martes, 28 de febrero de 2023

Jorge Ibargüengoitia: Las muertas

Idioma original: Español
Año de publicación: 1977
Valoración: Si no es un imprescindible, poco le falta

Alguno de los acontecimientos que aquí se narran son reales. Todos los personajes son imaginarios. Esta versión evolucionada del "basado en hechos reales" de muchas películas es el epígrafe que abre "Las muertas" y es fundamental para dar una idea de lo que en ella encontraremos. 

Porque este novelón de Jorge Ibargüengoitia en una deconstrucción / reconstrucción de un suceso real utilizando para ello personajes y escenarios ficticios.

El hecho real serían los crímenes de las Pochianquis (las hermanas Baladro de la novela), condenadas por asesinato, enterramiento ilegal, privación de libertad, proxenetismo y otras lindezas, los personajes serían trasuntos de los reales y los escenarios el imaginario estado de Plan de Abajo, una especie de Yoknapathawpha a la mexicana y trasunto también del Guanajuato natal del autor. Esta introducción de elementos puramente ficcionales separa a "Las muertas" de la simple crónica o del true crime y permite a Ibargëngoitia darle una vuelta de tuerca a la novela, con lo que consigue que esta crezca gracias a la combinación de voces y registros.

Un narrador frío y omnisciente, conocedor (y si no los conoce, los supone) de los hechos reales o de los posibles, lleva la voz cantante de la novela. Pero Ibargüengoitia no se contenta con una narración lineal del antes, durante y después de los hechos, sino que salta de la primera a la tercera tercera persona, de la narración pura al testimonio, al interrogatorio o al informe policial y se sirve de las diversas subtramas para otros desplazamientos. Así, el autor juega, por un lado, con el eje temporal de la novela y, por otro, se mueve de lo folletinesco a lo periodístico o de lo trágico a lo cómico sin que este movimiento suponga nada extraño para el lector. En este sentido, Ibargüengotia me recuerda mucho a Manuel Puig por su utilización de recursos cercanos a la literatura popular con estructuras más ligadas a las vanguardias.

Sea como fuere, conviene comentar que "Las muertas" una novela más de situaciones que de personajes. Los saltos temporales y la citada utilización de diversas voces no permiten profundas indagaciones en la psicología de cada uno de los personajes, pero Ibargüengotia consigue que el lector conozca qué mueve o qué puede mover a unos y a otros a través de sus propios actos, muchas veces aparentemente banales o casuales.

Otros aspectos a mencionar de la novela son el humor y la más o menos velada crítica a diversos estamentos de la sociedad mexicana. El humor que hallamos en la novela no procede de la utilización de recursos humorísticos sino de la propia realidad. Es esta, en su absurda brutalidad, en su grotesca barbaridad, la que hace que el lector no tenga más remedio que sonreír ante unos hechos que son cualquier cosa menos graciosos. En cuanto a la crítica social, Ibargüengotia ataca sin piedad y presenta un cuadro en el que la combinación de crueldad, avaricia e ignorancia tiene como resultado un reguero de muerte y violencia terrible.

Todo esto con un ritmo endiablado al que contribuye la estructuración de la novela en breves capítulos que exigirán la complicidad del lector para que este vaya completando un puzzle que, una vez terminado, dejará con un inmejorable sabor de boca. 

También se Ibargüengoitia en ULAD: Los conspiradores

lunes, 27 de febrero de 2023

Fleur Jaeggy: Proleterka

Idioma original: italiano
Título original: Proleterka
Traducción: Anna Casasas en catalán para Editorial Les Hores y María Ángeles Cabré en castellano para Tusquets Editores
Año de publicación: 2001
Valoración: está bien


Debo decir, que este libro estuvo en mi lista durante bastante tiempo, aunque por aquellas razones que ni los propios lectores asiduos conocemos, fue aletargando su permanencia en la lista de espera hasta que cayó en el olvido. Hasta que me lo recomendaron de nuevo hace poco. Y ni tan mal, pero tampoco tan bien. Veamos.

Escritora longeva aunque poco prolífica, Fleur Jaeggy ha escrito pocos libros a lo largo de una vida que, a pesar de ello, siempre ha ido ligada a la literatura, pues además de ser escritora de novelas también ha ejercido de traductora e incluso colaboró con el grandísimo Franco Battiato escribiendo las letras de algunas de sus canciones, pues aun siendo suiza, fue a vivir a Roma habiendo terminado los estudios para trabajar en la editorial Adelphi lo que le abrió las puertas al mundo cultural y donde conoció al que sería su marido, Roberto Calasso. Por tanto, su bagaje cultural queda fuera de toda duda aunque su estilo literario, duro, frío, la ubicaría más cercana a los países del este. Porque el estilo de la autora ya queda evidente en su primera página cuando, recordando su niñez, afirma que «por aquellos tiempos no pensaba en los muertos. Vienen a encontrarnos más tarde. Llaman cuando sienten que nos convertimos en presas y es hora de ir a cazar».

De esta manera, tras un inicio en el que la protagonista nos explica el fallecimiento de su padre Johannes, la narración hace un salto al pasado afirmando que «conocía poco a padre. En unas vacaciones de Pascua me llevo con él a hacer un crucero. La nave estaba atracada en Venecia. Se llamaba Proleterka. Proletaria». Así nos confiesa su poca relación con «Johannes, la persona que me es increíblemente desconocida. Padre». Así, argumentalmente, el libro se centra en los recuerdos de la protagonista quién, de adolescente, realiza un viaje con su padre a quien apenas veía, pues vivía separado de su madre. Un viaje que duraría un par de semanas, padre e hija, la perfecta situación para estrechar una relación demasiado distanciada y puede que su última oportunidad de compartir momentos juntos, pues el padre está enfermo y no se sabe cuánto tiempo le queda de vida, alguien a quien mira con inquietud y constatando como «el sol se le mete en el alma, en el corazón enfermo, en los ojos descoloridos, desteñidos desde hace generaciones». Pero el viaje la llevará también a conocerse a ella misma, a revivir su pasado y el de su padre y a adentrarse de manera ineludible en la vida iniciática de una adolescente que, en el pasado acelerado y arduo a la edad madura, deberá enfrentarse sola a un mundo lleno de hombres desconocidos de cuestionables intenciones en un viaje que no ofrece destellos de alegría, ni en ella ni para el resto, pues «hacia el final del viaje los pasajeros ya no sentían simpatía los unos con los otros. Las expresiones de las caras parecían cambiadas. Los había invadido un extraño vértigo, un pronto atávico y marcial de prepotencia hacia los compañeros».

Así, ya en el inicio del libro vemos el estilo de la autora, de frases cortas y frías, casi asépticas, como vemos la manera en la que retrata a su padre al embarcarse en el viaje: «Johannes viste ropas oscuras. Impecable. Casi no nos hemos dirigido la palabra». Ya en esa primera cena algo va mal, pues confiesa que «durante los postres la fuerza del mar aumenta (…) fuera, viento rabioso (…) Respiro la excelsa solitud nocturna. La intemperie. Y el peligro». Vemos también el ambiente recreado en la narración, un ambiente que ya en las primeras páginas intuimos opresivo, claustrofóbico y con una sensación de congoja pues nos acecha una sensación de intranquilidad, como un aura que la envuelve de misterios y peligros. Sabemos también, por las pinceladas del pasado que abundan en el relato, que madre e hija son pobres, «Johannes y yo no tenemos nada», «los padres de Johannes perdieron la fortuna y, por tanto, Johannes y su hija también». Johannes, a quien su mujer lo abandonó llevándose a la hija, pues «la mujer se lo llevó todo. Niña incluida. Desde entonces él la puede tener en préstamo. Poco después, Johannes también perdería el patrimonio familiar. (…) Cuando la hija sea mayor, a lo mejor podrá estar con ella. Pero cuando ella sea mayor, él ya no estará». Porque tras la separación, de vez en cuando la visita teniendo que pedirle permiso a la abuela con quien vive; una mujer viuda y con un hijo que reside en un sanatorio en Davos. Una abuela distante, poco cariñosa, quien «me trata como a una persona adulta. De igual a igual. Obediencia no significa subordinación».

Por todo ello constatamos la frialdad narrativa y argumentativa por parte de la protagonista, una sequedad heredada de una familia con problemas de salud y económicos, una familia relaciones complejas con la vida, pues tal y como afirma, «la nuestra es una familia de suicidas. De aspirantes a suicida. Las pocas veces en las que hemos tenido la ocasión de pasar un tiempo juntos (…) el único tema por el cual todos mostrábamos algún tipo de interés, era el suicidio». De esta manera vamos conociendo detalles de la familia, de la vida de sus padres y su abuela, de miserias y penurias mientras alterna la narración con el viaje en el que se embarca la protagonista; un viaje terriblemente solitario, en la que la separación existente con su padre sigue siendo la misma a pesar de compartir el trayecto, pues el espacio que comparten es puramente físico y material; a nivel emocional permanecen separados como antes de partir. No hay entre ellos puntos de conexión, lugares de encuentro en los que limar asperezas y cubrir los terribles huecos existentes entre los surcos creados a lo largo de los años. De esta manera, el viaje inicialmente planteado como un reencuentro ejerce como evidencia manifiesta de que no era únicamente los quilómetros lo que los separaban sino también sus sentimientos. Y en esa soledad, la protagonista va conociendo diferentes personajes, también solitarios, también poco comunicativos, también tristes, lúgubres, sombríos y distantes.

