martes, 31 de julio de 2018

Arturo Uslar Pietri: La isla de Róbinson

Idioma original: Español
Año de publicación: 1981
Valoración: Bastante recomendable

“La isla de Róbinson” es la biografía novelada de Simón Rodríguez, de nombre “artístico” Samuel Róbinson, un personaje clave en los procesos de emancipación de la América española. Su importancia se debe, fundamentalmente, a que Rodríguez fue tutor y mentor de Simón Bolívar, aunque no hay que desdeñar en absoluto sus aportaciones en el ámbito de las reformas educativas.

Pese a que la novela es una continua rememoración de experiencias, paisajes y gentes de América del Sur, desde la selva a las cumbres andinas, del Caribe a la Tierra de Fuego, dos serise los principales ejes sobre los que gira el libro: la figura del Libertador, ya sea como presencia palpable o como influencia inasible, y la obsesión de Rodríguez por la educación como fuerza transformadora de la sociedad. Estos dos ejes serán una constante en una novela que podríamos dividir en dos partes bien diferenciadas. 

La primera parte sería una “novela de formación”, tanto del propio Rodríguez como de Bolívar. Abarcaría desde los días en los que ambos entran en contacto en su Caracas natal hasta los días de la independencia. Es novela de formación porque es la narración de la adquisición por parte de ambos de su bagaje político – cultural. Los escritos de Rousseau y Voltaire, la influencia de la independencia de los Estados Unidos y los iniciáticos viajes a la Francia revolucionaria y napoleónica , a Italia y a Inglaterra marcarán de forma indeleble a ambos, a través de la observación de los aciertos y errores, de las potencialidades y derivas de los procesos europeos.

La segunda parte daría comienzo con la independencia de las repúblicas latinoamericanas y llegaría hasta los últimos días de Simón Rodríguez. Esta segunda parte puede (y debe) leerse como la crónica de un fracaso: la primera de tantas oportunidades perdidas para América Latina, la eterna historia de las revoluciones traicionadas y malbaratadas por luchas intestinas, celos, rencillas y egos. Porque, pese a los triunfos militares de Bolívar, surgen las envidias, los intentos de asonada, las luchas de poder y los proyectos educativos de Rodríguez se ven abocados al fracaso. Ejemplo claro de este fracaso es la propia situación de Simón Rodríguez en sus días finales, dedicado a la fabricación de velas y jabones con los que iluminar y limpiar el exterior cuando todos sus esfuerzos en vida fueron destinados a iluminar y limpiar el interior.

En resumidas cuentas, “La isla de Róbinson” es una (muy) buena novela que, como todo, cuenta con sus cosas buenas y malas. A su favor están la universalidad de la obra pese a tratar un tema local, el reflejo del ambiente de derrota, de revolución fracasada y traicionada, la construcción de un gran personaje como el de Simón Rodríguez, y una mayor accesibilidad (o menor experimentación) que otras novelas del autor como la magnífica “Las lanzas coloradas”. En su contra, en cambio, pesan una cierta reiteración de ideas y una excesiva fragmentación de los episodios de la vida de Rodríguez, la cual provoca que no se profundice en momentos que podrían dar más de sí. Además, aunque esto es un asunto que hay que poner en mi “debe”, creo que se trata de una obra que disfrutarán más quienes posean más amplios conocimientos de los procesos de emancipación de la América española.

En cualquier caso, después de haber leído hace un montón de años “Las lanzas coloradas”, he quedado más que satisfecho con esta vuelta a uno de los grandes de las letras venezolanas. Habrá algún que otro Uslar Pietri más. Seguro que sí.

Tambien de Uslar Pietri en ULAD: Las lanzas coloradas Un retrato en la geografía Estación de máscaras

lunes, 30 de julio de 2018

Mario Cuenca Sandoval: El don de la fiebre


Idioma: español 
Año de publicación: 2018 
Valoración: Muy recomendable (e incluso imprescindible para interesados)

Lo siento, pero toca batallita: hará un par de años, tuve la oportunidad de asistir a un concierto ofrecido por profesores y alumnos de una prestigiosa escuela de música norteamericana, en el que, entre otras composiciones, se tocó el Cuarteto para el fin del tiempo de Olivier Messiaen. Como el público del concierto no éramos, en general, especialmente melómanos ni entendidos en música de cámara contemporánea (me incluyo), se nos explicó en una introducción las circunstancias de la composición y el estreno de esta obra musical: en un campo de prisioneros de guerra franceses en Silesia, durante el invierno de 1940-41. También algunas características de este compositor, como eran su profunda religiosidad y su percepción sinestésica (que en su caso se manifestaba asociando sonidos y armonías con diferentes colores). Creedme que cuando oí la historia de esta obra y de su autor, me pareció perfecta para un novela o una biografía novelada, y de hecho estuve buscando, infructuosamente, si existía alguna ya publicada, aunque sólo se encontrara en francés, por ejemplo. Supongo que en aquel momento, Mario Cuenca Sandoval, que ya había tenido esa idea, se hallaba escribiendo este libro que hoy ocupa esta reseña. Por suerte, he de añadir.

La "novela", en realidad biografía novelada -sí, al estilo de Deville o Echenoz-, surge a partir de tres hilos temporales distintos: la infancia y juventud del compositor, sus últimos días, ya en su vejez, y sus vivencias como soldado francés en la II Guerra Mundial; tres manantiales que van discurriendo de forma casi paralela hasta confluir en una sola corriente: el momento en el que, en el Stalag VIII-A, el campo de prisioneros al que había sido confinado, se dan una serie de circunstancias asombrosas para que se produzca el prodigio -el milagro, diría sin duda el propio Messiaen-, la composición y estreno, en condiciones no demasiado adecuadas, de una obra musical de vanguardia, el famoso Cuarteto para el fin del tiempo, con la intención por parte de este músico, quien, ya digo, era un creyente en la fe cristiana más que convencido, de celebrar la venida del Apocalipsis, y por tanto del fin del transcurrir del tiempo (acontecimiento que para él, lejos de tener un carácter ominoso, resultaba liberador). (*)

Cualquier otro, creo (o al menos yo) , habría tenido la tentación de finalizar el libro en ese momento cumbre de la primera y precaria interpretación de la obra: novelita breve pero intensa, satisfacción por parte del lector y chimpún... pero Cuenca Sandoval dedica el resto de la obra, casi la mitad de la misma, a hacer transcurrir su relato por los turbulentos rápidos de la ocupación alemana y sus remolinos de cobardía, los lentos meandros de la posguerra y la edad madura, el delta donde se bifurcan los distintos ramales de la obsesión, la inseguridad, la engañosa memoria... (vale, ya dejo la metáfora fluvial, que sé que me estoy pasando).

Por último: si la tarea de trazar con suficiente claridad, pero sin perder los muchos matices, la peripecia vital de un personaje como Messiaen -tan músico preclaro como casi místico e iluminado, tan genio incomprendido como obseso lunático- ya parece harto complicada, Cuenca Sandoval la emprende, además, con la irrenunciable premisa de una prosa absolutamente brillante, de un nivel estilístico y un espíritu poético como pocos podremos encontrar, em parece, en el panorama literario actual.  Cierto es, por ponerle un pero, que tal vez los lectores menos aficionados a los párrafos tirando a larguitos, a las serie inacabables de subordinadas ya una cierta "barroquización" de la prosa -con todas las comillas posibles, puesto que no implica, en ningún momento, una tendencia al desorden, sino todo lo contrario- no aprecien este estilo en su justa medida. Ahora bien, lo que no podrán negar en ningún caso es su riqueza, su excelencia y aun por momentos, su maravilla.

(*) Hubo otra historia semejante, aunque mucho más trágica aún, sobre la composición de la ópera El emperador de Tlantis o El rechazo de la muerte de Viktor Ullmann, con libreto de Petr Klen, en el campo de concentració de Therezin, en 1942 (aunque el estreno como tal no sería hasta 1975). Los autores de esta ópera, que no estaban allí por ser soldados prisioneros, sino judíos, murieron dos años más tarde en Auschwitz. Es decir: fueron asesinados.



