viernes, 23 de julio de 2021

Nana Kwame Adjei-Brenyah: Friday Black

Idioma original: inglés
Traducción: Ferran Ràfols Gesa (edición en catalán) / Javier Calvo (edición en castellano)
Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable
Título original: Friday Black

Siempre es de agradecer la irrupción de voces nuevas en el mundo literario que aporten un enfoque valiente, atrevido y comprometido con los valores en riesgo de la sociedad de nuestro tiempo. Y este es un claro ejemplo de ello, pues Nana Kwame Adjei-Brenyah ha publicado esta opera prima recopilando un conjunto de relatos que, aunque muy diferentes unos de otros, todos atacan, de manera directa y frontal, comportamientos y costumbres de nuestra sociedad que nos lleva a un futuro nada halagüeño.

El libro consta de doce relatos independientes (a excepción de un par que sí están vinculados entre sí) en los que el autor demuestra un estilo directo, totalmente accesible, sin florituras ni excesos; un estilo en el que deja que sea la propia historia la que hable y su elección es adecuada, pues todo el peso del relato recae en el mensaje que quiere transmitir. El choque con la realidad contada es frontal, a pesar de que el autor nos pone en situaciones límite en algunos casos distópicas y en otras que podrían catalogarse dentro del realismo mágico. Pero, a pesar del eclecticismo de estilos entre los diferentes relatos, el libro sacude y impacta, especialmente debido a sus relatos más logrados entre los cuales destaco, en primer lugar, «Los cinco de Finkelstein» con el que arranca el libro y en el que el autor demuestra su gran potencial; un relato en el que la violencia inunda el relato, una violencia no únicamente física sino también estructural, una violencia que se centra en el asesinato de cinco niños negros a manos de un hombre blanco y el juicio al que se ve sometido, y en el que el autor centra el protagonismo en una persona negra que debe calibrar de manera continua su nivel de “negritud” buscando el encaje social en cada situación. El relato es devastador, pues nos hace testigos de cómo una persona negra es analizada de manera constante por la sociedad blanca privilegiada y dominante, atribuyéndole a cada uno de sus gestos o expresiones un nivel de simpatía o temor, de proximidad u hostilidad, y el autor que refleja perfectamente afirmando que «decidió arriesgarse; se puso la gorra del revés, con la sombra de la visera tapándole el cogote. Sintió que su negritud se disparaba y llegaba a 8.0. Se hizo un silencio». 

En «La calle Lark», otro de los grandes relatos de esta obra, el autor coloca al protagonista en una situación en la que dos gemelos abortados hacen acto de presencia en su vida para recriminarle que nos les haya permitido nacer. El relato es duro, durísimo, e interpela al lector con toda su crudeza (incluso escatológica si cabe) en una decisión tan difícil y trascendental como la del aborto deseado. Este estilo directo, lo traslada a un escenario totalmente diferente (pero buscando también conmover) en «Zimmerlandia», donde el autor nos sitúa en un parque temático (que nos recuerda mucho, muchísimo al perteneciente a la serie de TV “Westworld”) cuyo propósito, o uno de ellos, se supone que es ofrecer «un espacio seguro para que los adultos exploren la resolución de conflictos, la justicia y el criterio propio», pero que en realidad se convierte en un escenario en el que aplicar la justicia por su cuenta porque, según uno de sus directivos, «a veces la justicia equivale a matar». 

También en «Friday Black», que da lugar al título de la obra, el autor critica de manera descarnada el consumismo extremo al que nuestra sociedad se enfrenta (o fomenta, o ambas cosas a la vez) ubicando el escenario donde los consumidores luchan entre ellos, poniendo en peligro incluso su propia vida, para conseguir las piezas de ropa más deseadas, y «dedicar su última energía a acarrear hacia su casa la felicidad que acaban de comprarse». Así, es en estos “juegos del hambre” que el autor expone donde los ávidos consumistas intentan, de todas las maneras posibles, conseguir aquella pieza u objeto que les redima como personas, que supla sus déficits como padres, como hijos, y somete a sus protagonistas a una violencia física extrema equivalente a la violencia ética que el consumismo impulsa a nuestras vidas alimentando nuestro egoísmo y empujándonos hacia el abismo al que la sociedad se encamina (por voluntad propia y por pasividad) erigiéndose como destino final de nuestra destrucción de los valores y la humanidad. Y esta visión nihilista y desalmada se muestra de nuevo en su último relato «A través del destello», que parte de una situación terriblemente violenta y donde las personas son sometidas a la repetición diaria (cuál “día de la marmota”, pero con el recuerdo de los sucedido el día anterior), y que el autor aprovecha para reflejar la idea nihilista y vacía de valores que empuja a sus protagonistas a querer llegar cada vez más lejos al ser conscientes de que no servirá de nada, porque «antes de desaparecer sabes que todo lo que ha existido seguirá existiendo, a pesar de que no haya un mañana», en una lectura que evidencia la pérdida de esperanza de nuestros jóvenes en un mundo sin futuro y que, en consecuencia, el presente no importa ni tiene sentido al no poder dirigirse a ningún lado, excepto el de la propia rutina y hartazgo.

De esta manera, con un estilo duro, contundente, conmovedor y valiente, el autor evidencia que lo que narra es grave, que no se puede disimular ni disfrazar, que, así como los protagonistas de sus relatos son sometidos a una alta agresividad y violencia por su condición, él nos traslada ese mismo impacto con una agresión que notamos, no a nivel físico o corporal, pero sí emocional.

Con este libro, el autor consigue su propósito más por algunos relatos en concreto que por su conjunto como tal, pues hay relatos algo flojos y casi planos, pero hay otros que son terriblemente potentes. Y en eso debemos quedarnos, pues la denuncia que al autor hace sobre el racismo y el capitalismo es valiente y precisa, acertando de pleno al señalar las grietas que se abren en nuestra sociedad y señalar también a los culpables. Y el autor acierta al combinar diferentes estilos y relatos en los que mezcla y trata con desgarro y atrevimiento temas cruciales como el racismo y el capitalismo, y los envuelve de un aura de violencia física para ubicarlos en el mismo plano en el que la violencia es presente en los diferentes niveles y caras de la desigualdad, aunque cabe decir que, para completar la triada de estructuras sociales opresoras, hubiera agradecido algún relato denunciando el machismo. Con eso ya completaríamos el podio de las injusticias. Pero no tengo dudas de que el autor sabrá poner el foco, también en esa lucha, en futuros libros. Estaré muy pendiente de ello.

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