Idioma original: sueco
Título original: Bödeln
Año de publicación: 1933
Valoración: Muy recomendable
Pär Lagerkvist es uno de esos Premios Nobel de Literatura menos conocidos, pero muy recuperables para la causa. Para la causa de la buena literatura, quiero decir. A estas alturas preguntarse si este escritor merecía el Nobel o no es una entelequia, con la cantidad de grandes escritores que nunca lo ganaron, y la cantidad de premiados que no pasan de escritores mediocres; pero el par de obras que hemos reseñado por aquí (El enano hace ya bastante tiempo, y ahora este) dan desde luego ganas de seguir leyéndole, en especial la que está considerada como su obra maestra, Barrabás.
El verdugo (que personalmente he leído en una edición de Emecé con traducción de Fausto de Tezanos Pinto) es una novela corta en la que apenas sucede nada: en una taberna de una localidad que no sabemos cuál es, un verdugo vestido de rojo observa a los parroquianos, y todos lo observan a él. Es el apestado del pueblo, la persona con la que nadie quiere relacionarse; cuentan historias sobre él, historias sobre ajusticiamientos pasados y sobre aquellos que los sobrevivieron; discuten sobre política, sobre la vida y la muerte, sobre la existencia de fantasmas y maldiciones. El verdugo los observa, y solo al final dará su opinión sobre ese teatro que es, al fin y al cabo, la vida humana.
Esta novela (novelita, más bien) no intenta pasar por realista ni por verosímil: es, más bien, una leyenda o una parábola sobre el fanatismo, la exclusión, la violencia, la superstición, el odio... Temas que, por lo que parece, son muy queridos a su autor. La estructura del relato, que no parece tener un hilo central más allá de la inquietante presencia del verdugo, resulta sorprendente y desconcertante, aunque no por eso decae el interés del texto, fragmentado en pequeñas historias o conatos de historias.
En mi edición, "El verdugo" está acompañado por otro relato larto, "La terna sonrisa" (una melancólica reflexión sobre la vida y la muerte a través de un paseo por el más allá), y por una colección de relatos más breves, "Historias tristes", donde tienen cabida el relato fantástico, el cuento realista, la parábola (seudo)religiosa... Son relatos de una página, de dos, de cinco, de diez, muy diferentes entre sí, pero que transitan por temas semejantes a los de los relatos más extensos: la vida y la muerte, la culpa, el destino, el amor, la violencia, el poder... Y son, precisamente, lo que más me ha gustado del volumen.
Quizás El verdugo no sea lo mejor de Pär Lagerkvist; pero sí que me ha dejado con ganas de leer más, para conocer mejor el resto de su obra. Habrá que buscar El enano y Barrabás, para formarse una opinión...
También de Lagerqvist en ULAD: El enano
viernes, 31 de julio de 2015
jueves, 30 de julio de 2015
Colaboración: Contra el viento del Norte de Daniel Glattauer
Idioma original: alemán
Título original: Gut gegen Nordwind
Año de publicación: 2010
Traducción: Macarena González
Valoración: recomendable
Deberíamos ponernos las pilas e ir creando un nuevo subgénero literario e, incluso, una nueva categoría en este blog: literatura emiliar, variante cibernética de la epistolar. Son muchos los títulos en que sus personajes cruzan correos de una forma esporádica e incluso hay alguno que nos deja su dirección electrónica: el desternillante Pablo Miralles de Lo mejor que le puede pasar a un cruasán nos deslizaba hace años la suya en la última página. El libro que traemos hoy aquí, va, sin embargo, mucho más allá: Daniel Glattauer se limita a reproducir el intercambio de emails de sus personajes. Desaparece y en su lugar coloca una pantalla.
Leo Leike recibe por error un correo electrónico de una perfecta desconocida. La respuesta, por pura cortesía, generará entre ellos un diálogo virtual inteligente y adictivo. La situación aboca inevitablemente a los protagonistas a un encuentro analógico que van, asustados, posponiendo.
El autor alemán, después de ganarse al lector con una historia y un texto que derrochan empatía, ingenio y sensibilidad, la cierra en falso: escribe esta primera obra pensando ya en su continuación. Su desenlace, pienso humildemente, es más comercial que literario.
El emilio o el chat dejan de ser aquí meramente funcionales, pierden inmediatez y ganan profundidad y sutileza: es el único dardo con que cuenta Cupido y está bien afilado. Este volumen pone al lector frente a una nueva forma de comunicar –y madurar- emociones, afectos y relaciones. El vértigo, la compulsión con que se suceden y se suplementan los mensajes –también en su secuela, Cada siete olas– asusta a los mismos protagonistas, que prefieren dilatar esa relación virtual, no conocerse para no desengañarse.
Hay páginas en ellos de una lucidez dolorosa; los corresponsales a menudo se detienen y reflexionan en torno a ese soporte digital que los ha conectado fortuitamente y sobre el que cimientan, apuntalan, su relación: su sentido, la dependencia que les produce, sus ventajas, sus inconvenientes.
Hasta ahora -aquí queríamos llegar- la red hablaba de literatura. Por fin la literatura nos muestra el mundo 2.0 en el que vive, siente y se relaciona el lector del siglo XXI. Una nueva generación de narradores avanza ya por ese camino. También en 2010, Alpha Decay publicaba Richard Yates, la segunda novela de Tao Lin, escrita con los Google Talks de un par de adolescentes, y más reciente (2014) es Mis whatsapp con mamá de Alban Orsini, publicada por Grijalbo, tan significativa como intrascendente.
Título original: Gut gegen Nordwind
Año de publicación: 2010
Traducción: Macarena González
Valoración: recomendable
Deberíamos ponernos las pilas e ir creando un nuevo subgénero literario e, incluso, una nueva categoría en este blog: literatura emiliar, variante cibernética de la epistolar. Son muchos los títulos en que sus personajes cruzan correos de una forma esporádica e incluso hay alguno que nos deja su dirección electrónica: el desternillante Pablo Miralles de Lo mejor que le puede pasar a un cruasán nos deslizaba hace años la suya en la última página. El libro que traemos hoy aquí, va, sin embargo, mucho más allá: Daniel Glattauer se limita a reproducir el intercambio de emails de sus personajes. Desaparece y en su lugar coloca una pantalla.
Leo Leike recibe por error un correo electrónico de una perfecta desconocida. La respuesta, por pura cortesía, generará entre ellos un diálogo virtual inteligente y adictivo. La situación aboca inevitablemente a los protagonistas a un encuentro analógico que van, asustados, posponiendo.
El autor alemán, después de ganarse al lector con una historia y un texto que derrochan empatía, ingenio y sensibilidad, la cierra en falso: escribe esta primera obra pensando ya en su continuación. Su desenlace, pienso humildemente, es más comercial que literario.
El emilio o el chat dejan de ser aquí meramente funcionales, pierden inmediatez y ganan profundidad y sutileza: es el único dardo con que cuenta Cupido y está bien afilado. Este volumen pone al lector frente a una nueva forma de comunicar –y madurar- emociones, afectos y relaciones. El vértigo, la compulsión con que se suceden y se suplementan los mensajes –también en su secuela, Cada siete olas– asusta a los mismos protagonistas, que prefieren dilatar esa relación virtual, no conocerse para no desengañarse.
Hay páginas en ellos de una lucidez dolorosa; los corresponsales a menudo se detienen y reflexionan en torno a ese soporte digital que los ha conectado fortuitamente y sobre el que cimientan, apuntalan, su relación: su sentido, la dependencia que les produce, sus ventajas, sus inconvenientes.
Hasta ahora -aquí queríamos llegar- la red hablaba de literatura. Por fin la literatura nos muestra el mundo 2.0 en el que vive, siente y se relaciona el lector del siglo XXI. Una nueva generación de narradores avanza ya por ese camino. También en 2010, Alpha Decay publicaba Richard Yates, la segunda novela de Tao Lin, escrita con los Google Talks de un par de adolescentes, y más reciente (2014) es Mis whatsapp con mamá de Alban Orsini, publicada por Grijalbo, tan significativa como intrascendente.
Firmado: Aster Navas
miércoles, 29 de julio de 2015
Leonardo Sciascia: Los apuñaladores
Título original: I pugnalatori
Año de publicación: 1976
Traducción: Juan Manuel Salmerón
Valoración: recomendable
La noche del 1 de Octubre de 1862, trece personas fueron apuñaladas por sorpresa, sin que mediara ningún tipo de riña o amenaza previa, a la misma hora y en distintos puntos equidistantes, repartidos por la ciudad de Palermo. Los agredidos eran personas de diferente edad y condición, sin nada más en común, en apariencia que su conciudadanía y encontrarse a esas horas en la calle. Los agresores, en cambio, sí que parecían cortados por el mismo patrón: iban vestidos de forma similar y también su apariencia física era la misma. Pero tan sólo uno de estos apuñaladores pudo ser detenido en el momento de los hechos: Angelo d'Angelo, un limpiabotas de treinta y ocho años que confesó formar parte de una banda constituida para ejecutar tales hechos; delató a sus compañeros e incluso al instigador de esos actos, que según él era nada menos que el príncipe de Sant'Elia, un rico noble y político siciliano, senador del Reino de Italia y representante en la isla del rey Víctor Manuel II, etc... (aunque quizá no demasiado leal al nuevo régimen; recordemos que esto ocurrió en un momento en el que el Estado de la Italia unificada aún estaba tratando de afianzarse, amenazado en el Sur por las conspiraciones borbónicas...).
Éste es el material a partir del cual Leonardo Sciascia construyó uno de sus libros -habituales en su producción literaria más madura-, en los que parte de un acontecimiento real o un proceso judicial del pasado para desarrollar una investigación a posteriori, que, dada la extrema agudeza y sutileza del escritor siciliano, le sirve para ir desovillando una trama bien enredada -en ocasiones, a propósito- y observar aquellos hechos aplicándoles la lupa clarificadora de los años transcurridos... y de su propia inteligencia, por supuesto. Así hizo también en La bruja y el capitán, 1912+1, Muerte del inquisidor o La desaparición de Majorana y también hace en Los apuñaladores, sobre uno de los sucesos más misteriosos aún y más embrollados de la Historia de Sicilia (que no es cualquier cosa...).
Como es evidente, Sciascia no tenía nada de estúpido; tampoco de ingenuo... Este libro apareció en 1976, justo en los años en los que estaba reciente en Italia la llamada "estrategia de la tensión" (una versión imperfecta o más expeditiva de la "doctrina del shock", si se quiere), con la que la extrema derecha -y otros poderes utilizando a la extrema derecha- había tratado de provocar un colapso en la política italiana por medio de cruentos atentados, para precipitar la instauración de un gobierno autoritario neofascista, que frenase al pujante PCI. La respuesta de la izquierda tampoco se quedó atrás y dio lugar a los llamados "años de plomo". Sciascia (que, no olvidemos, además de literato también se dedicó esporádicamente a la política y en aquel momento era concejal en Palermo por el Partido Comunista) vio en aquellos hechos lejanos del ottocento siciliano un antecedente claro de esta "estrategia de la tensión" y también una manera de evidenciarla. Lo que no es obstáculo para que este libro, escrito con la elegancia característica de este autor, sea, además de una pesquisa en el pasado apasionante , una obra literaria estimable yuna lectura de lo más recomendable, sin duda alguna.
Otros libros de Leonardo Sciascia en Un Libro al Día: Muerte del inquisidor, El archivo de Egipto, Una historia sencilla, Puertas abiertas, Actas relativas a la muerte de Raymond Roussel, El caballero y la muerte
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recomendable,
siglo XX
martes, 28 de julio de 2015
Francisco González Ledesma: Una novela de barrio
Año
de publicación: 2007
Valoración:
Se
deja leer
Salvo por algún motivo muy
concreto, no suelo explicar los argumentos pues habiendo tanto aspecto que merece comentario, ¿para qué recurrir a lo obvio? Pero además en este caso
no haría ninguna falta. Basta señalar que la novela contiene todos y cada uno
de los lugares comunes del género negro, tanto es así que incluso los que
establecieron sus pautas –y han sido repetidamente imitados– se mostraron mucho
más originales. Digo todos y ni siquiera eso es cierto. La norma establece que
no deben quedar cabos sueltos y aquí se dejan unos cuantos, entre ellos ese que no puede faltar nunca y que,
anticipando que existe un cadáver, dejo a la imaginación de cada cual.