También de Mario Cuenca Sandoval, reseñados en Un Libro Al Día: Boxeo sobre hieloLos hemisferios

domingo, 29 de julio de 2018

Patricia Highsmith: Crímenes imaginarios


Idioma original: Inglés
Título original: A suspension of mercy 
Traductor: Jordi Beltrán
Año de publicación: 1987
Valoración: Está bien 

Sidney (¿soy el único al que éste le parece un nombre femenino?), Sidney, digo, es escritor. Discute a menudo con su esposa, Alicia. Un día acaba por agotarla, de modo que ésta decide irse de casa, cosa que ya ha hecho otras veces en las que necesita algo de espacio. Pero en esta ocasión, Alicia no especifica el tiempo en que estará fuera, y las semanas avanzan sin que haya noticias de ella, por lo que su ausencia inquieta a mucha gente. Su familia y sus amigos empiezan a pensar que quizás su marido la haya asesinado. La forma de comportarse de Sidney al hablar del asunto, totalmente enturbiada por un humor negro que revela una completa indiferencia hacia el paradero de Alicia, no ayuda a que la policía o los medios de comunicación suavicen la impresión que el excéntrico escritor les ha producido. El propio Sidney pone a su imaginación al servicio de fabular que él ha matado y enterrado a Alicia, e incluso se ve a sí mismo como el verdugo de su esposa por momentos. A fin de cuentas, ¿acaso la alfombra enterrada, su libreta de crímenes, entre otras cosas, no apuntan en esa dirección?   

Patricia Highsmith lo ha vuelto a hacer. Cuando acabé de leer este libro (que, aviso, no me ha parecido estar, ni siquiera remotamente, entre los mejores que la autora ha escrito) alabé que hubiera construido, de nuevo, a un personaje de esos que tan bien sabe hacer. De esos que, como Mr. Ripley (protagonista de El talento de Mr. RipleyEl amigo americano, Ripley en peligro, etc...), o Edith y Cliffie (personajes de El diario de Edith), me ha parecido inmortal. Debido a su denso tratamiento psicológico y a su seductor carisma, Sidney mueve la novela sin esfuerzo. Quizás es bastante similar a otros personajes creados por la autora, pero el factor previsible de su forma de comportarse y pensar no quita que sea altamente disfrutable verle en acción.   

En fin. Los enredos a los que Highsmith nos tiene acostumbrados. Mentiras que son verdades y verdades desdibujadas por mentiras, ¿o eran verdades falsas? La tozuda voluntad de meternos en el fregado, de hacernos cómplices; Sidney, pobre Sidney, ¡que no te ocurra nada! Un nada sutil trasfondo misántropo, los susurros acerca de la pertinencia de desconfiar de la gente... La prosa concisa y directa. El ritmo algo irregular de todas sus novelas. Todo esto y más, señores, mucho más, en Crímenes imaginarios, libro que si bien no recomendaría a alguien que se quiera iniciar con Highsmith, creo que los incondicionales de la autora podrán disfrutar sobremanera. En cuanto a los que no conozcan a la escritora pero la premisa de esta novela les parezca interesante, que lean Wilt. Tiene un argumento más o menos similar, y aunque el tono se decanta hacia lo cómico, el libro está repleto de un humor y una crítica social realmente geniales.  


También de Patricia Highsmith en UnLibroAlDia: Aquí

sábado, 28 de julio de 2018

Reseña interruptus. Màxim Huerta:La parte escondida del iceberg


Idioma original: español
Año de publicación: 2017
Valoración: sonrojante

Mira, Màxim: me hago un lío yo con esto de los tratos protocolarios. Así que entre ilustrísima y vuecencia y guarde a usted dios muchos años, voy a optar por el tuteo. Si esto de la cultura está cerca de la farándula, verdad que sí.
Porque la cultura te gusta, entiendo, o por lo menos a día de hoy no has tenido que salir a explicar tweets diciendo que no odias la cultura sino que lo odias es ser culto. De momento, supongo, entiendo que la cultura sí te gusta y que los libros te gusta no solamente escribirlos (y publicarlos y venderlos y que te los premien, ya puestos) sino incluso leerlos.
Debo reconocer que alguna vez había considerado leer un libro tuyo. He leído cada cosa, oye, de esos autores mediáticos, que me imaginaba que una novela tuya no iba a ser lo peor a lo que enfrentarme. Si en la TV pareces un tipo juicioso y calmado. Aunque menudos canales y menudos acompañantes te has procurado. Echa para atrás. Pero claro, empujón al precipicio. Va y eres el mandamás del recuperado Ministerio de Cultura del primer gobierno del estado español que accede al poder tras una moción de censura. En una racha de nombramientos que ha parecido la alineación de un equipo finalista de algo gordo. Redes sociales a tope y a ti te toca el último nombramiento, el más esperado y el último acontecimiento ahora que los Novel convertirán el Nobel en la pedrea de una tómbola cutre. Sr. Màxim Huerta, Ministro de Cultura. Hasta hoy, ULAD había dado la espalda a tu obra y esto acaba hoy y aquí. Lo proclamo con toda la solemnidad que la ocasión merita.
Veremos de qué sirve. *
La elección: libros disponibles en las bibliotecas de Barcelona escritos por Màxim Huerta. Este está disponible, aunque me aterroriza ver a posteriori que ni en el paraíso de la tibieza que es Goodreads su puntuación promedio llega a las tres estrellas: se queda en dos, noventa y nueve. Antes de abrir el libro ya he dicho Uh. Varias veces. He visto ciertos temas recurrentes en las sinopsis de tus novelas. Reencuentros, pérdidas, soledad, París. Hombre, temas lo que se dice muy originales vas a reconocer que no son. Y la foto de la portada, el puente y la niebla y la torre Eiffel. Un poquitín zafoniana, y ya debería írmelo temiendo.
Porque este libro es un tostón. Bueno, como mínimo una sexta parte de tostón (de pureza casi absoluta), que es más o menos lo que he aguantado, pero es que prefiero apostar a que todo es igual y  ya no perder más tiempo, que en mi pila de pendientes está Faulkner y está Vonnegut y hasta voy a releer algo de Houellebecq. O esta muestra no es todo un mal presagio:
Si pudiera contar los miedos que tengo, y hablo de miedos a todo, de todo tipo, variados, como una caja de galletas surtidas, convocaría un día de celebración nacional. Algo así como un desfile de miedos por las grandes avenidas. Vestidos de gala que para eso son mis miedos.
Miedos y miedos
La cosa parece ir de un escritor paseándose por París entre lamentos por el amor perdido. Lamentos que son bastante reiterativos, pero que van surgiendo de una manera u otra, que la cosa va de demostrar que uno tiene ese arte dentro de sí para que el universo se sienta identificado mientras se da el festín de metáforas. Festín que entre referencias obvias (de verdad, ¿Hemingway?, de verdad, ¿la foto de los dos enamorados que se besaban cuando París fue liberado?) no cesa ni un momento porque Huerta parece incapaz de despojarse de su guisa de escritor y transformarse en narrador, parece incapaz de renunciar al disfraz erudito y encadena idea tras idea trufada de un lirismo que pa`qué. En fin. Tenía algún otro párrafo por ahí para ejemplificar el desastre, pero es que leer dos veces algunos de estos textos, sabéis, a uno ya le vence el sueño.

O sea, un sincero, rotundo y sonoro NO.

*Perdón: lo de empezar a redactar las reseñas demasiado pronto: vas, Màxim,  y dimites. Dimites por un quítame ahí unos eurillos de palo del fisco y porque has decidido dar ejemplo y ser coherente y esa coherencia hace que te adjudiques un record: el ministro más fugaz de todos los tiempos. Lo que te has ahorrado: igual el destino te tenía preparado el embutirte una camiseta de la roja y presenciar algún partido del mundial como si algo te fuera en ello. Ves, no hay mal que por bien no venga.

Màxim Huerta arrastrará ese record como un estigma o como una medalla, él decidirá. Publicará más libros y puede que esa intensa experiencia, ese montaña rusa emocional, le procure algún breve destello inspirador. Como escritor, falta le hace, desde luego. Porque de eso de ser escritor a uno no le hacen dimitir. Me temo.

viernes, 27 de julio de 2018

Magda Szabó: El corzo

Resultado de imagen de el corzo magda szaboIdioma original: húngaro
Título original: Az őz 
Año de publicación: 1959 (En español: 2018)
Valoración: Recomendable