A nivel estructural y estilístico, la trama es compleja al combinar el presente con diferentes episodios del pasado inconexos y desordenados, a la vez que la narración que alterna primera y tercera persona no ayuda, como tampoco lo hace que la protagonista a veces se refiere a ella misma como «la hija de Johannes» cuando habla con tercera persona, como tomando distancia también a nivel narrativo. Por ello, cuesta empatizar con la protagonista, pues incluso la narradora parece tomar distancia hacia ella misma al referirse a ella misma en tercera persona, viéndose desde fuera, tratándose como si no fuera ella, como si la dureza y soledad con la que ha vivido haya calado en ella hasta el punto de disociarse de ella misma, experimentando un trastorno de despersonalización evidente. A esta falta de empatía se le une una trama argumental orientada tanto al pasado y a sus orígenes como al propio viaje, y uno desearía que se hubiera profundizado más en este último aspecto, pues particularmente lo encuentro bastante más interesante.

Resumiendo, este es un libro que no deja indiferente, pero que su narración a base de pinceladas y al distancia emocional con la que está narrado (incluso por parte de una narradora a menudo externa) hace que no sea una lectura fácil ni accesible. Tal y como afirma la protagonista: «a veces la vida de una persona empieza tarde». Es muy posible que así sea, y más aun si esta vida empieza tarde porque le han faltado los elementos necesarios para nutrirla, no únicamente en edades tempranas sino a lo largo de la misma. Y sí es cierto que esta falta de elementos que la protagonista sufre existen también en la novela y que al lector únicamente pueda aspirar a imaginarlas y, quizá como hace la propia autora, alejarlas incluso de uno mismo para que no duelan en exceso.

domingo, 26 de febrero de 2023

Fernando Navarro: Todo lo que importa sucede en las canciones

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2022

Valoración: Está bien


Pocos serán los que no han oído, e incluso utilizado, la expresión la banda sonora de mi vida porque, a poco que uno le guste la música, seguro que hay unos pocos grupos o intérpretes cuyas canciones nos sabemos de memoria y que han resonado en momentos o etapas especiales a los que quizá han quedado vinculadas para siempre. Obviamente, cuando en mi librería favorita vi el libro (cubierta pertinente y edición digna y cuidada, sin excesos, como siempre en la riojana Pepitas de Calabaza) no hizo ni falta echar el primer vistazo para saber que en el interior había algo relacionado con alguna banda sonora vital. 

Reconozco que no sabía quién era Fernando Navarro (periodista y crítico musical), que es quien nos va a presentar el tracklist no sé si de su vida o más bien de un periodo determinado, ya sea del autor o de su personaje, que tanto da. Lo presenta Navarro envuelto en el relato de una separación de pareja, ambos más o menos treintañeros, con una vida en común relativamente larga y un hijo pequeño. La separación no tiene apariencia cruenta, es más bien amistosa, quizá consecuencia del lento desinflarse de los sentimientos más ardientes y el aterrizaje en lo cotidiano y las obligaciones que esto conlleva. Algo así como el paso definitivo de la juventud a lo que se supone que es la vida adulta, un proceso que nuestro protagonista no parece haber completado del modo correcto.

Él es consciente de haberse quedado enganchado en esa transición, poseído por algunas turbulencias que intenta superar visitando a una psicóloga, y aquí aparece la música como una fuerza superior que no está claro si es lo que ha tumbado su relación de pareja, lo que le mantiene secuestrado dentro del mundo juvenil, o es justamente lo que le ayuda a superar la ansiedad al verse perdido. En todo caso, la música es una especie de droga, omnipresente, quizá anestesiante o quizá causante de una insatisfacción perpetua. Pero como aquí no somos psicólogos, nos quedamos ahí, con nuestro personaje sumido en la desorientación y solo capaz de encontrar placer en sus discos favoritos.

Y aquí tenemos una nómina de grandes nombres que van desfilando por el libro: Bob Dylan, Tom Waits, Springsteen, Patti Smith, Orbison, Tom Petty, Elvis, Aretha… Cada uno con una canción (bueno, Dylan lleva dos) que encabeza cada capítulo, ligándose a un acontecimiento o una perspectiva de ese periodo doloroso y confuso: el nacimiento del hijo, el recuerdo de una temporada en Nueva York, una nueva relación algo peculiar que aparece de improviso, la muerte de la madre, conciertos, fiestas y relación con el grupo de amigos. A todo lo que importa y va dando vueltas por la cabeza del protagonista, recuerdos, dudas, noches de alcohol, queda adherido uno de estos clasicazos del rock, música que a lo mejor ha acompañado un momento clave, o que ha servido para liberarse en un episodio de confusión o rabia (o quizá para alterarse más).

Ese ponerle música a la vida, trasladado al libro, es un planteamiento más o menos original, e incluye comentarios a veces interesantes sobre aquellas canciones y sus autores, conciertos míticos, origen o circunstancias personales o profesionales de estos músicos. Está claro que Navarro domina la materia y la explica bien, es la parte que más me ha gustado. Porque la capa propiamente narrativa, ese cuadro del treintañero recién separado y sorprendido de su nueva situación, aunque está bien desarrollado, resulta algo reiterativo al terminar siempre abocado a tal o cual tema musical. Es el espíritu del libro, claro, pero me ocurre algo parecido a ciertas apelaciones a los libros o el arte: termina por resultarme algo agobiante, sobreactuado, salido de madre. Puede que mi perspectiva en torno a todo esto sea, digámoslo con crudeza, algo burguesa. Soy aficionado a la música, conozco bastantes discos de memoria y tengo mis favoritos de toda la vida. Muchas canciones me gustan mucho o muchísimo, las disfruto una y otra vez, me emocionan, me animan, me traen recuerdos o me hacen sentir cosas, pero son canciones, no me remueven las entrañas ni me hacen estallar la cabeza. Ninguna de ellas ha cambiado mi vida (puede que hubiera sido preferible que lo hiciera, nunca se sabe) ni me ha servido para salvarme o para hundirme, como parece que le ocurre a Fernando Navarro o a su personaje.

Esta sobrevaloración, que insisto también ocurre con el cine o los libros, este ubicar arte o entretenimiento, como ustedes quieran, en una órbita superior donde son decisivos en una vida, me parece consecuencia de un entusiasmo exagerado. Pero, claro está, solo es una opinión basada en mi propio punto de vista. En cambio, si a usted le interesa mucho el tipo de música del que aquí se habla, y su sensibilidad está a un nivel parecido al de Fernando Navarro, el libro puede resultarle muy atrayente. En caso contrario el conjunto me parece que funciona solo regular, pero bueno, por qué no probar.


sábado, 25 de febrero de 2023

Magius: Primavera para Madrid

Idioma: español

Año de publicación: 2020

Valoración: más que recomendable

Érase una vez, un país muy, muy lejano donde reinaba un rey de lo más campechano, mujeriego y aficionado a cazar elefantes y cuyo príncipe heredero, algo panoli, estaba casado con una princesa un tanto lagarta, practicante de yoga. Por su capital, villa y corte, pululaban toda clase de personajes, desde políticos castizamente corruptos a periodistas manipuladores, a sueldo de constructores que presiden equipos de fútbol; policías que realizan trabajitos "especiales"; amantes reales demasiado ambiciosas e incluso el propio nieto del rey, un joven atolondrado y juerguista, proclive a pegarse tiros en el pie y que sabe que nunca reinará...

Entre toda esta fauna variopinta, tampoco faltan pícaros y buscavidas; como muestra y botón, este cuento se centra en dos trayectorias trepadoras  paralelas, aunque partiendo de diferentes posiciones: las figuras de Lobo Madrid, directivo de una de las principales empresas del país y yerno de su dueño, el constructor Cipriano Luna, además de amigo íntimo del príncipe -y luego rey- Fernando y "compiyogui" de su esposa la princesa Carolina. El otro personaje que merece nuestra atención es un joven petimetre, ansioso por codearse con los poderosos, conocido como "El pequeño Nico..." perdón, quiero decir "El gran Fede", quien comienza organizando francachelas para los vástagos de la clase alta y acaba metido en asuntos de las cloacas del Estado o incluso en los embrollos de la Monarquía.

