Idioma original: inglés
Título original: Peter and Wendy
Fecha de publicación: 1911
Valoración: Muy recomendable
Supongo que si nos preguntaran a cualquiera de nosotros, en principio todos responderíamos que sí, que claro que conocemos la historia de Peter Pan, el niño que no quería crecer. Y quizá no estemos del todo desencaminados. Ha habido tantas versiones y adaptaciones de esta historia, que es difícil, casi imposible, que no hayamos oído hablar de Wendy, Campanilla o el temible Capitán Garfio. Yo empecé a leer el libro convencido de que reconocería cada giro de la historia, y más bien temiendo que sería empalagosa, inocentona y cursi. Un cuentecillo para niños, vaya; aún peor, un cuentecillo para niños victorianos.
Pues bien, me equivocaba en todo. La lectura de Peter Pan ha sido una gran sorpresa. Y no sólo porque no recordara el argumento en todos sus detalles, sino porque la narración se mantiene en un nivel muy alto en todo momento, es cualquier cosa menos cursi y tiene una carga simbólica que ya la quisiera mucha literatura "de adultos". Así que vaya por delante mi agradecimiento a Santi, que hizo que me picara la curiosidad y me dejó el libro. Su edición, por cierto, está traducida por Leopoldo María Panero. Supongo que no será la única traducción disponible y, desde luego, me temo que tampoco será la más fiel, pero eso importa bien poco. No he leído el original inglés, así que no puedo apreciar del todo el trabajo de Panero, pero, en general, creo que logra dar con un tono inmejorable para la atmósfera del libro y además tiene algunos pasajes bellísimos.
El texto es una novelización de la obra de teatro que escribió Barrie en 1904, con el título Peter Pan, el niño que no quería crecer. Pero parece que la primera aparición del personaje es aún algo anterior. A partir de entonces, las versiones literarias, teatrales, cinematográficas, etc. se han sucedido hasta hoy. Aquí podéis ver la lista de adaptaciones que recoge la Wikipedia. No es de extrañar, desde luego, porque los personajes que inventó Barrie tienen un algo de arquetipo moderno que nos atrapa.
El Peter Pan original tiene muy poco que ver con el niño simpático y travieso que nos presentó Disney. Es un niño, sí, pero un niño que destripa piratas con gran satisfacción. Cae simpático, pero es bien consciente de ello, y exige de cuantos le rodean una sumisión sin resquicios a su carisma. Sus travesuras le absorben de tal manera que es capaz de arriesgarlo todo (y a todos) en el éxtasis de la acción. Barrie presenta a un Peter Pan tiránico y alegre, obstinado y olvidadizo, adorable y cruel. Es decir, un Peter Pan que es niño en un sentido mucho más real que el de Disney. Aquí la infancia es ese estado de exuberancia de las fuerzas que se vive más acá del tiempo; y no el tema para ilustrar una caja de galletas.
Y digo más acá del tiempo con toda intención, porque creo que eso es algo que cobra especial importancia en la versión de Barrie. En la novela, Peter Pan no recuerda nada, y tampoco espera ni teme nada. Para él no existen el pasado ni el futuro, sólo un presente infinito, un constante equilibrio sobre el destello que existe entre lo que aún no vino y lo que ya se fue. No está más allá del tiempo, en una quieta eternidad desde la que se divisaran todos los instantes. No: está cautivo por completo de su propia acción, sumido todo él en el vértigo de su propia existencia, hasta el punto de ser, en la práctica, actividad pura. No hay en él casi conciencia de si, ni tampoco, por tanto, verdadero afecto ni verdadera inteligencia.
Peter es un personaje-idea, sin duda genial, pero con el que resulta difícil empatizar. El Capitán Garfio, en cambio, es un ser humano. Él sí vive en el tiempo: recuerda su aristocrática educación, teme al cocodrilo y espera acabar algún día con Peter Pan. Por eso hay en él verdadero afecto (maldad y compasión) y verdadera inteligencia. Y por eso, también, es un personaje trágico, porque él, que está hecho de tiempo, no puede sino verse perdido, como nos veríamos todos, en una isla llamada de Nunca-Jamás.
También de James M. Barrie en ULAD: Peter Pan en los jardines de Kensington
viernes, 31 de julio de 2009
jueves, 30 de julio de 2009
Françoise Sagan: Buenos días, tristeza
Idioma original: francés
Título original: Bonjour tristesse
Año de publicación: 1954
Valoración: Está bien
Título original: Bonjour tristesse
Año de publicación: 1954
Valoración: Está bien
Como prometí no hace demasiado al hablar de Raymond Radiguet, hoy tengo el honor de presentarles a otra niña bonita de las letras francesas: Françoise Sagan (aunque su verdadero apellido era Quoirez; Sagan lo sacó de un personaje de En busca del tiempo perdido), y la novela que la catapultó al éxito a los diecinueve años, Buenos días, tristeza.
¿Es necesario que vuelva a hablar de Radiguet, de los nuevos Rimbaud o de las novelas iniciáticas protagonizadas por diversas variantes del requetecitado Holden Caulfield? Sinceramente, creo que no; entre otras cosas, porque tal y como dejé claro en su momento al tratar El diablo en el cuerpo de Radiguet, considero que Rimbaud, al igual que todos los revolucionarios de la historia de la literatura, sólo hubo y habrá uno.
En cambio, no me parece inapropiado señalar que la escritora Françoise Sagan debutó siendo una adolescente en el mundo de la literatura gracias a su acomodada posición, ya que era uno de esos jóvenes franceses de la alta burguesía intelectual de la época que estaban rodeados de todas las facilidades inimaginables para despuntar (teniendo, bien sûr, cierto talento de base) en aquello en lo que se obcecaran.
Así, con dieciocho años, Sagan ya fue responsable de escribir para una célebre revista francesa una serie de reportajes de viaje sobre diferentes destinos del sur de Italia, siempre titulados Buenos días... + el nombre del lugar de turno. Este empleo lo logró gracias a su primer libro, todo un éxito que la colocó automáticamente en la cresta de la célebre Nouvelle Vague, la Nueva Ola, movimiento cinematográfico (porque resulta que la amiga Sagan también coqueteó con las claquetas) caracterizado por una particular y nueva forma de contar historias, llena de espontaneidad e improvisación.
Pero vayamos ya con la trama de Buenos días, tristeza...
Pese a su título, créanme que el ambiente que Sagan retrata en su novela no tiene nada de triste; en el sentido más trágico y apesadumbrado de la palabra, al menos.
La protagonista es Cécile, una adolescente caprichosa y malcriada que pasa el verano en una villa de ensueño, frente al Mediterráneo, junto con Raymond, su padre, todo un bon vivant; la nueva y joven amante de éste, Elsa; Anne, amiga de la madre de Cécile que parece tener sospechosas intenciones con Raymond, y Cyrill, atractivo veinteañero del que Cécile se encapricha. El conflicto en tan peculiar trouppe surgirá cuando Anne y Raymond comiencen un romance, y así, la sensata y seria Anne implantará el orden y la disciplina en la caótica y caprichosa vida que hasta entonces llevaban Cécile y su padre. Pero la joven no se resignará a su nueva (y no deseada) realidad, y con sus maquinaciones tratará de hacer creer a su padre que Elsa está enamorada de Cyrill para despertar así sus celos y provocar que se decida a dejar definitivamente a la recta (y aguafiestas) de Anne por Elsa.
¿Se han enterado bien? Les prometo que todo es más sencillo de lo que parece, y que la crítica a la frivolidad que empapa a los personajes y trama de Sagan no es ni sesuda ni laberíntica, sino tan sutil que no parece una verdadera crítica. Pero el impactante final del libro da a entender que la señorita Quoirez no parecía especialmente orgullosa del ambiente por el que ella se movía.
El libro no está mal pero, una vez más, he de acusarlo de sobrevalorado, tanto, que hubo una innecesaria película dirigida por Otto Preminger con Jean Seberg, bella suicida y también musa de la Nouvelle Vague, en el papel de Cécile. El rol le iba como anillo al dedo.
miércoles, 29 de julio de 2009
Alan Bennett: Una lectora nada común
Idioma original: inglés
Título original: The Uncommon Reader
Fecha de publicación: 2007
Valoración: Está bien
Una lectura nada común es una broma bien llevada, una sátira bastante blandita sobre la figura de la Reina de Inglaterra, con el poder de la lectura como tema central. Una novelita de apenas 120 páginas para llenar de manera agradable una tarde al sol.
El punto de partida de la novela es casi un ejemplo de "historia alternativa" o "ucronía" de esas que parecen estar de moda últimamente: ¿qué habría pasado si la Reina Isabel II de Inglaterra se hubiera convertido en una lectora voraz ya en sus años adultos? Pues según Alan Bennett ocurriría que la reina se convertiría en una persona más reflexiva y solitaria; que comenzaría a descuidar sus obligaciones como monarca; que la lectura llevaría a la introspección y a la escritura.
Por el camino, Una lectora nada común critica a la reina y a todo lo que simboliza; ataca el absurdo del protocolo, el aislamiento cerril de la corte y el servilismo de lacayos y súbditos. Critica también, indirectamente, a la reina, a la que, por oposición con su "yo lector", viene a caracterizar como a una persona desconectada de la realidad, aburrida y profundamenta clasista (aunque, dice en un párrafo bastante divertido, el concepto de clase le resultaba difícil de entender, porque "había tal abismo entre la monarca y hasta el más ilustre de sus súbditos, que las otras diferencias sociales en cierto modo no le eran perceptibles").
En abstracto, el librito presenta una cuestión interesante, y de respuesta no tan sencilla como nos gustaría: la de si leer (literatura, se entiende) nos convierte necesariamente en mejores personas. A los que hacemos este blog, como leemos (literatura) nos gustaría decir que sí; pero dudo mucho que haya pruebas empíricas al respecto, y en cambio, sí estoy seguro de que se podría escribir una larga lista de lectores voraces que se comportaron o comportan como auténticos hijos de puta.
Más de Alan Bennett en ULAD: Smut
Título original: The Uncommon Reader
Fecha de publicación: 2007
Valoración: Está bien
Una lectura nada común es una broma bien llevada, una sátira bastante blandita sobre la figura de la Reina de Inglaterra, con el poder de la lectura como tema central. Una novelita de apenas 120 páginas para llenar de manera agradable una tarde al sol.
El punto de partida de la novela es casi un ejemplo de "historia alternativa" o "ucronía" de esas que parecen estar de moda últimamente: ¿qué habría pasado si la Reina Isabel II de Inglaterra se hubiera convertido en una lectora voraz ya en sus años adultos? Pues según Alan Bennett ocurriría que la reina se convertiría en una persona más reflexiva y solitaria; que comenzaría a descuidar sus obligaciones como monarca; que la lectura llevaría a la introspección y a la escritura.
Por el camino, Una lectora nada común critica a la reina y a todo lo que simboliza; ataca el absurdo del protocolo, el aislamiento cerril de la corte y el servilismo de lacayos y súbditos. Critica también, indirectamente, a la reina, a la que, por oposición con su "yo lector", viene a caracterizar como a una persona desconectada de la realidad, aburrida y profundamenta clasista (aunque, dice en un párrafo bastante divertido, el concepto de clase le resultaba difícil de entender, porque "había tal abismo entre la monarca y hasta el más ilustre de sus súbditos, que las otras diferencias sociales en cierto modo no le eran perceptibles").
En abstracto, el librito presenta una cuestión interesante, y de respuesta no tan sencilla como nos gustaría: la de si leer (literatura, se entiende) nos convierte necesariamente en mejores personas. A los que hacemos este blog, como leemos (literatura) nos gustaría decir que sí; pero dudo mucho que haya pruebas empíricas al respecto, y en cambio, sí estoy seguro de que se podría escribir una larga lista de lectores voraces que se comportaron o comportan como auténticos hijos de puta.
Más de Alan Bennett en ULAD: Smut
martes, 28 de julio de 2009
Marjane Satrapi: Bordados
Título original: Broderies
Idioma original: francés
Fecha de publicación: 2003
Valoración: Muy recomendable
No es la primera reseña que hago de esta autora de comic iraní, afincada en París, y probablemente tampoco sea la última. Ella fue quien me abrió las puertas al mundo del comic, más allá de Mortadelo y Filemón o Zipi Zape. Aunque sólo sea por eso, le estoy profundamente agradecido. Sin embargo, mi agradecimiento va mucho más allá. Gracias a ella me he acercado a la realidad iraní y a su historia, lo que recientemente me ha permitido comprender mejor las revueltas surgidas tras las pasadas elecciones. Gracias a ella he disfrutado de horas de inmenso placer literario, mientras devoraba las páginas de Persépolis o Pollo con ciruelas. Hoy es el turno de Bordados, una novela gráfica o, por calificarla mejor, un conjunto de cotilleos reunidos en torno a viñetas dibujadas al más puro estilo de Satrapi.
Si un lector se adentra en el mundo de esta autora por este comic, probablemente se sienta algo decepcionado o incompleto. En mi opinión, Bordados es una especie de complemento a Persépolis, en el sentido de que sirve para completar la visión que de Irán se nos muestra en esta última. Si Persépolis nos ofrece la evolución histórica de la revolución islámica desde los ojos de una niña (más adelante, una joven), Bordados nos sitúa en el mismo centro de una conversación de café entre mujeres iraníes para permitirnos conocer lo que piensan sobre su día a día y, muy en particular, sobre sus relaciones con los hombres. El mismo título del comic nos orienta hacia la pérdida de la virginidad ("bordado" se refiere a la operación para restaurar el hímen), tema recurrente a lo largo de las conversaciones de las mujeres protagonistas.
Sencillas, directas, sin tapujos. Así hablan, comentan, se ríen y entablan conversaciones sobre temas que, a primera luz, pueden parecer tremendamente banales, pero que en el fondo encierran las grandes preocupaciones del ser humano. En cualquier caso, el mayor logro de Satrapi probablemente sea trasladarnos efectivamente a ese corro de mujeres y convertirnos en testigos de primera fila de sus charlas, de modo que, cuando uno cierra el libro, parece que acaba de tomarse un té, rodeado de mujeres iraníes, sobre las que conoce hasta sus más íntimos secretos.
También de Marjane Satrapi en ULAD: Pollo con ciruelas, Persépolis
Idioma original: francés
Fecha de publicación: 2003
Valoración: Muy recomendable
No es la primera reseña que hago de esta autora de comic iraní, afincada en París, y probablemente tampoco sea la última. Ella fue quien me abrió las puertas al mundo del comic, más allá de Mortadelo y Filemón o Zipi Zape. Aunque sólo sea por eso, le estoy profundamente agradecido. Sin embargo, mi agradecimiento va mucho más allá. Gracias a ella me he acercado a la realidad iraní y a su historia, lo que recientemente me ha permitido comprender mejor las revueltas surgidas tras las pasadas elecciones. Gracias a ella he disfrutado de horas de inmenso placer literario, mientras devoraba las páginas de Persépolis o Pollo con ciruelas. Hoy es el turno de Bordados, una novela gráfica o, por calificarla mejor, un conjunto de cotilleos reunidos en torno a viñetas dibujadas al más puro estilo de Satrapi.
Si un lector se adentra en el mundo de esta autora por este comic, probablemente se sienta algo decepcionado o incompleto. En mi opinión, Bordados es una especie de complemento a Persépolis, en el sentido de que sirve para completar la visión que de Irán se nos muestra en esta última. Si Persépolis nos ofrece la evolución histórica de la revolución islámica desde los ojos de una niña (más adelante, una joven), Bordados nos sitúa en el mismo centro de una conversación de café entre mujeres iraníes para permitirnos conocer lo que piensan sobre su día a día y, muy en particular, sobre sus relaciones con los hombres. El mismo título del comic nos orienta hacia la pérdida de la virginidad ("bordado" se refiere a la operación para restaurar el hímen), tema recurrente a lo largo de las conversaciones de las mujeres protagonistas.
Sencillas, directas, sin tapujos. Así hablan, comentan, se ríen y entablan conversaciones sobre temas que, a primera luz, pueden parecer tremendamente banales, pero que en el fondo encierran las grandes preocupaciones del ser humano. En cualquier caso, el mayor logro de Satrapi probablemente sea trasladarnos efectivamente a ese corro de mujeres y convertirnos en testigos de primera fila de sus charlas, de modo que, cuando uno cierra el libro, parece que acaba de tomarse un té, rodeado de mujeres iraníes, sobre las que conoce hasta sus más íntimos secretos.