Un sardónico narrador
omnisciente, de escritura desaliñada a trechos, amigo de informar al lector por
su cuenta en lugar de molestarse en repartir indicios a lo largo de la acción y
que este saque las conclusiones oportunas. Un detective tan tópico y desdibujado
como el resto de los personajes. Una ciudad –Barcelona–cuyos bajos fondos tan
solo se insinúan a pesar de constituir la materia prima. Unas apariciones y
retiradas algo teatrales y muy poco verosímiles. Un escenario pre-crisis, con
una inmigración en pleno apogeo y corruptos por todos los rincones, merecedor de
mayor detenimiento que una simple perorata de bar tan acartonada y fuera de
lugar como la mayoría de los diálogos.
Por cierto, estos merecen
capítulo aparte. No siempre el personaje tiene acceso a la información que
aporta. Por otra parte, es evidente que detrás de individuos sin preparación de
ninguna clase exhibiendo un vocabulario y una capacidad analítica insólitos se
oculta Ledesma haciendo avanzar la acción, explicando lo ocurrido o simplemente
reflexionando a su aire. Una de esas veces parece caer en la cuenta y lo
justifica haciendo que los interlocutores confiesen que les gusta leer. Excusas
de escritor apresurado urdidas sobre la marcha.
Ni siquiera cumple el requisito
de realismo a toda costa. ¿Quién puede creerse que al sospechoso no se le detenga
o que la policía dedique su tiempo a vigilar y prevenir un nuevo asesinato en
unas calles repletas de droga, prostitución, gente armada y negocios sucios? Pero
quizá lo más destacable se halle en lo desigual de su técnica. Junto a
descuidos patentes encontramos alguna escena intensa y bien resuelta, algún
párrafo casi poético, gotas aisladas de cordura.
González Ledesma procede de la
novela de quiosco y se nota. Incluso, y si no fuese porque el año de su
publicación recibió el premio RBA, me atrevería a afirmar que este título
concreto nunca debería haber rebasado esos límites. Pero estamos en verano, la
estación en que más apetece evadirse, disfrutemos pues de lo anodino que hace
demasiado calor para pensar.
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lunes, 27 de julio de 2015
R. J. Palacio: La historia de Julian
Idioma original: inglés
Título original: The Julian Chapter
Año de publicación: 2014
Traducción: Imma Falcó (traducción al catalán, en que lo he leído: pero está traducido también al español)
Valoración: yo de mayor quiero ser J.K. Rowling
Qué resignada es la vida de los reseñadores de la web: condenados a oscilar entre el ¡otro libro de este tío! y el ¿y a este quién lo conoce? Por tanto, abocados a escarbar entre pilas y pilas virtuales en busca de algo con que sorprender al respetable aunque sea a base de, a veces, tragarse algún que otro sapo. Y mi condición de residente en Catalunya y en las cercanías de Sant Jordi no es que lo mitigue demasiado: una jornada entregada a los grandes grupos editoriales, a las traducciones oportunistas, y al aluvión de escritores mediáticos pertrechados con un arsenal de bolis para firmar sus productos digo libros.
Entonces no ha de ser raro que me vea así, reseñando, como para epatar, un libro que anda por casa porque le han pedido a mi hijo que haga un trabajo sobre él. Pero que, curioso, no está en las secciones de literatura infantil o juvenil de la biblioteca. Poderoso anzuelo para mi insana curiosidad. Y segunda parte de una de esas sagas, parece, omnipresentes, de esas series con las que, me temo, muchos escritores aspiran al efecto Rowling, ese por el cual una escritora que acumulaba rechazos acaba acumulando millones en su cuenta bancaria. Si hasta la autora opta por el jueguecito de las dos iniciales antes del apellido.
La historia de Julian se lee en tres cuartos de hora y se desvanece en algo así como en otra media hora adicional. No he leido la primera parte, aviso, pero el tono moralizante y ejemplarizante imagino que debe ser similar. Se trata de darle la vuelta al calcetín de los comportamientos inmaduros de los pre-adolescentes hasta que, zas, se encuentra el pretexto o el complemento ideal para convertirlos en sustancia de una especie de sopa aleccionante de algo sobre lo que, se supone, los adultos no necesitamos lecciones. Para mi estúpida preconcepción (la de que los libros de este género suelen ser libros de adultos sin sexo, drogas ni alcohol), bien prontito se lee la sonora palabra mierda, pero se trata de empaquetarlo todo para conseguir un cóctel asequible, que evite lo cursi, pero que al final sea vendible. Julian es un niño de casa bien que acude a una cara (40.000 $ de matrícula anual) escuela neoyorquina. Un día es convocado para que, junto a otros compañeros, haga los honores de grupo de acogida y bienvenida a August, niño aquejado de una terrible malformación en la cara. A Julian esto le causa un problema, una especie de rechazo que acaba con el angelito metiéndose con August (el débil) en una especie de acoso que termina con su expulsión del colegio.
La tímida sorpresa que resolverá el libro y dejará, más o menos, las cosas en su sitio, no voy a desvelarla. Solo diré dos palabras: efecto Godwin.
Dicho lo cual, como decimos en mi tierra, ya estamos todos. Niño malo, niño bueno pero marginado, padres que no se enteran, miembros docentes que se equivocan pero corrigen, abuelita europea, vacaciones en París, y bla bla bla. Facilito, comprensible, todo atadito. No le exijáis más a un libro así. Seguro que si a vuestros hijos se lo piden para el colegio y le echáis un vistazo opinaréis algo parecido. La autora ya está mirándose la mansión en los Hamptons que se va a comprar con la tercera parte. Con mi dinero que no cuente.
domingo, 26 de julio de 2015
Adam Soboczynski: El libro de los vicios
Idioma original: alemán
Título original: Gläzende Zeiten
Año de publicación: 2010
Traducción: Francesc Rovira
Valoración: entre recomendable y está bien
Título original: Gläzende Zeiten
Año de publicación: 2010
Traducción: Francesc Rovira
Valoración: entre recomendable y está bien
¡Atención todos, que nadie se llame a engaño! Que ningún despistado lector caiga en el error de leer este libro pensando, a causa de su sugerente título y su no menos insinuante portada, que va a hallar las memorias de algún famoso libertino o, peor aún -perdón... ¿debería decir mejor?- con un manual de inéditas perversiones eróticas. Nada de eso (¿que si yo lo he leído pensando encontrarme algo así? Ejem... corramos un estúpido velo...): en realidad, casi podríamos decir que el autor de este libro es más bien un moralista. Un tanto sui géneris, a contracorriente con el espíritu de los tiempos, pero moralista, al fin y al cabo.... se trata de un periodista y columnista de éxito alemán -no sé si también tertuliano o esa subespecie sólo se da en tierras españolas-, aunque nacido en Polonia (de ahí su sonoro apellido). La premisa de la que parte es que, al contrario de lo que se suele pensar, en la virtud está el vicio y en le vicio, la virtud...al menos en lo que hoy en día se consideras virtudes y vicios, puesto que, según sus propias palabras : "...El mundo moderno lo ha puesto todo patas arriba (...) todo lo informal y erótico se combate. Todo lo pornográfico , en cambio, goza de la aprobación general..." hay que aclarar, que lo que el amigo Adam entiende como "pornográfico" es sobre todo la impúdica exhibición de nuestras intimidades, ya sean en materia de comportamiento, indumentarias o anatómicas. Así, por ejemplo, detesta a los sudorosos y jadeantes practicantes del jogging urbano, las camisetas que sobresalen por encima del cuello de las camisas o la costumbre -al parecer, generalizada en Alemania- de descalzarse en cualquier lugar público donde se encuentre el dueño de los pies en cuestión. Por no hablar de la exhibición constante y en todo lugar de la propia prole berreante y revoltosa. En cambio, deplora la persecución a la que se ven sometidos fumadores y bebedores; la obsesión por la salud ("La lucha por la salud es la lucha contra el azar"); que la luminosidad extrema y despiadada haya sustituido a la agradable penumbra ("Todo lo que vemos difuminado es bonito"); que la gente de hoy en día no domine el civilizado arte del fingimiento ("Muchos males del mundo provienen de la mala simulación. Sólo cuando dominamos el arte de simular la amabilidad somos generoso y buenos") o se abandonen las convenciones de todo tipo, empezando por las indumentarias ("La moda es una de esas medidas disciplinarias a las que se somete el ser humano ya que sólo cabe celebrar", "La falta de convenciones es , con toda probabilidad, la mayor convención de todas")...
Tampoco pensemos que nos hayamos ante las ideas de un pureta conservador y cascarrabias: el amigo Adam -lo siento, no me atrevo a repetir el apellido- apenas tiene 40 años, a día de hoy y tendría menos de 35 cuando escribió este libro. y, de hecho, más bien lo que hace es rebelarse contra el nuevo conservadurismo que quiere imponernos un mundo sin defectos, lleno de luminosidad, perfección y lisura -ahí tenemos el diseño de los aparatos electrónicos que nos rodean-, que haya extirpado todo rastro de comportamiento inadecuado, imperfecto y, sobre todo, poco rentable. Por otro lado, este libro, que está constituido por una serie de "artículos" sobre diversos temas, encadenados unos a otros, acaba por convertirse, debido a que el autor nos va contando las cuitas y desventuras -más que aventuras- de unos cuantos de sus amigos, casi en una novela generacional, que retrata a los moradores de esa edad que hoy en día se considera la zona de tránsito entre la juventud y la madurez que es la treintena (o incluso los cuarentaypocos...).
Adam S. -pongámoslo así- le aplica a su prosa una indudable comicidad -quizá abusa un poco del recurso a la repetición- pero sin perder la mesura en ningún momento. El tono general, de hecho, recuerda un poco al de algunos humoristas costumbristas españoles del siglo pasado: Julio Camba, Wenceslao Fernández Flores o el maestro (aunque fuera más guionista que escritor de libros, Rafael Azcona). También me he acordado, leyéndolo, de un texto del valenciano Joan Fuster en el que defendía que una práctica moderada de los pecados capitales (Avericia, Envidia, Lujuria, etc...) en realidad eran beneficiosos para lo sociedad en su conjunto. Por ahí van las ideas de Adam S., que se lamenta de la pérdida de ciertos valores que acompañaban a los vicios del pasado, y, sobre todo, de que éstos hayan sido sustituidos por otros nuevos, mucho más aburridos y deshumanizadores. Como repite varias veces a lo largo del libro:
"Hoy en día en todo aquello en lo que deberíamos disciplinarnos, nos dejamos ir, y en todo aquello en lo que deberíamos dejarnos ir, nos disciplinamos".
Y a lo peor tiene razón.
Tampoco pensemos que nos hayamos ante las ideas de un pureta conservador y cascarrabias: el amigo Adam -lo siento, no me atrevo a repetir el apellido- apenas tiene 40 años, a día de hoy y tendría menos de 35 cuando escribió este libro. y, de hecho, más bien lo que hace es rebelarse contra el nuevo conservadurismo que quiere imponernos un mundo sin defectos, lleno de luminosidad, perfección y lisura -ahí tenemos el diseño de los aparatos electrónicos que nos rodean-, que haya extirpado todo rastro de comportamiento inadecuado, imperfecto y, sobre todo, poco rentable. Por otro lado, este libro, que está constituido por una serie de "artículos" sobre diversos temas, encadenados unos a otros, acaba por convertirse, debido a que el autor nos va contando las cuitas y desventuras -más que aventuras- de unos cuantos de sus amigos, casi en una novela generacional, que retrata a los moradores de esa edad que hoy en día se considera la zona de tránsito entre la juventud y la madurez que es la treintena (o incluso los cuarentaypocos...).
