domingo, 28 de diciembre de 2025

2026: Poca broma

Solemos plantear, cuando la fecha se acerca, a qué dedicamos nuestra pequeña e inofensiva broma anual. Ya son unos años, los que llevamos. Hemos recurrido a libros inexistentes, a autores imaginarios, a diversas estratagemas, trampas inofensivas para poner a prueba ingenuidad y buena voluntad de nuestros lectores.

No va a ser así este año. 

Como humildes, y seguramente irrelevantes partícipes de la difusión de la cultura (o del porcentaje que de ésta represente la producción literaria a que prestamos atención), no podemos ser ajenos al riesgo que para esta supone la radicalización política que se está apoderando no sólo de Europa (primer ámbito de nuestro alcance, la mayoría de los que aquí escribimos residimos en la Península Ibérica) sino, en general, del entorno hispanoparlante. No creo que haga falta explicar el crisol de circunstancias concurrentes, desde la intoxicación constante desde los medios de comunicación o las  redes sociales, al avance político y social de diferentes oleadas de pensamiento, todas ellas cohesionadas bajo el magma unificador de la imposición de credos, sean estos políticos o religiosos, de visiones siempre oportunamente sesgadas de la sociedad y de la realidad. Visiones cimentadas en antagonismos, en posturas irreconciliables, un caldo de cultivo ideal para una de las mayores tentaciones: suprimir al contrario, una de cuyas facetas es silenciar su opinión o distorsionarla.

Entramos en 2026 y esto no admite bromas: la literatura tampoco es ajena a esas turbulencias. Y su influencia puede ser limitada pero aún podría ser poderosa. No solo asistimos a esa preocupante polarización de las sociedades, también nos enfrentamos al enorme riesgo de que la desaparición del espíritu crítico sea un oportuno daño colateral. Si algo tiene la cultura, en sus distintas formas, es la capacidad de apelar a ese espíritu, tan incómodo para quienes quieren gobernar el mundo rodeados de parabienes de aduladores. Ciertas corrientes hablan de la muerte de la narración, y si ese desequilibrio no se compensa, si nos quedamos en el confortable bando de la complacencia, de leer solo esos ensayos de quienes piensan de forma muy parecida a nosotros, nos espera más de lo mismo desde otros flancos. Ved, si no, nuestras recientes listas: muchos de nosotros nos hemos quejado en términos como año flojo o análogos. Y no me suena que muchas de las consideradas novedades en narrativa hayan calado hondo. De hecho, no recuerdo repeticiones en nuestras respectivas listas y desde luego nuestra coincidencia con las de los medios, ejem, oficiales, es nula. Y la ausencia de una narrativa fresca y potente que refleje las sociedades actuales es preocupante. Era esa proyección de personajes ficticios a la realidad lo que atrapaba a muchos, ese reflejo nos hacía pensar y reflexionar. Hoy tenemos, por todas partes, libros de opinadores, de tertulianos, de oportunos biógrafos y oportunos autobiógrafos,  de estrellas mediáticas más pendientes de transferencias que de trascendencias, y muchos de esos agentes literarios sobrevenidos son solo cómplices de eso, perdón por la redundancia, de la complacencia con ese poder que me premia y me publica y que me hará rico si actúo en su apoyo. Supongo que cada sociedad tiene sus ejemplos particulares.

Somos conscientes de que habrá lectores que piensen que esta reflexión tiene también un sesgo ideológico. De que algunos puede que lleguen a la conclusión de que nos oponemos a opciones que pueden haber votado esos lectores en los sitios en que viven. No se trata de eso. Hay que poner en duda a cualquiera que quiera imponernos verdades absolutas. En un lado y en otro, en mundos reales o en paraisos ficticios. Y para hacerlo, la cultura nos ayuda a ello. No nos arriesguemos a que deje de hacerlo. 

sábado, 27 de diciembre de 2025

Alison Bechdel: Consumida

Idioma original: inglés

Título original: Spent

Año de publicación: 2025

Traducción: Rocío de la Maya Retamar

Valoración: muy recomendable

Última novela gráfica, hasta la fecha (me cuesta un poco no llamarla cómic, por razones que ya explicaré), de la célebre autora Alison Bechdel, de carácter, si no autobiográfico, como el resto de su obra o al menos la que yo conozco, sí que autoficcional... En verdad, esto de una "novela gráfica autoficcional" debería echarme para atrás, pero, en este caso, no sólo no lo ha hecho sino que ha resultado ser una de mis lecturas más divertidas del año. Además de esta feliz e incluso sorprendente circunstancia, otros motivos me decidieron a leer este Consumida:

  • El buen recuerdo que tenía de la obra más célebre de Bechdel (aparte de la tira cómica Unas lesbianas de cuidado, en la que apareció el ahora conocido como "test de Bechdel"... y entonces sólo un chiste), la muy recomendable Fun Home... aunque no sea, sin embargo, la alegría de la huerta como novela gráfica, sino todo lo contrario.  No obstante, he de reconocer que se me hizo bola el anterior libro de esta autora, El misterio de la fuerza sobrehumana y no llegué acabarlo (menos aún a reseñarlo).
  • El hecho de que en el concepto autoficcional de este libro pese más, creo, la parte de "ficción" que la de "auto". Es cierto que la protagonista principal es una dibujante llamada Alison Bechdel, de aspecto similar al de la autora y que vive, en gran medida, de las rentas generadas por el libro sobre su relación con su padre -sólo que aquí el padre no es funerario, sino taxidermista y la historia se ha acabado convirtiendo en una serie de televisión de gran éxito-; por lo demás, el resto de personajes y sus circunstancias vitales resultan ser, al parecer una mezcla entre la elementos reales y otros debidos claramente a la ficción -como algunas amigas rescatadas de la tira cómica que he mencionado antes-: la Alison del libro vive en una granja de la muy progresista Vermont, en la que mantiene un santuario de cabras enanas, junto a su mujer, Holly, gran amante de la vida rural y que se convierte en toda una influencer para ese nicho de público internetero. Ambas llevan una vida de lo más hogareña, pero no autosuficiente, puesto que compran un montón de cosas por Amazon o, en el otro extremo, en una cooperativa local de productos orgánicos escandalosamente caros.

Por lo demás, les amigues de la pareja son una pandilla de boomers izquierdistas que residen en una cooperativa mixta de vivienda compartida -una especie de comuna para sesentones, para entendernos-, preocupades por el activismo político, el poliamor, las identidades de género, el multiculturalismo, veganismo... en fin, ya sabéis, el surtido completo. Pero, sobre todo, por mantener su coherencia ideológica a ciertas edades y en ciertas coyunturas, puesto que la trama de la historia se sitúa en la época postpandémica, durante la última parte del mandato de Biden, cuando el trumpismo amenazaba con arrasar de nuevo EE.UU. Porque si el universo woke se ve aquí satirizado, aunque sea de forma amistosa, lo mismo ocurre con su contrapartida MAGA, representada por la figura de la conservadora hermana de Alison, Sheila, antiabortista y creadora de "arte con semillas" (como suena). El contraste entre ambas visiones políticas no hace sino alimentar la paranoia de Alison, presentada como un personaje un tanto "woodyallenesco" (el de antes de su cancelación por motivos un tanto resbaladizos, quiero decir); a su bloqueo creativo (= procrastinación galopante) se le une el bombardeo continuo de noticias sobre el desastre al que está abocado el mundo y su país en particular. De todos modos, las ideologías y sus derivaciones no son los únicos ámbitos que reciben la ironía de Bechdel; lo mismo ocurre con el de la producción de series televisivas o la tiranía de las redes sociales.


