viernes, 30 de septiembre de 2016

Alain-Paul Mallard: Evocación de Matthias Stimmberg

Idioma original: Español
Año de publicación: 1995
Valoración: Imprescindible

¿Es un tal Alain-Paul Mallard el nuevo enfant-terrible de las letras francesas? ¿El nuevo Houellebecq? ¿El nuevo Proust? No, no y mil veces no.

Resulta que es un poco prolífico escritor y cineasta mexicano nacido en 1970 y residente actualmente en Barcelona. Y resulta también que es el autor del mejor libro de relatos que he leído últimamente, y cuando digo últimamente me refiero a un período largo de tiempo.

Este "Evocación de Matthias Stimmberg" es un libro brevísimo, de apenas 80 páginas (ilustraciones incluidas), compuesto por diez intensos, perturbadores, profundos y densos relatos breves (microrrelatos, en ocasiones), que forman una especie de biografía ficticia, desordenada y fragmentaria de un tal Matthias Stimmberg, inexistente escritor austríaco (No os molesteis en buscarlo en la Wikipedia!) que, según el libro, vivió entre 1901 y 1979. Ojo que para dar más visos de realidad al libro, Malllard incluye una apostilla final en la que cuenta la fuente de los propios relatos.

Se trata de diez instantáneas de momentos, ya triviales, ya cruciales, de la vida de Stimmberg, pero todas ellas con un mensaje detrás. Hay en el libro relatos iniciáticos como "Perham" o "La sal", relatos sobre la crueldad o el sufrimiento como "El estudio de la esperanza", "El médico del sur", "Sísifo" o el ya citado "La sal", relatos con un toque humorístico (humor negro) como "El poeta" o "Mein Kampf", relatos con la muerte como protagonista como el mencionado "Perham"o "De mal gusto", etc. Diez relatos que admiten múltiples lecturas y que, por eso, te dejan pensando en ellos durante un tiempo.

La verdad es que, para mí, ha sido el descubrimiento del pasado verano. Toda una sorpresa.

No añadiré más. Solo espero que, si conseguís encontrar el libro, también para vosotros sea una revelación.

P.S.: Habrá alguien que piense: "Hala, ya están los buenistas de ULAD plantando imprescindibles o muy recomendables otra vez". Ya sabéis que se aceptan contarreseñas.

También de Mallard en ULAD: Nahui versus Atl y Altiplano. Tumbos y tropiezos

jueves, 29 de septiembre de 2016

Ransom Riggs: El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares

Idioma original: inglés
Título original: Miss Peregrine's Home for Peculiar Children
Año de publicación: 2011
Traducción: Gemma Gallart
Valoración: se deja leer

En muy breve va a estrenarse en España la película El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, dirigida, como no podía ser de otra forma, por el inefable Tim Burton y basada, como también suele suceder, en una novela -a estas alturas ya trilogía-, en este caso escrita por el señor Ransom Riggs y que, a pesar de estar dirigida, en un principio, al público juvenil, ha estado tropecientas semanas en la lista de libros más vendidos del New York Times (enhorabuena, Ransom).

-Ya, pero tan buena no será, si aún no ha sido reseñada en ULAD.

Pues sí pero no, amable lector de impecable lógica; hay que tener en cuenta que, a pesar de tener a pleno rendimiento a nuestra cuadra de esclavos lectores e incluso externalizar parte de la faena a precio de sweat factory filipina, no damos abasto: sencillamente no podemos reseñarlo todo, por lo que se nos escapan a veces libros estimables. No digamos los no tan estimables, como es el caso...

De acuerdo, dejémonos de chorradicas y marchando una sinopsis: Jacob Portman es un adolescente de florida que ha crecido escuchando las historias de su abuelo, un judío huido de Polonia durante la II Guerra Mundial, acerca de su estancia en un hogar para niños situado  en una isla de Gales. Historias repletas de seres fantásticos, monstruos horripilantes y aventuras sin fin...pero inventadas, es de suponer. No obstante, y tras una serie de vicisitudes,al morir su abuelo, el chaval decide viajar a la isla para conocer la verdad sobre las mismas. Allí, al cabo de más vicisitudes -que quizás se alargan un poco en exceso- Jacob encuentra el camino hacia un "bucle temporal" que le lleva al 3 de septiembre de 1940 y al anunciado desde el título Hogar de Miss Peregrine, etc...., que resulta ser una especie de escuela del profesor Xavier para jóvenes mutantes -bueno, "una especie" no: es exactamente eso-, sita en un mundo a medio camino de la tierra de Ooo (donde viven sus aventuras Jake el perro y Finn el humano) y la intemporal Punxsutawney, lugar de celebración del Día de la Marmota.

No seguiré para no chafarle a nadie el argumento antes de que vea la peli lea este libro. Sólo me permito avanzar que Jacob encuentra allí , en efecto, a una serie de amigos de lo más "peculiar", sí  -fenómenos de feria, de toda la vida-, que corren un grave peligro debido a... bueno, ya he contado demasiado. Claro, que tampoco es que importen mucho los spoilers; si bien la novela no está mal, teniendo en cuenta que parece destinada al público pubescente y, por tanto, aún menos maleado que el adulto por los lugares comunes de la ficción, para un lector más experimentado la cosa se queda un tanto escasita, y además muchos de los elementos que aparecen en el libro recuerdan a narraciones ya bien  conocidas, tanto del medio literario como el audiovisual o comiquero. Los supuestos valores que parece transmitir a la chavalería (me moría de ganas por usar este palabro), a saber: tolerancia, autoestima, aceptación de la diversidad, etc... son loables pero se transmiten sin demasiado énfasis (igual eso está bien, de todos modos); el recurso al frikismo y al género de terror no acaban de sorprender, y menos a estas alturas: ya son casi tópicos en la literatura juvenil.

Lo más interesante de la novela -y tampoco es que sea para volverse uno loco- resulta ser la inserción de tanto en cuando  de fotografías de aire viejuno, montajes cutres en algunos acasos, pero con el encanto vintage que se le supone a este tipo de cosas y que ilustran a personajes o situaciones d ela novela. Lo curioso es que parece que el autor escribió ésta a partir de aquéllas o cuando menos, se inspiró en algunas fotografías para pergeñar su historia, indagando después para dar con otras que casasen bien con la narración. por lo visto, incluso  hay también un cierto "movimiento" de fans que se visten como los niños de las fotografías, etc... pero eso ya  no creo que sorprenda a nadie en la época de las convenciones trekkies y los cosplayers.

En conclusión, una novela pasable pero perfectamente prescindible para quien tenga más de, pongamos, catorce años (y también para los que tengan menos, me temo). Quizás, al fin y al cabo, y aunque no sé si debo poner esto en un blog dedicado a los libros,  sea más aconsejable y suficiente con limitarse a ver la película. En la que, además, aparece Eva Green, con lo que al menos en algo saldremos ganando...

miércoles, 28 de septiembre de 2016

David Foster Wallace: El rey pálido

Idioma original: inglés
Título original: The pale king
Año de publicación: 2011
Traducción: Javier Calvo
Valoración:  auténtico


"Todas las posibilidades están abiertas"

Esto digo cuando, a las alturas de la página 55, comento estar leyendo este libro. Porque es muy difícil enfrentarse a una lectura así, más si empieza uno a estar familiarizado con el autor, y se tienen en cuenta los detalles que paso a intentar explicar. 
Es una novela inacabada, pues parte de una composición (la redonda cifra de 50 capítulos, más cuatro escenas adicionales para esta edición) llevada a cabo por el editor del autor y prologuista de la novela, Michael Pietsch,  en función de un montón de texto suelto hallado entre ordenador, notas, esquemas y borradores. Así que el autor no ha aportado, y ni siquiera de forma consciente, más que su materia prima, sin otorgar beneplácito a su orden y estado de finalización.
Y es la novela en la que el autor se hallaba trabajando cuando puso fin a su vida en 2008 (así que ya sabemos que llevó más de dos años organizar el texto), por lo que uno puede, como si la propia experiencia de la lectura no deparase suficiente intensidad, empeñarse en buscar esos indicios de insatisfacción con la existencia que condujeron a tan tajante decisión; uno puede especular, como se hace por ahí, sobre ese capítulo 22 de fuerte tono confesional, o sobre las propias reflexiones encubiertas, o sobre el caos inicial en que nos sume el capítulo 1, mezclando la descripción de un aterrizaje con jerga propia de contabilidad y finanzas. O sobre ese incómodo ataque a la figura de la bondad y la predisposición absoluta que es el capítulo 5, apoteosis de lo mal que se acepta el buenismo, que bien pudiera ser tomado como el texto definitivo de la ridiculización del altruismo implícita a la lógica competitiva del capitalismo.
Porque esa es una de las ideas recurrentes en esta novela. Demostrar cómo es de colosal y jerarquizado el sistema fiscal americano y a qué ignotos intereses está orientado y entregado. Cómo ha dejado de ser un servicio para pasar a ser una empresa. No nos obstinemos, por eso, en cuadrar cualquier momento o exigir la perfección. No aquí. Lo que es prácticamente seguro, por una cuestión puramente estadística, es que David Foster Wallace no habría publicado el libro tal como lo ha hecho su editor. Pero de eso a decir que esta no es una obra suya. Pues cómo no voy a valorarlo como "auténtico" Si sus 600 páginas están trufadas de sus construcciones espirales, de sus frases interminables pero sintácticamente inapelables, y de su inalcanzable nivel ¿Más pistas? El tema de esta novela (ah, hay que escribir una sinopsis) es el tedio, el aburrimiento, la rutina. Un moho que nunca duerme, un óxido que corroe y que arrastra a sus personajes ajenos y confusos. Empleados del Centro Regional de Examen de Peoria. Una instalación gris, anodina, laberíntica (la descripción de su edificio junto con la zona de aparcamiento adyacente, y cómo las diferentes zonas de ésta se completan, acapara un capítulo entero) que almacena papeles, despachos, empleados de distintos rangos con un fin común, perverso aunque sin tacha moral: inspeccionar declaraciones de la renta de particulares y empresas. Suministrar sangre al vampírico sistema fiscal americano desde una siniestra óptica empresarial. Ingresos vs costes, y lo que haya por el medio que se las apañe. Empleados que comparten esa extraña raigambre funcionarial, que tienen graves problemas dermatológicos, psicológicos, que llevan a inquietantes bebés a la oficina, que mueren en sus mesas sin que nadie se dé cuenta. Carpetas, normativas, impresos, casillas, protocolos, escalillas, rangos.

