jueves, 23 de junio de 2011

André Schiffrin: La edición sin editores


Idioma original: Francés
Título original: L'édition sans éditeurs
Año de publicación: 2000
Valoración: Recomendable (para quien guste del tema)

Qué ganas tenía de volver...

André Schiffrin (Paris, 1935) es una de esas vacas sagradas del mundo editorial: 30 años dirigiendo Pantheon Books y fundador en 1990 de The New Press. Rara es la publicación sobre el medio que no lo mencione, o el colega que no lo señale como uno de los nombres más destacados de la edición en el siglo XX.

Con apenas 180 páginas, su libro La edición sin editores fue, en su momento, una obra tremendamente polémica y comentada, tanto por su sinceridad como por la agudeza de sus juicios. En ella retrata sin concesiones la progresiva transformación de la edición norteamericana, desde sus orígenes como "difusora de cultura" hasta la actual situación de "máquina de generar beneficios", pasando por su experiencia personal de dirigir Pantheon y sufrir las consecuencias de la absorción por parte de los grandes grupos. Es bastante ameno, aunque a un lector español o hispanohablante, e incluso europeo, lo que cuenta puede quedarle un poco lejos, pues se centra principalmente en acontecimientos concretos de la historia reciente de Estados Unidos. No obstante, su sagacidad le permite elaborar argumentos bien hilados que superan la anécdota localista y, en algunos casos como tristes profecías, nombrar específicamente muchos de los problemas mundiales de la edición.

No es como otros libros de editores que ya he reseñado: aquí no hay anécdotas de borracheras con autores de éxito ni meas culpas por aquel fracaso o este éxito. Para nada: es un relato crítico y honesto sobre el capitalismo, y sobre cómo el capitalismo ha destruido -está destruyendo- en buena medida la cultura. No me resisto a copiaros algunos fragmentos para que os hagáis una idea:

"La causa profunda de la transformación de la edición tal y como la hemos conocido es el paso de una rentabilidad del 3 o del 4%, que era la norma tanto en EE.UU. como en Fracia, a exigencias del 15% e incluso más. Ese es el argumento central de mi libro."

"El excelente editor alemán Klaus Wagenbach ha publicado recientemente un artículo sobre la edición en su país, donde, de manera elocuente, define la rentabilidad del 15% como la "Todes Zone", la Zona Mortal donde ninguna edición de valor puede sobrevivir. Y cita a Hans Magnus Enzensberger, que ha dicho que en cincuenta años no había encontrado en el catálogo de Bertelsmann un solo título destinado a perdurar."

"Hacia finales de 1980, Newhouse decidió despedir a Bernstein con la misma brutalidad que había demostrado en sus revistas (...). Lo sustituyó Alberto Vitale (...). Nos presentaron a Vitale, no obstante, como un hombre sensible y cultivado, reputación rápidamente socavada por su insistencia en repetir que se encontraba demasiado ocupado para abrir un libro."

"Vitale había lanzado la idea de que podríamos ser mucho más rentables recortando nuestro programa y nuestro equipo en dos tercios y concentrándonos en los títulos de gran tirada. (...) Durante una reunión decisiva pudimos constatar el abismo que nos separaba. Vitale pasaba revista a los libros que íbamos a publicar, lista de la que me sentía especialmente orgulloso. "Quién es este Claude Simon? -preguntó con desprecio, visiblemente sin haber oído hablar jamás de él-, ¿y este Carlo Ginzburg?". Observé que sus ojos se centraban primero en la parte derecha de la hoja, la de la columna de cifras, y solo después en los títulos de los libros."

"Una reciente encuesta de Publishers Weekly revela que el Presidente Director General de McGraw-Hill gana más de 2 millones de dólares por año, más que los de Exxon o Phillip Morris. El principal ejecutivo de Viacom, editorial pendiente de venta por rentabilidad insuficiente, ganaba 3,25 millones. ¿En qué medida la falta de beneficios está relacionada con los insensatos salarios de los dirigentes de viacom, invertidos en detrimento de los libros y sus autores? Además de estos salarios aberrantes, los despachos de los editores, cada vez más lujosos, empiezan a parecerse a los de los banqueros. En Random House, las reuniones de representantes se realizan a menudo en lugares de prestigio, en las Bermudas u otro lugar parangonable, lo que costaba en la época en que me fui un millón de dólares dos veces por año. (...) Los editores, al no poder enorgullecerse de lo que editan, se consuelan con las delicias de la vida de los grandes grupos, restaurantes de lujo, coches con chófer y otros símbolos de estatus social. Así, a la fuerte censura que impone el mercado se añaden estas exigencias internas (...). Forman parte de la nueva ideología del oficio. Cuando los editores ya no pueden sentirse orgullosos de su producción, cuando ya no pueden justificar su carrera por los libros que han sacado a la luz, buscan las compensaciones más cínicas para colmar esa brecha moral."

"En sus esfuerzos frenéticos por vender cada vez más libros, las cadenas de librerías han acentuado los cambios de los que ya hemos hablado. Los que se ponen delante son los libros de mayor tirada y se invita a los editores a que paguen fuertes sumas en publicidad en los lugares de venta, si quieren estar seguros de que sus títulos están bien colocados."

Etc. Etc. Etc.

Como digo, el libro está lleno de momento brillantes y vibrantes. El autor habla de la desaparición de las librerías independientes, de la reducción de los catálogos de calidad en beneficio de grupos enteros dedicados a fabricar, promover y publicar best sellers, de cómo son apenas -y con esfuerzos, en ocasiones, imposibles de sostener- las editoriales independientes las únicas capaces de publicar libros de calidad, aunque al hacerlo se deban enfrentar al ninguneo de distribuidores, cadenas de librerías y medios de comunicación... En fin: una hostia detrás de otra.

Hay una "segunda parte", escrita en 2010: El dinero y las palabras. (Ambos libros se han publicado en España en una cuidada edición de Península.) Prometo reseña en unos días. El título ya apunta...

1 comentario:

izas dijo...

Entre esto y la privatización del ISBN, estamos como para echar cohetes :S