jueves, 14 de agosto de 2025

Alejandro Sawa: Declaración de un vencido

Idioma original: Español
Año de publicación: 1886
Valoración: Entre recomendable y está bien

Alejandro Sawa, escritor bohemio de finales del siglo XIX e inicios del XX fuertemente influenciado por el decadentismo y el naturalismo, concibió la novela corta titulada Declaración de un vencido

Escrita a modo de autobiografía, Declaración de un vencido sigue los pasos de Carlos Alvarado, que abandona tanto su ciudad, Cádiz, como a sus comprensivos y adinerados progenitores, para ir a Madrid cuando apenas tiene dieciocho años. Allí espera encontrar un ambiente óptimo para desarrollar su vocación literaria. Sin embargo, se desencanta rápido. Una vez en «la corte de España» descubre que le desagrada el lugar, que el trabajo de periodista es incompatible con su honradez y que vender sus novelas y obras de teatro resulta extremadamente difícil. Asimismo, se enamora de una vecina mayor que él, que ya tiene dos hijas, y empeña las pocas cosas de valor que posee para mantenerlas a todas. Pero su amada lo abandona cuando descubre lo pobre que es, y entonces se entrega al alcohol y prostituye a una niña que lo adora y que deposita sus esperanzas en él. Finalmente, con veinte años, decide suicidarse, no sin antes escribir su historia, su «crónica de desventuras», para señalar al «rebaño social».

Carlos Alvarado, el protagonista de Declaración de un vencido, es un personaje fascinante. Aunque asume brevemente sus propios errores (por ejemplo, ocultar a sus padres la precariedad de su situación), culpa en general de su desgracia, miseria, penuria y degradación a la humanidad y a «la universal deshonra» «de las grandes poblaciones».

No en balde, Declaración de un vencido pretende ser una «pieza de acusación el día (...) en que se entable un proceso formal a la sociedad contemporánea». Y la verdad es que, pese a lo evidentes que son las equivocaciones, la autocompasión y el victimismo de nuestro protagonista, resulta difícil no concederle algo de razón. A fin de cuentas, «Los hipócritas dirán que he debido aceptar con gusto la opresión de mis desgracias, por el sagrado amor a Nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre; los mojigatos, que he debido ocultar pudorosamente mi miseria, como quien se tapa una verruga; los prudentes, que he debido, por lo menos, aguardar más tiempo antes de matarme. Pero  a todos ellos les contesto que hablan de la desgracia, como a un hombre indocto que no hubiera nunca salido de Madrid se le ocurriría hablar de la China: por los mamarrachos que ha visto pintados en las vitelas de los abanicos; porque de otro modo, habiendo sufrido verdaderamente, no serían, ni hipócritas, ni mojigatos, ni prudentes. Sería, o imbéciles, o sublevados. A elegir.»

Como podéis intuir, Declaración de un vencido es una novela pesimista extremadamente trágica y amarga. Es, también, una novela de (de)formación, que retrata a un hombre acorralado hasta el extremo en que el suicidio es la única forma de terminar con el horror de la existencia, preservar sus últimos rescoldos de dignidad y elevar una «protesta contra la vida». Asimismo, es una novela de tesis, que describe cómo afecta la degradación moral y política de una época, y la desatención de los humanos a sus semejantes, a un individuo. Y, por último, es una novela que pretende servir de alerta, para que «algún joven corroído por la pasión de la gloria, ganoso de aventuras», tome «otros derroteros y otros caminos que los que yo he seguido».

Si bien he disfrutado mucho de Declaración de un vencido, le encuentro los mismos defectos que a otras obras de Sawa. Por un lado, que aunque está narrada con un estilo rico y expresivo, éste se antoja reiterativo y grandilocuente. Por otro, que adolece de un argumento tenue y unos personajes apenas esbozados, que son más bien una excusa para desplegar las ideas del autor. Pero estas ideas... ¡Qué ideas! Su trasfondo no siempre es objetivo, y la intensidad de su presentación es decididamente exagerada, pero precisamente por eso funcionan tan bien. Y es que, a la postre, no hay que tomarlas como otra cosa que las ideas del autor y su trasunto ficticio, envuletas en todo su subjetivo y apasionado esplendor.

Así pues, Declaración de un vencido es un clásico que conviene rescatar del olvido. Novela tan irregular como efectiva, tan anticuada como vigente, recomiendo leerla ni que sea por el vigor de la prosa de Sawa o por su potente último tercio (ese que retrata el envilecimiento de Carlos Alvarado). Pero cuidado, porque a más de uno puede reforzarle su visión fatalista de la mundo, o convencerlo de que «puesto que la sociedad era mi enemiga, mi más imperioso deber era sublevarme contra ella».


También de Alejandro Sawa en ULAD: Aquí

miércoles, 13 de agosto de 2025

Béla Braun: El cuerpo anterior

Idioma original: Español 
Año de publicación: 2025
Valoración: Entre está bien y recomendable

Béla Braun tiene nombre de director de cine húngaro, de escritor centroeuropeo del período de entreguerras o, incluso, de criminal de guerra nazi. Nada más lejos de la realidad porque Béla Braun es un escritor y periodista mexicano nacido en 1977 (¡como para fiarse de los nombres!) y este El cuerpo anterior es su tercera novela.

Y no si es esto es casual o no, o si estas asociaciones son más fáciles de hacer cuando se conocen estos datos, pero el caso es que en El cuerpo anterior veo influencias centroeuropeas y ecos de autores mexicanos, así como de algún otro autor imprescindible del siglo XX. Y es que 

El cuerpo anterior = (Gótico romántico + (0,4*Ibargüengotia) + (0,1*Cartarescu) +(0,3*Borges))/2

¿Cómo se come esto? Pues mirad, con una mujer de belleza deslumbrante y espectral que irrumpe en la vida de un joven universitario de suburbios, un maestro de artes marciales, dislocaciones y desdoblamientos de la realidad, puertas a otros mundos, etc. ¿Entendéis algo?

A ver. ¿Y si digo que, a fin de cuentas, El cuerpo anterior es una novela de formación? ¿Mejor, no?  ¿Y si digo que es una novela de formación que roza de alguna forma el género fantástico? Nos vamos acercando. ¿Y si digo novela de formación que de alguna forma roza el género fantástico pero sin dejar de estar anclada a la realidad mexicana? ¡Ahora sí!

Porque El cuerpo anterior es la historia de una búsqueda y una huida (sigue adelante, cambia tu vida, sal con otras personas, deja el pasado atrás, dicen) narrada en primera persona y en la que pasado y presente se mezclan en el recuerdo demostrando, una vez más, que el tiempo no es una dimensión lineal que avanza siempre en el mismo sentido.

Creo que tres son los aspectos más conseguidos de la novela: la atmósfera espectral que las apariciones de Ishtar generan, la ambientación que acompaña a esa atmósfera (hablo en particular de los espacios físicos) y la parte más cercana a Ibargüengoitia, con su realismo trágico-grotesco. Pero estos tres aspectos funcionan bien (y muy bien, por momentos) como elementos aislados; en cambio, diría que su encaje en el conjunto no acaba de estar del todo logrado. Vaya, el clásico "el todo es inferior a la suma de las partes".

Lo que es innegable es que El cuerpo anterior es una novela original, ambiciosa y arriesgada y ese es un mérito que no podemos quitarle a Braun. Como tampoco podemos negar que se trata de un libro disfrutable y aprovechable, aunque no consigo alcanzar del todo las cotas que prometía. 

martes, 12 de agosto de 2025

Unai Elorriaga: Nosotros no ahorcamos a nadie

Idioma original: 
euskera
Título original: Iturria
Traductor: Unai Elorriaga
Año de publicación: 2019 
Valoración: Muy recomendable
 
Unai Elorriaga es una curiosa excepción en el ámbito de la literatura vasca: forma parte, junto con Bernardo Atxaga y Kirmen Uribe, del reducido grupo de escritores en lengua vasca que han ganado el Premio Nacional de Narrativa, en su caso en el año 2002 por Un tranvía en SP. Sin embargo, mientras que a Atxaga y a Uribe el premio los confirmó como "gran esperanza blanca" de la literatura vasca, en cambio Unai Elorriaga siguió publicando sus novelas (siete hasta la fecha) con un perfil relativamente bajo y sin ser nunca aclamado por la crítica como sí lo fueron sus colegas. No me atrevo a hacer hipótesis sobre las causas de esta diferencia, que pueden ir desde lo personal (diferentes ambiciones o personalidades de los escritores), hasta lo puramente literario (la obra de Atxaga o Uribe puede que ofrezca una mayor originalidad que la de Elorriaga, sobre todo si consideramos sus obras maestras como Obabakoak o Bilbao-New York-Bilbao) o incluso lo político (la ausencia de referencias directas a la realidad social y política vasca puede no ser lo que se espera en un escritor vasco, ni dentro ni fuera de Euskal Herria); lo cierto es que esta diferencia de trato es evidente, y no se debe, sin duda, a que Unai Elorriaga sea un mal escritor...
 