Y lo del famoso capítulo 22: no sería tan mala idea, ya que se ha hecho hasta con discursos, extraerlo de alguna manera. No por obsesión castradora; sino porque esa centena de páginas con entidad propia contiene muchos aspectos de la esencia de DFW. Su gusto (el episodio de la muerte del padre) por lo absurdo que coquetea con la estupefacción. Su descubrimiento de las miradas alternativas (el tedio como acceso al heroismo, si eso no es un oscuro homenaje a Bartleby), y sus concesiones personales (cómo repite "no sé si me explico bien").
Pocos escritores pueden comprender esta sociedad acelerada e hiperinformada y sintetizarla a base de hacer afirmaciones tan contundentes.
"La clave burocrática subyacente es la capacidad para soportar el aburrimiento. Para operar con eficiencia en un entorno que descarta todo lo que es vital y humano. Para respirar, por así decirlo, sin aire... Es la clave de la vida moderna. Si eres inmune al aburrimiento no hay literalmente nada que no puedas conseguir." 
Se puede alcanzar el final abrupto de esas 600 páginas sin llegar a decisión alguna, lo cual sería lógico y seguramente haya sido o llegue a ser un deporte de moda. O se le puede otorgar a un texto inconcluso una reseña inconclusa y decir toma coherencia y toma homenaje. Hasta podría zafarse uno de esa mínima cumplimentación y negar toda condición de obra y asirse a la fama de obseso perfeccionista para negar y negar y negar. Hasta, y esto sería muy propio, no juzgar la obra como unidad sino como partes. 
Pero no estamos para eso. El libro está ahí, alineado junto a otros concebidos, acabados y aprobados en las estanterías. En aplicación de la pura matemática del azar, uno de cada diez lectores podría empezar a leer a DFW por esta obra.
Así que la apreciación de este libro va a ser muy diferente en función de quien lo lea. El lector ocasional puede que renuncie furioso o desorientado ante el agresivo arranque. El lector experimentado, pero no iniciado sentirá curiosidad por cómo se avanza desde un punto de partida tan excéntrico. El lector ya bregado habrá de reconocer que el mencionado capítulo 5 es de una brillantez inúsita, a la altura de los mejores relatos cortos del autor, y reconocerá la naturaleza experimental de algunos otros pasajes, pero los comprenderá como contrapeso. Comprenderá hasta el capítulo 9, donde, empezando por ese confesional "Aquí el autor", el, erm "autor" se entrega a una serie de disquisiciones a veces exasperantes, a veces hilarantes, sobre la condición de la obra. Trufadas de notas que son las antítesis de la solemnidad que se le entiende a una nota al pie.
Bueno: el caso es que aquí no nos queda otra opción que ser claros. Leed este libro. Tenedlo en casa y dadle vistazos aunque sea de un par de páginas. Avanzad en él aunque parezca que sea contracorriente. Comprended esa certera frase de Eduardo Lago en la contraportada: "Parábola escalofriante del capitalismo tardío..." Ved como Foster Wallace radiografía a esa mediocre clase media baja que no ha accedido a las privilegiadas universidades de la Ivy League:
"En Philo, uno tenía que educarse independientemente de la escuela, y no gracias a ella; lo cual explica que todavía no se han movido de Philo y se dedican a venderse seguros los unos a los otros, a beber alcohol de supermercado, ver la tele y esperar el formalismo de su primer infarto"
Seguros-alcohol-supermercado-tele-formalismo-infarto.
Formalismo. Infarto.
Infarto.

O especulad si estas frases eran o no avisos de lo que se cernía
"...porque las luces fluorescentes de la sala de espera eran de color blanco grisáceo y resultaban cegadoras y no proyectaban sombra alguna, eran de esa clase de luz que te da ganas de suicidarte, y yo era incapaz de imaginarme cómo debía de ser pasar nueve horas al día bajo esa clase de luz..."
"Hasta ahora no se había planteado el suicidio ni una sola vez en la vida."  
Y, sin que ello sirva ni para confirmar ni para contradecir la valoración más o menos inteligible que nos obligamos a incluir, decir que, aunque se le haya otorgado la forma de novela, quizás El rey pálido deba ser considerado también, o más, como una especie de conjunto de relatos o hasta de escenas. La insistencia en incluir a Foster Wallace en una corriente de escritores a los que se ama o se odia (serie que empezaría por Pynchon, seguiría con DeLillo, y a la que parece que haya que añadir a Franzen), nos aboca a esa especie de dicotomía donde distintos fragmentos parecen ser literatura de alto nivel o palabrería incomprensible, dependiendo no solo de quién si no hasta de cuándo se valore. De ello ni tiene la culpa el autor, sino el desproporcionado impacto que las circunstancias de su muerte tuvieron sobre cómo se le valora. Está claro que vivimos en un mundo ávido de la designación de mitos o referentes (sobre todo en un campo tan inapelablemente respetable como las artes creativas) y que Wallace, igual que otros ejemplos dispares como Amy Winehouse o como James Gandolfini, disponía de los factores de la ecuación perfecta. Cosa que, en el fondo, no hace más que complicarlo todo.
El rey pálido, desde luego, es la última obra de la que se puede esperar que aporte unanimidad sobre la obra de DFW. De eso, al menos, estoy seguro. Bueno, quizás estoy seguro.

Mucho Foster Wallace ya en ULAD: aquí

martes, 27 de septiembre de 2016

Colaboración: El loco del bisturí de Yasmina Khadra:

Idioma original: francés
Título original: Le dingue au bistouriAño de publicación: 1990
Traducción: Wenceslao-Carlos Lozano
Valoración: Está bien

Mohamed Moulessehoul (Kenadsa, Argelia, 1955) llegó al grado de teniente en el ejército argelino, aunque su verdadera vocación era la literatura. Como en sus libros no se privaba, más bien todo lo contrario, de llamar por su nombre al nepotismo, la corrupción, la arbitrariedad impune y el pillaje de los recursos públicos en el que está instalada la élite político-militar que domina Argelia desde su independencia -una República pretoriana, se le ha denominado- optó por buscarse un pseudónimo femenino, Yasmina Khadra, para mantener un anonimato que una vez consolidado su estatus de escritor y permitirse canjear las armas por las letras, mantuvo como seña de identidad.

Debe Yasmina Khadra una buena parte de su prestigio literario a su comisario de policía Brahim Llob, protagonista de cinco novelas. Traducidas al castellano teníamos La parte del muerto (2004) y la llamada Trilogía de Argel Morituri (1997), Doble Blanco (1998) y El otoño de las quimeras (1998)- así ordenadas por la cronología en que transcurre la acción. Y ahora disponemos también de la que inició la serie y el personaje, El loco del bisturí (1990), que quizás por su condición primeriza no tenga la densa carga de hiel, desolación y amargura que supuraba el Argel de Brahim Llob. Y que se ciñe a una trama más convencional de pesquisa criminal con apenas cuatro pinceladas de color local.

Brahim Llob es un melancólico comisario de policía, huraño, bocazas y misántropo, aunque en El loco del bisturí todavía se nos presenta con grietas morales y dudas existenciales, unos rasgos que después se fueron blindando ante lo que pasó por encima a él y a su país. Que fue nada menos que toda una guerra civil (1991-2002) entre los muy sobrados de integrismo y los muy carentes de integridad y que dejó decenas y decenas de miles de muertos y un enfrentamiento desgarrador y atroz que está recogido y retratado de manera implacable en las páginas de novela negra de Yasmina Khadra.

Así que destacar de un libro que lo mejor es lo que le siguió no es precisamente un elogio, pero es que El loco del bisturí queda apenas como un aperitivo, un complemento ante la potencia de lo retratado en la Trilogía de Argel y, en mi opinión, el mejor libro de los protagonizados por Brahim Llob, que es La parte del muerto.

Musulmán y africano, Brahim Llob es un interesante contrapunto a sus colegas del Mediterráneo septentrional y europeo, como el marsellés Fabio Montale de Jean-Claude Izzo, el siciliano Salvo Montalbano de Andrea Camileri o el ateniense Kostas Jaritos de Petros Markaris, igualmente desencantados y escépticos ante su entorno y circunstancias pero todavía capaces de cierta combatividad a base de ironía y hedonismo, especialmente el gastronómico. Una actitud vital que, en el caso del argelino, acaba por dejarse atrapar por completo por la irreversibilidad del desastre colectivo y la plomiza desesperanza: “Los argelinos sólo reaccionamos en función de lo que nos ocurre, jamás en previsión de lo que pueda ocurrir”.

Firmado: Carlos Ciprés

lunes, 26 de septiembre de 2016

Reseña a cuatro manos: Don DeLillo, Cero K

Idioma original: inglés
Título original: Zero K
Traductor:  Javier Calvo
Año de publicación: 2016
Valoración: interesante / recomendable

Voz propia: Si algo puede decirse de Don DeLillo es que tiene una voz propia, un estilo propio. Sería posible leer una de sus novelas, o incluso un fragmento, y reconocer su forma de escribir. Es difícil definir en qué consiste: creo que es una forma al mismo tiempo visual y abstracta de narrar, menos interesada en los actos y los objetos que en las ideas que esos objetos y actos encarnan.

