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miércoles, 26 de junio de 2024

Juan Rulfo: Aire de la colina. Cartas a Clara

Idioma original: español

Año de publicación: 2000

Valoración: no tengo idea

Dentro de las muchas figuras infames que ha dado mi querido México, el último año ha visto el surgimiento del “Rey del morbo”, Dani Flow. Sus letras son coreadas por niños en festivales escolares y su música usada para medir el ritmo adecuado para dar masaje cardiaco a una persona en paro. ¿Dani Flow es un genio? No lo sé. ¿Sus fans son idiotas? Algunos. ¿Su música es un reflejo de la decadencia de los valores familiares y las buenas costumbres? ¿Qué no lo es hoy en día? ¿El uso de letras sexualmente explícitas fue clave para su éxito? Probablemente. Independientemente de lo anterior, es un hecho que ha logrado conectar con millones de jóvenes, principalmente mexicanos de clase media, insensibilizados al contenido sexual, ansiosos y deprimidos, poliamorosos y, como todos los jóvenes, con un gran desprecio hacia los viejos. No pretendo hacer un análisis musical de sus canciones, o uno sociológico sobre su influencia en la psique de la juventud, pero sí hay algo que me interesa mucho: su ingenuidad. “Naíf” es la palabra que me viene a la mente cuando escucho las letras de Dani Flow (ojo, no la música, eso es otra historia).

He visto algunas entrevistas que le han hecho a Dani Flow, y es evidente que es alguien que realmente no tiene nada interesante que decir. Yo me pregunto, ¿cómo alguien con ideas tan simples hace canciones cuyas letras resuenan con millones de personas? La respuesta más obvia sería el ‘shock value’. La infinidad de sinónimos para los órganos sexuales y el coito es una forma fácil de llamar la atención, algo que puede ser perjudicial en alguien que no tenga el carisma de Dani Flow, pero que él ha logrado agregarle el humor necesario para que todas las vulgaridades que dice pasen como ‘ocurrencias’. Por otra parte, creo que sus frases han cautivado a su audiencia debido a la simplicidad con la que transmite sus sentimientos con ideas tan primitivas.

A pesar de que Dani Flow ya tiene años haciendo música, el salto cuántico lo dio con ‘Las que no tienen papá’ y, al encontrar la fórmula indicada, siguió con otras cuatro o cinco canciones del mismo cariz: ‘Abre las patotas’, ‘Martillazo’, etc. Sus canciones anteriores a las antes mencionadas están compuestas con frases de cualquier rapero/reguetonero genérico, haciendo alarde de su barrio, su dinero, sus ‘viejas’. Con una excepción notable, una canción de amor dedicada a su esposa, con la que ahora tiene una hija pequeña. A pesar de sus mejores intenciones románticas, esa canción, titulada ‘Te vi’, es una cursilería insoportable. Me da la impresión de que Dani, al no tener ningún bagaje cultural, usa frases prehechas, que a él le parecen románticas, al más puro estilo de ‘Baby te quiero, oh’ del ya olvidado Niga.

No es sino hasta que decide quitarse de amarres que escribe sus canciones más románticas, en donde auténticamente expresa sus sentimientos de la única manera que sabe (y que puede): con puras vulgaridades. Pasó del falso “te vi y supe que eras el amor de mi vida” al sincero y de corazón “me gustas un vergo, güilota”. El estilo naíf de Dani Flow para expresar sus sentimientos hacia lo que a su corta edad le es importante (el dinero, el sexo, la fama), me recuerda a un bonito dibujo coloreado a rayones. Como cuando los niños dicen groserías sin saber realmente su significado. Claro, él lo sabe, pero a mi parecer, la misoginia y depravación de sus letras son solo resultado de su ignorancia y, por qué no, de su ingenuidad.

Ahora, les pido una disculpa a los que han leído hasta aquí. ¿Por qué incluí en esta reseña de uno de los máximos escritores mexicanos, Juan Rulfo, este texto sobre Dani Flow? Primero, obvio, por el ‘shock value’. Pero además, tengo otra razón. Rulfo era un maestro del cuento (‘El llano en llamas’ es el mejor libro de cuentos que he leído) y la novela. Creo que eso está fuera de discusión. Pero aquí tenemos un libro totalmente diferente: una serie de cartas, publicadas de manera póstuma, enviadas a su esposa cuando él estaba en alguno de sus viajes. Quiero creer que así de tímido como era Rulfo, no se le pasó por la cabeza que su correspondencia amorosa iba a ser leída por miles de personas después de su muerte, por lo que, al escribirlas, no tenía ningún interés por crear una obra maestra de la literatura. Solo quería, de la manera más honesta y sencilla, expresarle su amor a su querida esposa, Clara. Se puede observar una gran diferencia entre sus cuentos y sus cartas. Lo que más me conmueve de esas palabras a Clara, es lo naíf de las frases que elige para decirle que la ama y que la extraña (la llama ‘chiquilla’ 🥺). Y con esto no me refiero a palabras cursis, sino a su ingenuidad y simplicidad. Para ponerles unos ejemplos (esperando que se animen a leerlas): “soñé que te besaba los ojos, arribita de las pestañas, y resultó que la boca me supo a azúcar”, o “mi madre murió hace 15 años; desde entonces, el único parecido que he encontrado con ella es Clara”, o “también he concluido por saber que los cachetitos, el derecho y el izquierdo, los dos, tienen sabor a durazno, quizá porque del corazón sube algo de ese sabor”. Estas palabras, que parecen dichas por un niño a su mamá, me parecen más tiernas y entrañables que cualquier canción de amor, palabras que son inconcebibles en una persona tan huraña como Rulfo.

Este libro es, claramente, puro fan service. Pero, precisamente los fans encontrarán muy interesante esta otra faceta de Juanito, el esposo enamorado.

Ahora, no pretendo comparar las cualidades literarias de Rulfo con las letras de Dani Flow, pero no logro evitar pensar que de estar en un contexto diferente, Dani Flow cambiaría el “zorra, estupida, bastarda, te amo” por el “Clara: hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre”.


Otras obras de Juan Rulfo reseñadas en ULADPedro PáramoEl llano en llamas

lunes, 13 de marzo de 2023

Albert Camus: Cartas a mi maestro

Idioma original: Francés
Título original: Cher monsieur Germain... Lettres et extraits
Traducción: Pablo Hermida Lazcano
Año de publicación: 2022
Valoración: Entrañable (aunque recomendable, lo que se dice recomendable, solamente para interesados)

Cartas a mi maestro compila la correspondencia que se conserva entre Albert Camus y el que fuera su profesor, Louis Germain. Evidentemente, un volumen así tiene un interés acotado y un valor más relacionado con lo documental que con lo puramente literario. Pese a todo, puede llegar a seducir a los profanos.

¿Cómo no emocionarse ante el vínculo de afecto y admiración que presentan estas páginas? ¿Cómo no enternecerse ante la intimidad que existió entre un maestro y su «colegial», entre un pedagogo y su alumno «ejemplar», entre un padre sustituto y su «hijo espiritual», entre un anciano y su «querido pequeño»?

En una misiva del 13 de febrero de 1950, Camus dijo lo siguiente: «Ni tengo ni tendré jamás cosas mejores que hacer que leer las cartas de aquel a quien le debo ser lo que soy, y a quien amo y respeto como al padre que no he conocido». El 19 de noviembre de 1957, después de que se le concediera el Premio Nobel de Literatura, escribió a Germain porque «Sin usted, sin esa mano afectuosa que tendió al niño pobre que yo era, sin sus enseñanzas y su ejemplo, no habría sucedido nada de todo esto». El propio Germain se sentía así con respecto a Camus: «Mi emoción ha sido tanto mayor porque mis propios hijos jamás me han manifestado tanto cariño». Repito: ¿cómo no emocionarse ante el apego que se profesaban ambos?

También me han parecido entrañables los puntuales destellos de humor que asomaban en su trato. Por ejemplo, cuando Camus bromeó en estos términos: «Después desearía descansar y vivir un poco en libertad a la espera de la bomba de hidrógeno». O cuando Germain afirmó que «Actualmente sigo un régimen bastante estricto: mi corazón da preocupaciones... al doctor», o que «Me consta que esto no les agrada a aquellos que querrían hacer de los profesores unos viajantes de comercio de la religión y, para ser más precisos, de la religión católica».