Todo cuento necesita al cronista o juglar adecuado y éste
lo ha encontrado en Magius, un diestro maestro iluminador que domina con aparente facilidad los secretos del dibujo y aún más, de la sutil caricatura, al que sabe aplicar un engañoso aire espontáneo, lleno de ingenio y frescura. Asimismo, cuento tan ejemplarizante, si bien jocoso, tan elevada historia que nos habla de reyes y reinas, príncipes y cortesanos, necesitaba un pergamino a la altura de su distinción y en esto la empresa editora, Autsaider Cómics, ha tirado la casa por la ventana imprimiéndola en un papel no ya gualda (como bien podría ser), sino dorado cual doblón con la efigie del monarca, dotado de un aúreo fulgor que hace brillar a los personajes y convierte su peripecia en una fábula, más adecuada imposible, sobre el poder, el dinero y el sexo.

  
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Porque las cosas que se cuentan en Primavera para Madrid ya no ocurren en ese reino muy, muy lejano... ¿verdad? ¿VERDAD?

Nota post... lo que sea: como se suele decir, la realidad supera la ficción, amiguis, y más en el caso de este cómic, en el que prácticamente todos los acontecimientos y personajes que aparecen tienen su reflejo en las hemerotecas de la prensa española... Pero he aquí que, además, este libro ganó el premio Nacional de Cómic de 2021, que se entregó este pasado día 20 en Zaragoza por... los mismísimos reyes Fernando y Carolina... quiero decir Felipe y Letizia... Un momento impagable.


La imagen de tan regio y epustuflante evento. Hay que señalar que SS.MM. tienen cara de no haberles hecho gracia el cómic (bueno, a ella, igual un poco sí... ; )

 

También de Magius y reseñado en Un Libro Al Día: El método Gemini

viernes, 24 de febrero de 2023

Reseña + Entrevista: Cromosoma Splatter, de VV.AA.

Idioma original: Español e inglés
Traducción: Albert Kadmon
Año de publicación: 2023
Valoración: Recomendable (especialmente para raritos)

Cromosoma Splatter compila ocho relatos. Ocho relatos salvajes, brutales, depravados y cáusticos. Personalmente, y contradiciendo así la autoridad del editor, no pienso que todos se puedan enmarcar dentro del splatterpunk. Lo que sí creo es que son una lectura exquisita para los amantes de la ficción transgresora, explícita y políticamente incorrecta.  

"Alas verdes", de Marilinda Guerrero, sorprende por la riqueza de sus toques fantásticos, su potente imaginería, su ritmo frenético y su valiente crítica social.

"Bebés adultos", de Sean Hawker, demuestra la solvencia del autor para la escatología y el humor negro. A mi juicio, roza la genialidad a su perversa e hilarante manera.

"Billy Billy esnifa pantis", de Simon McHardy, sigue en la línea de su predecesor. Ofrece personajes tremendamente obscenos y escenas la mar de retorcidas. 

"K-Nephilim", de Iain McWarburg, es una ida de olla en toda regla. La típica rareza que puedes releer una y otra vez sin llegar a entenderla al cien por cien, pero que disfrutarás igualmente. Fascina por su prosa, un batiburrillo de jerga posmoderna y palabros inventados, amén de por su argumento deliciosamente desconcertante.

"Tendido", de Ximi, recuerda vagamente a "El pozo y el péndulo" de Edgar Allan Poe. Aunque su final es un tanto predecible, entretiene de lo lindo y es bastante angustioso y gore.

"Cómo acabar con la gordofobia en diez recetas", de Ignatius Oscoz, es una gamberrada que ensambla distintos formatos para reflexionar sobre la falsedad de los medios de comunicación y la radicalidad de los antisistema.

"La sirena viene hacia mí", de Hank T. Cohen, resulta extraño y evocador. ¿Qué sería de la Sirenita si, tras ser abandonada por el hombre por el que renunció a todo, va recuperando poco a poco su antiguo poder?

"Princesa del muknang", de Rayne Havok, es una meditación en torno a la relativa insensibilidad a la que nos aboca el acceso a contenido digital ilimitado. El argumento en sí me ha parecido sumamente lineal, pero admito que me encanta la caracterización de las protagonistas, dos jovencitas amorales de cuidado.

En suma, Cromosoma Splatter me ha gustado. Lo recomiendo a quienes, como yo, sean un poco raritos. Creedme, vais a flipar.  


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A continuación adjuntamos un pequeño cuestionario que Albert Kadmon, editor de esta joyita, ha respondido con suma amabilidad:

ULAD: ¿Soy yo o el splatterpunk lo está petando últimamente? Creo que en el panorama angloparlante ha estallado con más fuerza, pero la verdad es que el hispano no le va a la zaga. Hay varias editoriales en español consagradas a difundirlo: la tuya, Dimensiones Ocultas, Colectivo Juan de Madre Presenta… ¿A qué crees que se debe el resurgimiento de este movimiento que, recordemos, tuvo su aparición décadas atrás de la mano de autores como Jack Ketchum, Poppy Z. Brite o Clive Barker?

A.K.: Ya lo profetizó la escritora Tamara Romero parafraseando a Stephen King: después de la pandemia iba a llegar una época de casquería literaria. Después de la experiencia colectiva del apocalipsis de baja o media intensidad hay géneros que, creo, a los lectores les saben a poco. Es como volver a probar las salsas picantes de tu súper tras una estancia en México. Hay cosas en las que no hay vuelta atrás y la experiencia literaria es una de ellas.

Por otro lado, aunque a veces a la gente le resulte difícil de imaginar, un libro no puede existir por sí solo. Los libros necesitan de un flujo económico, que en cada comunidad o género provienen de un lugar distinto, a menudo vinculado con instituciones estatales. En el caso del splatterpunk, ese flujo proviene de una comunidad que se autogestiona en el sentido que tiene autores, lectores, influencers, streamers, tiendas donde comprar los libros, campañas para apoyar autores enfermos, etc, pero lo hace al margen de instituciones y sobrevive en las redes sociales y los encuentros estilo KillerCon (aunque en la última TerCat también hubo mucho splatter en catalán). Esta comunidad sí lo está petando, pero sigue siendo una infraestructura muy volátil comparada con otras.

También hay que decir que no es el único género que goza de salud, hace poco hicimos un combate de antologías entre el weird y el splatterpunk con la editorial Holobionte: creo que lo que tienen en común ambos géneros es que reflejan el presente y no se alimentan tanto como otros de la nostalgia ochentera, más bien pretenden escapar de esa saturación.

ULAD: Aunque Cromosoma Splatter es, técnicamente hablando, una antología internacional, se centra exclusivamente en textos escritos en inglés y español. ¿Conoces splatterpunk de otras latitudes? Si es así, ¿qué recomiendas? ¿Tienes pensado presentarnos también alguna de esas obras en Phatosformel?

A.K.: Sí, que yo sepa hay también comunidades en Italia, Polonia y República Checa. Antes de que termine este año, en la línea de querer representar la escena internacional en nuestra editorial, aparecerán en la colección Campamento Sangriento dos cuentos de autores hardcore polacos.

ULAD: El primer, cuarto y penúltimo relato de Cromosoma Splatter podrían, a mi juicio, adscribirse dentro del weird o el bizarro. Pero tú eres el experto: ¿qué caracteriza al splatterpunk? ¿Qué le diferencia de subgéneros (por llamarlos de alguna manera) afines como el eroguro o los dos antes citados?

A.K.: La verdad es que la frontera entre los géneros no existe, no son estancos, más bien se crean (por los editores) proyecciones con fines mercadotécnicos. Hay muchas historias sobre las que podríamos discutir sobre si son bizarro, weird, splatterpunk u horror extremo. A favor de la confusión diré que Hank también participa en la antología weird y que el cuento de Marilianda apareció en la editorial weird colombiana Vestigio.

Contra la confusión te diré mis motivos para incluir estos cuentos. El primer cuento, el de Marilinda, tiene una máquina come hombres, me pareció una narración muy poética de algo violento. El cuarto cuento de McWarburg, autor de la casa por excelencia junto a Osetkinj, juega con conceptos como los genocidios o las masacres temporales como si el narrador fuera un niño, esa frivolidad con horrores absolutos me pareció apropiada. Finalmente, el penúltimo cuento contiene una masacre en un centro comercial, cien por cien splatterpunk, lo que sucede es que está narrada con el lirismo de Hank.

ULAD: ¿Cómo se toma la gente que se escriban y editen estas movidas? Imagino que habrá reacciones de todo tipo: desde fans incondicionales como yo a moralistas clamando al cielo. Esperemos, en todo caso, que si a alguien le ofende el splatterpunk, no se tome la justicia por su mano y elimine a todos sus partidarios. También sería un detalle por su parte que no recurriera a cauces legales.