Esta ironía, o quizás sería mejor hablar de una retranca amable, se convierte en el tono general que recorre todo el libro, ya desde el propio enunciado de los títulos de su capítulos, sacados de El capital de Marx -debido a que la Alison de ficción trata de escribir un libro para combatir el "capitalismo tardío", ayudándose del tratado de Marx... del que sólo llega a leer el índice-, mientras que las protagonistas están metidas en la misma vorágine de superficialidad y consumismo que el resto de sus conciudadanos y que el mundo occidental, en general. No obstante, uno no puede dejar de sentir simpatía por los personajes -sobre todo por Alison-, pese a sus indecisiones, contradicciones, divagaciones y dudas... O precisamente debido a todo esto. Bechdel no se ceba con sus personajes, entre otras cosas porque el que está basado en ella misma es el primero en quedar en evidencia, por lo que, por ridículos que pueda presentar los comportamientos ajenos, no se considera por encima de nadie... Así, el mensaje final que nos queda es el de que las cosas pueden pintar mal y el mundo ser endiabladamente complicado para quien tenga la voluntad de cambiarlo a mejor, pero siempre les -nos- quedará la amistad, la cooperación, el respeto y los lazos comunales para resistir la tormenta hasta que llegue un tiempo más propicio. Y el humor, por supuesto, que es la base sobre la que se asienta todo el libro y que consigue que se lea no ya con complacencia, sino con auténtica diversión. De ahí lo que comentaba al principio; cierto es que esta obra debería considerarse una novela gráfica, en tanto que es autoconclusiva, pero, por su tono humorístico, no puedo por menos que verla como un "cómic", en el sentido más amplio del término.


Otros títulos de Alison Bechdel reseñados en Un Libro Al Día: Fun Home¿Eres mi madre?

viernes, 26 de diciembre de 2025

Stefan Zweig: Erasmo de Rotterdam: Triunfo y tragedia de un humanista

Idioma original: Alemán

Título original: Triumph und Tragik des Erasmus von Rotterdam

Traducción: R. S. Carbó

Año de publicación: 1934

Valoración: Muy recomendable (Imprescindible para los humanistas)

(De manera intencional pongo de portada la colección de biografías de Zweig de Acantilado. En estas épocas de dar, este tabique de dos tomos es uno de esos regalos que te cagas. Regálenselo a esa persona amada. De nada: luego me agradecen. Incluye las biografías de Erasmo de Róterdam, Fernando de Magallanes, María Estuardo, María Antonieta, Joseph Fouché, Honoré de Balzac y Marceline Desbordes-Valmore).

Cuando hay un libro altamente recomendable, la reseña se vuelve corta. Hay pocas cosas que agregar al texto original además de decir: léanlo.

Se dice que una persona extraordinaria nace cada cien años. Así que el hecho de que Erasmo de Rotterdam y Martín Lutero hayan habitado el planeta al mismo tiempo no puede ser otra cosa que un prodigio. Y no solo eso: el choque entre ambos, el sabio que pule frases hasta dejarlas como vidrio y el monje que lanza martillazos, define, para Zweig, el punto exacto en el que Europa deja de conversar y empieza a gritar.

Zweig escribe esta biografía como quien ve venir una tormenta. Publicado en 1934, el libro tiene esa electricidad rara de las obras que hablan de otra época, sí, pero con el oído puesto en el siglo XX: el fanatismo como método, la polarización como forma de vida, la masa como una máquina que exige sangre o milagros, y el intelectual humanista intentando, tercamente, que el mundo no se vuelva una hoguera.

Zweig no explica a Erasmo, lo dramatiza. Lo coloca en escena. Lo deja ser lo que fue: un hombre de letras, un europeísta antes de que existiera la palabra, un creyente sin ganas de inquisiciones, un reformista alérgico a la Reforma cuando se sale de madre. Erasmo, dice Zweig, es la encarnación de la medida. Y luego llega Lutero, que es todo lo contrario: no mide, arde. El conflicto va más allá de la teología; es temperamental. 

Si te interesa el humanismo, este libro es obligatorio. Si te interesa la Reforma, también. Y si te interesa, aunque sea por puro instinto de supervivencia, entender cómo se rompe una sociedad y cómo la inteligencia y mesura puede volverse un estorbo, entonces más te vale leerlo. Porque la biografía de Erasmo, en manos de Zweig, es algo útil: una advertencia escrita con elegancia.

jueves, 25 de diciembre de 2025

LO MEJOR DE 2025

Un año más llega a las pantallas de los lectores ULADianos la lista que importa, la que todos estaban esperando, la lista para acabar con todas las demás listas: lo mejor del año para nuestros reseñistas. ¡Deseamos a todos los que nos acompañan unas Felices Fiestas, y un 2026 cargado de buenas lecturas!
 
Oriol:

Resumen del año: No he leído ningún libro imprescindible (salvo, quizá, Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt). Aun así, he descubierto novelas, antologías y cómics notables, y he entrevistado a mi admirado Jared Roberts.

Libros que parecen escritos específicamente para mí: The Machine Stories, de Jared Roberts, With Teeth, de Christian Wallis, Yongüein’s Massacre, de Myke Babylon, La pianista, de Elfriede Jelinek, La bestia entre las sombras, de Edogawa Rampo, La estancia oscura, de Leonard Cline, y Paperbacks from hell, de Grady Hendrix.
Novelas destacables: Gente adinerada, de Joyce Carol Oates, y Posesión, de A. S. Byatt.
Novelas que logran dar una visión panorámica de su mundo: El gusano, de Luis Carlos Barragán, y La fábrica de Absoluto, de Karel Čapek.
Antología destacada: Ni una palabra, de Caroline Blackwood.
Mejor novela gráfica: La formidable invasión mongola, de Shintaro Kago (aunque Insolitus y Los reinos silenciosos, de VV.AA., están muy bien).
Mejor libro de no ficción: Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt.
Mejor volumen ecléctico: Madurar hacia la infancia, de Bruno Schulz.


Koldo:

Novelas: Minimosca, de Gustavo Faverón Patriau, Camino de sirga, de Jesús Moncada, y El siguiente en el paraíso de Marek Hlasko
Autobiografía (o similar): Antes que anochezca, de Reinaldo Arenas, En las kátorgas del zar, de H. Leyvik, y Triste tigre, de Neige Sinno
Cuentos: Cada lunes de aguas, de Juan Montiel, y Mentirosos enamorados, de Richard Yates
Viajes: Los viajes de Júpiter, de Ted Simon
Poesía: Mientras tanto cógeme la mano, de Kirmen Uribe
Crónica (o similar): No matarían ni una mosca, de Slavenka Drakulic

Juan:

Un 2025 muy prolífico en lecturas, aunque como de costumbre y curiosamente (ignoro la causa), las mejores concentradas sobre todo en la última parte del año. A saber:

Libros de miedito: HEX de Thomas Olde Heuvelt, Negro tal vez de Attila Veres y Fundido a negro de Jesús Cañadas (éste, en libertad provisional).
Noir a pleno sol: Los niños están mirando de Laird Koenig y Peter L. Dixon.
Distopía chanante: La infancia del mundo de Michel Nieva.
Distopía no tan chanante: Las indignas de Agustina Bazterrica.
Cómic Novela gráfica más divertida del año: Consumida de Alison Bechdel.
Biografía: Revelando a Vivian Maier de Ann Marks.
Ensayos del año: Quiero y no puedo de Raquel Peláez, Pornocracia de Jorge Dioni López y (quizás) Catedral de escombros de Pedro Torrijos...
Una batalla tras otra: Se acabó el recreo de Darío Ferrari, Operación Apolo de Sergi Moyano Hurtado, El corazón revolucionario del mundo de Francisco Serrano y Ovni 78 de los Wu Ming.
Novela por la que deberían darle al autor algún premio o algo: Tango satánico de László Krasznahorkai.

 

Francesc:

Ensayo: Sin centrarme en una obra específica, creo que el europeísmo escéptico/pragmático de Finkielkraut es algo que hay que reivindicar (porque hacerlo con Huxley ya sería demasiado, ¿no?)

Narrativa de largo: La obra de Catherine Lacey me ha ofrecido ciertas esperanzas.