También de Marjane Satrapi en ULAD: Pollo con ciruelas, Persépolis
lunes, 27 de julio de 2009
Roberto Juarroz: Poesía vertical. Antología (1983-1993)
Idioma original: español
Año de publicación: 1991
Valoración: Muy recomendable
Recuerdo que descubrí a Juarroz en la biblioteca de mi universidad, una de esas tardes en que me perdía entre un montón de libros de poesía, buscando entusiasmada autores nuevos, antologías de mis preferidos... y, probablemente, también irritando a los becarios encargados de sacar de su lugar y devolver a él todos los volúmenes que yo iba pidiendo.
Le confié a uno de los bibliotecarios mi deseo de encontrar nuevas voces poéticas y él me recomendó a un tal Roberto Juarroz, argentino, del que sorprendentemente nunca había oído hablar en la carrera.
Desde las primeras palabras que leí de este autor supe que el suyo era un idioma muy próximo al mío; o al menos, a aquel que más me interesa como lectora.
Me gustó su poesía, reflexiva y austera, casi seca. Me gustó su forma de ahondar en ideas y sentimientos sin precisar para ello de muchas palabras ni alardes estéticos.
Para muestra, un par de poemas de esta "Poesía vertical" que recoge muchos textos brillantes:
"Cuando se ha puesto una vez el pie del otro lado
y se puede sin embargo volver,
ya nunca más se pisará como antes
y poco a poco se irá pisando de este lado el otro lado.
Es el aprendizaje
que se convierte en lo aprendido,
el pleno aprendizaje
que después no se resigna
a que todo lo demás,
sobre todo el amor,
no haga lo mismo.
El otro lado es el mayor contagio.
Hasta los mismos ojos cambian de color
y adquieren el tono transparente de las fábulas."
"El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.
Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.
Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector."
En mi opinión, la obra de Juarroz es una buena muestra de que el género poético, que algunos consideran minoritario y en decadencia, es algo más que un "sobreviviente" de pasados gloriosos.
La lectura de esta antología nos garantiza el encuentro con poesía contemporánea de una gran calidad.
Año de publicación: 1991
Valoración: Muy recomendable
Recuerdo que descubrí a Juarroz en la biblioteca de mi universidad, una de esas tardes en que me perdía entre un montón de libros de poesía, buscando entusiasmada autores nuevos, antologías de mis preferidos... y, probablemente, también irritando a los becarios encargados de sacar de su lugar y devolver a él todos los volúmenes que yo iba pidiendo.
Le confié a uno de los bibliotecarios mi deseo de encontrar nuevas voces poéticas y él me recomendó a un tal Roberto Juarroz, argentino, del que sorprendentemente nunca había oído hablar en la carrera.
Desde las primeras palabras que leí de este autor supe que el suyo era un idioma muy próximo al mío; o al menos, a aquel que más me interesa como lectora.
Me gustó su poesía, reflexiva y austera, casi seca. Me gustó su forma de ahondar en ideas y sentimientos sin precisar para ello de muchas palabras ni alardes estéticos.
Para muestra, un par de poemas de esta "Poesía vertical" que recoge muchos textos brillantes:
"Cuando se ha puesto una vez el pie del otro lado
y se puede sin embargo volver,
ya nunca más se pisará como antes
y poco a poco se irá pisando de este lado el otro lado.
Es el aprendizaje
que se convierte en lo aprendido,
el pleno aprendizaje
que después no se resigna
a que todo lo demás,
sobre todo el amor,
no haga lo mismo.
El otro lado es el mayor contagio.
Hasta los mismos ojos cambian de color
y adquieren el tono transparente de las fábulas."
"El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.
Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.
Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector."
En mi opinión, la obra de Juarroz es una buena muestra de que el género poético, que algunos consideran minoritario y en decadencia, es algo más que un "sobreviviente" de pasados gloriosos.
La lectura de esta antología nos garantiza el encuentro con poesía contemporánea de una gran calidad.
domingo, 26 de julio de 2009
Herman Hesse: Bajo las ruedas
Título original: Unterm Rad
Idioma original: alemán
Fecha de publicación: 1906
Valoración: está bien
Esta es la primera obra que dio a conocer a Herman Hesse, escritor genial y premio Nobel de literatura en 1946. Es un tanto autobiográfica, pues pasó un tiempo como estudiante de seminario, abandonándolo después.
La historia trata sobre Hans Giebenrath, un adolescente de un pequeño pueblo de la Selva Negra. Tiene talento para el estudio y tanto los profesores, curas y familia ven en él la forma de que el pueblo pueda tener algo de importancia. Estudia todo el tiempo, separándose poco a poco de lo que le es propio a la infancia: no tiene amigos, ni puede salir a pescar o a bañarse. Ha de dedicarse en cuerpo y alma al estudio para superar el examen de entrada al seminario, que es sumamente difícil.
Hans acepta estos sacrifios pues ve la entrada en el seminario como la única forma de escapar a un destino de aprendiz en el pueblo. Además, le han inculcado tan profundamente el deseo de superarse y ser superior a los demás, que lucha aún con más fuerza para para ser el número uno.
Y consigue lo que se propone. Pero su salud se ha ido mermando. Es un joven delgado, amarillento y con contínuos dolores de cabeza. Y el seminario no va a solucionar estos problemas. En un ambiente cerrado, donde lo extraño, imaginativo y genial no tiene cabida, es su espíritu el que también comienza a enfermar.
Hesse realiza una profunda crítica al sistema educativo se su época, donde la imaginación y la creatividad eran cercenadas antes siquiera de aparecer. Realiza un estudio bastante exhaustivo sobre la necesidad de la libertad a la hora del desarrollo espiritual del ser humano. Y te hace reflexionar. Sí, es un libro para la reflexión.
Otras obras de Hermann Hesse en ULAD: El lobo estepario, Demian
Idioma original: alemán
Fecha de publicación: 1906
Valoración: está bien
Esta es la primera obra que dio a conocer a Herman Hesse, escritor genial y premio Nobel de literatura en 1946. Es un tanto autobiográfica, pues pasó un tiempo como estudiante de seminario, abandonándolo después.
La historia trata sobre Hans Giebenrath, un adolescente de un pequeño pueblo de la Selva Negra. Tiene talento para el estudio y tanto los profesores, curas y familia ven en él la forma de que el pueblo pueda tener algo de importancia. Estudia todo el tiempo, separándose poco a poco de lo que le es propio a la infancia: no tiene amigos, ni puede salir a pescar o a bañarse. Ha de dedicarse en cuerpo y alma al estudio para superar el examen de entrada al seminario, que es sumamente difícil.
Hans acepta estos sacrifios pues ve la entrada en el seminario como la única forma de escapar a un destino de aprendiz en el pueblo. Además, le han inculcado tan profundamente el deseo de superarse y ser superior a los demás, que lucha aún con más fuerza para para ser el número uno.
Y consigue lo que se propone. Pero su salud se ha ido mermando. Es un joven delgado, amarillento y con contínuos dolores de cabeza. Y el seminario no va a solucionar estos problemas. En un ambiente cerrado, donde lo extraño, imaginativo y genial no tiene cabida, es su espíritu el que también comienza a enfermar.
Hesse realiza una profunda crítica al sistema educativo se su época, donde la imaginación y la creatividad eran cercenadas antes siquiera de aparecer. Realiza un estudio bastante exhaustivo sobre la necesidad de la libertad a la hora del desarrollo espiritual del ser humano. Y te hace reflexionar. Sí, es un libro para la reflexión.
Otras obras de Hermann Hesse en ULAD: El lobo estepario, Demian
sábado, 25 de julio de 2009
J. M. Coetzee: Elizabeth Costello
Idioma original: inglés
Título original: Elizabeth Costello
Fecha de publicación: 2003
Valoración: muy recomendable
Éste es el primer libro de Coetzee que leo, y la verdad es que me ha sorprendido gratamente. No conozco nada la obra de este autor, así que no sé hasta qué punto esta novela es una rareza en su producción. A mí, al menos, me ha parecido muy original. Se trata de una colección de conferencias dictadas por el personaje que da título al libro. Elizabeth Costello es una autora australiana reconocida que, en sus últimos años de vida, recibe homenajes y premios en diversos países. Invitada en cada caso a pronunciar una conferencia, Costello habla de materias propias de su profesión, como el realismo en literatura o el futuro de la novela, pero también de algunos temas que ha convertido en su caballo de batalla personal: sobre todo, la defensa del vegetarianismo.
Así, el libro está divido en 8 lecciones (en el sentido, mucho más literal que en castellano, del inglés "lecture"). En todas ellas -menos en la última, que es una especie de remake kafkiano- se desarrolla un tema de forma ensayística. La habilidad de Coetzee reside en conseguir que, pese a todo, el libro siga siendo una novela. En un par de ocasiones se reproducen íntegramente las conferencias. Sin embargo, están tan ágilmente escritas que su lectura no se hace pesada en ningún momento. Además, Coetzee las enmarca con unos pocos trazos en la situación personal del personaje, logrando así que formen parte integrante del argumento novelesco. El tema del que habla Costello cobra una nueva luz cuando se presenta como un episodio en las relaciones de la autora con su hijo, su hermana o un antiguo amante.
Dicho así suena bastante mal: como si Coetzee hubiera revestido, sin más, una serie de ensayos con un par de anécdotas para hacer una novela. Bueno, no sé hasta qué punto esa operación refleja la génesis del libro, pero sospecho que no se aleja demasiado de la realidad. Lo digo porque, al ir a buscar la fecha de publicación, me he dado cuenta de que casi todas las lecciones se publicaron anteriormente por separado. Ignoro si en esas versiones se ponían también los argumentos en boca de Costello o si eran, simplemente, ensayos que defendían el punto de vista del autor, pero me inclino a pensar lo segundo. Una buena razón es que Coetzee ha denunciado públicamente la crueldad contra los animales, como también hace su personaje en el libro. O sea que no es descabellado concluir que la novela es realmente una serie de conferencias, sólo que dictadas por Coetzee.
Eso sí, lo sorprendente es que la transformación en materia novelesca es exitosa. Si no me equivoco en lo que se refiere al proceso de escritura del libro, esto no hace sino aumentar el mérito del autor. El peligro de que quedara una mera yuxtaposición de anécdotas narradas y tesis argumentadas, sin conexión entre sí, era enorme. Coetzee no sólo lo evita, sino que logra reunir las cualidades de la novela y del ensayo en una síntesis novedosa que no decepciona. Dicho todo esto añado que no puedo entender a qué viene el epílogo: una carta de una tal Elizabeth C. escrita en 1603.
Todas las obras de J.M. Coetzee reseñadas en ULAD: Aquí
Título original: Elizabeth Costello
Fecha de publicación: 2003
Valoración: muy recomendable
Éste es el primer libro de Coetzee que leo, y la verdad es que me ha sorprendido gratamente. No conozco nada la obra de este autor, así que no sé hasta qué punto esta novela es una rareza en su producción. A mí, al menos, me ha parecido muy original. Se trata de una colección de conferencias dictadas por el personaje que da título al libro. Elizabeth Costello es una autora australiana reconocida que, en sus últimos años de vida, recibe homenajes y premios en diversos países. Invitada en cada caso a pronunciar una conferencia, Costello habla de materias propias de su profesión, como el realismo en literatura o el futuro de la novela, pero también de algunos temas que ha convertido en su caballo de batalla personal: sobre todo, la defensa del vegetarianismo.
Así, el libro está divido en 8 lecciones (en el sentido, mucho más literal que en castellano, del inglés "lecture"). En todas ellas -menos en la última, que es una especie de remake kafkiano- se desarrolla un tema de forma ensayística. La habilidad de Coetzee reside en conseguir que, pese a todo, el libro siga siendo una novela. En un par de ocasiones se reproducen íntegramente las conferencias. Sin embargo, están tan ágilmente escritas que su lectura no se hace pesada en ningún momento. Además, Coetzee las enmarca con unos pocos trazos en la situación personal del personaje, logrando así que formen parte integrante del argumento novelesco. El tema del que habla Costello cobra una nueva luz cuando se presenta como un episodio en las relaciones de la autora con su hijo, su hermana o un antiguo amante.
Dicho así suena bastante mal: como si Coetzee hubiera revestido, sin más, una serie de ensayos con un par de anécdotas para hacer una novela. Bueno, no sé hasta qué punto esa operación refleja la génesis del libro, pero sospecho que no se aleja demasiado de la realidad. Lo digo porque, al ir a buscar la fecha de publicación, me he dado cuenta de que casi todas las lecciones se publicaron anteriormente por separado. Ignoro si en esas versiones se ponían también los argumentos en boca de Costello o si eran, simplemente, ensayos que defendían el punto de vista del autor, pero me inclino a pensar lo segundo. Una buena razón es que Coetzee ha denunciado públicamente la crueldad contra los animales, como también hace su personaje en el libro. O sea que no es descabellado concluir que la novela es realmente una serie de conferencias, sólo que dictadas por Coetzee.
Eso sí, lo sorprendente es que la transformación en materia novelesca es exitosa. Si no me equivoco en lo que se refiere al proceso de escritura del libro, esto no hace sino aumentar el mérito del autor. El peligro de que quedara una mera yuxtaposición de anécdotas narradas y tesis argumentadas, sin conexión entre sí, era enorme. Coetzee no sólo lo evita, sino que logra reunir las cualidades de la novela y del ensayo en una síntesis novedosa que no decepciona. Dicho todo esto añado que no puedo entender a qué viene el epílogo: una carta de una tal Elizabeth C. escrita en 1603.
Todas las obras de J.M. Coetzee reseñadas en ULAD: Aquí
viernes, 24 de julio de 2009
Miguel de Cervantes: Don Quijote de la Mancha
Idioma original: español
Fecha de publicación: 1605-1615
Valoración: Imprescindible
Pues sí, por fin me decido. Los que me conocen personalmente saben que el Quijote es uno de mis libros de cabecera, que lo he leído entero unas ocho veces, y a saltos otra decena más (en parte por obligación pero también, por supuesto, porque me encanta). ¿Hay necesidad de recomendar el Quijote a estas alturas? Yo creo que sí, porque aunque parezca mentira, conozco a lectores -y lectoras- voraces que no se han atrevido con él, probablemente porque piensan que se van a aburrir, que se trata de un fósil literario como el Cantar de Mío Cid o los Milagros de Nuestra Señora (dos obras que merecen nuestra veneración como objetos históricos, pero que para el lector actual son una verdadera tortura).
Pues no, el Quijote es una obra muy viva, y muy divertida. Hay que superar, por supuesto, la distancia lingüística y estética que imponen los cuatro siglos desde que se publicó, pero una vez conseguido esto, será raro el lector que no sonría, e incluso que no suelte alguna carcajada leyendo el Quijote (la escena, por ejemplo, de la pelea con la fea asturiana Maritornes en la venta es un clásico de la comedia de todos los tiempos). Hay episodios de los que hemos oído hablar mil veces, como el de los molinos o los rebaños de ovejas, y otros menos conocidos pero igual de graciosos, como el de la cueva de Montesinos o el baciyelmo, además de todas las parodias de los caballeros andantes que pueblan la primera parte...
Pero en el Quijote hay mucho más: su primera parte es todo un compendio de los géneros narrativos de la época (la novela pastoril, la novella corta, incluso la novela bizantina...), y la segunda, que prescinde de estos "episodios" para centrarse en la pareja protagonista, inaugura, como se ha dicho muchas veces, la novela moderna, de la que beberán los escritores ingleses del siglo XVIII, los franceses del XIX y los españoles e hispanoamericanos desde entonces. Su ironía, sus juegos de planos de ficción, la humanidad de sus personajes (¿cómicos o trágicos?), la gracia desprejuiciada con la que está escrito, contribuyen a multiplicar la complejidad de la obra, y explican la multiplicidad de lecturas que ha provocado.