A.K.: Todavía esperamos la denuncia del clan Pujol por la serie de Lo fàstic

Siempre hay alguien que se toma mal todo lo relacionado con el terror, leyendo las crónicas de Brian Keene puedes entrever casos de acosadores espeluznantes, supongo que es como la gravedad, un asunto del que no puedes escapar a menos de vayas a otro planeta. También te digo que no hay nadie mejor preparado para una buena venganza que un fervoroso lector de splatterpunk.

ULAD: He notado que en tus publicaciones pones trigger warnings. ¿Es esta una práctica extendida dentro de la comunidad splatterpunk? Porque yo imaginaba más bien lo contrario, que lo ideal es no poner al lector sobre aviso.

A.K.: Sí, es una práctica extendida, no la hemos inventado nosotros, por ejemplo todos los libros en inglés de Rayne Havok tienen esos avisos. No veo porqué no debería ponerlos. No queremos venderle un libro a nadie que no vaya a querer leerlo ni acabarlo. Por otro lado, todo el asunto de sacralizar el libro o la trama no va con nosotros.

jueves, 23 de febrero de 2023

Steven Hayden. Esto no está pasando. El KID A de Radiohead y el comienzo del siglo XXI


Idioma original: inglés

Título original: This isn't happening. Radiohead's KID A and the beginning of the 21st century

Año de publicación: 2020

Traducción: Aixa de la Cruz

Valoración: muy recomendable

No os habéis confundido de blog. Quiero decir: esto es periodismo musical o quizás hasta podríamos reducirlo a artefacto entregado de un incondicional que, no contento con citar el disco en la portada, que a veces eso no deja de ser un gancho o una coartada, lo disecciona con una actitud no tan descabellada como podría parecer. Quiero decir, Hyden menciona no solo detalles del proceso de grabación y promoción de un disco histórico. También aporta el contexto, la perspectiva necesaria para no reducir doscientas cuarenta páginas a un carrusel de elogios. Gracias por no actuar como un fan más de lo necesario. Gracias por rebelar la frialdad de la acogida del disco en muchos medios que, con el paso del tiempo, acabarían ensalzándolo. Gracias, también, por poner claro que un disco bastante alejado de los parámetros del rock contemporáneo (cuyo canon la banda había establecido en otro disco magistral: OK Computer) viene a elevarse de forma casi paradójica en su epitafio, un entierro al que acudir sin excesivos dramas ni actitudes excesivas. Hyden no tiene por qué detenerse en más hechos paradigmáticos de los necesarios. Con un curioso anglocentrismo, por eso, porque el artista más escuchado en streaming es, corregidme si me equivoco, Bad Bunny. Que no tiene que ver nada con esta música y casi podría parecer el perfecto antagonista de Thom Yorke. Cuya seguridad radica en su voluntario segundo plano, en su proverbial modestia como artista.

Lejos de ser un libro sobre un disco y sobre la evolución de la banda que lo publicó, Esto no está pasando es un muy satisfactorio ejercicio de reflexión sobre la angustia del cambio de milenio. Un estudio que no ahorra detalles del proceso algo abrupto de la creación de la música. Con canciones en las que se han invertido cientos de horas, con canciones que van y vuelven en el repertorio de la banda, con todo el telón de fondo propio de la época. Como un pack que incluye las lamentables (encabezadas por Coldplay) bandas que no supieron cómo reaccionar cuando la banda dio la espalda a un sonido seguro y optó por la experimentación sonora. Que incluye el turbio proceso electoral que acabó con George Bush en el poder, que se adelanta al hecho más televisado (no fue la revolución, Gill) de la historia, ese acontecimiento global que fueron los ataques del 11-S. Es más que la crónica de cinco jóvenes pugnando por dominar el futuro de la banda.

Por supuesto, imprescindible para interesados, pero al margen de ello, dinámico y preciso texto sobre aquel lejano momento en que la música era un elemento intercambiable, un atrezzo en nuestra existencia. Pero tampoco hay que ponerse dramáticos.

miércoles, 22 de febrero de 2023

Mercedes Guillén: Picasso con los exiliados

Idioma original: Español 

Año de publicación: 1973 (2023)

Valoración: Recomendable

Aclaración previa nº 1: El texto que hoy traemos a este blog faro de la intelectualidad de oriente y occidente es la reedición parcial de la primera parte del libro "Picasso", publicado originalmente en 1973, al que hay que sumar un más que interesante epílogo de carácter biográfico que sobre la autora de este texto escribe Laura Vicente. De ahí esa doble fecha que indico en el año de publicación.

Aclaración previa nº 2: Se cumplen este año, y más concretamente el día 8 de abril, el 50º aniversario del fallecimiento del que a buen seguro sea el pintor español más importante del siglo XX (y de la historia, why not?). Nos adelantamos, por tanto, a la previsible avalancha de libros y lo hacemos con uno que muestra una faceta íntima y cotidiana del malagueño.

Al lío. "Picasso con los exiliados" son parte de las memorias de Mercedes Guillén, fundadora de Mujeres libres, asociación situada en la órbita de la CNT con la que peleó por la liberación social y de género en los años previos a y durante la Guerra Civil española, y abarcan en su gran mayoría los años 1939-1946 y su amistad con Pablo Ruiz Picasso en el exilio parisino.

Son años de inestabilidad, de abandono, de inseguridad, de choque brutal entre la España devastada por la guerra y la abundancia (inicial) de París, de una guerra que sucede a otra guerra. Son momentos en los que sale a relucir el heroísmo de los pequeños gestos frente a los recelos de las autoridades galas y aquí es donde surge la figura de un Picasso preocupado por el destino de los españoles que llegan a París con una mano delante y otra detrás.

Guillén nos presenta, con su mirada tierna, a un Picasso llano y natural que trata de hacer más llevadera la situación siniestra y el ambiente denso y angustioso del París de la Ocupación. No es ni pretende ser este un texto hagiográfico sino más bien un texto que presenta a un hombre "normal y corriente", a un Picasso en las distancias cortas, más allá de que para buena parte de los españoles de la época y lugar fuese una figura mitad paternal mitad deificada.

Pero estamos en París, en 1940, en un ambiente artístico,  y es inevitable la abundancia de nombres y referencias (calles, plazas, bares...), lo que otorga al texto un aire evanescente que, por momentos, trae a la cabeza las novelas de Patrick Modiano. Nombres que apenas aparecen y desaparecen, lugares de paso, etc. Y quizá el texto adolece de lo que me parece lastra las novelas de Modiano: cierta "livianidad", cierto no profundizar en demasía... O, al menos, no tanto como a mi me hubiese gustado.

Más allá de todo lo anterior, creo que el texto de Mercedes Guillén merece ser destacado, especialmente, por tres motivos: su magnífico retrato de la irrespirable atmósfera del París de la Ocupación, sus reflexiones sobre la obra picassiana y por ciertas figuras secundarias (Eluard, Sabartés...) muy sugestivas.

Un último apunte, referente al epílogo: llama poderosamente la atención el repliegue interior de Mercedes Guillén tras el exilio. De la fundación de Mujeres Libres a consagrar la casi totalidad de su vida a la obra de su pareja, el escultor Baltasar Lobo, o de su amigo Picasso apenas hay un intervalo de 5-10 años. Este repliegue puede ser debido en parte por la pobreza y la enfermedad, pero no sé si estos factores explican tal cambio. ¿Asunción de la derrota, tal vez? No lo sé, pero me quedo con ganas de conocer algo más. 

martes, 21 de febrero de 2023

Paul Auster y Spencer Ostrander: Un país bañado en sangre

Idioma original: inglés
Título original: Bloodbath Nation
Traducción: Albert Nolla Cabellos (en catalán para Edicions 62) y Benito Gómez Ibáñez (en castellano para Seix Barral)
Año de publicación: 2023
Valoración: entre recomendable y está bien


Bien es sabido que Paul Auster tiene una ideología progresista y de tendencia demócrata. Tal es así que en la última ocasión en la que tuve la oportunidad de asistir a la presentación de un libro suyo, mencionó a Trump no por su nombre sino por «cuarenta y cinco», el número de presidente que ocupa en la historia de los Estados Unidos de América. Y esta ideología progresista le ha llevado a escribir este ensayo sobre el uso de las armas (y sus consecuencias) en su país. 

