lunes, 30 de julio de 2018

Mario Cuenca Sandoval: El don de la fiebre


Idioma: español 
Año de publicación: 2018 
Valoración: Muy recomendable (e incluso imprescindible para interesados)

Lo siento, pero toca batallita: hará un par de años, tuve la oportunidad de asistir a un concierto ofrecido por profesores y alumnos de una prestigiosa escuela de música norteamericana, en el que, entre otras composiciones, se tocó el Cuarteto para el fin del tiempo de Olivier Messiaen. Como el público del concierto no éramos, en general, especialmente melómanos ni entendidos en música de cámara contemporánea (me incluyo), se nos explicó en una introducción las circunstancias de la composición y el estreno de esta obra musical: en un campo de prisioneros de guerra franceses en Silesia, durante el invierno de 1940-41. También algunas características de este compositor, como eran su profunda religiosidad y su percepción sinestésica (que en su caso se manifestaba asociando sonidos y armonías con diferentes colores). Creedme que cuando oí la historia de esta obra y de su autor, me pareció perfecta para un novela o una biografía novelada, y de hecho estuve buscando, infructuosamente, si existía alguna ya publicada, aunque sólo se encontrara en francés, por ejemplo. Supongo que en aquel momento, Mario Cuenca Sandoval, que ya había tenido esa idea, se hallaba escribiendo este libro que hoy ocupa esta reseña. Por suerte, he de añadir.

La "novela", en realidad biografía novelada -sí, al estilo de Deville o Echenoz-, surge a partir de tres hilos temporales distintos: la infancia y juventud del compositor, sus últimos días, ya en su vejez, y sus vivencias como soldado francés en la II Guerra Mundial; tres manantiales que van discurriendo de forma casi paralela hasta confluir en una sola corriente: el momento en el que, en el Stalag VIII-A, el campo de prisioneros al que había sido confinado, se dan una serie de circunstancias asombrosas para que se produzca el prodigio -el milagro, diría sin duda el propio Messiaen-, la composición y estreno, en condiciones no demasiado adecuadas, de una obra musical de vanguardia, el famoso Cuarteto para el fin del tiempo, con la intención por parte de este músico, quien, ya digo, era un creyente en la fe cristiana más que convencido, de celebrar la venida del Apocalipsis, y por tanto del fin del transcurrir del tiempo (acontecimiento que para él, lejos de tener un carácter ominoso, resultaba liberador). (*)

Cualquier otro, creo (o al menos yo) , habría tenido la tentación de finalizar el libro en ese momento cumbre de la primera y precaria interpretación de la obra: novelita breve pero intensa, satisfacción por parte del lector y chimpún... pero Cuenca Sandoval dedica el resto de la obra, casi la mitad de la misma, a hacer transcurrir su relato por los turbulentos rápidos de la ocupación alemana y sus remolinos de cobardía, los lentos meandros de la posguerra y la edad madura, el delta donde se bifurcan los distintos ramales de la obsesión, la inseguridad, la engañosa memoria... (vale, ya dejo la metáfora fluvial, que sé que me estoy pasando).

Por último: si la tarea de trazar con suficiente claridad, pero sin perder los muchos matices, la peripecia vital de un personaje como Messiaen -tan músico preclaro como casi místico e iluminado, tan genio incomprendido como obseso lunático- ya parece harto complicada, Cuenca Sandoval la emprende, además, con la irrenunciable premisa de una prosa absolutamente brillante, de un nivel estilístico y un espíritu poético como pocos podremos encontrar, em parece, en el panorama literario actual.  Cierto es, por ponerle un pero, que tal vez los lectores menos aficionados a los párrafos tirando a larguitos, a las serie inacabables de subordinadas ya una cierta "barroquización" de la prosa -con todas las comillas posibles, puesto que no implica, en ningún momento, una tendencia al desorden, sino todo lo contrario- no aprecien este estilo en su justa medida. Ahora bien, lo que no podrán negar en ningún caso es su riqueza, su excelencia y aun por momentos, su maravilla.

