa epopeya de hombres que son casi dioses y que pelean, más que por una patria o por un objetivo determinado, por el honor de la victoria… y de paso por las posibles recompensas (riquezas, mujeres, esclavos). Solo en la última fase Homero parece escorarse del lado de los aqueos, seguramente porque la muerte de Patroclo por Héctor (el hecho determinante del desenlace) no le parece del todo honorable. Por lo demás, llama la atención alguna digresión que, aunque quizá no para el autor, tiene tintes cómicos, como una larga discusión sobre si es preferible desayunar o no justo antes de iniciar la batalla decisiva.

Se puede hablar sobre otros muchos aspectos. Quizá el más sobresaliente es el papel de los dioses en todo este desaguisado. Allá arriba, en el Olimpo, un buen puñado de dioses, encabezados por Zeus, dejan ver innumerables rencillas que les llevan a engañarse unos a otros, buscando cada uno su interés o sus deseos de venganza, porque se dirían más humanos que los que luchan a ras de tierra. Unos y otros (Atenea, Apolo, Poseidón y una larga nómina) maniobran buscando la victoria del bando que les conviene, sin dudar a la hora de mezclarse en la guerra disfrazados, asesorando o alentando a los soldados, o directamente atacando a quien se tercie. Así, la guerra viene a ser una especie de juego de rol, y los imponentes héroes meros peones movidos a discreción por las deidades.

Pero no me extiendo más. Puede que la lectura se nos haga algo larga, y sobre todo que nos cueste un poco asumir un ritmo y unas líneas argumentales que en algunos momentos resultan extrañas a la literatura bélica actual. Pero es también un libro que deja un poso importante, algo que se debe conocer. Un Imprescindible para el amante de la literatura, un Recomendable para aquellos a quienes simplemente les gusta leer.


Algunas versiones, o libros relacionados, sobre los que hemos hablado en ULADEl manga, El asedio de Troya

domingo, 27 de febrero de 2022

Eva Baltasar: Mamut

Idioma original: catalán
Título original: Mamut
Traducción: Nicole d'Amonville Alegría
Año de publicación: 2022
Valoración: entre está bien y recomendable

Parece cuestión de casualidad, pero últimamente están apareciendo libros donde sus protagonistas se trasladan de la ciudad al campo. Es posible que sea debido a que hayamos llegado a un momento en el que las ciudades nos expulsan económica pero también emocionalmente y nos devuelven a los entornos rurales, allí donde todo parece más genuino y veraz. Este tipo de migración física pero ligada también a un cambio interior que encontramos en esta última obra del tríptico de Baltasar, la encontramos (y disfrutamos) recientemente en la novela «Sola», de Carlota Gurt, obra con la cual guarda ciertos paralelismos por esa huida adelante, pero también por una narración muy visceral, orgánica, casi salvaje que acompaña el escenario físico en el que transcurren ambas novelas. Parece como, si de golpe, recobrara peso la narración desde la ruralidad para volver a unos orígenes de los que la ciudad, inmensa, grande, hostil y antipáticamente fría nos ha alejado.

La novela empieza cuando la protagonista, narradora en primera persona, nos recuerda el día en que cumplía veinticuatro años, el día previamente elegido en el que debía lograr quedarse embarazada. Así, organizando una fiesta de fecundación en la que quería ser madre soltera, pues tenía claro que no quería que «nunca ningún padre me reclamara la parte», intenta encontrar quién pueda participar en el acto para conseguir su propósito. Así, como ocurría ya con «Boulder», en este caso también encontramos una mujer joven, en apariencia solitaria y en la que la maternidad incide en su vida, aunque en este caso de manera algo diferente pues la decisión está basada concretamente en el acto de dar a luz que en la maternidad futura porque «no era el deseo de tener un hijo, lo que me había secuestrado, era el deseo de gestarlo, el de hacer pasar la vida cuerpo a través, el de crear».

Especialmente en el primer tramo del libro reconocemos a la autora que ya nos impactó con sus anteriores libros, por la potencia narrativa, por la claridad expositiva y por un estilo poético que llena el relato de frases como «era abril y la primavera reventaba los ventanales con una bocanada de vida en suspensión» o cómo, al narrar los trabajos precarios que tenía, la protagonista afirma que «dejaba los trabajos al cabo de poco de haberlos empezado, cuando ya me estaba acostumbrando a ellos, porque me aterraba la sensación de habituarme a la explotación» porque «vi claro que, en el mundo laboral legalizado, era una tomadura de pelo. Trabajando para otro entregaba lo más valioso que tenía (…): la dignidad». Por todo ello, tras algún intento de quedarse embarazada infructuoso, decide abandonar una vida que no le aporta nada e irse a vivir al campo, apartada de la civilización y de trabajos mal pagados. Así, con ello, la autora apunta a uno de los males de la sociedad y que lleva a su protagonista a abandonar la ciudad, rompiendo con el mundo en el que vivía para encontrarse ella misma y lograr un cambio de vida abrupto y drástico que da pie a un cambio de aires de la protagonista, pero también de estilo en la autora en la que no encaja de manera tan fluida.

A partir de ese cambio, constamos un evidente cambio de estilo; Baltasar deja de lado metáforas y los aires poéticos a los que nos tenía acostumbrados para escribir desde la ruralidad, desde un paisaje que se intuye infinito para los acostumbrados a las grandes ciudades, con la presencia constante y vigilante de los bosques que amenaza la protagonista por su desmesura y hostilidad y que constata afirmando que «a pesar de que el camino entre el albergue y el bosque discurre entre vegetación, es fácil saber cuando he llegado propiamente al bosque. Es cuando empiezo a notar que los árboles hablan de mí con un lenguaje que se me escapa», porque «el bosque tiene manos y me tapa los ojos. Hace que gire sobre mí misma hasta marearme. Me incita para que corra, me araña, me hace caer». Y la soledad, que hace mella en ella, viviendo en medio de la nada, en una «casa que es más grande por dentro que por fuera», pero que no la aparta de la idea de dar a luz a un bebé, una idea que no la abandona y provoca que esa necesidad imperiosa de gestar un bebé la cambie, la transforme en un ser muy animal, muy visceral, muy orgánico. Y, con ello, la historia se dirige hacia un estado donde la ruralidad la posee y la absorbe, donde lo terrenal plana sobre un relato que se centra y obsesiona en nuestros aspectos más primitivos y carnales, donde la vida y la muerte se encuentran de cara y se rehúyen para encontrarse de nuevo, donde la exploración de la vida parte la consciencia del dolor y del sufrimiento, y de la lejanía anímica hasta el punto de saberse otra persona. El relato gira y cambia, hasta el punto de no parecerse en nada al del principio del libro asemejándose de manera inexorable a un relato crudo y visceral, sin poesía ni adornos, pero que a la vez parece desconectado también a nivel argumentativo, como si el cambio que sufre la protagonista lo hubiera sufrido también la historia, como si fueran dos relatos casi inconexos.

Sin desvelar el avance de la trama ni su desenlace, sí cabe decir que la lectura ofrece sensaciones encontradas; su primer tramo es realmente bueno (aunque sin llegar al nivel de sus anteriores novelas), pues vemos a la autora que nos sorprendía por la belleza de sus metáforas, pero lamentablemente en la mayor parte del libro parece como si hubiera dejado de lado esas reflexiones y aires poéticos que nos impactaban para dejar que el impacto venga de la mano de las escenas, narradas de manera cruda y sin cortapisas. Es un giro estilístico arriesgado que puede sorprender a muchos y no siempre de manera grata, porque aquí la potencia viene de las escenas mientras las pequeñas pinceladas de poesía quedan diluidas y perdidas como el eco que uno busca en medio de la soledad; tampoco la extensión tan corta del libro ayuda a acompañar a la protagonista en una transición tan radical dificultando entrar en una narración sin una clara continuidad argumental que nos lleva a una historia que a menudo no se sabe dónde va ni dónde pretender llegar. Por todo ello, al lector, a pesar de los grandes momentos que ofrece la novela, le puede ocurrir como a la propia protagonista, que en ocasiones parece perdida y desconcertada ante un cambio en el que no se siente nunca cómoda ni en calma. 

También de Eva Baltasar en ULAD: Permafrost, BoulderOcaso y fascinación

sábado, 26 de febrero de 2022

Helen Weinzweig: Vestido negro y collar de perlas

Idioma original: Inglés
Título original: Basic black with pearls
Año de publicación: 1980
Traducción: Vanesa García Cazorla
Valoración: Bastante recomendable

Esta novela no es lo que parece. Empezando por una cubierta que recuerda a Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany's, "Vestido negro con collar de perlas" engaña. O tal vez no. En sus primeras páginas hallamos dos amantes, uno de ellos espía, códigos secretos, identidades falsas, disfraces, pistas, viajes en el espacio y en el tiempo... Todo ello para narrar, en apariencia, la historia de una relación extramatrimonial, la búsqueda permanente de algo más seguro.