Dice el autor justo al inicio del libro, que nunca ha tenido un arma. O, al menos, una de verdad porque sí es cierto que de pequeño, a mediados del siglo XX, tenía armas de juguete y como todos los niños de su edad jugaba con ellas. Era la época en la que la televisión irrumpió en los hogares de Norteamérica y con ella llegó el espíritu tejano de cowboys y lo difundió a lo largo del todo el país. Así, su historia es como la de muchos niños de su generación, una generación que nació entre películas y westerns, y como a menudo ocurre, los niños emulaban los “héroes” que salían en ellas, en unas historias en las que «todos llevaban un arma, tanto los buenos como los malos, pero solo el arma del protagonista era un instrumento de honor y justicia». Además, por si fuera poco, el padre de Auster tenía una tienda de electrodomésticos con lo que para él su visionado era algo cotidiano. De esta manera, rememorando su infancia, el autor nos cuenta la primera vez que disparó un arma, en ese caso un rifle, fue a los diez años haciendo prácticas en unos campamentos de verano y, reflexionando sobre ello, Auster le encontraba el sentido a hallar placer en aquella actividad, al igual que al lanzar una pelota de béisbol, pues «una sensación de conexión entre yo y alguien o algo que era lejos de mí (…) producía una profunda y radiante sensación de satisfacción y triunfo. Lo que contaba era la conexión, y daba igual si el instrumento de aquella conexión era una pelota como si era una bala, la sensación era la misma». Una sensación que permanecería años después, practicando el béisbol o el fútbol americano, pues «la conexión con alguien o algo que ataca muy lejos de mi seguía siendo la parte más reconfortante del juego». Pero, a pesar de ello, de esas prácticas iniciativas, Auster vivía en un entorno sin armas y reconoce que «si hubiera vivido en un entorno diferente, es muy posible que hubiera adoptado las armas como una parte integral de mi vida. Es el caso de decenas de millones de norteamericanos a lo largo del país». Sin embargo, la trágica historia familiar provocó que todos detestaran las armas, pues su padre presenció, siendo pequeño, como su madre disparaba a su padre hasta matarlo. Eso le causó un gran impacto a muchos niveles haciendo que aborreciera cualquier tipo de arma.

Una vez situado el contexto familiar, Auster continua el ensayo aportando datos que sirven de reflexión, pues afirma que «los norteamericanos tienen veinticinco veces más posibilidades de recibir un tiro que sus semejantes en otros países ricos u considerados avanzados, y con menos de la mitad de la población de estas dos docenas de otros países sumados, el 82% de los muertos por armas de fuego se producen aquí» y «según un cálculo reciente del instituto de investigación del Children’s Hospital de Filadelfia, actualmente hay 399 millones de armas que son propiedad de los ciudadanos de EE.UU., más de una arma de fuego por habitante. Cada año, aproximadamente cuarenta mil norteamericanos mueren por heridas de arma de fuego, aproximadamente el equivalente a la taza anual de muertes por accidente de tráfico y, de las cuarenta mil víctimas mortales, más de la mitad son suicidios, que a su vez representan la mitad de los suicidios totales en un año». Teniendo en cuenta que a los muertos hay que sumarle los heridos por armas de fuego, «el número de norteamericanos afectados directa o indirectamente por la violencia de armas de fuego cada año alcanza varios millones».

A nivel social, Auster reconoce que «los coches y las armas son los pilares básicos de nuestra mitología nacional más profunda, ya que tanto el coche como el arma representan la idea de libertad y emancipación individual, las formas más emocionantes de auto expresión que tenemos al alcance». La diferencia está en que «los coches son una necesidad de la vida civil en EE. UU. Las armas no, y a medida que más y más norteamericanos han entendido esto, el porcentaje de hogares con armas ha ido descendiendo de manera regular a lo largo de los últimos cincuenta años, desde la mitad hasta un tercio». A pesar de ello, «el número de armas que tienen hoy en día los norteamericanos es más alto que nunca, lo que significa que cada vez menos personas compran cada vez más armas».

Situando la evolución de las armas a nivel histórico, Auster hacer un repaso sobre los últimos trescientos años de la historia de EE.UU. para explicar de dónde procede esta generalización en el uso de las armas y las leyes que la han secundado y propulsado y, para explicar la pasión por la armas existente en EE.UU., el autor retrocede a su historia colonial que duró ciento ochenta años y en la que «la mayor parte de este caótico periodo de formación se vivió en un estado de conflicto permanente» y en la que «los colonos organizaron milicias formadas por todos los hombres sanos de más de dieciséis años» obligados a servir a la milicia y provistos todos ellos con un mosquete propio «convirtiendo así la posesión de armas no únicamente en un derecho, sino en una obligación, un deber cívico». Con ello, Auster nos sitúa en un contexto histórico en el que explica el porqué de la situación actual y de dónde proviene. 

En su análisis sobre la situación actual, Auster es claro en su posicionamiento: no puede prohibirse la tenencia y venta de armas en Estados Unidos porque causaría una situación parecida a la "ley seca" de 1919, y más aún ahora en una época donde las armas se pueden fabricar de manera casera a través de impresoras 3D o con la venta de armas ilegal en el mercado negro. Se cuestiona el autor que «si el problema es que hay demasiados hombres malos con armas, ¿no sería más prudente quitarles las armas en lugar de armar ellos supuestamente hombres buenos? » y afirma que «la paz sólo se conseguirá cuando ambos bandos la quieran, y para que esto ocurra, primero tendríamos que hacer una análisis honesta y dolorosa de quienes somos y qué queremos ser como pueblo con vistas al futuro». Una paz que parece más próxima cuando se producen tiroteos masivos pues, según afirma, los ciudadanos están más que acostumbrados a ver en la prensa que haya muertos por armas de fuego, a excepción de si se trata de un tiroteo masivo. Es estos casos «por un breve instante, todo el mundo parece unirse en este país aislado y fracturado, pero al cabo de poco los bandos favorables y los contrarios a las armas ya vuelven a la carga». Y esta unión instantánea y breve es debida a que «por muy horribles e impactantes que sean todos los asesinatos individuales por resentimiento, no nos provocan la misma confusión profunda, ya que todos entendemos la furia e incluso la rabia (…) Lo que no entendemos es la arbitrariedad de los asesinatos al azar» porque cada uno de nosotros podríamos ser también víctimas en algún momento.

El autor detalla con números las víctimas de algunos de estos asesinatos masivos y habla del asesino que los perpetró y, por ello, al texto lo acompañan las imágenes de Ostrander, imágenes realizadas en sitios en los que ha habido muertes y tiroteos pero hechas tiempo después y sin ninguna persona en la imagen, como ejemplo gráfico de que cualquier lugar, por tranquilo y plácido que parezca, puede ser escenario de masacres y asesinatos.

Este libro, muy ameno y de lectura muy accesible, se complementa perfectamente con «Un día más en la muerte de Estados Unidos» de Gary Younge, pero Auster ofrece una lectura más fácil que el libro de Younge, mucho más denso, elaborado y con mucho más aporte de datos e información (la prueba más evidente está en la prácticamente absoluta falta de bibliografía en el ensayo de Auster). De todos modos, no es algo que sorprenda pues Auster no acostumbra a publicar ensayos y en la mayoría de las veces en las que lo ha hecho han sido sobre diversos temas a modo recopilatorio (breves ensayos, autobiografía o epístolas). Es por ello por lo que, a pesar de aparente ligereza, su lectura es recomendable y su publicación es de agradecer, pues es posible que el renombre del autor acerque a muchos lectores una problemática que en el caso de tener un enfoque más profundo o elaborado les supondría un esfuerzo excesivo. Y es que a la hora de afrontar un problema de gran ámbito social como el de las armas en Estados Unidos de América, todos los acercamientos son necesarios y valiosos así como las diferentes maneras de abordar el problema, y cada uno de ellos tienen su público. Lo importante es llegar al máximo número posible de ciudadanos y revertir la situación.

Otras obras de Paul Auster reseñadas en ULAD: aquí

lunes, 20 de febrero de 2023

Pedro Lemebel: Tengo miedo torero

Idioma original:
español
Año de publicación: 2001
Valoración: Imprescindible
 
Qué novela tan bonita, tan tierna (y por momentos, tan dura), tan compleja y memorable este Tengo miedo torero de Pedro Lemebel. Una lectura originalísima y que deja poso, sobre todo por su personaje principal, la Loca del Frente, que pasa a ocupar su lugar en una limitada galería de personajes que parecen más grandes que la ficción en la que viven.

Sitúo brevemente al autor, para aquellos que no lo conozcan: escritor, actor, dramaturgo, activista queer, periodista escrito y radiofónico, su trayectoria se caracterizó por la experimentación, la provocación, la crítica de los límites y las imposiciones de género y de orientación sexual, que tanto su obra como su persona transgredían. Destacó especialmente en su difusión de las consecuencias del sida entre la comunidad homosexual chilena, en plena dictadura pinochetista. Admirado por Roberto Bolaño, que contribuyó a su consagración internacional, es hoy una referencia fundamental de la literatura chilena contemporánea, y de la literatura LGBT+.

En Tengo miedo torero, Lemebel combina hechos históricos (la resistencia contra la dictadura y el atentado contra Pinochet en 1986) con personajes y situaciones ficticias. Y entre ellas, como ya he avanzado, la Loca del Frente, un homosexual y travesti ya maduro, "baqueteado" por la vida, y que un poco por casualidad y un mucho por amor se ve envuelto en el movimiento de resistencia a la dictadura pinochetista. 
 