Por supuesto, no todo es perfecto en el Quijote: las aventuras pastoriles y románticas de la primera parte terminan resultando cargantes; el final de la segunda -quizás por las prisas que le provocó la publicación del Quijote de Avellaneda- resulta algo precipitado, aunque sigue teniendo episodios memorables. En cualquier caso, el Quijote es una de esas novelas llenas de sutilezas -narrativas, lingüísticas, psicológicas...- que se van descubriendo con el tiempo, y que merece la pena recorrer cada cierto tiempo, porque, como dice un personaje en la segunda parte, "los niños lo manosean; los jóvenes lo leen; los adultos lo entienden y los viejos lo celebran"
También de Miguel de Cervantes en ULAD: Los trabajos de Persiles y Segismunda, Novelas ejemplares (I)
Fecha de publicación: 1605-1615
Valoración: Imprescindible
Pues sí, por fin me decido. Los que me conocen personalmente saben que el Quijote es uno de mis libros de cabecera, que lo he leído entero unas ocho veces, y a saltos otra decena más (en parte por obligación pero también, por supuesto, porque me encanta). ¿Hay necesidad de recomendar el Quijote a estas alturas? Yo creo que sí, porque aunque parezca mentira, conozco a lectores -y lectoras- voraces que no se han atrevido con él, probablemente porque piensan que se van a aburrir, que se trata de un fósil literario como el Cantar de Mío Cid o los Milagros de Nuestra Señora (dos obras que merecen nuestra veneración como objetos históricos, pero que para el lector actual son una verdadera tortura).
Pues no, el Quijote es una obra muy viva, y muy divertida. Hay que superar, por supuesto, la distancia lingüística y estética que imponen los cuatro siglos desde que se publicó, pero una vez conseguido esto, será raro el lector que no sonría, e incluso que no suelte alguna carcajada leyendo el Quijote (la escena, por ejemplo, de la pelea con la fea asturiana Maritornes en la venta es un clásico de la comedia de todos los tiempos). Hay episodios de los que hemos oído hablar mil veces, como el de los molinos o los rebaños de ovejas, y otros menos conocidos pero igual de graciosos, como el de la cueva de Montesinos o el baciyelmo, además de todas las parodias de los caballeros andantes que pueblan la primera parte...
Pero en el Quijote hay mucho más: su primera parte es todo un compendio de los géneros narrativos de la época (la novela pastoril, la novella corta, incluso la novela bizantina...), y la segunda, que prescinde de estos "episodios" para centrarse en la pareja protagonista, inaugura, como se ha dicho muchas veces, la novela moderna, de la que beberán los escritores ingleses del siglo XVIII, los franceses del XIX y los españoles e hispanoamericanos desde entonces. Su ironía, sus juegos de planos de ficción, la humanidad de sus personajes (¿cómicos o trágicos?), la gracia desprejuiciada con la que está escrito, contribuyen a multiplicar la complejidad de la obra, y explican la multiplicidad de lecturas que ha provocado.
Por supuesto, no todo es perfecto en el Quijote: las aventuras pastoriles y románticas de la primera parte terminan resultando cargantes; el final de la segunda -quizás por las prisas que le provocó la publicación del Quijote de Avellaneda- resulta algo precipitado, aunque sigue teniendo episodios memorables. En cualquier caso, el Quijote es una de esas novelas llenas de sutilezas -narrativas, lingüísticas, psicológicas...- que se van descubriendo con el tiempo, y que merece la pena recorrer cada cierto tiempo, porque, como dice un personaje en la segunda parte, "los niños lo manosean; los jóvenes lo leen; los adultos lo entienden y los viejos lo celebran"
También de Miguel de Cervantes en ULAD: Los trabajos de Persiles y Segismunda, Novelas ejemplares (I)
jueves, 23 de julio de 2009
Mario Benedetti: Primavera con una esquina rota.
Idioma original: español
Año de publicación: 1982
Valoración: Recomendable.
En mi opinión, éste no es el mejor libro de Benedetti pero tiene muchos de los rasgos que me fascinan de este autor; lucidez, compromiso, ternura, gran densidad de contenidos tras una aparente simplicidad formal...
Esta novela cuenta la historia de Santiago (un preso político de la dictadura uruguaya), su familia y uno de sus amigos más cercanos.
Tras haber abandonado Uruguay, la esposa del protagonista comienza a distanciarse progresivamente de él y a estrechar su relación con Rolando, amigo común del matrimonio; también exiliado y antiguo compañero ideológico.
Mientras, en prisión, Santiago vive en un mundo de ensoñaciones, recuerdos y reflexiones del que merece la pena rescatar algunos destellos para comprender la esencia de esta obra.
"... verás que la vida no sólo, como tú dices, sigue, sino que además se acomoda, se reajusta. Quizá tenga razón. Todo este terremoto nos ha dejado rengos, incompletos, parcialmente vacíos, insomnes. Nunca vamos a ser los de antes. Mejores o peores, cada uno lo sabrá. Por dentro, y a veces por fuera, nos pasó una tormenta, un vendaval, y esta calma de ahora tiene árboles caídos, techos desmoronados, azoteas sin antenas, escombros, muchos escombros. Tenemos que reconstruirnos, claro: plantar nuevos árboles, pero tal vez no consigamos en el vivero los mismos tallitos, las mismas semillas. Levantar nuevas casas, estupendo, pero ¿será bueno que el arquitecto se limite a reproducir fielmente el plano anterior, o será infinitamente mejor que repiense el problema y dibuje un nuevo plano, en el que se contemplen nuestras necesidades actuales? Quitar los escombros, dentro de lo posible; porque también habrá escombros que nadie podrá quitar del corazón y de la memoria."
"la primavera es como un espejo pero el mío tiene una esquina rota/ era inevitable no iba a conservarse enterito después de este quinquenio más bien nutrido/ pero aun con una esquina rota el espejo sirve la primavera sirve"
"... es horrible tener tanto miedo pero más horrible es tener que tragarse los aullidos
el miedo es el peor abismo y sólo uno puede arrancarse del pozo agarrándose los propios pelos y tirando hacia arriba/ de a poco se va aprendiendo a no tenerle miedo al miedo/ muy de a poco/ entonces si uno le hace frente el miedo huye"
"afuera para que la solidaridad se sienta hay que reunir un millar de personas y colectas y denuncias y derechos humanos/ adentro en cambio la solidaridad puede tener el tamaño de media galletita"
Pese a que, como decía, ésta no es la obra de Benedetti que más me gusta, considero indudable su calidad literaria y recomiendo su lectura, como una oportunidad de profundizar, no sólo en la realidad social de una época histórica, sino en algunos de los aspectos esenciales del ser humano; su idealismo, su miedo, su dolor, su esperanza...
El conmovedor final de esta historia nos deja prendida en la solapa una especie de melancolía; cierta consciencia inevitable de las terribles injusticias que genera este mundo nuestro.
También de Benedetti: La Tregua, Inventario Uno, Memoria y esperanza
Año de publicación: 1982
Valoración: Recomendable.
En mi opinión, éste no es el mejor libro de Benedetti pero tiene muchos de los rasgos que me fascinan de este autor; lucidez, compromiso, ternura, gran densidad de contenidos tras una aparente simplicidad formal...
Esta novela cuenta la historia de Santiago (un preso político de la dictadura uruguaya), su familia y uno de sus amigos más cercanos.
Tras haber abandonado Uruguay, la esposa del protagonista comienza a distanciarse progresivamente de él y a estrechar su relación con Rolando, amigo común del matrimonio; también exiliado y antiguo compañero ideológico.
Mientras, en prisión, Santiago vive en un mundo de ensoñaciones, recuerdos y reflexiones del que merece la pena rescatar algunos destellos para comprender la esencia de esta obra.
"... verás que la vida no sólo, como tú dices, sigue, sino que además se acomoda, se reajusta. Quizá tenga razón. Todo este terremoto nos ha dejado rengos, incompletos, parcialmente vacíos, insomnes. Nunca vamos a ser los de antes. Mejores o peores, cada uno lo sabrá. Por dentro, y a veces por fuera, nos pasó una tormenta, un vendaval, y esta calma de ahora tiene árboles caídos, techos desmoronados, azoteas sin antenas, escombros, muchos escombros. Tenemos que reconstruirnos, claro: plantar nuevos árboles, pero tal vez no consigamos en el vivero los mismos tallitos, las mismas semillas. Levantar nuevas casas, estupendo, pero ¿será bueno que el arquitecto se limite a reproducir fielmente el plano anterior, o será infinitamente mejor que repiense el problema y dibuje un nuevo plano, en el que se contemplen nuestras necesidades actuales? Quitar los escombros, dentro de lo posible; porque también habrá escombros que nadie podrá quitar del corazón y de la memoria."
"la primavera es como un espejo pero el mío tiene una esquina rota/ era inevitable no iba a conservarse enterito después de este quinquenio más bien nutrido/ pero aun con una esquina rota el espejo sirve la primavera sirve"
"... es horrible tener tanto miedo pero más horrible es tener que tragarse los aullidos
el miedo es el peor abismo y sólo uno puede arrancarse del pozo agarrándose los propios pelos y tirando hacia arriba/ de a poco se va aprendiendo a no tenerle miedo al miedo/ muy de a poco/ entonces si uno le hace frente el miedo huye"
"afuera para que la solidaridad se sienta hay que reunir un millar de personas y colectas y denuncias y derechos humanos/ adentro en cambio la solidaridad puede tener el tamaño de media galletita"
Pese a que, como decía, ésta no es la obra de Benedetti que más me gusta, considero indudable su calidad literaria y recomiendo su lectura, como una oportunidad de profundizar, no sólo en la realidad social de una época histórica, sino en algunos de los aspectos esenciales del ser humano; su idealismo, su miedo, su dolor, su esperanza...
El conmovedor final de esta historia nos deja prendida en la solapa una especie de melancolía; cierta consciencia inevitable de las terribles injusticias que genera este mundo nuestro.
También de Benedetti: La Tregua, Inventario Uno, Memoria y esperanza
miércoles, 22 de julio de 2009
Louisa May Alcott: Detrás de la máscara
Título original: Behind a mask, or a Woman’s power
Idioma original: inglés
Año de publicación: 1866
Valoración: Está bien
Louisa May Alcott es, o más bien, fue una escritora norteamericana mundialmente conocida por su exitosa obra Mujercitas, cuyas repetidas adaptaciones a la gran pantalla, pese a conseguir logradas y enternecedoras versiones (la novela no es tan tierna), han terminado por provocar un empacho de mermelada en los espectadores reincidentes (y añadiré que incluso hay una serie de animación japonesa sobre las archiconocidas chicas March).
Pero la Alcott, al igual que su tenaz, talentosa, noble y algo hombruna Josephine, la segunda de las Mujercitas, también dedicó buena parte de su genio literario a escribir pequeñas historias de regusto esencialmente gótico para revistas y publicaciones menores, antes de consagrarse definitivamente de la mano de las cuatro hermanitas March, tan diferentes y similares a un mismo tiempo, y la versión sincera de lo que fue su propia vida y la de sus hermanas de carne y hueso.
Así, Louisa May, también cultivó el género negro a base de predecibles e intensas historietas de terror o suspense que tan buenas propinas le supusieron en sus comienzos, como esta Detrás de la máscara, una oscura novela que se publicó gozando ya la escritora de las mieles del éxito, y que presenta a un tipo de mujer en nada loable, enternecedor o digno, sino todo lo contrario: la señorita Muir, su protagonista, es una presunta institutriz que dice contar con diecinueve años, y que pese a no ser guapa, se las ingenia con sus poses y artimañas para lograr seducir a uno de los hombres ricos que conviven en la casa en la que entra a trabajar.
Después de leer este libro, en el que se describe a una especie de antítesis de la abnegada y sincera Jane Eyre, pocos podrán acusar a la escritora norteamericana de decantarse siempre por seres y tramas ejemplarizantes en las que se deja claro que el esfuerzo y la honradez son los caminos sacrificados pero seguros hacia el éxito; porque en este caso, la poco atractiva señorita Muir quiere dinero, gloria y un marido rico, y pese a su falta de dones, lo conseguirá de forma maquiavélica, haciendo lo que haga falta; mintiendo, fingiendo, embaucando y torciendo.
Seguramente, no seré yo el único que pueda mencionar a más de una o un señorita o señorito Muir: están ahí, se mueven por este mundo nuestro de rivalidades y complejos con aparente gesto modesto y oscuras intenciones, compensando su falta de cualidades y valores con una ambición desmedida y una falta de escrúpulos atroz que, probablemente, les conducirán al triunfo, sí, pero, asimismo, al nivel más raquítico de calidad humana.
También de Louisa May Alcott en ULAD: Fruitlands
Idioma original: inglés
Año de publicación: 1866
Valoración: Está bien
Louisa May Alcott es, o más bien, fue una escritora norteamericana mundialmente conocida por su exitosa obra Mujercitas, cuyas repetidas adaptaciones a la gran pantalla, pese a conseguir logradas y enternecedoras versiones (la novela no es tan tierna), han terminado por provocar un empacho de mermelada en los espectadores reincidentes (y añadiré que incluso hay una serie de animación japonesa sobre las archiconocidas chicas March).
Pero la Alcott, al igual que su tenaz, talentosa, noble y algo hombruna Josephine, la segunda de las Mujercitas, también dedicó buena parte de su genio literario a escribir pequeñas historias de regusto esencialmente gótico para revistas y publicaciones menores, antes de consagrarse definitivamente de la mano de las cuatro hermanitas March, tan diferentes y similares a un mismo tiempo, y la versión sincera de lo que fue su propia vida y la de sus hermanas de carne y hueso.
Así, Louisa May, también cultivó el género negro a base de predecibles e intensas historietas de terror o suspense que tan buenas propinas le supusieron en sus comienzos, como esta Detrás de la máscara, una oscura novela que se publicó gozando ya la escritora de las mieles del éxito, y que presenta a un tipo de mujer en nada loable, enternecedor o digno, sino todo lo contrario: la señorita Muir, su protagonista, es una presunta institutriz que dice contar con diecinueve años, y que pese a no ser guapa, se las ingenia con sus poses y artimañas para lograr seducir a uno de los hombres ricos que conviven en la casa en la que entra a trabajar.
Después de leer este libro, en el que se describe a una especie de antítesis de la abnegada y sincera Jane Eyre, pocos podrán acusar a la escritora norteamericana de decantarse siempre por seres y tramas ejemplarizantes en las que se deja claro que el esfuerzo y la honradez son los caminos sacrificados pero seguros hacia el éxito; porque en este caso, la poco atractiva señorita Muir quiere dinero, gloria y un marido rico, y pese a su falta de dones, lo conseguirá de forma maquiavélica, haciendo lo que haga falta; mintiendo, fingiendo, embaucando y torciendo.
Seguramente, no seré yo el único que pueda mencionar a más de una o un señorita o señorito Muir: están ahí, se mueven por este mundo nuestro de rivalidades y complejos con aparente gesto modesto y oscuras intenciones, compensando su falta de cualidades y valores con una ambición desmedida y una falta de escrúpulos atroz que, probablemente, les conducirán al triunfo, sí, pero, asimismo, al nivel más raquítico de calidad humana.
También de Louisa May Alcott en ULAD: Fruitlands
martes, 21 de julio de 2009
Denis Guedj: El teorema del loro. Novela para aprender matemáticas
Idioma original: francés
Fecha de publicación: 1998
Valoración: está bien
La historia gira alrededor de una colección de libros de matemáticas que llega a casa del señor Ruche, en Montmartre, junto con una carta misteriosa de un amigo al que hace mucho tiempo que no ve. Casi al mismo tiempo, Max, otro de los habitantes de la casa, encuentra un loro. Parecen dos hechos separados, pero poco a poco se irá descubriendo que están estrechamente conectados.
Se produce un asesinato. Llega otra carta. Y todo está relacionado con los libros y el loro. Se suceden las pistas y las claves para resolverlas, al tiempo que el autor recorre parte de la historia delas matemáticas, y los tres problemas clásicos de la antigüedad: duplicación del cubo, cuadratura del círculo y trisección del ángulo. Ni el señor Ruche, ni los otros dos protagonistas, conocen mucho de las matemáticas, así que recorremos la historia con ellos. El “tesoro oculto” es la demostración de un teorema no verificado que cree poseer uno de los iniciadores de la trama. También hay malotes, por supuesto, que entorpecerán la labor de los “investigadores”.
Vamos, un libro para leer este verano. El argumento es muy interesante, engancha e intentas ir deduciendo las pistas y los pasos siguientes. Las explicaciones sobre Fermat, Euler o el código Fibonacci están muy bien hechas. Como introducción a la historia de las matemáticas, impecable. Cierto que a veces la trama resulta un poco increíble, pues Guedj enlaza partes del argumento un poco forzosamente, pero no chirría. Está bien escrita, se hace muy amena y es perfecta para introducirse en los “misterios”matemáticos.
