Año de publicación: 2024
Valoración: entre recomendable, está bien y se deja leer
Esta novela parte de una premisa de lo más sugestiva: la protagonista -no conocemos su nombre- se dedica a asesinar ancianas, por encargo de sus herederos, para poder así mantener a su madre ingresada en una clínica psiquiátrica debido a sus continuos intentos de suicidio (es obvia la lectura psicoanalítica del argumento, más aún cuando la novela va acompañada, al menos en su primera edición, por un opúsculo titulado Matar a las madres). En principio, parece un plan sin fisuras que, dentro de su dinámica macabra, transcurre según lo esperado por la protagonista. Hasta que un día acepta el encargo de finiquitar a una víctima que no encaja exactamente con su target habitual...
Aquí he de mencionar un punto que, aunque pueda parecerlo, no resulta en absoluto baladí: varios de los personajes femeninos que aparecen, entre ellas estas víctimas de nuestra asesina -a las que, cierta mente, mata con toda ternura y piedad, como describe el título de la novela- están inspiradas en escritoras a las que admira la autora de la novela (no es que yo sea muy listo, es que lo explica ella en el epílogo); así, encontramos a Sylvia Plath, Diane di Prima, Patricia Highsmith... y, sobre todo, a Lucia Berlin, que no tiene tan sólo una presencia anecdótica, sino que se convierte en un personaje central de la novela. La inclusión de esta escritora -o del personaje inspirado en ella- va, por tanto, más allá del simple guiño (incluso del guiño-guiño-codazo-codazo); de hecho, podría interpretarse como una metáfora de la influencia que ha tenido su obra literaria en la de Irene Cuevas o incluso en su vida, en general, aunque yo diría que llega más allá, hasta caer en cierta fantasía mitómana... En fin, eso tanto da, pero el caso es que esta aparición puede provocar en un eventual lector o lectora lo mismo una sonrisa cómplice que un cierto rubor debido a lo que en inglés se conoce por spanish shame... En todo caso, que cada cual decida o se deje llevar por sus propias reacciones.
Por ir avanzando: ¿a qué viene, os preguntaréis (supongo yo, aunque puede que no) la indecisión que muestro en la valoración de este libro? Pues me explico: por determinados aspectos, tanto el humor negro pero suave y con un punto de absurdez (que podríamos entroncar con cierta tradición española, desde Jardiel Poncela o Miguel Mihura a, por ejemplo, Juan José Millás), así como los deliciosos diálogos de la protagonista con su madre suicida frustrada, la novela me parece, sin duda, recomendable. Por otro lado, está bien en cuanto a las referencias que prodríamos calificar de "metaliterarias" (las comillas no sobran) que incluye, pues, aunque sean muy explícitas, tampoco tienen por qué condicionar la lectura de quien no las conozca o no las pille. Ahora bien, como ya he comentado, también pueden producir un creciente rubor que no beneficia a la impresión final que deja la novela.
Por último, la novela contienne también algún momento propio de "novela romántica para jóvenes adultos" (momentos Heartstopper, por decirlo así, con personajes que se diría fueran a aparecer en First dates). Seguro que a más de un lector o lectora le resultarán de lo más satisfactorio estos momentos y diálogos -y no me refiero a las escenas eróticas, bastante logradas, por lo demás-, pero a mí, que ya soy todo un señoro que perfectamente podría tomarse un brandy Soberano en cordial sobremesa con Pérez-Reverte, me han parecido morralla que le sobra a una novela que muestra otras virtudes interesantes. Por ejemplo, el estilo ágil, fresco y con una pátina poética, el humor y, por qué no aplaudirlo, la ternura y la piedad que muestra Irene Cuevas, y que nos indican que podemos esperar de ella cosas muy interesantes en el futuro.