Hallo un par de pegas a la correspondencia entre Camus y Germain: acusa cierta repetición y, si el voyeur que se asoma a ella no tiene particular interés biográfico o histórico, tampoco podrá sacarle mucho partido, ya que plasma más nimiedades cotidianas que temas a los que los interlocutores podrían haberse prestado, como filosofía, literatura o religión. Pero bueno, insisto en que lo anterior no empaña que un profano pueda conmoverse frente al vínculo que ilustra.

Cartas a mi maestro se cierra con un fragmento de El primer hombre, la novela autobiográfica inacabada de Camus. En dicho fragmento se homenajea a Germain, quien aparece transmutado en un personaje literario llamado «el señor Bernard».  

En fin: este libro es el testimonio de una relación preciosa. Una relación que, como sucede incluso en las interacciones humanas más satisfactorias, pudo tener alguna desaveniencia anecdótica, algún periodo de desidia o mutismo unidireccional, pero en general fue una «amistad inquebrantable».


También de Albert Camus en ULAD: Aquí

viernes, 18 de febrero de 2022

Virginia Woolf: Hacia el sur. Viajes por España

Idioma original: inglés

Título original y fecha: Extractos de The diary of Virginia Woolf. Vol I  (1915-1919) y A passionate apprentice (1897-1909) Edición actual en castellano; 2021

Valoración: Recomendable



Escoger una parte de la obra de un autor –por muy reconocido que esté, por mucho que suponga un valor seguro en el panorama lector– y agruparla siguiendo un criterio propio siempre es un reto para quien lo asume. Por tanto debemos aplaudir esta iniciativa y valorarla como merece. Woolf tiene en su haber una obra extensa y de una calidad excepcional, rastrear en ella un leitmotiv determinado, seleccionar, agrupar y entregar el resultado al público en una edición bien cuidada, convenientemente presentada (cuenta con tres prologuistas) y hasta ilustrada, requiere sabiduría y tiempo. Hay que reconocer, pues, que Itineraria ha realizado un trabajo encomiable.

No descubro nada si digo que V. W. fue mucho más que una autora de primera línea. Que en el universo de la literatura universal brille con luz propia ya es una cota que alcanzan muy pocos, pero además trabajó incansablemente por animar a las mujeres a trabajar en el terreno elegido y a competir en él sin complejos, dio testimonio de que ella podía escribir tan bien como el mejor e incluso formar parte de la avanzadilla descubriendo territorios inexplorados hasta entonces en el campo de la creación literaria y abrió el camino a futuras profesionales de todos los campos. En muchos sentidos fue una pionera, todo lo que escribió se lee con agrado, incluso los textos más difíciles y está entre mis autores de cabecera de todos los tiempos.

Dicho esto, seamos sinceros, por mucho que la amemos debemos reconocer que España nunca le gustó demasiado. Las opiniones que preceden a los textos propiamente dichos (ensayos, cartas y extractos de diarios) afirman que a partir del primer viaje empieza a admirar nuestro país, yo en cambio pienso que se vuelve más diplomática con la edad, también ha madurado mucho como escritora –el nivel literario no tiene comparación entre los primeros y los últimos trabajos– sin contar que aprovecha esos viajes para publicar sus experiencias en prensa. Pero entre líneas percibo una resignación que tampoco disimula demasiado, no encuentro valoraciones entusiastas y sí muchas alusiones a la incomodidad de los establecimientos, el calor y la pobreza. Y, por supuesto, hay que disculparla, una inglesa de alta cuna que viaja por los pueblos extremeños y andaluces de la primera mitad del siglo XX, primero por desconocimiento y luego a instancias de su marido, no va a estar precisamente encantada de su suerte. Pongámonos en su lugar, utilicemos una imaginaria máquina del tiempo para trasladarnos a aquella época, durmamos en sus posadas y hoteles y luego releamos a Virginia. Vaticino que no vamos a poder estar más de acuerdo con ella, pues desde las comodidades –incuestionables a nuestros ojos– del siglo XXI resultarían también inconcebibles esos establecimientos y esas condiciones de vida.

Pero no importa, la seguimos queriendo igual. O ¿acaso nosotros no hemos emitido juicios de este tipo al visitar otros países e incluso en el nuestro? (“Las calles son muy estrechas, están empedradas y sin acera por la que caminar. Los tranvías son malos y no son fáciles de alcanzar. Es una ciudad en la que cuesta orientarse”) Y esto hablando de ¡nada menos! que Sevilla, me puedo imaginar lo que sintió al visitar algún pueblo extremeño perdido en el mapa. Aunque, hay que reconocerlo, por lo general divaga, da tantos rodeos como puede para no reflejar lo que está viviendo. Claro que, a veces, la sinceridad aflora, como en el ensayo Una posada andaluza, publicado en The Guardian en 1905: (“El español es un idioma feroz y sanguinario cuando se escucha en esas condiciones”) Aclaro que en ese lugar concreto desconfiaban de los clientes, se sentían tan inseguros que temían por su vida -sin motivo, según aclara después- y apenas durmieron esa noche.

Sin embargo, cualquier invectiva merece la pena si, ya en los últimos fragmentos, podemos leer a la Woolf en estado puro, recrearnos en sus percepciones, en su sensibilidad hacia la naturaleza, y por encima de todo en su estilo, en esa manera, siempre y no solo aquí, un poco evasiva de narrar, con asociaciones tan inusuales, que tan difícil resulta para quien necesita desmenuzar cada frase de su obra, pero a la vez tan personal, expresiva y poética. En ese sentido, el ensayo Hacia España publicado en prensa en 1923 resulta paradigmático, una alegría para los buenos paladares prosísticos.

“Los contenidos de la mente se parten en frases cortas. Hace calor; el viejo; la sartén; hace calor; la imagen de la Virgen; la botella de vino; es la hora del almuerzo; son solo las doce y media; hace calor. Y así, una y otra vez, se repiten todos esos objetos –piedras, aceitunas, cabras, gamones, libélulas, lirios–. Hasta que, por alguna trampa de la imaginación, se precipitan en frases de mandato, exhortación y ánimo, como merecen los soldados desfilando, los centinelas de noches solitarias y los líderes de grandes batallones. Pero ¿debe una abandonar la lucha? ¿Debe renunciar al juego? Sí, porque las nubes están de paso, a las mulas no les importa lo que cargan; las mulas nunca tropiezan, conocen el camino. ¿Por qué no dejarles todo a ellas?”

Como verán si se animan a leerlo, lo que importa no es si a Virginia Woolf le gustaba o no España, sino esas reflexiones tan particulares y tan originalmente expresadas en un estilo irrepetible. Mirar Andalucía a través de sus ojos, sobre todo cuando su estilo y personalidad ya están depurados. Esta evolución en la mirada de la escritora es en sí misma un tesoro que merece la pena destacar y presentar, como se ha hecho, en un volumen único exclusivamente dedicado a ello, igual que ella reclamaba –refiriéndose a las creadoras– una habitación propia. Personalmente, me alegro de saber qué opinaba de mi país una mujer que se cuenta entre mis autores favoritos. Me hubiera gustado que hubiera escrito más sobre España aunque fuese tan crítica como aquí, no lo hizo por motivos obvios. Así que este librito tan elaborado es una rareza para admiradores de la escritora, para hacer un regalo elegante o para que quien no haya leído nada de ella empiece a conocer su figura. Estas cien páginas escasas se leen en un suspiro y cuenta con unas excelentes ilustraciones digitales –que por su delicadeza y elegancia dan la impresión de haber sido pintadas a acuarela– a cargo de Carmen Bueno, además de los prólogos ya mencionados.

