martes, 31 de mayo de 2016

Marlon James: Breve historia de siete asesinatos

Idioma original: inglés
Título original: A brief history of seven killings
Año de publicación: 2015
Traducción: Javier Calvo y Wendy Guerra
Valoración: muy recomendable muy alto

Permitidme que zanje en cuatro frases lo que casi todo el mundo ya sabe de este libro.
Que el autor coleccionaba rechazos por docenas.
Que la traducción ha sido difícil hasta el punto de encomendarse de ella dos novelistas. No unos cualquiera.
Que los de HBO ya se han hecho con los derechos para hacer algo con esta novela en pantalla.
Que ganó el Booker Price del 2015.

Sobre esto último: aquí nos fiamos poco de los premios, quizás algo más de los de fuera que de los de España (¿quién puede fiarse de un premio cuyo finalista es esto?). Pero llevamos ya un tiempo, y no somos demasiado impresionables. Aunque con esta novela, deberíamos. Porque, sin considerar todos los contendientes (aunque hemos reseñado uno de los finalistas) la impresión es que el premio fue muy merecido. Diría que supera hasta esa lógica caída en el estereotipo. Un escritor jamaicano escribiendo una historia jamaicana sobre el reggae y Bob Marley. Sutil, pues cierto nombre, ese, no aparece una sola vez.
Pero James se encarga de ir más allá y convertir esta novela en un fascinante viaje que es un retrato social de un país (igual no es tan raro) donde los partidos son bandas pseudocriminales cuyos partidarios solucionan todo a tiros, donde el auténtico gobierno en los barrios más desfavorecidos son las bandas y donde, en el apogeo de su carrera, Bob Marley, citado en toda la extensión del libro como "el Cantante", se ha convertido en una influencia con capacidad de obrar milagros. El planteamiento de la novela es un reto para el lector. Decenas de voces toman una narración que se sitúa en escenarios dispares. Voces que van desde periodistas musicales, agentes de la CIA, hasta matones locales, todos contribuyendo al dibujo del caos reinante. Voces en directo, en diferido, de vivos y de muertos. Voces que a veces son la misma persona con distinto nombre. Difícil, pero todo un reto. Y de esa maraña caótica y desordenada vemos cómo empieza a generarse un orden, una realidad conseguida, perdonad el tópico, con un collage que muestra a Jamaica como una representación del Cosmos. Y los trasfondos acaban multiplicándose, los testimonios empiezan a mostrar una secuencia casi cinematográfica. Ahora es el otro implicado en la escena el que pasa a narrarla, ahora cambiamos de escenario, ahora hacemos un salto en el tiempo y nos desplazamos unas décadas más tarde, a ese NY donde las bandas jamaicanas se han ganado a pulso el prestigio de ser las más violentas. Allí se cerrará, quizás el círculo que se abre el 3 de diciembre de 1976, cuando ocho individuos asaltan la mansión del cantante en Hope Road, Kingston, y perpetran un desastroso atentado donde, si se supone que habían de acabar con él, solo consiguen herirle en un brazo y elevarlo a la categoría mítica a la que ya lo elevarían tanto su extraordinaria música como su desgraciado final posterior.

De un tirón. James crea una trama en torno a ese hecho central, juega con las identidades de los atacantes, con los motivos (el coqueteo de Marley con los políticos, un amaño de unas apuestas hípicas, una conspiración de la CIA, temerosa de la consecuencia sobre el precario equilibrio político que un gobierno de izquierdas en Jamaica pudiera tener), y avanza, su prosa es un río de lava que lo arrastra todo y nos fascina, porque, 800 páginas dan para mucho la historia extiende sus tentáculos y se habla de Ecuador y de Chile, se habla del poder de las bandas y de la devastación de las drogas, se intercalan guiños constantes a las canciones de Marley, que aquí toman otra perspectiva. Hablaba de lo que pasaba, de emboscadas en la noche, de mística natural, de cismas e ismos. Pero que nadie se equivoque: Breve historia de siete asesinatos no es una novela reggae ni es una biografía oculta, ni siquiera una novela río (aunque la historia de Kim podría sugerirlo). Tomando referencias muy contemporáneas (la omnipresencia de recursos faulknerianos, aquí algunas tonalidades de Winslow, quizás alguna influencia de un Junot Díaz con la líbido a medio gas, aquí las temporadas más violentas de The Wire, hasta parece haber un trasunto de Omar Little entre toda la pléyade de sicarios establecidos en NY), ésta es una novela que huye de lo policíaco (aunque violencia gratuita y de pago la haya para parar un tren)  y se instala en el fascinante mundo de la novela total. A fuerza de recoger voces y puntos de vista, Marlon James nos entrega un ambicioso texto que ejemplifica la precariedad del subdesarrollo, la yuxtapone con un espejismo de esperanza, pero acaba dominada por los brochazos de la desesperación y la corrupción sin escapatoria.Y ha conseguido, con ello, uno de los libros del año.

lunes, 30 de mayo de 2016

Ramiro Pinilla: Seno

Idioma: Español
Año de publicación: 1972 (Finalista Premio Planeta 1971)
Valoración: Imprescindible

La sociedad vasca es, esencialmente, una sociedad matriarcalista. Ojo, no confundir con matriarcal. Es decir, no es una sociedad dominada por la Mujer o la Madre (con mayúsculas), sino una sociedad con una serie de estructuras psicosociales centradas en la figura de la Madre – Mujer, figura fundamentalmente simbólica. Ejemplos de estas estructuras serían la estructura psicomítica (sociedad y mitología que giran en torno a la Gran Madre, representadas en la etxekoandre y en la Diosa Madre Mari), la estructura social, la anímica, la simbólico-lingüística, etc.

Pero tampoco vamos a aburrir al personal. Sobre este tema hay un interesantísimo trabajo de Andrés Ortiz-Osés y Franz Karl Mayr, titulado “Matriarcalismo vasco”, que fue publicado allá por los años 70-80.

Todo esto viene al caso porque “Seno”  es una novela vasca y es una novela en la que están presentes la mayoría de los elementos que configuran ese matriarcalismo. Una novela en la que, pese a que la mayoría de los personajes son hombres, la Mujer ocupa el centro de todo. La Mujer o representaciones simbólicas de la Mujer, en sus diferentes versiones: Madre, esposa, amante, hermana, compañera.

Su argumento, a grandes rasgos, es el siguiente:

Isidro Zanurruza, patriarca de la familia, dispone en su testamento que dejará el caserío de Arrigunaga a la Mujer de la familia que le haga nacer un tataranieto el día de San Isidro en dicho caserío. La noticia la hace llegar un año antes a todos los rincones del País donde hay algún Zanurruza.

Entre los Zanurruza, está la familia de Sergio (nieto de Isidro, viudo desde el nacimiento de los gemelos Tad y Agus, apostador y perdedor, para más señas), compuesta por el propio Sergio y sus hijos Damián, Yosan, María, Fabiana, los ya citados gemelos Tad y Agus y el sobrino José.

Cada uno de los hijos simboliza valores o virtudes diferentes: el instinto maternal en María, la pureza en José, la inocencia en Damián, la sexualidad en Fabiana, la virilidad en Yosan, el desamparo más absoluto en Tad y Agus.

Pero todos ellos son personajes desmadrados, abandonados, huérfanos (en sentido literal y en sentido figurado). Todos en busca de una sustituta para la Madre muerta. Una sustituta que encuentran fundamentalmente en una vaca, símbolo total de la maternidad, ya que no solo alimenta con su leche a sus crías, sino a toda la humanidad. Pero también la encuentran en una talla de la Virgen o en una niña retrasada o en cualquier Mujer.

Con la noticia del testamento, el delirio se apodera de Sergio, que comienza su campaña de apareamientos por la que hará que Paula (esposa de Yosan), Fabiana y la vaca-Madre queden embarazadas para poder dar a luz el día de San Isidro.

A medida que se acerca el 15 de mayo, la familia comienza su viaje del interior a la mar, donde se juntarán los 532 Zanurruzas con sus 95 embarazadas en un final también de delirio.

La novela es un cruce entre “Mientras agonizo” y “Cien años de soledad”, Faulkner y García Márquez. Y que cada uno lo interprete como quiera. Se mueve en esa delgada línea en la que un paso en falso puede hacerla descarrilar, pero, pese a la dificultad debida al continuo uso de símbolos, Pinilla consigue llevarla a buen puerto convirtiéndola en una novela imprescindible por varios motivos.

En primer lugar, el libro por sí solo lo merece. Las descripciones de los personajes con toda su simbología a cuestas, el clima de delirio en que se mueven, el abandono y el desamparo en que se encuentran y el retrato, en el fondo, que hace del pueblo vasco forman un conjunto de lo más recomendable.

En segundo lugar, contiene elementos que hallaremos en toda la obra posterior de Ramiro Pinilla. Un autor que logró construir un universo muy personal, que aparece prefigurado en “Seno”. Vaya, que si os gustaron obras como “La higuera” o la monumental “Verdes valles, colinas rojas”, debéis leer “Seno”. Pero teniendo en cuenta que es mucho más simbólica, más fantástica que las ya citadas.

