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viernes, 29 de octubre de 2021

Rutu Modan: La propiedad

Idioma original: hebreo

Título original: The Property

Año de publicación: 2013

Traducción: Eulàlia Sariola

Valoración: recomendable

La señora Regina Segal -de soltera Wagman- viaja con su nieta Mica desde Israel a su Varsovia natal, a la que no ha vuelto desde que la abandonó justo antes de la II Guerra Mundial, para investigar sobre una propiedad que, supuestamente, pertenecía a su familia. En realidad, este viaje, que lleva a cabo a los dos meses de la muerte de su hijo y padre de Mica, tiene otro objetivo, pero la abuela no se lo piensa decir a su nieta y mucho menos a Yagodnik, un amigo de su otra hija que, por casualidad, también viaja a Polonia y se les ha pegado. 

En Varsovia la historia se enreda bastante, con la aparición de nuevos personajes, pero debido, sobre todo, al importante secreto que la abuela Regina no quiere revelar a su nieta y pretende mantener oculto, aún a costa de mentir como una bellaca. Aunque, claro, como explica la autora por medio de una cita que precede a la novela en sí: "En familia no hace falta decir toda la verdad y a eso no se le llama mentir". Porque, junto con la constatación de los múltiples caminos que puede tomar la vida y la pervivencia de la memoria, individual y colectiva, es la familia y sus vericuetos el gran tema de esta novela gráfica (de hecho, parece que Rutu Modan, según contaba en una entrevista, se había basado para escribirla en historias contadas por sus propios familiares... que luego se habían llevado una decepción a ver que ellos no aparecían en el libro).

En todo caso, pese a que crece sobre elementos bastante trágicos como sustratos - la guerra y el Holocausto, sin ir más lejos-, esta historia no pierde nunca un tono amable, al que ayuda en buena medida el suave humor y un cierto costumbrismo, que podríamos considerar casi internacional -el comportamiento de la abuela en el aeropuerto, al comienzo del libro, por ejemplo, podría ser el de cualquier mujer de su generación que fuera española, coreana o... yo qué sé, armenia-; a esta sensación de amabilidad general contribuye no poco el estilo gráfico, adscribible, aun con las características propias de Modan, a la llamada "línea clara" ("tintinesco", para entendernos): dibujo perfilado con línea continua, ausencia de sombreado, personajes caricaturescos, pero con gran atención a lños detalles y el escenario, etc.

Una historia la de este cómic/novela gráfica, que resulta, a la postre, enternecedora y sensible, pero para nada ñoña -el humor que he mencionado contribuye en gran medida a que no lo sea-, tanto en su aspecto más romántico como en el familiar. E incluso, ¿por qué no? un acercamiento entre judíos y polacos, cuyas visiones sobre lo que ocurrió durante aquella guerra también difieren un tanto, según explicaba Modan en esa entrevista... Todo sea por el amor, la familia... y los buenos cómics, como éste.

También de Rutu Modan y reseñado en Un Libro Al Día: Jamilti y otras historias

sábado, 23 de enero de 2021

Etgar Keret: Tuberías

Idioma original: hebreo
Título original: Tzinorot
Año de publicación: 1992
Traducción: Roser Lluch i Oms
Valoración: entre recomendable y está bien

Tuberías es o fue el primer libro de relatos publicado por el escritor, guionista y director de cine israelí Etgar Keret, allá por el fúlgido año de 1992. Escritor, guionista, etc. confieso que desconocido para mí hasta ahora, aunque sí que parece ser un personaje relevante del mundo de la cultura en su país. Los relatos, sin que puedan calificarse de "micro-" son en su mayoría cortitos: en este volumen encontramos más de cincuenta, de ehcho. Como característica común, casi todos tienen un aire o un trasfondo costumbrista (en general, también un toque "surrealista"... siempre entrecomillado, eso sí); en muchos casos se trata de historias de amor y desamor, relaciones familiares, situaciones que se dan entre los alumnos de un colegio o instituto, o en ambientes de cualquier barrio popular... es decir, situaciones que podrían transcurrir, cambiando ligeramente el contexto, casi en cualquier lugar del mundo.

