lunes, 27 de diciembre de 2021

Ibram X. Kendi: Marcados al nacer. La historia definitiva de las ideas racistas en Estados Unidos

Idioma original: inglés
Traducción: Jesús Negro García y Francesc Pedrosa Martín
Año de publicación: 2016
Valoración: recomendable
Título original: Stamped from the Beginning: The Definitive History of Racist Ideas in America

Son muchos los libros que han tratado el tema del racismo y del antirracismo (en ULAD hay reseñados muchos de ellos), pero pocos lo han hecho con la profundidad del libro que nos ocupa y narrando su evolución a lo largo de la historia. El propósito de este libro del Doctor Ibram X. Kendi, una de las principales voces antirracistas en EE.UU. y ganador del National Book Award, es hacer un recorrido histórico del racismo en Estados Unidos; en palabras del propio autor, «Marcados al nacer narra la historia integral de las ideas racistas, desde sus orígenes en la Europa del siglo XV, pasando por la época colonial (…) hasta llegar al siglo XXI y a los debates actuales sobre los acontecimientos que están teniendo lugar en nuestras calles».

Para aclarar conceptos que se irán viendo a lo largo del ensayo, Kendi nos detalla las diferencias entre las posiciones segregacionistas (culpar a las propias personas de las disparidades raciales), antirracistas (quienes señalan con el dedo la discriminación racial) y asimilacionistas (que afirman que tanto las personas negras como la discriminación racial son responsables de las disparidades raciales, que «los comportamientos inferiores de los negros podrían superarse si se les diera el entorno propicio»). Kendi nos habla también de la «interseccionalidad», el «prejuicio derivado de la intersección de las ideas racistas y otras formas de intolerancia, como el sexismo, el clasismo, el etnocentrismo o la homofobia» como elementos a combatir.

Kendi estructura el libro en cinco grandes partes y utiliza como “guías” a Cotton Mather, Thomas Jefferson, William Lloyd Garrison, W.E.B. Du Bois y Angela Davis, los cinco «teóricos raciales más destacados o provocativos durante sus respectivas vidas, puesto que escribieron, divulgaron y enseñaron ideas de índole racial (y no racial) tan fascinantes como originales, influyentes e incluso contradictorias». Así, el libro parte de la colonización y nos narra el inicio de la esclavitud y del comercio de esclavos africanos, en el siglo XV; ahí comienza «la historia registrada de las ideas racistas contra los negros», pues «la mayoría de los cautivos vendidos en Europa occidental eran europeos orientales, hechos prisioneros por los saqueadores turcos en todo el territorio alrededor del Mar Negro. Muchos de los cautivos eran eslavos, de manera que el término con el que se designaba a dicha etnia pasó a ser raíz de la palabra “esclavo” en la mayor parte de los idiomas del occidente de Europa». Con la llegada de Colón a América y la masacre que supuso para los indígenas, el esclavismo se extendió pues «prácticamente desde el momento de la llegada de Colón, una oleada de colonos españoles comenzó a degradar y esclavizar a los indígenas del continente, transfiriendo los constructos sobre los pueblos africanos a los americanos nativos».

De esta manera, el libro de Kendi hace un repaso del racismo en orden cronológico y abarca diferentes aspectos de la sociedad, tratando de manera transversal los siguientes aspectos de la sociedad en los que el racismo ha sido presente a lo largo de los siglos y que aquí agrupo, no de manera cronológica, sino en su ámbito de incidencia:

Racismo ideológico:
Kendi nos habla de cómo Mather y Cotton, prevenientes de Inglaterra, crearon escuelas y universidades coloniales en EE.UU., donde se enseñaba literatura griega y latina y estudiaron Aristóteles quien «consideraba que los antiguos griegos eran superiores a todos los que no eran griegos» provocando de esta manera que los puritanos estadounidenses aprendieran «una serie de fundamentos para las jerarquías humanas, de manera que comenzaron a creer que algunos eran superiores a otros» y, de manera similar a Aristóteles con los griegos, los puritanos «creían ser superiores a los americanos nativos, a los pueblos africanos e incluso a los anglicanos, es decir, a todos aquellos que no fuesen puritanos». 