Narrativa de corto: María Bastarós, una escritora que busca camorra (o sea, que no es de sofá, mantita y libro).

Expectativa superada (tanto con tan poco) :El comandante yanqui de David Grann

Expectativa defraudada (aunque temida): Sally Rooney en concreto con Intermezzo, pero creo que cualquiera serviría.

Comentario que no viene a cuento: alejaos, por favor, de libros que cuenten con esas irritantes fajas empeñadas en asignar y etiquetar. A la papelera, ya.

  

Marc:
Año flojo en cuanto a mi elección de las lecturas pero, aun y no habiendo acertado en general, sí hay algunos libros a destacar:

Libro del año: «Animals inexpressius», de Xavier Mas Craviotto
Ensayo del año: «La passió dels estranys», de Marina Garcés
Autobiografía del año: «Dietarios», de Mircea Cărtărescu
Experimentos exitoso del año: «La niña a la que le gustaban demasiado las cerillas», de Gaétan Soucy, por el estilo y lenguaje utilizados, y «El volumen del tiempo», de Solvej Balle, por planteamiento y argumento.
Reencuentros satisfactorios: Philip Roth, Jon Fosse, Henrik Ibsen
Caerán más libros de: Pol Guasch, Xavier Mas Craviotto, Siri Hustvedt, Jon Fosse
Propósitos para el 2026: aumentar el ritmo de lecturas, más poesía y recuperar algun clásico pendiente

Félix:
Resumen del año: bastante bien hasta mitad de año, leyendo un par de imprescindibles y, en general, de todo un poco. Luego decayó en frecuencia y calidad, aunque dejando, todavía, algún que otro libro muy recomendable.

Top 3 del año: 
- Bella del señor, de Albert Cohen.
- Minimosca, de Gustavo Faverón Patriau.
- Middlesex, de Jeffrey Eugenides, o El quinto hijo, de Doris Lessing.
Accésit: La higuera, de Ramiro Pinilla, Hacedor de estrellas, de Olaf Stapledon, o la serie el Cuarteto de Buru, de Pramoedya Ananta Toer.
Cuento del año: El cuento más hermoso del mundo, de Ruydard Kipling.
Ensayo del año: hago trampa porque es una relectura, pero la maravilla de Esculpir en el tiempo, de Andrei Tarkovski, no puede obviarse nunca.
Cómic del año: El Eternauta, de Oesterheld y Solano López.
Decepciones (sonadas): 
- El loco de Dios en el fin del mundo, de Javier Cercas (por el tema y las ínfulas que se carga el texto).
- La invención de todas las cosas, de Jorge Volpi (ni ganas de reseñarlo me dan).
- El ayudante, de Robert Walser.
Lo leí aunque casi lo tiro por la ventana: Cómo leer y por qué, de Harold Bloom.
Abandonos: Hay ríos en el cielo, de Elif Shakar (por tratarme de tonto varias veces).
Amor-odio excesivo: los dos libros de Renaissance, de J.J. Lucas.
Descubrimientos: Albert Cohen, Pramoedya Ananta Toer, Olaf Stapledon, Ramiro Pinilla.
Constatación de lo pésimo que es el marketing para la calidad de una obra: los pesos pesados de la literatura argentina contemporánea.
Esperanza del 2026: leer algo del calibre de Bella del señor o Minimosca.

Carlos:

En un año que en general ha sido de lecturas más bien flojas, esto es lo poco que he podido rescatar:

Novela: La aventura de un fotógrafo en La Plata, de Adolfo Bioy Casares; La guerra de nuestros antepasados, de Miguel Delibes; El evangelio según Jesucristo, de José Saramago. Al final tres clásicos, o casi.
Novela gráfica (y quizá descubrimiento del año)El color de las cosas, de Martin Panchaud
Novela corta: Relato soñado, de Arthur Schnitzler
Humor: Alacranes en su tinta, de Juan Bas
Autobiografía: Pretérito imperfecto, de Carlos Castilla del Pino
Música: Quadrophenia, de Àlex Oró
ClásicoEl crimen de Lord Arthur Savile, de Oscar Wilde
Ensayo ligero (pero muy logrado): La radio puesta, de Javier Montes
Libro de relatos: Lazos de familia, de Clarice Lispector (reseña en breve)
Y por no dejarlo con apariencia tan limitada, haré mención a otros tres que se quedaron cerca del galardón, quizá un pasito por detrás: La liebre con ojos de ámbar, de Edmund De Waal; El callejón de los milagros, de Naguib Mahfuz; Crónica de Dalkey, del admirado Flann O´Brien

Alain:
Este año, trabajar en el blog me produjo muchas satisfacciones: poder entrevistar a escritores y artistas, enfocarme en la lectura y la escritura, trabajar en una app del blog (solo disponible por el momento en App store, esperen un poco más para usarla en Android), y lo más importante, pertenecer a una comunidad de amantes de la literatura y de la creación humana. A pesar de que las vistas del blog son mínimas comparadas con booktokers, booktubers, bookstagramers…, hemos mantenido un año más la independencia y la honestidad en las reseñas. Cuando el internet y las redes sociales exploten debido a la inteligencia artificial y a los intereses de esos billonarios hijos de puta, aquí seguiremos. ¡Qué chinguen a su madre los que usan la IA para socavar la creatividad humana, y que chingue a su madre Elon Musk!

Aquí mi resumen del año:
Texto revelador: Historia general de las drogas, Antonio Escohotado.
Noir que me regresó la esperanza en este género: El gran desierto, James Ellroy.
Descubrimiento: La obra de Shintaro Kago (por cortesía de Oriol). Pueden ver una entrevista con él aquí.
Libro contra el que tenía un prejuicio y me sorprendió: The stand, Stephen King.
Decepción por hacerle caso a las voces de las masas: Cadaver esquisito, Agustina Basterrica.
Libro con sountrack: Héroes del Blues, Jazz y Country, Robert Crumb.
Relecturas que me conmueven como la primera vez: Mañana en la batalla piensa en mi, Javier Marías; El juego de Abalorios, Hermann Hesse; Música de cañerías, Charles Bukowski.
Adaptada al cine con spice lésbico: Arenas movedizas, Junichiro Tanizaki.
Decepción del año: Retratos de jazz, Haruki Murakami y Makoto Wada

José Miguel:
Estimados seguidores de Ulad, en estas fechas tan señaladas me llena de orgullo y satisfaccion entrar en vuestros hogares para dejaros mi lista de mejores lecturas del año.

Novelas:
Calabobos de Luis Mario. Original, delicada, poética.
Los recuerdos del porvenir de Elena Garro. Hipnótica. Cómo he podido desconocer esta maravilla? 
Cuentos:
60 relatos de Dino Buzzati. Inquietantes, desasogantes y muy bien escritos.
Cuentos de Pio Baroja. Sólo por la preciosidad de Mari Belcha, ya merece la pena volver a Baroja.
Ensayo:
Mapa de soledades de Juan Gomez Barcena. Barcena hace tiempo que dejo de ser una joven promesa. Siempre buscando nuevos temas y nuevos enfoques. Muy recomendable cualquier novela suya.
El hombre horizontal de Bruno Remaury. Cuestionando el espacio q ocupa el ser humano en este mundo enloquecido.
Clasico incontestable:
Almas muertas de Nicolai Gogol. Ahhhh, los rusos.
Decepciones (no hay que comprar a lo loco):
Bruno Schulz, Madurar hacia la infancia. En la pagina 429 nos da la clave de su escritura "el tema como siempre, sin importancia y dificil de narrar". Pues, no esperes a la pagina 429 para decirnoslo, avisanos en la 1.
Adan y Eva de Aarto Paasilina. Humor finlandes, no trasladable a estas latitudes. Si ellos se rien con esto, es que somos muy, pero que muy diferentes.

Pues eso es todo. 
Felices fiestas y buenas lecturas para el proximo año.