Ahora bien, también hay bastantes de estos relatos que tienen como protagonistas a soldados, a veces en labores de patrulla o incluso en situación de combate abierto, otras, realizando la instrucción... Estos relatos digamos que bélicos, también se pueden calificar como "costumbristas", en realidad, pues no hará falta recordar la peculiar situación del estado de Israel y la aún más peculiar de los territorios palestinos ocupados por el estado de Israel -en 1992 aún daba coletazos la primera Intifada, a la espera de la segunda-; recordemos también que las y los jóvenes israelíes están obligados a servir en su ejército durante al menos dos años... excepto los llamados "ultraortodoxos", facción o grupo religiosos hacia el que Keret lanza más de uno de los dardos de su ironía.

Porque ésa es otra de las características -incluso más definitoria- de estos cuentos. la casi permanente presencia del humor, la ironía, el sarcasmo o lo que se tercie... Excepto en tres o cuatro de ellos -alguno de los mejores, como Terminal, sobre la relación entre dos enfermos con tumor cerebral-, este humor lo podemos encontrar, en mayor o menor medida, en todos, con alguna de sus variantes... Por mencionar sólo algunos de los mejores cuentos, tenemos desde la amable y sentimental ironía, aunque no poco absurda, de Pegamento loco o Tuberías -sobre un tipo que construye una tubería y llega al Paraíso-, a su revés sarcástico en Anette y yo follamos en el Infierno, que trata justamente de eso, un pareja que fornica en el Infierno como parte de su castigo eterno... Del costumbrista pero surreal humor (un poco "a lo Cortázar", para entendernos, de Sólo por 19'99 shekels (IVA y gastos de envío incluidos) al no menos divertido pero más exótico (para un israelí, se entiende) de Relato traducido: "El vampiro o el señor McTaggarth", uno de los pocos que no está ambientado en Israel o aledaños, sino en el Tennessee redneck... También encontramos el socorrido y socarrón humor de las historias de cuernos en el matrimonio, como en Búmeran y La plaga de los primogénitos (spoiler: no todos los  que se suponía eran primogénitos). El tema religioso lo encontramos de nuevo en Dios el enano...Y, por supuesto, los que tiene como protagonista a soldados, como los tres cuentos de humor absurdo de Koji y el  protagonizado por un nieto con una exigente abuela, que conocemos en Nísperos, uno de los mejores relatos, para mi gusto.

Entre los cuentos que no tienen esa vena humorística predominan, como es lógico, aquellos que hacen alusión a la situación político-bélica de la región o a la pérdida de seres queridos por culpa de la misma: Julia, Como murciélagos, Arcadi Hilweh coge el autobús 5, Un árabe bigotudo, No son personas...  Aunque también otros que tocan temas como el bullying -Shlomo homo cara de mono- o tienen un carácter más "metafísico", por decirlo así: El problema con la hybrys, Gulliver en islandés...

En suma, un libro de relatos bastante recomendable para hacer se una idea de lo que es y ha sido la vida en el reciente y conflictivo Israel (ya que estamos, recomiendo también el cómic Jamilti y otras historias, de Rutu Modan, que yo diría que tiene bastante en común con los cuentos de Keret). bastante más parecida a lo que ocurre en nuestros lares (y supongo que en cualquier otro) de lo que pensamos, por cierto...

viernes, 27 de noviembre de 2020

Aharon Appelfeld: Badenheim 1939

Idioma original: hebreo

Título original: Badenheim 1939

Año de publicación: 1978

Valoración: Recomendable

 

 

Conocer las circunstancias que marcaron la niñez de este escritor (1932-2018) solo puede despertar curiosidad por conocer su obra. Para situarle en su contexto, diré que padeció la represión nazi como la mayoría de judíos europeos de su época. Pero su caso es diferente: aunque el lento desarrollo de los acontecimientos, su gusto por las descripciones y por la narración indirecta (lo que cuenta parece irrelevante pues lo que importa de verdad es todo lo que calla) nos recuerden a otros colegas suyos como Zweig y Joseph Roth, en realidad pertenece a la generación siguiente, la del otro Roth, el estadounidense con quien llegó a trabar amistad y cuya entrevista de 1988 encabeza la edición que he leído.

El niño Aharon, de familia acomodada, se vio con solo ocho años  despojado de todo. Tras el asesinato de su madre, escapó del campo de concentración y tuvo que sobrevivir gracias (o a pesar de) la voluntad de los adultos que iba conociendo. Finalmente, pudo llegar a Israel y reencontrarse con su padre. Es allí donde aprendió hebreo, cursó estudios universitarios y desarrolló en ese idioma una extensa carrera literaria.