Por último, toda valoración es subjetiva. Y esta lo es en mayor medida que otras. Por un lado, es una autor al que tengo un especial cariño, casi vecino y que habla en gran parte de sus obras de un mundo que, por suerte o  por desgracia, creo conocer bien. Por otra parte, el libro físico que he leído es la primera edición, publicada allá por 1972 por Planeta, y…¡¡FIRMADA POR EL AUTOR!!. Y, ante eso, poco más puedo decir.

Bueno, sí. Puedo decir, tal como cantaba Lesley Gore: “It´s my party and I´ll cry if I want to…”

domingo, 29 de mayo de 2016

Juan Soto Ivars: La conjetura de Perelmán

Idioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: está bien

Juan Soto Ivars es una de las jóvenes promesas de la narrativa español. Es por ejemplo uno de los afortunados escritores que aparecieron en dos de las más comentadas antologías de "jóvenes promesas de la narrativa española": Bajo treinta (Salto de Página, 2013) y Última temporada (Lengua de Trapo, 2013). Y es también, aunque esto no tenga ahora mucha relación con nada, un ácido columnista (o bloguero) en El Confidencial. La conjetura de Perelmán es su primera novela, la novela con la que empezó todo, se puede decir, y el hecho de que fuera publicada por Ediciones B (con una portada horrible, a mi parecer) ya indicaba que este no era un escritor novel cualquiera.

Si hay algún matemático entre nuestros lectores quizás ya haya reconocido al Perelmán del título: el matemático ruso Grigori Perelmán, cuyos descubrimientos permitieron demostrar la conjetura de Poincaré, hasta entonces un reto inalcanzable. A partir de este personaje real, retraído y misterioso, Soto Ivars construye un thriller alocado y fantasioso, situado en una Rusia violenta y caricaturesca, en el que se mezclan ex-agentes de la CIA, detectives privados, una madre sufridora o una americana muy sexy, todos corriendo como ratas alrededor de Perelmán, al que lo único que le importan son sus hojas llenas de números.

A juzgar por esta novela, y por sus columnas, Juan Soto Ivars es un escritor bastante gamberro. Le gusta reírse hasta de su sombra, y de hecho creo que las páginas que mejor funcionan en La conjetura de Perelmán son las más alocadas, las más absurdas: aquellas en las que más se parece a Una comedia canalla de Iván Repila, y aquellas (sobre todo en la primera parte) en las que se juega con la forma y el género. En cambio, en la segunda parte, cuando intenta escribir un thriller, por muy pulp que sea, resulta algo más convencional y tópico. Los personajes femeninos (la sexy Mary Parsons y la madre sufriente) son quizás lo más flojo y estereotípico del conjunto, y la ambientación en una Rusia de cartón piedra es una decisión que tiene sus riesgos y no siempre parece funcionar igual de bien.

A partir de la vida de Grigori Perelmán, genio excéntrico y misterioso, podía haberse escrito un biopic como Una mente maravillosa; Juan Soto Ivars ha decidido ir por otro camino, y está perfectamente en su derecho. Quizás todos los elementos (el biopic, el thriller, la comedia alocada) no terminen de funcionar igual de bien, pero como primera novela demuestra una ambición notable y algunas dotes que esperemos que sus siguientes novelas vengan a confirmar. Para empezar, Ajedrez para un detective novato, publicada dos años más tarde, que será la siguiente que lea.

sábado, 28 de mayo de 2016

Danny Miller: Besos para los malditos

Idioma original: inglés
Título original: Kiss me Quick
Año de publicación: 2011
Traducción: Carlos Jiménez Arribas
Valoración: está bien


Todos hemos visto Quadrophenia, supongo: trifulcas entre mods y rockers en Brighton Beach, lambrettas con multitud de faros y retrovisores, un Sting rubio platino saltando con un traje gris metalizado, y, por supuesto, música de The Who... una peli chula, sin duda. pero para el autor de este libro es, además, una película familiar, en cierto modo: el señor Danny Miller nació en Brighton y precisamente ese legendario año de 1964. Así que, para ésta su primera novela -hasta entonces había sido dramaturgo y guionista de televisión- eligió ambientarla en... Brighton, en 1964 y hacer que su protagonista fuera oriundo de.. .¿alguien lo adivina? ¡Premio: la venturosa ciudad de Brighton! La imaginación al poder, que dijeron en esa misma década de los 60, en París...

Bien, ya vemos que por original y hasta glamourosa que nos pueda parecer la ambientación de la novela, para su autor no lo es tanto. Y en lo que se refiere al argumento, lo es mucho menos: Miller ha optado por construir un noir -como mola decir ahora- de un sólido clasicismo: Besos para los malditos perfectamente podría haberse desarrollado en Los Ángeles o el Nueva York de los años 30 o 40 y no digo estar firmada por Chandler o Hammett porque eso ya son palabras mayores, pero por ahí va la cosa. De hecho, contiene una montón de tópicos del género negro: el héroe desengañado pero insobornable, el gángster de aura luciferina, la hermosa chica del gángster, los matones brutales, los polis corruptos... todo aderezado con un toque de elegancia british y una buena dosis de violencia descarnada, en principio (aunque luego la realidad iba por otro lado, me temo), menos acorde con ese estilo british, o al menos con la idea que nos hacemos de él... Por dar una somera idea del asunto: el protagonista es Vincent Treadwell, un detective de Scotland Yard, sección de Antivicio, que tras un oscuro incidente en un club del Soho londinense, es enviado a su Brighton natal para investigar la aparición en la playa de un cadáver sin cabeza ni manos. El sospechosos del crimen es el rey del hampa local, Jack Regent, que ha desaparecido de escena, dejando atrás su pavoroso lugarteniente, el "Piel Roja" Henry Pierce y a su novia, la fascinante Bobbie LaVita. Suena todo más noir que el gato de una bruja, ¿o no? Añadamos al cóctel una trama de tráfico de drogas, otra de pornografía extrema, juego y apuestas, comercio de antigüedades, la industria del pop, la mafia corsa y alguna que otra cosa más; el resultado es que la originalidad del escenario acaba siendo diluida en una propuesta de un clasicismo muy correcto pero no demasiado sorprendente, pese a la tendencia hacia el hardboiled desenfrenado, más que a la elegante tradición detectivesca de la literatura británica.

Una novela, en todo caso, bien escrita y que resulta por momentos de lo más entretenida -aunque tendente al melodrama, hay que decir-; pero creo que más recomendable para los asiduos de las Semanas Negras que se multiplican por la geografía española que del "Purple Weekend" de León; más para los nostálgicos del fedora y la gabardina que para los de la parka militar.

viernes, 27 de mayo de 2016

Nell Leyshon: El show de Gary


Idioma original: inglés
Título original: Memoirs of a dipper
Año de publicación: 2015
Traducción: Inga Pellisa
Valoración: muy recomendable

No penséis que concebir un personaje memorable es tan sencillo en los tiempos que corren. Ni siquiera se intenta la gran parte de las veces. Para qué. Mucho de lo que hoy nos venden como literatura está basado en la dispersión. Que es como probar todas las teclas hasta que una suena. Relato, articulillo, blog, novela rural, para qué 300 páginas de personaje  complejo en primera persona donde surgen dudas y miedos, donde se aprecian altibajos. Para qué impresionar al lector, si el libro va a acabar igual en una estantería. 
Ya me seguís. Porque esto sí lo consigue Nell Leyshon. Gary seduce al lector. Fascinante cómo ocurre. Porque Gary es el raterillo que hurta en las tiendas, es el carterista que tienta la cremallera de tu mochila, es el asaltante de pisos que tanto tememos que nos visite. Es el pobre desgraciado que emplea ese dinero en drogas de todas clases. Y aún con ese historial, sus memorias de un ratero (traducción más fiel de su título) nos desvelan alguien entrañable, coherente, seguro de sí mismo, las más de las veces, con ganas de vivir y de salir adelante, y tan dispuesto a usar para ello su encanto personal como todo su bagaje, ejem, profesional. Porque a pesar de todo Gary conserva alguna ética, más instintiva o animal que racional, pero ha de ser un superviviente aunque sea para llevar la contraria a quienes quieren que no lo sea, a quienes le empujan hacia cualquier otro lado. 
Gary se inicia en la delincuencia antes de cumplir los diez años. Su padre, un maleante en constantes entradas y salidas de todos los lados (cárcel, casa, matrimonio, legalidad) hace que le acompañe a dar un golpe, y eso constituye su rito iniciático. Demuestra su intuición, una especie de cualidad sobrenatural (a añadir a un sentido que le hace percibir los ruidos más ocultos, algo así como una precognisción encubierta) que le permite, casi siempre, ponerse en la piel de sus víctimas y adelantar sus actos. Claro, Gary vale para lo de delinquir, y pronto se hace cargo de la desastrosa estructura familiar que su padre contempla a intervalos. Madre alcohólica, hermano, Alan, que intenta salir a flote sin afectarse por tanta porquería, hermana, Sharon, que comparte con Gary debilidades pero no fortalezas. Intentará salir de allí, intentará tirar adelante una vida donde le esperan muchos obstáculos. Normal, cuando se apuesta fuerte por lo que Gary apuesta.
Con ese telón de fondo de la Inglaterra clasista, del país deprimido de los chavs y los gobiernos conservadores y liberales, El show de Gary podría interpretarse como una especie de fábula donde el destino arrastra o donde la cabra tira al monte. Pero Leyshon se aleja del sensacionalismo y del pesimismo que muestran otros famosos villanos. Gary es descarado y tiene una última finalidad noble que toma muchos caminos equivocados. Y Leyshon, vuelvo al principio, nos regala un personaje que a veces toma rasgos de Dickens y a veces parece prestado de novelas de Fitzgerald, de Capote, hasta puede que de Bunker. Formidable novela a la que solo un final levemente moralista aleja del imprescindible. Que ya es mucho hoy en día.