 

Traducción: Adriana Fernández Criado


Nuestras reseñas de Virginia Woolf: AQUÍ

domingo, 9 de enero de 2022

Las tres Marias: Nuevas cartas portuguesas

Idioma original: portugués
Título original: Novas cartas portuguesas
Traductor/a: De la edición de Grijalbo de 1976, Eduardo Butragueño, Esther Donato y Pedro Gonzalez-Blanco; de la edición de La Umbría y la Solana de 2022, veremos...
Año de publicación: 1972
Valoración: Muy recomendable / Imprescindible 
 
 
Antes del libro
En 1971, Maria Teresa Horta publicó Minha senhora de mim, su noveno libro de poemas, una exploración del deseo y el cuerpo femenino; la reacción del régimen del Estado Novo fue inmediata y bestial, como cuenta la propia autora: el libro fue aprehendido, su editora amenazada ("aunque sea la historia de Caperucita Roja, si vuelve a publicar algo que lleve el nombre de Maria Teresa Horta le cierro la editorial", le dijeron), y la escritora comenzó a sufrir el acoso constante de la PIDE, la policía política del régimen, y sus secuaces. Este acoso culminó cuando dos hombres desconocidos la agredieron a la salida de su casa, cerca del Arco do Cego en Lisboa, "para que aprendiera a no escribir como escribía". 

Unos días después, Maria Teresa Horta se reunió con sus amigas Maria Isabel Barreno y María Velho da Costa, también escritoras, con las que almorzadaba todas las semanas. Ver las huellas de la agresión en la cara de su amiga las indignó, y fue Maria Velho da Costa, dicen, quien pronunció la frase que dio origen a las Nuevas cartas portuguesas: "Si por lo que escribe una mujer arman todo este escándalo, ¿qué harían si fuésemos tres?". Una semana más tarde, por iniciativa propia, Maria Isabel Barreno llevó a su encuentro semanal la que sería la primera página de las Nuevas cartas portuguesas. Nacía así, gracias, irónicamente, a la represión de la PIDE, uno de los clásicos de la literatura y de la lucha feminista portuguesa, y un símbolo de la agonía del Estado Novo.

La escritura del libro duró nueve meses, como un embarazo (en palabras, nuevamente, de Maria Teresa Horta); las tres autoras lo escribieron conjuntamente: cada una de ellas aportaba sus textos con total libertad, los discutían entre todas, y entre todas iban cosiéndolos en un conjunto múltiple y unitario al mismo tiempo. Nunca han desvelado (ni nunca lo harán) qué pasajes salieron de qué manos, para mantener la idea de obra colectiva, en la que todo el texto debe ser considerado de la autoría de las tres, y también para protegerse de la censura, que quería poder identificar a la autora de los fragmentos más "pornográficos" o "inmorales". Y leyéndolo resulta difícil, de hecho, imaginar que hayan sido varias personas diferentes las que compusieron aquel texto, o aquella constelación de textos.

La publicación del libro tampoco fue sencilla: su espíritu decididamente feminista, provocador, con algunas pasajes eróticas y otras revolucionarias, hacía suponer que seguiría el mismo destino que Minha senhora de mim. Tres editoriales se mostraron inicialmente interesadas: la Europa-América, dirigida por Leão de Castro; a Moraes Editora, en la que colaboraba Pedro Tamen; y los Estúdios Cor en que trabajaba como editora Natália Correia. Finalmente, fue la firme voluntad y decisión de esta última la que consiguió no solo que la obra viese la luz, sino que se publicase íntegramente y sin los cortes que sugerían los dueños de la editorial. Así, en 1972, hace ahora exactamente cincuenta años, se publicaron estas Nuevas cartas portuguesas y cambiaron la historia de la literatura femenina y feminista en Portugal.

 
El libro
Para comprender el contenido de las Nuevas cartas portuguesas es imprescindible conocer otro texto muy anterior, las Cartas portuguesas (también conocidas como Cartas de amor de una monja portuguesa), de 1669. Es este un texto misterioso y polémico, muy popular e imitado en su época, publicado originalmente en francés, y que supuestamente recoge cinco cartas enviadas por una monja portuguesa, Mariana Alcoforado, a su amante, un soldado y noble francés a quien conoció en el transcurso de las Guerras de Restauración. La autoría de las cartas (originalmente consideradas auténticas) ha sido muy discutida, aunque los especialistas actualmente coinciden en atribuirla a Gabriel-Joseph de La Vergne, conde de Guilleragues.

Las "tres Marias", como pasaron a ser conocidas, usan este texto como el punto de partida sobre el cual construir su propia obra, en forma de reescritura y contrapunto, que no parodia. Así, las Nuevas cartas portuguesas retoman, actualizan y transforman el personaje de Mariana Alcoforado, de su amante francés y de otros personajes que fluctúan a su alrededor, y los combinan con sus propias voces y circunstancias, así como con los de otras "Marías" anónimas, históricas y contemporáneas. Con estos mimbres tejen una reflexión sobre el machismo, el patriarcado (aunque no le den ese nombre), la lucha de las mujeres por la libertad y la igualdad, la exploración del deseo y la sexualidad femenina o la resistencia contra el poder del Estado (Novo). Se construye así un objeto múltiple, fragmentario, experimental, pero al mismo tiempo coherente tanto en temas como en estilos, a pesar, como decíamos, de su autoría múltiple.

El propio índice del libro ya denuncia este carácter múltiple y fragmentario, así como la relación con el texto que le sirve de inspiración: así, junto a fragmentos titulados "Primera Carta I", "Segunda Carta I", "Tercera Carta I", etc. (cada uno de ellos, es de suponer, escrita por una de las autoras), que dominan sobre todo la primera parte del texto, se introducen otros de título y contenido variable, como "Teresa", "Isabel" y "Fátima" (los nombres de las escritoras); "La madre", "El padre" y "La hija"; "El cuerpo" o "La cárcel", por mencionar solo algunos. El modelo intertextual (la monja seducida y abandonada, como símbolo de la represión y la explotación de las mujeres a lo largo de la historia) ofrece el soporte textual e intelectual al conjunto. Copio un ejemplo que me parece representativo, del fragmento "Extractos do diário de D. Maria Ana, descendente directa de D. Mariana sobrinha de D. Mariana Alcoforado, e nascida por volta de 1800":
 
Deixemos as freiras, que não são caso único. Que mulher não é freira, oferecida, abnegada, sem vida sua, afastada do mundo? Qual a mudança, na vida das mulheres, ao longo dos séculos? No tempo de tia Mariana as mulheres bordavam ou teciam ou fiavam ou cozinhavam, sujeitavam-se aos direitos de seus maridos, engravidavam, tinham abortos ou faziam-nos, tinham filhos, nados-mortos, nados-vivos, tratavam dos filhos, morriam de parto às vezes, em suas casas, com móveis, cadeiras, cortinados; estamos em tempo de civilização e de luzes, os homens fazem livros científicos e enciclopédias, as nações mudam e mudam a sua política, os oprimidos levantam a voz, um rei de França é decapitado e com ele os seus cortesãos, os Estados Unidos da América do Norte tornam-se independentes... que mais? Que mais me interessa enunciar a história? O que mudou na vida das mulheres? Já não tecem, já não fiam, talvez, porque se desenvolveram a indústria e o comércio; as mulheres bordam, cozinham, sujeitam-se aos direitos de seus maridos, engravidam, têm abortos ou fazem-nos, têm filhos, nados-mortos, nados-vivos, tratam dos filhos, morrem de parto, às vezes, em suas casas, onde apenas mudou o feitio dos móveis, das cadeiras e dos cortinados.