Se lee rápido y se disfruta leyéndola. Ha tenido mucho éxito en Francia, y en el resto de Europa. El autor se basa en la historia de Omar Khayam y la fortaleza de Alamut, un suceso histórico que aparece al final de la novela. En fin, vale la pena.
lunes, 20 de julio de 2009
Daniel Heller-Roazen: Ecolalias
Título original: Echolalias. On the forgetting of language
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 2005
Valoración: muy recomendable
Este es uno de los ensayos más originales que he leído desde hace tiempo. Como aclara el subtítulo, trata sobre el olvido de las lenguas. Al autor parece importarle poco explicitar la tesis central: el libro carece de algo así como una introducción o unas conclusiones, y cada capítulo trata de un tema en principio totalmente distinto del anterior, de modo que cuesta trazar la línea argumental en una primera lectura. Casi se diría que es una especie de acertijo, en el que el lector debe formarse su propia idea sobre algo que no acaba de decirse del todo.
De hecho, las páginas iniciales de cada capítulo sorprenden siempre al lector, que no puede imaginar qué tendrá que ver este nuevo derrotero con lo dicho hasta entonces: el alfabeto hebreo cede el paso a los trastornos del habla, los mitos griegos a la filología reconstructiva del XIX y así sucesivamente. Sin embargo, tras un par de páginas introductorias empieza a aparecer siempre una especie de neblina temática que resulta familiar: el olvido, el vacío, la ausencia... Todas las versiones de la nada que puede admitir el lenguaje. Pero, y aquí está lo que considero el mensaje central, se trata de una nada eficaz, una nada que crea de algún modo o, más bien, conforma el lenguaje, nos lo hace posible, pronunciable, inteligible.
El capítulo primero, por ejemplo, se ocupa de un hecho evidente en cuanto se señala, pero en el que yo, por lo menos, no me había fijado. Antes de empezar a hablar, cuando un niño llega a lo que puede llamarse la cumbre del periodo del balbuceo, el ser humano es capaz de pronunciar los sonidos de todas las lenguas posibles, y de hecho lo hace. Los sonidos que articula un bebé no pertenecen a ninguna lengua en concreto, sino a todas. Ahora bien, en cuanto empieza a decir sus primeras palabras, el niño, de pronto, olvida esa enorme capacidad fonética hasta el punto de que no consigue pronunciar buena parte de los sonidos de la que será su lengua materna. Habitualmente creemos que para empezar a hablar una lengua debemos aprender una buena cantidad de fonemas; pues resulta que ocurre justo al revés: lo que debemos hacer es olvidar todos los fonemas restantes, que ya pronunciábamos. El olvido es lo que hace posible el aprendizaje del idioma.
Otro tema que merece la atención del autor es el asterisco. No un asterisco cualquiera, sino el que anteponen los filólogos desde el siglo XIX a una palabra para significar que está "reconstruida", es decir, que no se guarda ningún registro de ella, pero que se supone que existió como raíz de varios términos en diversos idiomas. Este pequeño signo abunda sobre todo en los compendios y diccionarios etimológicos de las lenguas indoeuropeas. En principio, no puede comprobarse empíricamente si las palabras así marcadas fueron usadas o no. Lo curioso es que siempre que se ha encontrado algún registro del uso de una palabra que se había reconstruido previamente, se ha procedido inmediatamente a explicar su parentesco con otras palabras derivándolas de una forma anterior, de nuevo reconstruida. Es decir: la protolengua que busca la filología indoeuropea es, por definición, una lengua imaginada, una lengua que no puede existir. Son estas formas imaginadas e inexistentes las que nos permiten descubrir las relaciones de unas lenguas con otras.
Y así podría seguirse capítulo tras capítulo. En todos logra introducir el autor un tema sorprendente, que trata con agilidad y asombrosa erudición, y relaciona con esta temática general sobre la nada eficaz. Heller-Roazen ha sido un gran descubrimiento, y ojo porque katz amenaza con publicar una segunda obra suya dentro de poco. Estaré pendiente.
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 2005
Valoración: muy recomendable
Este es uno de los ensayos más originales que he leído desde hace tiempo. Como aclara el subtítulo, trata sobre el olvido de las lenguas. Al autor parece importarle poco explicitar la tesis central: el libro carece de algo así como una introducción o unas conclusiones, y cada capítulo trata de un tema en principio totalmente distinto del anterior, de modo que cuesta trazar la línea argumental en una primera lectura. Casi se diría que es una especie de acertijo, en el que el lector debe formarse su propia idea sobre algo que no acaba de decirse del todo.
De hecho, las páginas iniciales de cada capítulo sorprenden siempre al lector, que no puede imaginar qué tendrá que ver este nuevo derrotero con lo dicho hasta entonces: el alfabeto hebreo cede el paso a los trastornos del habla, los mitos griegos a la filología reconstructiva del XIX y así sucesivamente. Sin embargo, tras un par de páginas introductorias empieza a aparecer siempre una especie de neblina temática que resulta familiar: el olvido, el vacío, la ausencia... Todas las versiones de la nada que puede admitir el lenguaje. Pero, y aquí está lo que considero el mensaje central, se trata de una nada eficaz, una nada que crea de algún modo o, más bien, conforma el lenguaje, nos lo hace posible, pronunciable, inteligible.
El capítulo primero, por ejemplo, se ocupa de un hecho evidente en cuanto se señala, pero en el que yo, por lo menos, no me había fijado. Antes de empezar a hablar, cuando un niño llega a lo que puede llamarse la cumbre del periodo del balbuceo, el ser humano es capaz de pronunciar los sonidos de todas las lenguas posibles, y de hecho lo hace. Los sonidos que articula un bebé no pertenecen a ninguna lengua en concreto, sino a todas. Ahora bien, en cuanto empieza a decir sus primeras palabras, el niño, de pronto, olvida esa enorme capacidad fonética hasta el punto de que no consigue pronunciar buena parte de los sonidos de la que será su lengua materna. Habitualmente creemos que para empezar a hablar una lengua debemos aprender una buena cantidad de fonemas; pues resulta que ocurre justo al revés: lo que debemos hacer es olvidar todos los fonemas restantes, que ya pronunciábamos. El olvido es lo que hace posible el aprendizaje del idioma.
Otro tema que merece la atención del autor es el asterisco. No un asterisco cualquiera, sino el que anteponen los filólogos desde el siglo XIX a una palabra para significar que está "reconstruida", es decir, que no se guarda ningún registro de ella, pero que se supone que existió como raíz de varios términos en diversos idiomas. Este pequeño signo abunda sobre todo en los compendios y diccionarios etimológicos de las lenguas indoeuropeas. En principio, no puede comprobarse empíricamente si las palabras así marcadas fueron usadas o no. Lo curioso es que siempre que se ha encontrado algún registro del uso de una palabra que se había reconstruido previamente, se ha procedido inmediatamente a explicar su parentesco con otras palabras derivándolas de una forma anterior, de nuevo reconstruida. Es decir: la protolengua que busca la filología indoeuropea es, por definición, una lengua imaginada, una lengua que no puede existir. Son estas formas imaginadas e inexistentes las que nos permiten descubrir las relaciones de unas lenguas con otras.
Y así podría seguirse capítulo tras capítulo. En todos logra introducir el autor un tema sorprendente, que trata con agilidad y asombrosa erudición, y relaciona con esta temática general sobre la nada eficaz. Heller-Roazen ha sido un gran descubrimiento, y ojo porque katz amenaza con publicar una segunda obra suya dentro de poco. Estaré pendiente.
domingo, 19 de julio de 2009
Carmen Martín Gaite: Entre visillos
Idioma original: español
Año de publicación: 1957
Valoración: Muy recomendable
Escogí este libro de la biblioteca de mi casa un verano de hace muchos años porque su edición y su longitud me lo hicieron ver apetecible. Y en cuanto comencé a leerlo, el lenguaje fácil y preciso, sin florituras ni devaneos, me indicó que no me había equivocado: que era una idónea lectura estival, época en la que el cerebro se ocupa, quién sabe por qué, en asuntos más urgentes, como puede ser el preparar apresuradamente citas en la playa.
Pero poco de soleada o frívola tiene la atmósfera que transmite aquí la salmantina Carmen Martín Gaite.
Entre visillos se sitúa en una vulgar ciudad de provincias de posguerra que sufrirá una suave revolución con la llega de Pablo Klein, el nuevo profesor de alemán del instituto. El hombre, culto, reservado y sensato, acudirá a la casa del fallecido director del instituto, y se enamorará casi instantáneamente de la abofeteable hija del difunto, la inestable Elvira, que un día parece corresponderle y otro no, volviéndole loco con sus dudas, que más bien parecen las calculadas estratagemas de una chica débil y vanidosa que no sabe cómo aceptar el afecto de un hombre al que considera de demasiada talla para ella. La que sí se enamorará de él sin artificios (aunque ella no lo sepa hasta el final) será una de sus jóvenes alumnas, la tímida Natalia, preocupada por su futuro académico (estudiante brillante, Natalia se atreve a plantearse estudiar una carrera) y por su hermana, cuyo novio le ha ofrecido casarse e irse a vivir con él pese a que el inflexible progenitor de las hermanas amenace con abortar su proyecto.
Me gustó mucho aquella primera Carmen Martín Gaite que leí, la cual, pese a su sencillez, no dejaba ni un cabo suelto en su desasosegante visión de ese lugar, un rincón de la Castilla profunda donde reinan las costumbres férreas e inamovibles, alicatadas a base de padres sátrapas y vecinos cotillas, una tierra yerma para los sueños e ilusiones que alimentan a cualquier jovencita inquieta que ve en el porvenir la posibilidad de colmar sus expectativas existenciales.
El Pablo Klein de Martín Gaite es la novedad, la sensatez, la apertura a una nueva dimensión, y el pueblo donde va a parar es la cruda y áspera realidad contra la que chocará su elevado espíritu, simbolizando Elvira, en mi opinión, la lucha de antemano perdida que es tratar de hacer entrar en razón y amar a algo escurridizo e irremediablemente insulso.
La escritora salmantina, que fue esposa de Rafael Sánchez Ferlosio, ganó el premio Nadal con esta novela, aunque no alcanzó el gran reconocimiento que se merecía hasta mucho después, con El cuarto de atrás.
También de Carmen Martín Gaite en ULAD: Nubosidad variable , Irse de casa, El cuarto de atrás
Año de publicación: 1957
Valoración: Muy recomendable
Escogí este libro de la biblioteca de mi casa un verano de hace muchos años porque su edición y su longitud me lo hicieron ver apetecible. Y en cuanto comencé a leerlo, el lenguaje fácil y preciso, sin florituras ni devaneos, me indicó que no me había equivocado: que era una idónea lectura estival, época en la que el cerebro se ocupa, quién sabe por qué, en asuntos más urgentes, como puede ser el preparar apresuradamente citas en la playa.
Pero poco de soleada o frívola tiene la atmósfera que transmite aquí la salmantina Carmen Martín Gaite.
Entre visillos se sitúa en una vulgar ciudad de provincias de posguerra que sufrirá una suave revolución con la llega de Pablo Klein, el nuevo profesor de alemán del instituto. El hombre, culto, reservado y sensato, acudirá a la casa del fallecido director del instituto, y se enamorará casi instantáneamente de la abofeteable hija del difunto, la inestable Elvira, que un día parece corresponderle y otro no, volviéndole loco con sus dudas, que más bien parecen las calculadas estratagemas de una chica débil y vanidosa que no sabe cómo aceptar el afecto de un hombre al que considera de demasiada talla para ella. La que sí se enamorará de él sin artificios (aunque ella no lo sepa hasta el final) será una de sus jóvenes alumnas, la tímida Natalia, preocupada por su futuro académico (estudiante brillante, Natalia se atreve a plantearse estudiar una carrera) y por su hermana, cuyo novio le ha ofrecido casarse e irse a vivir con él pese a que el inflexible progenitor de las hermanas amenace con abortar su proyecto.
Me gustó mucho aquella primera Carmen Martín Gaite que leí, la cual, pese a su sencillez, no dejaba ni un cabo suelto en su desasosegante visión de ese lugar, un rincón de la Castilla profunda donde reinan las costumbres férreas e inamovibles, alicatadas a base de padres sátrapas y vecinos cotillas, una tierra yerma para los sueños e ilusiones que alimentan a cualquier jovencita inquieta que ve en el porvenir la posibilidad de colmar sus expectativas existenciales.
El Pablo Klein de Martín Gaite es la novedad, la sensatez, la apertura a una nueva dimensión, y el pueblo donde va a parar es la cruda y áspera realidad contra la que chocará su elevado espíritu, simbolizando Elvira, en mi opinión, la lucha de antemano perdida que es tratar de hacer entrar en razón y amar a algo escurridizo e irremediablemente insulso.
La escritora salmantina, que fue esposa de Rafael Sánchez Ferlosio, ganó el premio Nadal con esta novela, aunque no alcanzó el gran reconocimiento que se merecía hasta mucho después, con El cuarto de atrás.
También de Carmen Martín Gaite en ULAD: Nubosidad variable , Irse de casa, El cuarto de atrás
sábado, 18 de julio de 2009
Michael Joyce: Afternoon, a story
Idioma original: inglés
Título original: Afternoon, a story
Año de publicación: 1987 (CD-ROM)
Valoración: Muy recomendable
Hace ya 22 años (parece mentira) que Eastgate publicó esta obra, considerada de manera casi unánime como la culminación de la narrativa hipertextual. Es decir, cuando los ordenadores personales aún no eran el fenómeno de masas que ahora son, e internet estaba prácticamente en mantillas, ya se había escrito la que probablemente sea la mejor novela electrónica (por ahora).
¿Y por qué es esta una gran novela? En primer lugar, porque Michael Joyce escribe muy bien. A menudo se achaca a los productos digitales que el poder seductor del contenido no se complemente con un contenido de calidad; no es el caso. El estilo de Joyce es muy poético, y paseándose por la novela se llega a páginas en las que da gusto quedarse y reposar un rato. La historia (si es que se puede hablar propiamente de historia) es la de un padre que quiere averiguar si su hijo se ha visto involucrado en un accidente de coche.
Pero sobre todo, esta novela es memorable por el modo de leerla, ya que, como todo hipertexto, está compuesta por textos y enlaces; pero en este caso, esa posibilidad se lleva al límite: cada palabra del texto, es un enlace, que ni siquiera se resalta tipográficamente. De esta manera, el lector tiene una página inicial que le introduce en la novela, pero a partir de entonces deberá buscar su propio camino mediante clics, pinchando en las palabras que quiera, sin saber exactamente adónde le llevarán (es lo que se ha llamado la "cualidad lírica de los enlaces"). Además, es más que probable que el lector tropiece repetidas veces con una misma página, que dice únicamente: "I want to say I may have seen my son die this morning" ("quiero decir que puede que haya visto morir a mi hijo esta mañana").
He enseñado esta novela varias veces ya en distintas clases en la universidad, y la reacción de los alumnos casi siempre suele ser de curiosidad, pero también de incomprensión, escepticismo o desorientación. ¿Cómo puede uno leer una novela en la que no sabe si está siguiendo el orden correcto, si ha leído todas las páginas o si hay un final? Todo lector que se enfrenta por primera vez a este tipo de obras siente eso (yo también), pero esa es también otra parte de su encanto: que nos enfrenta a nuestros hábitos como lectores, los desafía y los supera.
Título original: Afternoon, a story
Año de publicación: 1987 (CD-ROM)
Valoración: Muy recomendable
Hace ya 22 años (parece mentira) que Eastgate publicó esta obra, considerada de manera casi unánime como la culminación de la narrativa hipertextual. Es decir, cuando los ordenadores personales aún no eran el fenómeno de masas que ahora son, e internet estaba prácticamente en mantillas, ya se había escrito la que probablemente sea la mejor novela electrónica (por ahora).
¿Y por qué es esta una gran novela? En primer lugar, porque Michael Joyce escribe muy bien. A menudo se achaca a los productos digitales que el poder seductor del contenido no se complemente con un contenido de calidad; no es el caso. El estilo de Joyce es muy poético, y paseándose por la novela se llega a páginas en las que da gusto quedarse y reposar un rato. La historia (si es que se puede hablar propiamente de historia) es la de un padre que quiere averiguar si su hijo se ha visto involucrado en un accidente de coche.