Pero en uno de los viajes, Shirley Kaszenbowski va a parar a Toronto, ciudad en la que vivía con su marido y sus dos hijos y que está minada por los artefactos explosivos de la memoria. En su constante vagabundeo por la ciudad a la espera del encuentro con su amante (todo un arte eso de la espera), pasado y presente comenzarán a mezclarse en un permanente ida y vuelta que provocará un giro radical (o tal vez no tan radical, según se lea) en la novela ya que lo que parecía una búsqueda "exterior" se convierte en una búsqueda "interior" y lo que era una novela de "misterio" en el más amplio sentido de la palabra se convierte en la intimista novela de formación (y da igual que ella tenga ya más de 40 años, que parece que las novelas de formación tienen que ser de jovencitos) de su protagonista.

O quizá yo esté equivocado (es posible) porque Shirley no resulta una narradora fiable y algunas pistas que va dejando a lo largo del texto, narrado en primera persona, sugieren que algo puede no funcionar del todo bien.

Esta escasa fiabilidad de la narradora hace que la novela haya de ser leída con cierta atención, al tiempo que confiere al texto un carácter fragmentario y entrecortado, abierto a diferentes lecturas. Ahí radica una de las principales virtudes del texto: en esa multiplicidad de posibles lecturas tanto en forma como en fondo, favorecidas por la adopción por parte de la autora de una postura más "sugerente" que "explicativa". Además, la magnífica exploración del mundo interior de una mujer ya adulta con una vida perfectamente reconocible hace de este "Vestido negro y collar de perlas" una lectura más que recomendable. 

viernes, 25 de febrero de 2022

Fiódor M. Dostoievski: El doble

Idioma original: Ruso
Título original: Отечественные записки
Año de publicación: 1846
Traducción (al catalán): Xènia Dyakonova
Valoración: Recomendable (con matices)

Soy un admirador incondicional de la narrativa de Fiódor Dostoievski. Pese a ello, debo admitir que, aunque en El doble encontramos los elementos en los que el escritor ruso sobresalía, la novela me ha parecido algo lenta y reiterativa. Aun así, la recomiendo; cualquier cosa salida de la pluma de Dostoievski merece ser leída. Simplemente advierto que quizá sea uno de sus textos menores. 

La premisa de esta historia es simple: un funcionario llamado Iàkov Petróvitx Goliadkin descubre un día que tiene un doble que hará todo lo posible para destruirle. 

A mi juicio, las virtudes de esta ficción son las siguientes:

  • Las múltiples interpretaciones que suscita. ¿Existe realmente el doble del señor Goliadkin? ¿O acaso es un compañero de trabajo arribista que la mente perturbada nuestro héroe percibe como tal? 
  • Las críticas que hace a la jerarquía de la sociedad rusa de la época, a la maquinaria estatal y al trato que reciben los locos. 
  • La caracterización del protagonista. Sobre todo me gusta cómo se le describe físicamente, cómo se plasma su laberíntica manera de hablar y pensar, cómo se nos traslada su compleja psicología y cómo se desnudan sus contradicciones.

Por otro lado, le pondría algún reproche a El doble:

  • Su prosa, excesivamente verborreica y confusa, llega a cansar. Aunque debe ser deliberada, ya que los diálogos de Goliadkin, internos o no, se caracterizan por sus interminables circunloquios.
  • Su argumento se antoja reiterativo.
  • Se olvida durante gran parte de su extensión del amor que nuestro héroe siente por Klara Olsufievna.  

Pese a los defectillos antes mencionados, esta novela de Dostoievski es una delicia. Como dato curioso añadiré que Vladímir Nabókov, quien afirmaba que su compatriota decimonónico era un buen dramaturgo pero un pésimo narrador, la salvaba de su pira particular.


Otras obras de Fiódor Dostoievski en ULAD: Aquí

jueves, 24 de febrero de 2022

Marta Carnicero Hernanz: Coníferas

Idioma original: catalán

Título original: Coníferes

Traducción: Pablo Martín Sánchez

Año de publicación: 2020

Valoración: Entre recomendable y Está bien


Los hechos que cuenta Coníferas se desarrollan en las Walden, una especie de comunidad rural que excluye toda tecnología más allá del teléfono convencional, ya saben, aquel artefacto situado en un lugar céntrico de la casa con su cable rizado, y que ahora ocupará plaza en el trastero, a no ser que circule por algún mercadillo de antigüedades cutres. Allí, en las Walden, ha aterrizado un tal Joel, que tiene la suerte de que a la casa unifamiliar colindante llegue poco después Alina, una bella joven que toca el piano y de la que naturalmente se enamora  nada más verla.

Ante el déficit tecnológico existente, y aunque lo fácil hubiera sido tocar el timbre para saludar y presentarse como buen vecino, Joel monta una estratagema algo aparatosa para establecer contacto: envía cartas a su nombre con la dirección de su vecina. Todo parece marchar bien hasta que aparece una carta que él no había enviado. La relación entre Joel y Alina se desarrolla con el secreto de las cartas siempre en segundo plano, y se irá complicando con algunos pequeños detalles inquietantes. La aparente irrupción de un tercer individuo, los temores a precedentes familiares de trastornos cognitivos, o la existencia de ciertos chips instalados en el cerebro con el fin de archivar recuerdos, son elementos que se van incorporando al tronco de la relación amorosa, interactuando entre ellos hasta conformar una única trama.

En casos como el de esta novela, que podríamos calificar como de intriga, no es fácil comentar sin desentrañar demasiado el argumento y por tanto echar a perder la lectura a quien estuviera interesado, así que procuraré seguir con mucho tiento. La narración está muy bien llevada, con cierto aire cinematográfico, dosificando la información y con la agilidad que le confiere la distribución en pequeños apartados de no más de tres o cuatro páginas. Joel es siempre quien conduce el relato en primera persona, aunque su tono es más bien poco emocional, y solo se ve cargado de subjetividad en la confesión que hace a un extraño mientras se mantienen atrapados en un ascensor, y que interrumpe de tanto en tanto el hilo principal para ofrecer otra vertiente del relato.

Como se puede ir intuyendo, el libro se construye con un buen número de elementos, lógicamente relacionados aunque más o menos heterogéneos. Pero tal vez son demasiados, lo que en mi opinión es un tic de bisoñez o de inconsistencia. Estamos ante una historia de pareja más o menos típica, pero también en un escenario peculiar (esa colectividad singular que decía al principio) que quizá nos quiere decir algo; y tenemos ingredientes distópicos (el tema de los chips cerebrales), a su vez mezclados con problemática de demencias o trastornos de la memoria; inmersiones en el campo de los recuerdos, presencia del inquietante personaje del doppelganger, elementos de la novela de misterio. Vienen a la memoria hasta algunos ecos de Desafío total, ya saben, con ese enredo de recuerdos borrados y trasplantados, y no cuento más.

Muchas cosas, inicialmente bien imbricadas pero que van tomando protagonismo a ramalazos, como si la autora no supiese bien qué camino tomar y se tirase a uno u otro lado según le vaya llevando la inspiración. Con lo cual la novela se lee con agrado, nos va interesando a ratos, pero no terminamos de saber para qué tantos ingredientes. Todo se va enredando de una forma que se antoja caprichosa, como para atar hilos a toda costa, pretendiendo aumentar la tensión y dejando cabos irremediablemente sueltos, quizá por haber querido meter demasiadas elaboraciones en el mismo plato.

Pero ya digo que es un libro que apetece seguir leyendo, que está escrito con pulcritud y cierta soltura, y plantea cosas interesantes aunque no termine de insertarlas en un relato sólido. Con todo, quizá pesa en exceso la sensación de estar viendo un telefilm, una película bastante bien montada, que aspira a ser algo serio que induzca a la reflexión sin conseguirlo del todo, como queriendo contentar a públicos bastante diferentes para quedar un poco en tierra de nadie. Un producto digno, sí, pero que se queda a un pasito del mero entretenimiento.


miércoles, 23 de febrero de 2022

VVAA: Escribir afuera. Cuentos de intemperies y querencias


Idioma original:
español

Año de publicación: 2021

Valoración: muy recomendable

En algún momento del pasado me lamenté de la escasa visibilidad de la literatura contemporánea venezolana, quizás con cierta ligereza, puede que por la abrumadora presencia de las de algunos otros países de Latinoamérica, puede que con cierta sensación de que Venezuela no estaba representada con tanta profusión, si acaso en los entornos promocionales más usuales, en fin, sin intención de justificar esa apreciación, sí que notaba en falta una representación más acorde, por decirlo de alguna manera, proporcional a su mero peso como país. 

Esta antología de autores venezolanos viene a contradecir de alguna manera mi afirmación. No menos de treinta autores aportan, cada uno, cuentos o relatos o como queráis llamarlos, y como elemento cohesionador estos relatos hablan de esa diáspora de la población del país, ese reagrupamiento de un estimable porcentaje que se ha ido repartiendo por el mundo. Aquí he de parar un poco para expresar mi opinión algo contradictoria sobre el tema: tan estúpido es quejarse de la politización de las corrientes culturales (que deberían, en un mundo utópico y estético, aislarse de las distorsiones de su entorno) como negar que la permeabilidad del creador a lo que sucede a su alrededor, en especial a lo que el poder hace que suceda, es necesaria para conseguir que las corrientes artísticas se constituyan en representaciones de las sociedades que las hospedan. 