Adam S. -pongámoslo así- le aplica a su prosa una indudable comicidad -quizá abusa un poco del recurso a la repetición- pero sin perder la mesura en ningún momento. El tono general, de hecho, recuerda un poco al de algunos humoristas costumbristas españoles del siglo pasado: Julio Camba, Wenceslao Fernández Flores o el maestro (aunque fuera más guionista que escritor de libros, Rafael Azcona). También me he acordado, leyéndolo, de un texto del valenciano Joan Fuster en el que defendía que una práctica moderada de los pecados capitales (Avericia, Envidia, Lujuria, etc...) en realidad eran beneficiosos para lo sociedad en su conjunto. Por ahí van las ideas de Adam S., que se lamenta de la pérdida de ciertos valores que acompañaban a los vicios del pasado, y, sobre todo, de que éstos hayan sido sustituidos por otros nuevos, mucho más aburridos y deshumanizadores. Como repite varias veces a lo largo del libro:
"Hoy en día en todo aquello en lo que deberíamos disciplinarnos, nos dejamos ir, y en todo aquello en lo que deberíamos dejarnos ir, nos disciplinamos".
Y a lo peor tiene razón.
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sociología
sábado, 25 de julio de 2015
Reseña Interruptus: Robert Juan-Cantavella: El Dorado
Idioma original: español
Año de publicación: 2008
Valoración: se deja leer
Varias veces he corroborado en diversas fuentes que esta no es la primera novela del autor. Pues ello explicaría (o disculparía) un poco una sensación que me inunda (mejor, en que me sumerjo, o que me cala) a cada página. Que es como si Juan-Cantavella quisiera mostrar todas sus cualidades, como con miedo a no volver a publicar nunca más en un gigante como Mondadori. Esa tensión no beneficia nada esta lectura. Vamos, se trata de plantearse una trayectoria, no de incluir todos los registros en una relación atropellada, como si, muy punk, no hubiera futuro. Sí. He dicho atropellada. Estructurar esta novela en tres partes: así, Primera, Segunda, Tercera. Construir esos títulos para abrumar al lector, mostrar esa amalgama de extraños personajes, trasladar la trama y complicarla por el gusto de hacerlo. David Lynch con una camiseta de la Anti-Nowhere League.
Año de publicación: 2008
Valoración: se deja leer
Si Jorge Carrión no nos regalara sus insanamente largas listas de referencias, yo hubiera dejado este libro algunos meses más en la estantería de casa, donde estaba desde cuando me hice con él, por un par de euros en un cajón de un puesto de segunda mano. Cosa nada significativa: he encontrado maravillas en esas condiciones, y, en el fondo, uno se pregunta de dónde salió el libro y quien decidió deshacerse de él. Y por qué.
La estela de Hunter S. Thompson irrumpe casi de inmediato al hacer acto de presencia algunos detalles: el arsenal de drogas, el encargo profesional, esa etiqueta adaptable del punk-journalism. Y puede que el estilo de Juan-Cantavella obedezca a esa necesidad de mostrar caos y aceleración, pero me acude cierta duda sobre si ello es necesario, más cuando el tramo inicial de la novela no pone las cosas fáciles. Miedo me da (no miedo y asco) enfrentarme a esas intrincadas composiciones que me recuerdan un poco a los desorientados libros de la trilogía Nocilla. A la vez, me planteaba si la presencia de Marina D'Or (trasunto de Las Vegas, megalomaníaco complejo vacacional situado en la costa de Castellón), como paradigma de la especulación inmobiliaria que devastó la Comunidad Valenciana, era un guiño a convertir esta novela, en algún modo, en una versión espídica y algo más irónica de Crematorio de Chirbes.
Pero no.
Varias veces he corroborado en diversas fuentes que esta no es la primera novela del autor. Pues ello explicaría (o disculparía) un poco una sensación que me inunda (mejor, en que me sumerjo, o que me cala) a cada página. Que es como si Juan-Cantavella quisiera mostrar todas sus cualidades, como con miedo a no volver a publicar nunca más en un gigante como Mondadori. Esa tensión no beneficia nada esta lectura. Vamos, se trata de plantearse una trayectoria, no de incluir todos los registros en una relación atropellada, como si, muy punk, no hubiera futuro. Sí. He dicho atropellada. Estructurar esta novela en tres partes: así, Primera, Segunda, Tercera. Construir esos títulos para abrumar al lector, mostrar esa amalgama de extraños personajes, trasladar la trama y complicarla por el gusto de hacerlo. David Lynch con una camiseta de la Anti-Nowhere League.
Trebor Escargot es el periodista cargado de drogas que recibe el encargo de hospedarse durante una semana en el complejo vacacional. Conforme va tirando del menú-degustación narcótico del que se ha provisto, sus andanzas químicas transcurren paralelas a la realidad. Luego aparecerá cierta cuestión medio policíaca y tendremos un fin de fiesta con presencia papal incluida. Todo ello con mucha fanfarria modernizante y con mucho énfasis subliminal en lo urbano, pero con un, lo siento en el alma (juro que siempre empiezo un libro esperando que me guste) escaso sentido de la voluntad narrativa.
A veces gustarse a uno mismo no es suficiente.
viernes, 24 de julio de 2015
Nell Leyshon: Del color de la leche
Idioma original: inglés
Título original: The colour of milk
Año de publicación: 2012
Valoración: recomendable
Confieso que a veces me siento un insensible (o un insensibilizado, porque yo antes no era así): libros que a mis amigos y amigas les emocionan, a mí me dejan medianamente frío, con la sensación de ya haberlo leído todo antes en otro sitio y que pocas cosas me sorprenden. Será que me hago viejo o cínico, no sé. Esto me ha pasado por ejemplo con Del color de la leche, una novela que otros blogs amigos como el de Mobas o Granite & Rainbow han alabado como sorprendente, impactante, estremecedora... y que a mí me ha gustado pero bueno, vamos, bien. "Recomendable".
Del color de la leche cuenta una historia que podría ser el argumento de una novela de Dickens: una muchacha de quince años, Mary, que vive en una granja con una familia pobre de solemnidad y sufre los maltratos de su padre y la indiferencia de su madre, es llamada a servir en la casa del párroco local; allí conocerá otro mundo de cultura y refinación que, en el fondo, oculta la misma degradación y sordidez que el establo de las vacas con su olor a mierda y a leche. Algo así como la versión desmitificada de Downton Abbey.
Sin duda lo mejor de esta novela es su narradora, Mary, y el punto de vista que le confiere a la novela: es un texto escrito (supuestamente) por una muchacha hasta hace poco analfabeta, con incapacidad para los afectos porque nunca los ha recibido (salvo de su abuelo, la única persona con la que mantiene una relación afectiva verdadera) y que nunca ha salido del estrecho margen de su granja y sus campos. Esta perspectiva de la narradora se transmite al lector a través de diversos rasgos gráficos (por ejemplo, la ausencia de mayúsculas) y estilísticos (las repeticiones constantes, las frases breves, el vocabulario concreto y reducido), y a través de una visión del mundo ácida y desesperanzada.
Esta es, desde luego, la mayor originalidad y el mayor logro de la novela; porque el resto (la familia pobre maltratadora, la familia rica que esconde miserias morales casi peores, la suciedad, las palizas, el ambiente de degradación y la falta de esperanzas de redención, la hemos visto ya en la picaresca y en la novela realista, en Dickens, Galdós, Zola o incluso Delibes. Y me pregunto si la creación de un personaje principal memorable y cierta originalidad en la forma es suficiente para salvar una novela.
También de Nell Leyshon en ULAD: El show de Gary
Título original: The colour of milk
Año de publicación: 2012
Valoración: recomendable
Confieso que a veces me siento un insensible (o un insensibilizado, porque yo antes no era así): libros que a mis amigos y amigas les emocionan, a mí me dejan medianamente frío, con la sensación de ya haberlo leído todo antes en otro sitio y que pocas cosas me sorprenden. Será que me hago viejo o cínico, no sé. Esto me ha pasado por ejemplo con Del color de la leche, una novela que otros blogs amigos como el de Mobas o Granite & Rainbow han alabado como sorprendente, impactante, estremecedora... y que a mí me ha gustado pero bueno, vamos, bien. "Recomendable".
Del color de la leche cuenta una historia que podría ser el argumento de una novela de Dickens: una muchacha de quince años, Mary, que vive en una granja con una familia pobre de solemnidad y sufre los maltratos de su padre y la indiferencia de su madre, es llamada a servir en la casa del párroco local; allí conocerá otro mundo de cultura y refinación que, en el fondo, oculta la misma degradación y sordidez que el establo de las vacas con su olor a mierda y a leche. Algo así como la versión desmitificada de Downton Abbey.
Sin duda lo mejor de esta novela es su narradora, Mary, y el punto de vista que le confiere a la novela: es un texto escrito (supuestamente) por una muchacha hasta hace poco analfabeta, con incapacidad para los afectos porque nunca los ha recibido (salvo de su abuelo, la única persona con la que mantiene una relación afectiva verdadera) y que nunca ha salido del estrecho margen de su granja y sus campos. Esta perspectiva de la narradora se transmite al lector a través de diversos rasgos gráficos (por ejemplo, la ausencia de mayúsculas) y estilísticos (las repeticiones constantes, las frases breves, el vocabulario concreto y reducido), y a través de una visión del mundo ácida y desesperanzada.
Esta es, desde luego, la mayor originalidad y el mayor logro de la novela; porque el resto (la familia pobre maltratadora, la familia rica que esconde miserias morales casi peores, la suciedad, las palizas, el ambiente de degradación y la falta de esperanzas de redención, la hemos visto ya en la picaresca y en la novela realista, en Dickens, Galdós, Zola o incluso Delibes. Y me pregunto si la creación de un personaje principal memorable y cierta originalidad en la forma es suficiente para salvar una novela.
También de Nell Leyshon en ULAD: El show de Gary
jueves, 23 de julio de 2015
Colaboración: Siete casas en Francia de Bernardo Atxaga
Idioma original: euskera
Título original: Zazpi etxe Frantzian
Año de publicación: 2009
Valoración: Muy recomendable
Bernardo Atxaga es seguramente el más conocido autor vivo en lengua vasca. Sorprende un poco por eso mismo que su novela esté ambientada en lugar y tiempo tan ajenos como el Congo belga de finales del siglo XIX aunque, haciendo memoria, creo que en algunos relatos de su célebre Obabakoak ya mostraba tendencia a incorporar algunos elementos, digamos, exóticos.
La cosa evoca en alguna medida las vicisitudes africanas del Bardamu de Céline, pero la similitud acaba ahí mismo: en este caso nos movemos en un ambiente relativamente amable en que se filtra un humor tenue, y parece no ocurrir nada relevante. Esta aparente inacción es una tipología muy de Atxaga, pero también extensiva a otros autores vascos contemporáneos (Elorriaga, Uribe), lo que quizás daría pie para un análisis que dejaremos para momento más oportuno.
Lo cierto es que no encontramos el entorno esperado, ya se sabe, la selva con el calor asfixiante, los bichos, las fieras salvajes, el aislamiento y demás tópicos que llevan al límite a los desubicados europeos. Nada de eso. En la estación militar de Yangambi, con su río y sus ruidosos mandriles, sus habitantes no parecen encontrarse mucho más a disgusto que en cualquier otro lugar, y sólo un periodista recién llegado se dedica a retratar con ojos de extranjero el medio hostil que les rodea.
