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martes, 1 de julio de 2025

Alain Finkielkraut: Pescador de perlas


Idioma original: 
francés

Título original: Pêcheur a perles

Año de publicación: 2025

Traducción: Elena M. Cano e Ïñigo Sánchez-Paños

Valoración: muy recomendable 

 

Dos portadas en riguroso blanco y negro coinciden en las cotas altas de mi tsundoku, las que presagian una lectura inmediata. La de la siempre postergada (y no traducida aún al español) The age of David Bowie de Paul Morley y la de este Pescador de perlas de Alain Finkielkraut. Juego a las similitudes, pues desde la portada de ambos libros hay una mirada frontal de dos personajes desinhibidos sin demasiados reparos en expresar las cosas como las ven, a través de sus cauces artísticos o culturales. Y también sometidos a la posibilidad de ser malinterpretados o sacados de contexto por ciertos sectores, usemos cierto eufemismo rebuscado, de puristas poco bregados en el sentido crítico, siempre ávidos de saltar a la yugular de quien disiente, de quien se expone a la polémica. Cierto es que comparar a Finkielkraut con Bowie pueda parecerle a más de uno como algo aberrante o pretencioso, pero las voces discordantes son bienvenidas aquí.

En Pescador de perlas, Finkielkraut - que se fotografía con estantes repletos de libros al fondo - parte de frases de autores favoritos para desarrollar sus artículos. El filósofo francés elige sobre todo a autores clásicos como punto de partida de estas quince piezas, permitiéndose algún ligero desvarío heterodoxo (el último artículo, casi un manifiesto, toma prestada una célebre frase de una estrofa de The Beatles) pero desplegando a partir de ahí algunas claves del argumentario que lo ha convertido, gracias a su presencia en medios francófonos, en objeto de vivas polémicas. Y hay que agradecer que su actitud sea, a la par que erudita y basada en un extenso conocimiento filosófico, literario, social, la de alguien que no tiene que rendir cuentas por sus opiniones ante nadie. Ni audiencias ni electorado, especialmente. Aunque no suelo sentirme cómodo con las alusiones a la izquierda woke, sus planteamientos de cómo las izquierdas tradicionales, en su ciego empeño de abarcar toda minoría o sector desfavorecido, asisten a un desgaste y un descrédito que han ido abonando a base de división y estupor ante algunas incongruencias en sus planteamientos, condenadas a decidir entre uno u otro oligarca, entre uno u otro integrismo religioso. Y esa es la punta del iceberg de estos escritos, que abarcan, y nadie se libra en sentido metafórico de recibir, desde las cómodas lagunas de memoria de los educadores, la obsesión por la tábula rasa con el pasado, al auge del antisemitismo, la mala digestión de la sociedad francesa - conservadora, envejecida - de la creciente influencia de las comunidades procedentes, no solo de las antiguas colonias, sino del constante flujo migratorio. 

Uno puede alinearse con algunos planteamientos o no, por supuesto, pero Finkielkraut es valiente (o  incluso temerario) en mostrar los suyos sin interponer personajes. Me gusta su estilo y su contundencia firme y considerada, su escaso señalamiento de otro enemigo que no sea la pasividad, la abulia o incluso la deserción por abrumamiento, por comodidad, por suscripción de la opinión que da mejores réditos, que tanto se da en las sociedades europeas. Pide educadamente, cierta reacción, y le da igual que ello pueda adjetivarlo como reaccionario. Reivindica no cancelar el pasado per se y logra no parecer alzar la mano a favor de la nostalgia, ese concepto temido, denostado y anquilosado. Coincidirás o no con él, pero hacen falta más filósofos así.