También de Nell Leyshon en ULAD: Del color de la leche

jueves, 26 de mayo de 2016

Stéphane Mallarmé: Cuentos indios

Idioma original: francés
Título original: Contes indiens
Traducción: Xavier Aleixandre
Año de publicación: 1.927
Valoración: Recomendable

Novedades editoriales, polémicas sobre la transgresión, candidatos al Nobel (in)justamente preteridos, escritores malditos, generaciones nocilla. Todo va muy deprisa, miramos al futuro como algo que nos va a atropellar a poco que nos despistemos. Pero, oiga, no me dirán que a veces no es necesaria una pausa, tomar un poco de distancia y ver lo que algunos crearon en tiempos que parecen tan lejanos, algunas cosas que se han olvidado, o casi.

Situémonos en las últimas décadas del siglo XIX. Empieza a brotar una efervescencia creativa que tiene –cómo no- en París uno de sus principales polos. Ahí se gestan diversos movimientos literarios deudores de Baudelaire, que se irían ramificando y formando nuevos ‘ismos’ que buscan siempre ir más allá, mientras se enriquecen (desde un punto de vista artístico, claro), a la vez que se enfrentan entre sí. Simultáneamente, asistimos a la irrupción del impresionismo en las artes plásticas, y ahí tenemos un hervidero de creadores y artistas alimentando las vanguardias que estallarían a principios del siglo siguiente.

Stéphane Mallarmé fue uno de los animadores de ese mundillo cultural, y se dedicaba a lo que era habitual: aparte de escribir sus poemas, organizar tertulias, participar en revistas, discutir, elucubrar, inventar. Don Stéphane era fundamentalmente poeta, y en esa tarea se esmeró en intentar superar las fórmulas conocidas, llegar a los conceptos a través de la forma, navegando entre aquello de la ‘poesía pura’ y el impresionismo aplicado a la literatura.

Parece ser que este señor, en una velada en casa de una amiga, descubrió un libro que contenía viejos relatos indios (de la India), y se decidió a reescribirlos utilizando sus propios recursos estilísticos. No deja de chocar un poco que un parnasiano se dedicase a algo tan romántico como recuperar cuentos orientales; pero bueno, quizá es que Mallarmé había ya abandonado los viejos postulados, o simplemente demostró ser más versátil que dogmático.  

Los cuentos que se incluyen en el volumen son todos ellos de temática galante, ya se sabe: príncipes y/o princesas rendidos a la locura del amor, obligados a vencer prohibiciones imposibles dispuestas por dioses o reyes inclementes. Y al final, claro está, la astucia o la magia derrotan a las viejas leyes y al mal que se interpone en su camino. Vamos, argumentos y desarrollo que no desentonarían para nada con los de Las mil y una noches, que reseñamos aquí hace una temporada.

Pero por supuesto un tipo como Mallarmé no se iba a quedar en narrar estas historias de una forma convencional. Así que despliega sus recursos para transformar  los sencillos cuentos en algo mucho más potente: la sintaxis salta por los aires, los recursos retóricos se multiplican y, vemos cómo, por ejemplo, los verbos son zarandeados sin compasión, cambiando de un tiempo a otro, o simplemente desaparecen. Los relatos se llenan de matices y los personajes adquieren una relevancia que a buen seguro no tenían, y de esta forma, el ritmo quebradizo y la pincelada impresionista dotan a estas pequeñas historias de una belleza fascinante. Y lo que en principio sólo nos dejaría un suave sensación de misterios antiguos y perfume asiático, acaba empujándonos a releer cada frase para saborear las audacias estilísticas del autor, hasta que el concepto de 'prosa poética' cobra todo su sentido. 

No negaré que la lectura requerirá un pequeño esfuerzo, en especial en las primeras páginas. Pero una vez sumergidos en la cadencia a que nos invita Mallarmé, la recompensa llega con rapidez, y disfrutamos de un ejercicio apasionante en la fusión de ese mundo mágico con las musas decimonónicas de una generación inigualable. De verdad que no nos arrepentiremos si dedicamos un rato a estos Cuentos indios: a buen será una experiencia literaria muy diferente a las habituales.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Marcel Proust: Sodoma y Gomorra (En busca del tiempo perdido IV)


Título original: Sodome et Gomorrhe
Traducción: Consuelo Berges
Idioma original: Francés
Año de publicación: 1922
Valoración: Muy recomendable

Cada día que pasa y cada página que leo tengo más claro que por tamaño, belleza y dificultad, En busca del tiempo perdido es uno de los catorce ochomiles de la literatura. 

Y nosotros ya hemos llegado al campo IV: Sodoma y Gomorra. La aclimatación ha sido dura (no es fácil acostumbrarse al estilo de Proust, a ese no pasar nada pero que todo parezca una verdadera odisea, a esa sensibilidad, a ese amor por el detalle, a esos párrafos interminables), pero ya le hemos cogido “el punto”. Y, al contrario que en las ascensiones a monstruos como el Annapurna o el K2, cuanta más altura ganamos, menor es el esfuerzo. Sigue siendo duro, pero no notamos mal de altura ni nada parecido (solo falta de oxígeno en algún párrafo que otro). Además, la cumbre se deja entrever y todo parece más fácil.

No me voy a extender en consideraciones sobre el estilo de Marcel (sí, yo ya le llamo "mi Marcel", que después de estos meses ya tenemos confianza). Es el mismo que en los tres primeros tomos. Si has llegado hasta aquí, no encontrarás motivos para abandonar. Y si lo dejaste en el primer tomo, olvídate de intentar engancharte ahora.

Lo que sí que varía ligeramente son los temas, donde prima la sexualidad sobre otros temas ya tratados con anterioridad como las relaciones mundanas, la amistad o el arte. Sodoma y Gomorra es, hasta ahora, la más sexual de las obras de En busca del tiempo perdido. En ella Proust nos habla de la sexualidad, en general, de todo lo que la rodea (amor, deseo, celos…), y de la homosexualidad, en particular.

Ojo, por ejemplo, al comienzo de libro: en él, el protagonista es testigo, ¡mientras espera para observar como un insecto poliniza una orquídea (chupaos esa, Sigmund Freud y sus acólitos)!, del encuentro entre el barón de Charlus y Jupien, chalequero de los Guermantes. Este comienzo es una de las partes más destacables del libro, con sus reflexiones y teorías sobre el deseo y la sexualidad. Eso sí, no debemos perder de vista el contexto sociocultural en el que se escribió.

Por otra parte, al contrario que en El mundo de Guermantes, que transcurría íntegramente en París, Sodoma y Gomorra se desarrolla inicialmente en París y la "acción" se traslada después a Balbec.

Balbec, esa ciudad balneario cargada de imágenes, paisajes, luz, impresiones, que ya se nos presentó en A la sombra de las muchachas en flor y que vuelve a ser lugar de retiro para nuestro protagonista. Nada más llegar allí asistimos a otras de las páginas más bellas del libro: esas en las que recuerda su primera noche en Balbec, llena de miedos, y el consuelo que le ofreció en aquel momento su abuela, fallecida justo un año antes. La tristeza le invade con el recuerdo de su abuela. Ahora es verdaderamente consciente de su muerte. Se aísla del mundo, se niega a recibir a nadie, ni a las “élites locales” ni a Albertina, personaje fundamental en la segunda parte del libro. Pero como no hay mal que cien años dure, le veremos de nuevo asistir a reuniones sociales y a frecuentar a Albertina.

Vuelve a las reuniones sociales en Balbec (y alrededores), en las que se encontrará con personajes que son presentados, mayoritariamente, como falsos, ridículos, con conversaciones banales (atención a las páginas y páginas sobre la etimología de los nombres de pueblos y lugares). Hallaremos nobles provincianos que no le llegan a la suela de los zapatos a sus adorados Guermantes, parisinos de paso por Balbec, artistas e intelectuales de medio pelo y, sobre todo, a nuestro viejo conocido Palamedes, barón de Charlus, al que ya no se podrá ver con los mismos ojos después de los hechos que hemos presenciado en París.
Para completar el tratado sobre la sexualidad y los celos que es Sodoma y Gomorra, asistimos a las relaciones, también en cierto modo obsesivas, del barón de Charlus con el joven soldado y músico Morel, que es presentado también como un personaje ruin, mezquino, interesado. Estas relaciones son criticadas por la espalda, pero aceptadas por parte de su círculo social.