Appelfeld no suele interesarse explícitamente por la maldad o la desgracia, más bien retrata el negativo de estas realidades y es el lector quien debe completar el resto. La infancia, la bondad, la ingenuidad, el hábito de evadirse, en definitiva, la vida confortable, al margen de una realidad más o menos dramática, suelen constituir el marco en el que sitúa sus argumentos. Hay mucho que escarbar bajo esa superficie brillante y distinguida, detrás de la monótona (pero opulenta) cotidianeidad que aparece en Badenheim 1939. Porque, no nos engañemos, la fecha del título ya nos da una pista, nada está puesto ahí al azar, todo tiene su razón de ser y el lugar exacto donde encaja perfectamente.

A cargo del Roth más contemporáneo, y como antesala a una concienzuda entrevista, se ofrece el relato a grandes rasgos de su vida, los caracteres de su escritura, la impronta kafkiana de esta etc. El mismo entrevistador parece impactado –como lo estaremos nosotros más adelante– por la serenidad del relato, una impasibilidad aparente que, como decía antes, apenas muestra más que la cara amable de personas, lugares y hechos, y que el propio Roht describe así: “Tan única como el tema es la voz que se origina en una conciencia herida, concertada en algún punto con la amnesia y con la memoria, que sitúa el relato a mitad de camino entre la parábola y la historia.” Y hace notar al entrevistado que los datos para comprender la situación no están en la mente de los personajes, ni siquiera el escritor los suministra con el detalle necesario, ha de ser el lector mediante sus conocimientos históricos quienes desvelen el trasfondo de lo que ocurre. Y es que Appelfeld, perplejo después de tantos años por la facilidad con que se produjeron hechos tan terribles, por esa tolerancia rayana en la complicidad con que las víctimas se dirigían alegremente a su destino, opta por resaltar esa actitud. Recordemos que él aún no tenía edad para entender lo que estaba ocurriendo, menos aún para tomar decisiones, de ahí esa postura radicalmente distinta a la de autores de más edad.

Tras esta ilustrativa preparación nos enfrentamos, por fin, a la novela. Ya no puede sorprendernos ese pueblo de veraneantes, tan pacífico y soñoliento, tan consciente de su condición privilegiada, donde la mayor preocupación consiste en saborear la excelente repostería local, descansar plácidamente, disfrutar de los conciertos programados y estar al tanto de los últimos chismorreos para no aburrirse más de la cuenta. El novelista describe minuciosamente la belleza del paisaje a medida que se suceden las estaciones del año. Los personajes viven en la indolencia la mayor parte del tiempo, si no fuera por los datos suministrados en el prólogo, la irrupción en escena de un Departamento de Sanidad, que se infiltra en zonas privadas y públicas, solicita información y obliga a los residentes a inscribirse, la nueva situación nos habría pasado desapercibida. A partir de ahí, las condiciones se van volviendo más penosas, pero muy poco a poco y sin que los personajes le den  excesiva importancia, solo el lector se alarma con la metáfora de los peces. Las comunicaciones parece estar cortadas, pero lo atribuyen a algún problema subsanable, hay rumores de un traslado a Polonia que todos reciben de buen grado, piensan que, si la vida en Badenheim empieza a complicarse, nada mejor que trasladarse a un lugar donde, presumiblemente, se les recibirá con los brazos abiertos. Encontramos aquí la candidez que Appelfeld mencionaba en la entrevista.

Es cierto que la atmósfera de esta novela corta resulta algo irreal, que el relato mantiene un aparente estatismo ya que lo relevante permanece semioculto, pero bajo su aspecto de irrealidad la novela está hablando de nosotros, de los humanos de hoy, de ayer y de siempre. ¿O acaso piensan que hoy mismo no seríamos capaces de una frivolidad escalofriante en momentos de verdadero peligro para la especie humana, que solo los que –según cuenta el novelista– habitaban Badenheim en esa época vivían procurando no leer la prensa y preocupándose únicamente por que el agua alcanzase la temperatura adecuada, los pasteles se sirviesen a su hora o en vigilar el estado de ánimo de los músicos cuando estaba a punto de producirse un Holocausto? Imposible que eso suceda en nuestra época, ¿no es verdad? Y, volviendo a los personajes, ¿caerán en la cuenta alguna vez de la amenaza que se cierne sobre ellos? Eso me lo reservo. Lean.

lunes, 27 de julio de 2020

Amos Oz: La caja negra

Idioma original: hebreo
Titulo original: קופסה שחורה
Año de publicación: 1987
Valoración: muy recomendable

Aclaración técnica: interpreto, del hecho de que la entrada en Wikipedia sobre Amos Oz hable de él como escritor en hebreo, que este libro fue escrito en tal idioma y traducido de alguna versión en inglés, incluyendo por tanto, el título original, expresión relativa a los registros de vuelo aéreos, y para cuya transcripción al hebreo he tirado de Google translate. Mis disculpas si en este proceso he cometido algún error.