Prueba de ello es esta novela, Nosotros no ahorcamos a nadie, autotraducción de la obra originalmente titulada Iturria. (Esto de las autotraducciones es muy habitual en lenguas minorizadas, pero al mismo tiempo el caso de Unai Elorriaga es particular, porque la mayoría de los autores dejan de autotraducirse cuando alcanzan cierto grado de reconocimiento y profesionalización, como es el caso de Atxaga, Katixa Agirre o Harkaitz Cano, entre otros, mientras que él lo sigue haciendo hasta el presente). Cabe destacar, por otra parte, que, en su versión castellana, esta novela se ha publicado en una serie que Edurne Portela coordina para la editorial Galaxia Gutenberg, en la que alterna obras de escritores vascos con otras de origen internacional.
 
En esta obra, Elorriaga recupera un género tan antiguo como la propia literatura, podríamos decir: el de la narración enmarcada, en la que un enredo narrativo principal sirve como engarce para un conjunto de relatos independientes. Un género que podríamos retrotraer hasta el Decameron o los Cuentos de Canterbury, o aún más atrás hasta las Mil y una noches. (Incluso Obabakoak, con su particular estructura excéntrica, podría incluirse en esta genealogía). Por supuesto, Elorriaga le da su particular giro al género, estableciendo una relación mucho más tensa e intensa entre los cuentos individuales y la narración principal.
 
¿Y de qué trata, en definitiva, Iturria/Nosotros no ahorcamos a nadie? Pues de dos señores ya ancianos (lo que inevitablemente recuerda a SPrako tranbia): Soro Barturen (excéntrico y adinerado, capaz de dejar 10.000€ de propina o pagar millares de euros por una traducción de un relato) y Erroman (que hace las veces de narrador testigo de las andanzas de Soro, como una mezcla de Sancho Panza y Doctor Watson), que recorren toda Centroeuropa persiguiendo al misterioso Pedro Iturria, a quien Soro Barturen conoció en su juventud, y que ahora se dedica a publicar dos relatos (nunca más) en diferentes revistas de determinado país, antes de mudarse para el siguiente. Lo que la novela nos ofrece, por lo tanto, es tanto la narración del viaje de Soro y Erroman, como los cuentos que Iturria va publicando, que se identifican por su título pero también por el país en el que aparecen. 

Lo más interesante de la obra, quizás, es que las secciones correspondientes a la narración-marco (o sea, al mundo "real" de la novela, por decirlo así) consisten, en buena parte, en una discusión de los propios relatos entre Soro, que es un afilado e inquisitivo (y también un poco impertinente) crítico literario y otros personajes, frecuentemente los traductores de los cuentos (puesto que estos no se escriben originalmente en la lengua en la que se publican, sino que son escritos en castellano, o en euskera, o quizás en inglés, y después traducidos, lo que sirve para plantear cuestiones muy interesantes sobre lengua, cultura y traducción). Es cierto que, con el paso de las páginas, este recurso acaba resultando un poco repetitivo, pero también ofrece momentos deslumbrantes y divertidísimos en el diálogo entre Soro Barturen y sus interlocutores (y frecuentemente, víctimas), con los apartes en dialecto vizcaíno (según nos informa una nota a pie de página) para que solo puedan ser comprendidos por su "compinche" Erroman.
 
Y en medio, claro, están los cuentos en sí, de los que no diré que todos son brillantes, sí ofrecen una muy interesante variedad y originalidad, con algunos relatos que se adentran en lo fantástico, en lo post (o pre) apocalíptico, o en lo borgiano-kafkiano, como en el cuento que da título al libro, y que personalmente me parece el mejor de todos. Se trata siempre de relatos con un cierto margen de ambigüedad o de misterio, lo que da pie para las posteriores divagaciones de Soro, pero también para que el propio lector participe activamente en ese juego de interpretación de los posibles significados del texto, realizando una especie de experiencia práctica de reader response theory, o sea, de las múltiples respuestas que un mismo texto puede provocar. 
 
Aunque mi impresión ha sido que, hasta cierto punto, el artefacto narrativo se desinfla un poco en la segunda mitad, por agotamiento del recurso, y porque las novedades que se van introduciendo no acaban de conseguir reflotarlo, es en cualquier caso una lectura original, sorprendente y provocadora, que alterna momentos de humor absurdo con otros mucho más graves. Una lectura muy recomendable, y que puede servir para reencontrarnos con este escritor, flamante (aunque modesto) ganador del Premio Nacional de Narrativa.

Más obras de Unai Elorriaga en Un libro al día

lunes, 11 de agosto de 2025

Reseña + Entrevista: Una cita con la Lady de Mateo García Elizondo

Idioma original: Español

Año de publicación: 2019

Valoración: Muy recomendable

Vine al Zapotal porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal… ah, no, esa no era (un pequeño guiño a Mateo; sé que debe de estar harto de esas comparaciones).

Empiezo de nuevo.

Este libro ha sido comparado (a mi parecer, injustamente) con varias novelas emblemáticas: Pedro Páramo, Bajo el volcán, entre otras. Es innegable que existen influencias directas de estos autores, o, de manera indirecta, del imaginario que han construido. Sin embargo, puedo asegurar que Mateo García Elizondo ha escrito una novela que se sostiene por méritos propios. A saber: Una cita con la Lady aborda el tema de la muerte desde un ángulo poco convencional; narra con una lucidez inquietante (aunque parezca contradictorio) episodios de embriaguez y delirio; recurre a ciertos arquetipos de la literatura mexicana: el pueblo fantasma, el narrador desahuciado, la muerte como destino último; pero lo hace con una voz original, cargada de ironía y sutileza. Incluso logra insertar momentos de humor negro en medio de las escenas más funestas.

La premisa es sencilla pero demoledora: un joven llega al Zapotal, un pueblo dejado de la mano de Dios, con la única intención de morir. Todo impulso vital ha sido anulado por una voluntad firme de desaparecer. Y es justamente ese deseo de aniquilación lo que le confiere al protagonista una forma de trascendencia: nada le preocupa ya, salvo dejarse llevar hacia el otro mundo en los suaves brazos del opio. La muerte es inminente, más eso no le impide jugar con ella un poco.

Narrada en primera persona, la historia se mueve entre la alucinación y la resignación, entre periodos de éxtasis y el más salvaje mono, entre la búsqueda del olvido y los retazos de un pasado tenaz, fragmentado y doloroso. El estilo de Mateo es preciso, sin caer en el sentimentalismo, pero profundamente evocador. La Lady: la muerte, la heroína (en sus dos acepciones), el anhelo de desaparecer; se convierte en una figura omnipresente que acompaña al narrador en su viaje final.

Una cita con la Lady logra que un relato de muerte y desolación se lea como una obra viva, vibrante y cargada de belleza.

Le agradezco a Mateo que se haya tomado el tiempo para conversar con nosotros acerca de su libro:



domingo, 10 de agosto de 2025

Caroline Blackwood: Ni una palabra

Idioma original: Inglés
Título original: Never Breathe a Word: The Collected Stories of Caroline Blackwood
Traducción: Damian Tullio
Año de publicación: 2010
Valoración: Recomendable

Ni una palabra, antología en la que Chai Editora compila los mejores cuentos de Caroline Blackwood, me ha fascinado. Y es que los cuentos aquí reunidos son de mi tipo: resultan perturbadores, abordan temáticas oscuras, presentan personajes con claroscuros e interacciones oblicuas, se benefician de una satisfactoria ambigüedad, se cierran con catarsis de lo más dudosas y están excelentemente escritos.

Los tres cuentos que inauguran el volumen, agrupados bajo el rótulo "Hechos" y titulados "Ni una palabra", "Cochino" y "Unidad de quemados", tienen una gran carga autobiográfica. Si bien prefiero aquellos que los siguen, exhiben un nivel muy alto, sobre todo los dos primeros.

A continuación tenemos ocho cuentos encabezados por la palabra "Ficción": "La entrevista”, "La niñera del bebé", "Mi amor, por favor, no llores", "La esposa de Taft", "Addy", "La Navidad de Marigold", "Compra compulsiva" y "El contestador automático". Aunque todos ellos funcionan muy bien, mi favorito es "La entrevista", pues además de rozar la genialidad recuerda vagamente, por su premisa, personajes y perversidad, al magistral "Ravissante" de Robert Aickman.