Santi:
Un año muy irregular en cuanto a lecturas: un verano inusualmente descansado en el que por fin pude leer hasta (casi) hartarme, y un resto del año usualmente ocupado en el que casi solo he (re)leído lo que me exigía mi trabajo. A pesar de ello, ha habido unas cuantas muy buenas lecturas, y otras más decepcionantes... Aquí va mi lista: 
 
Mejores novelas: Todo empieza con la sangre de Aixa de la Cruz, Limpia de Alia Trabucco Zerán, El acontecimiento de Annie Ernaux
Mejor 2x1: Literatura infantil de Alejandro Zambra y Linea nigra de  
Mejor cuento: "El ojo en la garganta", incluido en El buen mal de Samanta Schweblin
Mejor libro de poesía: Amor y pan de Paula Melchor 
Mejor ensayo: Lo que una ama de Miren Billelabeitia
Clásico recuperado: Tea rooms de Luisa Carnés
Clásico que no me convencióTodos los nombres de Saramago 
Decepción del año: La península de las casas vacías de David Uclés

miércoles, 24 de diciembre de 2025

Colaboración: 2 x 1 Madrid y El rastro, de Andrés Trapiello

Idioma original: español

Año de publicación: 2020 y 2018

Valoración: empachosos


Andrés Trapiello es un autor que se mueve en un relativo margen literario, desde donde lanza sus propuestas. Algunas son geniales, como sus artículos costumbristas o ese diario del que lleva ya publicados 24 volúmenes. Otras son un tanto descabelladas, como cuando se empeña en comentar la actualidad política. Y otras quizá son incomprendidas, como sus novelas, eclipsadas por el mencionado diario, o libros donde combina sus excelentes dotes de memorialista con páginas que llegan a caer en la irrelevancia. Las dos que dan lugar a esta reseña son de este último grupo, entre el objeto de regalo y de exposición y el buen pulso intimista que ha sido marca de la casa y que se viene difuminando en estas entregas de los últimos tiempos, en apariencia más enfocadas al continente que al contenido en sí.

Madrid y El Rastro son dos ocurrencias editoriales muy bien envueltas, en formato de lujo, quién sabe si inspirados en los que hizo Josep Pla de similar género (¡qué pesada está alguna gente con Pla, y qué poco se le pega a esa gente lo mejor de este escritor excelso!). Lucen los dos títulos repletos de material gráfico de primer nivel, fotografías, reproducciones artísticas de todo tipo, manuscritos, tickets, instrucciones, la inmensa mayoría con su pie detallado y acreditado, lo que es de agradecer y que salvará a estos libros de la maraña de esta época, que todo lo destripa y plagia sin consideración y a la que se enfrentan estos títulos en su preocupación por mencionar casi hasta el último desconocido que hizo una foto de agencia en el año de Maricastaña. Este material se sostiene sobre algo que es de lo mejor del libro, el diseño de Trapiello en colaboración con Alfonso Meléndez, primoroso en lo que se refiere a orden, tipografía o maquetación. De hecho, la implicación es tal que en cierto modo se puede considerar a Meléndez coautor de una buena parte de la bibliografía del leonés.

El primero de los títulos, Madrid, que es sin embargo el que se publicó en segundo lugar, marca la pauta de ambos. Trapiello estructura en capítulos muy bien medidos, bien descritos en sus corolarios, herencia de sus maestros Galdós y Baroja, pero atrabiliarios, en contra de las enseñanzas de aquellos; y así hasta los tres quintos del libro, donde enmarca sus obsesiones particulares en pequeños sumarios como arquitectura o arte u otros dedicados a personajes puntuales que son de su gusto, a medio camino entre las glorias consumadas y los bohemios de manual. ¿Y por qué lo atrabiliario? Pues porque aunque brillante en su escritura memorialista, el fondo histórico propiamente dicho puede arropar de más una armadura literaria que no pierde su sello mercurial, densa en el sentido de con un peso específico, en una tradición de gran clásico, más alumno aventajado que maestro, remitiendo a sus referentes en todo momento, como hace en cada cosa que escribe. Vamos, que si las 350 páginas de narración se hubiesen despojado de esas 150 con informaciones que se pueden encontrar en cualquier guía común medianamente documentada y se hubiesen quedado las que cuentan lo más granado del autor y sus pareceres, la obra habría salido ganando. Pero también sería otro libro, ajeno al concepto enciclopédico que por momentos tiene este Madrid.

Los capítulos son también un poco rastros en sí mismos, acumulación de lugares curiosos y estampas populares en el caso de Madrid y de objetos y motivos típicos en El Rastro. Y en este segundo tomo, lo de siempre: capítulos dedicados a la historia y el desarrollo que ha tenido este mercado callejero desde su fundación en tiempo incierto, y elogios del coleccionismo, pautas de regateo, la anécdota de la espada, que refleja que uno nunca encuentra lo que busca pero a veces sí, y una larga disertación de cómo ha llegado hasta nuestros días esta particular forma de intercambio. El motivo de unirlos a los dos en una reseña es que El Rastro es como una costilla de Adán de Madrid, cuyo capítulo 20 trata el famoso mercado y es, de alguna manera, un extracto de aquel. La intención está clara, pues el propio autor remite al libro en las últimas líneas de ese capítulo.

Aparte de las virtudes ya mencionadas, hay que subrayar un oído fino para los diálogos de la calle y compasión y generosidad para los adjetivos, cualidades ambas que el autor reparte sin reparo y que le habrían venido bien a su propia carrera para que en España estuviésemos más pendientes de la verdadera escritura que de otros aspectos secundarios, como la innecesaria pretendida carga ideológica de que adolece su obra más reciente. Últimamente se viene excediendo en el afán de remarcar su cambio de bando cuando siempre fue de no militante de ninguno, y es repetitivo y cansino tanto en cuanto a la glorificación de los que considera amigos como a la censura de los enemigos, así como en el ostracismo de viejos compañeros de viaje. Sus recientes memorias (‘políticas’ las ha llamado él o su editorial) caen en lo mismo. De ahí el efecto de empacho de la valoración, pues los nuevos lectores pueden saturarse y no aporta novedad a los fieles; nada, en fin, en lo que no hayan caído algunos de sus maestros. Pero cuando Trapiello se olvida de la hemeroteca y de las rencillas y tira del hilo, surge la que es sin duda una de las prosas privilegiadas de la literatura de hoy en español. Esta escritura arrolladora es la línea de sus grandes obras, la de sus crónicas de clásicos olvidados y su diario, de los que deberíamos dar cuenta algún día.

Firmado: César

También de Andrés Trapiello reseñado en ULAD: El azul relativo

martes, 23 de diciembre de 2025

Colin Barrett: Casas de locos


Idioma original:
inglés

Título original: Wild Houses

Año de publicación: 2024

Traducción: Magdalena Palmer

Valoración: está bien

Uh, mucho tiempo sin reseñar nada de Sajalín por mi parte, y aunque he de reconocer que su perfil no ha cambiado y lo que publican suele obedecer a lo que se espera, no sé si es que el que ha cambiado habré sido yo, pero esta Casas de locos me ha decepcionado algo. Leí a su autor en formato relato hace unos años y reconozco que el recuerdo de Glasbeigh ha pesado de cierta forma: una colección de relatos amena y con cierta cohesión al incluir estos personajes coincidentes. como una de esas películas corales que se estilaba hace unas décadas, como un Raymond Carver algo más acanallado y con menor perfil en lo psicológico.