Lalande Biran es el jefe de destacamento, un militar-poeta presionado por su mujer para hacer fortuna; Donatien, su ayudante, es un tipo limitado cuya aspiración es fundar un prostíbulo; Chrysostome, un joven oficial, excepcional tirador cuyo carácter indescifrable parece derivar de una simple ocurrencia; Livo es un nativo al servicio de los europeos, aunque menos dócil de lo que parece; y así unos cuantos más. Se trata de individuos peculiares pero no extravagantes, que se desenvuelven conforme a su propia personalidad, mediatizados, sí, pero no determinados por el entorno.
Vamos avanzando con un ritmo narrativo lento en el que, al margen de un par de chispazos en que asoma el absurdo, apenas pasa nada. Vemos situaciones cotidianas de un grupo de hombres más bien aburridos, a través de cuyos ojos contemplamos ese entorno brutal, que sin embargo se nos antoja irrelevante, ajeno a la vida en el campamento. La selva no es sino un escenario, y todo el peso de la narración descansa en los personajes, que van sumando atributos y ganado interés, aunque de forma que parece premiosa.
No niego que el proceso se nos puede hacer algo largo, pero el relato va ganando cuerpo como un ser vivo, y el crescendo, gradual y casi imperceptible, me parece conseguido con maestría. Y la historia se redondea con una especie de implosión, un globo que estalla sin ruido y nos deja sólo un aroma, la sensación incorpórea de que algo ha ocurrido, algo que era inexorable pero no por ello resulta menos potente. Sólo dos o tres páginas y el libro finaliza con unas pocas imágenes casi cinematográficas, la conclusión de que, finalmente, se ha reconstruido el equilibrio.
En definitiva, quizá la novela no nos llegue a emocionar, contiene algunas claves que deberemos ir deduciendo, pero sobre todo muestra una innegable destreza en el manejo de los recursos literarios, la capacidad de moldear una estructura perfectamente adecuada al contenido, y el dominio del ritmo con que el autor pretende presentar el relato.
Por no terminar sin una pizca de crítica, diré que no termino de explicarme la afición de Atxaga por insertar algunas frases sueltas en francés, en plan ‘No sé lo que hará ese cerdo, Je ne sais pas ce que fera ce cochon’. Deducimos que Bernardo habla muy bien francés pero ¿qué aporta esta traducción simultánea? ¿Tiene un significado que no hemos terminado de pillar? ¿O es quizá un pelín de erudición gratuita? No obstante, más en serio, el pequeño dardo no desmerece en nada el valor de una obra que merece ser conocida y disfrutada.
Otras obras de Bernardo Atxaga en ULAD: El hombre solo, Obabakoak, Esos cielos, El hijo del acordeonista
Título original: Zazpi etxe Frantzian
Año de publicación: 2009
Valoración: Muy recomendable
Bernardo Atxaga es seguramente el más conocido autor vivo en lengua vasca. Sorprende un poco por eso mismo que su novela esté ambientada en lugar y tiempo tan ajenos como el Congo belga de finales del siglo XIX aunque, haciendo memoria, creo que en algunos relatos de su célebre Obabakoak ya mostraba tendencia a incorporar algunos elementos, digamos, exóticos.
La cosa evoca en alguna medida las vicisitudes africanas del Bardamu de Céline, pero la similitud acaba ahí mismo: en este caso nos movemos en un ambiente relativamente amable en que se filtra un humor tenue, y parece no ocurrir nada relevante. Esta aparente inacción es una tipología muy de Atxaga, pero también extensiva a otros autores vascos contemporáneos (Elorriaga, Uribe), lo que quizás daría pie para un análisis que dejaremos para momento más oportuno.
Lo cierto es que no encontramos el entorno esperado, ya se sabe, la selva con el calor asfixiante, los bichos, las fieras salvajes, el aislamiento y demás tópicos que llevan al límite a los desubicados europeos. Nada de eso. En la estación militar de Yangambi, con su río y sus ruidosos mandriles, sus habitantes no parecen encontrarse mucho más a disgusto que en cualquier otro lugar, y sólo un periodista recién llegado se dedica a retratar con ojos de extranjero el medio hostil que les rodea.
Lalande Biran es el jefe de destacamento, un militar-poeta presionado por su mujer para hacer fortuna; Donatien, su ayudante, es un tipo limitado cuya aspiración es fundar un prostíbulo; Chrysostome, un joven oficial, excepcional tirador cuyo carácter indescifrable parece derivar de una simple ocurrencia; Livo es un nativo al servicio de los europeos, aunque menos dócil de lo que parece; y así unos cuantos más. Se trata de individuos peculiares pero no extravagantes, que se desenvuelven conforme a su propia personalidad, mediatizados, sí, pero no determinados por el entorno.
Vamos avanzando con un ritmo narrativo lento en el que, al margen de un par de chispazos en que asoma el absurdo, apenas pasa nada. Vemos situaciones cotidianas de un grupo de hombres más bien aburridos, a través de cuyos ojos contemplamos ese entorno brutal, que sin embargo se nos antoja irrelevante, ajeno a la vida en el campamento. La selva no es sino un escenario, y todo el peso de la narración descansa en los personajes, que van sumando atributos y ganado interés, aunque de forma que parece premiosa.
No niego que el proceso se nos puede hacer algo largo, pero el relato va ganando cuerpo como un ser vivo, y el crescendo, gradual y casi imperceptible, me parece conseguido con maestría. Y la historia se redondea con una especie de implosión, un globo que estalla sin ruido y nos deja sólo un aroma, la sensación incorpórea de que algo ha ocurrido, algo que era inexorable pero no por ello resulta menos potente. Sólo dos o tres páginas y el libro finaliza con unas pocas imágenes casi cinematográficas, la conclusión de que, finalmente, se ha reconstruido el equilibrio.
En definitiva, quizá la novela no nos llegue a emocionar, contiene algunas claves que deberemos ir deduciendo, pero sobre todo muestra una innegable destreza en el manejo de los recursos literarios, la capacidad de moldear una estructura perfectamente adecuada al contenido, y el dominio del ritmo con que el autor pretende presentar el relato.
Por no terminar sin una pizca de crítica, diré que no termino de explicarme la afición de Atxaga por insertar algunas frases sueltas en francés, en plan ‘No sé lo que hará ese cerdo, Je ne sais pas ce que fera ce cochon’. Deducimos que Bernardo habla muy bien francés pero ¿qué aporta esta traducción simultánea? ¿Tiene un significado que no hemos terminado de pillar? ¿O es quizá un pelín de erudición gratuita? No obstante, más en serio, el pequeño dardo no desmerece en nada el valor de una obra que merece ser conocida y disfrutada.
Otras obras de Bernardo Atxaga en ULAD: El hombre solo, Obabakoak, Esos cielos, El hijo del acordeonista
miércoles, 22 de julio de 2015
María Esther Vázquez: Borges, esplendor y derrota
Idioma: castellano
Año de publicación: 1996
Valoración: recomendable
Año de publicación: 1996
Valoración: recomendable
Nos encontramos ante una biografía del autor argentino Jorge Luis Borges, escrita por la que fuera su amiga y, durante algunos años, su asistente en los viajes que realizó Borges para asistir a coloquios, dictar conferencias y recibir honores varios. Una biografía, por tanto, escrita por alguien cercano y que admiraba al biografiado, pero que sin embargo combina bastante bien el inevitable tono laudatorio con el reconocimiento no sólo de sus virtudes , sino también de ciertos defectos y debilidades, e incluso de sus momentos de desdicha (una actitud de franqueza ya explícita en el propio título), que llevaron a Borges a intentar más de una vez el suicidio...
No conozco las otras biografías de este escritor, así que puede que las haya más exhaustivas o que analicen su obra de forma más pormenorizada, en todo caso, ésta me parece de lo más completa: nos cuenta con todo detalle no ya sus primeros años de infancia, sino también sus orígenes familiares -a los que el propio Borges daba tanta importancia, por otro lado-; los viajes realizados con su familia y que tanto le marcaron; sus estancias en Suiza y España; sus lecturas y primeras obras literarias; sus amistades -para empezar, la de Bioy Casares, por supuesto-, sus primeros proyectos, las revistas en las que participó, etc... Continúa con sus actitudes políticas (su oposición al peronismo, por ejemplo), su trabajo en la biblioteca Miguel Cané, en un barrio de Buenos Aires (mucho antes, claro está de ser nombrado director de la Biblioteca Nacional argentina); el reconocimiento a su obra y losmuchos viajes que realizó por el mundo dando conferencias y entrevistas o recibiendo galardones; cómo no, también nos habla de su progresiva ceguera... Todo ello jalonado no sólo por la relación de los libros que iba publicando Borges, sino también por multitud de anécdotas cotidianas -sobre todo, como es lógico, de los momentos en que la autor del libro convivió con el biografiado-, que. si bien pueden parecer banales y poco trascendentes, nos muestran otra faceta del personaje que completa el conjunto de su retrato.
Especial hincapié hace María Esther Vázquez en la decisiva relación que mantuvo Borges con las mujeres: nos detalla buena parte de sus enamoramientos -y los poemas a que dieron lugar-, incluyendo aquel del que fue objeto ella misma...un amor no correspondido, hay que decir -aunque admitido aquí con toda naturalidad-; aún así, el lector de esta biografía no puede dejar de darse cuenta del tono algo -o muy- desdeñoso que Vázquez dedica alas dos esposas posteriores y tardías de Borges, Elsa Astete y María Kodama. No falta tampoco el continuo reconocimiento a otras mujeres que fueron quizás más importantes aún en la vida del escritor argentino: sumadre, leonor Acevedo, su hermana Norah, sus amigas Victoria y Silvina Ocampo, Fani Uveda, que trabajó en su casa durante casi cuarenta años...
La biografía se completa con una nutrida selección de fotos del escritor desde su más tierna infancia hasta los últimos años de su vida, con acertados y sensibles comentarios sobre las imágenes... un complemento perfecto para una biografía interesante y necesaria para los admiradores de este gran y siempre presente escritor.
Especial hincapié hace María Esther Vázquez en la decisiva relación que mantuvo Borges con las mujeres: nos detalla buena parte de sus enamoramientos -y los poemas a que dieron lugar-, incluyendo aquel del que fue objeto ella misma...un amor no correspondido, hay que decir -aunque admitido aquí con toda naturalidad-; aún así, el lector de esta biografía no puede dejar de darse cuenta del tono algo -o muy- desdeñoso que Vázquez dedica alas dos esposas posteriores y tardías de Borges, Elsa Astete y María Kodama. No falta tampoco el continuo reconocimiento a otras mujeres que fueron quizás más importantes aún en la vida del escritor argentino: sumadre, leonor Acevedo, su hermana Norah, sus amigas Victoria y Silvina Ocampo, Fani Uveda, que trabajó en su casa durante casi cuarenta años...
La biografía se completa con una nutrida selección de fotos del escritor desde su más tierna infancia hasta los últimos años de su vida, con acertados y sensibles comentarios sobre las imágenes... un complemento perfecto para una biografía interesante y necesaria para los admiradores de este gran y siempre presente escritor.
martes, 21 de julio de 2015
Edward Bunker: No hay bestia tan feroz
Título original: No beast so fierce
Año de publicación: 1973
Traducción: Laura Sales
Su aparición como Mr. Blue en Reservoir Dogs fue la guinda a una vida bastante movidita. Actor, escritor y, esto, habitual de diversos correccionales tanto en edad temprana como ya mayorcito. Pues parece que una de las claves de la brillantez de Bunker como escritor surge del nutrido historial delictivo que le obligó a cumplir condenas, pasando sustanciales periodos en la cárcel.
Y de ahí, de la cárcel, sale nuestro protagonista, Max Dembo. El primer capítulo nos lo planta en la galería, en su último día de estancia, una estancia de ocho años por un cóbreme ahí esos cheques falsos.
Pero Dembo está dispuesto a dejar atrás su pasado, y de ello va a ocuparse también Rosenthal, agente de la condicional por cuya condición de judío Dembo piensa que va a ser más empático. Pero Rosenthal es un hueso duro de roer. Desconfiado, intuitivo, perspicaz y prácticamente inflexible. Y también, claro, un tipo que acierta, muy a menudo.
