Idioma original: inglés
Título original: Gods Without Men
Año de publicación: 2012
Traducción: María Fernández Soto
Valoración: muy recomendable
Moderna. Ambiciosa. Épica. Son tres calificativos para esta novela, diferentes de los que se nos presentan en la contraportada. Que no es que se alejen mucho. Más de cuatrocientas páginas de historias que saltan del siglo XVIII al siglo XXI sin apenas esfuerzo, gracias al buen hacer de Kunzru, capaz de dejar dos páginas atrás a una estrella actual del rock, para ponerse los hábitos de un monje en el proceso de evangelización del estado de California. Capaz de evocar escenas asimilables a series modernas como Breaking Bad y pasar grácilmente, a continuación, a una especie de añeja travesía desértica a lo Cormac McCarthy.
Dioses sin hombres, como apunta alguna nota pelín pretenciosa de esa contraportada (los editores saben que ese es el tráiler que el potencial comprador que sostiene el libro en la mano va a degustar), abarca mucho más que otras novelas. Kunzru no está por lo de la ligereza, eso se nota apenas pasadas un par de páginas. Así que, lectores en busca de libros a los que le sientan bien calificativos como delicioso, entretenido, y algún otro, busquen en otro lado. Kunzru, en estas historias paralelas (y por tanto, por definición, que nunca parecen llegar a encontrarse) me recuerda algo a Carver. Eso sí, sin ninguna intención de ser conciso. La intención es que el lector vea algo más allá del texto. Kunzru es de esos escritores totales que vacía las experiencias en sus novelas, que las hace tan panorámicas y espectaculares, tan alejadas de delicadeza y entretenimiento (y levedad) que se convierte en no apto para cierto perfil de lectores. Dioses sin hombres es, pues, un libro intenso, si bien no la experiencia extrasensorial que la contraportada se obstina en describir, sino una historia perfectamente estructurada, que se precipita como un río de lava hacia el lector. O como afluentes de lava, pues hay varias historias; la del matrimonio inter-racial e inter-religioso, con niño autista incluído, víctima de misteriosa desaparición, la de la secta de iluminados adoradores de los OVNI, las tribus habitantes de las tierras... muchas tramas, y todas bien resueltas. Puede que tarde algunos capítulos en definir su espina dorsal, pero entonces ya es tarde para parar. La historia se lanza en picado hacia una mezcla de leyenda, esoterismo, misticismo y cierto tono surrealista. Que nadie se asuste: mezcla equilibrada y cohesionada. Con un sentido, con una progresión sin falsos acelerones: con capítulos que son novelas dentro de la novela, otorgándole poderosa entidad. Muchos de ellos, ejemplares episodios de narrativa que debe mucho a la cultura visual de hoy en día, pero que se sustentan por sí solos como piezas literarias.
Erdrich, Krauss, Teju Cole, ahora Kunzru: parece que la profusión de autores americanos (aunque Kunzru es nacido en Inglaterra, reside en NY) es inacabable y, dentro de su perfil, de intensidad y compromiso con un fuerte componente contemporáneo, con una especie de deuda cinematográfica (o televisiva), variando tanto en sus temáticas como en el modo de abordarlas. Claro que el espíritu de Franzen (o el de Houllebecq, en los episodios de la secta) también revolotea por las páginas de esta novela; obvio que sean sendos espejos en el que obras tan desbordantes tienden a reflejarse. Pero no lo consideraría un hándicap, para nada. Kunzru lo adereza con una mesurada pizca de sentido de la trascendencia y una coartada social multi-cultural (supongo, producto de la propia experiencia) que enriquece el conjunto. Para variar, y van unas cuantas (Gamboa, Erdrich...), otra novela largamente ignorada por las grandes listas críticas y de ventas. Otro fenómeno paranormal.
Erdrich, Krauss, Teju Cole, ahora Kunzru: parece que la profusión de autores americanos (aunque Kunzru es nacido en Inglaterra, reside en NY) es inacabable y, dentro de su perfil, de intensidad y compromiso con un fuerte componente contemporáneo, con una especie de deuda cinematográfica (o televisiva), variando tanto en sus temáticas como en el modo de abordarlas. Claro que el espíritu de Franzen (o el de Houllebecq, en los episodios de la secta) también revolotea por las páginas de esta novela; obvio que sean sendos espejos en el que obras tan desbordantes tienden a reflejarse. Pero no lo consideraría un hándicap, para nada. Kunzru lo adereza con una mesurada pizca de sentido de la trascendencia y una coartada social multi-cultural (supongo, producto de la propia experiencia) que enriquece el conjunto. Para variar, y van unas cuantas (Gamboa, Erdrich...), otra novela largamente ignorada por las grandes listas críticas y de ventas. Otro fenómeno paranormal.