Idioma original: español
Año de publicación: 1971
Valoración: muy recomendable
Esta es la reseña número 1492 de UnLibroAlDía.
Para cualquiera nacido o educado en el entorno hispanoparlante esta no es una cifra inocua. Es la fecha que cambia la historia de un continente.
Eduardo Galeano es un escritor mediático. Es un escritor que no deja a nadie indiferente, respecto al cual lo que unos consideren elegancia y contundencia otros lo considerarán narcisismo y pretensión. Lo que alguno considere información otro lo tildará de manipulación. Así de dividido tiene al público, y a él parece irle perfectamente. No negaré que, aunque mi pose es neutral, casi equilibrista, me admira como encaja esta situación con estoicismo. Ser el foco de admiraciones y odios descabellados por igual, es algo que pocos logran, aunque sí es cierto que el mundo de la literatura es proclive a este tipo de antagonismos.
Las venas abiertas de América Latina es, para empezar, un libro que todo el mundo debería leer. Si no le he otorgado un imprescindible es sólo porque, lector contumaz de ficción como soy, acostumbro a reservar esos calificativos para obras que aportan otro tipo de valores añadidos. Pero si hablamos de rigor, de referencias, de valentía en la exposición de hechos, de intención informativa hacia el lector, del estilo pulcro adecuado a este fin, creo que debo saltar por encima de ese Galeano de pose hierática y algo altiva, y reconocer su enorme valentía al publicar este libro en 1971. Un tratado histórico exponiendo una historia alternativa del continente, donde los conquistadores y los inversores y los colonizadores pasan, con muy pocas excepciones, a ser usurpadores, por adjudicarles un calificativo común, y, encima, usurpadores al precio que sea. Al de la coartada religiosa o cultural para camuflar expolio y genocidio en toda regla. Un libro que, en un mundo ideal ( o sea, en cualquiera que no sea el que vivimos) sería lectura obligada para comprender la historia de un continente, de unas naciones cuyas fronteras lo son por los caprichos y conveniencias de sus colonizadores. Galeano llena las páginas del libro de frías fechas y frías cifras (el primer capítulo se llama Ciento veinte millones de niños en el centro de la tormenta) cuya consecuencia resulta ser calentar al lector, un lector que rara vez puede sentirse indiferente hacia ese aluvión de datos, en un principio presentados como objetivos (aunque la historia que siempre se nos ha explicado oficialmente no parezca serlo mucho) y, a poco que se tenga cierto interés por la historia, corroborados por muchos de los hechos y circunstancias posteriores a su publicación. A los hechos podemos remitirnos. Cuántas poblaciones indígenas desaparecidas, cuántos idiomas precolombinos desaparecidos, cuántas riquezas trasladadas a las colonias. ¿Es eso un dato subjetivo?
Curioso que algún pasaje me trajera a la memoria al juez Holden de Meridiano de sangre. Por la impunidad de quien campa a sus anchas.
Curioso que algún pasaje me trajera a la memoria al juez Holden de Meridiano de sangre. Por la impunidad de quien campa a sus anchas.
Galeano lo cuenta todo con el tono con que deben contarse estas cosas: sin alardeos estilísticos que las frivolicen, pero con estilo que las haga amenas y las aleje de la mera relación académica. Cada uno puede tener su propia opinión sobre Galeano el personaje. Los escritores no existen para gustarnos como personas. Pero este libro aporta una visión, incluso cuarenta años tras su publicación, con tantas diferencias y tan importantes respecto a las habitualmente mostradas, que su simple lectura, por pura curiosidad, contribuye a ampliar puntos de vista, a dudar de ciertas versiones.