Y ese doble eje, la historia de amor (¿imposible?) entre la Loca del Frente y el militante 'Carlos', y la lucha política contra la dictadura, estructura la narración y la dota de buena parte de su fuerza y originalidad. También en el plano narrativo, la historia se nos presenta a través de esos mismos ejes: la historia de amor, presentada desde los ojos apasionados y entregados de la Loca; y por otro lado, con importancia progresiva, la vida diaria del dictador y su mujer, presentados de forma paródica y casi guiñolesca (él, frustrado, traumatizado, castrado, misántropo; ella, parlanchina, superficial y snob). Ambos planos narrativos se van alternando hasta superponerse (si no en el espacio, sí en un nivel superior) en los capítulos climáticos de la obra.

Pero este libro no sería el que es, ni tendría la misma magia, si no fuera por otros dos elementos fundamentales: en primer lugar, la ternura y la inteligencia con la que está recreado el personaje de la Loca, perdidamente apasionada por Carlos, inmersa casi sin saberlo en una peligrosa trama política, pero en ningún momento rídicula, ni estúpida, ni ingenua. Un personaje vulnerable, sensible, emocional, pero también cargado siempre de una dignidad y una voluntad propias e inalienables que le dan complejidad y dimensión, y que recuerda, también por el uso de la música popular (boleros, pasodobles, baladas) o del cine, a algunas de las creaciones de Manuel Puig. (Un personaje, por otra parte, que transgrede los límites del género de forma que algunas veces se habla de ella en masculino, sobre todo cuando es vista por otras personas, y otras, particularmente en su relación con Carlos, en femenino).

Y el segundo aspecto que eleva este libro hasta el "imprescindible" (por cierto, cuánto tiempo que no daba ninguno) es el maravilloso estilo de Lemebel, sobre todo en la descripción de los sentimientos de la Loca (que algunos interpretan como un alter ego del propio autor). Un estilo en el que alternan, también, la crudeza y la ternura, la poesía y la vulgaridad. Copio a continuación una cita (perdón por la extensión), en la que se resume la vida de la Loca hasta llegar al momento presente:

Retazos de una errancia prostibular por callejones sin nombre, por calles sucias arrastrando su entumida «vereda tropical». Su son maraco al vaivén de la noche, al vergazo oportuno de algún ebrio pareja de su baile, sustento de su destino por algunas horas, por algunas monedas, por compartir ese frío huacho a toda cacha caliente. A todo refregón vagabundo que se desquita de la vida lijando con el sexo la mala suerte. Y después un calzoncillo tieso, un calcetín olvidado, una botella vacía sin mensaje, sin rumbo, ni isla, ni tesoro, ni mapa donde enrielar su corazón golondrino. Su encrespado corazón de niño colibrí, huérfano de chico al morir la madre. Su nervioso corazón de ardilla asustada al grito paterno, al correazo en sus nalgas marcadas por el cinturón reformador. Él decía que me hiciera hombre, que por eso me pegaba. Que no quería pasar vergüenzas, ni pelearse con sus amigos del sindicato gritándole que yo le había salido fallado. A él tan macho, tan canchero con las mujeres, tan encachao con las putas, tan borracho esa vez manoseando. Tan ardiente su cuerpo de elefante encima mio punteando, ahogándome en la penumbra de esa pieza, en el desespero de aletear como pollo empalado, como pichón sin plumas, sin cuerpo ni valor para resistir el impacto de su nervio duro enraizándome. Y luego, el mismo sinsabor del no me acuerdo, el mismo calcetín olvidado, la misma sábana goteada de pétalos rojos, el mismo ardor, la misma botella vacía con su S.O.S naufragando en el agua rosada del lavatorio.
 
Un libro único, magnífico, hermoso y, en contra de lo que llegué a temer en algunos momentos de la lectura, no unido a una cierta visión melodramática de las vidas queer o trans, que parecen estar encadenadas al martirio o al sufrimiento; la Loca, que ha sufrido, y que se entrega para un amor que también sabe que puede volver a hacerla sufrir, es sin embargo un personaje lleno de vida, de alegría e, insisto, de una dignidad maravillosa. No tengo dudas de que permanecerá en mi memoria durante muchos años, y espero que en los vuestros, si seguís mi consejo, también.

domingo, 19 de febrero de 2023

Paolo Conte: La reconstrucción del Mocambo y otras canciones

Idioma: italiano y español

Año de publicación: 2004

Traducción: Joan Riambau

Valoración: imprescindible para fans

No sé cuántos de quienes lean esta reseña serán seguidores de Paolo Conte, pero, en todo caso, quiero comenzar la misma diciéndoles, alto y claro: Hermanos, hermanas, aquí tenéis a uno de los vuestros, regocijémonos juntos... Aunque, claro,  esta condición de fan me hace dar por hecho que todo el mundo sabe de quién estoy hablando y, para qué engañarnos, filisteos hay en todas partes, así que aclararé lo que no debería necesitar ninguna aclaración: Paolo Conte, cantautor (entre otras cosas) italiano nacido en Asti hace 85 años, muy influido por la chanson française, el jazz y el blues o las músicas latinoamericanas, y compositor de buena parte de las canciones que conforman la educación sentimental de los italianos y europeos de bien; para empezar, la celebérrima Azzurro, que hizo popular Adriano Celentano (aunque sea mejor cualquier interpretación del propio Conte), así como Gelato al limon o Bartali, epítomes de esa educación sentimental y quizás, aunque casi no me atrevo a usar tan devaluado término, de la nostalgia.

Digamos que este libro que hoy reseño lo ha escrito él -excepto el prólogo de Joan Riambau, que además es el traductor y seleccionador del contenido-, pero no a la manera en que se suelen escribir los libros, ni siquiera los de poesía, pues, incluso cuando se escriben sin ánimo de ser publicados, todo poema no deja de ser una obra literaria y, como tal, se atiene, de una forma u otra, incluso cuando trata de romperlas, a las convenciones propias de la literatura. No sé si otro tanto ocurre con las canciones, como es el caso -pues sus letras o algunas de ellas es lo que recoge este libro-, ya que en ellas tan importante o incluso mucho más que su componente literario es el musical, lógicamente, y al que se subordina el anterior... recordemos, que hay cientos de canciones de gran éxito con letras absurdas, pueriles o que se regodean descaradamente en el ripio (y no estoy pensando en ningún cantautor español de gran predicamento y leyenda acanallada... bueno, sí); no es este el caso, desde luego, de las canciones de Paolo Conte, que ha menudo conforman no ya una composición poética en sí mismas (aunque el propio Conte según recoge este libro, confiesa que nunca a ha escrito poesía y considera que los versos y la música son dos artes muy distintas, puesto que la poesía no ha de plantearse el problema de la interpretación), sino también narrativa; e incluso en algunos casos podríamos hablar de "conceptual": varias de sus canciones -Sono qui con te sempre più solo, La recostruzione del Mocambo, Gli impermeabili- están relacionadas entre sí, de forma que se pueden considerar como distintos "capítulos" de una misma historia, aunque articulados más por la sugerencia o la atmósfera creada que por una narración lineal (algo típico, en todo caso, del carácter "impresionista" de las letras de sus canciones), un tríptico sobre el fracaso cotidiano, alrededor de la figura de un italiano-prototipo de la época de posguerra.

A lo largo de las diversas canciones seleccionadas en este libro cabe encontrar una diferente temática en sus letras, que indica cierta evolución a lo largo de la carrera compositiva, que comenzó en 1967, e interpretativa (1974... y hasta hoy) de Conte: Los recuerdos. bajo una mirada algo irónica, de la vida provinciana -La fisarmonica de Stradella, Tua cugina prima (tutti a Venezia) o la maravillosa habanera Genova per noi-; la idealización del París de los años 20 y su panoplia cosmopolita de ritmos musicales: Alle prese con una verde milonga, Blue Haway, Boogie... esta última, con una letra prodigiosa compuesta al modo de un travelling cinematográfico, casi se diría un breve y vertiginoso relato, cerrado en sí mismo a la vez que abierto, que comienza así:
"Due note e il ritornello era già nella pelle di quei due

         il corpo di lei mandava vampate africane, lui sembrava un coccodrillo...

         i saxe spimgevano a fondo come ciclisti gregari in fuga

         e la canzone andava avanti sempre più affondata nell'aria..."

("Dos notas y el estribillo se aferró a la piel de aquellos dos

el cuerpo de ella exhalaba llamaradas africanas, él parecía un cocodrilo...

los saxos empujaban a fondo como ciclistas gregarios en una escapada

y la canción avanzaba, hundiéndose en el aire...")