En este contexto, sería estúpido partir de la premisa de que un libro de este tipo sea un artefacto de la disidencia. Sería estúpido pensar, tan formulaico como pensar que toda la intelectualidad es de izquierdas o todos los escritores son unos bohemios. Porque algunos de estos escritores forman parte de esa corriente migratoria (que ha acabado en Argentina, en Colombia, en Estados Unidos o en España) pero no son pocos los que han elegido quedarse en el país. Y ninguna de esas elecciones tiene que situarlos en un extremo o en el otro. Escriben sobre estar desplazados y esa temática cohesiona los relatos, de los cuales voy a optar por no destacarlos individualmente. Hay elementos fantásticos en algunos de ellos. Agradezco que la nostalgia, ese Ferrari que solo funciona marcha atrás, no sea un elemento protagónico. Me gusta cómo muchos de esos elementos comunes son cercanos: las relaciones de objetos, los recuerdos de las personas y los lugares, las no pocas menciones gastronómicas, cierta sensación cosmopolita que ha sido pulverizada (quizás el elemento crítico más velado: cómo pasar de una nación moderna y poderosa a un sitio donde todo se ha convertido en precario) por el abrumador peso de la realidad. Esa es la sensación más poderosa como lector. Ver que ninguno de los autores es falaz y dogmático en su planteamiento. Que, por generación espontánea, desprenden sensaciones coincidentes y que no hay desesperación sino una resignación latina a lo que se presenta y las pocas opciones que les quedan. Y entre tanto autor no todos van a ser componentes de esa minoría privilegiada que puede elegir dónde posa sus huesos en su huida. Ese promedio espeluzna: me temo que el poso en la memoria que esta lectura arroja es más eficaz que la crítica obstinada y descarnada. 



martes, 22 de febrero de 2022

Mikki Kendall: Feminismo de barrio

Idioma original: inglés
Título original: Hood Feminism: Notes From the Women That a Movement Forgot
Traducción: María Porras Sánchez
Año de publicación: 2021
Valoración: muy recomendable


Como en todo movimiento social de amplio alcance, hay diferentes vertientes y formas de afrontar los problemas o desigualdades que pretende combatir. Y no siempre es fácil centrar y focalizar las necesidades a cubrir porque no todos los vectores implicados coinciden en establecer cuáles deben ser las prioridades. Mikki Kendall pone foco en ello reflejando que a menudo el feminismo “dominante” deja de lado los colectivos marginalizados para intentar mejorar aspectos que afectan especialmente a su clase y no a los más vulnerables. Y, fiel a su estilo contundente, propone y critica a partes iguales abriendo de esta manera la mirada hacia un feminismo más amplio que tenga en cuenta todas las necesidades.

Ya en la introducción, la autora pone de relieve sus orígenes, dejando bien claro la educación que recibió especialmente por parte de su abuela, quien «decretó que sus cuatro hijas (…) estudiaran (…) en la familia a nadie se le ocurrió la posibilidad de abandonar los estudios», así como la constatación de las irregularidades de un movimiento que pretendía abarcar todas las mujeres, aunque sin llegar a conseguirlo, y que retrata afirmando que «mi abuela nunca se describió como feminista. Nacida en 1924, después de que las mujeres blancas consiguieran el derecho a voto, pero criada en plena segregación racial bajo las leyes Jim Crow, la abuela no veía aliadas ni hermanas en las mujeres blancas», pues «ella nunca se identificó con esa etiqueta» debido a que «gran parte del discurso de las feministas de su época estaba plagado de suposiciones racistas y clasistas sobre las mujeres como ella». Ese espíritu inconformista de su abuela dejó una impronta en ella, pues «mi abuela me enseñó a ser crítica con cualquier ideología que afirmase que querían lo mejor para mí si quienes la enarbolaban no me preguntaban qué quería o qué necesitaba yo».

Kendall es contundente en su relato y se siente orgullosa de sus convicciones y la manera en que reivindica sus derechos, pues afirma que «soy la feminista a la que la gente recurre cuando ser dulce no basta, cuando decir las cosas con amabilidad, una y otra vez, no funciona» (…) «mis gritos hacen que la gente asome la cabeza del hoyo (…) de esto va este libro» porque «el feminismo es algo más que teoría crítica (…) es el trabajo que tú haces y por quién lo haces» y, desgraciadamente, «rara vez se habla de las necesidades básicas como una cuestión feminista. Problemas como la inseguridad alimentaria, el acceso a una educación de calidad, la atención médica, unos vecindarios seguros y unos sueldos dignos también son cuestiones feministas. El lugar de crear un marco destinado a que las mujeres consigan tener cubiertas sus necesidades básicas, estos textos a menudos se centran en fomentar el privilegio, no la supervivencia» porque «desde su concepción, el feminismo dominante ha insistido en que hay mujeres que tendrán que esperar más por la igualdad, que una vez que un grupo (las mujeres blancas, casi siempre) logre la igualdad, entonces abrirá el camino a todas las demás. Sin embargo, cuando llega la hora de la verdad, el feminismo blanco dominante suele fallar a las mujeres de color» y no únicamente a las de color, sino que la autora también critica que «el apoyo de las feministas blancas a las cuestiones que tienen un impacto directo en las vidas de las mujeres trans siempre ha sido mínimo, si es que alguna vez existió (…) Ver el feminismo como una opción de talla única es perjudicial, porque aliena a las personas a las que debería servir, no logra apoyarlas».

Partiendo de este enfoque, Kendall toca muchos aspectos que debería tratar el feminismo (y hacerlo en primer lugar) pero que parecen dejados de lado. Así, el relato trata, de manera exhaustiva y pormenorizada los siguientes temas:

  • Racismo, pues Kendall reivindica «un enfoque interseccional en el feminismo» que pase por «entender algo que el feminismo dominante suele ignorar: que las mujeres negras y otras mujeres de piel oscura son siempre los canarios en la mina del odio».
  • Violencia de género: «en un enfoque centrado en la víctima, los deseos, la seguridad y el bienestar de esta son prioritarios. El feminismo centrado en la víctima debería aunar servicios especializados, recursos, competencias interculturales e, idealmente, conocimientos sobre trauma, para atender las necesidades de aquellas que pasan por experiencias traumáticas como testificarán, denunciar o ir a juicio (…) se trata de capacidades imprescindibles para generar relaciones de confianza con las supervivientes, cubriendo sus necesidades y ayudándolas a sentirse seguras y protegidas (…) Debemos corregir nuestra forma de pensar sobre quién merece ser apoyada, dejar de creer que después del juicio todo se arregla». Por ello, hay que luchar contra ello de manera transversal porque «sí, la violencia de género es una cuestión claramente feminista, pero es un espacio donde la raza y la clase no sólo han dividido los recursos y los medios, sino que entran en juego toda una serie de -ismos que divide la atención a las personas en riesgo. Ya sea transfobia, antinegritud, islamofobia o xenofobia, no existe una forma unificada y efectiva de enfrentarse a la violencia de género que sea realmente inclusiva».
  • Derecho a portar armas: «La historia de los Estados Unidos ha sido definida por su violencia; cuando nos hemos planteado qué hacer con ella, la solución ha sido contratar fuerzas del orden cada vez más y mejor armadas para contrarrestar a los criminales armados. Hemos llevado armamento de guerra a las calles y a las casas de los civiles, cuando estos no tienen ni idea del daño que pueden causar, ni de que la escalada de violencia nunca es la solución» que constata afirmando que «las muertes por arma de fuego son ahora la segunda causa de muerte entre la infancia estadounidense» (algo que ya vimos en «Un día más en la muerte de Estados Unidos», de Gary Younge). La autora afirma igualmente que «las balas que no me alcanzaron me cambiaron igualmente (…) a menudo he reaccionado a las cosas más banales de una forma que resultaría exagerada ante personas que no han crecido bajo la amenaza de la violencia armada. La supervivencia en las comunidades donde la violencia armada es constante pasa por la hipervigilancia y la ansiedad», sin olvidar que «la presencia de un arma en una situación de violencia de género hace que sea cinco veces más probable que la mujer sea asesinada (…) Aunque nos solemos centrar en el impacto que sufren los jóvenes expuestos a la violencia armada, las chicas también se ven afectadas, y mucho».
  • Gentrificación: «No creo que un grupo numeroso de cuerpos negros sea sinónimo de criminalidad, pero sé que la gente que alaba las bondades de la gentrificación sí lo piensa (…) Cuando molestar a un vecino nuevo conlleva el riesgo de que te peguen un tiro, la pregunta no es si la violencia armada es una cuestión feminista; la cuestión es por qué el feminismo dominante no hace nada por abordar el problema».
  • Pobreza: «Tratamos la pobreza como si fuera un crimen, como si las mujeres que la experimentan tomaran mal las decisiones que les afectan a ellas, a sus hijas e hijos a propósito. Ignoramos que no tienen opciones a su alcance, que deciden sin red». Esto afecta a la prostitución, como única vía posible para conseguir ingresos, pero también a la alimentación “sana”, pues «a veces la comida a tu alcance es la de las gasolineras, las licoreras y los restaurantes de comida rápida, no dispones de una tienda de alimentación ni de una cocina». Es un tema que el feminismo debe abordar, pues «un 66 por ciento de los hogares estadounidenses donde se pasa hambre son monomarentales» por lo que «no se puede ser feminista e ignorar el hambre, especialmente cuando tienes el poder y los contactos necesarios para introducirla en la agenda política» y que a menudo las soluciones aplicadas no sirven, pues «los impuestos a los refrescos afectan sobre todo a las personas que tienen menos opciones, porque las opciones ‘saludables’ son casi siempre las más caras en los desiertos alimentarios».
  • Abusos: la autora también trata la violencia de género y la revictimización de las mujeres, pues «factores como la ropa que llevabas, si habías bebido o el desarrollo de tu cuerpo de emplean para justificar la violencia sexual (…) Cualquier sistema donde los derechos humanos básicos dependen de un patrón de conducta concreto enfrenta a sus posibles víctimas unas con otras y solo beneficia a aquellas que se aprovecharán de ella». También el racismo es un aspecto relevante y la sociedad tiene gran parte de culpa en ello, pues presentar a «las mujeres negras y latinas como mujeres promiscuas, a las nativas americanas y las asiáticas como sumisas y a todas las mujeres de color como seres inferiores legitima el abuso sexual» (algo que también apuntaba Ibram X. Kendi en «Marcados al nacer»). Por si fuera poco, además de esta doble victimización, también existe el desamparo al que son sometidas las mujeres, pues «cuando alentamos a que las víctimas acudan a la policía, pero ignoramos que el segundo delito más habitual entre policías es la agresión sexual, ¿cómo contribuimos a que las víctimas se sientan más seguras?».
  • Respetabilidad: Kendall critica que para gran parte de la sociedad solo quienes tengan una vida respetable merecen los derechos, pues «se supone que debemos ajustar nuestro comportamiento constantemente para evitar los estereotipos racistas, clasistas y sexistas con los que los etiquetan desde fuera» (algo que recuerda a «Los cinco de Finkelstein», uno de los relatos de «Friday Black» de Nana Kwame Adjei-Brenyah). Por ello, la autora afirma que, «el color de la piel continúa siendo el criterio más evidente que determina cómo se trata a una persona».
  • Supuesta “fiereza” atribuible a las mujeres negras: la autora afirma que «adoramos a Serena Williams hasta que se muestra enfadada cuando desafía a un sistema que la acosa sin parar mediante controles antidopaje y llamadas de atención dudosas de los jueces de línea. Entonces pensamos que está demasiado enfadada y que necesita calmarse. Son guerreras, pero por lo visto no del tipo adecuado» (algo que ya apuntaba Claudia Rankine en «Ciudadana»).
  • Escolarización y racismo: Kendall también denuncia la discriminación en los centros escolares a través de informes de mala conducta, pues «ante una conducta idéntica la dirección suele sancionar más a sus estudiantes de color y menos a sus estudiantes blancos». Por ello, «los estudiantes negros son expulsados de manera temporal o permanente con tres veces más frecuencia que los blancos» y «el 70 por ciento de los estudiantes arrestados o derivados a la policía en el colegio son negros o latinxs. Aunque sólo el 16 por ciento de la población escolar es negra, tienen una alta incidencia en arrestos y aglutinan aproximadamente el 31 por ciento de los arrestos relacionados en el ámbito escolar».