Aunque Magda Szabó (1917-2007) tiene en su haber unas sesenta obras de géneros diversos solo cinco de ellas se han traducido al castellano. Y ni siquiera han servido para darla a conocer aquí, quizá porque no se la ha promocionado lo suficiente. 
La ideología le pasó factura ya en 1947, cuando daba sus primeros pasos en el mundo literario y antes incluso de haber publicado ficción, al serle negado un premio de poesía poco después de haberlo ganado. Durante algunos años, se mantuvo voluntariamente en silencio como forma de protesta por la situación política de entonces, dedicándose en exclusiva a la enseñanza. Por ese motivo, sus primeras obras obtuvieron una acogida más bien fría. Solo tras la publicación de El corzo en Alemania -con la ayuda de Hermann Hesse- llegaría por fin el éxito, pero también su inclusión en la lista de autores disidentes.
El corzo no es, desde luego, una novela amable. Eszter narra en primera persona una vida de intenso trabajo, de privaciones, de envidia por la prosperidad que la rodea, pero también de energía, vitalidad y una brillantez poco común, cualidades de las que ella no parece ser muy consciente. Lo será, más adelante, de su rotundo éxito como actriz, del reconocimiento que ha conseguido, pero entonces la amargura ya se habrá instalado en su carácter y le impedirá disfrutar de lo adquirido.
Escrita con un estilo intimista, la novela alterna constantemente el presente con recuerdos de distintas épocas, introduce personajes sin presentarlos ni describirlos y no da demasiadas pistas de lo que está relatando. Gracias a este logradísimo flujo de conciencia penetramos en la confusa mente de quien ha crecido en el resentimiento y el deseo de venganza por culpa del hambre y la miseria, a pesar de su ascendencia aristocrática y de las prometedoras carreras de sus padres. Porque nada de eso cuenta en un país donde la honestidad y la fidelidad a los principios impiden disfrutar de una vida digna. Y si el idealismo produce tanto sufrimiento lo que genera es justo lo contrario: un carácter frío, pragmático e  hipócritamente transgresor. La crítica al régimen de  entonces es más que evidente.
En ese corzo que le fascinaba de niña, Eszter consumará una de sus primeras venganzas. Pero habrá más, y la víctima escogida será esa vecina que lo tuvo todo: dinero, mimos, unos padres saludables y un aspecto de niña rica, sin preocupaciones, que puede permitirse el lujo de ser sosa y hasta inepta. Pero la auténtica rivalidad aparece mucho más tarde, cuando la frustración encuentre un campo de batalla donde tiene asegurado el éxito.
Szabó ha construido un personaje francamente antipático. No es que no entendamos sus motivos, pero igual que ella es incapaz de ponerse en la piel de nadie, al lector no le apetece ponerse en la suya. Lo que más me ha impresionado es que está construida de una pieza. No evoluciona. Ni ella ni nadie. Cada individuo se mantiene en su papel, reacciona siempre de la misma manera, al menos en la mente de esa narradora que de objetiva tiene más bien poco pero cuyas impresiones nunca podremos contrastar. El texto entero resulta frío, tan enrevesado como los pensamientos de Eszter y tan obcecado como ella misma. La acción apenas avanza como si siempre tropezase con el mismo escollo; la información se amplía gradualmente, en círculos concéntricos, hasta el final, cuando la circunstancia que da sentido a los hechos a la vez que los mantiene en suspenso da un vuelco repentino y todo cambia. Todo menos la protagonista, que pase lo que pase nunca dejará de ser como es.

De la misma autora: La puerta

jueves, 26 de julio de 2018

Rebecca Solnit: Los hombres me explican cosas

Idioma original: inglés
Título original: Men explain things to me
Traducción: Paula Martín Ponz (edición en castellano), Marina Espasa (edición en catalán)
Año de publicación: 2014
Valoración: bastante recomendable

Para aquellos que desconocen la trayectoria profesional de la autora, podríamos resumirlo diciendo que Rebecca Solnit es una de las voces activistas que más relevancia tienen en el panorama mundial. Así, escribe de manera frecuente en The Guardian y Harper's Magazine, y parte del contenido de sus artículos de denuncia son la base de sus libros.

En «Los hombres me explican cosas», la autora parte de una anécdota personal en la que una figura masculina de alto cargo explica a Solnit el contenido de un libro que estaba teniendo mucho renombre en ese momento, sin saber que era ella quien lo había escrito. Y aún después de que ella se lo hiciera notar, él siguió intentando explicarle el contenido del libro. Esta situación podría ser una divertida anécdota, a menos que vayamos a lo que implica realmente: un mundo donde los hombres son quienes realmente saben las cosas, quienes tienen la "facultad" de explicar lo que sucede, quienes con su autoimpuesta seguridad menoscaban la voz de las mujeres. Matiz importante: antes de que alguien se siente ofendido por el título genérico, la autora ya indica que el libro no va dirigido a todos los hombres sino a aquellos que pretenden explicar cosas que una ya sabe y que lo hacen presuponiendo un desconocimiento de la interlocutora por el hecho de ser una mujer.

De esta manera, Solnit escribe este ensayo donde denuncia la dificultad de las mujeres, no únicamente en ser escuchadas, sino en que los hombres valoren la calidad de sus aportaciones. El título del libro ya lo indica de forma clara y hace referencia al famoso concepto de mansplanning. Partiendo de esa curiosa anécdota, pone de relieve un mundo donde las mujeres deben luchar, no únicamente por conocer y explicar los hechos, sino también por librar una batalla que va más allá del propio conocimiento sobre un tema: deben luchar también para que su voz sea reconocida y válida. Así, a lo largo de los nueve capítulos que contiene el libro, la autora trata diferentes hechos y situaciones donde la mujer está relegada a un segundo plano, donde el poder del hombre en un mundo construido a su medida intenta imponerse a la libertad y al derecho de la mujer a ocupar ese mismo espacio.

La autora nos expone datos sobre violencia hacia las mujeres, y como esta es una herramienta de control. Por este motivo tantos asesinatos a mujeres son por parte de sus parejas al decidir ellas romper la relación. Y al hablar del control, habla sobre la errónea interpretación sobre el hecho que la liberación femenina intenta robar el poder de los hombres, como si solo pudiera tenerlo uno de los sexos. Aquí la autora es clara: «Somos libres juntos o somos esclavos juntos». Y hablando sobre el poder, lo hace también sobre su ejercicio en la práctica: el control. Un control que se manifiesta en los diferentes apartados del libro, como cuando habla de Dominic Strauss-Kahn (con críticas que extiende hacia el FMI y el capitalismo, como estructuras que ejercen el poder, fomentan la individualidad, la competitividad y un consumismo sin límites), también cuando denuncia la invisibilidad que se da a las mujeres a través de la religión (el velo), el matrimonio (pérdida del apellido en la descendencia), menciones a Virginia Woolf y a la esperanza en la oscuridad (capítulo que dará pie a otro libro publicado por la autora en 2016 y que reseñaré en breve) y la necesidad imperiosa de avanzar hacia caminos de destino incierto pero necesarios. Igualmente, con una mirada retrospectiva, la autora menciona los cambios en la sociedad que supuso la aceptación del matrimonio formado por dos seres iguales y denuncia las desigualdades existentes antiguamente dentro de un matrimonio formado por hombre y mujer. La aprobación del matrimonio entre seres del mismo sexo permitió la revisión de los conceptos sobre igualdad entre miembros y supuso un cambio a la hora de establecer el poder dentro de una relación.

La autora también habla sobre la acusación y presunción de culpabilidad que se otorga a las mujeres, y la falta de credibilidad cuando ellas acusan a los hombres de abusos. Habla de las violaciones y el silencio que hay en cada una de esas situaciones, un silencio de la víctima. Habla sobre los cambios a raíz de los movimientos feministas en los años setenta y posteriores. Y habla, en el caso de las violaciones, del intento de callar a la víctima y si es posible, atacar a su credibilidad; pero la autora no lanza la toalla y sí lanza un mensaje optimista: «La lucha ha sido larga y dura, y lo seguirá siendo; a veces se pondrá fea y las reacciones contra el feminismo continuaran siendo salvajes, fuertes y omnipresentes, pero no están ganando

Este aspecto último aspecto ya lo vimos en «Teoría King Kong», de Virginie Despentes, pero en este caso Solnit se desmarca del enfoque de Despentes y hace mención al movimiento YesAllWomen como respuesta al NotAllMen.  La autora critica el movimiento NotAllMen, porque aunque es cierto que no todos los hombres cometen abusos, sí todas las mujeres los sufren, de ahí su YesAllWomen. Y aprovecho para lanzar un aviso: aquellos (y aquellas, aunque menos) que os echasteis las manos a la cabeza con Virginie Despentes y su «Teoría King Kong», no os alarméis. Porque el estilo de Solnit es totalmente diferente, y su enfoque no parte tanto de la crítica ácida y mordaz, casi desafiante e incluso agresiva de Despentes, sino que lo centra en algo más constructivo. Y sí, claro que habla del concepto NotAllMen y lo critica poniéndolo en frente del más que acertado YesAllWomen, pero ya la misma autora reitera en varias ocasiones que muchos hombres se han unido al feminismo, en una causa que no pretende menospreciar o reducir la capacidad de los hombres, sino una causa que lo que pretende es liberarnos a todos. Igual que el racismo no debe combatirse solo por parte de las víctimas (o personas afectadas), tampoco el feminismo. Así, este relato es más inclusivo, más esperanzador, más optimista, porque hay razones para creer que se avanza, de manera más lenta o más rápida, a veces de forma acelerada y otras con muchísimos obstáculos, pero se avanza.