Otros libros de Finkielkraut reseñados en ULAD: aquí

martes, 24 de septiembre de 2024

Claire Dederer: Monstruos

Idioma original: inglés 

Título original: Monsters. A Fan's Dilemma

Año de publicación: 2023

Traducción: Ana Camallonga

Valoración: entre recomendable y está bien

Como resulta obvio, este ensayo que nos ocupa hoy no va de Godzilla ni de la Cosa del Pantano, sino de artistas -entiéndase en su sentido más amplio; también escritores- que se comportan o han comportado alguna vez de forma reprobable; de hecho, la cubierta ya nos indica por donde van los tiros, porque el caballero que está haciendo el canelo con una máscara de toro (es decir, convertido en un monstruo clásico, el Minotauro) es uno de los más conspicuos, nada menos que el ínclito Pablo Ruiz Picasso. El subtítulo del libro ya nos lo deja claro, por otra parte: ¿Se puede separar al artista de su obra?, el no tan viejo como pueda creerse, pero siempre espinoso dilema que la escritora estadounidense Claire Dederer trata de dilucidar aquí. Veamos si lo ha conseguido... Ahora bien, como hay mucha tela que cortar, me voy a permitir utilizar el Método Patentado Oriol para reseñar libros. Primero, los aciertos de este ensayo, a mi entender:

  • La autora sigue el sistema de ir analizando uno por uno los diferentes elementos o actores del asunto, con el objetivo (o eso parece) de ir conduciéndonos poco a poco a una conclusión: el fan, la crítica, el genio, el "antimonstruo" -éste es Nabokov, a quien dedica uno de los mejores capítulos del libro- las "madres abandonadoras", etc.
  • Aborda el tema no desde una posición supuestamente ecuánime, elevada o académica, sino desde el reconocimiento de su propia subjetividad, que Dederer considera imprescindible para ejercer la crítica. De hecho, su interés por el tema viene de su devoción por el cine de Roman Polanski y Woody Allen, pese a los, como poco, censurables comportamientos de ambos con chicas menores de edad.
  • El análisis que hace de los diferentes aspectos de la cuestión a menudo está lleno de sutileza, a lo que contribuye, sin duda y en buena medida, no poco sentido del humor  y la empatía que le otorga ese punto de vista subjetiva que ya he mencionado.

Ahora bien, en cuanto a los puntos desfavorables del libro (que, en cierto modo, son los mismos que los favorables), también se pueden mencionar:

  • Justamente, esa subjetividad de la que hablo. Mejor dicho, el personalismo, la necesidad constante que muestra Dederer de ilustrar todas sus observaciones con anécdotas personales, por triviales que sean. Esto tiene su sentido e interés cuando, por ejemplo, nos habla de su experiencia como crítica de cine, pues resulta pertinente, pero, ¿qué más nos da lo que le dijera la camarera del local de crepes o una amiga mientras tomaban una copa de vino en el jardín de su casa? Porque tampoco es que estuviese charlando con Noam Chomsky, precisamente... Comprendo que la autora ha escrito antes libros memorialísticos (sic) y, además, existe esa costumbre norteamericana de tener que ejemplificar cualquier aserto con anécdotas propias, pero llega un momento que ya resulta excesivo e incluso ridículo.
  • Esa subjetividad -que tiene su cara positiva, repito- se plasma también en el claro sesgo ideológico y cultural  presente en el libro. Lo cual, en principio, tampoco tiene nada de malo, menos aún porque Dederer no lo oculta, pero ocurre lo mismo que con las referencias personales, que resultan un tanto excesivas. En este caso, Dederer deja bien claro su impronta liberal (ojo, liberal en el sentido norteamericano, es decir "progre", no "liberal de extremo centro" como se entiende aquí); lo mismo ocurre con el feminismo, algo que le alejan del asunto central del libro, esto es, si debemos separar o no la vida y la obra de determinados creadores debido a su comportamiento indigno y hasta criminal. Es lo que ocurre con el capítulo dedicado a la artista Ana Mendieta y su presunto asesino, su marido y también artista Carl Andre (en el caso de Ana Mendieta, también denota Dederer la sonrojante obsesión estadounidense por la clasificación racial, pues la califica como "artista de color" porque, claro,  era de origen cubano...). También, y aunque quizás no le corresponda por la edad, Dederer se deja llevar por la ola woke y le dedica un capítulo a la figura de J.K. Rowling; bien es cierto que además de aportar una interesante explicación de la animadversión de los fans hacia ella, no se ensaña demasiado con la autora de Harry Potter, tal vez porque piense que sus "pecados" no son comparables con los de los violadores de niñas o los maltratadores de mujeres, como Picasso (*).
  • Sin embargo, lo menos entendible del ensayo, en mi opinión, es que todo ese sistema de análisis que he mencionado y que nos las prometía muy felices acaba, a partir de cierto momento diluyéndose en ese aluvión de personalismo y derivaciones varias, quedando, en última instancia, la respuesta al Fan's Dilemma que menciona el título en inglés, cuando menos bastante difusa. Lo que viene a decir es que debemos asumir e incluso reivindicar nuestro amor por las obras creadas por personas que despreciamos, sin olvidar el motivo por el que son despreciables, pero asumiendo nuestra propia contradicción ("...el amor no depende del criterio, sino de la decisión de dejar el criterio de lado"). Lo cual podría parecer una respuesta muy madura y reflexiva al problema, si no cupiera cierta sospecha de que Dederer ha llegado a ella simplemente por ser incapaz  -o no tener ganas- de llegar a otra... Es decir, ¿se puede separar al autor de su obra? Pues ni sí ni no, sino todo lo contrario...