Y vuelve a Albertina, personaje maltratado a lo largo del libro, con la que mantenía unas relaciones puramente carnales en París y que continúan en Balbec. La relación pasará por diferentes estados: desde el amor carnal al deseo de casarse con ella, pasando por las dudas y los celos más enfermizos, provocados por unos comentarios acerca de la orientación sexual de Albertina hechos por algunos de personajes asiduos a las reuniones mundanas.

El libro se cierra con un comentario del protagonista a su madre diciendo que vuelve a París y que se casará con Albertina (me da la impresión que eso no va a acabar bien). Así que el muy pájaro de Marcel nos deja con la miel en los labios, deseando empezar el quinto libro.

Pero antes de pasar página, un último comentario sobre Sodoma y Gomorra que, no solo supone una continuación en el tiempo de El mundo de Guermantes, sino que tiene sus mismas virtudes y pequeños defectos. Defectos que, en mi opinión, se reducen a esas interminables reuniones mundanas que, si bien sirven para describir a los personajes, se hacen un tanto pesadas. De ahí el “muy recomendable”.


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martes, 24 de mayo de 2016

Colaboración: Viajero solitario de Jack Kerouac

Idioma original: inglés
Título original: Lonesome Traveler
Año de publicación: 1960 
Valoración: Muy recomendable 

¿Venderle el alma al Diablo? Sí, pero cara.
Y si se puede, venderle también otras cosas.
Y venderle a Dios lo que el Diablo no compre.

Vicente Luy.
Jack Kerouac siempre viajó acompañado, incluso en Viajero Solitario. Cualquiera de sus epopeyas, ya sea recorriendo la costa oeste de los Estados Unidos haciendo auto-stop, cruzando la frontera mexicana con medio kilogramo de marihuana encima, hasta viajes en barco de mala muerte, cuenta cómo su entorno se fusiona con él hasta volverse uno solo.

Poseído por una especie de claustrofobia para con el mundo, al bastión de la Generación Beat le bullía una necesidad imperante de estar en movimiento, de aventurarse. Así es como llegó a ser marinero, cronista del Lowell Sun, mozo, cosechador de algodón, empleado en las vías del ferrocarril e incluso, hastiado de su vida nocturna y de tantos excesos, durante una temporada, se convirtió en el guardabosques del Parque Nacional Monte Baker. Pero allí tampoco estaba solo: jugó al póker simulando una contienda de cuatro participantes, cantó para la naturaleza y entabló una relación con un oso que nunca vio. Su esencia siempre se mantuvo acompañada.

No es casualidad que en Viajero Solitario, el autor deje momentáneamente de lado a todos sus compañeros beatniks menos a William S. Burroughs. Ni el corrosivo Neal Cassady figura físicamente, aunque sí en espíritu. Este último se hace presente durante el cruce a México, cuando Kerouac fomenta el consumo de opiáceos y corrompe al hermano menor del guía, un campesino que goza de una vida más que tranquila y, repentinamente, se ve sumergido en los desmanes del grupo a causa de la merma de algunas sustancias. Obviando pequeños e inevitables tramos, la sabiduría inculcada por Burroughs emerge y logra que Kerouac saque a relucir su faceta más pensante y prudente, haciéndose eco de repentinos virajes de la odisea y, sobre todo, de la toma de decisiones.

Aquí, en este libro que recopila ocho jugosas historias unidas por el viaje, se hace foco en el Kerouac más personal e íntimo. Su fanatismo por los trenes devenido en obsesión; su cristianismo y el contradictorio estilo de vida que llevaba en la gran manzana; la simpleza con la que los beats se divertían sin un dólar, desglosando escenas cotidianas con un ojo despierto y atento, riéndose de la gente; hasta uno de sus viajes más peculiares con destino a Europa, con base en París y Tánger.

Dijo Miguel Grinberg, a propósito de Luis Alberto Spinetta: “periódicamente, de modo sutil y persistente, nacen en este planeta individuos predestinados a crear puntos de referencia singulares, todos ellos afinados en una única perspectiva: la evolución de nuestra atribulada especie”. Jack Kerouac ha sido uno de ellos.

También de Kerouac en ULAD: En el camino

Firmado: Juan Martín Nacinovich

lunes, 23 de mayo de 2016

Reseña + Entrevista. Patricio Pron: No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles


Idioma original: español
Año de publicación: 2015
Valoración: muy recomendable para iniciados, bastante recomendable para público general

Como escribí en mi primera reseña de Pron, mi primer impulso de acercamiento a este escritor argentino surgió de las frecuentes menciones a Bolaño relacionadas con su obra. No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (en adelante, NDTL) es, o al menos esto ha apreciado por encima de todo el que esto escribe, un homenaje en toda regla al escritor chileno. Lo cual no ha de constituir una recriminación en modo alguno. Que novelas brillantes como ésta le tomen como referencia o inspiración solamente es un acto de justicia. 
La estructura de carrusel de testimonios de su parte central, la temática centroeuropea, el jugueteo con escritores reales e inventados, con personajes de otras novelas, la mención fugaz a aviones que escriben textos. Puntos que remiten a todo el universo contextual del chileno, pero que aportan indicios de que Patricio Pron ya anda edificando el suyo.

Pron, por eso, ha sido muy inteligente para crear ese armazón y decorarlo según su propio criterio, y ahí ya luce su propia personalidad. Un escritor inquieto, prolífico, esencia de esa multiculturalidad signo de los tiempos, escritor de títulos largos y ambiciones anchas al que, quizás, pero a esto me ayuda algo conocer su dinamismo y su profusión en las redes sociales, solo podría achacarse cierta tendencia a ese concepto endogámico del escritor para escritores, con lo que Pron restringe (saldré de dudas preguntándole) su público potencial. No sé si ello es deliberado, por eso, porque ya sabemos los tiempos en que estamos, con todo el mundo relacionado con lo editorial mirando por encima del hombro, no por superioridad, sino para copiar al vecino, colega, competidor, incluso en opiniones, en expresiones, en tonos.

El viejo recurso de la II Guerra Mundial: Pron sitúa a sus personajes en un hipotético Congreso de Escritores Fascistas Europeos que va a celebrarse en una pequeña ciudad italiana. Problema 1: estamos en la primavera del 45, y las cosas no parecen acabar de pintar bien para los partidarios del Eje. De hecho, las montañas y los bosques que rodean la ciudad son un hervidero de brigadistas y partisanos que, atentos a los movimientos del conflicto, empiezan a tomarse la justicia por su mano. Sea porque saben que van a hacerse con el poder, sea porque van a perderlo. Problema 2.: Luca Borrello, uno de los más insignes congresistas, aparece muerto al fondo de un barranco. 
En torno a este misterio no central, y desplazándose adelante y atrás y hacia los lados, Pron, teje una trama oscura donde asistimos a tres momentos (representados por las tres generaciones de varones apellidados Linden) de la historia europea: 1945, 1978 y la actualidad. Como sugiriendo que solo las ideologías coherentes y arraigadas pueden superar la barrera del tiempo, y como insinuando que las heridas tardan más en cicatrizar, si lo hacen, cuando son interiores, Pron nos lleva desde las disquisiciones sobre la coherencia del fascismo y de su hermano bastardo, el futurismo, (representados por aquellos que ya temblaban como un flan ante el advenimiento de un tiempo en que la gente no les reiría las gracias, sino que se fijaría, y mucho, en las desgracias que habían organizado) hasta el desestructurado presente. Y los escritores parecen argumentar, ahora que le ven las orejas al lobo, que todo lo suyo era una mera teoría que ha sido malinterpretada, y se entregan al perverso juego del equívoco y a lo que sea con tal de salvar un pellejo; aunque allí con ellos haya miembros de las SS y escritores alemanes con su imperioso poder organizativo. Y viendo desmoronarse su perversa utopía quieren argumentar, los escritores querrán desmarcarse, ellos no son los que llevan la pistola al cinto, todo se ha ido de las manos, los extremos se tocan, hemos sido tergiversados.

Pron alterna escenas memorables con algún interludio con exceso de carga teorizante. Quien aprecie ese espíritu aguerrido, el de huir del típico esquema de misterios que se van resolviendo, disfrutará enormemente. Lectores de otro perfil no tan bregado puede que le recriminen esos cabos sueltos dejados de forma premeditada. Eso sí, Pron es un autor cuyos movimientos tienen, siempre, una justificación.

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Y Pron es un autor que aceptó responder algunas de nuestras inquisitorias cuestiones. Sobre esta novela, sobre su obra, y sobre cualquier cosa. Lo hizo justo ayer, y aquí lo tenéis, ya.