Más que nada, porque mi sensación tras leer esta novela es la de absoluto respeto y admiración por su autor, fallecido en 2018 integrando esa larga lista (Philip Roth sería otro) de autores que desaparecen siendo candidatos de largo recorrido al Nobel. Bueno, aquí siempre hemos alardeado de que esto no nos preocupa mucho, ¿verdad?

En todo caso, por novelas como esta, Oz debería ser, haber sido, candidato a muchos premios, tanto más si estos consideraran aportaciones reales a géneros literarios relacionados con narrativa de ficción, porque aquí Oz experimenta con brillantes resultados, y esos experimentos son los que hacen avanzar las manifestaciones culturales y esos experimentos son los que generan lectores satisfechos, críticos, reflexivos, a veces exhaustos, claro, cierto nivel de experiencia requiere no esfuerzo sino superación de la pereza, vencimiento de la inercia, por lo cual mis respetos absolutos a quienes se atreven a plantear desafíos. 

La caja negra es una fascinante novela epistolar. No os asustéis, el nombre del género suena algo rancio. Solo recuerdo haber leído una novela anterior de este tipo: 84 Charing Cross Rd. Pero nada que ver: aquí Oz dispone un triángulo amoroso, las ruinas de un matrimonio: Ilana, mujer que ha cometido infidelidades a manta; Alec, marido que ha triunfado en la vida pero ha fracasado en casa;  y añade a Michel, segundo marido que ha vivido bajo la sombra perniciosa de la relación anterior de su esposa. Las cartas entre ellos van mostrando lo que ha pasado, bien a las claras vemos que el matrimonio ha saltado por los aires por infidelidades repetidas e indiscriminadas por parte de ella, pero no se trata aquí de limitarnos a las cuestiones domésticas. Alec es un estudioso de los fanatismos y ha abandonado Israel para establecerse en Chicago, desde donde ha triunfado y ha adquirido un enorme prestigio como autoridad en la materia. Ilana se dirige a él en escritos floridos, insinuantes, llenos de ironía y de frases que lanza con agudeza, Ilana se defiende de sus reconocidos adulterios pero desvía sus causas. Michel es el hombre justo que ha acogido a Ilana en su corazón, que ha asumido la educación de un díscolo hijo adolescente que no es su hijo carnal, que se dedica a la docencia pero que tiene ambiciones políticas, que ejemplifican justo el colectivo ortodoxo que ha sido objeto de los estudios de Alec. Alec interpone a Manfred Zackheim, veterano abogado establecido en Jerusalén, administrador de su patrimonio, el cual media cuando esa correspondencia cruzada entra en temas económicos: Michel, de modestos ingresos, reclama a Alec involucración en el futuro de Sohan, que acumula problemas de todo tipo mientras, aún menor de edad, busca su sitio en el mundo.

Una estructura narrativa ante la que muchos podrían arredrarse: apenas hay diálogos, apenas hay acción, los personajes no suelen compartir planos o escenas sino asomar tras las percepciones que sus escritos, sean sus redactores o sus destinatarios, filtran sobre ellos. Por eso es tan brillante que de ello surja una novela espléndida, potente, que trasciende a sus personajes e incluso retrata una época, una situación social (los territorios ocupados, la personalidad colectiva judía, la visión del resto del globo del conflicto con Palestina). Todo ello sin salirse de esa estricta estructura, los escritos que van y vienen entre sus personajes principales (un matrimonio que juega con las ruinas de su relación destruida) y los falsamente secundarios (el entorno que contempla estupefacto).

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Amos Oz: Una pantera en el sótano

Título original: Panter va-martef
Idioma original: Hebreo
Fecha de publicación: 1995
Valoración: recomendable

Más efectos colaterales del último Nobel: el tesón de muchos en defender la candidatura de Amos Oz, que me inunda de curiosidad por su obra y me empuja a buscar sus referencias. Del resto se encarga la casualidad, que es la que hace que Una pantera en el sótano sea la novela elegida. En cualquier caso, si un escritor merece tal aclamación, cualquiera de sus libros debería ser válido para la iniciación.

