Idioma de publicación: Inglés
Título original: On Chesil Beach
Año de publicación: 2007
Valoración: decepcionante
Pues sí: ésta es una novela decepcionante. Para mí, claro, aunque puedo comprender que haya a quien le guste y quien disfrute de la delicadeza de su lenguaje y de lo significativo de su situación, y no lo digo en tono burlesco. A los que tengan cierta acusada anglofilia y cierta nostalgia por cierto tipo de cultura evocado por libros como los de Jane Austen o películas como las de James Ivory, por ejemplo.
Y una de las causas principales de que me parezca decepcionante es haber leído otros libros del autor, con lo cual sé que McEwan puede no ser tan cursi y relamido, y su intención, escribiendo cosas como lo de la cucharada manando limpiamente u otros eufemismos para definir situaciones sexuales o fisiológicas, no sé si es la de situarse en esos estilos literarios o la de, como consigue conmigo, provocar vergüenza ajena. Ya sé que McEwan no es el amigo cafre que es Welsh, pero es que aquí ni siquiera es el amigo confidente que es Hornby. Me ha desesperado la levedad de estas páginas, la coartada de una situación que se hace muy ajena, para desgranar, una tras otra, las circunstancias sociales y educativas que convergen hacia la escena central del libro.
Porque este libro narra el difícil (parece, hasta épico) enfrentamiento a su primera noche de bodas de una pareja recién casada, noche a la que los dos acuden vírgenes. Cuestión que se plantea en la primera frase del libro. A partir de ahí, la novela se esfuerza en detallar todos los factores que provocan esa situación, incluso en 1962, tan anómala. No sé si el libro es una proclama para promover el sexo prematrimonial, para estimular una educación más franca y abierta sobre la cuestión, por parte de padres o de sociedad, para evitar que situaciones así se produzcan. Insisto, ni idea de la intención de McEwan sabiendo, que, en Sábado, por ejemplo, es directo, preciso, y nada pacato.
Pero es que esta historia de tono ineludiblemente british, la de la relación previa entre estos dos jóvenes de clases sociales diferentes, él, hijo de madre con problemas mentales de clase humilde, ella, hija de profesores de Oxford, bien posicionada, de cómo se conocen, de cuáles son sus inquietudes y sus proyectos de futuro, de cuál es el destino que les espera y qué hecho determina sus vidas, ha colmado, por segunda vez, mi paciencia.
Pocas veces seré tan cruel como para decir que es mucho más amena la nota de la contraportada que el libro en sí: puede que hasta dé más pistas, como lo hacen los buenos trailer de las películas que luego nos decepcionan. Porque si McEwan quería someter a la sociedad británica de la era pre-pop a una dura crítica, por su mojigatería y sentido del decoro, por su ausencia de carnalidad, le sobran páginas a patadas, le sobra ambientación y atrezzo, le sobran eufemismos y sentido de lo trascendente.
A ver, está bien su estilo y su estructura, no hay queja en ellos, y quien quiera que esta historia le sitúe en otros tiempos, con otras mentalidades, ahí tiene el libro para pronunciarse sobre él. A mí me ha parecido una situación tan alargada, una sutileza y ligereza prolongada y sostenida en el aire, tan magnificada y artificialmente convertida en determinante con tal de llenar páginas, y, al final, tan poco creíble que, incluso leído por segunda vez, he acabado este libro con un sustancial cabreo.
También de Ian McEwan en Unlibroaldía: aquí