Llegados a este punto, abordemos los cuentos de Ni una palabra uno a uno, aunque sabed que mi pequeño resumen no les hace justicia:

  • "Ni una palabra". Un antiguo jockey profesional, que acompaña a dos niñas ricas cuando van a montar, pide a una que se reúna con él por la noche en medio del bosque.
  • "Cochino". La escuela de alumnos masculinos en la que, por los avatares de la guerra, termina yendo la protagonista, deviene un lugar violento por culpa de un matón que impone su ley.
  • "Unidad de quemados". Una mujer espera, en la asepsia de un hospital de quemados, un milagro para su hija.
  • "La entrevista". Un periodista invita a la viuda de un pintor famoso a tomar algo tras la proyección de un documental sobre la vida del difunto artista, para preguntarle qué le ha parecido. La anciana, aparentemente patética, se revela capaz de perturbar y avergonzar a su joven interlocutor con sus opiniones, proposiciones y sarcasmo.
  • "La niñera del bebé". Una joven cae en depresión tras parir y su marido contrata a una niñera, que poco a poco va adueñándose de su hogar.
  • "Mi amor, no llores, por favor". Una mujer se somete a una operación estética en contra de la voluntad de su marido, quien aún así deberá tratar de calmarla mientras aguarda que le den el alta en el hospital.
  • "La esposa de Taft". Un atractivo asistente social, muy entregado en sus casos pero solitario y celoso de su vida privada, encuentra a la madre de un niño abandonado, ahora casada con un hombre rico, y concierta una comida entre los tres.
  • "Addy". Una mujer asimila la muerte de una perrita por la que no sentía especial cariño.
  • "La Navidad de Marigold". Una madre soltera se prepara para pasar la Navidad sin su ex marido por primera vez, pues éste, incluso después del divorcio, siempre las acompañaba a ella y a su hija.
  • "Compra compulsiva". Una cuarentona que se quiere gastar el dinero de su marido experimenta todo tipo de sentimientos con la solícita empleada que se ofrece para atenderla.
  • "El contestador automático". Una viuda trata de superar el luto con un excéntrico ritual, que consiste en llamarse a sí misma desde un pub sórdido y dejarse mensajes en el contestador automático.

Ya digo que si tuviera  que elegir entre alguno de los cuentos que componen Ni una palabra, me quedaría con "La entrevista", por su protagonista tan frágil y senil como perversa y lúcida, y quizá también con "La niñera del bebé", por las turbias dinámicas familiares que plasma. 

Asimismo, resaltaría el impacto que producen "Ni una palabra" y "Mi amor, no llores, por favor", la tensión creciente que erige "Cochino", el retrato psicológico del protagonista de "La esposa de Taft" y las catarsis malrolleras de "Addy", "La Navidad de Marigold", "Compra compulsiva" o "El contestador automático". 

Habréis notado que sólo me ha quedado por citar uno de los once cuentos de Ni una palabra en los dos párrafos anteriores. Y es que, si bien "Unidad de quemados" es un cuento más que solvente, engalanado con metáforas y reflexiones muy sugerentes, a mi juicio le falta algo de cuerpo a su argumento y protagonista.

Resumiendo: Ni una palabra es una antología harto recomendable. Al fin y al cabo, nos permite adentrarnos en el universo literario de Blackwood, oscuro, cruel y hasta retorcido, pero no exento de cierta ternura y humor, y conocer a los personajes, que oscilan entre lo grotesco y lo vulnerable, que recorren las páginas de la autora.

sábado, 9 de agosto de 2025

Ignacio Aldecoa: Con el viento solano

Idioma: español 

Año de publicación: 1956

Valoración: muy recomendable

El pasado día 24 de julio se cumplió el centenario del nacimiento del insigne escritor vasco Ignacio Aldecoa e Isasi (la vena literaria le venía por parte de madre, presumo). Como en este blog somos rebeldes,  independientes y hasta iconoclastas decidimos celebrarlo no cuando tocaba, sino unos cuantos días más tarde (bueno, vale, que se nos pasó... Es decir, que se me pasó a mí). Así pues, aquí va, en su honor, la reseña de una novela de Ignacio Aldecoa... Al que, increíblemente, aún no habíamos dedicado una entrada en el blog. Nunca es tarde para hacer lo correcto, empero.

Con el viento solano es una de las pocas pero intensas novelas que escribió, la crónica de una huida, una road-novel que se desarrolla en los años 50, por los campos toledanos, las ferias de los pueblos, el laberinto urbano que es Madrid... Sebastián es un gitano de Talavera que, a resultas de una trifulca de borrachos, se escapa de la Guardia Civil, con trágico resultado. Busca ayuda en los amigos y la familia, pero la recibe, sobre todo, de los extraños que va encontrando por el camino, un camino que precede al de Kerouac y que va transformando al protagonista, en principio un holgazán y pendenciero, en un personaje trágico, casi existencialista, un extranjero en el mundo que le rodea, como un personaje de Camus. Las historia, no obstante, tiene sobre todo trazas de novela negra un tanto inusual, de noir ibérico que transcurre por los bordes de una sociedad que apenas salía de la miseria, de una época triste y cutre, por más que ahora se empeñen en glorificar algunos que no la vivieron. La España de los bares de mala muerte y las prostitutas, de los pueblos medio derruido, anclados en el tiempo y de los trotamundos que los recorren tratando de malabares la vida. De los perdedores, marginales y desesperados. O resignados... Novela, por cierto, que es, más que la segunda parte, el reverso, incluso, en su estructura, en cierto modo, de la anterior de este escritor, El fulgor y la sangre, en la que las esposas de unos guardias civiles reciben la noticia de la muerte de uno de sus maridos.

El autor echa mano para ello de un léxico que hoy nos puede parecer periclitado o incluso exótico de tan caduco, pero que hace setenta años  (y menos) sin duda aún seguía en uso: el lenguaje cervantino  del campo castellano, el propio de oficios ya desaparecido, las formas de cortesía o, simplemente, las mañas para medirse entre hombres en una época sin redes sociales, con menos prisa y más sociabilidad aunque también desconfianza ante el forastero. Un léxico que, sobre todo el referente a los animales, a los campos, puede no sonar tan natural en Aldecoa (hijo de una familia burguesa de Vitoria, después de todo) como en Delibes, por ejemplo, pero tampoco resulta extemporáneo, pues, como ya digo, aún continuaba siendo el lenguaje de su tiempo; esta novela no es ni un pastiche ni una reconstrucción filológica. No es Intemperie, para entendernos (dicho con todo el respeto por mi parte). Parecido ocurre con los diálogos en los que se hace más presente el argot callejero y noctámbulo, casi agermanado (aunque sospecho que esto lo conocía Aldecoa más de primera mano); ha cambiado tanto que hoy nos resulta casi ininteligible a los que hablamos el castellano de España (no digamos de otras latitudes), pero, sin duda, corresponde a ese momento y a esa realidad concreta. Curiosamente, el léxico que se entiende mejor, en ocasiones, es el de los términos procedentes del caló y que ya han permeado hacia el acervo común del idioma... En todo caso, aparte del recurso a una terminología específica, ya sea rural o maleva, destaca en la novela la precisión con la que está escrita, sobre todo en lo referente a las descripciones, donde cada palabra está en el lugar que le corresponde y no podría cambiarse por otra, en las que el autor hace gala, además de una cierta audacia narrativa, aquí y allá, que contrasta con el estilo general, mucho más seco, aun sin llegar a lo austero, que encontramos a lo largo de toda  la novela.

Una novela que, de haber sido escrita en inglés, por ejemplo, y ambientada en el profundo Sur o en el Medio Oeste norteamericano, sería sin duda un clásico del género negro, ambientada en la España mesetaria de los 50, no deja de ser una curiosidad con tintes de novela social de un autor interesado por los ambientes singulares que se daban en la sociedad de su época -el boxeo, los toros, la pesca- y, más que nada, en las gentes que se movían a ellos -también, por cierto, resulta insólito para la época que pusiera como protagonista a un hombre de etnia gitana  y que incluso le dote de un aura de antihéroe trágico, más allá de crimen que haya cometido-; una novela, en todo caso, de una intensidad, una casta y un respeto hacia el desamparo, hacia quien ya no le queda nada, que merece la pena descubrir y reivindicar. Hay que leer a Aldecoa, hacedme caso, aunque hasta ahora no nos hayamos acordado de él en el blog... Pero os prometo que volverá.