En todo caso, estemos o no de acuerdo con sus conclusiones, el asunto aquí es valorar este libro. Pues bien, siguiendo las premisas de Alessandro Manzoni, nada menos, para hacer una crítica y de las que propia Dederer extrajo el método que utilizaba cuando era crítica de cine, debemos preguntarnos cual era la intención de la autora, si esa intención es razonable y, sobre todo, si la autora ha logrado lo que pretendía. La respuesta a la primera cuestión parece clara, establecer un criterio para saber si podemos o no disfrutar de las obras artísticas realizadas por personas de comportamientos dudosos, deplorables o incluso claramente condenables. En segundo lugar, la intención, sin duda, parece razonable... Ahora bien, en cuanto a la tercera cuestión, ya digo que no creo que llegue a ofrecernos una conclusión nítida y categórica, sino que más bien, y siguiendo el tono subjetivo de todo el ensayo, lo deja al criterio personal de cada cual. Lo que no me parece tampoco mal, salvo que no sé si esa era la intención de su autora, desde un principio, o el resultado final de un proceso algo (bastante) divagante. Si en verdad era lo que pretendía, ella sabrá...

(*) Sé que me meto en un jardín bien frondoso, pero quiero aprovechar para expresar mi perplejidad sobre el hecho de que, al mismo tiempo (y en ocasiones por parte de las mismas personas) que se ha creado un consenso casi general en descalificar a J.K. Rowling a cuenta de sus opiniones sobre cierto tema (que no entraré a valorar aquí) asistamos a un reconocimiento también casi general de la figura de otro escritor cuyas ideas extraliterarias resultan no menos cuestionables (cierto es que quizás cada vez menos, por desgracia), como es H.P. Lovecraft, convertido ya casi en un icono pop... Yo me pregunto: ¿Se debe esta diferencia a que una está viva y el otro muerto? ¿A que una se haya hecho multimillonaria y el otro fuera pobre como las ratas? ¿O, siendo más suspicaz, a que una mantiene un control férreo sobre sus derechos de autor y la explotación de sus personajes, mientras los del otro son de dominio público, sus obras pueden ser reeditadas por cualquiera, monetarizada la fan-fiction y vendido el merchandising de sus criaturas? Que Cthulhu guarde a quien encuentre la respuesta...