Ni que decir que Dembo recaerá, empujado a medias por la necesidad económica y por la presión de Rosenthal. Que su recaída será sonora y espectacular. Que arrastrará a unos cuantos en ella. Hasta aquí podríamos considerar No hay bestia tan feroz como una estupenda novela negra con componente adicional de suspense en lo que a su desenlace se refiere, construída en cuatro partes diferenciadas, con un argumento impecable.
Pero nos quedaríamos a medias. Porque lo que proyecta esta novela, lo que la propulsa por encima de límites de género, lo que la convierte en imprescindible es el brillante tratamiento que Bunker supo darle a ese diálogo interior del criminal: reflexionando, calculando, discerniendo, decidiendo, pormenorizando, sopesando pros y contras, haciendo balance, mostrando esa ética relativizada en la que muchos podrían andar fantaseando, pero que, en el caso de Bunker, pronto nos abruma. El tipo sabe de qué está hablando. Entonces la irrupción de personajes adicionales toma sentido. Los códigos carcelarios, los compromisos, las amistades de los bajos fondos de Los Angeles, retratados aquí con una crudeza y una fidelidad esplendorosa (casi conducimos por esas autopistas, casi nos quedamos a la puerta de esos antros particulares y públicos por los que Dembo se ve obligado a transitar en su modo de vida criminal), y todos los teóricos secundarios van haciendo su aportación a aquello que se nos manifiesta como un descomunal fresco total. Aaron, antiguo compañero de conversaciones en la cárcel, del que se aleja por la cuestión de bandos raciales imperante adentro. Mary, conocida con la que tiene un fallido escarceo sexual, el primero tras ocho años de sodomizar homosexuales afeminados. L.L. Red, yonki de largo recorrido, Jerry, criminal redimido al que la vida le ha preparado una buena guarrada y, claro, Allison, chica a la que conoce y a la que protege a base de no explicarle su modo de vida, esas cosas que podrían perjudicarla ante un jurado. Dembo es consciente de su carrera, de su inexorable futuro a los treinta y un años. Sabe que su huida es siempre provisional.
Hacedme un favor: olvidaos de los colorines para etiquetar una colosal novela como No hay bestia tan feroz. Disfrutadla sin pensar quién es el bueno y quién el malo y sin aventurar quién vivirá y quién morirá. El color de esta novela, será, como mucho, el marrón parduzco de la heroína que se meten en vena muchos de sus personajes, mezclado con un leve tinte rosa en ese romance extremo y atípico en que Dembo y Allison se embarcan. Una combinación que da un color feo y turbio, seguro, pero la vida es así, la vida es así cuando las circunstancias te empujan y tus decisiones son cada vez más duras y extremas. Bunker lo cuenta en una primera persona incómoda pero lúcida. Nosotros lo leemos y nos quedamos extasiados.
También de Edward Bunker en ULAD: Perro come perro
Hacedme un favor: olvidaos de los colorines para etiquetar una colosal novela como No hay bestia tan feroz. Disfrutadla sin pensar quién es el bueno y quién el malo y sin aventurar quién vivirá y quién morirá. El color de esta novela, será, como mucho, el marrón parduzco de la heroína que se meten en vena muchos de sus personajes, mezclado con un leve tinte rosa en ese romance extremo y atípico en que Dembo y Allison se embarcan. Una combinación que da un color feo y turbio, seguro, pero la vida es así, la vida es así cuando las circunstancias te empujan y tus decisiones son cada vez más duras y extremas. Bunker lo cuenta en una primera persona incómoda pero lúcida. Nosotros lo leemos y nos quedamos extasiados.
También de Edward Bunker en ULAD: Perro come perro
lunes, 20 de julio de 2015
José Manuel Fajardo: Mi nombre es Jamaica
Idioma original: español
Año de publicación: 2010
Valoración: está bien
José Manuel Fajardo es un escritor ya con una trayectoria notable a las espaldas, que incluye novela, relato y ensayo, incluido un experimento literario como Primeras noticias de Noela Duarte, una "novela a seis manos", escrita en colaboración con Antonio Sarabia y José Ovejero. Y en su obra, tanto en la ensayística como en la literaria, hay una serie de elementos que se repiten: el interés por la historia, y la exploración del significado y el destino de las víctimas, sean las víctimas del "Descubrimiento de América", de los judíos perseguidos por la Inquisición o de las víctimas del terrorismo contemporáneo.
Muchas de estas ideas están presentes en Mi nombre es Jamaica, una novela cuya intención parece ser, precisamente, establecer un vínculo y una continuidad entre todas las opresiones históricas y presentes: la de los judíos expulsados de la Península Ibérica, la de los palestinos actuales, la de los pueblos indígenas de América, la de los inmigrantes magrebíes en el París actual... Todos ellos se ven representados por Tiago, un historiador que pierde la razón durante un congreso celebrado en Israel, y después de la muerte de su hijo, y cree ser al mismo tiempo un judío perseguido, y también Jamaica, un personaje que luchó contra los españoles en la Conquista.
Mi nombre es Jamaica es, muy evidentemente, el resultado de un intenso trabajo: un intenso trabajo de documentación, de invención, de escritura. El autor llega hasta el punto de escribir algunos fragmentos en "ladino" o "judeoespañol", la lengua de los sefardíes expulsados de España y conservada a través de los siglos. (Aunque uno se plantea si esto era literariamente necesario, o si es un lucimiento excesivo). Los personajes también parecen esculpidos con cincel, deliberadamente, y por eso mismo puede faltarles vida y complejidad.
El principal problema que le veo a la novela es que, a partir de un prometedor principio, parece quedarse paralizada por el peso del mensaje que quiere transmitir. Los personajes hablan, una y otra vez, de los mismos asuntos, de los mismos problemas, con las mismas perspectivas. El viaje que realizan desde Israel a París y desde París a Granada no los cambia, se perpetúan en sí mismos como si estuvieran atrapados por el pasado (o por la intención de su autor). Y al lector llega a pesarle, también, la insistencia en los mismos puntos.
Creo que José Manuel Fajardo es un novelista que conoce perfectamente el oficio y todas sus posibilidades; creo, también, que esta no es su mejor obra; pero creo también, por último, que merece la pena seguir leyéndolo.
Año de publicación: 2010
Valoración: está bien
José Manuel Fajardo es un escritor ya con una trayectoria notable a las espaldas, que incluye novela, relato y ensayo, incluido un experimento literario como Primeras noticias de Noela Duarte, una "novela a seis manos", escrita en colaboración con Antonio Sarabia y José Ovejero. Y en su obra, tanto en la ensayística como en la literaria, hay una serie de elementos que se repiten: el interés por la historia, y la exploración del significado y el destino de las víctimas, sean las víctimas del "Descubrimiento de América", de los judíos perseguidos por la Inquisición o de las víctimas del terrorismo contemporáneo.
Muchas de estas ideas están presentes en Mi nombre es Jamaica, una novela cuya intención parece ser, precisamente, establecer un vínculo y una continuidad entre todas las opresiones históricas y presentes: la de los judíos expulsados de la Península Ibérica, la de los palestinos actuales, la de los pueblos indígenas de América, la de los inmigrantes magrebíes en el París actual... Todos ellos se ven representados por Tiago, un historiador que pierde la razón durante un congreso celebrado en Israel, y después de la muerte de su hijo, y cree ser al mismo tiempo un judío perseguido, y también Jamaica, un personaje que luchó contra los españoles en la Conquista.
Mi nombre es Jamaica es, muy evidentemente, el resultado de un intenso trabajo: un intenso trabajo de documentación, de invención, de escritura. El autor llega hasta el punto de escribir algunos fragmentos en "ladino" o "judeoespañol", la lengua de los sefardíes expulsados de España y conservada a través de los siglos. (Aunque uno se plantea si esto era literariamente necesario, o si es un lucimiento excesivo). Los personajes también parecen esculpidos con cincel, deliberadamente, y por eso mismo puede faltarles vida y complejidad.
El principal problema que le veo a la novela es que, a partir de un prometedor principio, parece quedarse paralizada por el peso del mensaje que quiere transmitir. Los personajes hablan, una y otra vez, de los mismos asuntos, de los mismos problemas, con las mismas perspectivas. El viaje que realizan desde Israel a París y desde París a Granada no los cambia, se perpetúan en sí mismos como si estuvieran atrapados por el pasado (o por la intención de su autor). Y al lector llega a pesarle, también, la insistencia en los mismos puntos.
Creo que José Manuel Fajardo es un novelista que conoce perfectamente el oficio y todas sus posibilidades; creo, también, que esta no es su mejor obra; pero creo también, por último, que merece la pena seguir leyéndolo.
domingo, 19 de julio de 2015
Colaboración: Los indiferentes de Alberto Moravia
Idioma original: Italiano
Título original: Gli Indifferenti
Traductor: R. Coll Robert
Año de publicación: 1929
Valoración: Imprescindible*
Título original: Gli Indifferenti
Traductor: R. Coll Robert
Año de publicación: 1929
Valoración: Imprescindible*
Esta novela es la primera de todas las que escribió Alberto Moravia. Como Moravia fue un autor prolífico (su carrera se dilató más de sesenta años), su bibliografía es muy extensa. En general, el conjunto de su obra es sumamente recomendable, al menos si te aficionas al trabajo de este coloso de la literatura del siglo XX. Eso sí, no te recomiendo leer a este escritor de un tirón: si lo haces, saldrás mal parado. Y es que Moravia tiene un universo propio bastante difícil de tratar. Éste se caracteriza, básicamente, por la crueldad hacia sus personajes, a los que, aunque quiere mucho, también desprecia, y por ello presenta como seres decadentes sin dignidad; una inclinación hacia situaciones de lo más morbosas; y una cruda sinceridad en su trato del alma humana que en ocasiones nos hará odiarnos a nosotros mismos.
Pero no nos desviemos del tema. Volvamos a Los indiferentes. Esta novela catapultó a Moravia al éxito. Porque si bien es cierto que suscitó el rechazo del régimen fascista de Mussolini, la crítica de la época tuvo la acertada intuición de considerarla como prometedora. Lo más admirable de este triunfo no es solamente la edad en la que el escritor lo alcanzó (Moravia tenía sólo veintidós años). Lo más asombroso de este éxito es, sobre todo, que la temeraria propuesta que Moravia presentó a la sociedad no fuera condenada al ostracismo.
Y es que este libro está compuesto por un tema arriesgado y un trasfondo todavía más explosivo que me hacen pensar que el joven escritor tendió al mundo una bomba de relojería sin preocuparse demasiado de que el artefacto pudiera estallarle en la palma de la mano.
Los Indiferentes es ya uno de los pilares de la literatura italiana. Y, además, goza de un merecido reconocimiento internacional. Figuraría en la lista de novelas que, creo yo, hay que leer.
A nivel formal, cabe destacar que el libro está escrito de una forma que recuerda abiertamente al desarrollo y estructura de una obra de teatro. Las acciones suceden prácticamente seguidas en el tiempo y transcurren en solamente tres días. La prosa descriptiva que se emplea nos remite a una sensación de realismo tan convincente que tienta constantemente al lector para que considere que el punto de vista del narrador es puramente objetivo.
En el plano del argumento hay que remarcar que Los indiferentes logra plasmar a la perfección la hipocresía y la tendencia al aburrimiento vital (por esto último se la tildó de novela existencialista, a pesar de que Sartre todavía no había asomado su brillante cabeza en el paisaje de la Historia) de una burguesía acomodada en el fascismo, moralmente enferma y sin ninguna posibilidad de acceder a propósitos elevados. Los personajes que retrata Moravia, los miembros de una familia que ha decaído, son absolutamente pasivos y expresan perfectamente la opinión del autor sobre los de su clase. El único personaje con un mínimo empuje vital, aunque ésta energía no provenga precisamente de una voluntad filantrópica, es Leo, el amante sin escrúpulos de la madre, que se dedica a vapulear a los miembros de la familia para lograr satisfacer sus propios intereses.