Pero entonces, esto es Sajalín, esto es Dublín (mil perdones por el ripio), esto es el mundillo criminal de poca monta, ni hablamos de sicarios ni de narcotráfico a gran escala, ni de grandes y oscuros intereses. Los tipejos que pululan esta novela son varones irlandeses de pocas luces y menos expectativas vitales. Mujeres que hacen lo que pueden para tirar adelante a su familia, entornos precarios donde lo que se trata es de buscarse la vida para ir afrontando el día a día. Ese mundillo de las pequeñas ciudades, de los barrios donde campa la abulia y el aburrimiento, donde los jóvenes que. por lo que sea, renuncian a intentar acabar unos estudios o avanzar en algún campo profesional y se dedican a eso, al trapicheo, al menudeo de estupefacientes, casi siempre en un entorno reducido y prácticamente sin salir del entorno del barrio, de la pequeña ciudad. Aquí la historia es casi un puro esquema: dos hermanos reciben el encargo de secuestrar a otro joven, para forzar a su hermano a pagar una deuda por un alijo de droga. Nada especialmente truculento, el secuestro resulta contar con una curiosa colaboración, cuando otro joven, Dev, aporta su casa, retirada en un paraje y a la que nadie acude, como escondrijo mientras el chantaje se concreta.

Lo que sucede, al margen de que la trama ya se precipita a una resolución en forma de disyuntiva, es que Casas de Locos parece, en demasiados momentos, un relato alargado hasta tomar forma y extensión de novela. Cierto es que las descripciones, las reflexiones, ese subfondo social que se manifiesta (familias desestructuradas, jóvenes que desde la adolescencia apenas dan cuenta de sus cosas, que callejean como plan de vida) toma el mando de la narración y parece establecer una capa más dura y permeable que la pura secuencia del secuestro. Nada en contra, pero el punto intermedio entre la pura novela negra o criminal y la parábola con denuncia social implícita empieza a parecerme un terreno demasiado transitado.

También de Colin Barrett en ULAD aquí

lunes, 22 de diciembre de 2025

Natalia Ginzburg: La ciudad y la casa

Idioma original: italiano
Título original: La città e la casa
Traducción: Meritxell Cucurella-Jorba en catalán para Club Editor y Mercedes Corral en castellano para Lumen
Año de publicación: 1984
Valoración: recomendable


Hay autores de calidad literaria indiscutible que, por un motivo u otro, hay quedado fuera de mis lecturas habituales. Y hace tiempo que debía ponerle remedio a Natalia Ginzburg, una de las más conocidas escritoras italianas del siglo XX.

Empieza la novela con Giuseppe, un joven romano que le manda una carta a su hermano Ferruccio diciéndole que irá a vivir con él a Princeton (Estados Unidos) donde enseña biología en la universidad; el motivo de su traslado es irse con él para cultivarse y encontrar un trabajo, a la vez que buscar su mentoría pues Giuseppe se reconoce a sí mismo como «una persona insegura. Necesito alguien que me dé seguridad. Mi hermano es un hombre que tienen todas las cualidades que yo no tengo, tiene un temperamento tranquilo y las ideas claras. Me encuentro muy unido a él». Aun así, y pese a su firme voluntad, la partida de su ciudad natal no les es fácil, pues reconoce que «dejo mi casa, donde vivo desde hace más de veinte años» y admite que «ahora creo que querría quedarme aquí un poco más. Creo que es mejor que me vaya pensando que aquí, en Italia, mi vida era una joya. La verdad es que me parece una joya ahora que me voy. Antes de decidirme a marchar la encontraba insoportable». Así, con su marcha a los Estados Unidos de América, deja atrás también a Lucrezia y a su propio hijo y a los que ella tuvo con otra relación; Lucrezia, una mujer de la que estuvo profundamente enamorado pero que llegó un punto en el que se distanciaron, pues «llega un momento, en la vida, que todas las cosas que miramos por primera vez nos resultan extrañas. Las miramos como turistas, con interés, pero fríamente. Pertenecen a los demás».

En esta novela escrita en forma epistolar, la autora centra el relato en Giuseppe, pero abre el abanico a una serie de personajes de su entorno que conformaran el espectro de protagonistas que conforman la obra. De esta manera, aunque Giuseppe ejerce como pilar estructural a nivel argumentativo el peso de la historia lo constituye el paisaje social que se edifica a su entorno, pues, a partir de las cartas que se envían entre las diferentes personas de su entorno (hijo, amigos y familiares) de manera directa pero también cruzada, Natalia Ginzburg teje una novela que, a base de relaciones epistolares entre unos pocos personajes nos permite conocer no únicamente la vida de su principal protagonista sino también la de una sociedad que ubicaríamos en la sociedad postindustrial italiana de los ochenta. Así, a través de las distintas misivas podemos dibujar el mapa paisajístico de la historia que narra y es a través de sus distintos ángulos que somos conscientes de que la verdadera historia no la relata el protagonista sino todos aquellos que conforman su mundo, su entorno y su comunidad.

Estilísticamente, el tono y lenguaje de los personajes es seco, a veces contundente, con un alto grado de pesimismo con el que afrontan sus respectivas vidas que se pone de manifiesto, por ejemplo, al hablar de la cuñada, una mujer que «siempre sonríe. Sonríe con la boca, pero los ojos y el resto de la cara no sonríen. Ella y yo hablamos en inglés y francés, pero no tenemos nada que decirnos en ninguna lengua», o también cuando profesa la decepción tras su llegada a Nueva York en cuanto a la relación con su hermano, una relación que «se ha cortado. Parece que ahora no tenga tiempo para mí»; una sensación compartida por gente cercana a él, quienes constatan que Giuseppe «fue a América a refugiarse bajo las alas de su hermano. Pero los hermanos no tienen alas». De esta manera, vemos la dureza e incluso rencor en las cartas que se escriben, pues rezuman tensiones del pasado mal resultas, desajustes no corregidos y ciertas heridas mal cicatrizadas. Hay tirantez entre personas que tuvieron un pasado que ha quedado muy atrás, pero quizá no tanto como parece, pues hay un resquemor latente que la autora plasma con un lenguaje directo y veces tosco con el que se dirigen unos a otros, pero especialmente al tratar ciertos aspectos que les carcomen: una relación, la venta de una propiedad a precio de saldo o la paternidad ausente.

Con todo ello, Ginzburg teje un relato muy humano a partir de las diferentes cartas que se intercambian los personajes que permiten que vayamos conociendo el devenir en sus vidas y el contraste de opiniones diferentes que tienen sobre un mismo aspecto. Así, se trata de una novela sumamente coral, en el que la realidad siempre es diferente según el punto de vista de quien la observa; un claro reflejo de la realidad en la que la vida de cada uno es vivida e interpretada por los allegados, quienes expresan, opinan, pero también sienten y padecen en sus propias vidas y las de sus seres queridos quienes, incluso estando a distancia de ellos, les profesan cariño, simpatías, pero también roces y discrepancias. Ginzburg nos retrata la vida de unos personajes entrelazados a lo largo de dos años y medio, y es a través de las cartas que se van enviando de unos a otros que conocemos sus vidas, sus temores, sus tragedias, sus alegrías y sus vivencias. Un relato que nos lleva a una Roma como punto nuclear, en las que los infortunios amorosos o vitales nos llevan de Nueva York a Roma, en una línea argumental que se traza desde la amistad y el amor, desde las relaciones paternofiliales a la pobreza económica, de hijos, padres, amigos, amantes. Nos habla de penurias y desamores, de alegrías y esperanzas, de tristeza, mucha tristeza en unas vidas en las que siempre falta algo: un eslabón en la cadena afectiva, unas palabras dichas de más o de menos, pasos en falso hechos o no dados. Y la importancia de las casas, lugar en el que albergan no únicamente objetos sino sentimientos, convirtiéndose en el legado que nos une a los que vinieron antes y a los que vendrán después, compartiendo unos recuerdos que siempre las sobreviven, las hospeden unos u otros.