 

[Dejemos a las monjas, que no son caso único. ¿Qué mujer no es monja, ofrecida, abnegada, sin vida propia, alejada del mundo? ¿Qué cambios ha habido en la vida de las mujeres a lo largo de los siglos? En los tiempos de la tía Mariana las mujeres bordaban o tejían o hilaban o cocinaban, se sometían a los derechos de sus maridos, se quedaban embarazadas, tenían abortos o los provocaban, tenían hijos, muertos o vivos, cuidaban a los hijos, morían a veces durante el parto, en sus casas, con muebles, sillas, cortinas; estamos en la época de la civilización y de las Luces, los hombres escriben libros científicos y enciclopedias, las naciones cambian y cambian su política, los oprimidos levantan la voz, un rey de Francia muere decapitado y con él todos sus cortesanos, los Estados Unidos de América del Norte se independizan... ¿Y qué? ¿De qué me sirve a mí relatar toda esta historia? ¿Qué ha cambiado en la vida de las mujeres? Quizás ya no tejen, ya no hilan, porque se han integrado en la industria o el comercio; las mujeres bordan, cocinan, se someten a los derechos de sus maridos, se quedan embarazadas, tienen abortos o los provocan, tienen hijos muertos o vivos, cuidan a sus hijos, mueren a veces durante el parto, en sus casas, donde tan solo ha cambiado el estilo de los muebles, de las sillas y de las cortinas] (Traducción mía)

 
De hecho puede percibirse en el texto una progresión en su relación con el original del siglo XVII: mientras que en la primera parte abundan los textos escritos desde la voz o el universo narrativo de las Cartas portuguesas, a medida que la obra de las Tres Marías avanza se va desligando del modelo, dando cabida a reflexiones o digresiones sobre la represión de las mujeres (como el titulado "monja sangrienta", que poéticamente presenta una lista de mujeres acusadas de brujería, posesión diabólica o herejía); a fragmentos de enorme sensualidad y belleza (como los fragmentos "Alba" o "Texto sobre la soledad", entre muchos otros), a poemas líricos con una evidente vinculacióno e inspiración en la poesía popular y cancioneril, y también a una mayor presencia de la voz de las propias escritoras y de su contemporaneidad (incluido un fragmento del Código Penal Portugués sobre el adulterio), y también a una mayor experimentación verbal o formal en torno a los mismos temas y personajes, hasta llegar a los capítulos titulados como "juegos", ya hacia el final del volumen:

M A R I A A
N N M N

M A R I A N A A
R I

I M R
MARIANA

A M R
R A I

I L A
A N

N A
A

 
Una obra tan extensa y tan rica como esta daría para análisis muy extensos (existen de hecho proyectos dedicados a esta obra, como los coordinados por Ana Luísa Amaral con motivo de los 30 y los 40 años de su publicación), y este ya va bastante largo. Es en todo caso una obra apasionante, por su variedad, su ambición y por la belleza de muchos de sus fragmentos. Y también, naturalmente, por su espíritu feminista y revolucionario, y por el contexto y el modo en que fue escrito.
 
 
Después del libro
Tal como los editores (y sin duda las autoras) del libro adivinaban, el régimen del Estado Novo se cebó casi de inmediato con las Nuevas Cartas Portuguesas: el día 25 de mayo de 1972 la censura consideró el libro inmoral y ofensivo para las costumbres, y dio orden a la Policía Judicial para que secuestrase el libro y detuviese a sus autoras. Tanto ellas como la editora, Natália Correia, fueron acusadas de un crimen de "abuso de la libertad de prensa". El propio Marcelo Caetano, el sucesor de Salazar en el puesto de Presidente del Consejo, las acusó de colaborar con los enemigos del país, y de ser indignas de considerarse portuguesas.
 
Con lo que el régimen no contaba era con que esta represión contra las Tres Marías despertaría una ola de solidaridad internacional sin precedentes en Portugal: las tres autoras enviaron copias de su libro a destacadas líderes feministas, como Simone de Beauvoir, Marguerite Duras o Christiane Rochefort, que difundieron su historia y su obra en el extranjero, a través de traducciones y lecturas públicas, transformándolas en un símbolo de la lucha por la democracia y por la libertad de las mujeres.

Sea por la presión internacional, o por la propia situación agónica del régimen, el juicio sufrió varios aplazamientos, de forma que la sentencia solo llegó ya después de la Revolución del 25 de Abril. Las tres escritoras fueron absueltas, y el juez incluso dejó en la sentencia apasionados elogios a la calidad de la obra, elogios que seguro que se habría ahorrado si la Revolución hubiera fracasado.

En España, como se puede imaginar, las Nuevas Cartas Portuguesas solo fueron traducidas después de la llegada de la democracia (lo que no quiere decir que antes no circulasen otras versiones). En el año 1976 la editorial Grijalbo publicó una traducción realizada por Eduardo Butragueño, Esther Donato y Pedro Gonzalez-Blanco, que está ya descatalogada y resulta difícil de encontrar, incluso en librerías de segunda mano. La buena noticia, con la que puedo acabar esta reseña, es que sé "de buena tinta", como se suele decir, que la editorial La Umbría y la Solana prepara una nueva traducción, que se integrará en su colección de literatura portuguesa. Si esta traducción llega a tiempo para aparecer en 2022, sería una magnífica forma de celebrar los 50 años de su publicación original. Y si no llega este año, cuando llegue será una gran noticia, en cualquier caso.

lunes, 15 de octubre de 2018

Semana del arte #1: Sylvia Plath: Dibujos


Idioma original: Inglés
Título original: Drawings
Traducción: Guillermo López Gallego
Año de publicación: 2014
Valoración: Recomendable para interesados

Este volumen rescata la obra gráfica de Sylvia Plath, una de las mejores poetas norteamericanas del siglo XX. El encanto de Dibujos, pues, más allá del que pueda tener su cuidada edición, es el de dar visibilidad a la faceta artística de Plath; faceta oculta bajo la densa sombra que proyecta su trabajo literario. 

Dibujos recopila un total de cuarenta y cinco apuntes. La gran mayoría han sido hechos con pluma y tinta, aunque en alguno que otro se ha utilizado el lápiz. Todos estos apuntes se han tomado del natural y son completamente respetuosos, a la hora de plasmarlo, con el referente al que aluden: o bien lo retratan con fidelidad, o bien lo idealizan con gracia. Es por ello que el acabado general de estos dibujos oscila entre la minuciosidad naturalista y el preciosismo halagador. De modo que no os podéis imaginar mi desconcierto cuando la propia Plath afirma que se inspira en el primitivismo, y que persigue dicho acabado formal en sus obras. Lo cierto es que nada me parece más opuesto a la burda y arcaica tosquedad del primitivismo que estas estampas contemporáneas de motivos cotidianos, refinadas y hasta cierto punto virtuosas. Para que os hagáis una idea, Plath llegó a vender algunos de estos dibujos para ilustrar publicaciones en revistas que exigían un estilo tipo The New Yorker. Así que, ¿soy el único incapaz de establecer una relación entre ellos y el primitivismo?

Casi todos los dibujos compilados en este libro (excepto dos) son monocromos, basados en el fuerte contraste que existe entre el negro de la tinta y el color neutro del soporte. En ellos, la línea es omnipresente (la mancha, en cambio, aparece mucho menos), y define tanto el contorno de las figuras como sus volúmenes o texturas. Se nota que Plath tiene algunos problemas resolviendo la figura humana, sobre todo su anatomía; en cambio, presenta una facilidad envidiable a la hora de afrontar paisajes, objetos o animales. También se le da de maravilla el planteamiento espacial del dibujo: sus composiciones, a veces más tradicionales, en otras ocasiones más atrevidas, siempre ofrecen un atractivo diálogo entre los distintos elementos que componen sus dibujos, soporte incluido.

Se hace extraño saber que esta producción gráfica, tan bella y sosegada, acompañada por unas cartas y un diario íntimo igual de luminosos, son de Plath. Cualquiera que haya leído su lírica contrastará estas encantadoras imágenes, estos textos optimistas, con la voz áspera y amarga que impera en la poesía de la autora. Ya puestos, ¡quién iba a decir que una persona que escribe estas cartas, que dibuja así, acabaría quitándose la vida! Sucede, sin embargo, que el material recopilado en Dibujos (es decir, tanto las misivas y el diario como los propios dibujos) es previo al sufrimiento que acuchilló la biografía de su autora. Pertenece, de hecho, a uno de sus periodos vitales más pletóricos y felices: justo cuando obtuvo una beca Fulbright, se casó en secreto con Ted Hughes y visitó con él, en su idílica luna de miel, París y España.


En definitiva, Dibujos es un libro encantador. En especial para alguien como yo, que adora este tipo de propuestas. Quizás trascienda por poco la mera anécdota bibliográfica, pero creedme cuando os digo que hará las delicias del interesado. Y, ya de paso, dejadme aprovechar esta oportunidad para recomendar también las recopilaciones de dibujos de otros tres poetas: Jean Cocteau, Federico García Lorca o Günter Grass. ¡No tienen desperdicio!  


lunes, 15 de enero de 2018

Marcel Proust & Jacques Rivière: Correspondencia 1914-1922

Idioma original: Francés
Título original: Correspondance 1914-1922
Traducción: Juan de Sola
Año de publicación: 2017
Valoración: Hombre, por favor. La duda ofende

Marcel Proust escribió a lo largo de su vida unas 100.000 cartas. Al menos, eso dice Philip Kolb, que estima que las 5.000 que él recopiló para la edición de su monumental Correspondance son solo la vigésima parte del total. ¡100.000 cartas! ¡Y eso que él mismo se declaró, en una carta enviada a Jacques Rivière en noviembre de 1919, "ateo de la amistad"!