Nota final: esa misma semana de julio (que, curiosamente, es la misma en la que se desarrolla la trama de Con el viento solano) también se cumplió el 150 aniversario del nacimiento de Antonio Machado. Como a este poeta, sin duda uno de los mejores en lengua castellana, si que le hemos dedicado más de una reseña, no hace falta insistir en ello, pero, al menos, que quede constancia aquí.

viernes, 8 de agosto de 2025

Patrick Radden Keefe: Cabeza de serpiente

Idioma original: inglés

Título original: The Snakehead

Año de publicación: 2009

Traducción: Eduardo Iriarte

Valoración: bastante recomendable

Otra obra de Radden Keefe que se recupera oportunamente y se traduce, vista la repercusión de algunas de ellas (especialmente No digas nada, que ha contado con el inestimable apoyo de un trasvase a la pantalla) y he de reconocer que la cronología se me hace un poco liosa en este proceso, aunque no sé si eso es un detalle crucial, dado el apego del autor a su estilo, pero este, en realidad, sería su segundo libro, anterior por tanto, a sus obras de más repercusión, pero obvio eslabón de una cadena en la que Radden Keefe, un poco al estilo del tan cacareado true crime audiovisual, parece estar definiendo un género propio, nada en contra, aunque siempre saldrá algún purista que le recrimine el no estar creando algo nuevo o, llegado cierto extremo, que sus libros puedan ser sustituibles por búsquedas exhaustivas en aplicaciones de AI que lleguen a compilar y resumir todo lo habido y por haber sobre un tema concreto y le apliquen un cierto criterio literario y una dosificación del suspense. Que sepáis, por cierto, que estamos muy cerca de todo eso.

Cabeza de serpiente es una lectura perfecta para ese determinado momento en que, por ejemplo, un lector de ficción necesita una cierta desconexión de tramas, de argumentos que hay que seguir y cuyos momentos clave hay que retener. No digo que sea la clásica lectura ligera, la de las plácidas hamacas de la playa. Pero todos los libros de Radden Keefe podrían encajar en ese perfil. Como sentarse ante una pantalla a ver reportajes bien pertrechados, no siempre de cuestiones que responden a una rabiosa actualidad o a un tema que levante pasiones, pero que al final acaban despertando tu interés, e incluso podríamos aludir a una cierta coartada social, por cuanto las víctimas de los criminales suelen ser gente normal: las víctimas pueden ser pacientes que buscan que su dolor se mitigue o pueden ser ciudadanos de Fujian a quienes se les promete un futuro mejor.

Aquí nos vamos atrás en el tiempo y el acontecimiento central es el fallecimiento de ciudadanos chinos por el hundimiento de un buque carguero, en 1993, en el que viajaban ilegalmente desde China a EEUU. Cómo ese hecho permite seguir y comprobar cómo actuaban las tramas mafiosas (ya tardaba en salir la palabra) ocultas detrás de humildes comercios, cómo,  aunque no se trate de casos de violencia extrema - apenas algunos ajustes de cuentas en operaciones calculadas, lo justo para no llamar la atención más de lo necesario -,  cómo operan las organizaciones. En este caso, la liderada por la Hermana Ping, que desde la apariencia de comercios modestos y anónimos ubicados en Chinatown, construyó, ganándose además el respeto de su comunidad que la veía como la persona de referencia cuando se necesitaba ayuda, una trama criminal (y por tanto, muy lucrativa, aquí el binomio mayor riesgo= mayor rentabilidad funciona a pleno rendimiento) que expandió sus tentáculos y se arraigó en la comunidad china del barrio neoyorquino, tejida de forma minuciosa e inteligente - testaferros, empleo de abogados de suculentas minutas para generar la maraña legal que impedía actuar de forma eficaz a los desorganizados organismos oficiales encargados de controlar tanto flujos migratorios como criminalidad. Criminales de un perfil más marcado por su discreta astucia que por su crueldad, vistos con benevolencia por su comunidad y, por lo tanto, casi impenetrables en su organigrama, en su jerarquía, en sus modus operandi. 

Más libros de Radden Keefe reseñados en ULAD, aquí

jueves, 7 de agosto de 2025

Eva María Medina: La historia sin fin

Idioma original: Español 

Año de publicación: 2025

Valoración: Entre romendable y está bien

El mundillo editorial y sus cosas. Sirva este libro como ejemplo: una apreciable novela, de una autora española, que resulta que es publicada por una editorial argentina. El mundo al revés (o al verrés, que diría Cortázar).

Sea como fuere, el caso es que La historia sin fin es una novela dostoyevskiana sobre la adicción al alcohol y sobre los efectos que la misma provocan en el propio protagonista y en todo lo que a este rodea. Vaya, un poco como la versión ficcionada de Vinagre, recientemente reseñada por estos lares!

Narrada en primera persona por Gerardo, el texto es una continua espiral autodestructiva en el que se combinan momentos de angustia y momentos de euforia, una tragicomedia delirante (en el sentido de relativo a persona que delira) pero firmemente anclada, por desgracia, en la realidad.

Entre los aspectos más destacados de la novela cabe citar:

  • Gerardo, su protagonista. Personaje bien construido y desarrollado, creíble y con el que la autora evita caer en maniqueísmos o hipérboles. En ese sentido, me gusta que la autora no juzgue, no acuse y no victimice a Gerardo.
  • El patetismo del submundo tabernario, con sus perdedores, cuñados, jetas y otros animales
  • Su posible lectura "social". Y es que... ¿por qué el alcohol sigue siendo socialmente aceptado (e incluso exaltado por alguna descerebrada de cuyo nombre no quiero acordarme)?
Peeeeeero, no todo va a ser de color de rosa. Uno es un poco tiquismiquis y esa primera persona elegida por la autora para llevar la voz de la narración no termina de convencerme del todo. Si bien su empleo en la parte final de la novela me parece una decisión acertada, su uso en la primera parte me resulta algo chocante. 

Entiendo su uso como un intento de lograr una mayor identificación, cercanía o implicación por parte del lector, pero no me termina de cuadrar tanto detalle en el recuerdo, tanta poesía o tanta lucidez en medio de borracheras tan descomunales.

Pese a esto, la sensación final que deja la lectura de La historia sin fin es favorable y me lleva, nuevamente, al inicio de la reseña, a esas dudas que a veces uno tiene sobre el funcionamiento del mundillo. En fin, doctores tiene la iglesia. O eso dicen...

miércoles, 6 de agosto de 2025

Luis Goytisolo: El lago en las pupilas

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2012

Valoración: Decepcionante


Si esto fuese una conferencia podría titularse como ‘La desconexión: formas de escribir y formas de leer’. O, más coloquialmente, ‘Por qué hay libros que quizá deberían gustarnos y sin embargo no nos gustan’. Y que quede claro que he hecho un esfuerzo generoso para que el libro me guste, quizá porque es cortito, quizá porque tenía ‘buena pinta’. Hasta me he planteado leerlo de nuevo buscando lo que no encontré, pero hasta ahí creo que no voy a llegar.

La mayoría de las veces tenemos bastante claro por qué no nos gusta un libro, y lo achacamos siempre al autor, porque no nos agrada cómo escribe, no nos interesa lo que cuenta, es demasiado largo, demasiado superficial o demasiado profundo, ininteligible, aburrido, pobretón. Esta vez yo creo que las culpas habría que repartirlas porque, por circunstancias del momento, mi lectura ha sido excesivamente fragmentaria para un texto que apenas sobrepasa las ciento cincuenta páginas. Ya sé que a nadie le importa si leo rápido o despacio, del tirón o a trozos, pero en este caso creo que puede tener su importancia, porque el relato es por su parte también fragmentario, un collage de escenas breves, escenarios diferentes y personajes muy diversos que seguramente requerían una lectura mucho más concentrada.

Dos de esos personajes, hombre y mujer, llegan por separado a Riofrío (Granada, lo he mirado) buscando información sobre algo que tiene que ver con su pasado, quizá datos concretos o más bien un punto de contacto poco definido con algo relacionado con sus orígenes. Hay encuentros algo inocuos con algunos residentes y visitas a ciertos lugares que parecen contener mensajes confusos y signos de una atmósfera especial. Surgen historias de la Guerra civil y recuerdos de paisanos que no terminan de ponerse de acuerdo. Con esta historia se entrecruza la de un periodista que cubría una cumbre económica en Suiza, quien por su parte intentaba escribir una novela sobre una invasión extraterrestre, y varios episodios a su alrededor en torno a intercambios de parejas y prácticas sexuales digamos poco frecuentes.

Vaya, que me parece a mí que hay una heterogeneidad bastante apreciable que se enriquece además con unos cuantos personajes secundarios, fragmentos de discursos, artículos y reflexiones en torno a algún que otro asunto que no recuerdo. Claro, todo esto leído a salto de mata no puede funcionar porque es muy fácil perder el hilo (es hilo tan tenue, tan escondido) y desconectar del todo. 

Pero, admitiendo mi parte de culpa en el fracaso, tampoco entiendo bien el objetivo del relato, tal como está concebido. La dispersión, recurso tan utilizado, sirve a distintos fines, pero no encuentro en el libro ninguno de los posibles. Como tampoco termina de cuadrarme la variedad de tonos que irrumpen en mi opinión de forma caprichosa y terminan por generar una sensación de inconsistencia general. 