martes, 26 de diciembre de 2023

Karl Ove Knausgård: La importancia de la novela

Idioma original: noruego
Título original: Hvorfor romanen er viktig
Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo para Anagrama
Año de publicación: 2022
Valoración: muy recomendable

Creo que es innecesario, a estas alturas, reconocer mi admiración por Karl Ove Knausgård; un autor que, pese a sus múltiples detractores (entre los cuáles varios de ellos se encuentran en ULAD) también tiene muchísimos admiradores tras el fenómeno editorial, pero también lector, que supuso la publicación de «Mi lucha», una autobiografía novelada de más de tres mil páginas de alguien que, precisamente antes de esa publicación, era alguien desconocido con una vida bastante común. La cuestión es que su estilo, su contundencia y la radicalidad de su desnudez estilística supusieron un cambio abismal en la narración del yo.

En la breve obra que nos ocupa, basada en un discurso pronunciado por el autor en Londres en 2022, Knausgård afronta la compleja pregunta que supone, no la cuantificación, sino la cualificación de la importancia de la novela en nuestro mundo. De esta manera, el autor noruego, ávido lector y narrador desde la subjetividad de los hechos que nos rodean, empieza este brevísimo ensayo de apenas cincuenta páginas parafraseando a Rainer Maria Rilke quien dijo que «la música podía elevarlo —lo que en sí no tiene nada de especial—, antes de añadir: “Y bajarme a otro lugar”». Para Knausgård, la literatura provoca el mismo efecto, «esa extraña sensación que te invade cuando acaba de leer» y eso es algo que «ocurre con todas las novelas buenas: pueden llenarme por completo, pero solo en el momento; al acabar la lectura, la vivencia se desvanece». Cabe decir que en este aspecto no estoy de acuerdo con él, o al menos no enteramente; su afirmación es algo que me produce cierta inquietud pues para mí la buena literatura deja un poso, una sensación, que perdura mucho tiempo después de terminar la lectura, quizá no con la misma intensidad o la misma emoción compartida entre autor y lector, pero sí que nos cambia en parte y no de manera meramente puntual sino de forma sostenida.

Afirma el autor que «la lectura es cercanía, es acercarse a algo» en el sentido en el que cuando leemos contemplamos de manera atenta, buscando el detalle, los detalles que conforman el relato, porque «la novela mete cualquier idea abstracta sobre la vida, sea de carácter político, filosófico o científico, dentro de la esfera de lo humano, donde ya no está sola, sino que de golpea contra una miríada de impresiones, pensamientos y actos». Y ahí es donde radica su fuerza, en que esos pequeños detalles y reflexiones que van construyendo la narración son los que nos aproximan a ella; son ellos los que hacen que entremos de lleno en la historia y por esta razón menciona a Joyce y Proust destacando que ellos en sus obras «se meten debajo del relato para expandir el breve tiempo que dura. ¿Por qué? Porque es ahí donde vivimos». Del mismo modo, destaca también «Orfanato» de Zhadan (una lectura que tengo anotada desde hace tiempo), la cual «describe un suceso, una guerra, antes de que se haya convertido en historia, o, en otras palabras, mientas aún es realidad», porque la realidad de una guerra es mejor si es contada mientras ocurre, cuando los protagonistas aun no son ni conscientes de lo que implica lo que les está sucediendo, no ya a nivel global, sino en sus propias vidas. Ese es el verdadero suceso, el que conforman todos y cada uno de los cambios en la cotidianidad de muchas vidas sometidas a un futuro que siempre es incierto hasta que el resultado es tan nítidamente palpable que entonces sí, y solo entonces, se puede observar el impacto y la catástrofe a la que se han ido encaminando sin llegar a ser conscientes de ello plenamente. Es por ello que el autor afirma que «solo una novela es capaz de plantear los conflictos más importantes con los que nos encontramos sin encerrarlos en definiciones, sino dejándolos abiertos a sentimientos y experiencias»; ahí está el verdadero impacto y su realidad.