Aquí "únicamente" se reúnen 201 cartas; 199 enviadas por Proust a Rivière o viceversa, una de Celeste Albaret (criada de Proust) y otra de Reynaldo Hahn, en la que comunica a Rivière el fallecimiento del escritor.

Pero, ¿quién fue y qué importancia tuvo Jacques Rivière en la vida de Marcel Proust?

Para responder a estas cuestiones es necesario que antes hablemos de la "Nouvelle Revue Francaise" (NRF). La NRF, fundada en 1908 por un importante grupo de escritores franceses entre los que destacaba André Gide, fue una revista literaria y editorial clave en las letras francesas de la primera mitad del siglo XX. Aquí entra en juego Jacques Rivière. Colaborador de la NRF desde 1910 y director de la revista entre 1919 y 1925, fue el principal responsable de que Proust publicara casi la totalidad de la Recherche en las Ediciones de la NRF, hasta el punto de que uno duda de qué hubiera sido de la obra de Proust sin Rivière. De hecho, la NRF rechazó (genial, André Gide, genial) en 1912 y 1913 publicar su primer tomo ("Por el camino de Swann") y hubo de ser el propio Proust quien sufragara de su bolsillo los gastos de la edición. Afortunadamente, la aparición de Rivière, y su deslumbramiento ante la obra de Proust permitió que esta no cayera en el olvido. Así que la importancia de Rivière es capital.

Por todo esto, podemos decir que la correspondencia entre Proust y Rivière posee un triple valor: como "objeto de culto", documental e histórico.

Empiezo por el lado friki. Es mitomanía pura y dura, lo sé, pero me encantaría ver esas cartas, poder palpar su papel amarilleado por los años, ver la escritura, que imagino intrincada y caótica, de Proust, ver la letra de Rivière, etc. Imagino que los proustianos del mundo compartirán esta opinión.

Quitando el componente absolutamente subjetivo de este primer valor, es innegable el valor documental, tanto a nivel profesional como personal, de la correspondencia. El aspecto profesional es más marcado en las cartas de los primeros años (1914 y 1919, fundamentalmente (la correspondencia se vio interrumpida por la llamada a filas de Rivière en la PGM)). Y es que no dejan de ser las cartas entre un escritor y su editor y tratan sobre temas como los anticipos a publicar en la NRF, las galeradas, pruebas, correcciones y publicación de "A la sombra de las muchachas en flor" y del resto de tomos, el premio Goncourt, las tensiones con Gallimard, etc. Pese a lo que podría parecer, me han resultado de lo más entretenidas: las múltiples correcciones, pruebas, problemas con impresores, suspicacias, el puntillismo de Proust a la hora de elegir los fragmentos a publicar, los intentos de uno y otro de convencerse mutuamente... dan una idea clara del proceso de publicación de la obra proustiana. Una vez que la confianza mutua aumenta, lo profesional pierde peso frente a lo personal. La relación de amistad se va afianzando  y en la correspondencia se aúnan aspectos profesionales y personales. Junto a los temas anteriores y a otros propios de la relación escritor - editor, encontramos referencias a los múltiples problemas de salud de ambos, consejos de Proust al Rivière escritor o al Rivière director de la NRF, confesiones personales, recomendaciones literarias, la rendida admiración de Rivière por la obra de Proust y de Proust por la labor de Rivière, etc. Sirvan como ejemplo estos extractos:
13/10/1921. J. Rivière a M. Proust: "Ahora mismo eres el autor, el creador de una sociedad al menos tan completa y compleja como la de la Comedia Humana. ... Tienes a la vez las dotes del pintor y las del analista... No sé de nadie en quien estas dos cualidades se hayan encontrado nunca aliadas...
08/06/1922 J. Rivière a M. Proust: "¿Por qué has perdido la esperanza de acabar tu obra? Yo estoy convencido de que la terminarás. Es tan grande la necesidad que tenemos todos que no puede quedar insatisfecha. ¿Sí, es misticismo si quieres! Pero del bueno
Indudable es, por último, el valor histórico de esta correspondencia. Las cartas son un testimonio perfecto del funcionamiento del mundillo editorial de la época (que no imagino demasiado diferente al actual), con sus presiones e intrigas, sus tejemanejes en los premios literarios, sus rencillas, afinidades o celos debidas a éste o aquel artículo, amores y odios enconados, etc. En algún momento, más por desconocimiento mío de las personas citadas que por otra cosa, pueden resultar algo complicadas de seguir; aun así, son también sumamente interesantes.

En definitiva, un libro indispensable para aquellos que hayan disfrutado de "En busca del tiempo perdido" y altamente recomendable para interesados en el "backstage" del mundo editorial. 

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Todo  "En busca del tiempo perdido" + bonus track AQUÍ

Otra cosa, antes de que se me olvide (que todo hay que decirlo): Magnífica edición por parte de La Uña Rota y estupendo prólogo de Juan de Sola. Un lujo

lunes, 4 de diciembre de 2017

Vincent van Gogh: Cartas a Théo


Idioma original de las cartas: Van Gogh escribía en holandés al principio, y cuando residió en Francia pasó al francés. En ocasiones intercalaba expresiones en inglés
Selección y traducción de las cartas: Instituto del Libro Cubano 
Año de publicación de la recopilación: 1994
Valoración de la recopilación: Recomendable para interesados 

 No suelo intervenir en los libros que leo, aunque sean míos. Entiendo esa urgencia que impele a muchos a subrayar o escribir, a menudo la comparto, pero una suerte de temor reverencial me impide perpetrar lo que para mí sería un sacrilegio. Sin embargo, con Cartas a Théo, de Vincent van Gogh, no pude resistirme; probablemente sea el primer desliz en más de una década. Las frases de este señor están tan llenas de inteligencia y pasión que tuve que señalarlas. Debo decir que, sorprendentemente, no siento remordimientos por ello (es más, esta intervención en el libro ha resultado catártica). 

 De alguna manera, el saber que cuando revisite a esta maravillosa obra voy a ser capaz de ver las huellas dejadas por mi anterior impresión, de contrastar ambas lecturas y hacer dialogar a dos diferentes yoes gracias a ello, no tiene precio. Porque si algo tengo claro es que no voy a leer lo mismo por más veces que regrese a esta pequeña maravilla. Van Gogh aborda infinidad de temas con una sensibilidad y una cultura increíbles en la correspondencia que mandó a su hermano Théo y que por fortuna (literalmente) ha sobrevivido hasta llegar a nuestros días. Las cartas presentes en esta edición han sido seleccionadas por El Instituto Cubano del Libro (igual que las cuarenta ilustraciones que las acompañan) y se presentan ordenadas de forma cronológica.  

 El pintor habla en ellas sin restricciones, haciendo gala de la confianza y amistad que le unía a su hermano. Habla sobre sus peripecias vitales, los pormenores de su existencia, sus forcejeos con el hambre y la soledad, con el amor y su exigencia artística. Mendiga a Théo, despotrica de la enseñanza del arte, alaba la magia de Arles o a los grandes maestros. Mientras leemos, asistimos maravillados a su evolución como persona, donde sus facetas como pintor, espectador de museos, paisajes y campesinos, admirador de Millet y Rembrandt (“el mago”) se van superponiendo las unas a las otras. Presenciamos sus cambios de humor, su humilde visión de su propia obra, su entusiasmo ante la próxima llegada de Gaugin a la conocida como casa amarilla, y la frialdad con la que habla del tema tras su marcha… 

 Van Gogh escribía bien, con oficio y maestría, y es por eso que logra cautivarnos hable de temas culturales (era, a su manera, un lúcido lector y analista artístico) o le describa la vegetación a su hermano. A un lector medio, esto tengo que avisarlo, hay algunos pasajes que quizás se le hagan pesados. Esos en que las referencias y alusiones, no ya a obras literarias, si no que a pintores célebres pero más oscuros para el público general, son constantes; o esas donde explica aspectos más técnicos sobre la pintura, como la elaboración de los colores; incluso aquellos en que hace lo que en la contracubierta llaman “una confesión de estética”. No obstante, este tipo de información no relega el libro al disfrute exclusivo de los especialistas: está en pequeñas dosis, y hay que tener en cuenta que rara vez se nos presentan este tipo de temas ininterrumpidamente por varias páginas, de modo que el resto de contenido, más asequible, compensará sobremanera esas partes que puedan parecer intimidatorias para algunos. 

