Año de publicación: en la revista Destino, entre 1948 y 1953; como libro, en 2021
Editoras: Ana Cabello y Blanca Ripoll
Valoración: como lectura, está bien; como fuente de información sobre Laforet, muy recomendable
La concesión del premio Nadal a Carmen Laforet por su novela Nada tuvo una enorme repercusión en su vida, en algunos casos con consecuencias benéficas y en otros no tanto. El premio la colocó, obviamente, en la primera línea de la literatura y de la narrativa española de posguerra: en el páramo cultural en que se había convertido España tras los años de conflicto y miseria, surgía la voz de una escritora joven, desconocida, valiente, capaz de escribir aquella obra tan lírica como brutal, tan existencial como tremendista. Al mismo tiempo, este éxito repentino fue el inicio de una compleja y a veces tormentosa relación de Carmen Laforet con su propia obra (con Nada en particular, y también con el acto de creación en general), con el público y sus expectativas, o con la prensa y la crítica, que exigían de ella cosas que ella no podía o no quería darles. Escritora demorada y esquiva, a diferencia de autores contemporáneos como Camilo José Cela o Miguel Delibes, Laforet rehuía el "mundillo literario", y solo parecía sentirse libre en el contacto (personal o epistolar) con personas muy determinadas, como Elena Fortún, Ramón J. Sender o Roberta Johnsson.
Otra consecuencia del premio, en cualquier caso, que está en el origen de esta reseña, fue la invitación por parte de la revista Destino (que era la convocante, no olvidemos, del propio concurso) para escribir una columna semanal, titulada Puntos de vista de una mujer: 131 textos que aparecieron en la revista entre 1948 y 1952, y que ahora han sido recopilados por Ana Cabello y Blanca Ripoll, con una introducción de Inés Martín Rodrigo. Naturalmente, en un número tan alto de artículos es inevitable que exista una gran variedad de temas y también de grados de interés; lo que no hay en ellos, en cambio, es el recurso a los considerados "temas femeninos" que podrían venir sugeridos por el título:
Yo quisiera escribir para mujeres sobre temas nuestros, de mujeres. Lo malo es que yo no voy a hacer un apartado de recetas culinarias, de charlas de puericultura o sobre la mejor manera de fruncir una cortina, cosas todas que deben interesarnos a las mujeres forzosamente, pero que es tarea para la que yo no me siento capacitada, quizá porque cuando escribo me gusta descansar de ella.
De hecho, como decía, la variedad de temas es grande: muchos textos (los más intimistas, los más originales quizás) parecen surgir de un momento de inspiración o de contemplación: paisajes o escenas captadas por la mirada siempre sensible de la escritora. Así sucede, por ejemplo, en "La hora de las restricciones", "El principio" o "Sobre ideas cortas y cabellos largos" (que también podría haberse titulado "Schopenhauer en la peluquería"); hay también escenas dialogadas con amigas siempre sin nombre, particularmente vívidas, como "Budín de Navidad", "Aventuras domésticas" o "Conversación sobre la gripe", en las que lo banal y cotidiano gana profundidad y a veces sugiere vértices inquietantes. En muchos de estos artículos podemos reconocer, como en un reflejo fugaz, a la Andrea de Nada, paseante, solitaria y observadora, una testigo constante de la vida en todas sus variantes.
Tampoco faltan, por supuesto, los artículos sobre literatura: críticas más o menos formales de libros que está leyendo en ese momento, por ejemplo de Mili Dandolo o Carmen Conde; o artículos dedicados a autores como Dante, Proust, Rilke, Galdós o Azorín. Destaca, entre este grupo, el artículo que Laforet escribió sobre Viento del Norte de Elena Quiroga, ganadora, como ella, del Premio Nadal (una autora, por otra parte, que he visto que está siendo redescubierta ahora mismo). En cambio, la propia labor creativa de Laforet pocas veces aparece en primer plano, tan solo como una mención tangencial o como una queja, ya sea por la dificultad que tiene para escribir (como en "En busca de un tema", una especie de meta-artículo), o por lo poco que le gusta aquello que finalmente escribe.
Un aspecto que resulta interesante, y también algo resbaladizo, es el de la relación de Carmen Laforet con el feminismo, en artículos como "Sobre el triunfo del feminismo", "Conferencia de una mujer" o "Una opinión de mujer sobre la femineidad". Tal como decía antes, Laforet rechazó, en su propia vida y en su obra (por ejemplo a través de Andrea, la protagonista de Nada) someterse a los mandatos de la femineidad sumisa y ortodoxa; no creo que sea casual que las mujeres a las que más admiró y de quien se sintió más próxima (Elena Fortún, Linka Babecka, Lilí Álvarez...) fuesen mujeres fuertes, que escaparon a los límites esperables para las mujeres de su época, y que renegaron no solo de los roles tradicionales de género, sino también de la propia limitación genérica o de la heteronorma. Y sin embargo, en sus artículos, Carmen Laforet parece adoptar una posición defensiva en relación con cualquier postura radicalmente feminista, rechazando, por ejemplo, la discriminación positiva en favor de las escritoras o cualquier idea de conflicto entre sexos.
En cambio, un aspecto que está prácticamente ausente de estos artículos (como, por otra parte, podía esperarse, teniendo en cuenta las circunstancias y el medio en el que fueron publicados) es cualquier mención a la situación social, económica o política de la España de la época. La violencia y la miseria que convertían la casa de la calle Aribau en Nada, en los artículos dejan paso a una visión mucho más edulcorada, costumbrista, estilizada de la vida, mucho más intelectual que visceral. Insisto en que probablemente no podría haber sido de otra forma, pero no deja de ser una lástima.
Resumiendo, y concluyendo, estos artículos son, creo, sobre todo, un lujo y un placer para los amantes de la obra de Carmen Laforet, o para aquellos interesados en su vida o en su personalidad (que ha dado por otro lado lugar a una reciente biografía, Carmen Laforet. Una mujer en fuga, de Anna Caballé e Israel Rolón-Barada). Para el resto de lectores, habrá páginas que resulten inspiradas e inspiradoras; otras, algo más anodinas; muchas interesantes o sugerentes. No es, en todo caso, un libro para leer de una sentada, sino para saborear a sorbitos, alternado, creo, con otros platos más fuertes. En todo caso, es de agradecer que en los últimos años la obra de Carmen Laforet, en todos sus diferentes géneros, esté recibiendo la atención y la actualización que sin duda merece.