Otros libros de Natalia Ginzburg en ULAD: Aquí

domingo, 21 de diciembre de 2025

Albert Cohen: Solal

Idioma original: francés
Título original: Solal
Año de publicación: 1930
Traducción: Javier Albiñana Serraín
Valoración: entre recomendable y bastante recomendable

En principio, la reseña iba a tratar sobre Bella del señor, la obra cumbre de Albert Cohen, pero mientras pensaba en cómo encararla, me decidí a leer esta novela, la tercera obra del autor y la primera de una tetralogía donde aparecen sus personajes más famosos: Solal, el grupo de Los Esforzados, cinco tipos divertidísimos y patéticos y encabezados por el tío de Solal, Saltiel de los Solal (lo de los nombres en esta tetralogía es para enmarcar, dándole un tono que bordea lo épico y lo ridículo al mismo tiempo), la Sociedad de las Naciones como concepto de nido de hipocresías y luchas de poder para acceder a los rangos, etcétera. Curiosamente, la lectura me dejó la sensación de que es mejor atravesar esta novela con el conocimiento de Bella del señor, pero si hubiese sido al revés no hubiera cambiado en nada, incluso me hubiera generado dudas, lo cual es raro, porque primero se publicó esta novela y no aquella.

Parodia delirante y a la vez ataque cínico de cómo funciona el amor (o al menos el amor burgués), la novela trata sobre los años de formación de Solal de los Solales, un personaje del cual me costaría mencionar un solo atributo positivo, y aún así es uno de los personajes más fascinante de la literatura. Exagerado, rebelde, malicioso, cínico, nihilista, apasionado, aburrido, sádico, constantemente lúcido, constantemente loco, irritante, histérico, alienado. Lo vemos de chico, recibiendo las ¿enseñanzas?, ¿la ausencia?, de su padre/rabino Gamaliel, compadeciendo a su madre Rachel por la mísera participación en su vida (que explicaría parte de su actitud hacia las mujeres en la edad adulta) y lidiando con su tío, que cree que su sobrino es el elegido de su pueblo, que necesita hacer negocios a toda costa y que trata de mantener el liderazgo de Los Esforzados porque los considera unos atontados que no aprecian su labor (memorable el momento en que Comeclavos, uno del grupo, intenta crear un impuesto a la tos y Saltiel lo observa todo y se pone a filosofar sobre si la levita que viste es lo mejor para recibir a su sobrino y así enganchar una posición digna). Lo vemos de grande, cuando consigue puestos de poder por casualidad, por seducir a la mujer correspondiente. No importa si la mujer está casada o lo odia al principio, todas caen rendidas ante él por un misterioso influjo que a Solal lo hastía soberanamente, pues tan pronto cree amar a una se aburre de su necesidad de cariño y de sexo (de estas quejas solo extraemos dudas; sus acciones son demasiadas claras como para no pensar que se reprocha a sí lo que hace). En fin, que su educación moral y amorosa se desarrolla a los tumbos, como si cada paso que da no terminase por concluirlo nunca, y mucho de eso tiene que ver con la prosa.

En esta novela aún se nota lo primerizo que es el autor. Todos los recursos expuestos con brillantez en Bella del señor aparecen acá, pero difuminados: el narrador entrometido, que nunca sabemos si es Cohen u otro y que opina salvajemente cuando le conviene, los monólogos y la adopción del habla de cada personaje, el paroxismo del amor ridículo en los primeros meses, añiñando a los personajes hasta el extremo (las mujeres se comen las letras, Solal exagera absolutamente lo que siente y se adelanta a cualquier gesto romántico, retorciéndolo para compadecerse), la crítica feroz hacia los modales burgueses para luego apuñalarse por la espalda; todo eso está en menor cantidad, como si aún le resultara un escándalo desarrollar esa manera de escribir. Muchas de las frases dan sensación de incompletitud y la acción se desarrolla con un ritmo irregular que no te deja imaginar con precisión; lo mismo te clava un capítulo espectacular y lleno de ironía a uno densísimo donde son largas disquisiciones no muy bien descriptas sobre la pertenencia del judío en la sociedad. Por otro lado, ciertas tramas no llevan a nada y carecen de esa comicidad y mala sangre espectacular de la que Cohen hará gala después (pienso, sobre todo, en la adquisición de un terreno en Palestina por parte de Saltiel y que no resulta en nada..., por no decir un spoiler que incurre en un hueco argumental tamaño planetario). A partir de cierto giro en la tercera parte (una gran escena), la novela desbarranca y no sabe para dónde seguir.

Por más que peque de esos defectos, su lectura es recomendable. No tiene la aridez de los primeros capítulos de Bella del señor ni los monólogos plomizos de veinte páginas sin puntuación, pero tampoco los momentazos estelares. Es mucho más accesible en forma y contenido y a la vez más incoherente con la trama. Aún así, las risas genuinas que te brindan los Esforzados y el cinismo y cansancio que te genera la actitud y análisis de Solal para con sí y con las mujeres es prueba suficiente de que Cohen era un distinto, capaz de lo mejor con solo unas pocas páginas.

Y espérense a la reseña de su obra cumbre...


sábado, 20 de diciembre de 2025

Javier Montes: La radio puesta

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2024

Valoración: Muy recomendable


A veces se lleva uno sorpresas (también) agradables, como encontrarse un librito modesto en extensión y en intenciones, de esa curiosa colección Nuevos Cuadernos Anagrama, y descubrir una pequeña joya, una de esas lecturas que le agradan a uno la tarde (o parte de la tarde, porque esto se lo acaba uno en una sobremesa no muy extensa).

La radio puesta ya anuncia contenido para no engañar a nadie: ese viejo invento, en apariencia anacrónico en la era digital, pero del que los índices de audiencia indican que sigue resonando en muchos hogares, normalmente acompañando rutinas diarias, despertares, desayunos, tareas domésticas, desplazamientos al trabajo, noches de insomnio. 

Pero ante todo es obligado subrayar los dos estropicios con los que el autor pudo haber arruinado el libro y no lo hizo:

  • La puta maldita nostalgia: aquel acontecimiento político, el programa musical o el evento deportivo que siempre recordaremos enganchados al pequeño transistor. Ese señuelo que se ofrece al lector para que también rememore aquellas experiencias que vivió pegado a la radio, y seguramente en compañía de alguien especial. La tentación del Yo fui a E.G.B. pudo ser fuerte, pero Javier Montes se la saltó con elegancia, lo cual le hace merecedor del aplauso
  • La loa, el elogio del vetusto medio de comunicación que, no obstante sus obvias limitaciones, supera en autenticidad a cualquier otro, se vincula a nuestro lado humano, y bla bla bla. Si hablamos de la radio, que sea para alabar sus virtudes frente a cualquier otro medio. 

Es indudable que todo el texto destila un aroma de cariño hacia la radio, porque el autor la utliza y le agrada, evidente porque de lo contrario no tendría sentido escribir sobre ello. Pero lo que ofrece son más bien descripciones, un pequeño vistazo a las peculiaridades del medio, que le hacen ser diferente a otros y por tanto de una utilidad bastante singular. Frente a casi todo lo que rula hoy en día por todo tipo de pantallas, la radio es inmediatez, presente rabioso con sus errores y su tanto de improvisación, con un contenido que escapa a nuestra voluntad sin dejar de ser previsible. Y es sobre todo acompañamiento, un sonido de fondo que no requiere casi atención (‘seguimos viviendo nuestras vidas mientras la oímos’), y conecta con miles de oyentes que tienen algo o mucho de solitarios, para de alguna forma dirigirse a cada uno de ellos.

Solo son un par de pinceladas de muestra. No voy a pretender emular la exposición de Javier Montes, que se distingue tanto por la sencillez como por la finura del análisis y la belleza de ciertas imágenes. Sin hipérboles ni guiños a la complicidad del lector, solo una prosa agradable y reflexiones atinadas, una pizca de humor (el apartado sobre Radio Reloj), pequeños descubrimientos (una aplicación para escuchar cualquier emisora del mundo con solo pinchar en un mapa), sensibilidad y buen gusto para llenar ochenta y tantas páginas de lectura que es un auténtico placer.


viernes, 19 de diciembre de 2025

Alberto Chimal: Las máquinas enfermas

Idioma original: Español
Año de publicación: 2025
Valoración: Entre recomendable y está bien

Las máquinas enfermas es una colección del escritor mexicano Alberto Chimal. Incluye nueve relatos de ciencia ficción en los que se abordan preocupaciones del presente, vinculadas siempre a las nuevas tecnologías y, sobre todo, al advenimiento de los modelos generativos (los cuales, según el autor, no merecen el nombre de inteligencias artificiales).

