Título original: Nanshoku Ōkagami (男色大鏡 )
Traducción: Carlos Rubio
Año de publicación: 1687
Valoración: muy interesante
Título original: Nanshoku Ōkagami (男色大鏡 )
Traducción: Carlos Rubio
Año de publicación: 1687
Valoración: muy interesante
Idioma original: catalán
Año de publicación: 2024
Valoración: muy recomendableAño de publicación: 2024.
Valoración: Muy recomendable.
Me encontré con Lorenzo Caudevilla durante el BBK-Legends de 2023. Le conocía por el cómic que había dibujado durante el confinamiento y me habló de un proyecto que tenía entre manos. «Apenas puedo contar nada», dijo, «pero estoy dibujando textos de Juan Carlos Ortega. ¡La hostia!». Unos meses después recibí un email suyo: «Hola, tío. Necesito que escribas el sermón de un funeral». Me dio un par de pautas para el panegírico y santaspascuas.
Así de poca cosa fue mi aportación.
La semana pasada leí “Una obra maestra”, el cómic del que hablamos. En sus páginas, Lorenzo Caudevilla pone el foco en Jacinto, un escritor narcisista, misántropo y malhumorado, un antihéroe solitario y empobrecido que, sin embargo, alberga el sueño de escribir una obra maestra. Una obra que le sobreviva y dé testimonio de su nombre, sólo una.
La escritura como proyecto de inmortalidad.
El problema es que Jacinto, ¡ay!, no tiene talento y paga su frustración con el mundo. Pero esto que podría devenir en un viaje a la locura —como en la película del “Joker”— en “Una obra maestra” deriva en una divertidísima sátira que no deja títere con cabeza. Con puntería y mala baba, Lorenzo dispara dardos envenenados hacia la egolatría de los escritores, hacia la autoedición, hacia una industria editorial prisionera del marketing y hacia la irrupción de la inteligencia artificial en el mundo de la narrativa.
Un ejercicio metaliterario alumbrado desde el humor.
Diría que incluso desde el cariño.
Todo esto, además, acompañado con un apartado gráfico descomunal. Apabullante. De manera orbicular (op cit), una auténtica obra maestra. La destreza gráfica de Lorenzo Caudevilla abarca cantidad de estilos e incluye desde el trazo belga hasta suntuosas splash-page. ¡Y qué uso del color! No exagero si aseguro que muchas viñetas te llenan los ojos convirtiendo la gama cromática en un personaje más. También propone este cómic un reto adicional para el lector, ya que el autor desperdiga por doquier guiños a obras literarias, cuadros o películas, en una suerte de juego de pistas o agudeza visual. La solución al crucigrama, como siempre, al final, donde también encontraremos una banda sonora para acompañar las andanzas del queridísimo Jacinto.
Porque, a pesar de sus numerosos defectos, nos resulta imposible odiar a Jacinto. Quien más quien menos ha fantaseado en cierta medida con ser escritor de éxito y componer páginas inatacables, utilizando la literatura a modo de un cincel que dé forma a su dolor. Jacinto es un espejo deformante que señala nuestra ridiculez, nuestro empequeñecimiento, nuestra absoluta insignificancia bajo el líquido amniótico de este mundo hecho de apariencias. Si nos divierte su tozudez, su vanidad o su proverbial pereza, es porque es la nuestra.
Jacinto somos todos, sí, enfadándonos por naderías, despotricando de forma pueril en redes y finalmente alzándonos sobre los escombros humeantes del fracaso. Decid la verdad, ¿acaso no buscamos igual que él esa piedra filosofal que nos eleve, nos signifique y nos señale como personas especiales, no transitorias, eternas?
Jacinto escribió como si no supiera que el mundo estaba mal hecho y así hay que vivir.
Desde el arte.
Desde un envanecimiento esperanzado.
Desde las alturas —qué caray— de creer ser mejores de lo que realmente somos.
Firmado: David Villar
Título original: The King in Yellow; The Mistery of Choice; The Maker of Moons
Año de publicación: los relatos originales, entre 1895 (The King in Yellow) y 1897. 2014, en el caso de esta recopilación.