A modo conclusión diré que, aunque Los indiferentes pasa como novela de crítica social, hay que considerarla existencialista. También quiero añadir que el aspecto que más valoré de este clásico es la impecable profundidad y coherencia psicológica de que están dotados sus personajes.
*A día de hoy le pondría a Los indiferentes un Recomendable. Esto no quita que la ópera prima de Moravia siga siendo un novelón.
*A día de hoy le pondría a Los indiferentes un Recomendable. Esto no quita que la ópera prima de Moravia siga siendo un novelón.
Firmado: Oriol Vigil
sábado, 18 de julio de 2015
Carlos Hernández de Miguel: @deportado4443 Antonio Hernández Marín
Idioma: español
Año de publicación: 2015
Valoración: muy recomendable
Año de publicación: 2015
Valoración: muy recomendable
Esta es la reseña de un libro bastante peculiar. Un libro que, de momento -que yo sepa- aún no ha sido publicado en papel (rompo así el acuerdo tácito que rige en este santo blog: mea culpa); de hecho, es un libro que tampoco nació como tal, sino como una cuenta de twitter, @deportado4443, en la que, a partir del 21 de enero de este año y hasta el 8 de mayo, un supuesto prisionero española, cautivo en un campo de concentración nazi, iba contando sus innumerables desventuras, desde su deportación desde Francia en 1940, hasta la liberación del campo por las tropas aliadas, en mayo de 1944.
Este prisionero, en realidad no tenía de imaginario, sino que fue un verdadero exiliado republicano, el murciano Antonio Hernández Marín, mientras que el artífice de los tuits es su sobrino, el periodista Carlos Hernández de Miguel, que recreando de esta forma las penalidades, torturas y humillaciones a las que fue sometido su tío, pretendió rendirle homenaje, a él y a los más de 9300 prisioneros republicanos españoles que sufrieron un cautiverio semejante en los campos de concentración nazis, para "dar a conocer la historia olvidada de estos hombres y mujeres (...) que acabaron en los campos nazis por defender nuestra libertad". Carlos Hernández ha escrito también un libro más "clásico" sobre ellos: Los últimos españoles de Mauthausen (el campo donde fueron internados buena parte de ellos, hasta el punto de que a la terrible "escalera de la muerte" que subía desde la cantera, se la llama también "la escalera de los españoles"), pero para llegar a un público lo más amplio posible y dado el éxito que ha tenido la cuenta de twitter, ha publicado también un libro digital de descarga gratuita ( ¿se puede decir un "tuit-libro"?) con todos estos tuits, donde su tío va desgranando su historia: aquí.
Una historia escalofriante, como es de suponer; así que, con permiso, prefiero no recordar aquí los episodios que se cuentan -las fotografías que acompañan el texto son durísimas, aviso ya-: la realidad de lo que ocurría en esos campos, no por conocida a través de muchos otros libros y películas deja de ser horripilante y demuestra hasta qué grado de abyección sádica puede llegar el ser humano; que las víctimas, en vez de apellidos judíos, polacos o rusos -que también-, se llamaran Hernández, Cebrián, Terres, Boix o Bilbao, es lo de menos... o quizá no, pues sus padecimientos dejan en evidencia la complicidad del régimen de Franco con los criminales nazis, pues todos estos prisioneros españoles lo eran en su condición de apátridas, no reconocidos -y mucho menos defendidos-como ciudadanos de su país por las autoridades victoriosas de la Guerra Civil. Supongo que los franquistas lamentarían que sus amigos nazis no pudieran acabar con todos ellos...
Que nadie se engañe tampoco con la supuesta superficialidad del medio empleado para divulgar esta recreación histórica. en realidad, la limitación de los 140 caracteres ayuda a incrementar la agilidad del texto, pero no le resta un ápice de profundidad ni terribilidad a lo que se cuenta. Un texto que cuenta una historia que merece ser recordada por todos, pues las personas que fueron asesinadas -o sobrevivieron a un sinfín de penalidades- en esos campos eran, independientemente de cual fuera su raza, nacionalidad, religión o ideologías -o las nuestras- gente que dio su vida por nosotros, héroes a los que debemos estar siempre agradecidos, si valoramos en algo nuestra libertad.
Un libro (o lo que sea) muy recomendable, incluso imprescindible, aunque con cautela; el lector ha de estar preparado para saber dónde se mete: en uno de los peores momentos del horror. Aunque no el único ni el último, por desgracia. Y aún así, agradecidos debemos estar de que hubiera quien pudo salir de ese agujero para contárnoslo.
Un libro (o lo que sea) muy recomendable, incluso imprescindible, aunque con cautela; el lector ha de estar preparado para saber dónde se mete: en uno de los peores momentos del horror. Aunque no el único ni el último, por desgracia. Y aún así, agradecidos debemos estar de que hubiera quien pudo salir de ese agujero para contárnoslo.
Etiquetas:
diario,
escritores españoles,
libros en español,
literatura bélica,
Muy recomendable,
necesario,
novela histórica,
novela por entregas,
siglo XX,
siglo XXI,
terror
viernes, 17 de julio de 2015
Xavier Aldekoa: Océano África
Año de publicación: 2014
Valoración: muy recomendable
Kapuscinski: antes de leer una sola página de Oceáno África ya sabemos que Aldekoa es consciente de que el genial cronista polaco es a la vez amigo, por influencia, y teórico rival, por lo que se dice de las comparaciones. Aldekoa zanja el asunto mencionándole en contraportada y en algún relato, y un extracto de Ébano hace las veces de introducción. Peaje pagado, homenaje rendido, pero, más importante, testigo tomado. Porque, hecha esta importante aclaración, hay que dejar a los relatos de Océano África que se desarrollen por sus propios méritos. Que son muchos. Más que suficientes.
Testigo tomado porque, a pesar del tiempo transcurrido, algunas situaciones son las mismas, y deben seguir siendo denunciadas. Por mucho que estos relatos disfruten de un fuerte atractivo visual, que nos parezcan casi una especie de novela de aventuras por entregas donde cada país es un episodio diferente, donde el enemigo común, el antagonista que separa a las personas del bienestar y las sume en la miseria y la crispación es la codicia en sus formas más puras: la de dinero y la de poder. Nada ha cambiado en el fondo, entonces.
Uno a uno, caen una veintena de países en los que Aldekoa ha estado en ejercicio del periodismo. No faltan las clásicas situaciones de riesgo ni los encuentros con las corruptelas de alta y baja estofa. Tampoco los episodios de efecto conmovedor: el hambre, el sida, la crueldad extrema. Aldekoa actualiza el continente africano a fecha de hoy, el hoy de Boko Haram, Al Shabah y la primavera de Egipto, y viajamos desde nuestros relativamente cómodos asientos occidentales por esas carreteras llenas de agujeros, nos aventuramos por esos parajes y conocemos a un variopinto grupo de personas (que no personajes: todo es desgraciadamente cierto y real), casi siempre víctimas de situaciones en las que normalmente tienen poco que ver. No siempre: algún político y algún empresario se nos cuelan, pero Aldekoa logra situar los elementos necesarios para que tomemos, por nosotros mismos, plena conciencia del conjunto. Ameno, con un estilo refrescante, claro, sin recargo superfluo, aqui lo importante es que llegue el mensaje, que se transmita eso tan vilipendiado hoy en día que es la información.
Aldekoa suele dejar que el lector llegue a sus conclusiones, no se deja llevar por concesiones a la emotividad (salvo aislados momentos finales en alguno de los relatos), y consigue una colección brillante, dinámica y sin tacha, despojada de matices ideológicos que la sesguen, que puedan poner en duda la validez del testimonio. Su misión es esa, explicar lo que ve y lo que le pasa, ser fiel a la realidad sin necesidad de aderezarla. Le faltará a la realidad aderezo alguno. No hay corrupción, no hay crueldad, torturas, asesinatos gratuitos, civiles que sufren, injusticia.
Claro que la referencia citada es lógica, pero ya quisieran muchos ser comparados a tan alto nivel de forma merecida, y tener tanto tiempo y tan buen punto de partida como Océano África para depurar y consolidar un estilo propio. Como si muchos lo hicieran a la primera. Frente a la futilidad imperante (baste leer cierta prensa o ver ciertos canales de TV), un fascinante ejercicio de compromiso con la profesión y con esa esperpéntica sociedad global en la que quieren convencernos que estamos metidos. Desde las cloacas, con un laptop y dos cojones.
Aldekoa suele dejar que el lector llegue a sus conclusiones, no se deja llevar por concesiones a la emotividad (salvo aislados momentos finales en alguno de los relatos), y consigue una colección brillante, dinámica y sin tacha, despojada de matices ideológicos que la sesguen, que puedan poner en duda la validez del testimonio. Su misión es esa, explicar lo que ve y lo que le pasa, ser fiel a la realidad sin necesidad de aderezarla. Le faltará a la realidad aderezo alguno. No hay corrupción, no hay crueldad, torturas, asesinatos gratuitos, civiles que sufren, injusticia.
Claro que la referencia citada es lógica, pero ya quisieran muchos ser comparados a tan alto nivel de forma merecida, y tener tanto tiempo y tan buen punto de partida como Océano África para depurar y consolidar un estilo propio. Como si muchos lo hicieran a la primera. Frente a la futilidad imperante (baste leer cierta prensa o ver ciertos canales de TV), un fascinante ejercicio de compromiso con la profesión y con esa esperpéntica sociedad global en la que quieren convencernos que estamos metidos. Desde las cloacas, con un laptop y dos cojones.
jueves, 16 de julio de 2015
Colaboración: La guerra civil española de Hugh Thomas
Idioma original: inglés
Título original: The Spanish Civil War
Año de publicación: 1961
Valoración: Imprescindible
La guerra civil y sus antecedentes inmediatos, es decir, la época de la Segunda República, siempre me han parecido un tema sumamente atrayente. Fueron tiempos muy duros, convulsos, aunque también inigualablemente ricos desde el punto de vista de las ideas y de la cultura. Quizá el problema fue que España no estaba preparada para esa eclosión política, y la brutal irrupción del siglo XX en una sociedad empobrecida y arcaica fue demasiado para que el invento pudiera resistir.
La sublevación del 18 de julio provocó la liberación de fuerzas centrífugas que, desde los más extremos fanatismos, iban a llevar al país al desastre. Se inició así una carrera enloquecida, guiada por odios ancestrales, intereses de clase, elementos religiosos, rencillas personales y delirios políticos. Llegado el momento de tomar partido, el país entero se vio abocado a decidir en definitiva, entre matar y morir, a uno o a otro lado. Porque eso es, sin más tapujos, una guerra civil, algo que impregna a un país hasta sus propios cimientos.
Thomas relata el proceso con claridad y lógica expositiva, y por muy pegado al suelo, es decir, a los hechos, resulta incluso más asequible que por ejemplo los excelentes trabajos de Tuñón de Lara. Lo cual tiene un mérito sobresaliente, si se tiene en cuenta la enorme profusión de datos y detalles, muchos de los cuales descarga el autor con acierto en las numerosísimas notas al pie. Naturalmente, tratándose de una obra de investigación histórica, no es quién el que esto escribe para poner en duda su rigor, que doy por supuesto. Pero sí hay que destacar que el libro transmite la sensación de ser resultado de un muy profundo trabajo de documentación que, a base de citas y pormenores de todo género, impregna el relato de credibilidad.
Quizá parte de la frescura de la obra proviene de la distancia física del autor con los hechos analizados. Con frecuencia se hace patente que estamos leyendo el relato de un extranjero (y probablemente, escrito para extranjeros), desprovisto de apasionamiento y dominado por la curiosidad histórica y no por las ganas de saldar cuentas. Esta peculiar perspectiva facilita la objetividad y la comprensión de los hechos, más que su asunción emocional.