El escritor que  respondía cuestionarios sólo mientras veía partidos de fútbol

Foto: Lisbeth Salas

¿Qué obras o autores sirvieron de influencia para la escritura de la novela?

Algunos libros se escriben con un puñado de referencias, cinco o seis autores y obras que le sirven de tradición y de marco; pero hay otros libros que, por su carácter “total”, sólo pueden ser escritos bajo la influencia de cientos, verdaderamente cientos de libros y autores, también los que hemos olvidado pero han moldeado nuestra sensibilidad y nuestra forma de ver la literatura. En “No derrames tus lágrimas […]” está la literatura futurista, por supuesto, pero también Ezra Pound, Jorge Luis Borges, Thomas Bernhard, Roberto Bolaño, Georges Perec, Julien Gracq, Marcel Duchamp, Felix Philipp Ingold. Kurt Vonnegut, Jr… Muchos, realmente muchos autores y libros: casi todos los que he leído, de una manera o de otra.


¿Cree que los libros sobre escritores (tipo "Prohibido entrar sin pantalones") son un subgénero de moda?


No, no lo creo. Más bien creo que existe la necesidad en algunos autores (y en sus lectores) de escribir y leer libros que expliquen, de ser posible, la traición a la agrafía y a la comodidad en la que incurre quien, por una razón u otra, y contra todo sentido común, decide escribir. Queremos estar allí cuando lo hace, queremos saber por qué y cómo lo hace y por qué un día deja de hacerlo, y los “libros sobre escritores” narran precisamente eso.


¿Por qué pone siempre títulos tan largos?


Al comienzo, como un gesto de rebeldía ante la obra de Ricardo Piglia, que ejerció una influencia muy importante en mí como lector y tiene títulos breves o brevísimos; al final, por la incapacidad de escribir títulos más breves.


La obra de Borrello es un ejercicio de desaparición del autor y de la literatura ¿Cree que la literatura está destinada a desaparecer?


Bueno, creo que la literatura (al menos como negocio) está haciendo unos méritos notables para desaparecer. Sin embargo, también creo que una de sus funciones principales, que podríamos denominar “función narrativa”, es parte ineludible de la esencia del ser humano y no desaparecerá, lo que no significa que vaya a permanecer en la literatura y no a mudarse a otro medio, posiblemente audiovisual. Luca Borrello lo intuye, creo, y su historia es la de quien, habiendo perdido la literatura, la recupera y luego se pierde y la pierde.


Vd, es una persona muy activa en redes sociales. Nosotros, un blog sobre literatura. ¿Cómo vamos a apañárnoslas para trascender en medios tan potentes en el día a día, pero tan volubles en el futuro? ¿Ve estos canales, en algún momento, como independientes del hecho o no de la publicación?


No creo que ninguno de nosotros pueda apañárselas de ninguna manera para trascender: de hecho, me parece evidente que todos estamos condenados al olvido, a trazar una raya en el agua y que ésta se disuelva a nuestro paso. No tiene siquiera sentido pensar en estas cosas.


Vd. forma parte de ese movimiento global de escritores que desarrollan carreras lejos de sus lugares de nacimiento ¿Se ve estableciéndose de nuevo en su país?


¿En cuál de todos ellos? (En realidad, yo siempre estoy en “mi país”, dondequiera que esté.)


Pregunta trampa (por lo panorámica) Si no sabe lo que es un informe DAFO, se lo explico. Se usa en management para valorar Debilidades Amenazas Fortalezas y Oportunidades. ¿Se ve capaz de improvisar un informe DAFO de la literatura actual?


No estoy seguro de ser o haber sido capaz, pero creo haber improvisado ese informe en un libro publicado hace dos años y que se titula (nuevamente los títulos largos) El libro tachado: Prácticas de la negación y el silencio en la crisis de la literatura (Turner, 2014).



Para concluir, una segunda pregunta-trampa. Hágase esa pregunta que le gustaría que le hicieran en una entrevista perfecta. Aquella cuya respuesta lleva preparando interiormente años. Y ya que estamos, respóndala.

A menudo (mejor dicho, en todas las entrevistas) echo de menos que me pregunten “¿Por qué?”. Es decir, por qué en relación a todo y a todos. La respuesta, inevitablemente, sería o es (y aquí no soy nada imaginativo, lo siento) “¿Por qué no?”.

Y se quedó sin mencionar la intercambiabilidad.

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domingo, 22 de mayo de 2016

Berta Vias Mahou: Yo soy El Otro

Idioma: español
Año de publicación: 2015
Valoración: está bien

Hace no mucho tiempo, un servidor reseñó en este bienaventurado blog Golpes de gracia, una novela que trata sobre las figuras paralelas y la consiguiente rivalidad -aunque relativa- de dos boxeadores vascos de los años 30, Paulino Uzcudun e Isidoro Gaztañaga. Curiosamente, por esos días me enteré de la existencia de esta otra novela, Yo soy el Otro, que aborda un asunto parecido, aunque circunscrito en este caso al mundo del toreo. Y además, no sólo cuenta la historia de una rivalidad, sino que, aún más allá, la de un caso pasmoso de un doble o doppelgänger (en alemán estas cosas suenan mejor). Porque esta novela -biografía novelada, más bien- trata de las andanzas, allá por los años 60, del torero jienense José Sáez Fernández, llamado en los ruedo El Otro precisamente por parecerse, por suerte o por desgracia, como una gota de agua a otra al diestro más célebre de aquellos años, y no sólo entre los aficionados taurinos, Manuel Benítez, el Cordobés (la fotografía de la cubierta del libro lo atestigua). Sáez, más joven que el Cordobés, comenzó sus andadura de novillero cuando éste llegaba a la cúspide de su fama, por lo que, quizá mal aconsejado por un apoderado poco escrupuloso, trató de hacer carrera aprovechando el parecido y jugando de forma ambigua a la confusión.

Digamos que, no obstante las buenas hechuras del morlaco que da origen a la novela y el indudable oficio de su autora, la faena no acaba de cuajar; por seguir con el símil taurino, hay unos cuantos muletazos vistosos, pero sin continuidad y que no llegan a transmitir hondura, aunque lo intenten; la escritora no consigue llevarse la historia a sus terrenos, creo, y, a la hora de entrar a matar, no diré que pinche en hueso, pero el resultado es media estocada y descabello. Aplausos del respetable, pero sin petición de orejas ni mucho menos rabo... (para tranquilidad de los lectores más refractarios a la tauromaquia, aviso que éste no es para nada el tono de la novela; de hecho, apenas se mete en cuestiones de la lidia en sí y se desarrolla más bien en los ambientes aledaños a ésta).

He de aclarar que en absoluto se trata de que la escritura de Vías Mahou carezca de calidad; bien al contrario, la novela cae a veces en lo que podríamos llamar "un exceso de literatura"; esto es, cierta abundancia en el estilo y, sobre todo, una evidente querencia por las muchas posibilidades del léxico -y, lo que es más peligroso aún, por los sinónimos-, que enriquecen de una forma tal vez excesiva una narración cuyo cuerpo, por desgracia, no  deja de estar constituído por una serie de anécdotas más o menos resultonas: cuando el Otro conoció al "Uno" (por decirlo así); cuando se hizo pasar por él ante su peña de cierto pueblo; cuando fue en helicóptero a la plaza de toros de otro... Tan sólo en la última parte de la novela se explora con un poco más de ahínco lo que parecía ser el tema central de la historia que se nos narra: la mareante constatación de la existencia de un doppelgänger -más interesante aún, puesto que se cuenta desde el punto de vista del doble-; la reversibilidad de los conceptos de éxito y fracaso; la búsqueda de la propia identidad, más allá de lo que la Naturaleza y el ambiente parecen haber reservado para cada uno...

El resultado es como una de esas chaquetillas de torero de las que se habla en la novela: deslumbrantes, bordadas con hilos de oro y seda, recamadas con cristales brillantes, pero que mantienen la rigidez de su estructura con un relleno de cartón o borra...  Aunque, para ser justos, hay que decir que la sobrevitaminación del estilo y, sobre todo, del léxico, también conlleva una par de efectos positivos sobre la novela: por un lado, proporciona a la narración una sensorialidad  -e incluso sensualidad, en ocasiones- que le resulta de lo más adecuada; por otro, el gusto por emplear el lenguaje de la época del desarrollismo franquista permite que la ambientación de la historia cincuenta años atrás -lo que conlleva su dificultad- se consiga de una manera fácil y poco artificiosa. Por último, también hay que reconocer que quizás la autora no pudo tejer otra cosa, con los mimbres de que disponía. Pero  el lector (este lector, al menos) no puede tampoco dejar de lamentar que la novela se haya decidido por los derroteros de la fidelidad a la biografía del bueno de José Sáez, en vez de utilizarla como trampolín para una ficción más desatada que, pienso yo, le habría abierto un mayor número de posibilidades a la narración, a costa, eso sí, de tergiversar la verdad o incluso inventársela, directamente. Pero en eso está la gracia, ¿no?





sábado, 21 de mayo de 2016

Colaboración: Laia de Salvador Espriu

Idioma original: catalán
Título original: Laia. Novel·la (posteriormente: Laia. Retaule de siluetes d’arran la mar.
Finalmente: Laia. Unes esvanides ombres del nostre mar)
Año de publicación: 1932 (pero la versión definitiva es de 1968)
Valoración: imprescindible para interesados

Frente a una novela como Laia caben, básicamente, dos posturas críticas. Una, la prudente, es la que señala el caos aparente, la sutil (o sutilísima) interrelación de sus elementos para formar un fresco único, lúcido, concentrado (o concentradísimo). La otra, más imprudente pero hija del desconcierto o la desilusión, en tanto lectura salvaje, explicita la senación de pérdida de haber sentido cómo se le deshace a uno entre los dedos la historia de un personaje cuyo nombre da título a la novela y que
amenazaba cautivarnos.