Traducción: Marta Lila Murillo
Valoración: Está bastante bien. Recomendable para interesados
Es posible e incluso probable que más de uno y una de nuestros lectores haya leído u oído alguna vez términos como "El Rey de amarillo", "Hastur", "Carcosa" o "el lago de Hali"... Sin duda, le sonará a los admiradores/as de la obra de Lovecraft pero también a quienes hayan disfrutado (es un decir) de cierta serie policíaca que se desarrollaba, en su primera y mejor temporada, en los pantanos de Luisiana... Porque lo cierto es que todos estos nombres y la mitología que los acompaña han tenido más predicamento debido a las obras que han influenciado que a la propia obra original de Robert W. Chambers (y eso, sin olvidar que la creación de la ciudad de Carcosa o del lago de Hali se debe, anteriormente, a la pluma de Ambrose Bierce); de hecho, el Rey de amarillo se ha convertido en una referencia habitual en la literatura de horror y su estela sigue viva hasta ahora mismo (muy recientemente, por ejemplo, se ha publicado en España una recopilación, La maldición del Rey de amarillo, de apariciones de esta figura a lo largo del tiempo).
En el caso del volumen que nos ocupa hoy, publicado por la editorial Valdemar, se trata de una Antología de los relatos originales de El rey de amarillo, junto con el añadido de los que aparecieron en otras recopilaciones: The Mistery of Choice y The Maker of Moons, en donde no se menciona a tan ominoso personaje... Aunque digo personaje y eso no es del todo exacto, puesto que se trata de un libro en el que está publicada una obra de teatro de ese título y que conlleva la maldición de volver loco a aquel quien la lee (¿A alguien le suena algo parecido? ¿Nada, lovecraftianos del mundo?). Aunque, a pesar de este componente, digamos sobrenatural -y otros-, en realidad, los relatos que aparecen en este libro pueden adscribirse tanto al género fantástico, más o menos terrorífico, como al thriller o al noir... O incluso a una suerte de retrofuturismo involuntario; es lo que ocurre, sin ir más lejos, con el primero de ellos, El reparador de reputaciones, ambientado en un Nueva York 30 años posterior al momento de su publicación...
El peligroso libro y la mención a agunos de sus personajes, etc. hace su aparición en varios de los relatos que, por lo demás, no tienen relación entre sí , aunque tosdos, incluso aquellos en los que no aparece El rey de amarillo, detentan un innegable aire común, una pertenencia al mismo universo narrativo, por más que no se explicite. Así, un tono igualmente ominoso /macabro tienenlas narraciones siguientes: La máscara -ésta me ha recordado, en cierta manera, a Poe, aunque quizá sea tan sólo una impresión mía-, En el pasaje del dragón y El signo amarillo, mientras que La demoiselle d'Ys entraría, más bien, en los géneros romántico y fantástico -viaje en el tiempo incluído-, mientras que El creador de lunas nos presenta más bien lo que parece un thriller policíaco, aunque prcursor claro de la ficción pulp. Algo parecido ocurre con el último de los cuentos, La llave del dolor, aunque aquí el género que le sirve de base es el de aventuras. Una velada placentera, por su parte, podría considerarse como una peculiar historia de fantasmas, también ambientada en una Nueva York futura (es decir, para nosotros, pasada). Por último, hay un par de cuentos de tono y ambientación diferente, aún sin perder el tono macabro y sobrenatural, pues se desarrollan en un pueblecito de Bretaña (región apreciada por Chambers, que vivió varios años en Francia) en donde reside el pintor inglés Dick Darnel, que hace las vecez de "detective" en distintos asuntos; en el primero, que se nos narra en El emperador púrpura, sasistimos a una curiosa rivalidad entre coleecionistas de mariposas. El segundo de ellos, El sacerdote negro presenta un corte corte más fantástico. Ambos cuentos son, a mi parecer, de lo mejor deleste volumen, sin desmerecer a algún otro, como Una velada placentera.
En todo caso, nos hallamos ante un escritor y unos cuentos que son una ineludible referencia dentro del género de horror, sobre todo por su influencia posterior. Tal vez no acaben de pillarles el tranquillo los lectores más generalistas (por decirlo de alguna manera), pero, sin duda, interesarán e incluso deleitarán a los amantes del género, aunque sólo sea por conocer de dónde viene la ominosa figura del Rey de amarillo.
Título original: Madame Edwarda
Traducción: Salvador Elizondo
Año de publicación: 1937
Valoración: Rarito, curioso
Mira que en general me gustan los libros raros, me atraen, y en este blog hay algunos ejemplos, cosas que se han escrito para romper moldes, buscar caminos sin explorar. Pues puedo afirmar que este Madame Edwarda podría entrar en el top 10 de los textos más extraños que he leído nunca.