Libros narrados por niños. Debo reconocer que sufrí una mala experiencia con el último que leí (un, lo siento, muy aburrido El niño perdido de Thomas Wolfe) y que, como consecuencia, uno a veces toma cierta predisposición. O llamémosle prejuicio. Que si una narrativa algo ingenua, que si un punto de vista algo forzado, que si ciertos temas escabrosos propios de adultos quedan, en principio, salvo sorpresa, descartados. Afortunadamente, Amos Oz me contradice, para empezar, porque el narrador es un adulto que recuerda, tan detallada y vívidamente que parece que estén en el presente, episodios de la niñez. Esta condición no está presente de una manera constante; son detalles concretos y aislados las menciones más cercanas al presente del narrador, los que nos van recordando que los hechos ya cuentan con el tamiz de la perspectiva de un adulto. Bravo por Oz, que sabe conservar cierto sentido de la inocencia sin rozar la cursilería.

La acción se ubica en el último tramo del Mandato de Palestina por los ingleses, en 1947. Previo a la creación del estado de Israel, los judíos establecidos, muchos de ellos huyendo del holocausto, tienen un enemigo que ahora nos parece algo inusual. Son los ingleses los que detentan ese Mandato en el período que va de 1917 a 1948, como consecuencia de la derrota del imperio otomano. En medio de una población sujeta al toque de queda, un niño judío de 12 años, pre-adolescente, ha organizado, en medio del conflicto que acabaría con la próxima liberación del territorio, un grupo a medias con otros dos amigos, entre el juego y el escarceo bélico, que se dedica a recoger información para facilitarla a los judíos miembros de la resistencia. Una comunidad cohesionada, consciente de que vienen de un enemigo alemán, y de que su enemigo inglés dará paso rápidamente a un multi-enemigo árabe. En cualquier caso, atemorizados por las patrullas y los registros, los habitantes tienen desplegada una extensa red solidaria de resistencia al invasor, y Profi, que es el nombre del niño, y sus dos amigos, participan en juegos en esa red, en lo que es una especie de fantasía infantil que pretende interactuar con la realidad. Profi, quebrantando el toque de queda, es interceptado por un soldado inglés del área administrativa, el cual, interesado en el idioma y la cultura hebrea, propone al niño, como pacto para dejarlo ir, un intercambio de clases de idiomas. El niño lo enfoca como la posibilidad de obtener información del enemigo y pasarla a su organización, pero sus compañeros desconfían de la relación y pasan a considerarlo un traidor.
Esta situación es usada como pretexto por el autor tanto para hablar de la situación del pueblo judío a dos años del final de la II Guerra Mundial, como para situar esa sociedad ante el advenimiento de la proclamación del estado de Israel. El sentir del pueblo judío a través de las opiniones de los miembros de la familia va manifestándose a lo largo del libro.
Excelente estilo el de Oz, al que creo que la traducción debe ser fiel, pues el espíritu poético mantenido en castellano es muy logrado. Un magnífico pasaje comparando el contenido de la biblioteca paterna a un ejército me resulta muy destacable. Y las sensaciones desasosegantes de ocupación, de soldados patrullando y practicando registros, muy fielmente descritas. Lástima que sepamos, desde el momento en que notamos al narrador en flash-back, que cierto desenlace trágico queda descartado. Seguro que la intención del autor no era componer un thriller en modo alguno, pero uno se queda, al final, con cierta sensación de que la historia y la trama podrían haber dado algo más de sí.

Otras obras de Amos Oz en Un libro al día: Una historia de amor y oscuridadDe repente en lo profundo del bosque

viernes, 26 de agosto de 2011

David Grossman: La vida entera


Título original: Ishah borahat mi-bsora
Idioma original: hebreo
Año de publicación: 2010
Valoración: Está bien


Con este libro me ha pasado algo curioso, hasta más o menos una cuarta parte de sus 807 páginas me parecía un relato de lo más atractivo – los episodios del hospital y del taxista son espléndidos – pero la intensidad desciende tanto a medida que se pasan las hojas, se hace tan repetitivo, se va tanto por las ramas que según avanzaba mi valoración iba bajando, digamos que cada 150 páginas perdía un punto. Hay novelas extensísimas a las que no sobra ni una letra, pero si la densidad se convierte en relleno acaban resultando pesadas y cuanto más se avanza más aumenta el fastidio. Para rematar, el desenlace resulta decepcionante pues no revela por qué hombre se decide finalmente la protagonista y tampoco lo que le ha ocurrido al hijo. Sabemos que Grossman tiene que callar este segundo aspecto pues no puede salvar al ajeno habiendo perdido el propio ni desvelar un desastre que es el suyo y que acaba de suceder; sin embargo, después de haber visto desmenuzar el viaje y las peripecias de los personajes hasta la extenuación (sin que tanto detalle les preste excesiva consistencia) mi único aliciente era la intriga.