Claro, se diría que pueden ser tics de obra primeriza, pero es que don Luis escribe esto con cerca de ochenta años, y tiene una lista muy respetable de libros publicados, entre los que este es, que yo sepa, uno de los más recientes. No sé, igual es que precisamente por su veteranía y experiencia ha querido construir algo que no he sido capaz de captar, y el resultado empeora incluso por mi forma inadecuada de acercarme al texto. No lo voy a negar, pero como la lectura, correcta o no, y la reseña son mías, no me queda más remedio que concluir que el libro no me ha gustado casi nada.


martes, 5 de agosto de 2025

Sergio Lozano Mateos: Vicio

Idioma original: Español
Año de publicación: 2025
Valoración: Está bien (sobre todo para incondicionales de la literatura del exceso)

Vicio compila tres novelas cortas de Sergio Lozano Mateos. Todas están narradas en primera persona con un estilo directo y coloquial (en ocasiones incluso soez), las empapa el mismo humor negro y giran en torno a adictos y drogas. Analicémoslas una a una:

En "Pandemia de vino y rosas", Tuco, un fotógrafo, pierde el proyecto en el que estaba trabajando porque se le rompe el disco duro. Para colmo, se queda sin hierba en el inicio del confinamiento por el coronavirus. 

Esta novela corta exprime con acierto su limitada premisa e incluye bastantes escenas esperpénticas, delirantes o adrenalínicas (y algunas que son las tres cosas a la vez, como aquellas en las que el protagonista está con el trasnochado Piti).

En "Feedback", Ángel, de cuarenta y cinco años, cargo intermedio de una empresa farmacéutica adicto al sexo, el alcohol y la coca, lucha por mantener su empleo ante una nueva gestión y conciliar su desnortado tren de vida con su familia, amantes y amigos.

Esta novela corta abunda en críticas a esos ejecutivos que no dan un palo al agua, abusan de su poder y son tan egoístas que no sienten empatía alguna por el prójimo. Alberga un par de momentos brillantes, que logran que olvidemos por un instante que el protagonista es escoria y nos conmovamos ante su patética existencia. 

En "Luna nueva de agosto", los acontecimientos se precipitan una noche en que un urbanita, que ha ido a pasar unos días al campo, se cuela junto a sus amigos borrachos y drogados a la huerta del vecino. 

Al contrario que sus predecesoras, esta novela corta no tiene un protagonista indiscutible. De hecho, aunque también se narra en primera persona, los capítulos alternan las voces de los tres personajes principales. Asimismo, presenta una escena lisérgica (por desgracia, la única de todo el volumen), la del conejo.

De las novelas cortas que compila Vicio me han gustado su ritmo (ágil e intenso) y los amagos de desarrollo de sus contradictorios protagonistas (quienes suelen acabar igual que empezaron, aunque se convencen de que no es así).

En cambio, creo que no aprovechan del todo las posibilidades de la ficción y el lenguaje a la hora de plasmar los excesos (especialmente los que tienen que ver con la adicción al sexo, la ingesta de alcohol o el abuso de drogas recreativas). 

A esto hay que añadir otra cosa que, a mi juicio, lastra Vicio: dadas las similitudes en forma y fondo de los textos que compila, el volumen se hace algo pesado de leer (sobre todo de corrido). 

Sea como fuere, Vicio es un libro perfectamente disfrutable. Incluso yo, que nunca me he sentido atraído por esa literatura que se enfoca en el alcohol y las drogas (recuerdo quedar poco impresionado con Historias del Kronen, Menos que cero, Azul casi transparente y otras obras similares), sé apreciarla cuando aprovecha dicha temática para explorar la psicología de sus personajes autodestructivos, hacer retratos generacionales o lanzar un poco de crítica social (que es, precisamente, lo que logran las tres novelas cortas de Lozano).

Ah, la imagen de la cubierta de Vicio no me parece nada atractiva. Es evidente que está generada con Inteligencia Artificial, y por tanto adolece del desaliño estético que caracteriza las ilustraciones salidas de esta tecnología.

lunes, 4 de agosto de 2025

Iván Repila: El jardín del diablo

Idioma original: 
español
Año de publicación: 2025
Valoración: recomendable (y necesario para estos tiempos que corren)
 
[Disclaimer habitual en estos casos: a Iván lo conozco desde hace ya tantos años que no quiero ni decir cuántos son, pero no creo que la amistad me nuble la vista para poder valorar esta novela. Y si me la nubla, pues qué le vamos a hacer. En todo caso, aquí va mi reseña y que cada cual saque sus conclusiones]
 
Quien comienza a leer El jardín del diablo probablemente se siente, sin duda, algo desconcertado en las primeras páginas (y no solo porque el primer capítulo lleve el número 33, el siguiente el 32, y así sucesivamente). En este primer (o trigésimo tercer) capítulo nos es presentada una voz sin nombre, la del narrador, que habla a su "búfala", suponemos que su hija, para contarle una historia antes de que vuelva a olvidársele. También se presenta una palabra clave, "Curupira", que aunque no se explique en el texto es una figura del folklore brasileño, lo que introduce una sugerencia exótica o lejana. Poco después se nos van ofreciendo otros datos de eso que se llama world building, sin caer en la exposición pesada: el narrador vive en una comunidad, en un "jardín", junto con otros personajes de nombre extraño como "Cremea" o "Nargan", utilizan palabras como "formicar" (que no "fornicar")... Poco después, el narrador le cuenta a su búfala que llegó su vez de ser Curupira y abandonar el jardín... y el resto de la novela acompañamos el viaje de Volva (que así se llama el narrador, según descubrimos ya mediada la obra) por un mundo que le resulta cada vez más extraño, pero que para el lector será cada vez más reconocible.
 
En cierto modo, se puede decir que El jardín del diablo supone una cierta vuelta a los orígenes para su autor, puesto que el tono de fábula o de cuento maravilloso de, sobre todo, la primera mitad de la novela, nos hace retroceder hasta El niño que robó el caballo de Atila, que seguramente sea su mejor obra: ninguna de las dos son una historia para niños, pero parecen apelar a nuestra memoria de jóvenes lectores, por el mundo misterioso en que se sitúan, por el estilo de Iván Repila, que integra lo poético o lo fantástico con lo real, incluso con lo científico, y también, claro, por ese uso tan poco habitual de dos tintas (negra y azul), que a los que tenemos ya cierta edad nos hace recordar aquellas antiguas ediciones de La historia interminable (infelizmente, las ediciones más recientes han decidido abaratar costes renunciando a este recurso). 
 
Por supuesto, que la novela adopte recursos de la fantasía o de la fábula no significa que no hable de cosas serias y adultas. De hecho, El jardín del diablo cuestiona nuestra relación con la naturaleza y con el otro, nuestra forma de "cohabitar con el entorno", como dice el propio narrador. Las hormigas, omnipresentes en la obra, sirven como contrapunto y modelo (no necesariamente ideal) para reflexionar sobre el lugar que ocupan en nuestras vidas y en nuestras ideologías lo común, los cuidados, el respeto por el planeta. Inmersos en un sistema que prioriza lo individual, lo competitivo, que nos desgasta y exprime, y que destruye y consume insosteniblemente los recursos del planeta, el Jardín propone un modelo alternativo en que la educación es flexible, las tareas se reparten, el ocio es una parte fundamental de la vida, y todos cuidan de todos, en armonía con el entorno natural en el que viven. Podría decirse que es una aplicación ficcional del famoso slogan "Otro mundo es posible", con todos los matices ecológicos y políticos que implica esa frase.
 
Por supuesto, para que nadie me acuse de favoritismo y de hablar solo de las cosas buenas por amiguismo, hay algunos aspectos de la novela que me han convencido menos y que explican que la valoración sea "recomendable" y no otra más alta: en contraposición con esa construcción compleja del universo ficcional de la primera parte, que puede alejar a algunos lectores, la segunda mitad de la obra en cambio me ha parecido menos conseguida, y algo apresurada en algunos aspectos. Tampoco esa mezcla de lenguaje misterioso y fantasioso con lenguaje científico creo que funcione igual de bien en todos los casos; a veces he tenido la impresión de que es el autor, y no el narrador, quien quiere impresionarnos con términos de bioquímica o nombres científicos de diferentes especies de hormigas, y que habría sido más coherente con el personaje que se expresase en un lenguaje más natural y menos mediado por la ciencia institucional. 
 
En todo caso, estos aspectos que me han convencido menos no restan valor y relevancia a la novela. Creo que ya lo he dicho por aquí, pero no me preocupa ser pesado repitiéndolo: en las circunstancias actuales, necesitamos un arte político. Esto no quiere decir que tengamos que ponernos todos a reescribir La madre de Gorki o a filmar El acorazado Potemkin; se puede ser político en muy diferentes géneros y con técnicas muy diversas, para alcanzar el mayor número de lectores posible. La obra de Ursula K. LeGuin es radicalmente política, como lo es Carcoma de Layla Martínez o Sacrificios humanos de María Fernanda Ampuero; también es político El jardín del diablo, porque busca intervenir en el mundo, a través de la ficción, y mejorarlo. Personalmente, en estos momentos, creo que hay pocas cosas más importantes que se le puedan exigir a una obra de arte.