Es raro mi ejemplar, el libro físico, comprado a un vendedor de viejo (aclaro que no es el de la imagen). Edición mexicana de 1977, tiene setenta y una páginas, de las que treinta y siete las ocupan un prólogo de Salvador Elizondo, siempre metido en estas movidas, y un prefacio del propio Bataille dirigido a Pierre Angélique, el seudónimo que utilizó para esquivar la polémica en las primeras ediciones. Es decir, quedan para el relato apenas treinta y cuatro páginas, ninguna de las cuales llegará a quedar ocupada siquiera en su mitad. Por si fuera poco, cuenta mi pequeño volumen con un exlibris del puño y letra del pintor Vicente Roscubas, aunque le faltan, ya sería la leche, los varios grabados que nada menos que René Magritte elaboró para este texto.
Extraño es también el autor, Georges Bataille, de cuya filosofía dice Elizondo que es imposible una exposición razonada, lo cual es algo tranquilizador, aunque se esfuerza el escritor mexicano en aportar algunas ideas. Bataille es uno de esos tipos de principios del siglo XX que tocaba los asuntos más sensibles, o mejor, los destripaba sin cortarse ni un poco: el misticismo, el sexo y la muerte iban en el mismo lote, y hasta parece que quiso fundar una especie de secta en la que se pretendían ofrecer sacrificios humanos. La verdad es que estos tres campos, aunque en una medida algo más civilizada, también los vemos relacionados en algunos otros autores, desde el marqués de Sade hasta gente mucho más moderna pero, visto el panorama, tampoco creo que sea cuestión de intentar profundizar más por ese camino.
Con estos antecedentes, el texto en sí de Madame Edwarda tampoco le va a la zaga en materia de rareza. Con esas treintaypocas páginas mediadas podríamos hablar de un relato corto, pero es más bien un esbozo, que el mismo narrador duda de si tendrá continuidad. La madame que aporta el título regenta un prostíbulo y el narrador es su cliente, que le elige entre la oferta disponible. El tipo parece en principio algo descolocado aunque es evidente que visita con frecuencia locales parecidos. Tras alguna escena de sexo explícito más bien turbio, identifica a Edwarda con Dios, no se sabe si movido por el éxtasis o por algún tipo de mortificación, pero en todo caso parece que bastante en línea con algunas de las ideas erótico-místicas que profesa el autor.
Si me extiendo un poco más acabaría reproduciendo el contenido completo, porque tampoco hay mucho más, aparte de una escena final algo más larga y también de alto voltaje sobre la que, si no tenemos nada mejor que hacer, se podría elucubrar un rato. Naturalmente, no es una narración normal, sino una sucesión de flashes, alguno de los cuales, no muchos, pueden sonarnos a surrealismo, ideas a medio formular sobre el placer y el dolor, e imágenes a veces sugerentes, a veces brutales, en las que la temperatura se mantiene siempre en el nivel de ebullición.
No sé si esto es un juego o la representación plástica de la peculiar filosofía del señor Bataille, y tengo la duda, que espero que Oriol me pueda aclarar, de si esto puede considerarse bizarro en sentido literario. Es extraño, es diferente, puede hacer reír o dar cierto repelús, son unos minutos de inmersión en el mundo de este autor, que perfectamente se puede calificar de sórdido, pero al que también se le pueden encontrar algunas lecturas más. Pero ojo, veamos la advertencia inicial, algo que podría ser una poesía, una amenaza o una broma:
‘Si tienes miedo de todo, lee este libro, pero, antes que nada, escúchame: si ríes, es que tienes miedo. Te parece que un libro es una cosa inerte. Es posible. ¿Y sin embargo, como suele suceder, tú no sabes leer? ¿Deberías temer…? ¿Estás solo? ¿tienes frío? ¿sabes hasta qué punto el hombre es ‘tu mismo’? ¿imbécil? ¿y desnudo?'
Título original: The Emotional Life of Populism
Título original: Slade House
Año de publicación: 2015
Traducción: Laura Salas Rodríguez
Valoración: está bien
Clasicazo de la narrativa de terror es el recurso de las casa encantadas, de las que podemos encontrar para todos los gustos, desde la de la clásica y consabida La maldición de Hill House, hasta ejemplos más recientes, como la que aparece en Carcoma o, rizando el rizo irónico, la de Cómo vender una casa encantada de Grady Hendrix. En La casa del callejón encontramos también una, Slade House, situada, qué sorpresa, en el escurridizo Slade Alley, un callejón en los suburbios de Londres o alguna localidad cercana. Una casa encantada habitada por ¿fantasmas? ¿Vampiros? ¿Brujos? Bueno, pues digamos que todo eso a la vez y ninguna de esas cosas... De hecho, ni siquiera podemos afirmar que Slade House sea una casa encantada sensu stricto, sino más bien se trataría de una ¿casa?¿Espacio? ¿Ente? que ofece a quien se qaventura tras sus muros aquello que más está ansiando, ya sea un niño algo rarito y solitario, un policía tirando a viva la Virgen, una joven acomplejada por su peso u otra que busca a su hermana desaparecida. Todos, y algún personaje más, enredados en una trama enrevesada y que se dilata alo largo de diferentes momentos en el tiempo, que ocupan a su vez diferrentes capítulos.