No voy a quitar a Grossman los méritos de su profundo conocimiento del ser humano ni de una maestría narrativa fuera de toda duda que se concretan en una ágil narración y un manejo impecable del diálogo, incluyendo ademanes y silencios, que la traducción se encarga de resaltar. Reconozco que me he encariñado con Sami, el taxista musulmán que sintiéndose en campo ajeno aguanta estoicamente, con el entrañable Abram y a veces también con Ofer, el hijo menor de Ora, pero el atractivo que parecía tener ésta, va diluyéndose a medida que naufraga su largo testimonio. Una novela debe imitar a la vida real sin tratar de reproducirla, ya que los momentos insignificantes forman parte de la experiencia vital pero si aparecen descritos con la misma minuciosidad resultan insoportables.

El objetivo es de lo más atrayente: mostrar en qué se convierte la vida después (y durante) los conflictos bélicos, cómo estos desgastan la amistad, cómo desconciertan a los que creen que se aman, cómo angustian a unos padres que no dejan de imaginar lo que puede estar pasando en el frente, cómo destrozan el futuro de los que vuelven siendo otros. Sin olvidar uno de los momentos más logrados: el esbozo que hace al principio de la difícil convivencia entre vecinos, del absurdo que se vive a diario entre personas que se conocen bien y se aprecian aunque su pertenencia a bandos distintos les impida demostrarlo, de la ambivalencia de sentimientos, la culpabilidad, la conciencia del peligro y la sensación de incomodidad que se presentan en situaciones lamentablemente demasiado comunes.

Recuerdo una frase de Bécquer que venía a decir: hay que dejar pasar el tiempo para hablar de las vivencias que más nos han impresionado pues si escribimos bajo su efecto el resultado necesariamente flojea. No puedo estar más de acuerdo, y estoy segura de que el mayor escollo que encuentra el autor – y que no consigue salvar – es precisamente el viaje (interior y exterior) que Ora lleva a cabo en la novela y que se aproxima bastante al que Grossman mismo ha debido realizar para escribirla. Ambos pretenden desafiar a la suerte, envolver al hijo que está en el frente con una especie de hechizo a base de palabras y esto nunca es garantía de éxito. El soldado no por ello queda a salvo, la hebra invisible que ella sujeta por un extremo para proteger al hijo que hay en el otro probablemente no exista, y la literatura se convierte en palabrería desde el momento en que novelista y personaje pretenden alargar el discurso indefinidamente como si fuera un infalible talismán.

lunes, 4 de octubre de 2010

Grandes villanos literarios: Satán

Ya que vamos a hablar de villanos, hablemos de villanos, pero en serio. ¿Y quién es el más malo de todos, el villano que da origen a todos los villanos? Pues el demonio, Satán, Satanás, Belcebú, Lucifer, Luzbel, Mefistófeles, el diablo, la serpiente, el dragón, Leviatán, la encarnación suprema del Mal, en una palabra. Un personaje, por otra parte, de lo más literario...

Las primeras apariciones de Satán -aunque seguro que sería posible encontrarle parentesco con otras (semi)deidades malignas anteriores- las encontramos, claro, en la Biblia. Por ejemplo, en el enigmático libro de Job, Yahvé y Satán se juegan a los dados la salvación del pobre Job, poniéndole a prueba con todo tipo de calamidades. En cambio, no encontraremos en la Biblia la conocida historia según la cual Lucifer es un arcángel caído por rebelarse contra Dios y pretender sustituirle (a no ser que se interprete así un pasaje de Isaías en que se refiere a la caída de un rey Babilónico). En el Nuevo Testamento, el demonio/Satán aparece en varias ocasiones como el "adversario" de dios, pero sobre todo adquiere forma casi corpórea en la escena de las tentaciones de Jesucristo (Mt 4, 1-11).