Bueno: podría recriminársele que a veces tarde demasiado en desarrollar un concepto, o que recargue algo su escritura. No me voy a quejar de eso, con la de escritores que descuidan la forma para centrarse en transmitir sus ideas con contundencia y precipitación.

La trama: Jeffrey Lockhart viaja por invitación de su padre (al que no llama padre ni papá ni papi, sino "Ross") a un complejo en medio de la nada destinado a la criogenización de los cuerpos de personas que, por la razón que sea, deciden congelarse a sí mismas para despertar muchos años después. El complejo es una mezcla de centro de alta tecnología y performance artística, y allí se encuentra Artis, la nueva pareja del padre de Jeffrey, a pocos días de ser criogenizada. Esta decisión provoca en el narrador, y también en su padre, pensamientos y sentimientos contradictorios, que deberán enfrentar junto con el resto de experiencias provocadas por aquel extraño complejo.


Aunque ese amago distópico, llevado a mayores consecuencias por escritores de género como Asimov o Philip K. Dick o simplemente usado de pretexto, como Houellebecq en La posibilidad de una isla, no deja de ser una especie de lienzo en blanco sobre el que lanzarse a una reflexión sobre la sociedad actual y sus paranoias.

Arte y literatura: Quizás Don DeLillo sea el autor que más cerca está, en sus temas y en su forma de tratarlos, de las reflexiones sobre el arte contemporáneo. Punto Omega se abre con la descripción de una instalación en el MoMA: la proyección a cámara lenta de Psicosis. En Cero K la obra de arte es el propio complejo destinado a la hibernación: un complejo en el que la propia arquitectura, la escultura (en forma de maniquís, de calaveras gigantes, etc.), el cine (con proyecciones aleatorias de hechos reales, históricos o ficticios) y la propia vida parecen adaptarse a una finalidad estética.

Pues yo opino algo parecido, pero creo que la instalación como "objeto" es un simple aderezo necesario para ejemplificar el gusto por el derroche vacío propio de los supermillonarios, como si fuera gente incapaz de ajustarse a lo necesario, que tiene que deslumbrar en todos y cada uno de los detalles posibles.

Rechazo: Hay algunos aspectos en esta novela que me producen rechazo, y que hacen que me parezca interesante, pero no necesariamente recomendable. La primera es el lenguaje abstracto y algo pedante, como de crítico artístico, con el que está escrito, y que como digo es una marca de su autor. Me cuesta decidir si ese lenguaje está vacío y solo se sirve a sí mismo, o si de hecho quiere transmitir alguna idea importante sobre la vida y la muerte.

Yo no he sentido rechazo. De hecho, me gusta ser capaz de recomendar este libro antes de entusiasmarme u odiarlo como me ha pasado con todas las novelas que he conseguido acabar de DeLillo. Me gusta que arriesgue y que, aunque en este caso la cuestión de la inmortalidad no sea precisamente un planteamiento original, provoque al lector a la reflexión, incluso al posicionamiento. llegar a considerar pros y contras. Hay tanta novela que se deglute y no deja sensación alguna que, tratándose de una historia irregular que en más de un momento (ese interludio "poético" de la mujer criogenizada) se le escapa de las manos, la de DeLillo tiene capacidad de involucrar (o embaucar) al lector.

Otro aspecto es el tipo de protagonistas que Don DeLillo frecuentemente escoge para sus obras: hombres blancos, de clase alta (altísima: el 1% del 1%), cosmopolitas y cultos, con cuyos "sufrimientos" me cuesta identificarme. El posible significado humano y humanista de la criogenización parece quedar bastante limitado si es algo a lo que solo puede acceder una elite económica, la misma que compra arte contemporáneo o que puede permitirse viajar por todo el mundo gracias a su dinero o a su pasaporte.

¡Pero al final los deja en ridículo! Los ricos que pueblan esos libros, al menos este Ross de nombre falso o el broker de divisas chalado de Cosmopolis, parecen tan aburridos y hastiados de no encontrar nada con lo que obtener una emoción que, sea un corte de pelo en el extremo de la ciudad o una apuesta descabellada por una resurrección condicionada y restringida (como un 'reseteo'), son distintas caras de la misma absurda forma de diferenciarse del resto del planeta por su excentricidad, o por su pretenciosa manía de trascender.

Firmado: Santi y Francesc

domingo, 25 de septiembre de 2016

James Ellroy: Perfidia

Idioma original: inglés
Título original: Perfidia
Año de publicación: 2014
Traducción: Carlos Milla
Valoración: Brutal y muy recomendable (o viceversa)

Pues no. Resulta que en este, por otra parte, inigualable y magnificiente blog de libros  no habíamos reseñado aún ninguno de don James Ellroy, quizás el más grande autor vivo de novela negra. Nunca. Asumo, pues, mi culpa en primer lugar y pido disculpas. El éxito y la vida muelle no pueden hacernos olvidar nuestro sagrado compromiso con los lectores; que ahora escribamos nuestras reseñas desde una lujosa mansión en una isla privada del Caribe no debe ser excusa. Así pues, amigas y amigos seguidoras y seguidores de Un Libro Al Día, aquí tienen por fin una reseña de James Ellroy, esquire de la ciudad de Nuestra Señora la Reina de Los Ángeles y doctor en asuntos sucios de toda índole:

Perfidia -el título original también es así, en castellano- es la última novela, hasta la fecha, de este escritor y la primera de lo que aspira a ser el "Segundo Cuarteto de Los Ángeles". Sus incondicionales seguidores ya lo sabrán, pero para quienes no lo sean -aún-, me explico: existe ya un "Primer Cuarteto de L. A.", que arranca con el caso de La dalia negra, en 1947. El segundo cuarteto, que comienza Perfidia, en realidad vendría a ser, en la ficción, anterior al primero, comenzando cronológicamente en 1941, por lo que ambos cuartetos, junto con la llamada "Trilogía Americana", constituirán al final (al menos tal es el objetivo) una serie de once novelas que abarcarán desde 1941 a 1972; es decir, un gran fresco de 31 años de Historia del crimen y la corrupción norteamericanas, contado con el mejor y más inclemente estilo posible hoy en día. Por supuesto, muchos de los personajes aparecen o aparecerán en ambos cuartetos e incluso en la trilogía. Amén  de los variopintos personajes reales que salen aquí o allá (y que, por cierto, no suelen ser los mejor tratados, precisamente).

¿Qué tal, resulta un poco lioso? Tranquilos, que no es para tanto. Menos aún si se empieza a leer la serie por esta Perfidia, en la que algunos de los más conspicuos personajes "ellroyanos" aparecen por primera vez (aunque, en realidad, no es la primera, sino que... vale,de acuerdo; no voy a reptir todo el rollo de nuevo). La acción de la novela transcurre en diciembre de 1941, cuando EEUU entra en la II Guerra Mundial. Un dí antes del ataque a Pearl Harbor aparecen destripados en su domicilio, en lo que parece un ritual seppuku, todos los miembros de una familia de origen japonés, los Watanabe y el Departamento de Policía de Los Ángeles se pone a investigar el posible crimen -o no crimen-, con la dificultad añadida que supone la entrada en la guerra al día siguiente y sus consecuencias directas en la ciudad: histeria antinipona, redadas en Little Tokyo, oscurecimientos para dificultas ataques enemigos, presencia de submarinos junto a la costa, conatos de revuelta... Además, como hablamos de una novela de Ellroy, las cosas no pueden ser tan simples como la investigación de un crimen, por enigmático o enrevesado que sea; aquí encontramos también policías corruptos y fascistas, políticos aún más corruptos y fascistas, criminales fascistas, espías fascistas, eugenistas fascistas, fascistas a sec... (¿¡pero bueno, en EEUU en 1941 eran todos fascistas, o qué!? Pues según parece, casi, menos Roosevelt y poco más). Vale, no es para tanto: también hay rojos quintacolumnistas, estrellas de cine de variado pelaje, bandas tong de chinos, mafiosos judíos y polis mexicanos... aunque he de reconocer que estos últimos también son bastante fascistas.

En mi opinión, lo mejor de esta novela, además de que Ellroy ha sabido dotarla de un ritmo endiablado, apabullante -casi se diría que uno la va leyendo dopado de benzedrinas, como alguno de los personajes- y del desacomplejadamente ágil dominio del estilo del que hace gala  (inteligente uso del stream of conciousness, por ejemplo, cuando le viene bien hacerlo), es que la indagación detectivesca no recae sólo en un investigador arquetípico, sino que son cuatro los protagonistas que se encargan de ello: Hideo Ashida, inteligente, minucioso y ambiguo criminólogo de origen japonés; la seductora Kay Lake, novia de un agente de policía e inquieta, quizá en demasía, por la necesidad de la aventura; William H. Parker, ambicioso y católico teniente de policía dividido entre sus escrúpulos y sus debilidades; Dudley Smith, sargento de policía irlandés y no menos católico que el anterior, pero casi absolutamente amoral. Encantador, brutal y expeditivo. Según he leído en alguna entrevista a James Ellroy, Dudley es su personaje favorito (y no me extraña, porque es un caramelo para un escritor), aunque yo diría que les trata a todos con el mismo cariño o falta del mismo... Estos cuatro personajes -y no sólo ellos, sino prácticamente todos los que aparecen en la novela-, haciendo honor al título de la misma, nos ofrecen todo un recital de traiciones, asechanzas, rivalidades y felonías de diverso tipo, aunque también, en cierto modo, guarden una cierta extraña lealtad entre ellos. Como copiosa guarnición para la historia, el autor nos ofrece todo un despliegue de violencia -mucha violencia-, sexo -bastante sexo-, alcohol -ídem- y drogas. No hay rock & roll porque en 1941 aún no se había inventado, que si no...