Novela, pues, con un gran componente fantástico, quizás más que de terror puro y duro, aunque sí que nos puede proporcionar algún que otro momento bastante inquietante. La explicación final sobre lo que sustenta toda la trama me resulta, sin embargo, demasiado prolija y, por tanto, poco satisfactoria, pues siempre he considerado que en este género es conveniente mantener el misterio en todo aquello que se pueda y dejar cierto margen para la sugestión y la imaginación del lector. Cierto es que esta novela corta está, al parecer, emparentada con otra bastante más extensa del mismo autor, Relojes de hueso y tal vez (pues no la he leído) haya querido hacer aquí un epílogo para la misma-o de ambas-; en todo caso, lo mismo que hay detalles muy interesantes y sugerentes, creo que hay otros elementos que juegan en contra del efecto que se pretende conseguir. Por ejemplo, la dinámica entre cierta pareja de gemelos, que recuerdan al Team Rocket de los dibujos de los Pokémon...
En resumen y conclusión: estamos ante una novela fantástica o de terror "suave" que, por las características de su trama y estilo -más que correcto, pero sin muchas complicaciones- creo que puede ser sobre todo del agrado de los lectores más juveniles (esos que ahora llaman "jóvenes adultos") o de cualquiera que guste de pasar un rato entretenido y algo asustado, pero no mucho. Adictos a las emociones más fuertes, mejor abstenerse.
Otros títulos de David Mitchell reseñados en Un Libro Al Día: Black Swam Green, Escritos fantasma, El atlas de las nubes
Título original: Hebi ni piasu (蛇にピアス)
Traducción: Makiko Tsujimoto
Año de publicación: 2004
Valoración: está bien
Hitomi Kanehara es una escritora un tanto particular en la escena literaria japonesa, incluso para la imagen de los japoneses en general. Emergiendo en la escena literaria a mediados de la década de 2000, Kanehara ganó reconocimiento rápidamente con su novela debut "Hebi ni Piasu", la cual explora temas de alienación e identidad dentro de la subcultura juvenil a través de personajes que desafían (o que se mantienen al margen de) las normas sociales mediante modificaciones corporales extremas, como la lengua bífida, que alude el título.
Liu, una joven que huye de casa, inicia una relación con Ama: un marginado, tatuado y perforado, cuyo mayor atractivo para Liu es su lengua bífida; y con Shiba, el tatuador, casi un gurú para Ama y Liu. Fascinada por este nuevo mundo, Liu se deja arrastrar a situaciones límite, incluyendo modificaciones corporales, drogas y sadomasoquismo.
Kanehara incorpora de manera íntima elementos de la cultura underground, reflejando sus propias experiencias de juventud, incluyendo problemas de autoestima y depresión, así como incursiones en el submundo de las perforaciones y modificaciones corporales (estamos hablando de hace 20 años, dentro de una cultura sumamente conservadora). Si buscan fotos de ella en internet, pareciera más una gyaru que una escritora ganadora del Akutagawa. Y no digo esto para reforzar el prejuicio, sino para poner un ejemplo de las razones que la hicieron controversial en su momento. Hoy en día ya es una autora muy reconocida, con su libro incluso adaptado a una película que pueden ver en Netflix (aunque no está muy buena). Estas vivencias personales no solo enriquecen sus historias con autenticidad, sino que también sirven como motor para la búsqueda de autoexpresión y pertenencia en un entorno que a menudo margina lo diferente.
Del lado negativo, hay situaciones que me parecieron un poco inverosímiles y que solo están ahí por el shock value. Además, el principal atributo de Ama es su lengua bífida; fuera de eso, me parece un sujeto equis. No hay una filosofía coherente sobre lo que hace, para eso está el otro personaje, Shiba, el cual pretende dar profundidad a su estilo de vida, lo cual no se cumple del todo. Entiendo que está el elemento de que mucho de su actuar no tiene más objetivo que ir en contra de algo. Sin embargo, algunas situaciones me parecen, simplemente, absurdas.