No es esta la única referencia al ciclismo en su obra; la encontramos también en la electrizante Diavolo Rosso -himno digno de un spaghetti-western sobre Giovanni Gerbi, ciclista paisano de Conte -y la algo menos acelerada pero también indudablemente nostálgica Bartali, en referencia a otro campeón italiano de ese nombre. Porque la nostalgia, incluso la melancolía, es una constante en toda la obra musical de este cantautor, ya sea como expresión de una relación -o aspiración, como en Dal loggione- amorosa -Dancing, Baci senza memoria, Paso Doble, Inno in re bemole, Una faccia in prestito y la canción que dedicó a su esposa desde hace más de cuarenta años: Gelato al limon- o, simplemente (aunque quizá no sea algo tan simple) del tiempo de una juventud, de un pasado ya inasible y sólo alcanzable en el recuerdo: Una giornata al mareSotto le stelle del jazz...

En otras ocasiones, por fin, lo que buscan expresar sus canciones es la alegría, el vértigo de vivir -incluso con la sensualità delle vide disperate-; así ocurre en la célebre y elegante Via con me o en el sincopado, a ratos onomatopéyico y arrebatador tango/jazz (o viceversa)  Ratafià, cuyo estribillo se podría considerar como un resumen de la mirada sobre la música y el mundo de este ya legendario cantautor: 

"Passa la vita, come una señorita, 'de amor'

apre il ventaglio e mette a repentaglio i cuor

la pampa attende in un silenzio d'erba, fulgor

che rittorni l'uomo-cavallo

nell'intervallo

del suo stupor, baglior, albor...

Passa la vita.

          ("Pasa la vida, como una señorita, 'de amor'

abre el abanico y peligra el corazón

la pampa espera en un silencio de hierba, fulgor

que regrese el hombre-caballo

en el intervalo de su estupor, resplandor, albor...

Pasa la vida.")

¿A qué viene, preguntará tal vez alguno de los lectores más impíos de esta reseña, que se hoy se dedique la misma a una recopilación de canciones de un señor que, al fin y al cabo, a su edad ya debe estar retirado, o incluso quizás con alzheimer y no se acuerde de nada de lo que ha escrito o compuesto? Pues porque de eso nada: hoy, 19 de febrero de 2023, Paolo Conte va a ofrecer un concierto nada menos que en la Scala de Milán, siendo el primer cantautor o representante de la música popular que va a hacerlo en toda la Historia de este mítico teatro. ¡Qué bonito colofón para una carrera musical tan larga y fecunda!, pensará a su vez algún otro de nuestros lectores, un poco menos impío... Pues tampoco, porque el de la Scala no va a ser su último concierto, ni mucho menos: a don Paolo aún le queda cuerda para rato y ojalá que durante muchos años.

sábado, 18 de febrero de 2023

Reseña + Entrevista: Arauco, de Juan Manuel Zurita Soto

Idioma original: Español 
Año de publicación: 2022
Valoración: Entre recomendable y está bien

Arauco, primera novela de Juan Manuel Zurita Soto, da buena cuenta de la madurez del chileno, pues es el fruto de muchos años acumulando lecturas, observando el ambiente y conociendo al ser humano.   

¿De qué trata? Un periodista que se ha quedado sin trabajo regresa al pueblo en el que pasó su infancia y adolescencia, donde todavía viven sus padres. Allí se interesa por un crimen acaecido hace casi treinta años. 

«Lo mío tenía que ser una investigación periodística. (...) El expediente estaba lleno de contradicciones. Las había en las declaraciones de los testigos, en el propio testimonio de Leiva, en las diligencias policiales.» (94-95)

Ya veis que Arauco tiene un misterio a desentrañar y dosis de tensión. Sin embargo, ambos elementos, propios del relato policial, no son sino la excusa para hablar de otros temas: la idiosincrasia provincial, las dinámicas familiares, la rutina cotidiana, la vejez, la desidia de las autoridades, los prejuicios hacia la homosexualidad, el clasismo, el crecimiento personal, etc…

El tono que impregna la novela está muy logrado. Al principio tiene un poso melancólico o hasta triste, pero evoluciona paulatinamente, paralelamente al protagonista y narrador de la historia, hasta adquirir un talante estoico. 

Una calidad y desarrollo similares presentan las reflexiones que salpican estas páginas, acertadas ya giren en torno a la política, la sociología o la psicología. Adjunto un par de ellas a modo de ejemplo: 

«Mis choques con mis compañeros eran (...) poco profundos. Las discusiones se daban por esa necesidad adolescente de pelear, de diferenciarse, como si en ello estuviera la clave de todo. Una urgencia imperiosa de buscar el desacuerdo, la mirada particular, como si se pudiera lograr tan sólo con voluntad.» (35-36)

«De niños [mi hermano y yo] fuimos muy amigos, pero de adolescentes comenzamos a distanciarnos. No fue que peleáramos, sino que se iban forjando nuestras personalidades y, con ello, nuestras diferencias.» (134)

También funcionan bastante bien la prosa y el argumento de Arauco. Si bien la primera tiende a reiterar ciertos detalles, o a alargar innecesariamente determinadas escenas, es fluida a la par que profunda. Con el segundo sucede algo parecido; adolece de paja, pero por lo general está cargado de escenas relevantes y conmovedoras. Mis favoritas: la minuciosa descripción del crimen en el tercer capítulo o la visita a la hermana del acusado.

Quizá le pondría una pega a la obra: su desenlace es previsible. Tanto en lo que atañe a la elección catártica del protagonista como a la resolución del asesinato que estaba investigando.

En cualquier caso, Arauco es una ficción a tener en cuenta. Sobre todo si consideramos que es producto de un autor que llevaba tiempo rumiando qué quería comunicar y esperó a estar preparado para escribirlo.
  

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A continuación adjuntamos un pequeño cuestionario que Juan Manuel Zurita Soto ha respondido con suma amabilidad:

ULAD: Has esperado bastante para publicar (y deduzco que también para escribir) Arauco, tu primera novela. ¿A qué se debe? ¿Quizá llevabas tiempo dándole vueltas a lo que querías comunicar, pero estabas esperando a tener la experiencia y madurez suficientes para hacerlo?

J.M.Z.S.: Escribo desde adolescente, principalmente relatos, la mayoría sin acabar, pero desde hace algún tiempo comencé a con la idea de acabar algo, de dejar de decir «estoy escribiendo» —esa eterna justificación para no mostrar nunca nada— a «ya escribí», a tomarme en serio la idea de acabar algo. Creo que se debe también a cierto ordenamiento en las lecturas, en encontrar autores que me animaron a lanzarme yo también.

Coincidió aquello con la redacción de mi tesis: entre más avanzaba en ella, más leía y más escribía ficción. Comencé dos novelas, una de ellas fue Arauco, y me atreví a mostrarla a gente, a inscribirme en un taller que me obligó a ser disciplinado y a convencerme de que, quizá, sí que tenía algo que decir. Eso, más ciertos eventos personales (y el empujón de algunos amigos), me hicieron convencerme de que era publicable. La envié a Comba, les gustó; así que aquí está Arauco, la novela que «ya escribí».

ULAD: Sospecho que Arauco tiene bastante de autobiográfico. ¿Estoy en lo cierto?

J.M.Z.S.: Sí, tiene muchos aspectos de mi vida, es más, muchos amigos (especialmente quienes me conocen desde niño) dicen que es difícil separar al personaje de mi propia voz; pero, más que autobiográfica, es un tema de sensaciones, de ideas, miradas y percepciones que he tenido y que, obviamente, se cruzan con mis propias experiencias. El vivir en un pueblo, la relación que establece el personaje con su familia y con todo su entorno. Por otra parte, la historia que se cuenta es la mezcla de varios sucesos que pasaron, pero no sólo en mi pueblo, sino que recogí en mi experiencia como periodista.

ULAD: El protagonista de la novela tuvo a un profesor que dijo que un escritor necesita buena memoria. ¿Es tu caso? Entiendo que hay muchos recuerdos aquí metidos, entre los párrafos de ficción.

J.M.Z.S.: Más que un profesor, es la frase de un autor de tangos, Enrique Santos Discépolo. Mi tesis fue sobre él. Discépolo, en una entrevista, dijo que las emociones descritas en sus tangos no las estaba viviendo al momento de escribirlos, sino que el recuerdo de ellas, de ese momento en que las sufrió o padeció (sus tangos son dramáticos) era lo que lo animaba a utilizarlas. Eso, más la suma de todos esos momentos que uno vive en la vida, esos que muchas veces, más que nostalgia, traen vergüenza, se amalgaman en una suerte de archivo al cual eché mano para construir esta historia.

ULAD: Arauco transcurre años después de una dictadura. ¿Crees que Chile va en una buena dirección para sacudirse de encima el fantasma del régimen de Pinochet? 