Por resumir la reseña de esta novela de alguna forma, recordaré que en una entrevista a un medio digital español Ellroy declaró: "Me lo he pasado de puta madre escribiendo esta mierda" (suena más fino en inglés, pero no lo es). Yo sólo puedo añadir que lo mismo que  un servidor leyéndola.

Nota: si no he valorado este libro como imprescindible, es solamente por el reparo que me produce su condición -o su pretensión- de ser una parte de un cuarteto, del que aún no sabemos el resultado global. Pero, desde luego, se trata de una novela mucho más que recomendable... Más bien está bordeando el imprescindible. Por no decir chapoteando dentro como un cochino en un lodazal.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Frédéric Beigbeder: Oona y Salinger

Idioma original: Francés
Título original: Oona & Salinger
Traducción: Francesc Rovira
Año de publicación: 2014
Valoración: Está bien

Cambio de registro de Frederic Beigbeder. Hasta ahora, sus libros eran altamente autobiográficos. O si no autobiográficos en sentido estricto, sí que estaban muy basados en experiencias del propio autor. Así, por ejemplo, "El amor dura tres años", "13,99 euros" o "Una novela francesa".

En esta ocasión, el protagonista ya no es el propio Beigbeder - Marc Marronier o como se haga llamar, aunque su ego le haga aparecer en el libro (cómo no!), sino J.D. Salinger, Oona O´Neill, Charles Chaplin o Eugene O´Neill, y la historia ya no es autobiográfica, sino que se basa en la fallida relación que, al parecer, mantuvo Salinger con Oona O´Neill, hija del Nobel Eugene O´Neill y niña bien del Nueva York de finales de los 30 y primeros 40.

Así que esta vez parte de un hecho real y lo reconstruye, lo reinventa.

Reconstruye esa historia de amor y lo hace, partiendo de la descripcion del ambiente de la época para la "jet-set", con sus fiestas y saraos. En uno de estos saraos, Salinger y O'Neill se conocen y comienza su flirteo y su relación. Pero Salinger va la a la guerra, hecho que le dejará "tocado" el resto de su vida, y Oona se casa con Charles Chaplin, lo que tampoco colabora en exceso a la buena salud del pobre J.D.

Con estos mimbres (autores de culto, famosos de la época, relaciones iniciáticas...) podríamos estar ante un novelón. Pero se queda a medio camino.

Sí que tiene aspectos positivos. Por ejemplo, las cartas que Salinger envía desde el frente, en las que refleja la crudeza de la guerra y su influencia sobre el autor de "El guardián entre el centeno". Sorprenden, incluso, viniendo de un autor como Beigbeder. Otro ejemplo es la primera parte de la novela, la del ambiente frívolo, festivo y desinhibido de NY, la de secundarios como Hemingway o Capote. Beigbeder se mueve bien en ese terreno.

Por contra, la novela adolece de un exceso de superficialidad. Los personajes son potentes y podrían haber dado más juego. Además, en la segunda parte del libro, la que comienza con la marcha de Salinger a la guerra, parece notarse demasiada prisa por llegar a un final que resulta un tanto forzado. Beigbeder se ventila más de treinta años con un puñado de cartas y anécdotas de los protagonistas! Y por último, ¿sería posible que en alguna novela de Beigbeder no aparezca él mismo? En este caso, establece paralelismos entre la historia de Oona y Salinger y la suya propia y, sinceramente, creo que sobra.

Pese a todo, hay que reconocer que el libro se lee "fácil". Beigbeder escribe de forma ágil y directa y, aunque en varios aspectos la novela sea mejorable, los mitómanos seguro que la encuentran disfrutable. El resto, quizá solo la encuentren entretenida, sin más.

Otros libros de Beigbeder en ULAD: 13,99 euros Una novela francesa

viernes, 23 de septiembre de 2016

Sherwood Anderson: Winesburg, Ohio

Idioma original: inglés
Título original: Winesburg, Ohio
Año de publicación: 1919
Traducción: Miguel Temprano
Valoración: muy recomendable

Para los que se quejan de lo fácil que nos la cuelan los autores (y las editoriales y las promotoras y los periodistas) norteamericanos, voy a empezar aclarando que Sherwood Anderson es un escritor nacido en el siglo XIX y que me fue "presentado" en un párrafo de "El rey pálido" de DFW. Lo que tienen esas lecturas que alternas cuando andas sumergido en algo gordo. Y espero que sea "este" Anderson, pero me da que sí. 
Porque algo me sonaba eso de Winesburg, Ohio, y desde luego más me sonará si puedo ir indagando más. Porque ver que hablamos de principios de siglo XX y ver que es tan fresco, tan eficaz. No os extrañe que se le otorgue alguna condición que os sorprenda; como ser una muy probable influencia para la creación del universo de Faulkner. Porque yo ignoro si existe un pueblo de verdad con ese nombre. Wikipedia dice que sí, pero que no era el que Anderson describia. De no haberlo, de no existir uno solo de esos personajes, estamos ante un precedente del condado de Yoknapatawpha y estamos ante un precedente de ese modo de narrar basado en la exigencia al lector: crónica emitida a varias voces, esta colección de relatos/recortes/piezas que  se van a ensamblar, pero no por que haya sensación de suspense o de pura proximidad de la tragedia. Es más una demostración de que las pequeñas comunidades siempre tienen que contar con la presencia de un testigo que de todo da fe,y  que es cronista de todas las cuitas y los encuentros furtivos y los deseos reprimidos, a la vez que el contrapunto necesario y el conocedor de motivos y causas y consecuencias.
Éste es George Willard, periodista del diario local, testigo y partícipe. Aportando cohesión a veintidós relatos que van encajando, participando desde una inalterable coherencia profesional solo interrumpida por su cercanía a los personajes. Todos ellos desfilan en distintos escenarios, y pronto descubriremos cosas de ellos, que no viene a cuento detallar demasiado, pues aconsejaría a todo el mundo que se haga con el libro y lo disfrute. Sabrá por qué alguien tuvo que salir huyendo del pueblo a los quince años. Sabrá de los paseos furtivos de las chicas, de la gente que vive sola, de los poderosos y de los desahuciados.
Fascinante descubrimiento: ver que hace casi un siglo un libro empieza a sembrar simiente que aún crece descontrolada: muchos deben a estos relatos, y por motivos muy variados. Lynch, Faulkner, Ray-Pollock, Munro. No es una mala cohorte de seguidores, desde luego.


También de Sherwood Anderson en ULAD: La canción de las máquinas y otros artículos

jueves, 22 de septiembre de 2016

Rubem Fonseca: El seminarista

Idioma original: portugués (de Brasil)
Título original: O seminarista
Año de publicación: 2009
Valoración: divertido

Sí, somos todos muy cultos, hemos leído el Ulises en el inglés original y nos hemos tragado los siete tomos de En busca del tiempo perdido, tenemos la Divina comedia en la mesilla de cabecera y La montaña mágica en el baño... pero ¡qué bueno cuando un libro, aunque no sea "Alta Literatura", nos agarra y nos engancha y nos hace perder la noción del tiempo, y no podemos dejar de leerlo hasta que lo hemos terminado! ¡Qué placer tan simple y tan poderoso! ¡Y qué pocas veces pasa!

Bueno, pues eso es lo que me pasó con El seminarista de Rubem Fonseca: lo empecé en un viaje en tren entre Oporto y Lisboa, me metí en la historia, con los personajes y sobre todo con el lenguaje, y para cuando quise darme cuenta estaba en la estación de Lisboa Oriente y casi tres horas de mi vida que podían haber sido espantosamente aburridas se convirtieron en tres horas de diversión.

El seminarista, como buena parte de la obra de Rubem Fonseca, es una novela policiaca, o mejor, como ahora está de moda decir, una novela criminal, muy próxima del género del hardboiled americano. El protagonista es José (Zé), un ex-seminarista transformado en asesino a sueldo, que un buen día decide retirarse. Pero cualquiera que haya leído unas pocas novelas policiacas sabe que retirarse de un negocio así tiene consecuencias: el Seminarista sabe demasiado (o ciertas personas poderosas creen que sabe demasiado) como para dejar que se vaya a su casa sin más consecuencias.

En realidad, la trama policiaca, entendida como misterio que hay que resolver, no tiene demasiada importancia en la novela. El Seminarista es acosado, no sabemos bien por qué, y la mayor duda es si conseguirá escapar a este acoso o terminará sucumbiendo. La resolución puede resultar satisfactoria, en el sentido de que ata todos los hilos sueltos, pero también es un poco ex machina, y por eso mismo un poco decepcionante. Tampoco la subtrama amorosa, bastante estereotípica, es lo que consigue atrapar al lector y mantenerlo pegado al libro.

Pero hay dos rasgos que hacen que esta lectura sea divertida, independientemente del suspense de la trama. El primero es el humor. Los primeros capítulos de la novela, en los que el Seminarista cuenta algunos de sus "trabajos" de una forma despreocupada y amable contribuyen a que el lector se enganche con la lectura, y también a que sienta simpatía por un asesino que tiene sus límites (no mata animales ni niños, y muy raramente mata mujeres) y que es capaz de reírse de sus superiores, de sus colegas y de sí mismo. La violencia es brutal (asesinatos, palizas, torturas, traiciones) pero se cuenta con una gracia "tarantiniana" que parece hacerla menos dolorosa.

El otro elemento que destaca y que hace la lectura ligera y divertida es la lengua. A lo mejor sorprende que haya colocado en el encabezamiento que está escrito en portugués de Brasil: normalmente no decimos "español de Argentina" o "inglés de Estados Unidos". Pero es que en este caso el portugués de Brasil, coloquial, creativo e irreverente, combinado con un uso irónico del latín (el protagonista estudió temporalmente en un seminario, recuerdo) contribuye a que la lectura sea rápida y divertida, cargada de ironía y de autoconsciencia. De hecho, hay unos pocos momentos en los que Rubem Fonseca utiliza ese estilo coloquial, vulgar a veces, para tratar temas "elevados" (un pasaje sobre la batalla de Alcazarquivir es antológico) con resultados magníficos. Qué pena que lo haga pocas veces a lo largo de la novela.