Por lo demás, se debe destacar su impecable organización sistemática, que permite recorrer sin confusión sus dos generosos tomos. Se agradece igualmente la visión panorámica del conflicto en todo el Estado, así como un enfoque exhaustivo e interesantísimo de su implicación internacional. El libro circuló clandestinamente en España durante la dictadura y tuvo una amplia repercusión durante la Transición, y sin lugar a dudas creo que merece ser calificado de imprescindible para hacernos una idea sólida y coherente sobre este terrible y a la vez apasionante trozo de nuestra historia reciente.
Título original: The Spanish Civil War
Año de publicación: 1961
Valoración: Imprescindible
La guerra civil y sus antecedentes inmediatos, es decir, la época de la Segunda República, siempre me han parecido un tema sumamente atrayente. Fueron tiempos muy duros, convulsos, aunque también inigualablemente ricos desde el punto de vista de las ideas y de la cultura. Quizá el problema fue que España no estaba preparada para esa eclosión política, y la brutal irrupción del siglo XX en una sociedad empobrecida y arcaica fue demasiado para que el invento pudiera resistir.
La sublevación del 18 de julio provocó la liberación de fuerzas centrífugas que, desde los más extremos fanatismos, iban a llevar al país al desastre. Se inició así una carrera enloquecida, guiada por odios ancestrales, intereses de clase, elementos religiosos, rencillas personales y delirios políticos. Llegado el momento de tomar partido, el país entero se vio abocado a decidir en definitiva, entre matar y morir, a uno o a otro lado. Porque eso es, sin más tapujos, una guerra civil, algo que impregna a un país hasta sus propios cimientos.
Thomas relata el proceso con claridad y lógica expositiva, y por muy pegado al suelo, es decir, a los hechos, resulta incluso más asequible que por ejemplo los excelentes trabajos de Tuñón de Lara. Lo cual tiene un mérito sobresaliente, si se tiene en cuenta la enorme profusión de datos y detalles, muchos de los cuales descarga el autor con acierto en las numerosísimas notas al pie. Naturalmente, tratándose de una obra de investigación histórica, no es quién el que esto escribe para poner en duda su rigor, que doy por supuesto. Pero sí hay que destacar que el libro transmite la sensación de ser resultado de un muy profundo trabajo de documentación que, a base de citas y pormenores de todo género, impregna el relato de credibilidad.
Quizá parte de la frescura de la obra proviene de la distancia física del autor con los hechos analizados. Con frecuencia se hace patente que estamos leyendo el relato de un extranjero (y probablemente, escrito para extranjeros), desprovisto de apasionamiento y dominado por la curiosidad histórica y no por las ganas de saldar cuentas. Esta peculiar perspectiva facilita la objetividad y la comprensión de los hechos, más que su asunción emocional.
Por lo demás, se debe destacar su impecable organización sistemática, que permite recorrer sin confusión sus dos generosos tomos. Se agradece igualmente la visión panorámica del conflicto en todo el Estado, así como un enfoque exhaustivo e interesantísimo de su implicación internacional. El libro circuló clandestinamente en España durante la dictadura y tuvo una amplia repercusión durante la Transición, y sin lugar a dudas creo que merece ser calificado de imprescindible para hacernos una idea sólida y coherente sobre este terrible y a la vez apasionante trozo de nuestra historia reciente.
Firmado: Carlos Andia
miércoles, 15 de julio de 2015
D. H. Lawrence: El zorro
Idioma original: inglés
Título original: The Fox
Año de publicación: 1922
Valoración: está bien
Quizás no esté de más iniciar esta reseña recordando, en estos tiempos de Je suis Charlie cuando Charlie no se mete conmigo, que D. H. Lawrence fue un escritor que sufrió la censura, la persecución y el escarnio públicos, tanto por sus posiciones políticas y personales (fue acusado de espionaje durante la Primera Guerra Mundial, primero por los alemanes y después por los británicos) como por su rompedora (en aquella altura) representación de la sexualidad, y en particular de la homosexualidad, en sus obras. No hace falta recordar el escándalo que provocó en Inglaterra la publicación de la versión no censurada de El amante de Lady Chatterley en 1960 (¡en 1960!), entre otras cosas por el uso reiterado de palabras como fuck y cunt. Si la editorial fue declarada inocente en ese juicio fue porque los defensores consiguieron demostrar que la obra tenía "mérito literario" suficiente para justificar sus infracciones al decoro.
El zorro, que es una novela corta bastante anterior al escándalo e incluso a la publicación original de Lady Chatterley, es de hecho mucho menos escandalosa, aunque también esá trazada alrededor de una tensión sentimental y sexual: la que se establece entre dos mujeres, Banford y March, y un hombre, el joven soldado Henry, en una apartada granja de Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial (una historia y unos personajes, al parecer, basados en la propia experiencia de Lawrence durante su "exilio" en Cornualles). La llegada del soldado amenaza con destruir el apacible y equilibrado mundo de las dos mujeres (no se nos dice que sean lesbianas, aunque se deja enrever) cuando decide casarse con una de ellas y llevársela a Canadá.
Esta es, sin duda, una novela escrita por un gran escritor, que maneja los tiempos y sabe crear y mantener la tensión con muy pocos elementos, y situarnos con un perfecto realismo en un contexto histórico determinado. Pero es también una novela basada en una simbología muy obvia y, la verdad, también bastante machista. En el primer capítulo se nos describe cómo el zorro acosa a las gallinas y las caza; se nos describe cómo March se queda embobada, hipnotizada por el zorro, incapaz de pegarle un tiro para librarse de él; en el capítulo siguiente se nos describe la llegada de Henry, y las comparaciones con el zorro son constantes, en la postura, en la mirada, en el efecto que causa en March. El mensaje parece ser: las mujeres, solas, son como gallinas, incapaces de protegerse o de valerse por sí mismas, y solo esperan que aparezca un hombre que las domine.
Hace poco reseñaba una novela corta de Henry James, y el tenerla fresca en la memoria me ha hecho comparar a ambos escritores. En Henry James todo es sutil, implícito, complejo, vago; Lawrence es directo, crudo, a veces incluso obvio y machacón, como con la comparación de Henry con el zorro. No creo que sea posible decir que uno es mejor escritor que el otro (tampoco he leído lo suficiente a Lawrence como para tener una opinión formada), sino que los dos encontraron caminos diferentes para hacer avanzar el género de la novela y de la novella. Por eso resulta especialmente triste que James apoyase el secuestro y destrucción de la novela El arco iris de Lawrence, acusada de inmoralidad y pornografía: los grandes autores no siempre son tan intachables como nos gustaría...
También de D.H. Lawrence en ULAD: El amante de Lady Chatterley
Título original: The Fox
Año de publicación: 1922
Valoración: está bien
Quizás no esté de más iniciar esta reseña recordando, en estos tiempos de Je suis Charlie cuando Charlie no se mete conmigo, que D. H. Lawrence fue un escritor que sufrió la censura, la persecución y el escarnio públicos, tanto por sus posiciones políticas y personales (fue acusado de espionaje durante la Primera Guerra Mundial, primero por los alemanes y después por los británicos) como por su rompedora (en aquella altura) representación de la sexualidad, y en particular de la homosexualidad, en sus obras. No hace falta recordar el escándalo que provocó en Inglaterra la publicación de la versión no censurada de El amante de Lady Chatterley en 1960 (¡en 1960!), entre otras cosas por el uso reiterado de palabras como fuck y cunt. Si la editorial fue declarada inocente en ese juicio fue porque los defensores consiguieron demostrar que la obra tenía "mérito literario" suficiente para justificar sus infracciones al decoro.
El zorro, que es una novela corta bastante anterior al escándalo e incluso a la publicación original de Lady Chatterley, es de hecho mucho menos escandalosa, aunque también esá trazada alrededor de una tensión sentimental y sexual: la que se establece entre dos mujeres, Banford y March, y un hombre, el joven soldado Henry, en una apartada granja de Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial (una historia y unos personajes, al parecer, basados en la propia experiencia de Lawrence durante su "exilio" en Cornualles). La llegada del soldado amenaza con destruir el apacible y equilibrado mundo de las dos mujeres (no se nos dice que sean lesbianas, aunque se deja enrever) cuando decide casarse con una de ellas y llevársela a Canadá.
Esta es, sin duda, una novela escrita por un gran escritor, que maneja los tiempos y sabe crear y mantener la tensión con muy pocos elementos, y situarnos con un perfecto realismo en un contexto histórico determinado. Pero es también una novela basada en una simbología muy obvia y, la verdad, también bastante machista. En el primer capítulo se nos describe cómo el zorro acosa a las gallinas y las caza; se nos describe cómo March se queda embobada, hipnotizada por el zorro, incapaz de pegarle un tiro para librarse de él; en el capítulo siguiente se nos describe la llegada de Henry, y las comparaciones con el zorro son constantes, en la postura, en la mirada, en el efecto que causa en March. El mensaje parece ser: las mujeres, solas, son como gallinas, incapaces de protegerse o de valerse por sí mismas, y solo esperan que aparezca un hombre que las domine.
Hace poco reseñaba una novela corta de Henry James, y el tenerla fresca en la memoria me ha hecho comparar a ambos escritores. En Henry James todo es sutil, implícito, complejo, vago; Lawrence es directo, crudo, a veces incluso obvio y machacón, como con la comparación de Henry con el zorro. No creo que sea posible decir que uno es mejor escritor que el otro (tampoco he leído lo suficiente a Lawrence como para tener una opinión formada), sino que los dos encontraron caminos diferentes para hacer avanzar el género de la novela y de la novella. Por eso resulta especialmente triste que James apoyase el secuestro y destrucción de la novela El arco iris de Lawrence, acusada de inmoralidad y pornografía: los grandes autores no siempre son tan intachables como nos gustaría...
También de D.H. Lawrence en ULAD: El amante de Lady Chatterley
martes, 14 de julio de 2015
Lindsay Faye: La rosa negra de Gotham
Idioma original: inglés
Título original: Seven for a Secret
Año de publicación: 2013
Traducción: Vicente Campos González
Valoración: entre recomendable y está bien
Título original: Seven for a Secret
Año de publicación: 2013
Traducción: Vicente Campos González
Valoración: entre recomendable y está bien
Estoy seguro que a mucha gente le sonará esto de "Gotham" -y no sólo a los lectores de cómics- como la ciudad donde se desarrollan las aventuras de Batman, Gotham City (Ciudad Gótica en muchos países de habla hispana). Los más avisados sabrán que lo de Gotham viene de un sobrenombre que se le daba a la ciudad de Nueva York. Y quien posea una vasta cultura, o haya consultado -como ha hecho un servidor- ese pozo de infinita sabiduría que es la Wikipedia, sabrá además que ese sobrenombre se lo puso el escritor Washington Irving, debido a que la actitud y el comportamiento de los neoyorquinos de hace 200 años le recordaban a los del pueblo de Gotham, en Nottinghamshire, cuyos habitantes renunciaron, en tiempos del rey Juan, a que su pueblo se convirtiera en capital de Inglaterra, pasando a ser considerados desde entonces el paradigma de la locura y la estupidez.
En una Nueva York parecida a la que era objeto de la sátira de Irving -apenas 40 años después- se desarrolla esta novela, en el momento en que acababa de ser constituido su cuerpo de policía: una organización legendaria que luego ha sido protagonista de miles de páginas y aún más horas de cine y televisión, y que al menos desde el 11-S del 2001 goza -tengo entendido- del beneplácito y admiración de la ciudadanía neoyorquina, pero cuyos agentes, los "estrellas de cobre", en aquel lejano 1846 eran vistos con desconfianza, cuando no con abierto desagrado. Uno de estos nuevos agentes de la ley es el protagonista de esta novela (y de otras escritas por Lindsay Faye: La rosa negra de Gotham es la segunda de la serie), Tim Wilde, un ex-barman sin formación policial, pero con unas dotes de observación y una inteligencia que le permiten destacar de sus compañeros y ser liberado de patrullar las calles, para dedicarse sólo al trabajo detectivesco.