Pero sobre todo, esta novela es memorable por el modo de leerla, ya que, como todo hipertexto, está compuesta por textos y enlaces; pero en este caso, esa posibilidad se lleva al límite: cada palabra del texto, es un enlace, que ni siquiera se resalta tipográficamente. De esta manera, el lector tiene una página inicial que le introduce en la novela, pero a partir de entonces deberá buscar su propio camino mediante clics, pinchando en las palabras que quiera, sin saber exactamente adónde le llevarán (es lo que se ha llamado la "cualidad lírica de los enlaces"). Además, es más que probable que el lector tropiece repetidas veces con una misma página, que dice únicamente: "I want to say I may have seen my son die this morning" ("quiero decir que puede que haya visto morir a mi hijo esta mañana").
He enseñado esta novela varias veces ya en distintas clases en la universidad, y la reacción de los alumnos casi siempre suele ser de curiosidad, pero también de incomprensión, escepticismo o desorientación. ¿Cómo puede uno leer una novela en la que no sabe si está siguiendo el orden correcto, si ha leído todas las páginas o si hay un final? Todo lector que se enfrenta por primera vez a este tipo de obras siente eso (yo también), pero esa es también otra parte de su encanto: que nos enfrenta a nuestros hábitos como lectores, los desafía y los supera.
viernes, 17 de julio de 2009
¿Existe la 'buena literatura'?
Como "críticos amateur" que somos los que hacemos este blog, hay una pregunta que debemos intentar contestar, aunque sea imposible dar una respuesta definitiva: ¿existe realmente algo que pueda ser calificado como "buena literatura", opuesto a lo que podríamos llamar "subliteratura"? ¿Son libros como La insoportable levedad del ser, Pedro Páramo o Ficciones inherentemente mejores que El Código Da Vinci, Parque Jurásico o la última novela de Danielle Steel? Dicho en otras palabras: ¿existe algún criterio, aparte del gusto personal, que nos permita calificar determinados libros como "imprescindibles", "muy recomendables" o "repugnantes"?
Tradicionalmente se habla de "alta" y "baja literatura". La distinción puede imaginarse así. De un lado están los autores que continúan formas y géneros heredados adaptándolos a los gustos de la masa, que es perezosa y no quiere complicaciones: eso es bajo. De otro lado están los autores que se preocupan por innovar en su arte, llevan a su perfección formas que ya existían o crean otras nuevas: eso es alto. Por supuesto, decirlo así suena más bien a enseñanza de Barrio Sésamo, pero algo parecido es lo que se tiene en mente cuando se habla de alta literatura (seria, difícil, guiada sólo por criterios estéticos) y baja literatura (superficial, fácil de leer, preocupada por agradar).
Existe desde luego actualmente la tendencia, que no carece de argumentos, a considerar que clasificar así las producciones culturales es un formulismo conservador injustificado que conviene desterrar. Al fin y al cabo, el criterio presenta sus problemas cuando se trata de aplicarlo. Por ejemplo, hay muchos autores que escribían con la clara intención de agradar a su público y ponerles las cosas fáciles, más que nada porque vivían de su aprobación. Según la distinción en "alto" y "bajo", deberíamos condenarlos como mediocres productores de best sellers, pero no, resulta que forman parte del canon. Lope de Vega, sin ir más lejos. Por otro lado, las fronteras entre la alta y la baja literatura, pretendidamente eternas, han demostrado ser bastante cambiantes: escritores saludados en su tiempo como un dechado de originalidad y genio son olvidados poco después y vistos como meros epígonos. ¿Quién recuerda, por ejemplo, a Echegaray, uno de nuestros premios Nobel?
Y no es sólo que el criterio se muestre poco útil, es que puede sospecharse, con motivo, que su verdadera razón de ser tiene poco que ver con la literatura, y mucho con la distinción social. Así, excluir géneros completos del canon literario sería más un gesto de exclusividad aristocratizante que la aplicación de ninguna verdad estética: abajo, la chusma que consume mala literatura; arriba, los lectores selectos que se deleitan con obras de arte. En muchos casos puede aceptarse que es así, y que hay mucho de esnobismo en rechazar, a priori, las posibilidades y los logros de, por ejemplo, la novela policiaca, la novela fantástica o el relato de terror.
Pero, al mismo tiempo, tampoco les falta razón a los críticos que, como Harold Bloom (aunque quizás no con los mismos argumentos que Harold Bloom) defienden la necesidad de mantener una exigencia estética que limite la entrada en el canon: que puede ser histórica y científicamente apasionante estudiar los géneros populares, pero a fin de cuentas existe una diferencia cualitativa entre, por ejemplo, Philip Roth y Stephen King. Es innegable que unos libros son más simples que otros; en su estructura narrativa, en la construcción de personajes y escenas o en el tipo de lenguaje utilizado.
En algunos casos, por ejemplo, bastan un par de rasgos descriptivos para que reconozcamos un tipo de personaje que ya conocemos de sobra de mil películas, cómics, etc. Para no salir del Código Da Vinci (que es una bendición al hablar de estos temas): el protagonista es un profesor universitario, que habla varias lenguas vivas y muertas y es experto en antiguas simbologías, pero que, a la vez, sabe disparar un arma y al que siempre se le ocurre la manera de escapar de la muerte en el último segundo. ¿De qué me sonará...? Ese uso de ciertos clichés facilita la lectura, porque hace que anticipemos en gran parte la acción y no tengamos que detenernos en los detalles para ir completando nuestra imagen del personaje. Por la misma razón, claro, aligera mucho el trabajo del escritor. Podría decirse que muchos libros pecan, por así decirlo, de pereza literaria. ¿Es eso malo? Bueno, todos preferimos una lasagna casera, que tarda horas en cocinarse, a una precocinada y calentada cinco minutos en el microondas. Pues eso.
Parece evidente que, por el mero hecho de escribir críticas literarias, y por calificar a los libros en una escala de gusto, en este blog nos estamos situando más cerca de esta segunda postura que de la primera. Sí, hay razones por las que, como novela, El Código Da Vinci es inferior a El nombre de la rosa, e intentamos explicarlos en nuestras reseñas. ¿Significa esto que no se deban leer libros como Crepúsculo, Harry Potter o cualquier novela de Camilleri? En absoluto. De hecho, todos los que hacemos este blog las leemos -cada cual tiene sus géneros favoritos- y las disfrutamos. Pero esto no nos impide afirmar que al mismo tiempo, leyendo otro tipo de literatura (sí, vamos a decirlo claramente, "otros libros mejores") se pueden tener experiencias lectoras más profundas y enriquecedoras.
Tradicionalmente se habla de "alta" y "baja literatura". La distinción puede imaginarse así. De un lado están los autores que continúan formas y géneros heredados adaptándolos a los gustos de la masa, que es perezosa y no quiere complicaciones: eso es bajo. De otro lado están los autores que se preocupan por innovar en su arte, llevan a su perfección formas que ya existían o crean otras nuevas: eso es alto. Por supuesto, decirlo así suena más bien a enseñanza de Barrio Sésamo, pero algo parecido es lo que se tiene en mente cuando se habla de alta literatura (seria, difícil, guiada sólo por criterios estéticos) y baja literatura (superficial, fácil de leer, preocupada por agradar).
Existe desde luego actualmente la tendencia, que no carece de argumentos, a considerar que clasificar así las producciones culturales es un formulismo conservador injustificado que conviene desterrar. Al fin y al cabo, el criterio presenta sus problemas cuando se trata de aplicarlo. Por ejemplo, hay muchos autores que escribían con la clara intención de agradar a su público y ponerles las cosas fáciles, más que nada porque vivían de su aprobación. Según la distinción en "alto" y "bajo", deberíamos condenarlos como mediocres productores de best sellers, pero no, resulta que forman parte del canon. Lope de Vega, sin ir más lejos. Por otro lado, las fronteras entre la alta y la baja literatura, pretendidamente eternas, han demostrado ser bastante cambiantes: escritores saludados en su tiempo como un dechado de originalidad y genio son olvidados poco después y vistos como meros epígonos. ¿Quién recuerda, por ejemplo, a Echegaray, uno de nuestros premios Nobel?
Y no es sólo que el criterio se muestre poco útil, es que puede sospecharse, con motivo, que su verdadera razón de ser tiene poco que ver con la literatura, y mucho con la distinción social. Así, excluir géneros completos del canon literario sería más un gesto de exclusividad aristocratizante que la aplicación de ninguna verdad estética: abajo, la chusma que consume mala literatura; arriba, los lectores selectos que se deleitan con obras de arte. En muchos casos puede aceptarse que es así, y que hay mucho de esnobismo en rechazar, a priori, las posibilidades y los logros de, por ejemplo, la novela policiaca, la novela fantástica o el relato de terror.
Pero, al mismo tiempo, tampoco les falta razón a los críticos que, como Harold Bloom (aunque quizás no con los mismos argumentos que Harold Bloom) defienden la necesidad de mantener una exigencia estética que limite la entrada en el canon: que puede ser histórica y científicamente apasionante estudiar los géneros populares, pero a fin de cuentas existe una diferencia cualitativa entre, por ejemplo, Philip Roth y Stephen King. Es innegable que unos libros son más simples que otros; en su estructura narrativa, en la construcción de personajes y escenas o en el tipo de lenguaje utilizado.
En algunos casos, por ejemplo, bastan un par de rasgos descriptivos para que reconozcamos un tipo de personaje que ya conocemos de sobra de mil películas, cómics, etc. Para no salir del Código Da Vinci (que es una bendición al hablar de estos temas): el protagonista es un profesor universitario, que habla varias lenguas vivas y muertas y es experto en antiguas simbologías, pero que, a la vez, sabe disparar un arma y al que siempre se le ocurre la manera de escapar de la muerte en el último segundo. ¿De qué me sonará...? Ese uso de ciertos clichés facilita la lectura, porque hace que anticipemos en gran parte la acción y no tengamos que detenernos en los detalles para ir completando nuestra imagen del personaje. Por la misma razón, claro, aligera mucho el trabajo del escritor. Podría decirse que muchos libros pecan, por así decirlo, de pereza literaria. ¿Es eso malo? Bueno, todos preferimos una lasagna casera, que tarda horas en cocinarse, a una precocinada y calentada cinco minutos en el microondas. Pues eso.
Parece evidente que, por el mero hecho de escribir críticas literarias, y por calificar a los libros en una escala de gusto, en este blog nos estamos situando más cerca de esta segunda postura que de la primera. Sí, hay razones por las que, como novela, El Código Da Vinci es inferior a El nombre de la rosa, e intentamos explicarlos en nuestras reseñas. ¿Significa esto que no se deban leer libros como Crepúsculo, Harry Potter o cualquier novela de Camilleri? En absoluto. De hecho, todos los que hacemos este blog las leemos -cada cual tiene sus géneros favoritos- y las disfrutamos. Pero esto no nos impide afirmar que al mismo tiempo, leyendo otro tipo de literatura (sí, vamos a decirlo claramente, "otros libros mejores") se pueden tener experiencias lectoras más profundas y enriquecedoras.
jueves, 16 de julio de 2009
Dan Brown: El código Da Vinci
Idioma original: inglés
Título original: The Da Vinci Code
Fecha de publicación: 2003
Valoración: repugnante
No entiendo cómo un libro tan mal escrito se ha convertido en una mina de oro. Es la prueba fehaciente de que un mal escritor con un buen marketing puede hacer milagros. Tres juicios por plagio, críticas de historiadores, historiadores del arte y cristianos por la inexactitud y tergiversación de los datos que aporta, y críticas también desde el mundo literario por lo mal escrita que se presenta su obra.
Decidí leerlo cuando aún no se había convertido en un fenómeno best-seller. Reconozco que me encantan las obras con algún toque esotérico, un misterio que resolver y alguna que otra teoría conspiratoria. Esta novela parecía reunir todos esos requisitos. Y comencé a leerla.
No empieza nada mal. Un asesinato en el Louvre, símbolos y anagramas que conducen a pistas extrañas, un detective y una policía nieta del asesinado. Las pistas se suceden, descifrando anagramas y códigos, enlazando los datos con el origen del cristianismo y el Santo Grial. Numerosos ingredientes que podrían vaticinar una obra sumamente interesante.
Lástima que cayó en unas manos inadecuadas. Sin estilo literario alguno, a medida que avanzas en su lectura descubres que la novela adolece de falta de talento; la historia que parecía interesante se enreda y no da una buena solución al final de la trama, que termina siendo sumamente predecible; los hechos históricos y las observaciones sobre las obras de arte que nos habían llamado la atención al principio, caen al comprobar que no son exactas y que Brown no aporta ninguna fuente de donde proceden sus afirmaciones. Él dice que se trata de una obra de ficción, y se escuda en ello, pero olvida que al principio de la novela afirma que son datos veraces, y que otros escritores de su género se documentan, y mucho, antes de ecribir.
Por último, se creó mucho revuelo alrededor de la novela por los ataques que contiene contra la iglesia católica, y el Opus Dei, pero una vez que la lees entera no te queda esa impresión, sino más bien la contraria, pues acaba defendiéndola. En fin, todo termina siendo un asunto mediático para ganar dinero. Una pérdida de tiempo.
También de Dan Brown en ULAD: El símbolo perdido
Título original: The Da Vinci Code
Fecha de publicación: 2003
Valoración: repugnante
No entiendo cómo un libro tan mal escrito se ha convertido en una mina de oro. Es la prueba fehaciente de que un mal escritor con un buen marketing puede hacer milagros. Tres juicios por plagio, críticas de historiadores, historiadores del arte y cristianos por la inexactitud y tergiversación de los datos que aporta, y críticas también desde el mundo literario por lo mal escrita que se presenta su obra.
Decidí leerlo cuando aún no se había convertido en un fenómeno best-seller. Reconozco que me encantan las obras con algún toque esotérico, un misterio que resolver y alguna que otra teoría conspiratoria. Esta novela parecía reunir todos esos requisitos. Y comencé a leerla.
No empieza nada mal. Un asesinato en el Louvre, símbolos y anagramas que conducen a pistas extrañas, un detective y una policía nieta del asesinado. Las pistas se suceden, descifrando anagramas y códigos, enlazando los datos con el origen del cristianismo y el Santo Grial. Numerosos ingredientes que podrían vaticinar una obra sumamente interesante.
Lástima que cayó en unas manos inadecuadas. Sin estilo literario alguno, a medida que avanzas en su lectura descubres que la novela adolece de falta de talento; la historia que parecía interesante se enreda y no da una buena solución al final de la trama, que termina siendo sumamente predecible; los hechos históricos y las observaciones sobre las obras de arte que nos habían llamado la atención al principio, caen al comprobar que no son exactas y que Brown no aporta ninguna fuente de donde proceden sus afirmaciones. Él dice que se trata de una obra de ficción, y se escuda en ello, pero olvida que al principio de la novela afirma que son datos veraces, y que otros escritores de su género se documentan, y mucho, antes de ecribir.
Por último, se creó mucho revuelo alrededor de la novela por los ataques que contiene contra la iglesia católica, y el Opus Dei, pero una vez que la lees entera no te queda esa impresión, sino más bien la contraria, pues acaba defendiéndola. En fin, todo termina siendo un asunto mediático para ganar dinero. Una pérdida de tiempo.
También de Dan Brown en ULAD: El símbolo perdido
miércoles, 15 de julio de 2009
Richard Bach: Juan Salvador Gaviota.
Idioma original: inglés.
Título original: Jonathan Livingston Seagull, a story.
Año de publicación: 1970.
Valoración: Está bien.
Recuerdo haber leído esta novela en mis años de colegio.
Por aquel entonces me fascinó. Encontré en ella múltiples sugerencias y me conmovió la historia de Juan Salvador, esa gaviota rebelde con la que no me costaba identificarme.
Esta fábula nos presenta a una joven gaviota que no quiere limitar su vida a buscar alimento, como hacen la mayor parte de sus compañeras. Disfruta volando alto, ejecutando difíciles piruetas en el aire... y se esfuerza muchísimo por hacerlo cada vez mejor.
A pesar de la oposición e incomprensión de todo el mundo, incluso de sus más allegados, Juan Salvador logra alcanzar "un plano más elevado de existencia". Aprende, por ejemplo, a moverse a tal velocidad que es capaz de aparecer, de forma casi instantanea, en cualquier lugar del universo.
A pesar de saberse un ser privilegiado, o tal vez por eso mismo, el protagonista de esta historia no deja de preocuparse por las gaviotas que aún están en la tierra y que desean aprender a volar mejor. Por eso regresa, para servirles de guía e instructor.