No sé hasta qué punto habrá conseguido el traductor mantener este lenguaje fresco del original sin que suene a pastiche (yo lo he leído en portugués, que para algo vivo en Lisboa), pero incluso si se ha traducido en español más o menos estándar, la novela es lo suficientemente divertida como para merecer la pena. Afortunadamente hay varias obras de Fonseca traducidas al español además de esta, así que podemos disfrutar de un escritor de novela criminal al estilo de Hammett o Chandler, pero adaptado al Brasil actual.


Del mismo autor: Bufo y Spallanzani, El gran arte, Vastas emociones y pensamientos imperfectos

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Aude de Tocqueville: Atlas de las ciudades perdidas

Idioma original: francés
Título original: Atlas des Cités Perdues
Año de publicación: 2014
Traducción: Albert Ollé
Valoración: entre recomendable y está bien

Todos los que hemos pasado horas y horas de nuestra niñez (y no sólo de la niñez) ojeando atlas y soñando con países o ciudades lejanas sabemos de la fascinación y embeleso que son capaces de producir esos nombres en lenguas extranjeras, esos puntos donde se entrecruzan tortuosas carreteras o líneas de ferroviarias, esos puertos en mares escondidos... Más aún si hablamos de un atlas histórico, que nos muestra los mapas de reinos o imperios desaparecidos; incluso si se trata, sin más, de una edición ya periclitada (no hace falta que sea muy antigua: hace poco más de veinte años todavía existían la Unión Soviética y Yugoslavia, por ejemplo). Seguramente lo mismo le ocurriría a la autora de este libro, sólo que, en vez de dedicarse a la pura ensoñación, ella se planteó conocer qué había ocurrido con todas esas ciudades que en algún momento habían florecido como centro de la vida humana, para luego desaparecer o acabar deshabitadas, por los más diversos motivos. Incluyendo alguna que, si no ha pasado aún a mejor vida, lo parece...

El resultado es este atlas, tal vez un poco heteróclito, pero subyugante, que recorre cuatro continentes y multitud de historias, de épocas, de leyendas... también algún que otro mito, o casi. Encontramos aquí ciudades arrasadas por desastres naturales (Pompeya, claro; Balestrino, también en Italia) o humanos (Kantubek, en el mar de Aral, donde los científicos soviéticos elaboraban armas biológicas, o Prypiat, junto a Chernóbil donde... bueno, ya se sabe lo que pasó). Tampoco podían faltar las muchas destruidas por la guerra: desde Agdam, en Azerbayán, a la legendaria fortaleza de Masada; la chipriota Varosha, atrapada en tierra de nadie o, cómo no, la antigua Hiroshima, no hace falta decir dónde... Ciudades que vivieron momentos de gloria y esplendor, como la capital del reino jemer, Angkor o la del Imperio mogol de Akbar, Fatehpur Sikri; otras, de dimensiones mucho más modestas, conocieron al menos algún momento de riqueza y se evaporaron cuando desapareció ésta: es el caso de muchas ciudades mineras a lo largo y ancho del globo, como Kolmannskuppe, en Namibia, famosa por sus diamantes o Bannack, típico pueblo minero del Oeste americano. Lo mismo que Humberstone, en Chile, cuna de la peculiar cultura "pampina".

Algunas ciudades han conocido una segunda  gloria (o primera) gracias al cine: Bam, en Irán, que sirvió de escenario para la versión cinematográfica de El desierto de los tártaros, o la japonesa isla de Hashima, que aparece en Skyfall. También, quién lo diría, a los videojuegos: la ciudad minera de Centralia, en Pennsylvania, evacuada por culpa de un incendio subterráneo de carbón, es la que ha servido de inspiración para el conocido juego (y consiguiente película) Silent Hill. Incluso encontramos localidades que no han sido nunca habitadas (el centro vacacional nazi de Prora, que iba a ser una especie de Marina d'Or sólo para arios), que no han sido concebidas para ser habitadas (Jeoffrécourt, en el norte de Francia, campo de entrenamiento de las tropas de la OTAN para la guerra urbana), o que no se sabe si serán alguna vez habitadas -al menos en el momento de editarse el libro- como la Nova Cidade de Kilamba, en Angola.

A esta última categoría pertenece la aportación española al atlas: sí, señores, nada menos que Seseña (en realidad, Nueva Seseña), el sueño húmedo de ese constructor conocido como Paco el Pocero y que es uno de los símbolos de la burbuja urbanística que vivió España a comienzos de este milenio y que tantos economistas, políticos y periodistas supieron prever... cuando ya nos había estallado en las narices. A decir verdad, no se trata de una "ciudad fantasma", propiamente dicha, y es incluso posible que alguno de nuestros seguidores nos lea desde allí (un saludo, en ese caso); en cualquier caso, da un poco de cosica -por no decir la demasiado familiar spanish shame- ver la creación del Pocero en la misma lista que ciudades tan míticas como Babilonia, Teotihuacán, Cartago o Antinóopolis, fundada por el emperador Adriano en el mismo lugar donde se ahogó su amado Antinoo. En fin, será el signo de los tiempos...

martes, 20 de septiembre de 2016

Keith Lowe: Continente salvaje


Idioma original: inglés
Título original: Savage continent. Europe in the Aftermath of World War II
Traducción: Irene Cifuentes
Año de publicación: 2.012
Valoración: Muy recomendable

Picaste, amable lector. No, no hablaremos esta vez de matanzas de tutsis y hutus, ni de señores de la guerra y niños soldado, ni de aldeas exterminadas a golpe de machetazo. Por una vez, el ‘continente salvaje’ no es África ni, por tanto, es este libro una versión renovada de 'Ébano'. Hablamos de Europa, que es justamente donde han tenido origen y desarrollo algunas de las más insignes masacres de la Historia de la humanidad. (Claro, todo esto que he dicho tiene sentido si usted no había reparado en el subtítulo del libro, que dice claramente ‘Europa después de la Segunda Guerra Mundial’).

Lo que presenta el joven historiador británico Keith Lowe (con nombre de cantante de synthpop; y perdón por la chorrada) es un escenario más bien poco tratado, porque cientos de libros, películas y documentales han relatado durante décadas la guerra, sus héroes, las tragedias y los campos de exterminio; pero se diría que, una vez terminada la conflagración, Europa fue de pronto un territorio pacificado que tomaba un nuevo rumbo. Pero nada más lejos de la realidad. Han ocurrido cosas decisivas, y otras tendrán lugar durante la postguerra, y todo esto será lo que el autor va a desarrollar. 

Como podemos suponer, con el fin oficial de la guerra, el continente es objeto de una devastación física sin precedentes en la Historia, con casi todas sus infraestructuras destruidas y miles de pueblos y ciudades completamente arrasados, entre los que Varsovia podría ser el paradigma. Pero a la destrucción física –y a los millones de muertos de forma directa o indirecta- se deben sumar otros dramas humanos de dimensiones descomunales: millones de huérfanos vagando por las calles y sobreviviendo como pueden; otros tantos individuos que fueron sacados de su país y utilizados por los nazis como trabajadores esclavos, y que ahora no tienen a dónde ir; desplazados forzosos y supervivientes de los campos, vidas destruidas, familias desaparecidas, viviendas volatilizadas. Todo el continente es un inmenso éxodo de personas sin apenas medios de subsistencia ni destino al que acudir, una masa de desesperados que intenta ser controlada por las fuerzas de ocupación de los vencedores.

No sólo eso, que serían las consecuencias diríamos ‘naturales’ de un conflicto de las dimensiones de esta guerra. Además de las consecuencias obvias de una estructura institucional desaparecida, a la derrota de Alemania sigue un periodo de violencia intensa que incluye desde actos de venganza contra nazis y colaboracionistas hasta la expulsión de millones de alemanes de zonas que habían habitado desde hacía siglos –en especial, en Polonia y Checoslovaquia.

Pero tampoco ahí termina el horror –y aquí llegamos a lo que me parece el núcleo fundamental del libro. Dentro del conflicto general han coexistido varias guerras de índole regional, basadas en odios étnicos o viejas reclamaciones territoriales, incendiado todo ello con la visceralidad del momento: ucranianos contra polacos, eslovacos contra húngaros, croatas contra serbios… Y casi todos ellos, además, contra los judíos, sobre todo en los países del Este. De forma que esta corriente poco visible de luchas a menor escala –aunque muchas veces tan sangrientas como la principal- impide que la capitulación del Reich suponga el fin real de la guerra.

Lowe expone con detalle y gran profusión de datos y testimonios esta serie de salvajadas, que parecen ocultas en los pliegues de la Historia, y ahí da la sensación de que el tema se la va un poco de las manos. Son tan numerosos estos ejemplos de brutalidad, que el lector termina abrumado y de alguna manera perplejo, y –lo más importante- puede quedarse con la sensación de que a fin de cuentas los crímenes nazis tampoco fueron algo tan diferente de otros actos de barbarie. Creo que el autor es consciente del peligro, y en varias ocasiones se ve obligado a recular y precisar que, con todo, el grado de salvajismo de los nazis y su ejecución de un programa detallado de exterminio no admiten parangón.