Por cierto, muchas de las situaciones que ocurren en el libro son supuestamente autobiográficas, incluyendo la parte donde la chica huye de casa. Indagando un poco más, nos enteramos de que el padre de Kanehara era profesor de literatura y continuó apoyando a su hija (y me imagino, dándole para la renta), corrigió el manuscrito, y fue parte importante para que ganara el premio Akutagawa. No quiero restarle su mérito cómo escritora, pero su imagen de marginada puede que sea un poco exagerada.
Dice la faja de Hermana que la obra obtuvo el Premio de Literatura Juvenil de Alemania 2007. No os dejéis engañar: Hermana es un texto perfectamente disfrutable, también, para un público "adulto".
Sea como fuere, estamos ante una nouvelle o relato "largo" de unas 45 páginas (que se lee de una sentada, vaya) que plantea una historia de iniciación en la que miedos adultos y ansias de libertad infantiles se sitúan frente a frente.
Un comienzo melancólico / poético da paso una narración atolondrada y plagada de reiteraciones, producto del uso por parte del autor del estilo libre indirecto.
Creo que ese es uno de los principales aciertos de Fosse. Porque cuando el protagonista es un niño de 4 años tienes dos opciones:
Idioma original: castellano
Año de publicación: 1978
Valoración: Está bien
Llegué a Jesús Fernández Santos, igual alguien lo recuerda, a través del Libro de las memorias de las cosas, novela publicada en 1971 en torno a las comunidades protestantes en España. Un tiempo después me decido por Extramuros, por lo visto su obra más celebrada, y llevada al cine al parecer también con bastante éxito. Porque hay que decir que Fernández Santos es también un hombre del cine, que dirigió documentales y escribió varios guiones, entre ellos precisamente el de Extramuros. Por aclararlo mejor, el texto fue inicialmente un guion para el cine, que posteriormente el autor reconvirtió en la novela que tenemos aquí, lo cual es un itinerario no demasiado frecuente, al menos en España, y puede tener su importancia al valorarlo como obra narrativa.
El argumento se desarrolla en un convento de clausura en una época indeterminada que, no sé por qué, veo que algunos sitúan en el reinado de Felipe II. Una devastadora sequía y algo que entendemos como una epidemia provocan el abandono de los campos y los pueblos, de forma que el convento, que vive sobre todo de la caridad, va quedando aislado y en situación cada vez más desesperada. Una de las monjas ideará un truco para llamar la atención de posibles benefactores, y esto desencadena los problemas que ocupan la mayor parte de la narración. Aunque el escenario tampoco es insólito, la idea se puede considerar original y se abre a múltiples desarrollos.
Si esto fuese específicamente una novela perfectamente podría haber avanzado por una trama intimista, como en buena parte ocurre con la que citaba antes del mismo autor, centrándose en cuestiones de conciencia, en la culpa o en la disposición de los fieles a creer en la milagrería. Pero, claro, recordemos que esto era un guion cinematográfico, y para no aburrir al espectador seguramente era necesario añadirle algunas especias que le dieran color y picante. Encontramos entonces una priora (¿o es abadesa?) vieja, taimada y envidiosa, monjas banderizas que disputan sin miramientos, la novicia seducida por un monje rijoso, o el duque protector que coloca a una hija díscola para alejarla de las tentaciones o quién sabe si para algo más. Y, sobre todo, una relación lésbica en el interior de la clausura.
Recordemos que estamos en 1978, y esto de enredar a curas y monjas en asuntos eróticos era algo realmente atrevido y que vendía mucho, que también hay que considerarlo. Lo cierto es que Fernández Santos, aunque lanza desde muy pronto señales de esta escandalosa relación, lo hace, al menos en la novela, con mucho tiento, dejándolo claro pero sin resultar demasiado evidente. Siendo generosos hasta podríamos pensar si esa capa del relato se podría interpretar como una especie de amor místico, una atracción hasta cierto punto íntima e inocente o, visto de otro modo, situada en una zona de indefinición donde se sugiere más que se explicita.
Pero aquí lo que nos importa es el libro, y el problema es que tanto esa relación amorosa como el resto de elementos que irrumpen en la trama principal no aportan nada o casi nada, parecen adornos para animar la narración, fuegos de artificio para no centrarse en un relato que pudiera resultar pesado y poco vistoso en una pantalla. De manera que perfectamente podríamos prescindir de ellos, e igualmente de unos cuantos personajes que parecen poco trabajados y hasta con rasgos caricaturescos. Solo la narradora aporta algo de profundidad, siempre insegura, oscilando entre sus convicciones y la incertidumbre ante el desenlace final del engaño. Y, por decirlo todo, el personaje de la monja conspiradora, visto individualmente, tiene cierto interés en su evolución, siempre que el lector le dedique una reflexión que no siempre merece.