Y esta vez terminaré la reseña con una cita de la autora, que resume perfectamente el por qué debemos afrontar y combatir la situación actual: «Es una cuestión de derechos humanos, es el problema de todos, no está aislado y nunca más será aceptable. Tiene que cambiar. Es vuestro trabajo cambiarlo, y mío, y nuestro

También de Rebecca Solnit en ULAD: Esperanza en la oscuridad, Una guía sobre el arte de perderse, Recuerdos de mi inexistencia

miércoles, 25 de julio de 2018

Carme Riera: Palabra de mujer


Idioma original: Catalán
Títulos originales: Te deix, amor, la mar com a penyora y Jo pos per testimoni les gavines
Año de publicación: 1975 y 1977
Traducción: La propia autora
Valoración: Imprescindible

Desde que a mediados de la década de los 70 del siglo pasado Carme Riera publicó sus primeros relatos bajo el título Te deix, amor, la mar com a penyora (Te entrego, amor, la mar, como una ofrenda) y un par de años después Jo pos per testimoni les gavines (Y pongo por testigo a las gaviotas) no ha dejado de mantener con los lectores una relación muy, pero que muy, gratificante. Carme Riera (Palma, 1948) dispone de una vasta colección de reconocimientos y premios -en 2015 le llegó el Premio Nacional de las Letras Españolas- forma parte desde 2012 de la Real Academia Española de la Lengua y es regularmente traducida a más de una decena de idiomas. Ha tocado múltiples géneros y registros, deparando tanto ambiciosas novelas por su complejidad argumental y pulso estilístico como medidos ejercicios de ironía con el presente más inmediato, así como novela criminal, memorias de la infancia o de un embarazo, o también, teatro, libros infantiles o prosa. Eso en su faceta creativa, pues asimismo se ha dedicado al ensayo y a la divulgación. Con toda esta parrafada pretendo llegar a un lugar casi obvio; sus libros me suelen gustar mucho. Y los dos primeros se me antojan, sencillamente, una maravillosa delicia.

Lo que uno se encuentra al abrir las páginas de estos dos primeros libros de Carme Riera es esencialmente una incontenible corriente de libertad, historias de mujeres que desean obstinadamente amar, que amando disfrutan hasta el delirio y que muestran las heridas y el dolor que el amor les ha dejado. Páginas por las que navegan mujeres que se manejan con sensualidad, inteligencia y determinación. Mujeres sin miedo y sin límites. Vitales adolescentes que desbordan con apabullante naturalidad reglas y convenciones y entrañables ancianas que al mirar atrás sentencian que no han tenido suerte con los hombres. Mujeres entregadas, voluptuosas, soñadoras, realistas, frágiles y poderosas, llenas de una vitalidad  que desprende emoción y lucidez.

Personajes femeninos rodeadas de mar, la mar, un mar que tanto es un espacio mental donde desaparecen la asfixia de las convenciones y de las mezquindades como también una representación del éxtasis amoroso; el reclamo de las olas, el mar que nunca rechaza, que centellea, que se adentra a través del ojo de buey, que ofrece el tacto anacarado de las caracolas, la suavidad de las algas entre encajes de espuma, el ritmo de las olas y su fluir, el torbellino de las aguas de fondo, despiadadamente azules…

Los relatos fueron traducidos del catalán al castellano por la propia autora y tienen, por tanto, más la condición de una reescritura que la de una fiel transposición de una lengua a otra. Palabra de mujer recoge veinticinco de las casi cincuenta piezas que integraban los dos libros, algunos de ellos tan transformados que apenas mantienen un lejano parentesco con su primigenia versión en catalán, aunque los que dan título a los libros –de los que pende un hilo argumental y cronológico- están por supuesto incluidos. Mi opinión es que quien pueda (o piense que pueda intentarlo acompañado de un diccionario) lo haga en catalán, idioma que Carme Riera elabora de manera compleja y sensorial, sabrosa y untuosa como las buenas ensaimadas.  Ahí va una migaja: “Y, sin embrago, yo he visto, a cincuenta millas de la costa, allí donde el milagro se encarnó en la perfección de unos cuerpos, brotar rosas. Rosas rojas como coágulos entre olas azules…”, que en su origen, suena así: “Roses vermelles, com un miracle, sobre la mar blavíssima, que ningú no ha tallat encara…”.

La aparición de estos relatos supuso en su momento una buena sacudida en el ámbito de la literatura en catalán, que en 1980 prolongó la periodista barcelonesa Montserrat Roig, quien tras cobrar un adelanto editorial para retirarse una temporada al Caló de sant Agustí, en Formentera, -y no se me antoja lugar más propicio para la tarea-  redactó L’hora violeta, una demoledora novela con la que hacer trizas el concepto de amor romántico. Leídas ahora, mi sensación es que los relatos de la palmesana aguantan mucho mejor el paso del tiempo que la novela de la barcelonesa.

PD: Como me temo que las portadas de la versión en castellano son más un demérito, repesco alguna de las primeras ediciones en catalán.



 Otros títulos de Carme Riera en Un libro al día: En el último azul

martes, 24 de julio de 2018

Walter Scott: Ivanhoe

Idioma original: inglés
Título original: Ivanhoe 
Año de publicación: 1820 
Traducción: Juan Tomás y Salvany 
Valoración: recomendable

¿Qué leía la chavalería (palabra vintage a recuperar) antes de, qué sé yo, Geronimo Stilton y Harry Potter y los libros del detective esqueleto como se llame y de María Frisa y Laura Gallego? Pues qué va a ser, los Cinco, los Tres Investigadores, las novelas de Julio Verne, de Emilio Salgari, de Karl May, La isla del tesoro, Mujercitas (chicas y chicos, eh...) y, last but not least, libros de Walter Scott: Ivanhoe, preferentemente. En versión adaptada y reducida, por lo general, puesto que la obra original, resulta quizás demasiado "tocha" y prolija para los tiernos lectores prepubescentes. Aunque quizás sea esa minuciosidad en el detalle, amén de sus otras cualidades, claro, lo que la hace más atractiva para el lector adulto. Otra cosa es si este lector adulto está interesado además en el rigor histórico, pues si bien el escocés Walter Scott está considerado, con justicia, como uno de los progenitores de la novela histórica, también es cierto que fue, ante todo, un escritor romántico, y por tanto,  también proclive a la exageración o mixtificación de los hechos y personajes con los que trataba, para que sirviesen de acuerdo a sus fines estéticos. Así, esta novela, ambientada a finales del siglo XII, cuenta la historia de un caballero sajón, Wilfred de Ivanhoe, que ha partido a las Cruzadas junto al rey Ricardo Corazón de León, el cual posteriormente ha sido capturado por sus enemigos y mantenido en cautividad en Austria. Mientras tanto, el reino de Inglaterra está bajo el gobierno del príncipe Juan (sí, el de Robin Hood, que tampoco es un desconocido en esta obra) y los nobles de origen normando, que mantienen una agresiva rivalidad con los conquistados sajones.

Sin entrar en detalles argumentales, hay que decir que en esta novela encontramos todo una panoplia de personajes y situaciones clásicos de cualquier novela de aventuras medievales: caballeros misteriosos que se baten en torneos y se apresuran a salvar a las damiselas, nobles que anteponen su honor a cualquier otra cosa, frente a otros que no hacen más que felonías, intrigas por el poder, bandidos de buen corazón,  siniestros templarios, fieles siervos de la gleba, juicios por brujería, batallas para conquistar castillos... en fin, un poco de todo, que hace que la lectura de esta novela sea un disfrute para el amante del género de aventuras. Ya digo que quizás el estilo decimonónico  pueda ralentizar la lectura, al menos para lo que estamos acostumbrados en las novelas "históricas" de hoy, pero eso, a quien le pille el punto, no dejará de acrecentar su disfrute.

Cierto es, ya digo, que la precisión histórica de la novela resulta cuestionable -por ejemplo, parece que el verdadero rey Ricardo era bastante más capullo menos presentable de lo que aparece aquí-; aún así, en la misma podemos encontrar varios asuntos que resultan fundamentales para el estudio de la Historia medieval (hasta donde yo recuerdo), como son las rivalidades entre los distintos grupos étnicos o nacionales que  configuraban la sociedad europea de la época -con los judíos llevándose la peor parte-; competencia entre el rey y los nobles por quedarse con el botín las rentas campesinas; importancia creciente de las órdenes religiosas  militares -auténticas multinacionales de ese momento-, la incipiente expansión europea por medio de las Cruzadas, con la excusa de la religión... en fin, un panorama de lo más interesante, antesala, además, del primer atisbo "constitucionalista", con la Carta Magna que firmaría pocos años después -bien que obligado- el rey Juan Sin Tierra. Pero esa, amigos, ya es otra historia...


