miércoles, 22 de diciembre de 2021

Elena Fortún: Oculto sendero

Idioma original:
español
Año de publicación: 2016
Valoración: muy recomendable

Elena Fortún (seudónimo literario de Encarnación Aragoneses Urquijo, 1886-1952) tenía todos los papeles para ser excluida del canon de la literatura española del siglo XX: mujer, republicana, exiliada, autora sobre todo de literatura infantojuvenil, ese género tan poco valorado (Elena Fortún es la autora de los libros de la serie de Celia, con la que se entretuvieron y educaronn varias generaciones), con una posición feminista y de disidencia sexual y de género muy de su época, y al mismo tiempo muy avanzadas para su época... Y de hecho, hasta hace relativamente poco, Elena Fortún no figuraba en el canon, salvo para los muy especistas en determinadas épocas o géneros, o para sus antiguos lectores.

Eso, afortunadamente, está comenzando a cambiar, gracias a un doble esfuerzo, académico y editorial. En el lado académico, un grupo cada vez más nutrido de investigadoras (casi todas mujeres, efectivamente), entre las que cabe destacar a María Jesús Fraga (a quien se debe una cartografía de Madrid en Celia en la revolución), Núria Capdevila-Argüelles o Purificación Mascarell (que fue la primera persona a la que oí hablar de Elena Fortún, en un congreso en 2018), han desarrollado diversos estudios sobre su vida, obra y pensamiento. En el plano editorial, y en colaboración con esas mismas investigadoras, la editorial Renacimiento está recuperando las obras completas de la autora en una colección específica, en la que se incluyen obras infantiles y juveniles, teatro, epistolarios o ensayos.

Es en este contexto donde se ubica la edición de Oculto sendero, una novela de tintes claramente autobiográficos, que permaneció inédica más de sesenta años después de la muerte de la autora (de hecho esta pidió que se destruyese el manuscrito, cosa que afortunadamente no sucedió), y que ahora publica, precisamente, Renacimiento, con prólogo de Núria Capdevila-Argüelles, que también es responsable de la edición con María Jesús Fraga.

En un primer nivel, cabría calificar Oculto sendero como una novela de aprendizaje, una coming of age novel, que muestra el progreso del personaje desde la infancia hasta la edad adulta, en un proceso de autodefinición y autodescubrimiento. La protagonista, María Luisa Arroyo, es, como la propia Elena Fortún, una niña nacida en el seno de una familia burguesa de Madrid (hija de comerciantes, aunque con parientes adinerados y aristocráticos), destinada, como todas las hijas de familias burguesas de Madrid (y no solo ellas) al matrimonio, la maternidad, las tareas domésticas. 
 
Solo que María Luisa no es como el resto de las niñas. En primer lugar, porque se resiste a aceptar el papel sumiso y doméstico al que parece destinada. Ella se siente bien leyendo, escribiendo y sobre todo pintando, y no haciendo camas, fregando suelos, cosiendo o gestionando las cuentas de la casa. Únicamente por presión familiar, para huir de una solución peor, acepta casarse con el pintor Jorge Medina, con quien tendrá una hija, pero en esa vida familiar, tradicional y estereotípica, tan ajena a su personalidad, no encontrará la felicidad. (Y en esta línea narrativa, la lectura de Oculto sendero se me mezclaba a veces con el recuerdo de El nudo materno de Jane Lazarre).

Elena Fortún en 1936
(fotografía de 'Crónica')

Pero hay algo más: María Luisa no solo se siente encorsetada y forzada en el modelo de madre y esposa por convicción feminista, sino por una disidencia más profunda, que afecta tanto a los roles de género como a una orientación sexual latente al principio, y decididamente asumida con el paso del tiempo. (De ahí que se pueda decir que Oculto sendero es, también, una coming out novel, una novela sobre la asunción de la propia homosexualidad por parte de la narradora y protagonista). De hecho, la novela se abre ya con dos capítulos que anuncian esta doble disidencia: en el primero, la niña llora desesperada porque la obligan a vestirse con un vestido con puntillas, en vez del traje de marinero (con gorra y todo) con el que ella soñaba; en el segundo, queda hipnotizada y encandilada con la visión de una pareja de lesbianas, con las que coincide en un restaurante: una, morena y masculina; la otra, rubia y femenina; las dos atractivas, cosmopolitas, modernas, admirables.

A partir de este inicio tan revelador, la novela irá mostrando el lento, progresivo y por momentos traumático proceso por el que María Luisa asume quien realmente es en contra de las expectativas y presiones de su familia, sus amistades o su pareja: una mujer "muy masculina", un "chicazo", como constantemente la denominan, a la que le gusta vestirse con traje y corbata, como a la propia Elena Fortún; en definitiva, lo que hoy se denominaría como una butch, como ha propuesto la escritora H. M. Zubieta, gran admiradora de Elena Fortún y de Oculto Sendero. Se trata, como otro personaje le dice a la protagonista, de "entrar en el sendero que hasta ahora ha estado oculto", asumir plenamente su identidad, su sexualidad, su creatividad artística; de vivir plenamente y de forma auténtica, en definitiva. La novela termina, significativamente (perdón por el pequeño spoiler) con la salida de la protagonista hacia el extranjero, huyendo de los últimos "cantos de sirena" de la vida conyugal y familiar tradicional, para abrazar una solidaridad con lo que hoy podríamos llamar "los excluidos del cisheteropatriarcado":

Los míos son esos que despreciáis, […] los parias de una sociedad normal que no tiene otro fin más que reproducirse, los que habéis echado de vuestras honradas casas, llenas de lujuria, lloros de chicos y olor a pañales. Ellos son mis compañeros de camino y me voy con ellos.

El carácter autobiográfico de Oculto sendero es evidente: aunque Elena Fortún escogió la escritura y no la pintura como medio de expresión, muchos otros detalles la identifican con la protagonista de la novela, desde el origen social e histórico, hasta el contexto familiar (madre enfermiza incluida), un activismo feminista vinculado con círculos artísticos e intelectuales de la época de la República, un matrimonio infeliz, un viaje al exilio... Cabe imaginar, por tanto, que también la escritora pasó por el mismo proceso de descubrimiento y aceptación personal, en medio de las difíciles circunstancias históricas y personales que le tocó vivir.
 
En un momento de la novela la protagonista ve a las chicas más jóvenes que ella, más libres e idependientes y piensa: "¿Por qué había venido yo al mundo diez años antes de mi tiempo?" No han pasado desde entonces diez años, sino sesenta, y me pregunto si esa búsqueda de identidad, autenticidad y aceptación es más fácil para los y las jóvenes actuales que para la narradora de la novela. Espero que sí, que algo hayamos avanzado en todos estos años, aunque haya quien eche de menos tiempos pasados que imaginan mejores. En cualquier caso, esos y esas jóvenes ahora tienen a su disposición Oculto sendero, para leerlo, disfrutarlo y, quizás, reconocerse en el espejo de María Luisa Arroyo, de Elena Fortún.

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