Lo que salva del naufragio a la novela es en todo caso la prosa elegante de Fernández Santos, momentos destacables de esas descripciones de paisajes desolados y muros derruidos, siempre con un tono entiendo que voluntariamente arcaizante, muy logrado, si bien puede llegar a saturar en algunos momentos. Es quizá, como dice con sinceridad inesperada Raúl del Pozo en el prólogo, un autor que ‘escribía más pensando en redactar bien que en contar’. Y eso, en el campo de la novela, puede ser un problema que difícilmente se va a solucionar incorporando elementos efectistas que a lo mejor sí pueden funcionar en otros medios.
Teoría del Gran Infierno es una antología del catalán Iván Humanes. Compila unos ochenta microrrelatos de entre una y dos páginas de extensión, además de un "Prefacio" y un "Posfacio".
A los microrrelatos de Humanes los hermana una querencia por lo macabro, lo extraño, lo siniestro, lo terrorífico y lo cáustico. De ellos me quedo con la potencia ocasional de su imaginería y, sobre todo, con el humor negro que destilan.
Sus registros son variados: historias de género con desenlaces efectistas, piezas atmosféricas e incluso ejercicios metaliterarios (como los de la página 87).
Muchos de estos microrrelatos son autoconclusivos. Otros, en cambio, pertenecen a un argumento mayor, iniciado en el antes mencionado "Prefacio"; éste nos presenta a un aquelarre de viejas que escriben, practican brujería y viven en un faro (que parece ser una especie de residencia).
Este argumento mayor me ha dejado un sabor agridulce. Y es que, aunque arranca con fuerza y sirve para aglutinar (algo tramposamente, todo hay que decirlo) el conjunto, va perdiendo fuelle a medida que se desarrolla. A eso hay que añadirle que, para mi gusto, desaprovecha a sus personajes (sobre todo a la narradora y a Albert), sus toques lovecraftianos y su planteamiento metaliterario. Sea como fuere, hay que reconocerle algunas ideas brillantes, como por ejemplo la expuesta en el microrrelato 56.
Los microrrelatos autoconclusivos cuyo argumento no está ligado directamente con la historia de las viejas me han gustado bastante más. Sobre todo aquellos que no dependen de la eficacia de un giro final, sino que desarrollan un concepto o premisa sugerentes con solvencia. Pienso, por ejemplo, en los número 30, 40, 55 y 68.
En suma, Teoría del Gran Infierno es una antología resultona. Contiene una docena de microrrelatos sobresalientes y exhibe una «unidad total» algo tramposa pero consistente. Ha sido editada con mimo por Pez de Plata, que la engalana con una cubierta y contracubierta texturizadas y un puñado de ilustraciones y fotografías interiores.
Título original: Chaesikjuuija (채식주의자)
Traducción: Sunme Yoon
Año de publicación: 2007
Valoración: decepcionante (por el Nobel y el ‘muy recomendable’ de la reseña original)
Obviamente, Kang no tiene la culpa de que le dieran el Nobel y, probablemente, por la expresión que muestra en las entrevistas, tampoco le emociona mucho. Acaso lo sienta como un lastre que tiene que llevar de ahora en adelante (no lo digo por el jugoso premio en efectivo). De no ser así, el mayor de sus problemas será esta reseña negativa.
La fiebre del K-pop y los culebrones coreanos pueden distorsionar nuestra percepción sobre un país sumamente conservador y que, hasta hace pocas décadas, estaba un tanto al margen de las tendencias del mundo occidental. Incluso ahora, el vegetarianismo (veganismo, etc.), como estilo de vida de uso común, es algo propio de la India, Europa y, aunque usted no lo crea, de México. Sin embargo, y salvando las casi dos décadas que nos separan de la publicación de este libro, el vegetarianismo visto como el colmo del retraimiento social parece un poco exagerado. Entiendo que aquí se usa solo como un ejemplo de todo aquello que la sociedad nos empuja por el esófago (literal y metafóricamente), pero, siendo así, no entiendo la insistencia en algunos pasajes sobre el oprobio que cae sobre una familia cuando una de sus integrantes decide dejar de comer carne.