La literatura occidental se apropió de la figura de Satán ya desde la Edad Media, y le dio una relevancia y una significación de la que carecía en los textos bíblicos originales. El ejemplo más evidente es el Paraíso Perdido de Milton, en el que Satán es el personaje central, carismático, arrogante y seductor. El Romanticismo byroniano retomó y reinterpretó la figura del demonio y la convirtió en una de sus figuras fundamentales: el supremo rebelde, el outcast por antonomasia, la encarnación del vitalismo y el irracionalismo. Con esta carga trágica o simbólica reaparece también en la obra los "poetas malditos" franceses: son memorables las "Letanías de Satán", de Charles Baudelaire, con su estribillo casi litúrgico: "¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!".

La literatura (y el cine y la música y el cómic) del siglo XX y XXI han seguido recurriendo a la figura de Satán, aunque en muchos casos en una visión simplificada y fácilmente digerible, desprovista de sus implicaciones teológicas, trágicas o simbólicas: un ser con cuernos, cola puntiaguda y un tridente que vive entre llamas (véase South Park). En las obras de Stephen King, por ejemplo, siempre suele haber alguna forma de mal absoluto que en algunos casos (pienso por ejemplo en La tienda) se identifica con el diablo. Parece claro que la figura de Satán va a seguir reapareciendo en la literatura contemporánea, pero convertido en un cliché inofensivo.

Nota: imagen de la Estatua del Ángel Caído, del Retiro de Madrid, tomada de aquí, con licencia GNU

lunes, 3 de mayo de 2010

Amos Oz: Una historia de amor y oscuridad

Idioma original: hebreo
Título original: Sippur al’abavab ve-bosvek
Fecha de publicación: 2003
Valoración: Imprescindible

Este imponente testimonio, visto a través de los ojos extrañados y todavía sin filtro deformante del niño Amos, nos habla del descubrimiento maravillado de la vida y del amor profundo por cosas y personas de una mente despierta, capaz de registrar lo que le rodea con total fidelidad.

Obra densa, de imágenes potentes, que disfrutará todo el que no tenga reparo en sumergirse literalmente en un estanque repleto de recuerdos. El lector, arrastrado por el torrente verbal de Oz, compartirá sus vivencias, sentirá lo que él sintió y hará suyas las peripecias que vivieron los que llegaron antes que él a este mundo. Es éste un pedazo de historia personal pero también universal que, podemos compartir con el autor por obra y gracia de sus dones literarios, incluso si su perspectiva no coincide del todo con la nuestra, ya que los recovecos del corazón humano suelen ser parecidos.

Aunque están narradas como propias, sus páginas recogen sucesos relevantes de la primera mitad del siglo XX – que se integran perfectamente en el relato como parte de la tradición familiar, aunque es obvio que ha habido una labor de documentación previa – y de la segunda mitad de ese siglo a través de sus vivencias infantiles. Vivencias que acaban bruscamente, decapitada la infancia de un tajo, abriéndose a partir de entonces una brecha a la que, ahora lo sabemos, el autor se sobrepuso dignamente, si bien el precio que tuvo que pagar por ello no deja de intuirse.

La prosa es sencilla, los términos, exactos, las descripciones, certeras; la información, bien dosificada. Sin embargo, a pesar de su tono intimista, poético a veces, Oz consigue evitar la sensiblería haciendo algo tan difícil como presentar su realidad ante el lector sin disfraces ni adornos. De este modo, ponerse en su piel es casi inevitable.

Estamos ante una autobiografía novelada que contiene pinceladas de reportaje, indagación histórica, ensayo, poesía en prosa y confesión personal. Pero también podría clasificarse como la obra cumbre de un autor maduro que tuvo que gestarse a fuego lento durante más de cincuenta años hasta llegar a adquirir, por fin, su extraordinaria forma final.

Otras obras de Amos Oz en Un libro al día: De repente en lo profundo del bosqueUna pantera en el sótano

jueves, 3 de diciembre de 2009

Amos Oz: De repente en lo profundo del bosque

Idioma original: hebreo
Título original: Pit’om be’omek haya’ar
Año de publicación: 2007
Valoración: Se deja leer


De repente en lo profundo del bosque es la historia de un pequeño pueblo de montaña del que han desaparecido todos los animales. No hay perros, gatos, vacas... ni siquiera insectos, pero no se habla de ello. Casi todos los adultos se esfuerzan por ignorar la situación y olvidar los hechos que causaron la huida de todos los animales, aunque hay algunos que, a pesar de todo, recuerdan. Como la maestra Emmanuela, el viejo pescador Almón o la panadera, que a diario esparce migas de pan en el patio de su casa, por si a los pájaros se les ocurre volver.