Otras obras de Walter Scott reseñadas en Un Libro AL Día: La novia de Lammermoor

lunes, 23 de julio de 2018

Bohumil Hrabal: Mi gato Autíčko

Idioma original: checo
Título original: Autíčko
Año de publicación: 1986
Valoración: recomendable

Tengo dos gatos: Fluzo y Lua. Fluzo es blanco, hijo del gato de una amiga, que dejó preñada a la gata de la vecina. Lo adopté cuando tenía dos meses (Fluzo, no yo) y ha crecido siempre en casa, habituado a los mimos y la tranquilidad. Lua, en cambio, es negra; era una gata de la calle, que fue rescatada por la União Zoófila (que suena muy mal, pero en es el equivalente portugués para "asociación animalista"). Lleva con nosotros unos seis meses, y todavía sigue siendo algo asustadiza, solo se deja acariciar cuando se siente segura.

Toda esta introducción sirve para explicar que me encantan los gatos y que tengo alguna familiaridad con esos bichos adorables e imprevisibles que lo mismo se frotan contra ti con un amor que no es de este mundo, que te arañan una córnea porque quieren que les pongas comida. Y por eso me atrajo este libro, y por eso mismo también esta lectura ha sido por momentos particularmente incómoda. Porque, claro, quien conozca mínimamente a Bohumil Hrabal ya debe imaginarse que esta no es una novela cuqui de gatos monísimos que hacen travesuras.

En realidad, Mi gato Autíčko (luego hablaré del título) es una obra que solo una persona realmente obsesiva podría escribir. El protagonista de la novela/autobiografía/autoficción, el escritor Bohumil Hrabal, vive entre dos casas: una en Praga y otra Kersko, en las afueras de la ciudad. Solo que esta segunda la comparte, además de con su mujer, con sus gatos, muchos gatos, gatos casi incontables. Al principio son cinco, luego son tres, luego sus dos gatas favoritas tienen simultáneamente dos camadas de cinco gatitos cada una... Y ahí viene la culpa constante: la culpa por abandonar a los gatos cada vez que va a Praga, la culpa por lo que les pueda pasar en su ausencia, la culpa por no poder cuidarlos a todos y sobre todo la culpa por tener que matar a muchos de los gatitos, para sobrevivir entre tanto mimo y tanta confusión. Y mientras tanto, su mujer llorando y preguntando constantemente: "¿Qué vamos a hacer con tantos gatos?"

En realidad, casi se podría decir que los gatos son una manifestación física de la culpa del escritor, que no consigue librarse de ella ni cuando trata bien a los gatos ni cuando los abandona; solo lo logrará cuando sienta que ha pagado por sus pecados de una forma completa y definitiva (aunque irracional). El propio estilo, plagado de repeticiones y redundancias, casi estribillos, como la propia trama, acentúa esta sensación opresiva y obsesiva, como de cuarto cerrado, oscuro y con olor a polvo húmedo. El lector se pierde entre nombres de gatos y gatas, y asiste aturdido a las sucesivas masacres de gatos que en ocasiones, para añadir profundidad y densidad al conflicto gatuno, se comparan con algunas de las peores masacres del siglo XX (incluido el Holocausto).

Se entiende, imagino, que la lectura no se me haya hecho fácil, con Fluzo tumbado entre mis piernas y Lua dormida en su camita enfrente de mí. Que conste, claro, que no estoy juzgando a Hrabal desde un punto de vista animalista; pero si se lee la obra con alguna sensibilidad, se convierte en un canto a la esterilización.

Acabo con un comentario sobre el título, "Mi gato Auticko", que resulta sorprendente por varios motivos. En el original, Autíčko es el nombre de una gata (¡no un gato!) que no ocupa un lugar particularmente destacado en la acción; de hecho, no aparece hasta la segunda mitad. Pero "autíčko", en checo, quiere decir también "cochecito", y es la forma en la que el escritor y su mujer se referían a un coche que, este sí, acaba por tener su importancia. Así que, aunque comprendo que la dificultad de mantener el juego de palabras en la traducción, hay algunas cosas que son menos comprensibles, como el hecho de añadir "mi gato" (¿quizás porque los gatos venden?), y más aún el inexplicable cambio de sexo de la pobre gata. En fin, misterios editoriales

¿Es esta una novela recomendable? Sí, pero no una novela para amantes de los gatos, o por lo menos no porque sean amantes de los gatos. Sí, en cambio, para lectores a los que les guste profundizar en una mente obsesiva y atormentada. Y a los que no les importe encontrar un poquito de sangre por el camino.

domingo, 22 de julio de 2018

Simon Reynolds: Como un golpe de rayo


Idioma original: inglés

Título original: Shock and Awe. Glam rock and its legacy from the Seventies
Año de publicación: 2016
Traducción: Hugo Salas
Valoración: muy recomendable

Quiso la casualidad que cuando Reynolds (reputado periodista musical) acometía la última parte de este libro, David Bowie falleciera de una manera que sorprendió y conmocionó al mundo. Y no sé si este hecho, uno de los más rememorados de los últimos años, condicionó hasta cierto punto las intenciones y la estructura de este formidable trabajo. Porque Como un golpe de rayo acaba (su extensión, casi 700 páginas lo permite) siendo como un 2x1. siendo una parte una biografía extensa y detallada del período dorado en lo creativo de Bowie (el que empieza con el álbum Hunky Dory y acaba con Scary Monsters), y la otra un exhaustivo estudio sobre la génesis, evolución, y últimos coletazos del glam-rock.
Claro que estas dos evoluciones tienen puntos de convergencia de enorme repercusión, y que Bowie es indiscutiblemente, incluso cuando parece dar la espalda al sonido en sí del género, la referencia más célebre. 
Pero Reynolds no se conforma con la superficie y con la fría descripción de hitos aderezada de fechas y cifras. Reynolds disecciona la historia de las grandes figuras secundarias y se centra en esos aspectos de los que solo los muy entendidos son capaces. El sonido, la evolución de este, la repercusión de la vida personal de los artistas en la evolución de su obra, sus defectos y virtudes, sus aciertos y errores, como demostrando que, en cierta época, no solamente se trataba de promocionarse y conseguir ser radiados. Y el glam-rock puede parecer un género algo superficial, una mera apuesta estética por la provocación, como si el sonido fuera secundario, pero no es así. Cierto es que desde un punto de partida realmente heterogéneo (espíritu pre-punk, actitud provocadora y premeditadamente ambigua a todos los niveles), se llegó a muy dispares destinos. De la parte dedicada a las bandas que surgieron con distintos niveles de repercusión y merecimiento artístico (desde Slade hasta Roxy Music pasando por The Sweet o incluso Queen) me quedo con su profundo tratamiento de sus trayectorias, y por supuesto con el extenso epílogo donde se traza un exhaustivo recorrido por todas las figuras actuales que, no solo a nivel de homenaje, se encuentran influidas estética o sonoramente.
De la parte que, con sentido oportuno que no oportunista, se dedica, en idas y venidas, a seguir la vida de David Bowie y de su descomunal producción entre los primeros 70 y el inicio de los 80, decir que puede que sea el más acertado texto que he tenido la ocasión de leer. Pues no tiene ningún prejuicio a la hora de exponer todos los entresijos de esa fascinante época creativa. En comentar todos los avatares de su vida, los que le llevaron a Estados Unidos y luego de vuelta a Europa (al Berlin que alumbraría discos como Low), los que convivieron con extrañas relaciones personales, con serios problemas con las drogas.
Puede que Como un golpe de rayo pueda parecer otra biografía más de Bowie de las que irán surgiendo, pero para nada lo es. Es un recorrido por un estilo musical más actual de lo que nos pueda parecer. Uno puede echar de menos algún aspecto (a mí, por ejemplo, me hubiera gustado alguna mención menos tangencial acerca de cómo cierto sonido glam degeneró en ese hediondo género llamado heavy-metal) , y está claro que cada uno tiene sus grupos y disco favoritos. Pero el libro resulta en todo momento tan preciso e interesante que eventuales ausencias deben perdonarse.

sábado, 21 de julio de 2018

Edmundo Paz Soldán: Desencuentros (2x1)

Idioma original: Español
Año de publicación: 2018 (1990 y 1994)
Valoración: Recomendable

Hay autores (y no daremos nombres) a los que se acusa de escribir siempre el mismo libro. Desde luego, esta no es una acusación que se pueda verter sobre el boliviano Edmundo Paz Soldán. A lo largo de estos casi 30 años ha publicado libros de todos los colores: relatos breves e hiperbreves, novela política, ciencia – ficción , distopía, etc., lo que da idea de que nos encontramos ante un tipo inquieto y camaleónico.