Si bien los relatos de Las máquinas enfermas no son particularmente oscuros (ni siquiera los más apocalípticos del conjunto lo son), su aproximación tonal y temática se inclina hacia la incertidumbre e incluso el pesimismo. Aun así, entre sus muchas advertencias, podemos adivinar el brillo del espíritu humanista y la reivindicación de la creatividad e imaginación de las personas.

De los relatos de Las máquinas enfermas destacaría su cohesión (que logra eludir la uniformidad), su prosa (sencilla pero funcional) y sus temas (nítidos y satisfactoriamente articulados). Mis favoritos son "La madre del dragón" y el que da nombre al volumen, pues tienen narradores perfilados, y "Lili" (a mi juicio el mejor del volumen), por la ambición de su planteamiento, la solvencia de su ejecución, su inventiva premisa y su capacidad para resonar emocionalmente en el lector.


También de Alberto Chimal en ULAD: Aquí

jueves, 18 de diciembre de 2025

Philippe Claudel: Bajo el árbol de los Toraya

                                                  

Idioma original: francés

Título original: L´arbre du pays Toraja

Traducción; José Antonio Soriano Marco

Año de publicación: 2017

Valoración: Está bien


Hace ya unos años que los libros del escritor francés Philippe Claudel se publican con regularidad en nuestro país. No llega a tener el seguimiento entre los lectores de un Auster, un Murakami o un Cartarescu, pero resulta relativamente fácil encontrar sus libros bien situados entre las estanterías de novedades literarias.

Habitualmente, las novelas de Claudel suelen tener un fuerte matiz "sociológico". A menudo, nos coloca en el centro de una determinada colectividad para a partir de ahí realizar un análisis inmisericorde de los entresijos a menudo egoistas y malintencionados que rigen las vidas de sus protagonistas.

En esta ocasión, sin embargo, el escritor francés rompe esa tendencia y construye una novela intimista y reflexiva en la que el tema central pasa a ser la inevitabilidad de la muerte.

Un cineasta francés, posible alter ego del autor, vuelve de un viaje a las islas Célebes donde ha quedado impresionado por los ritos funerarios que celebran los habitantes de estas islas. De ahí el título del libro. Cuando llega a París, recibe la noticia de que su amigo, y productor de sus películas, Eugene, sufre cáncer y está internado en un hospital. A partir de ahí, nuestro protagonista reflexiona sobre la amistad, sobre el paso del tiempo y la pérdida de los seres queridos y toma conciencia de su propia madurez y su lugar en el mundo: "continuar con la propia existencia cuando los rostros y las presencias se borran a nuestro alrededor supone redefinir constantemente un orden que el caos de la muerte desbarata en cada parte del juego. Vivir consiste, en cierto modo, en saber sobrevivir y recomponer".

Como contrapartida a la oscuridad que le transmite la enfermedad de su amigo, el cineasta, que está preparando una película con un trasfondo futurista,  conoce a una mujer joven, Elena, con la que comienza una relación marcada por la apreciable diferencia de edad entre ambos. El problema es que esa relación surge en un momento en que nuestro protagonista ha perdido la seguridad en si mismo y cuestiona la perdurabilidad de sus sentimientos y de su propia existencia: "Cuando le pregunto qué ha visto en un viejo como yo, Elena me responde que no sea ridículo. Dice que deje de hacerme preguntas y que viva el momento. Es una expresión de mujer joven, que acaba de cumplir treinta años. Que gasta el tiempo tirándolo por la ventana. Perder el tiempo. Desaprovecharlo. Malgastarlo. Dilapidarlo. Fórmulas genéricas para quien posee la inmensa fortuna de tener toda la vida por delante".

Finalmente, entre tanta melancolía,  la noticia de un nacimiento vendrá a arrojar luz sobre la existencia de nuestro protagonista y cierra una historia en la que la vida y la muerte se nos presentan como contrapuntos opuestos, pero inexorables.

Como es habitual, la prosa de Claudel es precisa, minuciosa y atenta al detalle. Sus reflexiones  son conmovedoras y nos invitan a valorar el sentido de nuestra propia existencia. Sin embargo,  precisamente ese tono casi ensayístico que observamos en muchas partes del libro se ve contrarrestado  con determinadas situaciones y personajes  que aportan poco al desarrollo  de la novela o se ven un poco forzados, especialmente su relación con Elena y, finalmente, mitigan esa profundidad casi filosófica de la que hemos disfrutado en muchas partes de la misma. 

Hay que reconocerle al autor su voluntad de romper con el guión de sus anteriores novelas pero, sinceramente, retrata mejor las interioridades de los colectivos humanos que las de la vida en pareja. Dicho esto, si tienen ganas de profundizar en el universo narrativo de Claudel, cuestión muy recomendable, yo comenzaría por Almas grises o El informe de Brodeck y dejaría esta novela para más adelante. No está a su altura.




miércoles, 17 de diciembre de 2025

Richard Yates: Mentirosos enamorados

Idioma original: Inglés
Título original: Liars in love
Año de publicación: 1981
Traducción: Andrés Barba
Valoración: Muy (pero que muy) recomendable

He de confesar que la primera versión de esta reseña se centraba más en los relatos individuales que en el conjunto. Al releerla, vi que había una serie de puntos en común, de características que se repetían. Tocaba, por tanto, volver a escribirla y poner en foco en el todo. Porque, aunque en un libro de relatos la unidad sea EL relato, el conjunto ha de tener una coherencia interna, ya sea en temas y/o estilo. ¡Y vaya si la tiene!

Firmemente arraigados en la tradición cuentística estadounidense, los relatos (más casi nouvelles, por extensión y construcción de personajes) de Mentirosos enamorados presentan historias aparentemente anodinas de seres que buscan asideros de lo más inestables para paliar la soledad, el fracaso o la tristeza, de vidas plagadas de esperanzas truncadas e ilusiones fracasadas. 

Lo puedo imaginar en el lento y largo viaje en tren de regreso a Nueva York aquella tarde. Debió sentarse con la mirada fija hacia delante o hacia la ventanilla sucia, sin ver nada, con los ojos abiertos y en la cara un suave gesto herido.

No busquéis, por tanto, finales impactantes, giros inesperados o sorpresas deslumbrantes en los relatos de Yates. En ellos pasa, simple y llanamente, la vida. Lo que sí hay en ellos es una doble corriente: la más visible, la de unos hechos aparentemente inconexos que se van sucediendo de forma más o menos "apacible", y la más subterránea, de la que el autor va dejando pistas en descripciones y adjetivaciones y que finalmente irrumpe en el relato, aunque lo haga más en forma de mancha de humedad en la pared que en forma de geiser. ¿Me explico?.

En cuanto a su estructura, los relatos de Yates tienden a comenzar con un primer párrafo que sirve para presentar personaje principal y situación. La habilidad del autor en este sentido en digna de mención y apenas unas frases sirven para ponernos en materia. En este sentido, destacaría las primeras líneas de La prueba y del fitzgeraldiano Adiós a Sally. A estos comienzos suele seguir un flashback (analepsis, según los modernos) que explica, al menos en parte, qué nos ha llevado a esa situación inicial. A partir de ahí, la corriente subterránea se va acercando a la superficie hasta llegar a un desenlace que no ha de ser similar en todos los casos, aunque lo pueda parecer leyendo la reseña.