Hasta que el pequeño Nimi desaparece en el bosque y regresa enfermo de relinchitis y se convierte en diana de las burlas y el miedo. Entonces, Maya y Mati, dos niños empeñados en descubrir la verdad, deciden romper la ley del silencio establecida en el pueblo y se adentran en la espesura.

Cargada de simbolismo, esta fábula de Oz es una buena historia para pasar el rato. Pero que nadie se llame a engaño. A pesar de estar bien escrita, hay pasajes que rechinan, y en ocasiones da la sensación de que al autor se le ha ido la mano en su intención moralizante. Si a eso le sumamos un final un tanto flojo (que yo achaco a un esfuerzo demasiado grande e innecesario por quedar bien con todo el mundo y no mojarse), lo que nos queda es un cuento simpático que se podría haber narrado en menos páginas. Una pena, porque su punto de partida prometía más.

Otras obras de Amos Oz en Un libro al día: Una historia de amor y oscuridadUna pantera en el sótano

martes, 26 de mayo de 2009

La Biblia

Idioma original: Hebreo
Fecha de publicación: s. VII a.C. - s. I d.C.
Valoración: Muy recomendable

Creo que es muy difícil negar o discutir que la Biblia es el libro -o conjunto de libros, según se mire- más influyente de la historia de la civilización occidental (¿y de la humanidad en general? Esto ya podría dar para algún debate). No sólo en el aspecto puramente religioso, por haber condicionado de manera radical la vida de millones de personas a lo largo de los siglos, sino también en su aspecto meramente cultural. Por ejemplo, sin conocer la Biblia es imposible comprender buena parte de la pintura o la literatura europeas, que tomaron de ella motivos, temas, historias, símbolos.

Por eso, la lectura que propongo de la Biblia no es la lectura del creyente, que la abre buscando respuestas espirituales, sino la misma lectura ajenada, curiosa y sorprendida que nos provocarían textos de otras culturas como el Poema de Gilgamesh o el Popol Vuh. Una lectura estética o literaria, si se quiere. Ya sé que esto es difícil, precisamente porque la Biblia está muy cerca de nuestra cultura (seamos o no cristianos), y estamos hartos de oír hablar de la manzana de Adán y Eva, de Moisés, Noé o Salomón, y por supuesto de Jesucristo, la Virgen, los Apóstoles.

Pero merece la pena intentarlo: coger la Biblia como si se tratara de una novela -una novela muy larga, es cierto-, o mejor aún, como el compendio de las creencias de una antigua civilización desaparecida (que, en cierto modo, irónicamente, es lo que es). Así, uno puede apreciar la complejidad narrativa y simbólica de la cosmogonía del Génesis; la fuerza narrativa de ciertos pasajes del Éxodo; la belleza poética del Cantar de los Cantares o de algunos de los Salmos -sí, hay más salmos aparte de "el Señor es mi pastor", que parece ser el único que se conoce en Los Ángeles-; la desesperación existencialista del Eclesiastés o la oscuridad surrealista del Apocalipsis. También el Nuevo Testamento -en especial, el Evangelio de San Juan y su enigmático "en el principio era el Verbo"- es interesante desde el punto de vista literario; de hecho, si jugamos a pensar que los cuatro evangelios conforman una novela, nos encontraríamos con un juego narrativo muy interesante: una misma historia contada por cuatro personas, donde abundan las contradicciones, las repeticiones, las variaciones...

Por supuesto, no todo en la Biblia es hermoso. Los libros que contienen listas de preceptos, normas o censos (Levítico, Números...) son bastante aburridos, aunque son también la fuente de muchas de las citas utilizadas para atacar a quienes proponen una lectura literal de la Biblia -por la inhumanidad de muchas de sus leyes-, y también de las citas utilizadas por todo tipo de asesinos en serie en novelas y películas policiacas con tintes religiosunos (la última que me viene a la cabeza es la archiconocida Los hombres que no amaban a las mujeres).

En definitiva, leer la Biblia como si nunca hubiéramos oído hablar de ella puede ser una experiencia apasionante, para cristianos y para no cristianos, además de ser un instrumento indispensable para acercarnos a una buena parte de la producción cultural occidental.