Buena muestra de esas inquietudes y de esas múltiples vertientes del cochabambino es este "Desencuentros", libro que, pese a ser publicado en España en este 2018 por la editorial madrileña Páginas de Espuma, reúne  “Las máscaras de la nada” y “Desapariciones”, los dos primeros libros de relatos publicados por Paz Soldán allá por 1990 y 1994. En él (o en ellos, uno no sabe muy bien), encontramos ni más ni menos que... ¡104 relatos (68+36)! Obviamente, no es para menos con 104 relatos, el libro peca de cierta irregularidad. Mantener el nivel a lo largo de todos ellos es prácticamente imposible. Por eso conviene quedarse con el tono y la sensación general, con el “nivel medio”.

He de decir que me ha gustado más “Las máscaras de la nada”  que “Desapariciones”. Me parece que los 68 relatos que lo componen son más homogéneos, que el conjunto está mejor trenzado. Tres son los temas centrales de estos relatos: la violencia (o la muerte), la familia (especial hincapié en la pareja) y la literatura, en general. Se trata de muy breves, entre un solo párrafo y un par de páginas, construidos en su mayor parte en base a contraposiciones entre situaciones cotidianas y personajes patéticos. La tensión entre ambos elementos acaba, por lo general, resolviéndose en finales que oscilan entre la sorpresa y el absurdo.

En cuanto a “Desapariciones”, se trata de un libro bastante más ecléctico en el que los relatos ganan en extensión, alcanzando en ocasiones las 4 o 5 páginas. Pese a que se repiten algunos de los temas y mencionados, en esta ocasión ganan peso relatos que versan sobre el paso del tiempo y relatos que incluyen una cierta crítica social. Por otra parte, los relatos de “Desapariciones” pierden inmediatez y frescura respecto a los de “Las máscaras de la nada”, tan breves y tan basados en la imagen puntual. En cambio, ganan peso los personajes, seres solitarios y desubicados situados frente al espejo de las paradojas y el absurdo de la vida, con sus miserias, inseguridades y mediocridades.

Me gustaría destacar, por último, varios aspectos de este "Desencuentros". En primer lugar, se trata dos libros escritos y publicados cuando Paz Soldán apenas contaba con unos 20 - 25 años, pero dan la impresión de haber sido escritos por una persona mucho más mayor, con un recorrido vital más amplio, lo que da buena cuenta, a mi entender, de la capacidad de observación del autor. Por otra parte, me gusta la sensación general de pesimismo que transmiten los relatos, gracias a ese humor, a medio camino entre la ironía, el absurdo y el humor negro, que los recorre. Y, por último y sobre todo, me quedo con la capacidad de Paz Soldán de construir relatos que ofrecen a los lectores muchas más preguntas que respuestas. Como ocurre en casi toda su obra, por cierto!.

No quiero acabar esta reseña sin recomendar, una vez más, que os acerquéis a la obra de Paz Soldán, uno de los mas interesantes e inquietos autores que podemos leer hoy en día en lengua castellana. Para ello puede ser una buena opción este "Desencuentros", tanto por la propia calidad de los relatos como por las pequeñas pistas que da acerca de su posterior evolución.

Otras obras de Paz Soldán en ULAD: Billie RuthLas visionesLos días de la pestePalacio Quemado

viernes, 20 de julio de 2018

Clara Usón: El asesino tímido

Idioma original: español
Año de publicación: 2018
Valoración: está bien

Difícil primera frase, pero vamos con ella.
Clara Usón es una muy buena escritora, pero este es un libro fallido. Insisto: estilo depurado, todo en su sitio, cuidado en las formas, apuntes eruditos en su justa medida. Todo perfecto, pero (y os recuerdo que odio los símiles gastronómicos) los buenos ingredientes no garantizan un buen plato si algo en su combinación no acaba de ajustarse. Es lo que pasa aquí: donde Usón daba de firme (la formidable La hija del Este, la arriesgada para bien Valor), El asesino tímido es una novela que no acaba de ahondar en ninguna de las líneas que plantea. No es una novela policíaca al uso aunque su pretexto sea la evocación de la figura de Sandra Mozarovski, actriz de la época del destape que falleció a los dieciocho años y sobre cuya muerte corren teorías varias. 
De hecho, Usón empieza el libro basándose en esa figura, la de una actriz desde la infancia a la que el aperturismo del post franquismo condenó al cine cutre, al cine en que los tirantes se bajaban y las blusas se desgarraban para que la gente, oh, viera un pezón aquí, un culo allí. Qué lejos estaba Pornhub. Y las teorías Usón las amaga, las lanza como hipótesis o realidades basándose en todas esas especulaciones pero sin llegar a pergeñar un auténtico conato de investigación, ni tan siquiera (cosa que hubiera aportado cierta chicha al libro) acercándose a Cercas y asumiendo una guisa de escritora que busca las cosquillas al poder. Primer intento: en vez de eso toma el camino del reportaje de suplemento dominical de periódico neo-progre y se enzarza en una veintena de páginas de explicaciones sobre el proceso por el que un dictador entrega el trono a un monarca y se salta todo el rollo ése de la sucesión dinástica para montar eso que algunos llaman transición y otros llamamos prórroga. En ese relato Usón avanza con el freno de mano puesto y uno tiene que acudir a la contratapa para ver si eso es una novela o se le han colado páginas de la Wikipedia como a Houellebecq en El mapa y el territorio.
Y no. Entonces, por debajo, Clara Usón ya ha empezado a colar los detalles autobiográficos (que anegarán la última parte) y a entregar las riendas de la novela a una nueva línea. Porque el asesino tímido que menciona el libro es el fantasma del suicidio, otro tema recurrente en la obra de la escritora barcelonesa, y ese tema se hace omnipresente a través de las menciones a Pavese y, sobre todo, a Wittgenstein, cuya semblanza vital acaba tomando un protagonismo casi absoluto, con su carácter huraño y depresivo, con sus evidentes conatos de genialidad, con su familia repleta de suicidios y muertes trágicas, semblanza que Usón se apaña para combinar de forma irregular, a veces forzada, esas situaciones que se empeña en hacer confluir: la de Mozarovski y las especulaciones sobre si su muerte obedeció a cierta situación incómoda con la corona española, la de Wittgenstein y el avance de su genio y cómo superaba y humillaba a quienes se suponía iban a ser sus maestros, y la de Usón, empeñada en entregarnos su experiencia vital previa a su firme decisión de hacerse escritora. Tramo final del libro que se me ha hecho largo y algo incomprensible en su engarce: sin llegar a la lágrima ni al auto-fustigamiento tan propios de hoy en día (ejem) me ha parecido ver a la autora muy apremiada por insertar esos episodios: que si fumaba porros, que si iba a la disco, que si se bajaba de Pedralbes al Barrio Chino a pillar costo, que si las benzodiacepinas, que si se zambulló en la lectura mientras renunciaba a su trabajo de abogada. 
En fin, las piezas no se ensamblan del todo, Usón no baja su buen nivel literario (aunque es curioso que las frases memorables de este libro sean las que toma prestadas de otros autores), pero la sensación de obra precipitada, de experimento inconcluso, persiste. 

jueves, 19 de julio de 2018

Dylan Horrocks: Sam Zabel y la pluma mágica

Idioma original: inglés
Título original: Sam Zabel and the Magic Pen 
Año de publicación: 2014 
Traducción: Óscar Palmer 
Valoración: Está bien


Ya lo dijo Winston Churchill: "La metaliteratura es el onanismo de lo literario. Puede resultar divertido, pero no sustituye a un buen ***** " Perdón por lo soez de la cita pero es que Sir Winston era así de campechano... la ginebra, ya se sabe. Pues en este caso nos encontramos, toma rizo conceptual, ante un "metacomic" (Propuesta de tesis doctoral: "La novela gráfica neozelandesa en el tercer milenio y su influencia en la hipsterización de la cultura global"), pero que nadie se asuste: lejos de tratarse de un plúmbeo ejercicio autorreferencial con un guión existencialista e ilustraciones dolorosamente angustiosas, al final este cómic sí que resulta divertido, si bien bastante banal.