El libro que ha escrito Kendall es una poderosa herramienta para evidenciar que la ideología blanca excluye del debate o ningunea otros feminismos provenientes de experiencias diferentes. El relato construido obvia una parte importante y centra su discurso en preocuparse principalmente por la etnia y clase dominante. Así, el texto de Kendall pone foco e incide en este aspecto, poniendo de relieve las diferencias pero también la necesidad de salvar las distancias y unir la lucha en sus diferentes áreas y aspectos empezando por cubrir las necesidades básicas. Bien es cierto, y cabe decirlo, que su visión y discurso está muy basado en sus experiencias y, por consiguiente, la visión desde su territorio, por lo que aspectos como el derecho a las armas es algo que puede que nos quede lejos legislativamente, aunque conceptualmente es próximo a todos.

Kendall aboga por hacer frente común a pesar de las diferencias, porque «ser aliada es solo el primer paso, el paso más sencillo. Es un espacio donde alguien que ostenta el privilegio comienza a aceptar las dinámicas imperfectas que constituyen la desigualdad». Así, la autora pone de relieve que «cuando somos copartícipes hay espacio para la negociación, el compromiso e incluso, a veces, para la amistad verdadera. Construir estas conexiones lleva tiempo, esfuerzo y voluntad para aceptar que algunos espacios no son para ti». La autora confía en ello, afirmando que «sé que podemos llegar a un lugar donde podamos abrazar las diferencias en lugar de fingir que la libertad se alcanza borrándolas», pero cabe empezar por cubrir las necesidades básicas puesto que «solo será verdaderamente posible proporcionar cambios feministas si el feminismo dominante trabaja para combatir la discriminación en todas sus formas, ya sea por género, clase o raza. La verdadera equidad comienza una vez que todo el mundo tiene las necesidades más básicas cubiertas» y para ello es imprescindible un acto de humildad y valorar cada paso, porque «a veces la solidaridad es así de simple. Da un paso adelante, tiende la mano a quien está atrás y continúa avanzando».

lunes, 21 de febrero de 2022

Francis Scott Fitzgerald: Suave es la noche

Idioma original: Inglés
Título original: Tender is the night
Año de publicación: José Luis López Muñoz
Año de publicación: 1934
Valoración: Muy recomendable alto

En los últimos meses he vuelto a acercarme a la Generación Perdida. La lectura de "París era una fiesta" y de "París siempre valía la pena", así como el revisionado de "Midnight in Paris", han supuesto el retorno a un mundo y a una literatura al que hace tiempo no prestaba atención. Completo, por ahora, este afortunado reencuentro con la lectura de "Suave es la noche", última novela de Francis Scott Fitzgerald y verdadera joya de la corona.

Sí, queridos, "Suave es la noche" es un NOVELÓN que narra, al menos en su principal línea argumental,  la descomposición de la pareja formada por Dick y Nicole Diver, psiquiatra y paciente, respectivamente. Además de lo anterior, "Suave es la noche" es la crónica de una época, un texto dual en el que lujo y miseria, luces y sombras, (en lo exterior y en lo interior) rodean a una serie de personajes que tratan de salvarse a (y de) sí mismos de la mejor manera posible.

De alto contenido autobiográfico (es imposible desligar el personaje de Nicole de Zelda, esposa de Fitzgerald) y estructurada en tres partes que transcurren es diferentes espacios y tiempos, "Suave es la noche" es un compendio de las más variadas pasiones humanas (amor, amistad, odio, celos, culpa, dudas, etc) que tiene como aspectos más destacables los siguientes:
  • El estilo elegante del autor, en el que se combinan a la perfección narración pura y diálogo, belleza y agilidad.
Había agua sucia entre las alcantarillas y entre los desiguales adoquines; un vapor pantanoso de la Campagna, un sudor de culturas agotadas teñía el aire de la madrugada.
  • El tono decadente de la narración, acorde al proceso del derrumbamiento de la pareja. Es necesario destacar aquí la progresividad de la decadencia: lenta y apenas imperceptible en un primer momento; imparable en las páginas finales.
El cambio se produjo ya hace mucho tiempo...pero al principio no se notaba
  • La variedad de registros. Precisamente la anterior elegancia permite al autor pasar de una primera parte más frívola y mundana a una segunda y tercera parte más profunda, del drama más "folletinesco" a la novela psicológica e introspectiva sin que la narración descarrile.
  • La construcción de los personajes, complejos y contradictorios, en la que es fundamental es empleo del flashback como herramienta con la que completar el cuadro. 
  • El tratamiento de la enfermedad de Nicole
Entonces, ¿por qué no un imprescindible? Pues quizá por esas últimas 15-20 páginas que poco aportan, que semejan un epílogo intrascendente y que dejan con un regusto algo amargo después de casi 500 páginas soberbias, pero que no impedirán que más temprano que tarde vuelva a la obra de un autor que debe figurar en la lista de "ilustres sin Nobel".

También de Francis Scott Fitzgerald en ULAD: El Gran GatsbyUn diamante tan grande como el RitzHermosos y malditos

domingo, 20 de febrero de 2022

Julian Barnes: El hombre de la bata roja

Idioma original: inglés

Título original: The Man on the Red Coat

Año de publicación: 2019

Traducción: Jaime Zulaika

Valoración: recomendable

Conocida es la francofilia del británico Julian Barnes y también que en más de uno de sus libros se ha dedicado a explorar la idiosincrasia de su propio país y sus relaciones con sus vecino del otro lado de Canal. Vuelve a hacerlo en este libro, en cierto modo, a partir de una anécdota histórica: el viaje a Inglaterra que llevaron a cabo en 1885 tres franceses de renombre en la bonne société de la época, con el objeto de adquirir en Londres telas, trajes y otros objetos de buen gusto... Los susodichos caballeros eran el príncipe de Polignac, el conde de Montesquiou-Fézenac y el doctor Samuel Pozzi, quien resulta ser el "hombre de la bata roja" que da título e ilustra la cubierta del libro, pues fue retratado de esta guisa por el pintor norteamericano John Singer Sargent.