La existencia de esas otras guerras y conflictos semiocultos tendrá una consecuencia decisiva. Las diferentes polarizaciones de cada uno de estos choques terminan por identificarse con una nueva dicotomía fundamental, entre derecha (colaboracionistas, nazis) e izquierda (comunistas, estalinistas), de forma que los odios étnicos, religiosos o culturales se trasladan al campo político. O, mejor dicho, geopolítico, porque los aliados ya se habían repartido las áreas de influencia, separadas por lo que se llamó el ‘Telón de acero’, y a partir de ahí, supieron que tenían las manos libres cada uno dentro de su campo. De esta forma, los soviéticos promovieron sin disimulo a los comunistas en el Este, con la misma intensidad con que los americanos les impedían levantar la cabeza en el Oeste (Francia, Italia, Grecia). Dicho de otra forma, en apenas tres o cuatro años desde el armisticio ya teníamos en el tablero todos los elementos de la Guerra Fría.

‘Continente salvaje’ es un trabajo serio, entiendo que ecuánime y muy documentado (70 páginas sólo de notas y bibliografía), al que se podría achacar algún momento de ligerísima frivolidad y, sobre todo, el riesgo de desenfoque que he comentado. Pero, tras 400 páginas de información exhaustiva y bien estructurada, cualquier pequeño error se compensa con las últimas quince de conclusiones: un resumen certero y clarificador que revela no sólo una admirable capacidad de síntesis, sino un profundo sentido histórico y político que podía parecer ausente en algún momento anterior.

Y, como ocurre con toda aportación interesante al estudio de la Historia, nos ayuda a entender mejor problemas recientes (ex-Yugoslavia) o incluso situaciones de plena actualidad (xenofobia, nacionalismos fanáticos). Inquietudes y tribulaciones permanentes que siempre parece generar este continente nuestro, hermoso, complejo y –a veces- también salvaje.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Andrés Iniesta: La jugada de mi vida. Memorias

Idioma original: Español
Año de publicación: 2016
Valoración: Intragable

Aclaración previa: Aunque me temía lo peor del libro, he tratado de leerlo sin tener en cuenta mis prejuicios. Y creo que lo he hecho. Así que la reseña, guste o no, es objetiva en la medida de lo posible.

Dicho esto, quisiera aclarar también que, aunque en la cubierta del libro se indica que el autor es el propio Andrés Iniesta con la colaboración de Ramón Besa y Marcos López, resulta que el 55% del libro está escrito en tercera persona (cosa extraña cuando son tus propias memorias), el 5% en primera persona y el 40% restante son testimonios de terceras personas. Por tanto, dejémoslo en que el libro está escrito por Ramón Besa y Marcos López a partir de lo que les haya contado Andrés Iniesta y el resto de personas entrevistadas para la ocasión. Para que la gente no se lleve a engaños.

Centrándonos ya en el texto, podemos separarlo en dos bloques:

El primero nos cuenta la vida y milagros de Andrés Iniesta, desde que empezó a dar sus primeras patadas al balón en Fuentealbilla hasta la actualidad, cubriendo tanto la vida profesional como la vida personal de Iniesta: su llegada a la Masía, su debut en el primer equipo, las Copas de Europa, su matrimonio, etc.

La segunda parte, como si se tratase de un "Testimonios" de sus paisanos de "La hora Chanante", recoge las opiniones de ex-compañeros y compañeros, entrenadores, masajistas, etc sobre el protagonista del libro.

Hasta aquí, todo parece normal. Podrá gustar más o menos, podrá el personaje interesar o no, pero no hay nada raro.

El problema del libro no está en el "qué", sino en el "cómo".

Porque el texto es más que previsible y tiene un tono hagiográfico que repele. Mensajes tipo "A Andrés le ha costado mucho llegar a donde ha llegado, Andrés es el compañero perfecto, el chico perfecto, el amigo que todos quieren tener, el yerno ideal, etc" están por todas partes. ¡Solo falta que desde el libro se pida la beatificación de Iniesta! O mejor, ¡su canonización! No sé, a mí me hubiera gustado un testimonio (con nombre falso y voz distorsionada, claro) que dijera algo así como: "Yo jugué con Iniesta en el infantil B. Era un cabrón. Nunca me pasaba el balón porque yo era más alto, más guapo y sacaba mejores notas que el".

Porque el texto es repetitivo hasta el hartazgo. Páginas y más páginas en las que, con pequeñísimas variaciones, se repiten los mismos halagos a sus cualidades como futbolista (he terminado de su cambio de ritmo hasta el gorro) y como persona. El libro tiene 300 páginas, pero no pasaría nada si se quedaran en 200 o menos. 

Porque está trufado de tópicos, de "buenismo", de "cuñadismo" y de sentimentalismo de garrafón. Frases del tipo "con trabajo se consigue todo"o "si te esfuerzas, lograrás lo que te propongas" a cascoporro. Sin pudor.

No sigo. Ya es suficiente. Solo os dejo unas frases que aparecen en el libro para que os hagáis una idea:
"Yo sigo siendo yo. Y que Andrés sea como es nos ayuda a los dos porque nuestro mundo es nuestro. Solo nuestro". Me recuerda sospechosamente a Mariano Rajoy diciendo aquello de "es el vecino el que elige al alcalde..."
"Aparece un sobre en la cocina, en el baño o en la cama. "Para mami", así es como me llama (yo, a el, "papi")..." . ¡Tomad sobredosis de almíbar! 
"Era Mimosín. Le cogías cariño desde el primer momento". ¿Mimosín? ¿Mimosín? Da vergüenza ajena, ¿no?
Después de estas perlas, habréis podido ver que no estamos ante el libro perdido de Proust ni ante el Knausgard manchego ni nada por el estilo. Más bien estamos ante un libro que, apropiándome de un término usado por Juan Soto Ivars en una reseña sobre lo último de Ildefonso Falcones, está destinado a "domingueros de la literatura". Y si son adictos al edulcorante y a la moralina, mejor.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Jiří Weil: Mendelssohn en el tejado

Idioma original: checo
Título original: Na strese ja Mendelssohn
Año de publicación: 1960
Traducción: Diana Bass
Valoración:  muy recomendable

Pues sí. Aún hay novelas sobre el holocausto capaces de sorprender. De indagar en lugares desconocidos o simplemente no tan presentes en otras. Casi me da rabia porque veo que no hay un término que defina mejor esta novela que deliciosa. Pero hay que quitarle las connotaciones cursis, para aclarar que esta es una historia trágica que se apoya en situaciones cercanas a la comicidad.
Praga ocupada por los nazis mientras las noticias que llegan, pocas, filtradas, del frente ruso, indican un cambio drástico de la evolución de la guerra. Las ciudades alemanas bombardeadas. Praga a salvo. Con toda la maquinaria represora funcionando a pleno rendimiento, arraigada hasta el tuétano en una población hambrienta, mermada, deprimida, temerosa pero manteniendo, dentro de lo que su debilidad física y psicológica les posibilita, un hálito de dignidad. Una ciudad infestada de odio, traición y desconfianza. Heydrich ha puesto en marcha la solución final y el día a día en la ciudad, ya no digamos en el ghetto, es una pesadilla sacudida por los constantes sobresaltos. Inspecciones en casas, a la búsqueda de los judíos que la población de buena voluntad intenta ocultar. Asaltos, detenciones arbitrarias en casas, en la calle. Listas de ejecuciones con intenciones tanto ejemplares como amedrentadoras. En cada esquina, en cada sitio medianamente transitado, de uniforme o de paisano, soldados, miembros de las SS o la Gestapo, colaboracionistas a cambio de algún cupón extra de comida, traidores por el gusto de serlo, supervivientes, ciudadanos asustados o amenazados. Y en medio de ese funesto escenario, un encargo casi jocoso. Dos lugareños reciben un curioso encargo: retirar la estatua de Mendelssohn, músico judío, de entre otras varias instaladas en un tejado. Encargo que hay que cumplir con diligencia y premura. Desobedecer una orden puede acabar muy mal en ese entorno. Pero nadie sabe cuál es la estatua de Mendelssohn. Y qué mejor pista que elegir aquella que tiene la nariz más grande. Pero ésta resultará ser la de Wagner.
Partiendo de esta escena, casi costumbrista, Weil desarrolla, con lenguaje coloquial, asequible, levemente moteado de los intraducibles vocablos alemanes que describen todas las divisiones y subdivisiones del aparato opresor, una serie de subtramas ligeramente relacionadas por idas y venidas de personaje y por ese inquietante advenimiento de lo peor.
Esa descripción del día a día de una ciudad intentando adaptar su transcurrir a las circunstancias, con su población conviviendo con seres con los que solo hay mutuo desprecio, es, seguramente partiendo de algunas experiencias personales del autor, a la vez fascinante y terrorífica. Todos los mecanismos abyectos van surgiendo, y aunque los elementos de truculencia son muy aislados, la facilidad de su lectura no evita que percibamos lo terrorífico de lo descrito. Picaresca, humanidad, empatía con el sufrimiento ajeno pueden compartir un destino que sea el patíbulo, Pero han de vivir. Roisinger, Rabinovic, Stankovic, Becvar. Sus andanzas en pos de una mejora patética, de una supervivencia por unas semanas, de aferrarse a una esperanza, nos arrastran como solo puede hacerlo la narración desde el conocimiento y la sinceridad.
Por cierto: la novela comparte un hecho curioso con una buena novela posterior: HHhH de Laurent Binet también usa, aunque en su caso es el motivo central, el intento de asesinato de Heydrich por parte de los miembros de la resistencia checa.
Espléndida presentación, costumbre en Impedimenta que no conviene pasar por alto.