Laia se nos desvanece sombríamente de entre las manos. El narrador, verdadero antagonista de la “protagonista”, se escapa de sus pasos para ponerse a tocar la puerta de todos y cada uno de sus vecinos. Y, en algún momento, se acaba lo que se daba en el punto final, uno de esos desenlaces tremebundos tan caros a los escritores de hace unos años en los cuales todo se conjura para la completa destrucción del protagonista. Castigando por supuesto e ineludiblemente su rebeldía, qué duda cabe.

Las desvanecidas siluetas de Espriu nacen, se reproducen y mueren ocupando un único tiempo ajeno de la Historia. Son todos miserables y esto iguala (!!!) al pobre y al rico, al culto y al iletrado. Laia adolece de los mismos defectos, pues, que se señala desde  la crítica de orientación más y menos marxista a gran parte de la creación literaria posmoderna: su pesimismo es otra cara del conservadorismo; sus personajes no están en la Historia ni la construyen, no son personas, son cosas con forma de sombra. Para que nos entendamos: admitiendo que si Mozart viviera ahora sería rockero, casi que podríamos aseverar que si Espriu viviera ahora escribiría Nocilla Dream.

Dejando de lado esto y lo otro, cabe destacar también que la prosa de Espriu, si a uno le gusta el modernismo catalán, le da a todo lo más deseable, precioso y preciosista. Espriu era poeta, y se nota.

Es apenas más larga que una nouvelle: en una semanita se lee, rápido y bien.

Firmado: Fernando Daniel Bruno

viernes, 20 de mayo de 2016

Leonardo Boff: El águila y la gallina

Título original: A Águia e a Galinha
Traducción: José Luis Castañeda
Idioma original: Portugués
Año de publicación: 1998
Valoración: Recomendable (para interesados en la materia)

Lo admito. No soy lector habitual de ensayos. Soy más de ficción. De utilizar la lectura como medio para evadirme, distraerme o como prefiráis.

A pesar de eso, hay temas o autores por los que siento cierta curiosidad. Uno de ellos, por ejemplo, es el famoso filósofo, teólogo y ex-sacerdote brasileño Leonardo Boff, conocido, sobre todo, por ser uno de los fundadores de la Teología de la Liberación y por el enfrentamiento que ha mantenido en las últimas décadas con la jerarquía eclesiástica encabezada por Juan Pablo II o Benedicto XVI.

En el librito (de apenas 100 páginas) que hoy reseñamos, Boff  parte de la historia del águila y la gallina que, a modo de resumen, es la siguiente:

Un campesino encuentra a un polluelo de águila caído de su nido, herido y ciego, casi moribundo. Lo recoge y, pensando que en breve morirá, lo lleva a modo de regalo a casa de un amigo taxidermista. Éste, al ver que no muere, decide alimentar al águila que, muy poco a poco, comienza a recuperarse, aunque sin apenas moverse. Tan lentamente se recupera que decide ponerla con las gallinas para ver si el águila se anima a vivir y a moverse, aun a riesgo de que se convierta en gallina.
Pasan dos años y el águila recupera vista y movilidad, pero se comporta como una gallina. Hasta que ve a una pareja de águilas sobrevolar el patio donde viven y despierta su ser-águila. El campesino se da cuenta de que el águila siempre será águila, por lo que trata de ayudarla a volar. Finalmente, tras varios intentos, consigue que desde lo alto de una montaña, a la salida del sol, el águila levante el vuelo y se dirija a los cielos.

Esta historia, con pequeñas variaciones, fue contada por el líder ghanés (en tiempos de la colonización inglesa) James Agreey. Comparaba la situación de los pueblos colonizados con la del polluelo de águila ya que los pueblos iban interiorizando en sus mentes su situación de gallina, su “inferioridad”, su opresión, hasta considerarlo algo normal. Hasta convertirse en gallinas. Y debían liberarse, volver a su condición natural de águilas.

Boff va más allá y convierte la historia del águila y la gallina en una metáfora de la condición humana. Para ello identifica algunos elementos de la historia con momentos o situaciones de la vida, como la caída del nido con la amenaza que pesa sobre nosotros de caer del paraíso en que nos encontramos y que hace nacer en nosotros un deseo de rescate o de liberación, o la equiparación del papel del campesino que cuida y alimenta al águila con la fuerza del amor incondicional, o la visión de la pareja de águilas sobrevolando el patio con la importancia que tienen para las personas el papel de figuras ejemplares, ya sean en un círculo íntimo o a nivel global o la visión del Sol con la experiencia de lo sagrado.

Para el brasileño los seres humanos somos seres complejos, seres duales, en los que conviven las dos dimensiones, la del águila y la de la gallina, por ejemplo en las relaciones cuerpo – alma, necesidad – deseo, religión – fe o ética – moral.  Pero los monopolizadores del tener, del saber y del poder, con el fin de convertir al ser humano en gallina, no han querido ni sabido comprender esas dualidades y esa complejidad  y nos han ofrecido una visión simplista, única y monolítica. Todo el que esté fuera de esa visión es excluido. Pero el que está dentro es solo una gallina, ya que solamente hay una visión posible contra la que (en teoría) nada puedes hacer.
 
Y, por tanto, se hace indispensable recuperar nuestra dimensión de águila, por encima de los citados monopolizadores del tener, del saber y del poder. Una vez recuperada, deberemos sintetizar las dos dimensiones (águila y gallina) con el fin de alcanzar un equilibrio “dinámico”. Solo así conseguiremos desarrollar todas nuestras potencialidades y ser, verdaderamente, libres.

P.S.: Para un lector que se acerque por vez primera al pensamiento de Leonardo Boff , "El águila y la gallina" resulta un libro interesante. Pero quizá lectores más avezados en la materia puedan extraerle más jugo y disfrutarlo en mayor medida. O no. Who knows?

jueves, 19 de mayo de 2016

Martin Amis: La zona de interés

Idioma original: inglés
Título original: The zone of interest
Año de publicación: 2015
Traducción: Jesús Zulaika
Valoración: muy recomendable


Unas decenas de páginas antes del final de esta novela Amis nos regala una escena particularmente inquietante. Un oficial nazi tiene una idea tras comprobar que un soldado inglés, al que están torturando para que desvele quien está tras unos sabotajes, se está mostrando particularmente tenaz en su resistencia al suplicio. El oficial envía a que busquen entre las prisioneras a una "Sara guapa", con el, suponemos, cruel objetivo de ablandar al torturado apelando a su empatía ante el dolor ajeno.

Amis detiene la escena ahí. Parece que se dé cuenta de que ya ha derramado bastantes demostraciones de crueldad y tema ya franquear la última barrera, un poco reconociendo que hasta ese momento ya ha sido bastante.

Hace algunos días, esta novela surgió en cierta conversación y había gustado "con reservas". Y hay que entender y aceptar que parte de esta valoración proceda de la premisa de que, a estas alturas, la literatura sobre "lo" nazi, sobre el holocausto, etc. es un campo mucho más que trillado, incluso que, contando con los imprescindibles testimonios de primera mano como referencia pura y absoluta, cualquier hipótesis o especulación o incluso desplazamiento del contexto de gravedad es una peligrosa incursión en terrenos colindantes con su banalización.

Así que Amis, casado con una mujer judía y, por lo tanto, autorizado de forma implícita, puede ser objeto de esa puesta en duda cuando sitúa La zona de interés en un territorio poco explorado. La óptica del criminal, el lado opuesto a la víctima. Y no solamente con un personaje: todos los personajes principales de La zona de interés son, en un grado u otro, colaboradores en la organización criminal del campo de concentración. La narración presenta a las víctimas como un colectivo en el que no se destaca a nadie. Primera apuesta arriesgada. Personajes con nombres y perfiles definidos masacrando a un colectivo que Amis nos muestra de forma casi anónima.