En este caso, Wilde se debe enfrentar a una banda de esclavistas que operan en Nueva York. Como es sabido, en los estados al norte de la línea Mason-Dixon no existía la esclavitud, pero los esclavos fugados sí podían ser capturados para ser devueltos a sus dueños (el derecho a la propiedad era sagrado, como se ve...). de ahí que los fugados trataran de huir a Canadá, ayudados por los abolicionistas (como hizo, y es algo que le honra aún más, Henry Thoreau). Pero esos "recuperadores de esclavos" aprovechaban también para secuestrar a ciudadanos negros libres y venderlos luego en el Sur -recordemos la película Doce años de esclavitud-; ésta es la gentuza a la que se enfrenta Tim Wilde, con la ayuda de su compañero Jakob Piest y su carismático -y drogadicto- hermano Val.
En fin, no cuento más para no destriparle el argumento del libro a nadie. Decir únicamente que se trata de una novela escrita con solvencia, de lectura ágil y con una ambientación histórica expresiva y detallada. Quizás sea éste el único "defecto" de la novela (que comparten, creo yo, muchas novelas históricas): que los autores se sienten obligados a explicar muchos puntos que supuestamente la mayoría de los lectores no entenderán, con la consiguiente ralentización del curso de la narración. Hay que decir que Lindsay Faye lo hace con bastante habilidad, aunque también con frecuencia. Sobre todo, destaca de esta novela el uso -y la consiguiente aclaración- de la terminología flash, una especie de lunfardo o lengua de germanías que se usaba en las calles neoyorquinas de la primera mitad del s. XIX. ¿Que ustedes nunca han oído hablar de ella? No hay problema, O.K. Oll Korrect, como se diría en flash...
En este caso, Wilde se debe enfrentar a una banda de esclavistas que operan en Nueva York. Como es sabido, en los estados al norte de la línea Mason-Dixon no existía la esclavitud, pero los esclavos fugados sí podían ser capturados para ser devueltos a sus dueños (el derecho a la propiedad era sagrado, como se ve...). de ahí que los fugados trataran de huir a Canadá, ayudados por los abolicionistas (como hizo, y es algo que le honra aún más, Henry Thoreau). Pero esos "recuperadores de esclavos" aprovechaban también para secuestrar a ciudadanos negros libres y venderlos luego en el Sur -recordemos la película Doce años de esclavitud-; ésta es la gentuza a la que se enfrenta Tim Wilde, con la ayuda de su compañero Jakob Piest y su carismático -y drogadicto- hermano Val.
En fin, no cuento más para no destriparle el argumento del libro a nadie. Decir únicamente que se trata de una novela escrita con solvencia, de lectura ágil y con una ambientación histórica expresiva y detallada. Quizás sea éste el único "defecto" de la novela (que comparten, creo yo, muchas novelas históricas): que los autores se sienten obligados a explicar muchos puntos que supuestamente la mayoría de los lectores no entenderán, con la consiguiente ralentización del curso de la narración. Hay que decir que Lindsay Faye lo hace con bastante habilidad, aunque también con frecuencia. Sobre todo, destaca de esta novela el uso -y la consiguiente aclaración- de la terminología flash, una especie de lunfardo o lengua de germanías que se usaba en las calles neoyorquinas de la primera mitad del s. XIX. ¿Que ustedes nunca han oído hablar de ella? No hay problema, O.K. Oll Korrect, como se diría en flash...
lunes, 13 de julio de 2015
John Lydon: La ira es energía
Idioma original: inglés
Título original: Anger is an energy
Traducción: Emilia García-Romeu y Jaime Blasco
Año de publicación: 2015
Valoración: muy recomendable (imprescindible para los interesados en los movimientos musicales)
Pues miren, alguno decía hace unos días por aquí que había que tomarse las cosas con cierto sentido del humor. Sigamos, pues. John Lydon no va a protagonizar una carrera literaria. Dudo que publique nada más en su vida, no al menos en tapa dura y en bonito formato. A lo mejor, quién sabe, un artículo en alguna revista.
Pero paremos. John Lydon fue antes Johnny Rotten y Johnny vociferaba al frente de los Sex Pistols. Bueno, lo digo porque ser el vocalista o el cantante no queda muy adecuado, para la banda por antonomasia del punk, para el grupo que, allá por el 77, revolucionó las cosas tanto que, en fin, se haría muy larga una relación de todas las cosas que no existirían sin el punk (no todas buenas, por eso). Cosa que abarcaría desde las falditas cortas de tweet aplicadas a la moda del día a día, hasta a los jeans rotos, hasta a esa cancioncilla que sirve de banda sonora a alguna campaña publicitaria de alguna solemne entidad financiera. Pero el punk no fue solo una primera línea de alcance en lo estético; fue la ruptura con el amuermamiento del post-hippismo y fue la eclosión del espíritu do-it-yourself, y Lydon fue punk hasta en decidir dejar de ser punk como hasta entonces había sido. Lo dice en un pie de foto, fino él: "mandé a la mierda la pinta punk cuando se convirtió en estereotipo". Y ese espíritu persiste, adocenado porque no hay forma de evitar que las cosas se etiqueten y se vendan, pero persiste prácticamente tras cualquiera que decida lanzarse en proyectos descabellados a contracorriente.
Desde luego más de 600 páginas incluyendo abundante material gráfico no es lo que uno se espera del líder de un grupo que emitía píldoras de pop acelerado de apenas tres minutos. Más que obvia la sensación de morbo: respecto al siempre nebuloso final de Sid Vicious, respecto a cómo se madura siendo el paradigma de la rebeldía post-adolescente. Sorprendente es que al frente de un movimiento marcado por lo espartano, lo simple, lo inmediato, esté una persona que confiese leer a Tolstoi a los once años, que hable de una juventud bajo el influjo de lecturas. Porque a pesar de la advertencia previa refiriéndose a un estilo literario, digamos, francamente despojado de cortapisas, nos encontramos que esas lecturas han calado.
John Lydon escribe de forma directa, franca, desinhibida, y esas cualidades llegan al lector. Incluyendo aquellos que no sepan quién es ni comulguen con sus planteamientos estéticos y artísticos. Innegable mérito, pues, que Lydon franquee (de una patada sutil pero certera) las restricciones de la obra para fans (de hecho, a nivel particular siempre me gustaron más los Clash o, sacrilegio, los Jam, que de hecho poco tenían que ver con el punk) y convierta La ira es energía en un perfecto testimonio de recorrido vital. La elección del momento de levantar acta no sé a qué obedece: Lydon aún no ha cumplido los 60 y está en aparente buena forma. No tiene nuevos proyectos y está alejado de la primera línea del mundillo. Pero, sea cual sea el pretexto, bienvenido: La ira es energía es una lectura interesante, divertida, disfrutable y, sobre todo, nada, nada cargada de pretensiones. Ni estéticas ni morales. Lydon es capaz de hacerse con la complicidad del lector y mostrar un curioso cóctel de actitud rebelde e indolente con reflexiones maduras y de un sentido común envidiable. Lydon convence a la vez de la inutilidad de la existencia de un pedigrí punk como de que, de existir, él lo ostentaría con todo merecimiento. Sus experiencias personales, su motivación por transmitir su mensaje a través de la música, muestran un personaje muy por encima de los estereotipos asociados al movimiento que abanderó: muestran a un tipo respetable y coherente, alejado por igual de divismo que de falsa modestia, y cualquiera que lo considere un excéntrico debería pensar en cuál fue el último movimiento musical capaz de irritar a los políticos, capaz de salir en las noticias por su influencia social. No doy más pistas.
Lydon hablando de la génesis de sus proyectos, de sus peleas constantes con la industria, de sus frecuentes problemas con la justicia, de su vida personal, de sus tensas relaciones con los músicos que no compartían su postura de compromiso. ¿Qué esperar de una autobiografía? Observen la mirada ligeramente estrábica, desafiante, que lanza desde la portada. Nada que ver con alguien con tendencias autodestructivas, y quien dijo "No future" no puede lanzar un mensaje más vitalista.
Habrá quien piense que quiere exprimir el limón y habrá quien opine que esa es su versión, que habría que ver qué dicen algunos de todos aquellos (con su manager, Malcolm McLaren al frente) que se llevan sus diatribas. Pero la sensación tras leer este libro es clara y transparente: un pirado la mar de consecuente que se ha empeñado en esquivar el destino trágico que todos le habrían predicho. Y al que muchos echaríamos de menos.
domingo, 12 de julio de 2015
Ana María Matute: Los niños tontos
Año de publicación:
1956
Valoración: Muy recomendable
Valoración: Muy recomendable
Despista
un poco manejar una edición reciente de este título. ¿Un volumen de relatos con
formato infantil? ¿Cuentos para adultos cuyos protagonistas son niños? ¿Portadas
que indican un concepto y su contrario? En realidad, es prosa poética en estado
puro. No existe acción ni progresión de la trama: se trata de escenas
estáticas, meros cuadros que muestran trozos de una realidad repulsiva o grotesca
mediante un lenguaje y una cadencia bellísimos. Por eso, más que un conjunto de
micro relatos, lo considero un poemario muy particular, repleto de simbolismo e
imágenes sugerentes, aunque no exento de crudeza avivada por la identidad de
sus protagonistas.
La niña
Ana María lo miraba todo con extrañeza, no sabía si ella era la rara o lo eran
los otros. Perseguida por preguntas para
las que no encontraba respuesta e inquieta por su diferencia con el resto tuvo
que buscar un escondite y refugiarse en él de por vida. El lugar que encontró
es la escritura, naturalmente, y el tamiz que filtra y transforma todo nació en
su etapa infantil e indica el proceso que la condujo hasta ella misma.
Puede que
la combinación de opuestos sea el recurso fundamental de esta obra. Simplicidad
de lenguaje y concepto reflejan el claroscuro de un mundo siniestro contemplado
con los ojos de la infancia, los pensamientos más inocentes se ahogan en esa
brutalidad ambiental. No son tontos los niños sino absurdo su entorno, pues cualquier
lógica no contaminada, al estrellarse contra la evidencia, precisa de interpretaciones
enrevesadas que la orienten.
No sé
quién es más tonto, si el niño que cree poder ser amigo del demonio o los
adultos que le inculcan esas ideas. Y ¿qué decir del que se para ante un
escaparate repleto de dulces que nadie consume mientras él los contempla
hambriento a través del cristal? ¿o ese hijo jorobado de un cómico de quien su
padre se avergüenza y mantiene escondido? La faceta más onírica de la autora aparece
también de vez en cuando. Hay un niño que es diferente a todos porque es una
imagen de escayola; otro que se interna en el mar para rodearse de belleza por
primera vez en su vida; o el mudo, ignorado entre tantos hermanos, que se puede
confundir con un muñeco, o serlo incluso, pues en esas condiciones casi da lo
mismo.
Hay
algunos especialmente dolorosos, como el de la niña que no estaba en ninguna
parte porque hacía mucho que había dejado de serlo. O ese hijo de cazador, cuyo
destino terrible se manifiesta con un siniestro encanto:
“El niño cazó todas las estrellas de la noche, las alondras blancas, las liebres azules, las palomas verdes, las hojas doradas y el viento puntiagudo. Cazó el miedo, el frío y la oscuridad. Cuando le bajaron en la aurora, la madre vio que al rocío de la madrugada vuelto rojo como vino, salpicaba las rodillas blancas del tonto niño cazador.”
De la misma autora: Fiesta al Noroeste, Olvidado rey Gudú, Primera memoria, La torre vigía, Olvidado rey Gudú (contrarreseña)
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