J.M.Z.S.: Espero que sí, pero siguen perviviendo aspectos autoritarios en mi país. Creo que Chile entiende, tal cual muchos otros lugares que han vivido situaciones así de crueles, que eso no debe volver a ocurrir, pero debemos estar alertas ante ciertos signos. Soy profesor en una asignatura que trata sobre el tema, por lo cual me ha tocado leer y retomar ciertas reflexiones en torno a ello y el peligro está ahí. Hanna Arendt lo advierte. Es un tema de muchas aristas y ponerle adjetivos no hace más que banalizarlo, pero sí, creo que Chile puede dejar atrás a Pinochet. El tema es que no venga otro.

viernes, 17 de febrero de 2023

Raymond Queneau: Flores azules

Idioma original: Francés
Título original: Les fleurs bleues
Año de publicación: 1965
Traducción: Manuel Serrat Crespo
Valoración: Delirante

Se cumple este año el 120º aniversario del nacimiento de Raymond Queneau (¿Queno?, ¿cómo queno? ya te digo yo quesí), motivo por el cual Seix Barral acaba de reeditar dos de sus ¿novelas?: este "Flores azules" y "Siempre somos demasiado buenos con las mujeres".

En el caso de la que hoy nos ocupa, la cubierta y la primera página dan una idea perfecta de lo que luego encontraremos porque aquella nos recuerda (o al menos yo no puedo evitarlo) a "Los caballeros de la mesa cuadrada" de los Monty Python y esta ofrece nos algunas de las claves del texto, como la ruptura de la lógica espaciotemporal o el humor basado en el estiramiento de los límites del lenguaje.

Por tanto, humor surrealista y absurdo, por un lado, y juegos de palabras, por otro, serán los ejes sobre los que pivote una historia circular de dobles y espejos que puede ser leída como una burla tanto de la novela histórica como de la novela existencialista. Porque, veréis, habemus...:

  • Dos personajes principales, el duque d'Auge y Cidrolin, separados por cientos de años pero que se sueñan mutuamente (o uno al otro o el otro al uno) y que suponen dos tramas no tan paralelas (o sí)
  • Un recorrido descacharrante por la historia de Francia (Luis IX, Gilles de Rais, la Revolución Francesa...) y la vida, más o menos ¿normal? de un tipo que vive en una barcaza en el Sena. 
  • Una serie de coincidencias, referencias, guiños, etc y un encuentro final en la villa capital.
Parece que todo esto no tiene ni pies ni cabeza. Lo parece, sí, pero en eso consiste el surrealismo, en "convertir las contradicciones de los sueños y la realidad en una realidad absoluta, una súper realidad". No lo digo yo, lo decía André Breton, que casualmente no era bretón sino normando.

El caso es que Queneau (que quesí, joder, quesí) se vale de un humor que va de lo negro a lo zafio, pasando por todas los tonos de lo grotesco, disparatado e incoherente, y que se basa en la exageración, la reiteración y el juego para presentar esas contradicciones inherentes al ser humano, proceda este de la época que proceda.

Pero no todo es orgiásticamente lúdico en este libro. Por una parte, el autor demuestra que es capaz de manejar diversos registros en su escritura (el chiste "fácil", el diálogo acelerado, la descripción detallada, lo filosófico, etc) y por otro, tanta "gamberrada", tanto chiste, tanto jolgorio también sirve para reflexionar sobre (meta)literatura, historia, sueño, realidad, etc.

- (...) ¿no me cuenta algunas historias?
- ¿Auténticas o inventadas?
- Desconfíe de las inventadas. Revelan lo que en el fondo se es. Como los sueños. Soñar es revelar, las dos palabras terminan en ar.
- Y las verdaderas revelan también lo que en el fondo se es. ¿No le parece?

En fin, los libros de Queneau (¿cómo queno? ¡como queno!), al igual que los de su compañeros de festines verbales Georges Perec, son sumamente peculiares. Hay que entrar en el juego, dejarse llevar por los acontecimientos y no tratar de buscarles demasiada lógica. Hecho esto, el buen rato y las carcajadas están aseguradas. 

También de Raymond Queneau en ULAD: Zazie en el metroEjercicios de estilo

jueves, 16 de febrero de 2023

Klaus Modick: Concierto sin poeta

Idioma original: alemán

Título original: Konzert ohne Dichter

Año de publicación: 2015 (en castellano, 2021)

Valoración: Recomendable


Muy a finales del siglo XIX el pintor alemán Heinrich Vogeler acondicionó una casa de campo (la Barkenhoff) y creó en ella una colonia de artistas al estilo de experiencias parecidas ya existentes en otros lugares. Vogeler diseñó personalmente todos los detalles del edificio, incluida la decoración y el mobiliario, y allí, cerca de Bremen, concurrieron un pequeño grupo de pintores, ninguno de los cuales ha terminado siendo demasiado conocido, en una comunidad de la que surgieron varias parejas. Por allí aterrizó también el poeta Reiner Maria Rilke, a quien unía una estrecha relación artística y espiritual con Vogeler, y que al parecer provocó una cierta inestabilidad en la apacible vida campestre de los demás creadores.

Modick centra la mirada en esa época, en el grupo de artistas y en la relación entre Vogeler y Rilke para montar una recreación de ese pequeño mundo, incorporando buen número de personajes reales. La originalidad del relato es que tiene su centro en una de las pinturas de Vogeler, la llamada Concierto o Atardecer de verano, la obra más importante que presentaba a una exposición de artistas locales en la que iba a recibir una importante distinción. El Concierto quería representar el espíritu de la Barkenhoff, sus integrantes y su ambiente y, según Modick, el pintor iba modificando el esquema en función de las situaciones que se planteaban, incorporando o suprimiendo personajes, alterando su actitud o cambiándoles de posición, lo cual más parece un recurso literario bien manejado.

Rilke quedó finalmente fuera de la escena, porque la amistad se enfrió de forma algo misteriosa en la que quizá tuvo que ver la extraña atracción del poeta por la famosa Lou Andreas-Salomé, quien a su vez mantenía otras relaciones de distinta índole, entre las que destacaba el muy peculiar trío formado con Nietzsche y Paul Rée. Aquella amistad Rilke-Vogeler se sustentaba, o al menos así lo pinta Modick, en una especie de hilo espiritual que nadie más podía detectar, y ambos formaban un binomio que, tanto desde el punto de vista vital como artístico, más bien da la sensación de antagonismo que de connivencia. El poeta impresionaba con su ‘gelidez retórica y su patética elocuencia’, encandilaba a las mujeres aun careciendo de todo atractivo físico, y parecía siempre sumergido en la urgencia de la creación literaria. Vogeler era un artesano capaz de diseñar cualquier cosa, amante de la vida y que sabía muy bien cuándo asumir la pose del artista para contentar a su público. Dos formatos de artista, quizá dos caras de una misma moneda.

El libro describe con detalle y ritmo pausado la vida del pequeño grupo, solapándose con flashes de sus trayectorias personales y profesionales, centrados en especial en Vogeler, auténtico protagonista del relato. Por lo demás, no ocurren cosas realmente llamativas, todo discurre con tranquilidad y con los modestos episodios de una cotidianeidad que se sale más bien poco de lo corriente: fiestas no muy ruidosas, contacto unos pocos ricachones para quienes poseer arte es una forma más de distinción, algunos viajes y escarceos amorosos más o menos tímidos que terminaron con tres parejas matrimoniadas en un mismo año, todo un récord. Entretanto, como es lógico, cada uno de los personajes carga con sus grietas internas, frustraciones, problemas económicos o de salud, inquietudes de artista que busca su camino o decepciones amorosas de distinto calibre. Pero todo eso, parece decirnos Modick, no es más que la mochila que cualquiera lleva a cuestas y no tiene por qué convertirse en núcleo de la narración.

El estilo del autor da la impresión de adaptarse perfectamente a esa atmósfera sutil y más o menos relajada. Modick escribe también con calma, con una prosa rica, algo florida, que a veces incluye una pizca de ironía y crea una especie de flujo que nos va absorbiendo aunque la lectura no sea especialmente intensa. No lo es, pero sí sumamente agradable y solo se le puede reprochar una tendencia algo excesiva a adornarse con descripciones de exteriores, arboledas, jardines, colores y vegetación, como si el entorno pictórico del relato absorbiese al escritor y le obligase a dibujar una y otra vez el escenario, como en una pugna entre lo plástico y lo narrativo.

Por lo que he podido comprobar, el libro se ajusta muy bien a los hechos históricos y a la trayectoria de los personajes, lo que no siempre se consigue, y colocar el cuadro del Concierto como foco central de la narración es una maniobra inteligente, ligeramente audaz y muy bien utilizada. Con lo cual la lectura resulta a la vez amable y gratificante, qué más se puede pedir.

P.D. Por qué la cubierta del libro no reproduce el Concierto podría responder simplemente a que es una pintura de formato horizontal que no encaja bien con el de un libro. Pero, la verdad, me parece un acierto porque el cuadro en cuestión no me parece especialmente atractivo, en todo caso bastante menos que muchos otros con la firma de este artista.