La verdad es que al releer esta novela ahora, años después, no puedo evitar pensar que es una alegoría bastante evidente y un tanto simplista.
Pero, en cualquier caso, me sigue pareciendo un librito interesante sobre la búsqueda de la identidad personal, el esfuerzo por ser más libre, el empeño en ser uno mismo pese a todo y a todos.
Creo que es una de esas lecturas que merece la pena recomendar a los más jóvenes; especialmente a aquellos que demuestran ciertas inquietudes filosóficas o espirituales.
Para hacernos una idea del tono de la novela, basta reproducir unas palabras de la Gaviota Mayor:
"Cada uno de nosotros es en verdad una idea (...) ilimitada de la libertad (...) y el vuelo de alta precisión es un paso hacia la expresión de nuestra verdadera naturaleza. Tenemos que rechazar todo lo que nos limite."
Título original: Jonathan Livingston Seagull, a story.
Año de publicación: 1970.
Valoración: Está bien.
Recuerdo haber leído esta novela en mis años de colegio.
Por aquel entonces me fascinó. Encontré en ella múltiples sugerencias y me conmovió la historia de Juan Salvador, esa gaviota rebelde con la que no me costaba identificarme.
Esta fábula nos presenta a una joven gaviota que no quiere limitar su vida a buscar alimento, como hacen la mayor parte de sus compañeras. Disfruta volando alto, ejecutando difíciles piruetas en el aire... y se esfuerza muchísimo por hacerlo cada vez mejor.
A pesar de la oposición e incomprensión de todo el mundo, incluso de sus más allegados, Juan Salvador logra alcanzar "un plano más elevado de existencia". Aprende, por ejemplo, a moverse a tal velocidad que es capaz de aparecer, de forma casi instantanea, en cualquier lugar del universo.
A pesar de saberse un ser privilegiado, o tal vez por eso mismo, el protagonista de esta historia no deja de preocuparse por las gaviotas que aún están en la tierra y que desean aprender a volar mejor. Por eso regresa, para servirles de guía e instructor.
La verdad es que al releer esta novela ahora, años después, no puedo evitar pensar que es una alegoría bastante evidente y un tanto simplista.
Pero, en cualquier caso, me sigue pareciendo un librito interesante sobre la búsqueda de la identidad personal, el esfuerzo por ser más libre, el empeño en ser uno mismo pese a todo y a todos.
Creo que es una de esas lecturas que merece la pena recomendar a los más jóvenes; especialmente a aquellos que demuestran ciertas inquietudes filosóficas o espirituales.
Para hacernos una idea del tono de la novela, basta reproducir unas palabras de la Gaviota Mayor:
"Cada uno de nosotros es en verdad una idea (...) ilimitada de la libertad (...) y el vuelo de alta precisión es un paso hacia la expresión de nuestra verdadera naturaleza. Tenemos que rechazar todo lo que nos limite."
martes, 14 de julio de 2009
Philip Roth: La mancha humana vs. Milan Kundera: La broma
Idioma original: inglés / checho
Título original: The Human Stain / Žert
Año de publicación: 2000 / 1967
Valoración: Muy recomendables
Leyendo La Mancha Humana de Philip Roth no puedo evitar acordarme de La broma, de Milan Kundera. Se trata de una relación leve y algo arbitraria: ambas novelas tienen por protagonistas a un hombre al que un comentario irónico, tomado en serio, condena a la marginalidad. En el caso de La Mancha Humana, el protagonista Coleman Silk se ve forzado a abandonar su puesto en una universidad por una frase malentendida que lo hace pasar por racista; en La broma, una postal humorística enviada por Ludvik Jahn a una chica es considerada como subversiva por el régimen comunista, que lo envía a un campo de trabajos forzados. En ambos casos se trata de la represión del individuo en un sistema más o menos opresivo (la Checoslovaquia comunista y los puritanos y políticamente correctos Estados Unidos de la era Clinton).
A partir de este primer esbozo inicialmente idéntico, ambos escritores llevan su novela hacia lugares muy distintos. Kundera siempre tiende más hacia lo abstracto y hacia lo humorístico; Philip Roth (salvo en El lamento de Portnoy, claro) es concreto, realista, frecuentemente autobiográfico y se toma a sí mismo (y a sus personajes) muy en serio. Además, el personaje de Coleman Silk tiene un gran secreto que, más allá de la anécdota inicial, se convierte en el verdadero motor de la novela.
Me resulta realmente difícil cuál de las dos novelas son mejores. La primera parte de La broma es, en mi opinión, de lo mejor que ha escrito hasta ahora Milan Kundera, mejor incluso que La insoportable levedad del ser; incluso la parte en que Ludvik intenta acostarse con la mujer de uno de sus acusadores en la juventud está bien; pero hay muchos fragmentos que están bastante traídos por los pelos y que le restan interés al conjunto. La mancha humana es en cambio, como casi todas las de Roth, una novela apisonadora: densa, de ritmo implacable, sin fisuras, con unos cuantos personajes memorables de esos que suele crear Roth, llenos de matices y contradicciones apasionantes.
Es cierto que la comparación entre ambas novelas puede ser un poco arbitraria, pero tal vez no lo sea tanto: en La mancha humana, que es posterior a La broma, se cita a Kundera en varias ocasiones, y en Lecturas de mí mismo Roth dedica un breve ensayo precisamente a esta novela. No cabe duda de que, de candidato al Nobel a candidato al Nobel, el estadounidense conoce y admira al checo. No sería descabellado pensar que, además de en algún personaje real, que comparte importantes datos biográficos con Coleman Silk, Roth se hubiera inspirado en la anécdota de la novela de Kundera para poner su argumento en marcha.
También de Philip Roth en ULAD: Indignación, El animal moribundo, La conjura contra América, Elegía, Némesis, Pastoral americana, El lamento de Portnoy, Engaño, La humillación, Goodbye, Columbus
Todas las reseñas sobre Milan Kundera en ULAD: Aquí
Título original: The Human Stain / Žert
Año de publicación: 2000 / 1967
Valoración: Muy recomendables
Leyendo La Mancha Humana de Philip Roth no puedo evitar acordarme de La broma, de Milan Kundera. Se trata de una relación leve y algo arbitraria: ambas novelas tienen por protagonistas a un hombre al que un comentario irónico, tomado en serio, condena a la marginalidad. En el caso de La Mancha Humana, el protagonista Coleman Silk se ve forzado a abandonar su puesto en una universidad por una frase malentendida que lo hace pasar por racista; en La broma, una postal humorística enviada por Ludvik Jahn a una chica es considerada como subversiva por el régimen comunista, que lo envía a un campo de trabajos forzados. En ambos casos se trata de la represión del individuo en un sistema más o menos opresivo (la Checoslovaquia comunista y los puritanos y políticamente correctos Estados Unidos de la era Clinton).
A partir de este primer esbozo inicialmente idéntico, ambos escritores llevan su novela hacia lugares muy distintos. Kundera siempre tiende más hacia lo abstracto y hacia lo humorístico; Philip Roth (salvo en El lamento de Portnoy, claro) es concreto, realista, frecuentemente autobiográfico y se toma a sí mismo (y a sus personajes) muy en serio. Además, el personaje de Coleman Silk tiene un gran secreto que, más allá de la anécdota inicial, se convierte en el verdadero motor de la novela.
Me resulta realmente difícil cuál de las dos novelas son mejores. La primera parte de La broma es, en mi opinión, de lo mejor que ha escrito hasta ahora Milan Kundera, mejor incluso que La insoportable levedad del ser; incluso la parte en que Ludvik intenta acostarse con la mujer de uno de sus acusadores en la juventud está bien; pero hay muchos fragmentos que están bastante traídos por los pelos y que le restan interés al conjunto. La mancha humana es en cambio, como casi todas las de Roth, una novela apisonadora: densa, de ritmo implacable, sin fisuras, con unos cuantos personajes memorables de esos que suele crear Roth, llenos de matices y contradicciones apasionantes.
Es cierto que la comparación entre ambas novelas puede ser un poco arbitraria, pero tal vez no lo sea tanto: en La mancha humana, que es posterior a La broma, se cita a Kundera en varias ocasiones, y en Lecturas de mí mismo Roth dedica un breve ensayo precisamente a esta novela. No cabe duda de que, de candidato al Nobel a candidato al Nobel, el estadounidense conoce y admira al checo. No sería descabellado pensar que, además de en algún personaje real, que comparte importantes datos biográficos con Coleman Silk, Roth se hubiera inspirado en la anécdota de la novela de Kundera para poner su argumento en marcha.
También de Philip Roth en ULAD: Indignación, El animal moribundo, La conjura contra América, Elegía, Némesis, Pastoral americana, El lamento de Portnoy, Engaño, La humillación, Goodbye, Columbus
Todas las reseñas sobre Milan Kundera en ULAD: Aquí
lunes, 13 de julio de 2009
Jorge Luis Borges: Atlas
Idioma original: español
Fecha de publicación: 1984
Valoración: está bien
Quienes sepan de mi confesada admiración por Borges quizá se sorprendan porque no valoro este libro como "muy recomendable" o "imprescindible". La razón es simple: Atlas no es un uno de sus mejores libros, pero sí uno de los más curiosos. Como La vuelta al día en ochenta mundos, de Cortázar, este también es un libro para admiradores. Si uno ha leído a Borges con frecuencia, si sus fobias, sus nostalgias, sus leves asombros le son familiares, entonces se alegrará de encontrarlos reunidos en un solo volumen, escrito, en realidad, sin otra intención que reunirlos. Si uno no lo ha leído, creo que no debe empezar por aquí.
Como su nombre indica, Atlas tiene algo de tratado de geografía, pero que nadie espere una guía turística, claro, ni su versión snob: un diario de viaje. Es un tratado de geografía borgiana: cada ciudad, cada país, cada objeto del que se habla ocupa su preciso lugar, no sobre el planeta Tierra, sino en el universo -libresco y fantasmal- de Jorge Luis Borges. Las asociaciones caprichosas no le serán extrañas al lector asiduo, pero no por ello desconocerá el placer de ver cómo un Borges maduro, pleno conocedor de su arte, las dibuja con un simple trazo ante sus ojos. Así, Estambul le hace evocar de inmediato un verso de Dante y una brioche parisina se convierte en un arquetipo de la filosofía china.
Cada uno de los apuntes que conforman el libro es mínimo: poco más de un par de párrafos. Bastan, sin embargo, para transmitir lo que Borges intuyó -no lo que vio, pues no veía ya más que una neblina amarilla- en Creta, en Egipto, en Japón. Lo que intuye es, muchas veces, una referencia literaria, más o menos camuflada. Él no lo ignora, claro, y por eso dice: "Releo lo anterior y compruebo con una suerte de agridulce melancolía que todas las cosas del mundo me llevan a una cita o a un libro." Esa agridulce melancolía es el tono general del libro. Ese Borges al que sólo le quedan dos años de vida muestra entusiasmo por su mitología privada, pero, al mismo tiempo, el desengaño ante una vida que siempre consideró irreal por literaria.
Atlas es fruto de los viajes que Borges hizo, al final de su vida, acompañado por María Kodama. Se aprecia en muchas páginas el discreto aliento amistoso de esta mujer y la modesta felicidad cotidiana que le procuró. Pero hay también pasajes oscuros, en especial los que narran algún sueño. Borges recordó muy bien sus sueños, durante toda la vida, y no deja de notarse en este libro. Uno de estos sueños rescatados desarrolla una imagen que ha llegado a sintetizar, para mí, todos los horrores que Borges sabe extraer de la Metafísica. Si trato de resumirlo sólo lo estropearé, así que os dejo el vínculo aquí.
Otras obras de Jorge Luis Borges en ULAD: Aquí
Fecha de publicación: 1984
Valoración: está bien
Quienes sepan de mi confesada admiración por Borges quizá se sorprendan porque no valoro este libro como "muy recomendable" o "imprescindible". La razón es simple: Atlas no es un uno de sus mejores libros, pero sí uno de los más curiosos. Como La vuelta al día en ochenta mundos, de Cortázar, este también es un libro para admiradores. Si uno ha leído a Borges con frecuencia, si sus fobias, sus nostalgias, sus leves asombros le son familiares, entonces se alegrará de encontrarlos reunidos en un solo volumen, escrito, en realidad, sin otra intención que reunirlos. Si uno no lo ha leído, creo que no debe empezar por aquí.
Como su nombre indica, Atlas tiene algo de tratado de geografía, pero que nadie espere una guía turística, claro, ni su versión snob: un diario de viaje. Es un tratado de geografía borgiana: cada ciudad, cada país, cada objeto del que se habla ocupa su preciso lugar, no sobre el planeta Tierra, sino en el universo -libresco y fantasmal- de Jorge Luis Borges. Las asociaciones caprichosas no le serán extrañas al lector asiduo, pero no por ello desconocerá el placer de ver cómo un Borges maduro, pleno conocedor de su arte, las dibuja con un simple trazo ante sus ojos. Así, Estambul le hace evocar de inmediato un verso de Dante y una brioche parisina se convierte en un arquetipo de la filosofía china.
Cada uno de los apuntes que conforman el libro es mínimo: poco más de un par de párrafos. Bastan, sin embargo, para transmitir lo que Borges intuyó -no lo que vio, pues no veía ya más que una neblina amarilla- en Creta, en Egipto, en Japón. Lo que intuye es, muchas veces, una referencia literaria, más o menos camuflada. Él no lo ignora, claro, y por eso dice: "Releo lo anterior y compruebo con una suerte de agridulce melancolía que todas las cosas del mundo me llevan a una cita o a un libro." Esa agridulce melancolía es el tono general del libro. Ese Borges al que sólo le quedan dos años de vida muestra entusiasmo por su mitología privada, pero, al mismo tiempo, el desengaño ante una vida que siempre consideró irreal por literaria.
Atlas es fruto de los viajes que Borges hizo, al final de su vida, acompañado por María Kodama. Se aprecia en muchas páginas el discreto aliento amistoso de esta mujer y la modesta felicidad cotidiana que le procuró. Pero hay también pasajes oscuros, en especial los que narran algún sueño. Borges recordó muy bien sus sueños, durante toda la vida, y no deja de notarse en este libro. Uno de estos sueños rescatados desarrolla una imagen que ha llegado a sintetizar, para mí, todos los horrores que Borges sabe extraer de la Metafísica. Si trato de resumirlo sólo lo estropearé, así que os dejo el vínculo aquí.
Otras obras de Jorge Luis Borges en ULAD: Aquí
domingo, 12 de julio de 2009
Paolo Giordano: La soledad de los números primos
Idioma original: Italiano
Título original: La solitudine dei numeri primi
Año de publicación: 2008
Valoración: Está bien
A veces, el éxito de determinados libros es impredecible y sorprendente (a mí me sigue extrañando el incomparable triunfo de la trilogía Millenium de Larsson, la verdad); otras veces, los motivos del éxito son fáciles de rastrear. Es el caso de La soledad de los números primos, de Paolo Giordano, un libro bonito, escrito de forma sencilla y efectiva y que por todo ello resulta fácil, agradable aunque algo tristón.
Utilizando (fugazmente) los números primos como símbolo, Giordano nos cuenta la historia de dos seres condenados a la soledad desde la infancia: Mattia, un chico superdotado para los números y perseguido por la culpa, y Alice, una joven anoréxica, inadaptada y soñadora. La novela sigue sus vidas, desde la infancia hasta la edad adulta, mostrando cómo estas “partículas elementales” (por usar otra metáfora de Houllebecq, un escritor mucho más áspero) se entrelazan en trayectorias unidas, se diría, por el destino.
La soledad de los números primos está un peldaño por debajo de su título (que, dice, se debe al editor y no al autor), pero tampoco decepciona: es una novela para leer disfrutando, sin pretensiones y sin prisas. Una buena lectura de verano.
También de Paolo Giordano en ULAD: El cuerpo humano
Título original: La solitudine dei numeri primi
Año de publicación: 2008
Valoración: Está bien
A veces, el éxito de determinados libros es impredecible y sorprendente (a mí me sigue extrañando el incomparable triunfo de la trilogía Millenium de Larsson, la verdad); otras veces, los motivos del éxito son fáciles de rastrear. Es el caso de La soledad de los números primos, de Paolo Giordano, un libro bonito, escrito de forma sencilla y efectiva y que por todo ello resulta fácil, agradable aunque algo tristón.