El protagonista, Sam Zabel es  un dibujante de cómics de Nueva Zelanda (¡tachán, premio a la originalidad!) que atraviesa una crisis creativa y vital bastante chunga: lo que le pasa al pobriño no es un simple bloqueo de escritor, sino que tiene (atentos al concepto) ANHEDONIA, es decir, una incapacidad para disfrutar de nada, lo que se dice nada, de la vida. Toda una putad... jugarreta, vaya. Así, hasta que en un congreso conoce a Alice, una joven y entusiasta fanática de los cómics que vuelve a despertar su interés por algo -no, no hay tomate con ella, no seáis malpensados-: juntos descubren unos tebeos "mágicos", por haber sido dibujados con la pluma asismismo mágica del título (humm... ¿a qué creíais que se refería, pillines?). A partir de ese momento, Sam vive una serie de aventuras más o menos entretenidas junto con Alice y Miki, una sarcástica colegiala shosen, a través de una serie de cómics de variado género, comenzando por una vueltecita por Marte, planeta de recios varones de color rojo y Venus, origen de hermosas mujeres de piel verde...

En fin, no es que se trate éste de un cómic memorable - el propio Zabel, supongo que como alter ego de Horrocks, reconoce que no es Alan Moore-, pero el rollo meta-lo-que-sea tiene su puntillo, en este caso, y de paso hace alguna que otra reflexión sobre la naturaleza de los cómics y el papel reservado en ellos a las mujeres (*), muy a propósito con el espíritu de los tiempos, por cierto... (y nada que objetar con esos tiempos, por cierto). Claro que igual hasta se pasa un poquito de frenada; el tal Sam Zabel, como personaje, resulta ser un moñas de cuidado. Vale que sufre de la anhedonia de ésa, pero es que el muy cuitao siente angustia incluso ante sus propias fantasías sexuales -y tampoco es que le vaya el BDSM con focas bebé o algo parecido-; porque digo yo que una cosa es tratar de ser respetuoso, igualitario y empático  con las mujeres (eso es BIEN) y otra sentirte un miserable por imaginarte a tu propia esposa con un escotazo, por ejemplo (perdón por el spoiler, pero vosotros diréis...). De hecho, en un determinado momento de este cómic incluso surge esta pregunta: ¿Tenemos alguna responsabilidad moral por nuestras fantasías? "Vamos, no me jo... robes", fue lo que pensé yo. Hasta que recordé que en este momento le estamos volviendo a dar vueltas a Lolita (cierto que quizás no sea el ejemplo más adecuado...) o hay un consenso generalizado de que muchas películas de hace 20 ó 30 años no se podrían rodar hoy en día. Pues igual la pregunta sí que es pertinente, al fin y al cabo. O igual lo procedente es por qué carajo tenemos que hacernos esta pregunta, yo qué sé...

(*)En el caso específico del manga, conviene echar un ojo a la última y estupenda reseña firmada por nuestro compañero Oriol sobre el libro Eroguro...

miércoles, 18 de julio de 2018

Slavoj Žižek: Problemas en el paraíso

Idioma original: inglés
Título original: Trouble in Paradise. From the End of History to the End of Capitalism
Traducción: Damià Alou
Año de publicación: 2014
Valoración: Recomendable

No tengo muy claro si don Francis Fukuyama registró adecuadamente sus derechos de autor sobre el  concepto de ‘fin de la Historia’ pero si lo hizo debe ser hoy un hombre rico, porque no hay artículo, tertulia o ensayo de carácter político, sociológico o histórico en el que no se cite alguna vez. Con lo cual, al final nos acabamos convenciendo de que estamos viviendo el fin de algo, o tal vez ya el principio de otra cosa. Finkielkraut lo había apuntado por el lado cultural unos años antes, y Baudrillard le puso de inmediato el tono ácido, pero todo hacía pensar en la terminación de un ciclo, situación en la que se conoce mejor lo que parece destinado a quedar borrado que lo que se va a escribir en adelante (y cómo).

Slavoj Žižek es uno de los pensadores más conocidos que circulan por ahí en los últimos años. Filósofo, psicoanalista y no sé qué cosas más, su (relativa) popularidad proviene, claro está, de su exposición en los medios a través de artículos y entrevistas, entre ellas una muy reciente cuyo enlace dejo aquí. Pero la fama le llega principalmente porque le encanta meterse en todos los charcos. Obviamente, Žižek no escribe artículos sobre el superego o las contradicciones entre Lenin y Stalin sobre el derecho de autodeterminación, y mucho menos le preguntan por ello en las entrevistas. Sus tomas de posición giran en torno al feminismo, el islamismo radical, los vientres de alquiler o la inmigración, y ahí es donde disfruta escandalizando con alguna frase hiriente, o provocando con su barroquismo intelectual.

Porque si algo tiene el autor esloveno es afición por la actualidad, para interpretarla o buscar en ella ocasión para la reflexión o la digresión, según. De manera que, en ese contexto de fin de la Historia que decía antes, Problemas en el paraíso se situaría precisamente en el arranque de la nueva etapa que todavía no tenemos bien definida. Aunque el título se remite a una vieja comedia norteamericana, Žižek lo adopta con destreza para plantear las grietas que se observan en ese inicio de siglo que parecía abrir la etapa del bienestar y la estabilidad definitivas, con el comunismo bien enterrado y el capitalismo triunfante en todos los frentes.

La modernización se ha extendido sin freno por este mundo globalizado, y aquellas culturas que no dispusieron de un periodo de adaptación, bien lo han asumido de la forma más salvaje (Corea del Sur es el ejemplo que toma Žižek), o han desplegado un escudo protector igual de radical (el fundamentalismo islámico, al que alude en varias ocasiones). Pero ese nuevo paraíso va dejando sus cadáveres por el camino: legiones de desempleados y excluidos del sistema, regiones enteras del planeta descolgadas del proceso, y el virus del individualismo empapando la vida política y social desde todos los frentes. El ciudadano se convierte en ‘su propio capitalista’, que debe gestionar (y pagar, a veces endeudándose) las necesidades de educación o sanidad que el Estado ya no quiere atender, al tiempo que es impelido a un examen de conciencia en torno a los valores que se alzan en el horizonte: ecología (¿reciclo lo suficiente?), corrección política (¿cómo trato al desigual?), solidaridad (¿coopero con causas justas?). Traslación de lo colectivo a lo particular en todas las esferas, que conduce a desviar el foco de cuestiones globales trascendentes, y en fin a desactivar o recanalizar los movimientos emancipadores que surgen.

A estos les dedica Žižek una segunda parte de sus reflexiones. La clave está en primer lugar en distinguir con claridad quiénes de verdad avanzan para poner en entredicho el sistema, y con ello no perdernos en luchas secundarias. Y en segundo lugar, cómo continuar esos movimientos que se han caracterizado por su espontaneidad, una vez agotado el entusiasmo inicial. Insiste el autor en varios momentos en la necesidad de liderazgos que encaucen y dirijan todo ese potencial ‘emancipador’ (se diría que rehuye el término ‘revolucionario’), con lo que entronca con el clásico principio comunista del centralismo democrático, que sin duda conoce en profundidad –aunque cuesta ver que lo distinga con suficiente nitidez de los populismos, en los que ese liderazgo decisivo es consustancial, y a los que apenas presta atención.

Bueno, todo esto parece bastante sencillo y espero que más o menos coherente, pero extraer este hilo del texto que nos ocupa no es tarea tan fácil. Lo de Žižek no es un discurso lineal ni un razonamiento teórico estructurado, sino más bien un cóctel de muchos ingredientes que hay que ir diferenciando y encajando en su sitio. Como es habitual en el autor, se arremolinan múltiples referencias a películas que se supone ilustran sus reflexiones (una docena de páginas sobre una de las de Batman, ufff), chistes, digresiones de corte psicoanalítico (omnipresente Lacan), infinidad de comentarios sobre todo tipo de acontecimientos actuales (Ucrania, la ‘primavera árabe’, Grecia, el fin del apartheid), y sobre todo, afirmaciones provocadoras, paradojas y polémicas con otros pensadores, donde se ve que Žižek goza de verdad. Si a todo esto le añadimos la querencia por retorcer los argumentos hasta hacerlos irreconocibles (retórica vs. acción, por ejemplo), y la oscilación entre momentos de altura intelectual inalcanzable y otros de sencillez sorprendente (interpretación de Piketty), la sensación que transmite es de vorágine, de ruido y hasta de cierta improvisación.