Otros aspecto que me llama la atención de los textos de Yates es que se ambientan en diferentes épocas (los años de la Gran Depresión, la posguerra, los años 60...),  que son protagonizados por personajes de diferentes edades y sexos y que están ambientados en escenarios diferentes (un suburbio de NY, Beverly Hills, Paris (¿otra vez Fitzgerald por aquí, aunque también Hemingway)), pero sin romper esa sensación de unidad de la que hablaba al principio. 

Por último, quisiera hablar de la voz narradora. Si bien el volumen se abre con el estupendo José, estoy tan cansada, narrado en primera persona, los otros 6 textos son narrados en tercera persona. Pero en todos ellos se trata de un narrador distante, aunque tierno y sensible, un narrador que no juzga a sus personajes y que se conmueve con ellos.

En resumen, primer libro que leo de Richard Yates y deslumbramiento absoluto por unos relatos magníficos con personajes bien construidos, buenos diálogos, una voz acorde a los personajes, etc. Un libro estupendo, de verdad.

También de Richard Yates en ULAD: Reseña y Contrarreseña de Las hermanas Grimes

martes, 16 de diciembre de 2025

Francisco Serrano: El corazón revolucionario del mundo

Idioma: español

Año de publicación: 2025

Valoración: muy recomendable


Valeria Letelier, jovencísima camarera de un hotel de Biarritz, a comienzos de los años setenta, conoce en él a Joel Takahashi-Williams, teórico y miembro -quizás el único- del Frente de Acción Revolucionaria, que se convierte en su amante, la capta para la causa y se dispone a adiestrarla para la lucha, aunque no queda muy explícita cuál es... Después de una temporada en Londres, donde sólo reciben la visita del enigmático Carlos Reseda, se trasladan de nuevo a Francia, a la región de Averoigne (los lectores de Clarke Ashton Smith sabrán dónde se encuentra... y ésta, aviso, no es la única referencia literaria y de otro tipo que podemos encontrar en la novela) donde aguardan en una granja hasta que aparecen los miembros de otro grupo del estilo, la Facción Roja Revolucionaria. La misión que han de llevar a cabo conjuntamente ya puede comenzar... con imprevistos resultados.

En la reseña de la estupenda Se acabó el recreo ya comenté la circunstancia, probablemente aleatoria y mediatizada por mi percepción subjetiva, de que este año se habían publicado en español varias novelas y ensayos que tratan el tema de los grupos armados revolucionarios típicos de los "años de plomo", los setenta y ochenta del siglo XX. Cuando le dieron el premio Tusquets de este año a la novela de Francisco Serrano, no pude por menos que plantearme leerla también... con las debida prevención, por descontado, puesto que en España el ganar un premio concedido por una editorial (más aún si se trata de un gran grupo, como es el caso) no es garantía de su calidad e incluso cabe sospechar lo contrario. Nada más lejos de la realidad, debo reconocer, porque El corazón... no sólo es una excelente novela, sino que dudo que se haya presentado a ese premio ninguna otra mejor (igual de buena, puede ser, no hay forma de saberlo, pero que la supere en algo, ya os digo yo que no).

Estamos ante una novela no sólo estupendamente escrita, sino, sobre todo, que logra el milagro de mantenerse en equilibrio entre una historia de acción, un relato intimista, con un tono lírico, sin perder en ningún momento el pulso, la eficacia necesaria para llevar a un buen fin una narración, y, aún así, conseguir dotarla de un aire onírico que vuelve a la novela todavía más atractiva. Es cierto que se trata de una historia sobre el ardor revolucionario que afectó a toda una generación -aunque también podría estar protagonizada por grupúsculos fascistas o por una secta de herejes religiosos o esotéricos... cosa que, en cierto modo, puede que suceda-, pero también una historia de amor y desamor, de dominio y liberación. Sobre todo, una novela de descubrimiento y crecimiento por parte de la protagonista -incluso de empoderamiento, como se dice ahora-, lo que no significa que lo que descubre de sí misma sea necesariamente agradable. Es también una narración un tanto hermética, que hunde sus raíces en la naturaleza intemporal del mundo, en lo que permanece oculto pero podemos intuir tras su apariencia. Y es una demostración de la belleza y la expectación que se pueden conseguir con las palabras y el talento, sin más.

Vamos, que me ha gustado mucho, por si no ha quedado claro...


lunes, 15 de diciembre de 2025

Yasunari Kawabata: Shinyu

Idioma original: Japonés

Título original: Shinyu (親友)

Año de publicación: 1954

Valoración: Está bien

Este libro aún no está traducido al español, y dudo que alguien lo haga. Es una de esas rarezas dentro de la obra de un autor consagrado. Así que, más que una recomendación, esto es la presentación de una curiosidad. 

En una entrada anterior, que pueden ver aquí, les conté cómo la academia suele dividir la literatura japonesa en dos grandes grupos según el estilo y las ambiciones del autor. Por un lado, la literatura “pura” (junbungaku), con pretensiones estilísticas que van más allá del argumento y centrada en la introspección, la psicología de los personajes y los dilemas existenciales (sí, literatura para mamadores). Por otro, la taishūbungaku, la literatura “para las masas”, cuyo objetivo principal es entretener (y vender).

Lo curioso del caso: el máximo exponente de la “literatura pura”, el Nobel Yasunari Kawabata, escribió una novelita para niñas. Por las ilustraciones puede intuirse el tono, muy de revista juvenil, tal como se publicó originalmente, en entregas mensuales (lo que no entiendo es la estética de esas imágenes: se supone que la historia transcurre en Tokio). 

La trama va así, a grandes rasgos: dos alumnas de un colegio femenino en Tokio (mejores amigas, de esas que se prometen no separarse nunca) ven tambalear su relación por una cadena de pequeños malentendidos: un comentario dicho a destiempo, una confidencia mal guardada, la presión de la familia y del colegio, un objeto extraviado que sirve de excusa y, sobre todo, ese orgullo adolescente que impide pedir perdón a tiempo. Entre cartas, encuentros en pasillos, excursiones escolares y visitas a casas donde el té siempre está listo, la narración acompaña la herida y su lenta cicatrización: celos, vergüenza, reconciliación. Todo muy “revista para niñas”, con capítulos que cierran casi siempre en un mini-cliffhanger moral.

¿En qué se parece a la obra “seria” de Kawabata? En la delicadeza para observar lo mínimo: un gesto de manos, una luz que entra por la ventana, el peso que adquiere un objeto cualquiera cuando lo mira alguien enamorado o dolido. También en el pudor: nadie declara nada en voz alta y, sin embargo, todo queda dicho. El tiempo, con sus leves cambios, manda más que la acción. ¿En qué difiere radicalmente? En que aquí hay un trazo didáctico y lineal, sin zonas ambiguas ni silencios peligrosos: no hay eros, no hay abismo, no hay ese vacío que en País de nieveMil grullas o Lo bello y lo triste deja al lector un poco desamparado. El lenguaje es más llano (incluso está escrito principalmente en hiragana, haciendo la lectura más fácil para los niños), la psicología menos quebrada, y el final funciona como un restablecimiento del orden con moraleja incluida. Incluso las ilustraciones abonan esa limpieza: moños, uniformes impecables, interiores casi ideales que no siempre casan con la Tokio real de posguerra que uno imagina.

Conclusión. Shinyu es una rareza simpática: un Kawabata “para todas las edades” que, sin deshonrar su firma, tampoco añade mucho a su territorio literario mayor. Interesa como cápsula de época (el mundo shōjo de los cincuenta, serializado y con ilustración de acompañamiento) y como recordatorio de que incluso los autores más “puros” escribían por encargo, probaban tonos, jugaban con formatos. ¿Es una lectura recomendada si lo tradujeran? Sí, por curiosidad; ¿lo perseguiría como objeto imprescindible? No. Está bien: se deja leer, se olvida sin dolor y, de paso, ayuda a entender mejor por contraste la potencia de la otra cara de Kawabata.

Otras obras de Yasunari Kawabata en ULAD: Una grulla en la taza de téLa bailarina de IzuLo bello y lo tristeLa casa de las bellas durmientes