Utilizando (fugazmente) los números primos como símbolo, Giordano nos cuenta la historia de dos seres condenados a la soledad desde la infancia: Mattia, un chico superdotado para los números y perseguido por la culpa, y Alice, una joven anoréxica, inadaptada y soñadora. La novela sigue sus vidas, desde la infancia hasta la edad adulta, mostrando cómo estas “partículas elementales” (por usar otra metáfora de Houllebecq, un escritor mucho más áspero) se entrelazan en trayectorias unidas, se diría, por el destino.
La soledad de los números primos está un peldaño por debajo de su título (que, dice, se debe al editor y no al autor), pero tampoco decepciona: es una novela para leer disfrutando, sin pretensiones y sin prisas. Una buena lectura de verano.
También de Paolo Giordano en ULAD: El cuerpo humano
sábado, 11 de julio de 2009
Charlotte Brontë: Jane Eyre.
Idioma original: inglés.
Título original: Jane Eyre: an autobiography.
Año de publicación: 1847.
Valoración: Muy recomendable.
Leer esta novela es, ante todo, profundizar en la psicología de su protagonista.
Jane es una muchacha inteligente, seria y desdichada que, a pesar de todas las dificultades con que se encuentra a lo largo de su vida, consigue mantenerse firme en sus valores de honestidad, amor y lealtad, y alcanzar así una felicidad para la que no parecía en modo alguno predestinada.
Después de una infancia muy dura (tras perder a sus padres, queda a cargo de una tía cruel y es enviada después a un orfanato), al cumplir los 18 años consigue trabajo como institutriz a través de un anuncio.
Su vida en Thornfield Hall, donde se ocupa de la educación de una niña, Adele Varens, está llena de intensos altibajos debido a su relación con Mr. Rochester, dueño de la mansión y tutor de la pequeña.
Mordaz y sarcástico, establece con Jane una relación compleja en la que se entremezcla una profunda atracción con el orgullo de ambos, oscuros miedos y un secreto inconfesable que sólo se desvelará hacia el final de la obra.
Como no es cuestión de destrozarle a nadie el desenlace de esta historia (cuyo argumento es mucho más complejo de lo que, en un principio, cabe esperar), me limitaré a recomendarles su lectura, que garantiza varias horas de buena literatura.
Tras ellas, de forma inevitable, el lector se siente profundamente identificado con el personaje protagonista. Es como si uno se acostumbrara a ver el mundo a través de sus ojos, a comprenderlo a partir de sus pensamientos.
Jane Eyre es una gran novela, con todas las características de su época, pero algunas peculiaridades que en algún momento la hicieron, incluso, controvertida. Yo diría que lo "escandaloso" de esta obra fue que presentaba a una mujer fuerte, sincera, que se enfrentaba en soledad a muchas situaciones difíciles y actuaba ante ellas con libertad y osadía.
Un clásico que, sin duda, merece la pena conocer.
También de Charlotte Brontë en ULAD: Shirley
Título original: Jane Eyre: an autobiography.
Año de publicación: 1847.
Valoración: Muy recomendable.
Leer esta novela es, ante todo, profundizar en la psicología de su protagonista.
Jane es una muchacha inteligente, seria y desdichada que, a pesar de todas las dificultades con que se encuentra a lo largo de su vida, consigue mantenerse firme en sus valores de honestidad, amor y lealtad, y alcanzar así una felicidad para la que no parecía en modo alguno predestinada.
Después de una infancia muy dura (tras perder a sus padres, queda a cargo de una tía cruel y es enviada después a un orfanato), al cumplir los 18 años consigue trabajo como institutriz a través de un anuncio.
Su vida en Thornfield Hall, donde se ocupa de la educación de una niña, Adele Varens, está llena de intensos altibajos debido a su relación con Mr. Rochester, dueño de la mansión y tutor de la pequeña.
Mordaz y sarcástico, establece con Jane una relación compleja en la que se entremezcla una profunda atracción con el orgullo de ambos, oscuros miedos y un secreto inconfesable que sólo se desvelará hacia el final de la obra.
Como no es cuestión de destrozarle a nadie el desenlace de esta historia (cuyo argumento es mucho más complejo de lo que, en un principio, cabe esperar), me limitaré a recomendarles su lectura, que garantiza varias horas de buena literatura.
Tras ellas, de forma inevitable, el lector se siente profundamente identificado con el personaje protagonista. Es como si uno se acostumbrara a ver el mundo a través de sus ojos, a comprenderlo a partir de sus pensamientos.
Jane Eyre es una gran novela, con todas las características de su época, pero algunas peculiaridades que en algún momento la hicieron, incluso, controvertida. Yo diría que lo "escandaloso" de esta obra fue que presentaba a una mujer fuerte, sincera, que se enfrentaba en soledad a muchas situaciones difíciles y actuaba ante ellas con libertad y osadía.
Un clásico que, sin duda, merece la pena conocer.
También de Charlotte Brontë en ULAD: Shirley
viernes, 10 de julio de 2009
Truman Capote: Desayuno en Tiffany’s
Idioma original: inglés
Título original: Breakfast in Tiffany’s
Año de publicación: la última edición data de 1973 (por Truman Capote)
Valoración: Muy recomendable
No, no y no. No pienso dedicar este espacio en hacer paralelismos entre un relato titulado Desayuno en Tiffany’s y una película basada (muuuuy libremente) en la misma historia llamada Desayuno con diamantes. Para no ceder a tamaña tentación, atacaré la cuestión en cuatro puntos: a) Truman Capote siempre pensó en su amiga Marilyn Monroe como la perfecta protagonista del asunto, y no en Audrey Hepburn (a la que cogió ojeriza por ser la elegida), dos modelos de mujer tan opuestos como lo son los buñelos y las marron glacée. b) El narrador y protagonista del cuento raramente podría enamorarse de una mujer (Marilyn, Audrey, o la que ustedes se imaginen), cuando los críticos han coincidido en ver en él una suerte de segundo Truman Capote, homosexual reconocido para los que no sepan. c) La película y el libro no acaban igual. Saboreen ambos para descubrirlo…d) Moon river, la mítica canción que canta Audrey en el film, no aparece para nada en el libro.
Ahora, a lo que íbamos, que yo he venido a hablar de “mi libro”.
Desayuno en Tifffany’s reúne cuatro relatos de Truman Capote, el irrepetible escritor de Nueva Orleans, cuya vida (fue abandonado por su madre, una reina de la belleza sureña, y criado por sus tres tías solteronas) bien podría ser la trama de una de sus historias, donde sus héroes (o antihéroes, mejor dicho) son personas de origen incierto, tumultuosa infancia y dolorosa madurez, pero no por ello poco sagaces: todos ellos tienen las agallas suficientes para luchar contra su destino y encontrar su lugar en el mundo pese a que desde que tuvieran uso de razón las facilidades y el afecto fueran envidiables tesoros que se les resistían.
Desayuno en Tiffany’s, el primero de los relatos, presenta a uno de los personajes femeninos más carismáticos de la literatura americana de posguerra: la aparentemente amoral y alocada Holly Golightly, estrella de cine en ciernes de pasado tormentoso y vergonzante, que ahoga en el glamour más impostado sus debilidades. Holly es una suerte de Violeta Gautier con gafas de sol y moños altos, una muchacha de veinte años que cuando está deprimida se come el croissant frente a Tiffany’s, la tienda de joyas más exquisita del mundo. Ella es la “amiga de todos”, el objeto de deseo de los hombres ricos y fácilmente impresionables de Nueva York (incluidos mafiosos encarcelados, lo que será determinante para el desenlace del relato), que la rondan en las múltiples fiestas en las que se la ve, pese a su misteriosa ascendencia. Un vecino/amigo aspirante a escritor del bloque donde vive será el narrador de la vida de esta chica, a la que se puede llegar a aborrecer pese a que se conozca, finalmente, su triste historia.
Los otros tres relatos son Una casa de flores, donde se narra la historia de amor que viven una joven ex prostituta enamorada y su encantador marido, entorpecida por la molesta presencia de una vieja bruja (literalmente), la madre del muchacho, que le hará la vida imposible a la joven incluso una vez muerta. Una guitarra de diamantes, el tercero, logrará arrancar lágrimas al lector medianamente sensible contando la historia de amistad y fuga entre dos tipos encarcelados, uno de los cuales posee una guitarra cubierta, precisamente, de diamantes. Pero el relato que logró dejarme con un nudo en el estómago y los ojos anegados en lágrimas, y que me impulsó a leer toda la bibliografía de Capote (es el único escritor con el que lo he hecho, por ahora) fue el último, Un recuerdo navideño, donde los protagonistas son una pobre mujer madura con cierto retraso que se comporta como una niña fantasiosa y su “amiguito”, el chaval huérfano que ella y otros familiares se han encargado de criar. En una palabra: conmovedor. Y no hay que ser muy sagaz para deducir que Truman Capote habla, una vez más, de lo que él conoció de niño.
Capote es uno de los abanderados del llamado gótico sureño, género cultivado, asimismo, por otros escritores como Carson McCullers, Flannery O’Connor o el terrible Faulkner, todos ellos crecidos y amamantados en las peculiares tierras situadas en las inmediaciones del río Mississippi, donde la humedad, las costumbres atrabiliarias y una impagable mezcla de costumbrismos WASP, negro, criollo y afrancesado han hecho que surgiera esta apasionante corriente literaria, violenta, mítica, y sin precedente a la vista.
A lo largo de la vida de este blog trataré de hacer críticas de algunas de estas obras, aunque mi preferida sea la de Capote, cuyo final fue triste e indigno, quemando sus últimos días como una reinona de lengua mordaz que apuraba sus noches entre alcohol, drogas y amantes jóvenes al ritmo de la música dance del mítico Studio 54 neoyorquino.
Otras obras de Truman Capote en ULAD: Aquí
Título original: Breakfast in Tiffany’s
Año de publicación: la última edición data de 1973 (por Truman Capote)
Valoración: Muy recomendable
No, no y no. No pienso dedicar este espacio en hacer paralelismos entre un relato titulado Desayuno en Tiffany’s y una película basada (muuuuy libremente) en la misma historia llamada Desayuno con diamantes. Para no ceder a tamaña tentación, atacaré la cuestión en cuatro puntos: a) Truman Capote siempre pensó en su amiga Marilyn Monroe como la perfecta protagonista del asunto, y no en Audrey Hepburn (a la que cogió ojeriza por ser la elegida), dos modelos de mujer tan opuestos como lo son los buñelos y las marron glacée. b) El narrador y protagonista del cuento raramente podría enamorarse de una mujer (Marilyn, Audrey, o la que ustedes se imaginen), cuando los críticos han coincidido en ver en él una suerte de segundo Truman Capote, homosexual reconocido para los que no sepan. c) La película y el libro no acaban igual. Saboreen ambos para descubrirlo…d) Moon river, la mítica canción que canta Audrey en el film, no aparece para nada en el libro.
Ahora, a lo que íbamos, que yo he venido a hablar de “mi libro”.
Desayuno en Tifffany’s reúne cuatro relatos de Truman Capote, el irrepetible escritor de Nueva Orleans, cuya vida (fue abandonado por su madre, una reina de la belleza sureña, y criado por sus tres tías solteronas) bien podría ser la trama de una de sus historias, donde sus héroes (o antihéroes, mejor dicho) son personas de origen incierto, tumultuosa infancia y dolorosa madurez, pero no por ello poco sagaces: todos ellos tienen las agallas suficientes para luchar contra su destino y encontrar su lugar en el mundo pese a que desde que tuvieran uso de razón las facilidades y el afecto fueran envidiables tesoros que se les resistían.
Desayuno en Tiffany’s, el primero de los relatos, presenta a uno de los personajes femeninos más carismáticos de la literatura americana de posguerra: la aparentemente amoral y alocada Holly Golightly, estrella de cine en ciernes de pasado tormentoso y vergonzante, que ahoga en el glamour más impostado sus debilidades. Holly es una suerte de Violeta Gautier con gafas de sol y moños altos, una muchacha de veinte años que cuando está deprimida se come el croissant frente a Tiffany’s, la tienda de joyas más exquisita del mundo. Ella es la “amiga de todos”, el objeto de deseo de los hombres ricos y fácilmente impresionables de Nueva York (incluidos mafiosos encarcelados, lo que será determinante para el desenlace del relato), que la rondan en las múltiples fiestas en las que se la ve, pese a su misteriosa ascendencia. Un vecino/amigo aspirante a escritor del bloque donde vive será el narrador de la vida de esta chica, a la que se puede llegar a aborrecer pese a que se conozca, finalmente, su triste historia.
Los otros tres relatos son Una casa de flores, donde se narra la historia de amor que viven una joven ex prostituta enamorada y su encantador marido, entorpecida por la molesta presencia de una vieja bruja (literalmente), la madre del muchacho, que le hará la vida imposible a la joven incluso una vez muerta. Una guitarra de diamantes, el tercero, logrará arrancar lágrimas al lector medianamente sensible contando la historia de amistad y fuga entre dos tipos encarcelados, uno de los cuales posee una guitarra cubierta, precisamente, de diamantes. Pero el relato que logró dejarme con un nudo en el estómago y los ojos anegados en lágrimas, y que me impulsó a leer toda la bibliografía de Capote (es el único escritor con el que lo he hecho, por ahora) fue el último, Un recuerdo navideño, donde los protagonistas son una pobre mujer madura con cierto retraso que se comporta como una niña fantasiosa y su “amiguito”, el chaval huérfano que ella y otros familiares se han encargado de criar. En una palabra: conmovedor. Y no hay que ser muy sagaz para deducir que Truman Capote habla, una vez más, de lo que él conoció de niño.
Capote es uno de los abanderados del llamado gótico sureño, género cultivado, asimismo, por otros escritores como Carson McCullers, Flannery O’Connor o el terrible Faulkner, todos ellos crecidos y amamantados en las peculiares tierras situadas en las inmediaciones del río Mississippi, donde la humedad, las costumbres atrabiliarias y una impagable mezcla de costumbrismos WASP, negro, criollo y afrancesado han hecho que surgiera esta apasionante corriente literaria, violenta, mítica, y sin precedente a la vista.
A lo largo de la vida de este blog trataré de hacer críticas de algunas de estas obras, aunque mi preferida sea la de Capote, cuyo final fue triste e indigno, quemando sus últimos días como una reinona de lengua mordaz que apuraba sus noches entre alcohol, drogas y amantes jóvenes al ritmo de la música dance del mítico Studio 54 neoyorquino.
Otras obras de Truman Capote en ULAD: Aquí
jueves, 9 de julio de 2009
Stephen King: It (Eso)
Idioma original: inglés
Título original: It
Fecha de publicación: 1986
Valoración: Muy recomendable (si te gustan las novelas de terror, claro)
No creo que nadie se lleve las manos a la cabeza porque recomiende aquí una novela de Stephen King, el maestro del género de terror de finales del siglo XX (o igual sí, quién sabe), pero por si alguien lo está haciendo, diré ya para empezar, que para mi gusto It es la mejor novela de terror que se ha escrito en los últimos, digamos, cincuenta años. Y si no, reto a cualquier lector a citarme otra que sea mejor, y me la leeré para reconocerlo o reafirmarme. Vale, Stephen King no es Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft ni en profundidad ni en atención al detalle... pero tampoco es ningún tuercebotas escribiendo, y sabe crear tramas envolventes y "asustantes" (gracias por el término, ministra) como ningún otro.
¿Por qué me gusta tanto It? Pues porque, de alguna manera, me parece la novela de terror definitiva: el "malo" no es un hombre lobo, ni una araña gigante -bueno, al final casi parece como que sí-, ni un asesino en serie: es la suma de todas esas cosas, y muchas otras más. Es "eso", un ser despiadado y astuto que adopta la forma de nuestros mayores miedos: un terror que es todos los demás terrores, o puede serlo si se lo propone. Es, además, Pennywise, el payaso de dientes afilados y ojos sanguinolentos que persigue a los niños y les ofrece globos. "Aquí todos flotan..."
La técnica narrativa que vertebra el libro ayuda a mantener la tensión. Resulta que "eso", o Pennywise, reaparece en un pueblo de Maine (cómo no) cada 27 años aproximadamente, para llevarse a su ración de niños inocentes. Un grupo de adolescentes perdedores y marginados pero de buen corazón (muy típico de King, también) tiene el valor de aceptar lo que está ocurriendo, y enfrentarse a la bestia; 27 años después, la misma situación vuelve a repetirse, pero los niños ya son adultos que deberán sobreponerse a sus traumas y pesadillas para volver a enfrentarse al monstruo. La narración de los hechos no es lineal, sino que alterna lo ocurrido en 1958 con lo ocurrido en 1985, y muestra la acción desde el punto de vista de los distintos personajes, creando una tensión creciente durante toda la novela.