Creo que este libro es bueno. Estoy de acuerdo con la mayoría de los puntos positivos de la reseña original. Pero, como dice la valoración, la decepción proviene de las grandes expectativas que me había hecho. Por lo que les exhorto a leer dicha reseña y el cintillo del libro para que se den una idea de la trama y de los elogios recibidos. Me limitaré aquí a aquellos aspectos que considero negativos.
Los personajes los siento un tanto unidimensionales. Un ejemplo: el marido. Macho, violento, pusilánime, etc. Parece villano de telenovela coreana. Su única razón para elegir esposa fue porque quería precisamente eso, una esposa: sumisa, invisible, obediente, etc. Lo cual me hace cuestionarme las motivaciones de la protagonista. Parece totalmente irrelevante para su propia vida. Vive encerrada en sí misma. Bien podría ser autista, aunque de eso no va el libro. La violencia, el machismo, la presión social, etc., la tienen paralizada, hasta que el hecho de dejar de comer carne, en lugar de liberarla, parece hundirla aún más en ese pozo interno. Una persona derrotada. Espero que no sea por eso que a muchos les llegó al corazón.
Otro punto: el vegetarianismo como alegoría. Elegir la pasividad y la indolencia como alternativa a la violencia me parece que se queda un poco a medias. Me gustaría dar un ejemplo para contrastar. En "Pastoral americana", de Roth, la hija del protagonista se convierte al jainismo de una manera tan radical y aparentemente irracional que acaba por destruir su propia humanidad. Una historia sobrecogedora. A "La vegetariana" (sin ánimo de hacer un juego de palabras) le falta carnita.
Por último, no puedo dejar de recalcar que me parece una buena historia, pero no supera la vara tan alta que le pusieron.
Otras obras de Han Kang reseñadas en ULAD: Actos humanos, La clase de griego, Blanco
Reseña original: La vegetariana
Título original: The Vampyre
Año de publicación: 1819
Traducción: en esta edición no consta
Valoración: imprescindible para fans del género. Para los demás, está bien
Les presento, damas y caballeros al primer y genuino vampiro, el que ha dado lugar a todos los que en la literatura, el cine o incluso los dibujos animados han sido, el original e inimitable vampiro imaginado por John William Polidori, médico de Lord Byron, aquella legendaria noche del 18 de junio de 1816, "el año sin verano", en la Villa Diodati, a orillas del lago Leman, y que también vio nacer a otra mítica criatura de manos de Mary Wallstonecraft Godwin (aún por entonces), el llamado monstruo de Frank... ¿Cómo? ¿Que no? ¿¡Cómo que no!?
Pues no. O no del todo así, al menos. Para empezar, el de Polidori no es el primer vampiro que aparece en la literatura, aunque sí el arquetipo vampírico que más éxito ha tenido: el vampiro seductor, fascinante, de modales e incluso títulos aristocráticos, subyugador de mujeres y dominador de hombres... ¿A alguien le suena esta descripción?
En segundo lugar, no está tan claro que este relato surgiera aquella famosa noche, cuando Lord Byron propuso a sus compañeros la escritura de sendos cuentos de terror,-al parecer, tras la estimulante lectura del libro Fantasmagoriana, de gran éxito por entonces-; por lo visto, Polidori escribió o al menos pergeñó otro cuento y fue con posterioridad a esa noche cuando compuso El vampiro, a partir de una idea lanzada... por el propio Byron. Porque esa es otra: a pesar de que la primera edición se publicó con la autoría del poeta romántico por excelencia -¿artimaña de los editores para vender más ejemplares, quizá?- no hay duda de la autoría por parte de su médico personal -por breve tiempo-, Polidori. Pero asi la idea original pudo deberse a Lord Byron o no, lo que sí está claro es que él fue la inspiración `para el vampiro de la historia, un noble que causaba sensación en los salones y demás reuniones sociales, especialmente entre las damas, a las que seducía, "utilizaba" (esto suena un poco antiguo, ya lo sé) y luego dejaba tiradas como a un kleenex... más o menos, de lo que se acusaba a Byron en su época (aunque no llegara a beber la sangre de sus "víctimas", que se sepa). Más aún: incluso el nombre del vampiro, Lord Ruthven es una alusión directa a Byron, pues es el nombre que éste recibía en Glenarvon, un roman à clef escrita por Caroline Lamb, amante despechada de éste y parecida ese mismo año. Siguiendo su ejemplo, parece que lo que Polidori escribió fue, ante todo, una venganza contra su eventual patrón, con quien no se llevaba demasiado bien.