La historia parece un triángulo amoroso. Golo Thomsen, en la treintena, sobrino de Bormann, un líder nazi (y, por tanto, aparentemente intocable) está a cargo de las cuestiones industrialmente productivas del campo. Con una actitud glacial, selecciona entre los trenes que llegan a quienes pueden ser útiles para el trabajo. Calcula plazos, rendimientos, porcentajes. Junto a su amigo militar, Boris, emplea el tiempo libre de sus ocupaciones en sus asuntos con las mujeres. Pero se encapricha de alguien equivocado. Es Hannah Doll, joven esposa de Paul Doll, comandante del campo con el que tiene dos hijas. Curioso que éste, el personaje más odioso, sea a la vez el más fiel a sus perversos principios. Paul Doll es el arquetipo de la crueldad más absoluta, pero siempre podemos prever que actuará conforme a esa condición. Por miedo a que su posición se debilite, por miedo al ridículo, por traición o por venganza, es, en lo personal y en lo público, una alimaña capaz (y en esto entorno este concepto da escalofríos) de todas las bajezas, sin mostrar sentimiento ni empatía. En el polo opuesto, Szmul, sonderkommando, colaborador con fecha de caducidad que va saliendo adelante en una mezcla inquietante de instinto de supervivencia y sentido de la oportunidad. Personajes, muchos de ellos, difíciles de olvidar, y situaciones, muchas de las descritas, que se impregnan a la memoria. 

Así que la novela de Amis es útil en esa finalidad de la rememoración constante. Dicen, algunos de sus editores habituales rechazaron publicar esta novela por su crudeza. No puedo negar que hay pasajes, como el que menciono al principio, en que el lector sensible habrá de parar, incómodo, turbado, casi molesto, a valorar cómo es posible que eso sucediera hace solo siete décadas. Pero esquivar el efectismo tratando de este tema es difícil. Casi imposible. Amis no lo ha buscado, pero tampoco lo ha evitado, y nos aporta un punto de vista diferente, pero no creo que su intención sea frivolizar. Esta novela es excelente, por mucho que sepamos cómo todo se desarrolló y cómo todo acabó, Amis no da respiro, y si este recurso es demasiado socorrido o simplemente ha intentado buscar polémica en la elección del registro y el planteamiento de la perspectiva tomada, no se me ocurre otra cosa que invitar a salir de dudas y recomendar mucho, muchísimo a cualquier lector, para que le dedique media docena de horas a su lectura. Dudo que nadie vaya a quedar indiferente.

También de Martin Amis en ULAD: Aquí

miércoles, 18 de mayo de 2016

2 x 1: Santiago García & Luis Bustos : ¡García! 1 y 2

Idioma: español
Años de publicación: 2015 y 2016
Valoración: entre recomendable y está bien

Para ser exactos, esta reseña doble correspondería más bien al formato 1 x 2 (y no hablo de la quiniela), puesto que los dos volúmenes que hasta ahora se han publicado bajo el título de ¡García!, no son independientes el uno del otro, sino la primera y segunda parte de una misma aventura. Supongo que la editorial y los autores han tenido a bien hacerlo así para no publicar un cómic excesivamente "tocho" (nada que objetar por mi parte; simplemente es una advertencia a posibles lectores: hay que empezar por el 1 y luego va el 2).

La(s) historieta(s) tiene(n) por protagonista a una especie de superpoli, una mezcla de James Bond con Batman llamado... ¿a ver sí lo adivinan? ¡Exacto, García! Porque además el tipo es más español que el chocolate con churros o la lotería de Navidad... sólo que un pelín periclitado; García es un superagente del gobiernoi...pero del gobierno franquista y sus aventuras originales -dibujadas aquí de forma muy divertida por el gran Manel Fontdevila- se remontan a cincuenta años atrás, cuando el invicto Caudillo por la Gracia de Dios velaba por el destino de la patria española, ante los insidiosos ataques del bolchevismo internacional y de otros malvados menos clasificables, como el Profesor Nefarius (Neffemberg)... bueno, el Caudillo, a nivel general, porque el que se encargaba de la brega y los mamporros era el incansable García, ayudado por el fiel y joven Jaimito...¿a nadie le suenan estos personajes? ¡Ostras, Pedrín, pues claro! García es una evidente parodia de Roberto Alcázar, que hizo las delicias de la chiquillería durante los plácidos y largos años del anterior régimen político que regía en España (de todos modos, tampoco es la primera vez que se parodian estos legendarios tebeos: Ignacio Vidal-Folch y Miguel Gallardo ya lo hicieron con Roberto España y Manolín).

Tras una presunta traición, hace cosa de medio siglo, el agente García desaparece de escena y permanece hibernando en una cámara secreta construida en el subsuelo del Valle de los Caídos -cómo no-, hasta que por mor de una oscura trama (cuyos detalles no acaban de quedar claros, por cierto), despierta en la época actual y el pobre y despistado García se ve obligado a desenvolverse en un mundo para el que ni sus valores ni sus conocimientos le han preparado... Es verdad que el truquillo de enfrentar a un personaje con los pormenores de una época a la que no pertenece ya lo hemos visto infinidad de veces, sobre todo en películas y series de televisión, pero, qué cosas, sigue funcionando. Y en los dos sentidos: tan divertido resulta ver al "superhéroe" franquista desenvolverse en una fiesta de celebración de un matrimonio gay que el desarrollo de una persecución -muy bien resulta, por cierto- a bordo de... un SEAT 850, automóvil de tecnología punta, para su época.

García, además, no se encuentra solo en estas nuevas aventuras. Junto a él investiga la intrépida aunque novata reportera Antonia, que resulta ser la hija de Jaime Expósito, el otrora ayudante Jaimito y que con los años se ha convertido en una especie de regidor en la sombra de los servicios de inteligencia del Estado. No es algo que contribuya a desenredar el argumento, que se ve un tanto liado entre una oscura historia de venganza, una situación política explosiva, con secuestros de líderes, manifestaciones populistas y cruzados intereses periodísticos (por cierto, no creo que a los lectores españoles les cueste mucho identificar a personajes como la Capìtana o el extremista locutor Aquilino Barea con algunos de nuestra cotidianeidad política), amén de la intervención de enigmáticas fuerzas paramilitares... Ya digo que la cosa no queda muy clara, aunque cabe suponer que la intención de los autores es continuar con tales derroteros en entregas posteriores. Que aquí serán bien recibidas,  por supuesto...

Esta cierta confusión es quizás la mayor pega que se le puede poner a la historia, que en general resulta ágil y dibujada con energía y pericia. Por lo demás, buen cómic y estupenda idea la de recuperar en clave humorística, ciertos elementos icónicos de la cultura popular de otros tiempos no especialmente felices. Siempre que tengamos en cuenta  lo que han representado y aún representan: por ejemplo, el Valle de los Caídos puede ser una magnífica guarida para un epígono del Dr. No, pero no nos olvidemos de quién y cómo lo construyó. Y por orden de quién... que ése daba más miedito que cualquier Dr. No...



martes, 17 de mayo de 2016

Ricardo Menéndez Salmón: El Sistema

Idioma original: español
Año de publicación: 2016
Valoración: decepcionante

Le tengo (le tenía) mucha fe a Ricardo Menéndez Salmón, después de leer algunos de sus primeros libros; pero después de Niños en el tiempo, que me pareció una novela fallida, y de este El Sistema, que me parece una novela que consigue ser exactamente lo que quiere ser, sin que eso sea necesariamente una cualidad, mi fe empieza a debilitarse. De hecho, creo que El Sistema repite algunos de los errores de Niños en el tiempo, y añade otros nuevos.

Vamos a empezar por contar el argumento: El Sistema es una novela distópica (sí, la distopía parece ser uno de los géneros de moda); se sitúa en un universo alternativo, en el que tras la Segunda Guerra Mundial -aunque no se mencione con ese nombre- se ha abierto un nuevo periodo en la historia de la Humanidad: la Historia Nueva. En este universo se ha desarrollado el Sistema, un conjunto de "islas" controladas por sistemas panópticos de vigilancia y que están en constante alerta contra los Ajenos, los bárbaros que no pertenecen al Sistema. El protagonista, simplemente denominado como el Narrador, forma parte de este mecanismo de vigilancia externa e interna, hasta que el Sistema comienza a agrietarse y todo su mundo se desmorona...

Quienes concedieron el premio Biblioteca Breve a esta novela dijeron que era "una novela de ideas [...] que abre caminos en la narrativa contemporánea". Me temo que tienen razón en cuanto a lo primero, pero no en cuanto a lo segundo; porque distopías como El Sistema hemos visto ya muchas (y obviamente 1984 es la madre de todas las distopías que han venido después) y esta novela hace poco por apartarse de esos modelos anteriores en cuanto al universo que construye.

Y tienen también razón, decía, en lo de que es una novela de ideas, pero a diferencia de ellos yo no lo veo como una cualidad (por lo menos, no en este caso). Esta es una novela a la que se le ve demasiado el andamiaje, y a la que se le ve demasiado el fondo filosófico que su autor (licenciado en Filosofía, de hecho) quiere proyectar. Para dar solo un ejemplo, la isla en la que vive el Narrador se llama Realidad, y está compuesta por "diecisiete sustancias" que tiene "atributos" y "accidentes". Desde Platón a la Filosofía del Lenguaje, por supuesto con una sombra de Foucault, da la impresión de que Menéndez Salmón ha escrito la novela pensando en las tesis que se van a escribir sobre ella (y seguro que se escribirán) más que en crear un artefacto literario en sí mismo.