 De tanto en tanto el texto está salpicado con sus dibujos, esos que apretaba entre su nerviosa caligrafía mientras redactaba las cartas. Las imágenes, en blanco y negro, tienen una calidad aceptable. Han sido seleccionadas con criterio, como representativas de los temas expuestos en los párrafos que acompañan. Desgraciadamente no hay muchas, solamente cuarenta, aunque debo ser honesto y reconocer que el doble tampoco hubieran sido suficientes para mí. Lástima que no se hayan incluido otras con registros gráficos y pictóricos más variados, pero entiendo que algunas de estas habrían tenido que imprimirse a color, y probablemente la editorial tenía un presupuesto ajustado. 

 Publicar solamente los dibujos que esta selección ha determinado puede dar la impresión de que todos los de las cartas fueron hechos con tinta china negra, pero no es así, pues Van Gogh también llegó a usar mucho la de color sepia. Incluso trató a algunas cartas policromáticamente, con acuarelas o toques de témepera. En fin, que tampoco esperaba hallar estos dibujos plasmados de forma perfecta en un libro sobre las cartas. Para eso voy a Amsterdam. Lo que el libro ofrece con verdadera gracia es la palabra, no la imagen. Aunque la palabra caligrafiada de Van Gogh también es una imagen en sí misma, cosa que también se pierde en este... Mejor paro.  

 El grosor de esta edición de Cartas a Théo es considerable, dado que contiene una nada desdeñable cantidad de misivas. No obstante, se extingue con implacable rapidez. Cuando ya estamos por llegar a las últimas páginas del libro, nos angustia terminar. Quizás tememos que su fin sea abrupto, injusto, irrevocable en cierto sentido. Como un disparo reverberando en un campo de trigo. Pero no nos preocupemos, porque, como he dicho antes, el libro no nos abandona y podremos acudir a él las veces que deseemos. 

 Ésta no será la compilación más perfecta de todas las publicadas (probablemente no exista tal cosa, ¿cómo adaptar con justicia esas maravillosas cartas?), pero tiene muchos aciertos. Algunos, donde otras fallaron. Por ejemplo, es de las más minuciosas en su intención de abarcar cuestiones artísticas sin por ello olvidar a un público más general. Este afán de inclusividad se agradece sobremanera. Otro punto a favor de estas Cartas a Théo es, a mi juicio, la exhaustiva visión global que dan del periodo que tratan, en vez de quedarse en los neblinosos tanteos de otras compilaciones. Pero bueno, su mayor virtud es la de acercar la figura de este genio y su imprescindible testimonio a una sociedad que a veces parece estar olvidándolo... O, en el peor de los casos, apreciándolo a un nivel ofensivamente superficial. 

viernes, 10 de noviembre de 2017

Nuestros autores olvidados #5: Gaspar de la nuit, de Aloysius Bertrand


Idioma original: Francés 
Título original: Gaspard de la nuit  
Traductora: Emma Calatayud 
Año de publicación: 1836. Bruguera hace la recopilación el 1983
Valoración: Muy recomendable 

 Descubrí esta joya en un mercadillo de segunda mano hará siete años. Había una oferta que te permitía llevarte cuatro libros (a extraer de un abarrotada caja) por un euro. La mayoría de esos libros no valían ni la mitad, evidentemente, pero si escarbabas bien podías encontrar alguno más que decente: una recopilación de relatos de Poe, aunque de esas ediciones tan poco atractivas que sacan a veces los periódicos; La perla, de Steinbeck; El mecanoscrito del segundo origen, de Manuel de Pedrolo; incluso algún bestseller ya olvidado cuya historia no es memorable, pero sí entretenida. Y entre todos esos libros estaba Gaspar de la nuit. Escrito por Aloysius (Louis) Bertrand. Yo no sabía quién era este hombre, pero, según aseguraba la contracubierta, Baudelaire y André Breton sí. Con esas referencias me bastó para decidirme a darle una oportunidad. Ahora celebro esa decisión. 

 Este es, de lejos, el libro que más veces he leído. La asiduidad con que lo disfruto (podría decir, incluso, con que lo consulto) se debe a que su fondo me encanta, pero también a otros aspectos. Para empezar, no es muy extenso, por lo que me puedo permitir esas repetitivas incursiones sin sacrificar otras lecturas. Y, por si fuera poco, me permite desintoxicarme de la cada vez más frecuente sobredosis de literatura que encadena a la imaginación, pues su estilo, lírico y sugerente, convierte al lector en coartífice de la obra, en el responsable de decorar las ambigüedades con su propia imaginación. 

 Gaspar de la nuit abre su magistral contenido con diversas misivas. Dichas cartas aportan un marco general en el que encuadrar a Aloysius Bertrand, detallan aspectos biográficos del miserable poeta. Primero le tenemos haciendo todo lo que se atribuye a los artistas: estar enfermo, pedir dinero, entregado (según sus propias palabras) a la vida contemplativa. Sé que el inicio puede sonar algo caricaturesco, sobre todo teniendo en cuenta el barroco y extravagante lenguaje que en él se usa. Pero creedme cuando os digo que no es así. El pobre está muriendo, llamando desde su lecho de muerte a un amigo que no le oye. Y vaya si nos conmueve. Cuando ya está enterrado toma el relevo el amigo, David d’Angers. Llegó a pasar la víspera de la muerte de Bertrand con él. Le escuchó hablar confusamente sobre Gaspar de la Nuit, que por entonces estaba pendiente de publicación. Al día siguiente, d’Angers va al hospital, donde le es anunciada la defunción del joven. Sus palabras al rememorar todas estas situaciones están cargadas de sentimiento.

 Tras este prolegómeno empieza el inclasificable Gaspard de la Nuit, con una introducción del autor, un prefacio y una dedicación a Victor Hugo, partes todas ellas tan cuidadas como el resto del libro. Gaspard de la Nuit, está subdividido en seis capítulos. Algunos están más encaminados al retrato costumbrista, otros a la especulación sobre lo exótico; asimismo, los hay que coquetean con la nostalgia histórica. El "Libro tercero" es el que más me gusta. Se titula "La noche y sus prestigios" y las once narraciones breves que recopila son las más oníricas y fantasiosas de todo el recopilatorio. Solamente por este exquisito pasaje la lectura del mismo ya valdría la pena. Aprovecharé para citar otros dos capítulos que también me gustan mucho: "La escuela flamenca" y "Las crónicas".  

 En resumen: no es extraño encontrar este tipo de material en una obra seguidora de la estela romántica. Pero esas características comunes con el movimiento no convierten a Gaspard de la nuit en un libro más de todos los que se encuadran en ese estilo. Prueba de ello es cómo reaccionan ciertas personas ante élBaudelaire, por ejemplo. A Baudelaire le sorprende gratamente algo: que exista prosa-lírica de este tipo, antes del advenimiento de la poesía moderna. Y Bretón también alucina al encontrarse con un surrealista siglos antes de que el movimiento se hubiera formado siquiera. Es triste ver a Bertrand condenado a manuales de literatura, sin interacción real con el público, teniendo en cuenta lo vasta que ha sido su influencia. Mi pregunta es: una vez reivindicada su figura, ¿quién más y cómo va a reaccionar a ella?

miércoles, 14 de agosto de 2013

Dylan Thomas: Cartas de amor


Idioma original: inglés 
Título original: The love letters of Dylan Thomas 
Fecha de publicación: 2013
Valoración: Recomendable


En marzo de este año nacía Siberia, el nuevo sello editorial independiente, que tal y como indicaba su directora Iria Rebolo en una entrevista otorgada al Diario de León, tiene como objetivo dar la vuelta al nombre de la fría región rusa donde en la época de Stalin se construyeron campamentos para castigos y trabajos forzados, y buscar con los libros una zona cálida y de aislamiento.