También de Jiri Weil en ULAD: Vida con estrella

sábado, 17 de septiembre de 2016

Franck Thilliez: Atomka

Idioma original: francés
Título original: Atomka
Año de publicación: 2012
Traducción: Joan Riambau Möller
Valoración: está bien

Otro autor más de la penúltima hornada del thriller policíaco francés, Franck Thilliez ha escrito ya varias novelas del género negro, muchas de ellas, como ésta que nos ocupa hoy, protagonizados por su tocayo el comisario Franck Sharko y su compañera laboral y sentimental, la inspectora Lucie Henebelle, de la Brigada Criminal de Paris, sita en legendario 36, Quai des Orfèvres. Conste que Atomka no es el último título protagonizado por la pareja (ése es Angor), pero sí el último, de momento, que ha sido publicado en español y por lo que he leído puede servir en cierto modo de epílogo de los títulos anteriores. La razón es que tanto Sharko como Henebelle son dos policías con "mochila" (como se suele decir ahora) es decir, con un pasado bastante tormentoso y hasta traumático, que no deja de condicionar sus vidas personales y sus acciones profesionales, y en esta novela tiene una relevancia fundamental.

Vale, lo sé: policías atormentados y arrastrando detrás historias tremebundas, los hemos visto a cascoporro tanto en novelas, películas o series de la tele. Es ya un tópico del género y, en este caso, supone el peor elemento, en mi opinión, de esta novela de Thilliez. Sobre todo porque, además de echar mano del tópico, parece que el autor también se recrea con cierta saña en hacerle la puñeta a sus protagonistas. Que la verdad, bastante equilibrados me parecen: con la mitad de lo que les ocurre o ha ocurrido, cualquiera de nosotros perdería la chaveta y se subiría a una torre de Nôtre-Dame para descargar el arma reglamentaria sobre la multitud de turistas que se suele agolpar delante... a ver qué juez no tendría en cuenta la considerable carga de estrés como eximente. Este recurso, junto a la quizás excesiva truculencia de los crímenes que se nos cuentan -aunque tampoco mayor que otros títulos del género- son quizás los principales deméritos de la novela. Entre sus aciertos, la aparentemente cuidada documentación científica que ha utilizado Thilliez y, sobre todo, el ser capaz de hacer remontar la historia de una casi rutinaria novela de serial-killer hacia ámbitos más amplios y, quién lo diría, más terribles. Me explico: la narración, o el caso, comienza cuando la brigada a la que pertenecen Sharko y Henebelle tienen que investigar el asesinato de un periodista, Christophe Gamblin, aparecido dentro de un cofre congelador en su propia casa. Que este periodista estuviese investigando a su vez varios extraños ahogamientos de mujeres -aunque no siempre con resultado de muerte- ocurridos en lagos de la región de los Alpes les pone sobre la pista del, ya digo, consabido asesino en serie (la constante presencia del frío a los largo de toda la novela es otro de los aciertos de Thilliez). Pero el hecho de que además haya desaparecido una inquisitiva colega profesional de Gamblin, Valérie Duprès, les conducirá hacia pesquisas más complicadas y, en consecuencia, averiguaciones más oscuras y perturbadoras, aún. Y muy sorprendentes para los policías, aunque al lector se le han ido dando pistas de lo que puede esperar (por cierto, una pregunta pedantuela: ¿habrá leído Don De Lillo esta novela?)

Repito que el giro que da la trama en un momento dado es la gran baza y el acierto de la novela. Lo peor, los tópicos del género, incluida una cierta recurrencia a los escenarios tortuosamente espectaculares, a cierta aparatosidad de  personajes y situaciones, así como a una excesiva deriva , en ocasiones, hacia  lo truculento. Por lo demás, bien. Buena y fresquita opción para pasar las calurosas tardes de este verano que no acaba:  al fin y al cabo, en toda la historia no deja de nevar.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Isaac Rosa: La mano invisible

Resultado de imagen de la mano invisible isaac rosa amazonIdioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: Está bien

Comenzaré por el final. En las páginas que cierran la novela –tan teatrales como cualquiera de las otras–  tiene lugar una escena muy fin de fiesta, especie de recapitulación de lo leído a cargo de uno de los coprotagonistas, el vigilante de la nave, donde viene a decirse que, por mucho que el trabajo se sublime, nadie se prestaría a realizarlo si no necesitase el sueldo. Una obviedad, sí, pero relativa. Porque detrás de ese monólogo de clausura podemos imaginar a Isaac Rosa escribiendo con rigor y paciencia, documentándose a base de bien, incluso exprimiendo sus neuronas –con poco éxito, por cierto–para aflojar la tirantez del ambiente a base de monólogo interior y momentos de agresividad más o menos soterrada entre personajes, pero sin pasión, obligado por la necesidad de ganarse, él también, las lentejas. Algo que nota el lector desde esas primeras líneas en que un albañil, del que no sabemos nada, detalla con una minuciosidad y parsimonia irritantes cada uno de los movimientos necesarios para levantar una pared de ladrillos. Y, créanme, son bastantes, tantos y tan aburridos que dan ganas de arrojar el libro al mar y rezar para que alimente a las ballenas.  Porque yo en eso soy tajante: o leo o no leo. Jamás he practicado lo que llaman lectura en diagonal, entre otras cosas porque distorsionaría radicalmente la opinión que voy a formarme de un texto; imposible saber cuánto puede aburrirnos si lo leemos a saltos. De ahí que me lo trague todo, palabra por palabra, incluidas digresiones –que en este caso, como digo, amenizan un poco el conjunto–, momentos bajos y hasta posibles incongruencias. Hace falta dar oportunidades al cabreo. O a lo que sea, pues si hacemos trampas perdemos la posibilidad de enfadarnos más de la cuenta, pero también de reflexionar con los pensamientos que nos salgan al paso o de saborear hallazgos impactantes.
El autor experimenta con las perspectivas de su idea original y ese experimento tiene por objeto otro: un montaje o performance donde varias personas ejercen su oficio en un escenario con público. Algo ciertamente inusual, pero no demasiado sorprendente después de lo que llevamos visto. Cada capítulo refleja los pensamientos de uno de estos trabajadores en un estadio concreto del proyecto, de forma que cada punto de vista hace avanzar la acción un poco más, hasta el desenlace, tan coherente como previsible, incluso un puntito irónico.
La plantilla –donde, por cierto, se oculta un esquirol– está constituida por carnicero, operaria, informático, administrativa, teleoperadora, mecánico, costurera, limpiadora, camarero y mozo –inmigrante por más señas–además de los dos mencionados, y hasta una prostituta ocasional fuera de nómina. Tampoco faltan los merodeadores y vagabundos que visitan la instalación de incógnito para aliviarse, consumir o desfogar sus ánimos con un poco de vandalismo.
El título no se ha puesto al azar: se entiende por “mano invisible” el mecanismo espontáneo que caracteriza a toda sociedad capitalista haciéndola progresar por el simple impulso de sus leyes internas. De ahí que la novela, desde su planteamiento hasta el último detalle, contenga una carga crítica implícita, un guiño irónico sobre la cacareada utopía de que el trabajo realiza y pone en marcha una sociedad (casi) perfecta. Se trata por tanto de una sátira, del retrato de un estrato social y de una indagación sobre la experiencia laboral, sus posibilidades, frustración, reglas y límites, entendiendo por tales las condiciones de cualquier tipo que alguien, el que sea, está dispuesto a soportar a cambio de un salario. Límites que no son homogéneos, pues, como se demuestra a lo largo de la trama, dependen de la experiencia, capacidad crítica, espíritu de sacrificio, ideología, inteligencia, docilidad, resistencia, penosidad de las tareas, vocación, ambiciones, rebeldía, conciencia de clase, naturaleza reivindicativa etc. de cada uno de los individuos.
Eso en cuanto al fondo. El estilo, como es lógico, tiende a la monotonía y, en sus momentos más logrados, recuerda mucho al Saramago de Ensayo sobre la ceguera, tanto que somos incapaces de disfrutar unos párrafos más agradables que la media pero que se intuyen calcados de otro sitio.

En pocas palabras, novela con protagonista coral, bienintencionada y bastante trabajada, pero carente de chispa debido a la rigidez de planteamientos consustancial al subgénero de tesis.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Bonus track: Marcel Proust: En busca del tiempo perdido

Idioma orginal: Francés
Título original: À la recherche du temps perdu
Año de publicación: Entre 1913 y 1927
Valoración: Imprescindible

En la reseña de uno de los tomos de "En busca del tiempo perdido" decía que la obra es uno de los ochomiles de la literatura. Pues bien, ¡he llegado a la cima!. Y no sé si es un ochomil o si es el Karakorum completo, pero tengo muy claro que se trata de una obra bestial y clave dentro de la literatura del siglo XX.

Unas 4000 páginas en la que "cabe todo": la memoria, el tiempo, el amor, los celos, la homosexualidad, la vida y la muerte, la historia de Francia, el arte, la política, las relaciones sociales. Absolutamente todo.

Unas 4000 páginas con momentos impresionantes, como la muerte de la abuela, el análisis de los celos, la descripción de los estados de ánimo, etc,  y con momentos verdaderamente soporíferos, como las interminables reuniones sociales del tercer y cuarto tomo.

Unas 4000 páginas con frases y párrafos eternos, sin apenas acción ninguna, pero con una sensibilidad exquisita y una penetración psicológica en los personajes a la altura de los grandes rusos del XIX.

La gran novela francesa del siglo XX. La gran novela francesa (de todos los tiempos). La gran novela impresionista. Una obra imprescindible.

En mi caso, cuando decidí acercarme "Por el camino de Swann" lo hacía por segunda vez. Hace ya bastantes años lo intenté y he de confesar que me pareció algo horrible. No podía entender cómo semejante libro era una de las "vacas sagradas" de la literatura. ¿Cómo podía ser que alguien dedicara un montón de páginas a describir el efecto de la luz que entra por la ventana sobre los muebles de una habitación? Cuestión de inmadurez lectora, supongo, porque esta vez, cerca ya de los 40, ha sido totalmente diferente. Aunque haya veces que cueste seguir, que haya que volver atrás, que tengas ganas de saltarte unas páginas. Globalmente, se trata de una obra tremenda.