Ahora bien, ¿a quién le importa todo esto? Si el infeliz Polidori se ha llevado la gloria por haber creado a todo un arquetipo clásico no ya del género de terror, sino de toda la literatura y lo hizo como una invectiva contra su antiguo jefe, eclipsando, si no la fama de su nombre, sí la de su obra, bien está, después de las burlas y desdenes que hubo de soportar de Byron y sus amigos pijos. Y con esop, además, ya es bastante, porque la novelita en sí -relato largo, más bien- tampoco es que dé para mucho: en ella, el tal Lord Ruthven, después de fascinar a la sociedad londinense, se embarca en un viaje por la exótica Europa continental junto con un joven más bien pánfilo llamado Aubrey -exactamente igual que hicieron Byron y Polidori, casualmente- ; pánfilo y todo, Aubrey acaba descubriendo, aunque sea tarde, que su compañero de viaje no es sino un infame vampiro.... y no os cuento más porque, pese a que, como ya digo, la novela es breve, aún hay algún que otro plot-twist interesante.
El estilo, como cabe suponer en una obra literaria de hace doscientos años, por gótica que sea, resulta hoy en día un tanto relamido y no menos enfático, pero se deja leer con facilidad y aun gusto por un lector actual estándar (yo mismo, por ejemplo). En cualquier caso, el libro se lee en un ratillo...Así que no sé a qué estáis esperando para echarle un ojo: recordad que antes que Bram Stoker, antes que Anne Rice y antes, claro, que Stephen King, estuvo John William Polidori, quizá no el primero, pero desde luego no el último de los creadores de vampiros.
¡Ah, y esta edición cuenta con un prólogo de Mariana Enriquez, que no me negaréis que es un plus!
Me la juego. Quedan más de 2 meses para que termine el año, pero me atrevo a decir que Ahí fuera estará en mi lista de lo mejor de 2024, al menos en la categoría de relato. Y es que el primer libro de Kate Folk ha sido toda una sorpresa: relatos con arriesgados y originales puntos de partida, con comienzos de esos que te agarran por la solapa, con buen desarrollo de las tramas y subtramas y finales a la altura.
La casa necesitaba humedad. Eso le dijo a Karl (comienzo de La casa húmeda)
Tengo la idea esta de meterme en el bosque y que me peguen un tiro (comienzo de Ojos de cierva)
Por la noche, los huesos se nos disuelven en la sangre como azúcar en el te (comienzo de El pabellón óseo)
Quince son los textos que componen Ahí fuera, un volumen en el que se aprecia unidad temática y estilística, algo que no siempre ocurre en los libros de relatos. Temas como la soledad, el amor (o la búsqueda de amor), la inseguridad, la incomunicación o el dolor recorren la práctica totalidad de unos textos protagonizados, en su mayoría, por mujeres de unos 30-40 años que viven en mundos aparentemente distópicos (¿quién no se enamoraría de un blot, eh?) pero terriblemente reales, mundos grotescos y absurdos que no dejan de ser la otra cara (¿o tal vez la misma) de mundos interiores en derrumbe.
En el aspecto genérico, Folk juega con lo distópico, lo terrorífico y lo grotesco, si bien comenzando casi siempre con toques de humor negro. Pero la sonrisa inicial se va borrando a medida que avanzamos en los textos y da paso a una sensación más bien desasosegante, por la tristeza infinita que van dejando a su paso.
Como ocurre con toda colección de relatos, la valoración de la misma vendría a ser algo así como una media aritmética. En el caso de Ahí fuera, creo que los textos más extensos tienen un nivel general superior a lo más breves. Pese a que las 10 páginas de Ojos de cierva o que las 4 páginas de Tu novio el sonámbulo resultan impactantes en sus diferentes exploraciones sobre la búsqueda de sentido y resultan notables, los textos que rozan (o alcanzan) el sobresaliente son aquellos en los que la autora opta por un mayor desarrollo de los personajes, por la introducción de diferentes capas, por la utilización de contextos y subtextos tan importantes como los más "visibles".
Así, Kate Folk consigue con Ahí fuera y El Big Sur (me gusta esa circularidad del libro), El refugio, El pabellón óseo o La esposa del viento esas atmósferas turbias y extrañas que, sea o no de forma imperceptible, nos rodean y condicionan.
Para terminar, y por si alguien necesita referencias, tres son los autores que me vienen a la cabeza: Shirley Jackson, Mariana Enriquez y Edmundo Paz Soldán. ¿Podéis imaginar los motivos?