Ya en la época de Thomas Jefferson, «las ideas de la Ilustración dieron legitimidad a este histórico “sesgo” racial, el vínculo entre la luz, la piel blanca y la razón, por un lado, y entre la oscuridad, la piel negra y la ignorancia, por otro» así como Carl Linneo (padre de la Ilustración en Suecia) que junto con «sus compañeros “ilustrados” también creaban jerarquías humanas; dentro del reino europeo, situaban a los irlandeses, a los judíos, al pueblo romaní y a los europeos del sur y del este en el nivel más bajo». Kendi cita también a Voltaire y sus ideas racistas al afirmar, sobre la raza negra, que «aunque su razonamiento no sea de una naturaleza distinta al nuestro, es al menos claramente inferior» y que «los pueblos africanos son como animales —agregaba— que viven únicamente para satisfacer las necesidades corporales» así como también David Hume que, aunque se oponía a la esclavitud, era terriblemente racista al afirmar que «soy proclive a sospechar que los negros (…) son inferiores a los blancos» o también Kant, quien afirmaba que «la humanidad alcanza su máxima perfección en la raza de los blancos». Así, el debate estaba entre los defensores de la monogénesis y los de la poligénesis, un debate que se alargaría a lo largo de décadas.

«A medida que se incrementaba el número de negros libres en la década de 1790 y el número de esclavos negros empezaba a disminuir en el Norte, el debate racial cambió; de los problemas de la esclavitud de paso a hablar de la condición y las capacidades de los negros libres». Así, se pasó a la estrategia de «persuasión por elevación» basada en «la idea de que era posible persuadir a los blancos para que abandonasen sus prejuicios racistas si veían que las personas negras mejoraban su conducta (…) La carga de las relaciones entre razas recaía directamente sobre los estadounidenses negros». 

Activismo:
En 1833 se forma la Sociedad Antiesclavista estadounidense, quienes en 1835 «se valieron de las nuevas tecnologías para difundir la palabra del abolicionismo a los potenciales conversos» y «llegaron a abrumar a la nación entre veinte mil y cincuenta mil ejemplares semanales de su panfleto abolicionista. Ya, en 1966, se forma la Marcha contra el miedo de Mississippi y surgió el grito «Black Power» como concepto que resumía las demandas del control negro para las comunidades negras. Ese mismo año «Huey Newton y Bobby Seale redactaron el programa de diez puntos para su recién fundado Partido de los Panteras Negras para la Autodefensa» y un año más tarde, Angela Davis, una vez volvió de sus estudios de filosofía en Alemania y «ayudó a crear el Sindicato de Estudiantes Negros en la Universidad de California en San Diego». Poco tiempo después, «la muerte de King convirtió a innumerables activistas con doble conciencia en antirracistas de conciencia única, y el Poder Negro creció hasta convertirse en la mayor organización antirracista desde el periodo posterior a la Guerra de Secesión». Así se narra la evolución del activismo en defensa de la comunidad negra y termina hablando de los asesinatos de Trayvon Martin y otros muchos, y la creación de la plataforma #BlackLivesMatter a manos de Alicia Garza y Patrisse Cullors

Racismo cultural:
Kendi también afirma que, junto con los colonos, las ideas racistas llegaron por parte de un grupo distinto, el de los dramaturgos, y hace mención a autores de textos racistas a través de las obras de teatro del siglo XVII; desde el racismo de Shakespeare en Otelo y «la inferioridad negra a superioridad blanca» a «un malvado y sobresexuado Arón» de Tito Andrónico o «La tempestad» con el personaje de «Calibán, el hipersexual hijo bastardo de un demonio y una bruja africana, descendiente de una ‘raza vil’». 

La cultura popular no ayudó a erradicar el racismo, como se demuestra con Edgar Rice Burroughs y su creación literaria, en 1912, de «Tarzán de los monos» en la que un huérfano de padres blancos se cría en África central y «se convierte en el cazador y guerrero más habilidoso de la comunidad, más que ninguno de los simios africanos con los que convive, (…) protege a una mujer blanca llamada Jane de los violentos negros y simios de la zona (…) enseña a escribir a los africanos, tal que si se tratase de niños, a combatir y cultiva sus propios alimentos». También habla del estreno, en 1915, de la película «El nacimiento de una nación» y sus ideas racistas o la publicación, en 1916, de “The passing of The Great Race”’ de Madison Grant en el que idea una escala étnico-racial que sirvió de referencia a Hitler para su “Mi lucha” y que él mismo define como “mi biblia”». Ya en 1933 se estrena King Kong que «no deja de ser un remake de ‘El nacimiento de una nación’ enmarcado en un escenario isleño a lo Tarzán» o en 1936 con el estreno de «Lo que el viento se llevó», donde «se ofrece un retrato de los señores blancos como nobles y atentos, y de los esclavos como leales aunque gandules, poco preparados para la libertad».