La mención a la Filosofía del Lenguaje, por cierto, no es arbitraria: el lenguaje (el Logos, el conocimiento, el saber) es uno de los grandes temas del libro, y casi siempre que aparece es en un tono celebratorio: el lenguaje crea el mundo, la literatura nos salva, narrar es comprender. Personalmente, me desagradan este tipo de autoglorificaciones, bastante comunes entre los poetas y algo menos entre los narradores. Prefiero mil veces a un escritor que desconfíe del lenguaje y lo trate como se trataría a un explosivo, que a uno que se proclame el Gran Explicador de Todo lo que Existe (y eso es precisamente lo que hace el Narrador en la novela, y me temo que Menéndez Salmón también, a través de él).

Creo que no es casual, por eso, que los dos últimos libros de Menéndez Salmón compartan un mismo problema: un estilo pedante, efectista, rebuscado, que es coherente con esta imagen de importancia autoatribuida. Quizás el autor haya intentado escribir en un estilo arcaizante para ir en consonancia con las referencias clásicas (que son bastante abundantes), pero para mi gusto usar expresiones como "pecio derrelicto", "antes esfinge que ménade", "arúspices" o "auriga invisible", no hacen que disfrute más de la lectura. También tengo una sospecha: que si se eliminasen del texto las bimembraciones y trimembraciones innecesarias, la novela perdería unas cincuenta páginas.

No me gusta ser tan duro con una novela, porque ya se sabe que en este blog somos "buenrollistas" y nos gusta hablar bien de los libros; pero confieso que solo he terminado El Sistema para poder escribir este reseña (y porque tiene 250 páginas, si llega a tener doscientas más, lo abandono). No es este el mejor libro de su autor, ni el mejor libro de su género; quien quiera leer fábulas post-apocalípticas, que lea La carretera de Cormac McCarthy, Los últimos de Juan Carlos Márquez o los relatos de Anna Starobinets. Se lo pasará mucho mejor.

También de Ricardo Menéndez Salmón en ULAD: La ofensaEl correctorNiños en el tiempo

lunes, 16 de mayo de 2016

Aleksandra Lun: Los palimpsestos

Idioma original: Español
Año de publicación: 2015
Valoración: Recomendable

En la historia de la literatura ha habido muchos autores que han publicado y triunfado con libros escritos, por distintos motivos, en idiomas que no eran su idioma materno. Destacan, por ejemplo, Jozef Teodor Konrad Korzeniowski, polaco de nacimiento y grandísimo escritor en lengua inglesa con el nombre de Joseph Conrad, Vladimir Nabokov, ruso de nacimiento y reconocido internacionalmente por su obra en lengua inglesa (¡anda, igual que Conrad!) o Samuel Beckett, dublinés de nacimiento pero mundialmente famoso por su obra en francés.

Así podríamos seguir durante horas y horas, pero nos vamos a detener en una autora, Aleksandra Lun, polaca de nacimiento, que en 2015 publicó su primer libro. ¡Y lo hizo en el idioma de Cervantes y no en su polaco natal!. Por cierto, en una edición muy curiosa y auténticamente de bolsillo (15 * 10), gracias a la Editorial Minúscula.

Lun se basa en su experiencia personal y la convierte en el punto de partida de la novela. ¡Pero tranquilos! No estamos ante un libro de esa "literatura del yo-yo-yo-yo-mi-me-conmigo" tan de moda últimamente. Esto es ficción. Sí, basada en hechos reales, pero ficción.

"Los palimpsestos" nos presenta a Czeslaw Przesnicki (también polaco, también escritor), autor de la novela de escaso éxito “Wampir” e inmerso en la creación de su segunda novela “Kaskader”, escritas ambas en idioma antártico y no en polaco. El pobre hombre se encuentra ingresado en un hospital psiquiátrico de Lieja donde, con el fin de ser curado de tan extraña dolencia, está siendo sometido a una dura “terapia bartlebiana” que incluye, entre otras cosas, compartir habitación con algún compatriota (por aquello de ir presionándole para que escriba en su lengua materna). Al bueno de Przesnicki le toca en suerte el  padre Kalinowski, tan obsesionado con la bicicleta estática como con Karol Wojtila

El libro está escrito en forma de diario, con multitud de repeticiones, fruto de la rutina en el psiquiátrico, las obsesiones y traumas del protagonista, mezclando momentos de delirio con otros de gran lucidez. Todo ello con mucha frescura y gran sentido del humor.

Esa combinación de delirio y lucidez se manifiesta en los extraños sueños que tiene el protagonista, sus obsesiones (los cementerios, Hitler), sus conversaciones con su compañero de habitación o las humillantes agresiones que sufre a manos de furibundos escritores antárticos.

Destacar también la aparición de famosísimos escritores que se encuentran ingresados en el sanatorio para ser tratados de la misma "dolencia", como los citados Conrad, Nabokov o Beckett, pero también Emil Cioran, Isak Dinesen o Agota Kristoff, que aconsejan a Przesnicki y le animan a seguir escribiendo. Estas apariciones harán al lector plantearse preguntas como ¿Qué puede llevar a un escritor a abandonar su lengua materna? o ¿Hubiera sido Conrad tan buen escritor de haber escrito en polaco y no en inglés (o Nabokov en ruso...)? o ¿Está más limitado un escritor por escribir en una lengua adoptiva? Juzguen ustedes mismos. 

En resumen, divertido y original debut de una autora a la que trataremos de no perder de vista. La cosa promete.


domingo, 15 de mayo de 2016

Pablo Rivero: Érase una vez el fin

Idioma original: español
Año de publicación: 2016
Valoración: se deja leer

Voy a tener que ir ajustando ciertos criterios. Y este ajuste igual entraña recibir con escepticismo según qué elogios de según qué procedencias, o incluso revisar ciertos tótems que se antojaban intocables, y no creáis que no jode a cierta edad. Uno de ellos, me temo, va a ser que Anagrama es infalible. Que sí, que para muchos ya voy tarde. Pero tendía a perdonar su insistencia con Busquets, con Trueba o con Nothomb, a achacarlo a ciertas malas rachas, cuando me encuentro con esta Érase una vez el fin, novela, advierten, dura, información que se complementa en la solapa trazando un perfil de autor rebelde, bregado en mil y un oficios mal pagados con su, parece, incipiente proyección como nuevo niño malo de la literatura, cuestión que, ya perdonaréis, uno ha leído a Bunker, y poner cara de malote en las fotos no es suficiente.
Y si esa maldad consiste en escribir muchas veces la palabra "yonqui", la palabra "follar", la palabra "puta", esa es la medida de la provocación. Así es cómo uno consigue que se mencione a Welsh o a Vian por parte del redactor de la nota de la contraportada, que lo suyo le habrá costado a quien lo haya escrito el devanarse los sesos y sacar algo que atraiga al lector. Porque luego en el interior hay bien poca cosa.

Un pianista al que le tocaron todos los números de la tómbola loser y que toca ocasionalmente en, parece, hoteles y bares (seguro que el autor prefiere "pensiones de mala muerte y tugurios de busconas") contrae una deuda de juego (seguro que el autor prefiere "tentando a la suerte en una timba de ínfima categoría"). Como, debido a su precariedad laboral, no puede afrontar sus vencimientos, opta por esconderse y huir.
Lo que se encuentra en esa huida, pues ya os la habréis ido suponiendo. Aburrido no lo pasa el hombre, así que no faltan ingredientes clásicos de cuyas combinaciones, perdonad las prisas, ya dejo que cada uno especule, porque están casi todas. Ya he mencionado las palabras clave un párrafo arriba, ¿no? Pues eso. Sexo, drogas, violencia, la falta de ética que uno perdona a quien se juega el pellejo, y ya que cada uno se vaya haciendo la idea, pues nuestro pianista es un animal herido. Y los animales heridos bla bla bla. Nuestro pianista huye y cada tramo de ese tránsito en lo desconocido parece asemejarse a un ajuste de cuentas con su pasado, con todo lo que le ha llevado a esa situación. No se escapa nadie. Familia, amigos, conocidos, allegados, y saludados. Es un animal herido. Y los animales heridos bla bla bla. Vaya, apenas dos párrafos y ya me estoy repitiendo. Si es que poca cosa se puede decir.
Duro. Cruel, dicen, de este libro. Pues para duro lo de Chernóbil. Tener que abandonar tu vida porque cuatro hacen el gili y el estado los ampara. Pero esto, el ejercicio agrio a conciencia y autocomplaciente a manos llenas (y no demasiado bien escrito) de un esteta del feísmo con un empacho de lecturas de Houellebecq y películas de Tarantino y Luc Besson. De los cuales ha tomado lo superficial, no lo sustancial. Vamos.