De ahí que, en busca de esa calidez, el tema de uno de los primeros libros publicados por Siberia sea el amor, un amor herido e hiriente, violento, ilimitado, sangrante, extremo, vivo, expresado por el poeta galés Dylan Thomas en sus cartas.  

Estos manuscritos publicados por primera vez en castellano nos ofrecen un retrato más o menos real de una de las grandes figuras de la poesía del siglo XX. Digo más o menos real porque, al fin y al cabo, su autor era consciente de que al otro lado había un público muy selecto y exigente al que a menudo debía camelar, convencer o pedir disculpas; sus amantes. Con esto no quiero decir que sus palabras o sus promesas no fueran sinceras, es simplemente que, a lo largo de la lectura, hay ocasiones en las que no sé hasta qué punto no redunda en la exaltación de sus sentimientos o llega a ser consciente de ello. Volátil, loco de amor, un día dirige una carta de amor a Elizabeth Reitell y otra a su esposa y gran amor Caitlin Macnamara. Y pienso en Caitlin y siento lástima al plantearme cuánto debió sufrir al lado de Thomas y cuánto sufrió él también en muchas de las ocasiones en las que se veía obligado a viajar lejos y a abandonar a su familia con el objetivo de impartir una charla en esta o aquella universidad o de declamar sus poemas en una ciudad lejana. 

¿Y qué sentirían a su vez Pam Hansford Johnson, Wyn Henderson, Emily Holmes Coleman o Elizabeth Reitell, la última persona que vio consciente a Dylan antes de que se bebiera, en la taberna White Horse, los dieciocho whiskies seguidos que le produjeron el colapso que finalmente acabaría con su vida? Me gustaría escuchar, leer la opinión que ellas tenían al respecto. Creo que a la edición le falla eso, la voz de ellas. Sabemos qué pensaba o sentía él, pero, una vez que las cartas de Thomas logran que sigamos los impulsos de su pluma como perros babosos, nos quedamos con ganas de saborear la otra parte del botín. 

Otras veces, su humanidad y dulzura presentan un retrato sincero del amor, de las relaciones: Qué terriblemente fácil es resultar herido. A mí me hacen sufrir a diario las cosas más nimias y sutiles. Uno se pone la coraza todos los días pero el verdadero yo, el herido, sigue en el interior oculto a la mirada de los demás. Si me quito la armadura no dispares, querida mía. [...] No sé lo que significa la frase <<te quiero>>, sólo sé que lo hago. [...] nos encontraremos y yo seré feliz de nuevo, y trataré de hacerte feliz, y de no hacerme el listillo [...] trotaremos juntos, haremos cosas, nos comprometeremos con Ellos, la gente, encontraremos un lugar con baño y sin cucarachas en Bloomsbury, y seremos felices allí [...] Ya sé que no somos santos, ni vírgenes, ni lunáticos, conocemos también la lujuria y las bromas de servicio público y a la mayoría de la gente sucia, sabemos coger autobuses y que no nos timen con el cambio, y cruzar carreteras y decir frases muy serias, pero nuestra inocencia es inmensa, y nuestro aún más profundo y vergonzoso secreto es que nos da igual no saber nada. [...] Siento tu corazón constantemente.

Asistimos a la evolución de un personaje que ama, bebe y escribe sin moderación. Llora, se queja, ríe y evoca. Y llena sus textos de vivencias y de imágenes extrañas que rompen con todo y sirven ya como muestra de la genialidad que desplegará luego en sus poemas. Así, al igual que lo hace con sus amantes, Thomas encandila y enamora al lector. Y digo que enamora porque no sólo expresa sus emociones hacia las destinatarias de sus cartas, sino que se posiciona también frente a la vida, la sociedad y tiene la capacidad de burlarse de todo en mitad de la catástrofe, de desmitificarse a sí mismo del mismo modo que desmitifica el poder de la palabra. Y esto, atrae: Si fuera algo más parecido a Apolo sería distinto, pero me temo que no paso de ser más que una personita despeinada [...] Las nubes cubren el cielo como una manta que se ha puesto sobre un piano para evitar el polvo (qué presuntuoso soy). [...] Llena tu calavera como si se tratase de una cazuela con semillas de mijo. Cada una de esas semillas será un grano de verdad y las semillas que se unan harán surgir una respuesta. (Soy un gilipollas.) [...] ¡Palabras! ¡Frágiles palabras! ¡Qué sucias copas pueden llegar a ser! [...] Siempre he pensado que donde las clases altas hablan de pechos las clases obreras hablan de tetas. 

Resulta interesante también la manera en la que ve la poesía, puesto que muchas de sus opiniones pueden trasladarse al momento actual sin resultar anacrónicas: Por esa misma razón me rebelo contra el título de <<Poet's Corner>>. Hubo un tiempo en que sólo se llamaba poeta a los poetas, pero hoy en día se le llama poeta a cualquier persona que se atreve, con un conocimiento insuficiente de la lengua inglesa y una cursilería propia de Marie Corelli, a esparcir dos o tres imágenes <<brillantes>> en forma de verso. Ni siquiera tienen la decencia de ocultar sus excrementos en un lugar privado, sino que buscan un <<rincón>> público para mostrarlos. (La metáfora es vulgar, espero que no le moleste). [...] todo aquello en lo que he puesto mi fe parece contradecirse por completo, pero he puesto mi fe en la poesía, cosa que no pueden decir muchos poetas. [...] Más que un poeta, soy un maniático de las palabras, ésa es la verdad, no creas que me compadezco de mí mismo. Y un maniático de las palabras, no es un poeta, ésa es la triste realidad.

Por último, volviendo a la labor editorial, me gustaría destacar que la calidez y el amor se reflejan también en el modo de encuadernar el texto, en la elección de un prologuista como Andrés Barba, en el papel escogido para las tapas y, a fin de cuentas, en la exquisitez y el gusto por acercar a la calle la misma belleza que se aprecia en las palabras de Dylan Thomas. 

sábado, 21 de abril de 2012

V. S. Naipaul: Cartas entre un padre y un hijo. Los años de Oxford

Idioma original (de la primera edición): inglés
Título original: Letters Between a Father and Son
Año de publicación (en Reino Unido): 1999
Valoración: Recomendable



A pesar de haber publicado su primera novela en 1957, de contar en su haber con cerca de cuarenta obras de diversos géneros: novela, relato, ensayo, crónica periodística, de haber sido nombrado caballero del imperio británico en 1990 y haber ganado el Nobel en 2001, Vidiadhar Surajprasad Naipaul es menos conocido en España de lo que debería, o ésa es al menos mi impresión. Nacido en 1932 en la isla de Trinidad, nieto de inmigrantes hindúes, miembro de familia numerosa, con un padre entregado a ambiciones literarias cada vez más inalcanzables y a una profesión periodística vocacional que rendía lo justo para sostener la casa, Naipaul obtiene una de las cuatro becas para estudiar en Oxford que ofrecía el gobierno colonial y, en 1950, con apenas 18 años, se traslada a Inglaterra, dónde reside.

El libro recoge una muestra más que significativa de la correspondencia que cruzó con su hermana mayor, Kamla – por entonces estudiante en Benarés –, y con el padre de ambos, junto a esporádicos intercambios con algún otro miembro de la familia, entre septiembre de 1949 y junio de 1957, a la que se añade una breve introducción aclaratoria, un somero árbol genealógico y las notas indispensables. Aparte de la expresividad de las propias cartas, hay que destacar el trabajo de recopilación, organización y selección del material que obraba en poder de la universidad de Tulsa hasta ese momento.