Desde luego es una obra que hay que intentar leer. Empezar con "Por el camino de Swann" y probar. Y si no puedes con Proust en un primer momento, volver a intentarlo pasado un tiempo.

Añadir también que, pese a que se trata de una obra que debería ser publicada y leída como un todo, su publicación en siete tomos hace que esta sea más accesible, menos incómoda. Y hace que podamos decir que algunos son sencillamente magistrales mientras que otros, quizá por el tema, se hagan mucho más pesadas. Entre las magistrales, para mí: "Por el camino de Swann", "La prisionera" y "La fugitiva". Entre las más pesadas: "El mundo de Guermantes" y "Sodoma y Gomorra".

En fin. Objetivo cumplido. He leído, disfrutado y padecido (a veces) "En busca del tiempo perdido". Desde ahora, soy un "proustista" convencido. Así que cualquiera que ose decir hablando de cualquier escritorzuelo "el nuevo Proust", "el Proust de nuestro tiempo" o "el Proust de X sitio", habrá de batirse en duelo conmigo. A ser posible, debajo de las vidrieras de la iglesia de Combray o en una playa de Balbec, y siempre después de haber desayunado una buena magdalena.

Todo "En busca del tiempo perdido" en ULAD:
7. El tiempo recobrado
6. La fugitiva
5. La prisionera
4. Sodoma y Gomorra
3. El mundo de Guermantes
2. A la sombra de las muchachas en flor
1. Por el camino de Swann


miércoles, 14 de septiembre de 2016

Marcel Proust: El tiempo recobrado (En busca del tiempo perdido VII)

Idioma orginal: Francés
Título original: Le temps retrouvé
Traducción: Consuelo Berges
Año de publicación: 1927
Valoración: Muy recomendable

Llegamos, por fin, al último tomo de la monumental "En busca del tiempo perdido": "El tiempo recobrado", publicado en 1927, cinco años después del fallecimiento de Marcel Proust.

Pese a su título, que a algún lector desprevenido podría llevar a pensar en algo alegre por aquello de la recuperación del tiempo perdido, se trata del tomo más otoñal, más melancólico de toda la obra. La guerra, la Primera Guerra Mundial, la muerte y la enfermedad sobrevuelan todo el libro. Viejos conocidos de tomos anteriores reaparecen en "El tiempo recobrado" (hay que tener en cuenta que la obra transcurre varios años despúes de "La fugitiva") y lo hacen envejecidos y cambiados. El narrador también ha cambiado y es que el Tiempo, con mayúsculas, ha hecho su oscuro trabajo.

La obra, a pesar de que se presenta sin separaciones ni capítulos, podemos dividirla en dos partes.

La primera se centra, fundamentalmente, en los encuentros de nuestro protagonista con dos viejos conocidos: su amigo Roberto de Saint-Loup y el barón de Charlus. También nos reencontraremos con personajes fundamentales de otras partes de la obra, como Odette, Gilberta o la duquesa de Guermantes. A raiz de estos encuentros y de su impresión en el narrador, comenzará la reflexión del autor sobre el Tiempo, sobre su efecto sobre las personas y los hechos, que creíamos de determinada forma y, por culpa del Tiempo, ahora vemos bajo una perspectiva diferente. Esto le llevará a repasar  y repensar hechos y personas fundamentales de su vida.

La segunda parte podríamos definirla como el "epílogo" de En busca del tiempo perdido. En ella, Proust se entrega a un ejercicio de... ¡metaliteratura! Sí, todo está inventado.
Analiza la relación del Arte en general, y la Literatura en particular, con la vida. Explica la función, según Proust, de la Literatura. Y explica lo que trata de obtener o de representar con su obra. Verdaderamente, se trata de un muy buen colofón a la incesante busca y resulta muy interesante para tratar de comprender el sentido o el objetivo de tan magna obra.

En este último tomo, a diferencia de los anteriores, asistimos a más diálogos entre los personajes.  La prosa es más ágil o, al menos, esa impresión me ha dado. A pesar de esto, el estilo de Proust es el que es. O lo amas o lo detestas. Nada puede cambiarlo y no es necesario añadir más.

Solamente, para cerrar, decir que, aunque esté ligeramente por debajo del nivel de "La prisionera" o "La fugitiva", "El tiempo recobrado" es un muy buen final para "la gran novela sobre la memoria", una verdadera experiencia como lector.






martes, 13 de septiembre de 2016

Emma Cline: Las chicas

Idioma original: inglés
Título original: The girls
Año de publicación: 2016
Traducción: Inga Pellisa
Valoración: muy recomendable


Traductores, correctores y editores. Reivindicados por diversos motivos, de vez en cuando, demasiado poco a menudo. Pero qué decir del anonimato de la gente que redacta los textos de las solapas y las contraportadas de los libros. Responsables de que el potencial lector sea empujado o disuadido. Sí: junto a otros factores, como la prensa o, ejem, los blogs. Qué difícil. Comprimir en una veintena de lineas lo suficiente para que se sepa algo sobre el libro, quizás sobre el autor. Y evitar que sea demasiado, incitar al hojeo, suscitar interés, dar pistas, sin pasarse. Qué difícil, otra vez, y en este caso. Mencionar a Charles Manson y haber leído algún otro trozo de sinopsis en algún lado y saber a qué chicas se refiere. Leer que se basa o adapta o evoca. Y qué rápido lo cuadramos todo. Sharon Tate, embarazada. Polanski. La sangre de las víctimas usada para escribir insultos. El número de puñaladas.

Y ¿en qué consistirá adaptarlo? ¿Serán menos los asesinos, serán diferentes? ¿Se desarrollarán los hechos de otra manera? ¿Quizás en ese momento terrible por el que esperaremos las páginas que haga falta, lo que se cambie al adaptar consista en no cometer el crimen ? ¿En dar un abrazo? Buf. No.
Parece, pues, que eso de adaptar tenga una triple finalidad: evitar la pura crónica periodística, sortear eventuales implicaciones legales y, last but not least, dar rienda suelta al aspecto creativo.

Las chicas se presenta en pleno mes de rentrée como una de las apuestas de Anagrama. Autora joven y novel que no escribe como tal. Temática con gancho, pero con trampa. Todos tenemos ese concepto metido en vena. Pocos presos más célebres que Manson, pocos crímenes tan evocados una y otra vez, con todos sus ingredientes. Con lo que lo que es una apuesta segura puede convertirse en un elemento que predisponga demasiado. Aquí el lector morboso (los hay a montones) no perdonará omisiones que dulcifiquen los hechos. Que estamos en 2016 y ya nos hemos hartado de sangre y crueldad sugerida o echada en toda la cara.
Pues bien: sin ceder a la truculencia que garantizaría un cierto tipo de tirón, la de Cline es una muy buena novela. Novela. Treinta líneas, y ya lo he dicho (no sirvo para redactar notas de contratapa, entonces). Y lo es porque Cline ha elegido un tono propio para el personaje central, Evie Boyd, adolescente cargada de todos los lastres de los catorce años que encuentra en lo que Suzanne (chica que lidera al grupo de chicas del rancho en que una comunidad hippy liderada por un gurú malvive entre basura y coches desguazados) le ofrece una vía de escapatoria de la abrumadora realidad que la ahoga: pocos amigos, padres recién divorciados, madre ennoviada con un patán fanático del cuento de la lechera. Cline involucra al lector en la confección de esa telaraña de la fascinación inexplicable por lo inconveniente. Con un tono que manifiesta una progresiva pérdida de inocencia, que advierte de lo inexorable que se avecina. Recordándome algo dos novelas que me gustaron mucho: Algo pasa con Kevin y Canadá.
Evie siente esa atracción por el lado salvaje que se manifiesta en actos de rebeldía inexplicables. Cómo se entiende, si no, que pasen horas desde que salga huyendo de su casa en bicicleta a que le practique una felación a Russell, gurú, guisa del Manson rodeado de acólitos y roña, que monta en cólera cuando Mitch declina producirle el disco que tanto ansía. O que decida asaltar, sin control sobre lo que pueda suceder, la casa de unos vecinos. California, últimos 60. Droga, mugre, pose ante la vida, idolatría inexplicable, amor libre, puesta en duda de todos los valores tradicionales. Evie va y viene en búsqueda del hogar que siente que le falta, en  busca de emociones en la vida, en busca de la experiencia iniciática que la proyecte por encima de todos sus aburridos y monótonos compañeros de escuela, que la libere de esos monstruos que la asolan. Evie en la actualidad, en una narración centrada en el pasado cuyos hechos del presente no siempre está justificado explicar, ya consciente, con una involucración no central en los hechos (desde el principio se conoce: está libre) vs Evie del pasado, aturdida, ansiosa sin saber exactamente de qué, absorbida pero no del todo, dejándose llevar, buscando respuestas en las sonrisas y en las actitudes. Pero dudando, y esa duda permanente la mantendrá a flote.
Creo que la elección de Evie como narradora puede suscitar controversia. Habrá quien tilde a la autora de timorata por no tomar el papel de uno de los personajes clave en la cuestión criminal, como si prestarle las riendas a alguien más involucrado comprometiese más ya no la narración sino el énfasis en ciertos hechos narrados, hasta la propia evolución de la novela.
Cline aún puede pulir detalles: tres personajes centrales poderosos (curioso, Russell, el más desdibujado, como poniendo en duda su infuencia potencial) eclipsan las funciones de los secundarios, que a veces quedan difusos. Sus descripciones a veces obedecen a un patrón muy definido. Curioso su énfasis en describir olores. Pero, y no hay que negar que la elección de la temática es una baza muy segura para interesar al lector, nada de eso ha de eclipsar su poder narrativo. Cline como narradora no muestra las maneras de un autor que vaya a incidir en lo mismo a continuación. Se adivina potencial para afrontar otros registros. De momento, Las chicas: trescientas páginas de crescendo que pasan volando.