La anécdota del viaje, en todo caso, no es sino una excusa para departir acerca de estos tres personajes y, sobre todo, de la sociedad en la que les tocó en suerte vivir: la Belle Époque, como en Francia se conoce a los años de paz transcurridos entre la guerra franco-prusiana de 1870 y la I Guerra Mundial. Una época de apogeo colonialista y lucha de clases, pero también de esplendor de las artes y avance científico. Barnes hace un seguimiento de los tres personajes a lo largo de esos años; un poco menos, empero, al príncipe de Polignac, compositor musical, además de aristócrata (arruinado) que acabó casándose en un mariage blanc, pero muy bien avenido, con la heredera de las máquinas de coser Singer. Los otros dos personajes le resultan más interesantes: el conde de Montesquiou, poeta y, sobre todo, dandy -de hecho, se le puede considerar como epítome del dandismo, fenómeno o tendencia alrededor de la que también gira, en buena medida, este libro- y que acabó consagrado para la posteridad y, sobre todo, en su época, como el poco disimulado inspirador de varios  personajes de ficción: Des Essaintes, protagonista de A contrapelo, de Huysmans; el de Monsieur de Phocas, de Jean Lorrain, el barón de Charlus, de En busca del tiempo perdido de Proust, el pavo (sic) de la obra Chantecler, de Edmond de Rostand -amén del protagonista de sus propias memorias, Les pas effacés, claro-... Más interesante y, sobre todo, simpático, le resulta a Barnes el tercer viajero y, hasta cierto punto, protagonista de este libro, el doctor Samuel Pozzi, prestigioso médico innovador en la ginecología y la cirugía abdominal, coleccionista de arte, hombre de gran éxito social y aún más entre el género femenino -empezando por la famosa actriz Sara Bernhard, que fue su amante y luego amiga durante toda su vida-, ateo de origen hugonote, darwinista, prodreyfusiano, padre y esposo ejempl... bueno, con algunos problemillas familiares. 

Siguiendo a este atractivo personaje, aunque también a los otros dos, ya digo, Barnes va recorriendo diversos temas que afectaban a la sociedad francesa y occidental de aquella Belle Époque: desde el dandismo, el decadentismo o los estetas a los frecuentes duelos que se producían en aquellos tiempos, la homosexualidad y la relación entre Francia e Inglaterra (cómo no); de los avances científicos en el campo de la medicina -cirugía, higienismo, transplantes- o las ideas de Darwin, a la pervivencia del arte, la relación entre retratista y retratado o, en el caso de la literatura, entre los personajes y las personas que los inspiran y su posteridad...

La lista de otras personalidades de las que se habla en el libro y que configuran, entre todas, una amplia panorámica de la época resulta bastante extensa: a los ya citados, hay que añadir otros escritores como son o fueron Henry James, Maupassant, Mallarmé, Oscar Wilde -muy presente en todo el libro, como no podía ser de otra forma-, Baudelaire, Barbey d'Aurevilly, Flaubert, Edmond de Goncourt, Félix Fénéon, Colette, Ford Madox Ford, Conan Doyle, Zola, Léon Daudet (hijo de Alphonse), Léon Bloy; pintores como el ya citado Sargent, Gustave Moreau, Degas, Boldini o Whistler; personalidades de otros ámbitos como los médicos Alexis Carrel o Tourette (sí, el del famoso síndrome), el historiador Maurice Delafosse, etc. Lo más divertido es que los retratos de muchos de estos personajes aparecen en el libro... en la colección de fotografías que venían con las chocolatinas de la confitería Félix Potin, de París, en una especie de parnaso de la época, convenientemente endulzado y chocolateado para los siglos venideros. Quizá sea una forma muy adecuada de recordarlos, qué narices,,, ; )


Otros títulos de Julian Barnes reseñados en Un Libro Al Día: 
aquí

sábado, 19 de febrero de 2022

Zoom: Buenas noches, Punpun #1, de Inio Asano

Idioma original: japonés

Título original: Oyasumi Punpun (おやすみ プンプン)

Traducción: Marc Bernabé

Año de publicación: 2007 (en castellano, 2015)

Valoración: Bastante recomendable (merece la curiosidad)


Esto del manga, que es una cosa que voy descubriendo un poco a regañadientes, es algo con aristas un tanto extrañas. Así que no nos dejemos engañar por el pollito minimalista que protagoniza el libro (en este caso, el primero de una serie de trece): a pesar de la apariencia esto no es literatura infantil, como no lo son ciertas series o películas por el hecho de ser ‘de dibujos’. Los registros japoneses, por lo que tengo visto hasta ahora, son claramente diferentes de los nuestros, y una de sus características es la fácil transición entre lo que parecería recomendable para niños y lo que de ninguna manera lo puede ser si atendemos a los patrones occidentales.

Hechas las precisiones, hay que decir que Punpun Onodera es un chaval que tendrá unos doce años, un chico normal que no obstante se representa como una pequeña ave, sin más rasgos distintivos que el pico, y brazos y piernas de alambre, como los de un dibujo de preescolar (vamos, acorde con su nombre de pila). Naturalmente, Punpun va a la escuela, tiene su pequeña cuadrilla de amigos y empieza a sentir amores hacia niñas de su clase, es decir, nada fuera de lo usual, de no ser por algún pequeño detalle, como por ejemplo que su anterior amada (que se ha cambiado de cole) es recordada, en una sola viñeta, por obligar a comer arena a la princesita de la clase. Un rasgo turbio que anuncia por dónde van los tiros.

Porque la vida de nuestro pequeño protagonista aviar, sin dejar de ser muy corriente, presenta algunas cosas perturbadoras. De momento, su padre es un borracho en paro que maltrata a la madre, a la que pronto vemos en las urgencias de un hospital. Punpun parece tener muy asumida la situación familiar (más adelante se sabrá que la madre es también de armas tomar), y ello no parece influir demasiado en su vida. En medio de la molicie propia de la edad, examina con sus amigos un video porno encontrado en la calle y, al calor de las escenas, valoran qué será y de dónde procederá cierto líquido blanco que brota de vez en cuando de una parte del cuerpo. Bueno, al tiempo que descubren cómo un extraño individuo les lanza mensajes misteriosos desde la cinta que estaban viendo.

Todo alrededor de Punpun rezuma una rara desorientación: el chico va descubriendo cosas diferentes, aspectos de un mundo adulto que no entiende bien, pero que tampoco parecen hacer mella en él. Sigue con su vida habitual, sus pequeños disgustos y sus grandes aspiraciones (fugarse con su nueva novia a otra ciudad), sin mostrar perplejidad ni miedo, con la naturalidad de quien simplemente sigue avanzando como puede y contempla lo que surge a su alrededor como un fenómeno atmosférico. El desasosiego, la incomodidad y la percepción de estar ante una historia más bien oscura la deja Asano para el lector, que presencia descolocado situaciones que debieran estar sacudiendo la frágil psicología del niño, mientras este se mantiene poco menos que imperturbable.

Inquietante es incluso la presencia de Dios, que aparece cuando Punpun le invoca (siguiendo un absurdo ritual aprendido de su tío) para que le ayude a resolver dudas o a tomar decisiones: Dios es un joven negro sonriente y algo desaliñado, al mismo tiempo cachondo y enigmático, que suelta algunas frases más o menos en clave y desaparece poco después. Dios es un tipo raro, Punpun tiene como referencia una familia dominada por el hartazgo, la vagancia y la violencia, y sin embargo en ningún momento deja de ser un chaval corriente, interesado por las cosas más normales.

Puede que eso es lo que quiere mostrar el autor convirtiendo al chico en un pollo de parvulario, despojarle de subjetividad para convertirle en un estereotipo, un niño cualquiera que vive en cualquier ciudad de cualquier parte del mundo. O tal vez es la intención de presentar simbólicamente la inocencia del chaval que descubre cada día las sombras y los misterios que la vida adulta le va dejando atisbar. Puede ser algo de esto, o podría ser solamente una ocurrencia, la genialidad de un mangaka como Asano que parece muy dispuesto a saltarse cualquier canon, no solo visual sino también narrativo, porque el relato está sembrado de flashes repentinos que tampoco facilitan una lectura lineal. 

Pero lo cierto es que el libro me parece bastante sólido. El dibujo es muy impactante, alternando imágenes realistas de extraordinario detalle con primeros planos que muestran emociones y sensaciones poderosas, y por supuesto la desconcertante presencia de ese pajarito que sabemos que es humano, al que vemos rodeado por un mundo que es hostil, que es difícil, ingrato, aunque él quizá no lo sepa. Y no sabemos si eso es lo mejor o lo peor que le puede ocurrir.

P.D.: El caso es que el ciclo de Punpun tiene un algo atrayente, como mirar a esos rincones oscuros que la vida, también la de un niño, va sembrando por las esquinas. Y no sé, es que dan ganas de seguir leyendo más.


viernes, 18 de febrero de 2022

Virginia Woolf: Hacia el sur. Viajes por España

Idioma original: inglés

Título original y fecha: Extractos de The diary of Virginia Woolf. Vol I  (1915-1919) y A passionate apprentice (1897-1909) Edición actual en castellano; 2021

Valoración: Recomendable



Escoger una parte de la obra de un autor –por muy reconocido que esté, por mucho que suponga un valor seguro en el panorama lector– y agruparla siguiendo un criterio propio siempre es un reto para quien lo asume. Por tanto debemos aplaudir esta iniciativa y valorarla como merece. Woolf tiene en su haber una obra extensa y de una calidad excepcional, rastrear en ella un leitmotiv determinado, seleccionar, agrupar y entregar el resultado al público en una edición bien cuidada, convenientemente presentada (cuenta con tres prologuistas) y hasta ilustrada, requiere sabiduría y tiempo. Hay que reconocer, pues, que Itineraria ha realizado un trabajo encomiable.