En It Stephen King da rienda suelta a todos sus bajos instintos, y crea personajes muy característicos de sus novelas: el miedica que encuentra valor gracias a sus amigos; los malos muy malos, pervertidos y antisociales; los padres violentos que cometen todo tipo de abusos sobre sus hijos... El estilo también es el de siempre: directo, explícito, gráfico en las escenas crudas, sin esteticismos. Y es cierto también que, como en muchas otras novelas de Stephen King, el final no es lo mejor de la obra (le pasa por ejemplo en Apocalipsis, La tienda o El cementerio de animales, que recuerde). Pero todos estos defectos quedan eclipsados por la creación de Pennywise, la encarnación definitiva del mal y del terror.
A los que les gusten las novelas de terror, no sé a qué esperan para leer It. A los que no, pues no merece la pena, porque lo van a pasar mal.
Nota cinéfila: Hay una adaptación televisiva de los años 90, que a mí me decepcionó aunque tiene momentos en que te deja clavado al asiento, y se dice que en estos momentos se está rodando otra nueva versión.
Todas las reseñas sobre Stephen King en ULAD: Aquí
Fecha de publicación: 1986
Valoración: Muy recomendable (si te gustan las novelas de terror, claro)
No creo que nadie se lleve las manos a la cabeza porque recomiende aquí una novela de Stephen King, el maestro del género de terror de finales del siglo XX (o igual sí, quién sabe), pero por si alguien lo está haciendo, diré ya para empezar, que para mi gusto It es la mejor novela de terror que se ha escrito en los últimos, digamos, cincuenta años. Y si no, reto a cualquier lector a citarme otra que sea mejor, y me la leeré para reconocerlo o reafirmarme. Vale, Stephen King no es Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft ni en profundidad ni en atención al detalle... pero tampoco es ningún tuercebotas escribiendo, y sabe crear tramas envolventes y "asustantes" (gracias por el término, ministra) como ningún otro.
¿Por qué me gusta tanto It? Pues porque, de alguna manera, me parece la novela de terror definitiva: el "malo" no es un hombre lobo, ni una araña gigante -bueno, al final casi parece como que sí-, ni un asesino en serie: es la suma de todas esas cosas, y muchas otras más. Es "eso", un ser despiadado y astuto que adopta la forma de nuestros mayores miedos: un terror que es todos los demás terrores, o puede serlo si se lo propone. Es, además, Pennywise, el payaso de dientes afilados y ojos sanguinolentos que persigue a los niños y les ofrece globos. "Aquí todos flotan..."
La técnica narrativa que vertebra el libro ayuda a mantener la tensión. Resulta que "eso", o Pennywise, reaparece en un pueblo de Maine (cómo no) cada 27 años aproximadamente, para llevarse a su ración de niños inocentes. Un grupo de adolescentes perdedores y marginados pero de buen corazón (muy típico de King, también) tiene el valor de aceptar lo que está ocurriendo, y enfrentarse a la bestia; 27 años después, la misma situación vuelve a repetirse, pero los niños ya son adultos que deberán sobreponerse a sus traumas y pesadillas para volver a enfrentarse al monstruo. La narración de los hechos no es lineal, sino que alterna lo ocurrido en 1958 con lo ocurrido en 1985, y muestra la acción desde el punto de vista de los distintos personajes, creando una tensión creciente durante toda la novela.
En It Stephen King da rienda suelta a todos sus bajos instintos, y crea personajes muy característicos de sus novelas: el miedica que encuentra valor gracias a sus amigos; los malos muy malos, pervertidos y antisociales; los padres violentos que cometen todo tipo de abusos sobre sus hijos... El estilo también es el de siempre: directo, explícito, gráfico en las escenas crudas, sin esteticismos. Y es cierto también que, como en muchas otras novelas de Stephen King, el final no es lo mejor de la obra (le pasa por ejemplo en Apocalipsis, La tienda o El cementerio de animales, que recuerde). Pero todos estos defectos quedan eclipsados por la creación de Pennywise, la encarnación definitiva del mal y del terror.
A los que les gusten las novelas de terror, no sé a qué esperan para leer It. A los que no, pues no merece la pena, porque lo van a pasar mal.
Nota cinéfila: Hay una adaptación televisiva de los años 90, que a mí me decepcionó aunque tiene momentos en que te deja clavado al asiento, y se dice que en estos momentos se está rodando otra nueva versión.
Todas las reseñas sobre Stephen King en ULAD: Aquí
miércoles, 8 de julio de 2009
Raymond Radiguet: El diablo en el cuerpo
Idioma original: francés
Título original: Le diable au corpsAño de publicación: 1923
Valoración: Está bien
Esta vez, fue nada más ni nada menos que el escritor español Javier Marías el que “me convenció” para leer/descubrir a Radiguet. Sucedió en una charla del escritor a la que tuve ocasión de asistir. Durante el turno de ruegos y preguntas, una señora del público (una de esas mujeres de edad avanzada y emperifollado aspecto que tratan de tú a tú a los artistas e intelectuales con los que milagrosamente coinciden), con una confianza que podía hacer creer que conocía al señor Marías desde el jardín de infancia, le dijo, con una sonrisa, algo así como: "ay, y qué bien que tú también, Javier, sepas apreciar como se merece El diablo en el cuerpo, de Raymond Radiguet. No sabes cuánto he disfrutado leyendo ese libro, qué maravilla..." (que conste que cómo supo la señora aludida que Javier Marías sentía debilidad por ese libro aún continúa siendo un misterio para mi modesta persona). Y el señor Marías, sonrió a la dama comprensivo, y alabó, lacónico, el entonces misterioso libro. No esperé mucho para hacerme con él.
Pero adiós, anécdotas; bienvenida, crítica...
El libro cuenta el romance entre un adolescente de quince años y una joven de dieciocho, Marthe, mientras el primero prometido, después marido de ésta, Jacques, está en la guerra. El affaire es un secreto a voces entre los vecinos y conocidos de ambos jóvenes, pero no por ello dejarán de verse y disfrutar de su imposible y auténtico (aunque ellos a veces parecen no querer comprenderlo) amor.
El diablo en el cuerpo es una lectura rápida y fácil; es corto y su lenguaje asequible, pero no por ello frugal o raquítico. Fue escrito a principios de los años veinte por el jovencísimo francés Raymond Radiguet (el chico apenas contaba con diecinueve años), en el que no pocos vieron al "nuevo Rimbaud" (lo de buscar versiones 2.o de personajes célebres es, al parecer, una estupidez que cuenta con sus añitos).
Radiguet, el cachorro de una acomodada familia francesa y colegial mediocre pero de mente brillante, fue el protegido del gran Jean Cocteau que, al parecer, se "enamoró" del talento del crío y le ofreció trabajo después de leer unos textos suyos. Gracias a la admiración que levantó su pluma entre Cocteau y otros consagrados escritores, le nouveau Rimbaud se sumergió de lleno, apenas salido del cascarón, en el mundillo del periodismo y la escritura del París de la época, pero su jugueteo con aquellos círculos literario-bohemios fue muy breve, brevísimo: murió con veinte años de edad a causa de una enfermedad. Un año después, se publicó El diablo en el cuerpo, por lo que las mayores alabanzas las recibió una vez muerto.
El libro está bien, como indico al principio de esta crítica, pero debo decir que, en mi modesta opinión, está sobrevalorado, aunque supongo que sus reconocidas virtudes se deben más que nada a la edad del autor que lo engendró. De todos modos, el final de El diablo en el cuerpo (tranquilidad: no me iré de la lengua), me pareció una salida facilona a la que recurren muchos escritores noveles (véase Buenos días, tristeza, del que hablaré otro día) para rematar la faena cuando no están muy convencidos de sus personajes y de su trama, y creen que un portazo potente e inesperado rematará una obra que ellos se apresuran en juzgar mediocre.
Se lo diré a Marías la próxima vez que le vea si no se me adelanta alguna dama con aroma a polvos de tocador.
Título original: Le diable au corpsAño de publicación: 1923
Valoración: Está bien
Esta vez, fue nada más ni nada menos que el escritor español Javier Marías el que “me convenció” para leer/descubrir a Radiguet. Sucedió en una charla del escritor a la que tuve ocasión de asistir. Durante el turno de ruegos y preguntas, una señora del público (una de esas mujeres de edad avanzada y emperifollado aspecto que tratan de tú a tú a los artistas e intelectuales con los que milagrosamente coinciden), con una confianza que podía hacer creer que conocía al señor Marías desde el jardín de infancia, le dijo, con una sonrisa, algo así como: "ay, y qué bien que tú también, Javier, sepas apreciar como se merece El diablo en el cuerpo, de Raymond Radiguet. No sabes cuánto he disfrutado leyendo ese libro, qué maravilla..." (que conste que cómo supo la señora aludida que Javier Marías sentía debilidad por ese libro aún continúa siendo un misterio para mi modesta persona). Y el señor Marías, sonrió a la dama comprensivo, y alabó, lacónico, el entonces misterioso libro. No esperé mucho para hacerme con él.
Pero adiós, anécdotas; bienvenida, crítica...
El libro cuenta el romance entre un adolescente de quince años y una joven de dieciocho, Marthe, mientras el primero prometido, después marido de ésta, Jacques, está en la guerra. El affaire es un secreto a voces entre los vecinos y conocidos de ambos jóvenes, pero no por ello dejarán de verse y disfrutar de su imposible y auténtico (aunque ellos a veces parecen no querer comprenderlo) amor.
El diablo en el cuerpo es una lectura rápida y fácil; es corto y su lenguaje asequible, pero no por ello frugal o raquítico. Fue escrito a principios de los años veinte por el jovencísimo francés Raymond Radiguet (el chico apenas contaba con diecinueve años), en el que no pocos vieron al "nuevo Rimbaud" (lo de buscar versiones 2.o de personajes célebres es, al parecer, una estupidez que cuenta con sus añitos).
Radiguet, el cachorro de una acomodada familia francesa y colegial mediocre pero de mente brillante, fue el protegido del gran Jean Cocteau que, al parecer, se "enamoró" del talento del crío y le ofreció trabajo después de leer unos textos suyos. Gracias a la admiración que levantó su pluma entre Cocteau y otros consagrados escritores, le nouveau Rimbaud se sumergió de lleno, apenas salido del cascarón, en el mundillo del periodismo y la escritura del París de la época, pero su jugueteo con aquellos círculos literario-bohemios fue muy breve, brevísimo: murió con veinte años de edad a causa de una enfermedad. Un año después, se publicó El diablo en el cuerpo, por lo que las mayores alabanzas las recibió una vez muerto.
El libro está bien, como indico al principio de esta crítica, pero debo decir que, en mi modesta opinión, está sobrevalorado, aunque supongo que sus reconocidas virtudes se deben más que nada a la edad del autor que lo engendró. De todos modos, el final de El diablo en el cuerpo (tranquilidad: no me iré de la lengua), me pareció una salida facilona a la que recurren muchos escritores noveles (véase Buenos días, tristeza, del que hablaré otro día) para rematar la faena cuando no están muy convencidos de sus personajes y de su trama, y creen que un portazo potente e inesperado rematará una obra que ellos se apresuran en juzgar mediocre.
Se lo diré a Marías la próxima vez que le vea si no se me adelanta alguna dama con aroma a polvos de tocador.
martes, 7 de julio de 2009
Henrik Ibsen: Casa de muñecas
Idioma original: noruego.
Título original: Et dukkehjem.
Año de publicación: 1879
Valoración: Muy recomendable.
Recuerdo el momento exacto en que terminé de leer esta obra de teatro.
Recuerdo que estaba en un autobús, cerré el libro (que tenía que leer para mi clase de Teatro del s.XIX) y pensé algo así como: ¿cómo es posible que un hombre escribiera esto?¿y en la época en la que lo hizo?
El personaje de Nora, la protagonista, resultó muy polémico desde el estreno de la obra en 1879 y su portazo final (que Ibsen llegó a cambiar para el estreno de la obra en Alemania) se convirtió en algo así como un símbolo de la liberación femenina.
A través del matrimonio de esta mujer, que arrastra una existencia vacía de sentido (como la que podría darse dentro de una caja de muñecas), el autor muestra su percepción sobre la relación entre los dos sexos; quizá sería más correcto decir "entre dos roles de género bien diferenciados".
Según las propias palabras del autor (extraídas de su obra teórica Notas para la tragedia actual) en la época en que vive, y que es también en la que trascurre la historia de ficción:
“Existen dos códigos de moral, dos conciencias diferentes, una del hombre y otra de la mujer. Y a la mujer se la juzga según el código de los hombres. [...] Una mujer no puede ser auténticamente ella en la sociedad actual, una sociedad exclusivamente masculina, con leyes exclusivamente masculinas, con jueces y fiscales que la juzgan desde el punto de vista masculino.”En varios países europeos, Casa de muñecas supuso un escándalo para ciertos sectores de la sociedad, que opinaban que la rebeldía de Nora ante su inevitable destino de mujer casada y decorosa, suponía "un ataque a los fundamentos de la familia."
Dejando a un lado su contenido (que más que feminista yo definiría como liberal), ésta es una obra de indudable calidad literaria, en la que el diálogo logra plasmar de forma brillante la psicología de los personajes.
El vacío existencial de Nora no es sólo suyo, también envuelve a su esposo y al resto de los que, sumidos en prejuicios y convenciones sociales que son incapaces de cuestionar, viven en función de "lo que los otros esperan de ellos", sin buscar dentro de sí mismos su camino, único e irrepetible, hacia la felicidad.
Otro clásico, francamente recomendable, para los amantes del teatro.
Otras obras de Henrik Ibsen en ULAD: Un enemigo del pueblo, Los pilares de la sociedad, Juan Gabriel Borkman, Espectros
Título original: Et dukkehjem.
Año de publicación: 1879
Valoración: Muy recomendable.
Recuerdo el momento exacto en que terminé de leer esta obra de teatro.
Recuerdo que estaba en un autobús, cerré el libro (que tenía que leer para mi clase de Teatro del s.XIX) y pensé algo así como: ¿cómo es posible que un hombre escribiera esto?¿y en la época en la que lo hizo?
El personaje de Nora, la protagonista, resultó muy polémico desde el estreno de la obra en 1879 y su portazo final (que Ibsen llegó a cambiar para el estreno de la obra en Alemania) se convirtió en algo así como un símbolo de la liberación femenina.
A través del matrimonio de esta mujer, que arrastra una existencia vacía de sentido (como la que podría darse dentro de una caja de muñecas), el autor muestra su percepción sobre la relación entre los dos sexos; quizá sería más correcto decir "entre dos roles de género bien diferenciados".
Según las propias palabras del autor (extraídas de su obra teórica Notas para la tragedia actual) en la época en que vive, y que es también en la que trascurre la historia de ficción:
“Existen dos códigos de moral, dos conciencias diferentes, una del hombre y otra de la mujer. Y a la mujer se la juzga según el código de los hombres. [...] Una mujer no puede ser auténticamente ella en la sociedad actual, una sociedad exclusivamente masculina, con leyes exclusivamente masculinas, con jueces y fiscales que la juzgan desde el punto de vista masculino.”En varios países europeos, Casa de muñecas supuso un escándalo para ciertos sectores de la sociedad, que opinaban que la rebeldía de Nora ante su inevitable destino de mujer casada y decorosa, suponía "un ataque a los fundamentos de la familia."
Dejando a un lado su contenido (que más que feminista yo definiría como liberal), ésta es una obra de indudable calidad literaria, en la que el diálogo logra plasmar de forma brillante la psicología de los personajes.
El vacío existencial de Nora no es sólo suyo, también envuelve a su esposo y al resto de los que, sumidos en prejuicios y convenciones sociales que son incapaces de cuestionar, viven en función de "lo que los otros esperan de ellos", sin buscar dentro de sí mismos su camino, único e irrepetible, hacia la felicidad.
Otro clásico, francamente recomendable, para los amantes del teatro.
Otras obras de Henrik Ibsen en ULAD: Un enemigo del pueblo, Los pilares de la sociedad, Juan Gabriel Borkman, Espectros
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