(*) Hubo otra historia semejante, aunque mucho más trágica aún, sobre la composición de la ópera El emperador de Tlantis o El rechazo de la muerte de Viktor Ullmann, con libreto de Petr Klen, en el campo de concentració de Therezin, en 1942 (aunque el estreno como tal no sería hasta 1975). Los autores de esta ópera, que no estaban allí por ser soldados prisioneros, sino judíos, murieron dos años más tarde en Auschwitz. Es decir: fueron asesinados.



También de Mario Cuenca Sandoval, reseñados en Un Libro Al Día: Boxeo sobre hieloLos hemisferios

7 comentarios:

Diego dijo...

A mí me convenciste, Juan. Apuntado queda.

Ahora mismo, justo, estoy leyendo "Europa Central" de William T. Vollmann, que también usa la vida de compositores y otros artistas soviéticos y alemanes, reales e imaginarios, para contarnos sobre los totalitarismos y la segunda guerra.

Vollmann para mí es un escritor de culto y posiblemente no sea objetivo del todo, pero voy por la cuarta parte y ya me parece una obra monumental.

No será este año, pero el título que traes hoy también caerá.

Lupita dijo...

Hola, Juan:
Excepcional reseña, que transmite entusiasmo y capacidad de análisis.
Me parecen fascinantes la historia y el libro, así como la sucesión de metáforas "fluviales" (remolinos de cobardía)
A mí me gusta el barroquismo o la prosa desnuda, depende todo de la calidad de quien escribe. Hay que ser muy bueno para escribir párrafos largos y no fallar en la gramática o el sentido de la oración.

Enhorabuena, ¡es que me gusta todo lo que haceis!
Saludos

Paloma dijo...

Buenas tardes Juan, leeré el libro y espero que me guste tanto como su reseña. Un saludo

Juan G. B. dijo...

Hola a los tres:
Ante todo, gracias por los comentarios y los elogios a la reseña, que en este caso no los merece, pues no pasa de ser sino un torpe intento de reflejar lo que es este estupendo libro.
Diego, de Vollmann tengo las mejores referencias, pero yo aún no me he atrevido con él. Algún día, espero...
Paloma, estoy seguro de que este libro te gustará.
Lupita, he de decir que no me he atrevido a transcribir ningún párrafo el libro para no hacer excesivamente larga la reseña, pero lo haré aquí, con tu permiso, para que te hagas una idea:
"Se apagan las luces del campo y el filamento de la bombilla que cuelga sobre su cabeza deja una impronta anaranjada en la atmósfera, una figura más o menos antropomórfica. Tras la ventana, los copos de nieve resplandecen.parecen inocentes, casi se diría que no están hechos de materia, a juzgar por la ligereza con que se posan sobre la realidad.Y sin embargo se acumulan sobre las ramas de los árboles hasta quebrarlas, hunden las cañerías, necrosan los pies de los prisioneros, enfangan el suelo y las letrinas, transportan bacterias que se cebarán en hombres que no ingieren suficientes calorías, hombres cuyos organismos tienen que liquidar hasta la última reserva de grasa para mantener la temperatura corporal, hombres ligeros como espigas. Y es una combinación terrible. La enfermedad , el hambre y el frío, sumados al peso de ese cielo plúmbeo que se divisa desde la ventana (...)" Y sigue y sigue y sigue...
Un saludo de nuevo a todos.

Lupita dijo...

Qué nivelazo. Impresionante
Gracias, Juan

Gabriel Diz dijo...

A mí no me parece tan buena reseña. Y Juan no me ha convencido para nada.......Mentira! Gran reseña Juan! Queda apuntado para próxima lectura :)

Juan G. B. dijo...

Gracias Gabriel. Te aseguro quecsólo con que ojees el libro no te arrepentirás...