Este trabajo, además de resultar imprescindible para quien tenga interés en la producción de Naipaul, de explicar cómo se gestó Una casa para el señor Biswas (una de sus mejores obras, para la que recurrió a la información contenida en las cartas) y de dar pistas a los interesados en la evolución de su personalidad, hará las delicias de cualquier lector que se atreva con una narración poco convencional. Porque el hecho de estar compuesta exclusivamente por cartas no le presta un carácter disperso ni fragmentario, tampoco la convierte en aburrida. En cambio, su unidad argumental y coherencia, así como el interés de los contenidos, la acercan a las obras de ficción. Según avanza la lectura, nos olvidamos de que lo que tenemos delante son textos originales y nos sentimos tan implicados por lo que les ocurre a los personajes e intrigados por su devenir como lo estaríamos leyendo una amena novela. A través de la interacción de Vidia con sus dos principales corresponsales podemos entrever la evolución personal, académica y literaria del escritor así como las vicisitudes por las que pasa su familia. La entrañable y fecunda relación con su padre y hermana, la saludable competencia de aquél con el hijo y la complicidad a que da lugar compartir la misma pasión, el papel que juegan en todo ello el cuadro de actores más o menos secundarios, componen una auténtica trama que se sigue con verdadero interés.

Como podéis imaginar, todo gira alrededor del personaje. Vemos a un Vidia joven y valiente que empieza a dirigir con cuidado su vida, al principio tanteando sus límites y cada vez de forma más resuelta. Un chico que siempre estuvo adelantado a su edad y que no ha tenido más remedio que madurar rápidamente al haber necesitado desenvolverse solo en un continente distinto del que nació, lejos de su familia y de todos sus conocidos desde mucho antes de cumplir los veinte. Ese desarraigo, a una edad que él mismo considera demasiado temprana, repercute en su ánimo. Durante los tres primeros años pasa por momentos muy difíciles y, aunque esto acaba fortaleciendo su carácter e impulsándole a arriesgarse a apostar por él mismo hasta llegar a convertirse en profesional de la escritura, se propone evitar a toda costa que sus hermanos pequeños pasen por lo mismo que él.

Los asuntos tratados en las cartas van de lo más doméstico y coyuntural (la salud, el dinero, los hermanos, otros familiares, el trabajo, las amistades, los estudios) hasta cuestiones como la diferencia de mentalidad de los países, impresiones de viaje y la literatura por encima de todo. Vidia y su padre reflexionan sobre la necesidad de hacer caso a la vocación, se plantean temas y personajes que deberían tratar en sus escritos y hasta se recomiendan métodos para hacerse más prolíficos o escribir mejor. Curiosamente, es del hijo de quien suelen proceder los consejos – y según va pasando el tiempo y va adquiriendo experiencia, todavía más a menudo y con mayor seguridad –, es él quien parece un autor consagrado y con una obra a cuestas transmitiendo su bagaje a un jovencito, él quien se esfuerza en convencer, con el mayor aplomo, a su padre de que, mediados los cuarenta, no es demasiado viejo para producir una obra completa.

Con Kamla ocurre justamente lo contrario. Les une la cercanía de la edad, el hecho de ser los hijos mayores y haberse independizado tan pronto, que ambos estén viviendo lo mismo aunque muy lejos el uno del otro. Se nota que se añoran, que se comprenden bastante bien. Se ayudan, se regañan, intercambian confidencias. Pero en lo relativo a las ambiciones de Vidia no se compenetran tanto, como se deduce de estas palabras que, leídas al cabo del tiempo, forzosamente nos hacen sonreír: “Si estuviera ahora cerca de ti ¿sabes lo que me gustaría hacer? Darte un buen capón. Tú y tus sueños de escritor. ¿Y qué más? No sé qué será lo próximo que se te ocurra.”

También de Naipaul en Unlibroaldía: Miguel StreetIndiaGuerrilleros

domingo, 17 de octubre de 2010

Julio Cortázar: Cartas a los Jonquières

Idioma original: español
Año de publicación: 2010
Valoración: ¿Repugnante?

Hoy me voy a permitir cometer un delito como crítico: reseñar un libro que no he leído, o mejor dicho, un libro del que solo he leído fragmentos: Cartas a los Jonquières, una recopilación de cartas de Julio Cortázar a un amigo de toda la vida, Eduardo Jonquières, que abarcan más de 30 años, de 1950 a 1983, y ocupan más de 600 páginas en su edición actual. Pues bien, el motivo de que hable de esta obra sin haberla leído, y sin tener de hecho ninguna intención de leerla, es que este tipo de publicaciones me producen siempre una incomodidad abismal: me parecen, por decirlo claramente, un alarde de voyeurismo obsceno y necrofílico, y una invasión injustificable a la intimidad del escritor. Como no soy jurista, no sé si el derecho a la privacidad caduca cuando estiras la pata, pero en todo caso, el derecho moral a que no revuelvan tus intimidades debería ser inquebrantable...

"El Cortázar más privado", titula el País el artículo-anuncio publicado hace unos días (no hay que olvidar que Alfaguara y El País forman parte del mismo grupo empresarial). Y tan privado: como que estás publicando sus cartas personales, no escritas con intención literaria sino simplemente comunicativa. No estamos hablando de las epístolas de Cicerón, sino de la posibilidad de que algún día alguien publique esos emails cachondos, depresivos o confesionales que le acabas de mandar a tu mejor amigo, porque, en opinión del crítico futuro "informan con esmero y puntualidad casi semanal sobre un período del que apenas sabíamos nada". Va a resultar que al final todo escritor necesita una María Kodama que le cubra las espaldas después de muerto.

Ya digo que este tipo de publicaciones me revuelven el estómago, por motivos humanitarios. Pero es que además, como crítico, me parece que parten de un interés erróneo y excesivo por la figura, la personalidad y la vida de los escritores, como si con ello se nos fueran a aclarar todos los misterios de su obra (un mecanicismo biografista peligroso y ya desacreditado hace tiempo). Mi admiración por Cortázar, que es mucha, aunque a veces parezca lo contrario, nunca me llevaría a revolver en su armario, escarbar en su papelera y publicar sus recibos del supermercado. No solo eso: llegar a conocer las entretelas de nuestros escritores favoritos puede incluso ser contraproducente. No sé quién dijo aquello de que la mejor manera de dejar de admirar a un escritor es conocerlo en persona (o algo parecido), pero me temo que sea verdad.

Y lo que yo me pregunto es, dado que Julio Cortázar falleció hace apenas 25 años, ¿quién tiene los derechos de esas cartas? ¿A quién corresponde la potestad para decidir que se publiquen? Y también, ¿quién se está lucrando con toda esta retahíla de "papeles encontrados" de Cortázar que está saliendo a la luz en los últimos años?

También de Cortázar en ULAD: Aquí

viernes, 10 de septiembre de 2010

Oscar Wilde: De profundis


Título original: De profundis
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1897
Valoración: muy recomendable

Hay autores en los que recaes una y otra vez, casi devorando cada obra que encuentras unida a su nombre. Eso me pasa con Oscar Wilde. Después de leer El retrato de Dorian Gray he seguido buscando sus publicaciones. La que reseñamos hoy me llamó la atención al tratarse de una epístola real escrita desde la cárcel.

Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde fue condenado a dos años de cárcel y trabajos forzosos cuando se encontraba en el clímax de su carrera y de su fama. Era invitado a Estados Unidos, Cánada, Londres, etc, para dar conferencias sobre esteticismo, del que era ferviente precursor y defensor. Sin embargo, fue acusado de sodomía e indecencia por un tribunal británico, en época victoriana, tras ser denunciado por el padre de su último amante. Este joven, lejos de respaldar a Wilde y defenderlo, dejó que su padre se ensañase con él y Oscar fuese encarcelado.

En prisión, el autor se dedicó a escribir esta larga carta dirigida a Lord Alfred Douglas (Bosie), su amante, en la que le explica lo que siente y lo que piensa sobre lo ocurrido. No pudo enviarla mientras cumplía condena, pero sí le dejaron conservar los manuscritos mientras tanto, hasta que pudo entregárselos a un amigo suyo editor. Cuando salió, se marchó a París y no volvió a pisar suelo británico.

Magnífica, llena de frases contundentes y reflexiones sumamente interesantes. Una obra que nos aporta esa visión que nos gustaría conocer de los autores que nos marcan.

"Detrás de la alegría y la risa, puede haber una naturaleza vulgar, dura e insensible. Pero detrás del sufrimiento, hay siempre sufrimiento. Al contrario que el placer, el dolor no lleva máscara.”

También de Oscar Wilde en ULADLa importancia de llamarse ErnestoEl retrato de Dorian Gray, La esfinge sin secreto, El fantasma de CantervilleEl crimen de Lord Arthur Savile