No descubro nada si digo que V. W. fue mucho más que una autora de primera línea. Que en el universo de la literatura universal brille con luz propia ya es una cota que alcanzan muy pocos, pero además trabajó incansablemente por animar a las mujeres a trabajar en el terreno elegido y a competir en él sin complejos, dio testimonio de que ella podía escribir tan bien como el mejor e incluso formar parte de la avanzadilla descubriendo territorios inexplorados hasta entonces en el campo de la creación literaria y abrió el camino a futuras profesionales de todos los campos. En muchos sentidos fue una pionera, todo lo que escribió se lee con agrado, incluso los textos más difíciles y está entre mis autores de cabecera de todos los tiempos.

Dicho esto, seamos sinceros, por mucho que la amemos debemos reconocer que España nunca le gustó demasiado. Las opiniones que preceden a los textos propiamente dichos (ensayos, cartas y extractos de diarios) afirman que a partir del primer viaje empieza a admirar nuestro país, yo en cambio pienso que se vuelve más diplomática con la edad, también ha madurado mucho como escritora –el nivel literario no tiene comparación entre los primeros y los últimos trabajos– sin contar que aprovecha esos viajes para publicar sus experiencias en prensa. Pero entre líneas percibo una resignación que tampoco disimula demasiado, no encuentro valoraciones entusiastas y sí muchas alusiones a la incomodidad de los establecimientos, el calor y la pobreza. Y, por supuesto, hay que disculparla, una inglesa de alta cuna que viaja por los pueblos extremeños y andaluces de la primera mitad del siglo XX, primero por desconocimiento y luego a instancias de su marido, no va a estar precisamente encantada de su suerte. Pongámonos en su lugar, utilicemos una imaginaria máquina del tiempo para trasladarnos a aquella época, durmamos en sus posadas y hoteles y luego releamos a Virginia. Vaticino que no vamos a poder estar más de acuerdo con ella, pues desde las comodidades –incuestionables a nuestros ojos– del siglo XXI resultarían también inconcebibles esos establecimientos y esas condiciones de vida.

Pero no importa, la seguimos queriendo igual. O ¿acaso nosotros no hemos emitido juicios de este tipo al visitar otros países e incluso en el nuestro? (“Las calles son muy estrechas, están empedradas y sin acera por la que caminar. Los tranvías son malos y no son fáciles de alcanzar. Es una ciudad en la que cuesta orientarse”) Y esto hablando de ¡nada menos! que Sevilla, me puedo imaginar lo que sintió al visitar algún pueblo extremeño perdido en el mapa. Aunque, hay que reconocerlo, por lo general divaga, da tantos rodeos como puede para no reflejar lo que está viviendo. Claro que, a veces, la sinceridad aflora, como en el ensayo Una posada andaluza, publicado en The Guardian en 1905: (“El español es un idioma feroz y sanguinario cuando se escucha en esas condiciones”) Aclaro que en ese lugar concreto desconfiaban de los clientes, se sentían tan inseguros que temían por su vida -sin motivo, según aclara después- y apenas durmieron esa noche.

Sin embargo, cualquier invectiva merece la pena si, ya en los últimos fragmentos, podemos leer a la Woolf en estado puro, recrearnos en sus percepciones, en su sensibilidad hacia la naturaleza, y por encima de todo en su estilo, en esa manera, siempre y no solo aquí, un poco evasiva de narrar, con asociaciones tan inusuales, que tan difícil resulta para quien necesita desmenuzar cada frase de su obra, pero a la vez tan personal, expresiva y poética. En ese sentido, el ensayo Hacia España publicado en prensa en 1923 resulta paradigmático, una alegría para los buenos paladares prosísticos.

“Los contenidos de la mente se parten en frases cortas. Hace calor; el viejo; la sartén; hace calor; la imagen de la Virgen; la botella de vino; es la hora del almuerzo; son solo las doce y media; hace calor. Y así, una y otra vez, se repiten todos esos objetos –piedras, aceitunas, cabras, gamones, libélulas, lirios–. Hasta que, por alguna trampa de la imaginación, se precipitan en frases de mandato, exhortación y ánimo, como merecen los soldados desfilando, los centinelas de noches solitarias y los líderes de grandes batallones. Pero ¿debe una abandonar la lucha? ¿Debe renunciar al juego? Sí, porque las nubes están de paso, a las mulas no les importa lo que cargan; las mulas nunca tropiezan, conocen el camino. ¿Por qué no dejarles todo a ellas?”

Como verán si se animan a leerlo, lo que importa no es si a Virginia Woolf le gustaba o no España, sino esas reflexiones tan particulares y tan originalmente expresadas en un estilo irrepetible. Mirar Andalucía a través de sus ojos, sobre todo cuando su estilo y personalidad ya están depurados. Esta evolución en la mirada de la escritora es en sí misma un tesoro que merece la pena destacar y presentar, como se ha hecho, en un volumen único exclusivamente dedicado a ello, igual que ella reclamaba –refiriéndose a las creadoras– una habitación propia. Personalmente, me alegro de saber qué opinaba de mi país una mujer que se cuenta entre mis autores favoritos. Me hubiera gustado que hubiera escrito más sobre España aunque fuese tan crítica como aquí, no lo hizo por motivos obvios. Así que este librito tan elaborado es una rareza para admiradores de la escritora, para hacer un regalo elegante o para que quien no haya leído nada de ella empiece a conocer su figura. Estas cien páginas escasas se leen en un suspiro y cuenta con unas excelentes ilustraciones digitales –que por su delicadeza y elegancia dan la impresión de haber sido pintadas a acuarela– a cargo de Carmen Bueno, además de los prólogos ya mencionados.

 

Traducción: Adriana Fernández Criado


Nuestras reseñas de Virginia Woolf: AQUÍ

jueves, 17 de febrero de 2022

Gustavo Bueno: El mito de la Izquierda / El mito de la Derecha

Idioma original: Español
Año de publicación: 2003 / 2008
Valoración: Interesante

Dos de las obras más conocidas, celebradas y polémicas de Gustavo Bueno son El mito de la izquierda (2003) y El mito de la derecha (2008). En ambos ensayos, el filósofo español prueba magistralmente que los términos «izquierda» y «derecha» se usan de forma «vaga, confusa y oscura», por lo que rara vez sirven para describir acertadamente a la realidad. 

A mi juicio, las virtudes de estos textos serían las siguientes: 

  • Su prosa. Pese a algún que otro tecnicismo, es bastante clara. 
  • Sus argumentos. Están tan bien estructurados que son relativamente fáciles de seguir. A fin de cuentas, Bueno establece primero el marco de trabajo (las herramientas que utilizará para su estudio), después procede a desarrollar sus hipótesis, continúa entonces con una demostración de las mismas y finaliza con una crítica del sujeto del estudio.
  • Su humor ocasional. Especialmente ése que asoma cada vez que Bueno habla de las izquierdas y derechas «indefinidas»

En resumen: las obras de Bueno resultan la mar de interesantes, estés o no de acuerdo con las ideas expuestas en ellas. Eso sí, advierto que su lectura y comprensión entrañan cierta dificultad. Si os animáis a abordarlas, recomiendo encarecidamente la edición de 2021 de Pentalfa, tan completa y rigurosa en su contenido como elegante en su presentación.

miércoles, 16 de febrero de 2022

Lo mejor de 2021: Lo que opinan nuestros lectores

Con cierto retraso y tal como avisamos, estas son las listas que nuestros lectores han enviado indicando sus lecturas favoritas del 2021.

En riguroso orden de llegada.

Os agradecemos vuestra colaboración y, ya que estamos, nos encanta la enorme diversidad de vuestras elecciones.

Salud y cultura, amigos.