Racismo legislativo:
El libro hace también un repaso de como las leyes fueron modificándose a lo largo de los siglos y parte de 1705, con la revisión del código fiscal en Massachussets (…) en la que los legisladores de Virginia hicieron obligatoria la participación de las patrullas de vigilancia de los esclavos (…) por parte de grupos de blancos. «En la misma legislación se negaba a los negros la posibilidad de ocupar cargos públicos», en 1808 «un Tribunal de Carolina del Sur dictaminó que las mujeres esclavas carecían de derechos sobre sus hijos»; afortunadamente, la historia empezó a cambiar cuando, en 1848, se produce la primera convención por los derechos de las mujeres que reclamaban el «voto para todos los ciudadanos, con independencia de su género o raza» y, en el 17 de julio de 1862, se aprobó la Ley de Segunda Confiscación que «disponía que todos los africanos con duelo que huyesen a las líneas del ejército de la Unión o que residieran en territorios ocupados por la Unión “quedaban liberados para siempre de su esclavitud”» o el 31 de enero de 1865 donde se aprueba la decimotercera enmienda que abolía la esclavitud. El 27 de febrero de 1869 se aprueba la decimoquinta enmienda en el que «se prohibía que Estados Unidos o los estados denegasen o limitasen el derecho de voto ‘en virtud de la raza, el color o la condición anterior a la esclavitud’». También la ley de derechos civiles de 1964 que «declaraba ilegal la discriminación por motivos de raza, color, religión, sexo u origen nacional en los organismos y las instalaciones gubernamentales, así como en la vivienda, la enseñanza y el empleo públicos».

Racismo académico:
Con los test de admisión a la universidad, la discriminación seguía produciéndose, creando «nuevas barreras que coartaban a los negros pobres. ‘La clase de ha convertido en algo más importante que la raza a la hora de determinar el acceso a los negros a los privilegios y al poder’». Aportando datos, Kendi asevera que en 2004, «la probabilidad de que un estudiante blanco se inscribiera en las universidades más selectivas» era cinco veces superior a que lo hiciera un negro.

Racismo policial:
A pesar de que nadie conocía las tasas delictivas, como los «índices de arrestos y encarcelamientos de negros» eran superiores, «daban pábulo a las ideas racistas de que los negros quebrantaban más la ley» y «tales suposiciones hacían girar la rueda de la discriminación racial en el sistema judicial penal, que alentaba una mayor suspicacia hacia las personas negras, la presencia de más policía en los barrios negros, un mayor número de arrestos y un encarcelamiento más prolongado, lo que a su vez aumentaba más la suspicacia, etc.» y nos habla del Verano Rojo en 1919, de los linchamientos por parte del Klan en 1980 así como «el terror perpetrado por grupos de policía a lo largo y ancho del país, desde registros a mujeres en los que eran obligadas a desnudarse y abusos sexuales contra ellas hasta golpes propinados con la culata de la pistola en la cabeza de los hombres negros».

Racismo antropológico:
«En 1853, (…) en Francia, el aristócrata realista Arthur de Gobineau publicaba en cuatro volúmenes su “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas” en el que (…) incluía un análisis sobre la “verdad colosal” de la jerarquía racial de la poligénesis. (…) Entre las especies blancas, la aria era la suprema, creadora indiscutible de todas las grandes civilizaciones de la historia del mundo». Las teorías de Gobineau tuvieron mucho éxito entre los alemanes, con el resultado ya conocido por todos.

Por todo ello, el libro que ha escrito Kendi es un repaso detallado y exhaustivo del racismo existente en Estados Unidos. Un ensayo donde predominan los hechos históricos más que la opinión del autor quien traza un recorrido que nos lleva desde el primer tráfico de esclavos hasta nuestros días, evidenciando que el racismo ha existido durante siglos y siempre ha sido mantenido y alimentado por motivos racistas, obviamente, pero también por intereses eminentemente económicos y políticos. Así, como es habitual, racismo y clasismo se asocian para lograr el interés común de las clases «nobles» blancas y sus egoístas y privados intereses porque tras este extenso ensayo, Kendi constata que «el poder nunca va a sacrificarse a sí mismo y renunciar a sus intereses» y que «solo puede garantizarse un Estados Unidos antirracista si quienes están en el poder son antirracistas por principios, de manera que las políticas antirracistas se conviertan en la norma habitual». 

También de Ibram X. Kendi en ULAD: Cómo ser antirracista

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