También de Iván Repila en ULAD: Aquí 

domingo, 3 de agosto de 2025

Aldo Leopold: Un ética de la Tierra

Idioma originalInglés

Título original: A Sand County Almanac

Traducción: Jorge Riechmann

Año de publicación: 1949

Valoración: Imprescindible

"Hay épocas en que el progreso es reaccionario, y lo reaccionario es progresista." Arthur Schopenhauer 

Hace algunos años vi una entrevista a Ernesto Sábato en el programa "A fondo", realizada aún muchos años atrás, en blanco y negro. Además de ser uno de mis escritores favoritos, en esa entrevista Sábato dijo algo que me vuelve a la memoria cada vez que contemplo, desde la ventana de mi oficina, un paisaje saturado de edificios: 

Hoy, levantar edificios de treinta pisos para que vivan en esos cubículos de cemento armado y aire acondicionado niños que nunca verán el nacimiento de un perro, ni contemplarán la aparición del sol o de la luna; niños destinados a convertirse en futuros drogadictos, alienados y tristes, no es progreso. Lo revolucionario hoy sería proponer la abolición de los rascacielos.” 

Una frase del libro que aquí reseño me provocó el mismo sentimiento de urgencia que experimenté al escuchar a Sábato: 

Conocí a una señora con estudios, poseedora de la condecoración Phi Beta Kappa, quien me contó que nunca había visto ni oído a los gansos que, dos veces al año, anuncian el ciclo de las estaciones al pasar sobre su bien aislado tejado. ¿Acaso la educación no es más que un modo de cambiar una conciencia alerta por cosas de menor valor? El ganso que intente semejante trueque se convertirá pronto en un montón de plumas.” 

Estas dos afirmaciones, provenientes de dos “reaccionarios” de sus respectivas épocas, nos proporcionan la esencia de este libro, que, aunque publicado hace ya varias décadas, permanece sorprendentemente actual. Esto no se debe solo a la evidente oleada de irracionalidad que impregna a las sociedades desarrolladas (sin sugerir que otras naciones estén libres de esta tendencia, sino destacando que las primeras poseen el poder de infligir mayores daños), sino también por la urgente necesidad de reflexión individual en distintos planos: nuestro papel en la comunidad, nuestro estilo de vida, el devenir humano y la coexistencia con otras formas de vida. 

Considerado el padre de la ética ecológica, Aldo Leopold, ingeniero forestal de profesión, expone en este libro aspectos clave de su relación intelectual y emocional con el medio ambiente. A través de experiencias personales, reflexiones profundas derivadas de su contacto directo con la naturaleza, y una apreciación de la vida rural, Leopold nos introduce en las raíces del pensamiento conservacionista y proteccionista, culminando en un legado filosófico que sentaría las bases para los movimientos ambientalistas de la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. 

El libro está estructurado en tres partes claramente diferenciadas: 

1. Un almanaque del condado arenoso. Esta sección recoge los ensayos originalmente publicados bajo el título “A Sand County Almanac”. Está dividida en doce partes, una por cada mes del año, y ofrece una descripción casi poética del transcurrir de las estaciones en la vida semi-salvaje que Leopold llevaba en su granja de Wisconsin. Particularmente destacable es su narrativa sobre el tiempo visto a través de los anillos de crecimiento de un árbol a medida que la sierra pasa a través de ellos. Esta sección es sin duda la más lírica e impresionista, la más íntima y evocadora del libro. 

2. Bocetos de aquí y allá. Esta segunda sección presenta reflexiones nacidas de los viajes y observaciones del autor en diversas regiones de América del Norte. Leopold describe detalladamente diferentes ecosistemas, mostrando cómo el impacto humano altera el equilibrio natural. Podemos ver de primera mano los episodios que moldearon las ideas de Leopold. Los ensayos aquí contenidos no solo nos invitan a valorar la belleza de diversos paisajes, sino que nos confrontan con la fragilidad y vulnerabilidad de los entornos naturales ante la actividad humana. Es de destacar todas las veces que Leopold se cuestionó, arrepintió y condenó las acciones que hizo cuando joven.

3. Una ética de la tierra. En la última parte del libro, Leopold expone sus planteamientos más filosóficos e ideológicos, desarrollando claramente el concepto central de su obra: la "ética de la tierra". Aquí el autor sostiene que el ser humano debe abandonar su actitud dominante y explotadora frente a la naturaleza para adoptar una perspectiva de respeto y comunidad. Leopold argumenta de manera persuasiva la necesidad de establecer una ética que considere la tierra no solo como un recurso, sino como una comunidad a la que pertenecemos y de la cual dependemos. 

Una ética de la tierra es un libro imprescindible, no solo por su calidad literaria o su valor histórico, sino porque sus reflexiones trascienden el tiempo, convirtiéndose en un llamado urgente a replantear nuestra relación con el entorno. La vigencia de Leopold radica en haber anticipado los desafíos ecológicos y éticos que hoy enfrentamos con creciente urgencia. Por no decir que es una obra fundacional y de referencia para cualquiera que esté interesado en replantearse la repercusión de su paso por el mundo. 

sábado, 2 de agosto de 2025

Jesús Cañadas: Fundido a negro

Idioma: español
Año de publicación: 2025
Valoración: Muy, pero que muy recomendable

Apariciones de la Virgen; leyendas granaínas; gitanos del Sacromonte; parejas de la Guardia Civil; procesiones entre flores... Con todos estos elementos se podría componer un drama lorquiano. O un pastiche lorquiano, que tanto da... Pero lo que hace Jesús Cañadas en esta novela no es ni una cosa ni la otra, sino añadirle al cóctel un documental de true crime, la telebasura adicta al frikismo de los 90 (no me refiero a los fans de Star Wars, precisamente), los jipis de la Alpujarra, drogas y culpabilidad . Y a Juliette Binoche, qué ya me diréis como se la puede meter en una novela de terror,  pero Cañadas lo consigue... Porque sí, Fundido a negro es una novela de terror, pese a que su autor afirme que él lo que escribe son thrillers (y sí, está novela es un thriller, quizás antes que ninguna otra cosa, pero también da mucho miedito), ya desde su comienzo, con la transcripción de un video en que los guardias civiles se dirigen de noche a un cortijo donde, al parecer, ha habido un grave incidente... Pero avancemos la imagen para hacer el consabido resumen resumido: 
Benjamín Correa es un director de documentales andaluz en horas bajas -bajísimas- a pesar de haber ganado, años atrás, la Palma de Oro en Cannes -o precisamente, a raíz de haber ganado la Palma de Oro en Cannes-, así que decide aceptar, no muy convencido, el encargo de Canal Sur de realizar, deprisa y corriendo, un documenta sobre la secta mariano-milenarista de El Encuentro de María, que, dieciocho años atrás, acabó. por decirlo suavemente y emplear el término de la novela, en una marimorena de mucho cuidado... El equipo de grabación, compuesto por antiguos amigos de Benjamín, se pone a la tarea y comienza a entrevistar a personas que tuvieron que ver, de un modo en otro, con El Encuentro. Pero pronto empiezan a encontrarse elementos cada vez más inquietantes, según van indagando sobre las figuras de Elías, el líder de la secta y Micaela, su pérfida factótum, así como lo que ocurría en el seno del grupo. Y no sigo porque esta es una de esas novelas que hay que leer hasta el final para poder entender -o no-, sabiendo lo menos posible de la misma y así disfrutar (o pasarlo mal, según se mire) al máximo. Muchos son los elementos presentes en esta novela que propician que esto suceda; por citar algunos, al modo de Oriol:

  • Que nos encontremos, precisamente, ante un thriller, con los mecanismos y tropos propios (y típicos) del thriller, pero, al mismo tiempo, ante una novela de terror, con los mecanismos y tropos propios del terror, lo que nos hace olvidar las costuras que se le puedan ver al thriller.
  • Que el autor consiga crear momentos  inquietantes, cuando no terroríficas, no sólo por la presencia de personajes, entidades o situaciones aterradoras, sino, sobre todo, por el dominio e incremento de la tensión en casa capítulo y la gran habilidad de este escritor para crear ambientes perturbado(re)s, espacios liminares, equívocos o, directamente siniestros. Pero todo y siempre, sin embargo, al servicio de la trama y del devenir reservado a sus personajes.
  • Que la trama funcione con la precisión de un reloj suizo, con la minuciosidad de una maqueta ferroviaria, con el ingenio de un juego de palabras inesperado... pero todo sin que nos demos cuenta de ello hasta el final, ya sea debido a las circunstancias que antes he comentado, o, simplemente, para la facilidad de Cañadas para que todo fluya, sin forzar la máquina, sin obligar al lector a inclinarse a cada momento ante el talento del autor. 
  • Que nos hayamos, además, ante un escritor especialmente dotado para contarnos lo más terrible y mantenernos en vilo con el suspense y el ritmo que le imprime a la narración, sin por ello (quizá por su origen gaditano) perder la naturalidad y aun el gracejo de lo coloquial, el respiro de lo cotidiano, que nos permite una falsa relajación hasta que nos damos cuenta de que la temperatura narrativa ha subido y no tenemos ya escapatoria, como langostas cociéndose en un agua cada vez más caliente. Por no mencionar (o mejor sí), la extraordinaria capacidad de que hace gala Cañadas para el símil, la metáfora o la metonimia certera e ingeniosa, que posiblemente tenga también su raíz en Cádiz (y perdón por el tópico, si es que molesta a alguien). Unos pocos ejemplos extraídos de un mismo capitulo: "Se había levantado con los ojos convertidos en dos puñaladas en una Caja Roja de Nestlé"; "(...) era un polvorón empapado en bechamel seca"; "(...) asintió con lentitud de café de filtro que gotea en la cafetera"."Aparte de caminar a paso de lista de espera en correos, con una cojera imposible de disimular (...) no relajaba ni a tiros esa expresión que parecía ponerse por las mañanas, antes incluso que las pantuflas". "Echó la mandíbula hacia delante y se montó su propia final de Roland Garros con los ojos, que fueron de un lado a otro en busca de una excusa que, por supuesto, no encontró. Al cabo, soltó un un suspiro de cañería".
  • Que el autor hace un empleo loable e inteligente de diferentes aspectos de la cultura andaluza, en el seno de la cual se desarrolla la historia; desde el habla sevillana y granaína (he de señalar que yo no soy andaluz, pero, desde luego, parece bastante convincente) a otros elementos culturales o incluso subculturales .dado el tema y la ambientación de la novela- de la misma. Todo escrito con un aire desenvuelto, ya digo, pero que trasluce el respeto que le produce a Cañadas su propio pueblo, su idiosincrasia y forma de expresarla.                                                                                
No me quiero extender mucho más, que la reseña ya se está haciendo larga y leerla es tiempo que se podría utilizar mejor en leer la propia novela. Quien lo haga se encontrará no ya un thriller yo una historia de terror, sino una magnífica novela en la que convive un toque de folk horror con cierto costumbrismo crítico, un trasfondo de horror cósmico con la llamada "cultura de la cancelación"; el desvarío onírico con el gore; el juego tipográfico (tampoco es La casa de hojas, no os asustéis) con la influencia, inevitable, por otra parte, de lo audiovisual, tanto en el falso found footage como en la propia dinámica narrativa. Y además aparece Juliette Binoche, ya lo he dicho, y me quito el sombrero de cómo Jesús Cañadas ha conseguido introducirla aquí... Ojalá ella llegue a leer, algún día, está novela, porque seguro que estaría orgullosa de formar parte de ella, me apuesto lo que queráis... O, por lo menos, se lo iba a pasar de miedo (literalmente), que es de lo que se trata, ¿no?. Después de todo.

También de Jesús Cañadas y reseñado en Un Libro Al Día: Dientes rojos

viernes, 1 de agosto de 2025

Mario Escobar Velásquez: Marimonda

Idioma original: Español
Año de publicación: 1985
Valoración: Recomendable

Este libro engaña. Desde el primer momento, además, porque la primera página nos remite a una nota de prensa en la que se informa del reclutamiento de monos por parte del ministerio de defensa de Israel para labores de tipo humanitario. Podríamos pensar, entonces, que lo que encontraremos en las siguientes 150 páginas será algo así como una distopía, una novela de ciencia - ficción o una comedia. Vaya, si estaremos ante una versión tropical de El planeta de los simios o de 12 monos, por poner un par de ejemplos.

Pero pronto descubriremos que apenas hay nada de lo anterior y que lo que finalmente leeremos será una novela, protagonizada por un pequeño grupo de marimondas, bastante más compleja de lo que podría inicialmente parecer.

Protagonismo animal, por tanto, pero animales humanizados (y humanos animalizados, como reverso de la moneda) en un texto que toca multitud de temas. Así, colonialismo, globalización, relación hombre - naturaleza, organización social o la formación de los liderazgos atraviesan las páginas de una novela que en un tono casi ligero, como si estuviésemos leyendo un documental de National Geographic, vuelve a poner sobre la mesa un tema muy tratado en la literatura latinoamericana de la primera mitad del siglo XX: aquello de civilización o barbarie.

Superada la extrañeza inicial que provoca ese protagonismo animal, uno va extrayendo cosas positivas de la novela. Tres destacan por encima de todo:

  • el lenguaje, que combina lo popular con "poéticotorrencial", tan relacionado con el contexto geográfico en el que se ubica la novela. Mejor un ejemplo que, no sé si acertadamente o no, me lleva a pensar en Tomás González:
Subió hasta la cara rugosa del cadáver de abiertos ojos en cuyo fondo opaco se copiaba adentrado un reflejo de cielo estrellado, y halló que de esos ojos estrábicos por la muerte, como si quisieran mirarse al propio interior del cráneo, y de la nariz que era poco más que unos agujeros tenebrientos, hoy se escapaba la esencia de ese olor a muerte condensado en gotitas

  • los cambios de perspectiva. El peso de la novela recae en el líder de la manada de marimondas, pero Escobar Velásquez lo traslada a unas hormigas, un zorro, una lagartija, unas vacas o a un hombre, sin pudor y sin que la cosa chirríe.
  • la capacidad del autor para acercarse a temas profundos desde la más absoluta sencillez, en un tono casi de fábula.
Resumiendo: autor colombiano absolutamente desconocido por estos lares (me viene a la cabeza Álvaro Cepeda Samudio, de quien hace unos años se recuperó La casa grande y de quien nunca más se supo) y novela curiosa y recomendable en la que es fundamental, ¿cuándo no?, olvidarse de prejuicios y dejarse llevar por una selva en la que nada es lo que parece. ¿O tal vez sí?

jueves, 31 de julio de 2025

Jarosław Iwaszkiewicz: Madre Juana de los Ángeles

Idioma original: Polaco
Título original: Matka Joanna od Aniołósea
Traducción: Xavier Farré
Año de publicación: 1946
Valoración: Entre recomendable y está bien

1634, Francia. Uno de los procesos de brujería más conocidos, motivado tanto por intrigas de poder como por los delirios de una madre superiora, tiene lugar en Loudun. Un sacerdote llamado Grandier, acusado de ser el responsable de la posesión demoníaca de unas monjas ursulinas, termina en la hoguera.

Madre Juana de los Ángeles, del escritor polaco Jarosłas Iwaszkiewicz, se inspira en este suceso histórico. Sin embargo, al contrario que tantas otras obras literarias que hicieron lo propio (Urbain Grandier de Alejandro Dumas padre, Los demonios de Loudon de Aldous Huxley, etc...), esta novela emplea el hecho a modo de punto de partida, en vez de examinarlo analíticamente o desarrollarlo en clave de ficción.

Así pues, Grandier apenas es mencionado en Madre Juana de los Ángeles. El protagonismo recae en el padre Suryn, un devoto jesuita al que la iglesia envía a exorcisar a las monjas ursulinas del convento de Ludyn poseídas por demonios.

La situación sobrepasa a nuestro héroe, cuyos tormentos y temores religiosos se incrementan. Especialmente efectivos son los pensamientos que así lo evidencian, como éste que hallamos en las páginas 151 y 152:

La sola posibilidad de la tranquilidad que le proporcionaba la naturaleza, a pesar del viento, le pareció dolorosa y notó el brillo de las estrellas, el soplo de las nubes como si fuera un cuchillo que se le clavaba al corazón. La crueldad de la naturaleza que observaba indiferente el martirio de los corazones y mentes humanos le pareció como otra tortura diabólica más, y la mera tranquilidad como una trampa en la que acechaban las posibilidades más terribles. / «Se han dormido -pensó sobre los demonios-, se han dormido en mí, llenándome toda el alma con trozos de su carne» (...). / «Pero no se han dormido, se han transformado en el viento, en los árboles, en las nubes, para atormentarme con su indiferencia. La naturaleza eternamente feliz, salvada por principio, incapaz de sufrir la caída, y yo, destinado a los actos más grandes, a las más grandes experiencias y a la más grande comprensión, ante ella mucho más grande y potente porque puedo conocerme a mí mismo y a Dios, de repente me veo rechazado y rebajado por debajo de cualquier criatura, como un juguete de las fuerzas del mal más potentes. 