Anónimo

Ficción

Libros que merecen mejor valoración en el blog

Si una noche de invierno un viajero de Italo Calvino

Tres tristes tigres de Cabrera infante


Libro que me gustaría que reseñaran nada más que para ver qué valoración le dan

La mano junto al muro/El falso cuaderno de Narciso Espejo de Guillermo Meneses


Libro que llevaba años buscando y finalmente conseguí una copia

El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz de Bryce Echenique


Nada que decir, apuestas seguras

Pedro Páramo y el llano en llamas de Rulfo

Ficciones de Borges

Pantaleón y las visitadoras de Vargas Llosas


Imprescindibles en el blog pero no en mi corazón

Bajo el volcán de Lowry

La insoportable levedad del ser de Kundera


No ficción

Libro que llevaba años buscando y finalmente conseguí una copia

Sociología y pragmatismo de Wright Mills

La distinción de Bourdieu

La selva de los símbolos de Turner


Relectura necesaria

La imaginación sociológica de Wright Mills

Outsiders de Howard Becker

La zona gris de Auyero


Libro de método que parece un fastidio pero que puede ser grato para gente de otras áreas

Los trucos del oficio de Becker

Describir el escribir de Cassany

Decir casi lo mismo de Eco


Clásicos que faltaban

La rebelión de las masas de Ortega y Gasset

Técnica y civilización de Mumford


Libros de mi país o sobre mi país que me gusta releer

Adiós al socialismo de Del Búfalo

La renta y el reclamo de Bautista Urbaneja

El Estado mágico de Coronil


Conseguidos por sorpresa

Orientalismo de Said

La invención de Irlanda de Kiberd

Comunidades imaginadas de Anderson


Gabriel Diz

Les dejo una selección de lo que he leído en 2021. Son 13 libros en total, algo más de uno por mes. Estuve un rato largo intentando dejar la lista en 12 para que fuera un libro por mes pero no lo logré:


1)Jane Eyre (Charlotte Bronte)

2)El corazón del daño (María Negroni)

3)Años luz (James Salter)

4)2666 (Roberto Bolaño)

5)Las tres vanguardias (Ricardo Piglia)

6)La virgen cabeza (Gabriela Cabezón Cámara)

7)Nuestra parte de noche (Mariana Enriquez)

8)La hermana menor (Mariana Enriquez)

9)El sueño de los héroes (Adolfo Bioy Casares)

10)Prins (Cesar Aira)

11)La sangre manda (Stephen King)

12)La llamada del Cthulhu (H.P. Lovecraft)

13)Persecución (J.C. Oates)

Carlos Ávila:

El descubrimiento del año: la escritora mexicana Fernanda Melchor. De

todas formas ha sido un año prolífico en esto con Alejandro Zambra, Óscar

Martínez, Kent Haruf o Andrea Abreu entre otros.

Relectura de clásicos: Memorias de un europeo de Stefan Zweig.

Decepciones: Serge de Yasmina Reza y No tengo tiempo. Geografías de la

precariedad de Jorge Moruno.

Autores que no me fallan: Marín Caparrós y su Ñamérica, Leila Guerriero

con Frutos extraños y Carrère con Yoga.

Buenas investigaciones y muy bien contadas: No digas nada de Patrick

Radden Keefe y Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka.

Una autobiografía muy potente: Trilogía de Copenhague de Tove

Ditlevsen.

Libros para reírse con ganas y desconectar: Cualquiera de los tres de relatos

de Kenneth Cook.

Lecturas que dejan mal cuerpo pero que es necesario hacer: Antisocial de

Andrew Marantz y Extrema derecha 2.0 de Steven Forti.

Propósito para 2022: Seguir y seguir leyendo cada día y atreverme con

Guerra y paz.

Pablo GP

Libros Preferidos:

- Donal Ryan: Corazón giratorio.

- Fiódor Dostoyevski: Los hermanos Karamazov.

- Donald Ray Pollock: El diablo a todas horas.

- Albert Cohen: Bella del señor.

- Elizabeth Kolbert: La sexta extinción.

- Mario Levrero: La ciudad y El lugar, de la Trilogía involuntaria (París me pareció más flojo).

Libros Destacables:

- Marlon James: Breve historia de siete asesinatos.

- Alan Parks: Enero sangriento.

- Juan Marsé: Últimas tardes con Teresa.

- Jeffrey Eugenides: Middlesex.

- Bruce Chatwin: Colina negra.

- Peter Kaldheim: El viento idiota.

Mención honrosa:

- Alan Parks: Hijos de Febrero.

- Natalia Ginzburg: El camino que va a la ciudad y otros relatos.

- D.H. Lawrence: El arco iris.

- Chriss Offutt: Kentucky seco.

- Emmanuel Carrère: Yoga

Decepciones:

- George Saunders: Lincoln en el bardo.

- Johnny Marr: ¿Cuándo es ahora? Memorias.

- William Gaddis: La carrera por el segundo lugar.

- Hubert Selby Jr: Última salida para Brooklyn.

Maqroll El Gaviero

Mis mejores lecturas del año (las dejo en 9):

- Los siete locos (Roberto Arlt)

- Limónov (Carrère)

- La mano izquierda de la oscuridad (UK LeGuin)

- Glosa (JJ Saer)

- Me llamo Rojo (Pamuk)

- Martin Eden (Jack London)

- Kokoro (Soseki)

- El idiota (Dostoievsky)

- La suerte de Omensetter (W Gass)


Si se pudiera meter poesía: mención especial a Basilio Sánchez (“He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes”) y a Alejandra Pizarnik (cualquier cosa suya).

Ángel Muñoz

El mejor,

No digas nada, Patrick Radden Keefe, minucioso, objetivo (hasta donde uno puede serlo) y muy esclarecedor, el conflicto del IRA explicado casi como si fuera un novela de acción, espectacular.

Me daba perezón pero mira…

Línea de fuego, Arturo Pérez-Reverte, guerra civil y el más famoso de los miembros de la RAE… de entrada lo último que pensaba coger, pero me parece que Arturo sabe dar ritmo a las novelas, sabe transmitir un escenario con verosimilitud, y se intenta alejar de maniqueísmos. Lo fulminé en un plis-plas (¿estará esta expresión reconocida por la RAE?)

Me arriesgué y no me decepcionó

64, Hideo Yokoyama, citando a los inmortales No me pises que llevo chanclas, “Japón, mía que está lejos Japón” Lejos física y culturalmente, y este libro me situó en una sociedad a la que me costaba entender, con una forma de narrar que se aleja de mi zona de confort, pero mereció la pena, novela redonda.

Qué necesidad tenía yo…

A ver, que es que uno es masoca, empezar una serie de libros y dejarlos… me cuesta, y pasa lo que pasa. Entre las sagas en los que mil veces pensé para qué te metes… destaco como horrorosas, Balada de serpientes y pájaros cantores, Suzanne Collins;  La sexta trampa, J.D. Baker y La hora de los hipócritas, Petros Markaris.

Decepción especial para La era de la supernova, Cixin Liu (absurda es decir poco).

Y en el apartado me importa cero lo que me cuentas, Boston. Sonata para violín sin cuerdas, Todd McEwen (recomendación de ULAD, pero yo es que no le veo la gracia) y Contemplaciones, Zadie Smith (¿dónde está la Zadie de Dientes blancos?)

Sorpresas inesperadas

Esos libros que te llegan de algún modo raro y me han dejado impactado, La verdadera vida, Adeline Dieudonne (la violencia hacia la mujer contada de una forma distinta, sin guardar nada pero sin crudezas, obra de arte); El evangelio de la anguila, Patrick Svenson (un libro sobre anguilas, y que se queda corto… no hay mas que decir), Al final siempre ganan los monstruos, Juarma (miedo me daba la expectación creada, y merece la fama que tiene).

Me hicieron reír, mucho

Antes todo esto era campo atrás, Pablo Lolaso (solo para amantes del baloncesto), Subidón, Joaquín Reyes (solo para amantes… pues eso de la muchachada)

Para pasar un buen rato, con ciencia-ficción

Proyecto Hail Mary, Andy Weir (este autor tiene un don cuando habla del espacio) El largo viaje a un pequeño planeta iracundo, Becky Chambers (exquisito, no es el qué les pasa, son los personajes los que hacen esta novela)

Zoila Blanco

ATRAPA LA LLEBRE (L.Bastasic)

Y LLOVIERON PAJAROS (J.Saucier)

VERA (E. von Armin)

ELS DICS (I.Solá)

LA DRECERA (M.Martin Serra)

LAS LEALTADES (De Vigan)

LA AVERIA (F.Dürrenmatt)

ELS PROSCRITS DE SANTA FE (J, Masanès)

EL RETORN DEL CATO (M. Asensi)

TSUNAMI (A. Pijuan)

LLUM DE FEBRER (E.Strout)

L'ANY QUE VA CAURE LA ROCA (P. Coll)

LA KLARA I EL SOL (I. Kazuo)

AMARILLO (F. Romero)

EL IMPERIO DE YEGOROV (M. Moyano)

LAS GRATITUDES (De Vigan)

Sergio Borao Llop

Ante todo, gracias por las reseñas diarias.

En segundo lugar, os paso la relación de lecturas destacadas de este año que termina (tal vez -mi memoria no es tan precisa- vaya también alguna del 2020). El orden es alfabético por apellido de autor

Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie

La parábola del sembrador, de Octavia E. Butler

Noir, de Robert Coover

Todo lo que muere, de John Connolly

La casa de hojas, Mark Z. Danielewski

Solo el silencio, de R. J. Ellory

X, de Percival Everett

Vivir abajo, de Gustavo Faverón Patriau

Breve historia de siete asesinatos, de Marlon James

El gran cuaderno, de Agota Kristof

El intérprete del dolor, de Jhumpa Lahiri

Cuentos completos, de Mario Levrero

Ánima, de Wajdi Mouawad

Plop, de Rafael Pinedo

Las primas, de Aurora Venturini

Michi:

Mejor novela hispanoamericana: El día del Watusi - Francisco Casavella y Basilisco - Jon Bilbao

Mejor novela de lengua extranjera: Un mapa para un crimen - Collin Harrison y El club de los

mentirosos - Mary Karr

Mejor novela en galego: O paraíso dos inocentes - Antón Riveiro Coello 

Mejor libro de viajes: La frontera - Erika Fatland; Los sótanos del mundo - Ander Izagirre; El río de la luz - Javier Reverte 

Mejor ensayo sobre música: The Stooges: Combustión Espontánea - Jaime Gonzalo y Hotel California - Barney Hoskyns 