La tarea del lector es seguramente completar lo que el autor no hizo: dejar reposar todo ese caudal, filtrarlo y ordenarlo para obtener sus conclusiones. Si conseguimos hacerlo así veremos que Žižek nos ha dejado sobre todo una especie de surtido de KPIs, puntos sobre los que poner la lupa, elementos sobre los que reflexionar o motivos para ver las cosas con una perspectiva distinta a la que nos quieren presentar como única.

Otras obras de Žižek en ULAD: El frágil absolutoEn defensa de la intoleranciaArte, ideología y capitalismoSobre la violencia

martes, 17 de julio de 2018

Burhan Sönmez: Istanbul Istanbul

Idioma original: turco
Título original: İstanbul İstanbul
Traducción: Pelin Doğan y Miquel Saumell (edición en catalán)
Año de publicación: 2015
Valoración: bastante recomendable

Sorprendentemente, y a pesar del prolífico mercado editorial donde cada día se publican nuevos títulos, esta novela no ha sido editada aún en castellano. Por suerte, la pequeña pero certera Edicions del Periscopi descubrió al autor y, realmente, ha sido todo un hallazgo. Entiendo que esta obra no tardará a llegar al castellano, pues creo que la editorial Minúscula tiene los derechos. No puede ser de otra manera, pues ha estado traducida a más de treinta lenguas y es sorprendente que aún no lo esté en castellano. Tocará tener algo de paciencia.

La sinopsis del libro es realmente breve: a partir de la reclusión de cuatro personajes en una prisión, el autor teje una historia en la que se mezclan las pequeñas historias cotidianas, anécdotas de la vida de los presos que no dejan de ser las de los habitantes de Estambul, y donde en cada una de ellas se nota el peso de la historia de una ciudad milenaria, que se debate en una eterna lucha entre su pasado y el presente, entre la belleza y cierta decadencia. El autor expone claramente su dualidad y la amplitud y profundidad de la misma en uno de los párrafos:

«Estambul es inmensa, decía, hay toda otra vida detrás de cada pared y otra pared detrás de cada vida. Al igual que un pozo, Estambul es honda y estrecha. Algunos se embriagan de su profundidad, otros se sienten atrapados por su estrechez.»

Así, y de la misma manera que Estambul puede ser una ciudad profunda, el desarrollo del libro lo es en horizontal, en el sentido que la historia no avanza hacia delante sino hacia los lados, hacia las vidas de los reclusos, hacia las vivencias de su gente. Es a través de ellos, que conocemos historias sobre la ciudad, historias sobre ellos, cuentos de su infancia y su vida; por medio de esas pequeñas historias, el autor nos transmite la profundidad del impacto que la ciudad causa en sus habitantes y es, a través de estas pequeñas historias, que la ciudad se forma, crece y cobra vida. Una vida compartida por cada uno de sus habitantes, un conjunto de granos de arena que dibujan el relieve de la ciudad que los acoge.

Estambul está presente en todo el libro, no en sentido descriptivo o detallando de lugares concretos, sino en un sentido casi simbólico, pues habla de su historia, de su pasado; la ciudad está presente en tanto en ella vive la gente que habla de ella, y que la admira, a pesar de hacerlo con cierto aire de melancolía, propia del embelesamiento hacia un pasado del cual parece alejarse.

El autor, a través de los cuentos que los reclusos se cuentan, nos habla de la condición humana, de plasmar sus deseos de grandeza, de cambio, de crecimiento a través de la ciudad, una ciudad que es el escenario, el laboratorio, el resultado de sus ansias de crecer; nos transmite la voluntad de no contentarse con una realidad que se le antoja insuficiente, nimia a los ojos de quien se siente creador, pues «los humanos son los únicos seres que no tienen suficiente con ellos mismos (...) Un pájaro solo es un pájaro, se reproduce y vuela. Un árbol solo reverdece y da frutos. Los humanos son diferentes, aprendieron a soñar. No pueden estar satisfechos con lo que ya existe. (...) Allí donde los humanos no forman parte de la naturaleza, son sus escultores.»

A través de esos pequeños relatos contados por los protagonistas, en el pequeño espacio de su diminuta celda, el autor nos transmite su imagen de Estambul, y nos muestra una ciudad en toda su inmensidad, una inmensidad no solo en superficie, sino también en profundidad, observándola y analizando el impacto en cada uno de aquellos ciudadanos que ven las múltiples caras de una ciudad que, en ocasiones es preciosa y eterna, y en otras es oscura y triste; esa dualidad existente y presente en todo el relato, que causa que sus habitantes quedan embelesados al mirar los cuadros que representan partes de la ciudad mientras que bajo la mirada de esos mismos ojos les causa pena y pesar cuando la ven en realidad. Así el autor transmite la dualidad de una ciudad que puede ser preciosa, y puede causar tristeza por cierta decadencia que asoma tras la realidad brindada por una comparación con su pasado. Así lo expone el autor al afirmar que «pensaban que la Estambul real era una ciudad del pasado. Esta ciudad cansada había vivido una vida plena en el pasado, había tenido un sultán glorioso, pero ahora era presa del sueño. Puede que nunca llegue a despertarse de aquel sueño tan profundo.»

Recluidos en su celda, la única ventana al mundo que les permite seguir mirando más allá de las cuatro minúsculas paredes que los encierran, antes de que un nuevo interrogatorio se los lleve, uno por uno, para someterlos a las palizas de sus celadores, son las historias que se narran unos a otros para soportar cada momento de su reclusión. Solo tienen, para protegerse de la realidad y hacer soportable la espera, esos cuentos que se narran unos a otros y, en esa mirada a la solidaridad, el autor nos brinda un canto a la tradición de los cuentos narrados de manera oral, transmitidos de persona a persona, de generación en generación, construyendo un relato cambiante que teje una realidad dinámica sobre la ciudad que los inspira y sobre la vida de las personas. La mirada de Sönmez tiene un aire melancólico, de nostalgia, como cuando uno de los protagonistas afirma que «reprende esta ciudad que se ha construido a base de cálculos en lugar de sueños». Los sueños que sus protagonistas transmiten a una ciudad viva, de futuro incierto que, con su mirada nostálgica hacia el pasado, sueña con ser de nuevo una ciudad que contenga la bella imagen que muchos aún tienen de ella.

lunes, 16 de julio de 2018

VV.AA.: Eroguro. Horror y erotismo en la cultura popular japonesa

Idioma original: Español
Año de publicación: 2018
Valoración: Recomendable para interesados

Llevo unos meses consumiendo literatura sórdida, como algunos de mis compañeros, preocupados por mi saludo mental y la deriva cada vez más bizarra de mis aportaciones a este humilde blog, han tenido a bien de destacar. Bueno, que sepáis que este viaje no me ha pasado factura. O eso pienso. En fin, que hoy os vengo a hablar sobre el broche de oro con el que he cerrado esta etapa de lecturas extrañas: Eroguro. Horror y erotismo en la cultura popular japonesa (volumen que, de ahora en adelante, llamaré Eroguro... a secas).

Aunque, antes de profundizar más en la reseña, aclaremos qué es el "eroguro". El palabro designa a un subgénero japonés que explora todo aquello que aúna lo erótico, lo grotesco y lo absurdo. Y sí, en esta ambigua definición caben multitud de manifestaciones. Porque si bien el "eroguro" tuvo unos inicios muy literarios, fue expandiéndose a otras disciplinas artísticas, como, por ejemplo, el cine, la ilustración o el manga.

Pero centrémonos. Eroguro... está editado por Jesús Palacios, pensador cultural al que tengo muy visto (en el buen sentido, quiero decir) gracias a su participación constante con la editorial Valdemar. El libro contiene textos del mismo Palacios, así como colaboraciones de Daniel Aguilar, Rubén Lardín, Iria Barro Vale y Germán Menéndez Flórez. También tres relatos nipones "eroguro". Y algunas ilustraciones realizadas en exclusiva para esta publicación, salidas de la mano de autores españoles. Éstas son un detalle simpático, pero lejos están de alcanzar las cotas extremas de aquello que preceden; afortunadamente, están colocadas al inicio del volumen, por lo que no desentonan demasiado.

Pues nada, ¿qué más decir de Eroguro...? Los artículos coordinados por Palacios, prolijamente documentados, son, en general, interesantes. Quizás a alguno le haría falta abordar con más profundidad el tema que trata, pero la ambición de este ensayo no es más que dar a conocer al "eroguro" en el ámbito nacional, por lo que no podemos reprochar con severidad el tratamiento superficial de algunas de sus partes. Por otro lado, los relatos japoneses que incluye Eroguro... son de agradecer, y acaban decantando a esta lectura hacia el platillo de lo agradable. Además del de lo morboso, por supuesto. Últimamente, parece que esto no puede faltar en mis lecturas.