También resultan muy impactantes las escenas en que personajes o situaciones ponen en duda su fe del padre Suryn. Un ejemplo perfecto de esto sería el encuentro del atribulado protagonista con el reb Iche de Zabłudów, quien lo confunde y se mofa de él en la página 115: 

—Reverendo padre ¿viene usted a ver a un pobre rebe para preguntarle qué son los demonios? ¿Usted, padre, no lo sabe? ¿No se lo han enseñado en su teología? ¿No lo sabe, padre? ¿Tiene dudas? A lo mejor no son demonios, sino solo la falta de ángeles —volvió a reír—. El ángel que tenía madre Juana echó a volar y ahora ella se ha quedado sola consigo misma. A lo mejor es tan solo la propia naturaleza del ser humano.

La atmósfera de Madre Juana de los Ángeles está muy lograda. No sólo nos traslada exitosamente a la República de Polonia, en pleno siglo XVII, sino que imprime un pertinente tono lúgubre, ominoso y desesperanzador al conjunto. A espesar esta atmósfera y tono contribuye, por cierto, el uso de lo grotesco para describir el aspecto o comportamiento de ciertos personajes.

Los temas indagados en estas páginas se exponen con claridad, pero siempre respetando la sutileza y oblicuidad que caracteriza la buena literatura. Así, aunque se habla del mal, nunca aclara, si éste es fruto de la naturaleza humana o impuesto por los demonios al alma de sus víctimas. 

Si bien es cierto que la novela transcurre con buen pulso, no llegó a entusiasmarme en ningún momento (salvo cuando se va acercando al desenlace, donde gana enteros gracias al lirismo de ciertos pasajes y su potente clímax). No obstante, la calidad de su prosa, su atmósfera, la potencia de algunas de sus escenas, la forma en que se cierra y la complejidad de sus reflexiones dejan muy buen regusto.

Ah, Madre Juana de los Ángeles fue adaptada al cine por Jerzy Kawalerowicz en 1961, obteniendo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes de ese año.

miércoles, 30 de julio de 2025

Colaboración: Adán y Eva, de Arto Paasilinna

Idioma original: finés

Titulo original: Aatami ja Eeva

Traducción: Luisa Gutiérrez Ruiz

Año de publicación: 2023

Valoración: Prescindible


El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. ¿Dirán ustedes que a qué viene esto? Pues esto viene a que, aunque demasiado tarde, después de adquirir este libro recordé que hace años había leído otro de este autor y me había dejado igual que su lugar de origen: helado. 

Se supone que Arto Paasilinna, que es de quien estamos hablando, es un reconocido autor finés que pasa por ser unos de los máximos exponentes de la literatura de humor en su país y por ende de la literatura europea de los últimos años. No lo digo yo, lo dice la solapa donde se nos informa de que “lo que hace que los libros de Arto Paasilinna sean tan especiales es la ironía que envuelve cada frase, el humor negro que hace que el lector llore de la risa y, por supuesto, los personajes bizarros y abiertamente tragicómicos”.

Les puedo asegurar que no lloré de la risa en ningún momento de la lectura de este libro, en todo caso lloré por haberme gastado veinte euros en adquirir esta novela, y por haberme acordado demasiado tarde de que había leído del mismo autor “Delicioso suicidio en grupo”, libro que acabó sus días en una librería de segunda mano. 

Les voy a adelantar de que va el libro y luego ustedes deciden. Un patético empresario finés, que dirige una pequeña fábrica de baterías al borde de la bancarrota, inventa, porque tiene una inteligencia superior a media humanidad, una batería ultraligera que va a revolucionar la industria internacional. Junto a una abogada, que le ayuda a salir de la cárcel tras un oscuro episodio, patenta la batería, monta una empresa, y se dedica a ganar millones de marcos que no sabe en qué gastar. Entre medias deambulan una serie de empleados de la nueva empresa, unos empresarios japoneses que le quieren comprar el invento y un asesino siciliano que contratan unos jeques del petróleo para eliminar a Aatami Rymmatyla, que así se llama nuestro héroe. 

Ni las aventuras que corren los protagonistas, ni la aparición de los secundarios que les acabo de mencionar, hacen que la historia levante el vuelo en ningún momento. 

¿Suceden episodios tragicómicos? ¿Hay personajes bizarros? ¿Se desternilla uno con cada escena? Sinceramente, lo único que ocurre es que lees entre líneas, te saltas los párrafos de dos en dos y llegas al final deseando deshacerte del libro cuanto antes. Les podría contar cómo acaba la historia, pero quizás es el único momento que les pueda arrancar una sonrisa. 

Están advertidos. Se publican demasiados libros en este país. No creo que les resulte fácil encontrar éste, pero si lo hacen bajo ningún concepto hagan caso a la solapa. Me lo agradecerán.

                                Firmado: José Miguel Martínez


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martes, 29 de julio de 2025

Javier Tapia: Mitología japonesa

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2022

Valoración: Se deja leer


Tener en el blog a un experto en lo que sea es genial, claro, pero tiene sus riesgos, porque si uno se decide a aproximarse a esas materias corre el riesgo de quedar en ridículo, no ya ante algún lector anónimo, sino ante el propio colega, que es algo un poco más humillante. Hablando de Japón, tenemos aquí a Alain, que en estas cosas entiendo que está muy puesto, así que, contando con su benevolencia, me permitiré comentar este libro en torno a la cultura japonesa, que es el campo que se trata, más allá del título. 

La verdad es que si hubiera investigado un poco con anterioridad y hubiese visto la respetable lista de títulos firmados por el tal Javier Tapia, seguramente hubiera desistido: solo hay que echar un vistazo para contemplar libros, seguro que parecidos a este, sobre mitología hindú, maya, griega, vikinga o celta, sin olvidar alguno que otro sobre vampiros, sobre Lovecraft o en torno a algún esoterismo. Demasiada amplitud, demasiado aspecto de cadena de montaje. Pero en fin.

Como hubiera sido de esperar para un lector mejor informado, el libro tiene efectivamente un tono divulgativo digamos relajado, dirigido a quien le parezca suficiente con unas pinceladas sobre esa cultura japonesa de la que quizá conoce algo sobre las geishas, los samuráis, la foto del templo sobre el monte Fuji o algún anime popular. Es esa la perspectiva correcta porque es exactamente lo que el libro ofrece.

Digamos que hay una parte inicial que se ajusta más a lo que promete el título, presentando a la pareja de dioses más poderosos, no sé si primigenios o primus inter pares, Izanagi e Izanami, masculino el primero, de aire más triunfador, femenina la segunda, condenada al inframundo a causa de alguna traición que no recuerdo. Con ellos, la diosa del sol Amaterasu, creo que hija de Izanagi, es la tercera deidad de un enorme panteón lleno de divinidades menores casi de todo tipo. Pero por lo visto la característica más definitoria de la mitología japonesa es precisamente esa multiplicidad de entes o espíritus que de alguna manera lo pueblan todo, los kami, poco menos que infinitos, y los yokai, más bien demonios, algunos de ellos juguetones y puñeteros. De ahí a pensar en personajes tan frecuentes en los mangas solo hay un paso.

La penetración del sintoísmo con su carácter sincrético tiene seguramente mucho que ver con la adopción de entes sobrenaturales asimilados de distintas culturas y credos lo que, desde otro punto de vista, convierte la mitología en una especie de panteísmo estrechamente ligado a la naturaleza. Y todo ello a su vez se funde con aspectos propiamente culturales que a veces tienes raíces históricas remotas y que han sobrevivido gracias al aislamiento del país hasta épocas bastante recientes. Así, el libro hace sitio a figuras de origen no muy claro, como los samuráis o los ninja, a la yakuza o al teatro kabuki, cosas que pueden sonar más al lector occidental y cuya aparición va dejando clara la voluntad divulgadora del texto.

Aunque adornado con unos poquitos detalles históricos y algunos breves cuentos tradicionales (algunos francamente bonitos, hay que reconocerlo), el libro no puede, ni siquiera seguramente quiere, disimular su naturaleza de producto rápido, incluso poco esmerado en su redacción y estéticamente cutre, en un punto muy bajo de esa posible escala que va desde la erudición y el trabajo académico puro hasta la divulgación como simple pretexto para editar un volumen de lo que sea y pasar cuanto antes al siguiente para hacer caja.

A pesar de todo, y aunque a veces nos sorprenda o hasta dé un poco de rabia admitirlo, casi de cualquier libro se aprende siempre algo. Y tengo que reconocer que también de este.

P.S.: Cuál no sería mi sorpresa cuando hace muy poquito, dando un paseo por el monte, me encuentro escrito en una valla de madera el nombre de Amaterasu. No hay muchas opciones: o mi cultura en torno a lo japonés es muy inferior a la media, o alguien se acaba de leer el mismo libro que yo, o tal vez hay por ejemplo algún grupo musical que ha adoptado tan venerable denominación.