Mejor ensayo medioambiente: Sueños Árticos - Barry Lopez 

Mejor ensayo sobre cine: El otro Hollywood - Legs McNeil y Jennifer Osborne 

Mejor novela negra: La playa de los ahogados - Domingo Villar 

Mayor decepción: Desierto Sonoro - Valeria Luiselli y Temporada de Huracanes - Fernanda Melchor 



martes, 15 de febrero de 2022

Vivian Gornick: Cuentas pendientes

Idioma original: inglés
Título original: Unfinished business
Traducción: Martí Sales (edición en catalán) y Julia Osuna Aguilar (edición en castellano)
Año de publicación: 2020
Valoración: entre está bien y recomendable

A aquellos a los que nos gusta leer y que llevamos décadas haciéndolo, siempre nos asalta la duda sobre si vale la pena volver a esos libros que nos fascinaron, que nos dejaron una huella imborrable, aquellos que por su argumento, pero diría que especialmente por su estilo, ocupan un lugar destacadísimo en nuestra memoria. Y la duda respecto a si volver a ellos no reside únicamente en si vale la pena dedicar nuestro valioso tiempo a leer un libro ya leído en lugar de dedicarlo a un libro por descubrir, sino especialmente, o al menos en mi caso, la duda está en qué pasaría si leyera de nuevo ese libro en concreto. ¿Me gustaría de igual modo? ¿Encontraría de nuevo en él todo aquello que me cautivó? O, por el contrario, ¿me decepcionaría? Esto mismo es lo que Vivian Gornick trata en esta recopilación de ensayos.

En esta recopilación de ensayos literarios (y pongo especial énfasis en lo de “literarios”), la autora estadounidense aborda precisamente el tema de las relecturas, ofreciéndonos una reflexión sobre cómo los libros impactan de diferente manera según nuestro momento vital, nuestra madurez o nuestro estado de ánimo. Y, para ello, nos ubica de manera muy resumida en su infancia, afirmando que «crecí en una ruidosa casa de izquierdas donde Karl Marx y la clase obrera internacional eran dogmas de fe: el sentimiento de injusticia social se daba por hecho». También nos cuenta sus primeras incursiones en el mundo periodístico a través de The Village Voice y cómo a raíz de tener que escribir un artículo sobre el feminismo se dio cuenta de que ella lo era. Y, ese trayecto vital coincidió, como no podía ser de otro modo, con un recorrido lector, y en esta recopilación hace una parada para examinar y comentar esos libros que, de un modo u otro, le causaron un impacto, no una única vez, sino que se lo causaron en sus diferentes lecturas porque como gran lectora, ensayística, crítica literaria y periodista que es, afirma justo al inicio del libro que «como la mayoría de lectores, a veces pienso que nací leyendo» y confirma su pasión por la literatura al afirmar que en la introducción que «el mundo continua desapareciendo cuando leo y no dejo de maravillarme» y, como buena lectora, no le cuesta empatizar con sus propios lectores como demuestra libro tras libro manteniendo un firme propósito: «cuando escribo aún espero poner los lectores detrás de mis ojos, que vivan el tema tal y como yo lo viví, que lo sientan tan visceralmente como lo sentí yo».

De esta manera, y haciendo un repaso a las lecturas que más la marcaron, Gornick nos habla en primer lugar de «Sons and lovers», de D. H. Lawrence, la primera novela de aprendizaje que leyó y nos cuenta cómo y por qué le impactó, no en una sino en las diferentes ocasiones en las que leyó el libro. Esta ‘lectura’ es interesante, pero vemos ya en ese primer capítulo el principal punto débil de esta obra: la autora utiliza las casi veinte páginas de este primer ensayo para explicar el libro y las diferentes lecturas del mismo que hizo a lo largo del tiempo con sus diferentes interpretaciones según el momento vital en el que lo leía, pero lo hace de un modo demasiado exhaustivo, contándonos todo el libro y eso es algo que puede tener cierto interés si uno ha leído el libro pero en caso contrario no es algo que aporte demasiado a la lectura aparte de un conjunto de spoilers, explicar toda la trama argumental de principio a fin y añadir unas cuantas citas o incluso párrafos del libro en cuestión.

Ya en el segundo ensayo continua con Colette, de la que afirma que «en su obra, nos podíamos ver no tal y cómo éramos, sino tal y cómo probablemente seríamos», pues «parecía que supiera todo lo que le pasaba por dentro a una mujer ‘bajo presión’». Tras Colette, la autora sigue con su análisis más próximo a la crítica literaria con Marguerite Duras y «El amante» y sigue con Elizabeth Bowen, Delmore Schwartz y Yehoshua donde aprovecha para narrar lo que supone ser judío en Estados Unidos, afirmando que «la mía fue la última generación de criaturas nacidas en Estados Unidos hijas de los judíos europeos que llegaron a este país a finales del siglo XIX. En gran parte, quedamos marcados de por vida en la experiencia angustiante de nuestros padres de vivir en la periferia, colectivamente hablando; empezamos temprano a dejar un testimonio literario de qué quería decir ser judío en los Estados Unidos». La autora se percata de que «últimamente, me he encontrado pensando en este corpus de obras escritas por norteamericanos para los cuales ser judío era central». Asimismo, se confiesa al afirmar que su visión de judía estadounidense le chocó enormemente con la realidad existente en Israel, pues tras su visita a ese país finales de los 70, afirma que «por más que lo intentara, durante los meses en los que viví en Israel, mediante cualquiera de los rasgos identitarios que tenía a mano (judía, mujer y norteamericana), no fui capaz de conectar. Como hija de judíos seglares que hablaban yidis, la lengua hebrea me decía lo mismo que cualquier otra lengua extranjera; como mujer, retrocedí al encontrarme un país aún más machista que el mío; como producto del individualismo de los Estados Unidos, no podía superar el espantoso tribalismo de su cultura».

De igual manera, nos habla también de feminismo al hablarnos de Elizabeth Stanton, quién fue presidenta de La Asociación norteamericana de Mujeres Sufragistas y de cómo conectó profundamente con su obra «The Solitude of Self», pues «ningún libro judío norteamericano había retratado con tanta precisión mi interior, atrapado entre la naturaleza y la historia». Nos habla también de Natalia Ginzburg de quien afirma que, «leyéndola, como he hecho repetidamente a lo largo de muchos años, experimento la euforia de cuando te recuerdan intelectualmente que eres un ser sensible» y nos revela que la propia Ginzburg descubre que «el truco era prestar mucha atención a la propia experiencia y después encontrar la manera de hacer que la escritura se acomode a ella». Su conexión con la autora italiana era tal que parecía que «sus escritos le hablaran directamente. A la larga, parecía que los hubiera escrito para mí». Finalizando los ensayos con las figuras de J. L. Carr y Pat Barker, nos habla también de la predisposición del lector hacia un libro y cómo está condiciona irremediablemente la valoración y el disfrute de su lectura, y de Doris Lessing (y su relación con los gatos) o Thomas Hardy y su libro «Jude». Ya hacia el final del libro, Gornick nos cuenta cómo se encuentra con un libro que leyó y subrayó hace tiempo y cómo aquello que destacó antes no le parecía tan importante y sí en cambio otras frases del libro; esto la sorprende hasta el punto de que lo relee de nuevo siendo consciente que, quizá en una tercera lectura más adelante, encontrará otras partes interesantes a las que ahora mismo no le aportan o impactan en exceso. 

De esta manera, en este recopilatorio de ensayos, Gornick nos narra cómo esas lecturas la impactaron, cómo se identificaba con algunas escenas, pasajes y pensamientos. Por ello, en este libro, más cercano a una recopilación de reseñas o crítica literaria que a un ensayo reflexivo sobre ella o sobre la sociedad, Gornick parece destinarlo a aquellos que en algún momento de su vida se han interesado por esas mismas lecturas que la autora analiza y desgrana, pero que no contará con gran interés por parte de aquellos que no los han leído o que la temática que tratan no se encontrarían entre sus preferencias lectoras. Es posible que mi valoración del libro nos sea mejor debido a las expectativas que tenía sobre él, más cercanas a una especie de Bildungsroman literario donde la autora nos deleitara (como de costumbre) acerca de reflexiones sobre su vida y evolución, que no al análisis de las propias obras. Esperaba de esta lectura que Gornick nos explicará su vida lectora (algo parecido a lo que hicimos en una de nuestras semanas temáticas) ligada a su evolución vital, pero se centra en exceso (según mi opinión) en desgranar las propias obras expuestas y su argumento.

En cualquier caso, la lectura del libro sirve para constatar que «la experiencia del arte solo se produce en el encuentro entre el espectador y el objeto artístico» tal y como afirma Hustvedt en «La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres», y esta experiencia es diferente cada vez, pues el espectador cambia con el paso del tiempo y con ello su visión del mundo. Por ello, parafraseando a Heráclito, quien afirmó que «no nos podemos bañar dos veces en el mismo río» porque las aguas siempre son otras, yo afirmaría que no podemos leer dos veces el mismo libro, puesto que, aunque el texto siempre es el mismo, nosotros cambiamos con el paso del tiempo por lo que nuestra lectura será diferente a cada vez que lo intentemos. Y es bonito que así sea, porque significa que evolucionamos y que siempre podremos sorprendernos con los libros, aunque ya los hayamos leído.