Knausgård es coherente con su obra, pues precisamente en «Mi lucha» lo que hace es justamente eso: llenar la narración de detalles cotidianos, momentos del día a día, acercándose a su propia vida para que, a partir de ella, podamos expandirla y quizá asimilarla con la nuestra propia. Y esa es justamente la importancia de su obra, en que siendo un libro muy extenso no lo empequeñece con innecesarios detalles sino que es, justamente y a partir de ellos, que su novela se ensancha y se abre a cada uno de los mundos que los lectores compartimos durante los momentos de su lectura porque «la novela da voz a esa experiencia, que así consigue un lugar. Ese lugar no existe en ningún otro sitio (…) ese lugar, ese mundo visto desde el interior y que se deja abierto, solo existe en la novela (…) La misión de la novela es encontrar el camino hacia ese lugar».

Concluye el autor afirmando que «la misión de la novela es entrar en el mundo y mantenerlo abierto». Y de ahí su trascendencia, pues gracias a ella podemos llegar a conocernos a partir de los demás, a otras épocas y personajes, porque sus vidas y reflexiones se confrontan con las nuestras, y el diálogo entre ambas se mantiene abierto mientras el recuerdo de la lectura siga vivo en nosotros. 

También de Karl Ove Knausgård en ULAD: La muerte del padre (y su contrareseña aquí), Un hombre enamoradoTiene que llover, Fin

domingo, 15 de octubre de 2023

Italo Calvino: Palomar

Idioma original: italiano

Título original: Palomar

Año de publicación: 1983

Traducción: Aurora Bernáldez

Valoración: imprescindible

Aunque en este blog ya hemos publicado una reseña de Nuestros Antepasados para conmemorar el centenario del gran y nunca suficientemente recordado Italo Calvino, es hoy, día 15 de octubre del 2023, cuando se celebran los cien años de su nacimiento en la ciudad de Santiago de las Vegas, en Cuba (por lo que se puede decir que se trata del más destacado escritor cubano de la Historia, aunque escribiera en italiano). 

No sé si éste será el mejor homenaje posible a tan recordado y estimado escritor, pero vamos con la reseña del último de sus libros publicado en vida de su autor, quizás no tan conocido como El barón rampante o Las ciudades invisibles, ni tan original y juguetón Si una noche de invierno un viajero -aunque un poco, también-, pero Palomar, sin duda, resulta ser un pequeño gran libro, a medio camino entre el ensayo, la narración -de aquella manera- y el dietario -o quizás simple cuaderno de notas- que, cabe suponer, llevaba Calvino en sus viajes e incluso su vida cotidiana, y que se ve reflejado aquí, aunque haya trocado aquí su protagonismo (lo cual es muy de agradecer por quienes no somos demasiado fans de la autoficción) por el de un personaje, el señor Palomar, de quien habría que ver cuantos rasgos tiene en común con su creador. Es fácil suponer que, al menos, comparten -o compartían- no sólo el interés, sino la fascinación por el mundo -y el Universo- que les rodea, así como una visión del mismo entre maravillada y desconcertada que a muchos lectores nos hace identificarnos con personaje y autor.

El origen del libro, según cuenta el propio Calvino en su prefacio, está en unos artículos que publicó en el Corriere della Sera con el señor Palomar como protagonista -por lo visto, tenía la intención de introducir a otro personaje, el señor Mohone, como contrapunto, pero se quedó en el limbo-, recopilados luego y ampliados en este librito. Pero, además, Calvino dotó a sus artículos de una organización interna singular (de la que no es aventurado suponer alguna influencia de los juegos literarios del OuLiPo, al que pertenecía): lo que hace el señor Palomar es, fundamentalmente, observar a su alrededor -de hecho, su nombre se debe al observatorio astronómico de Mount Palomar, en California- y reflexionar sobre lo que observa. Tales observaciones, de índole muy diversa, están plasmadas en dieciocho pequeños capítulos -de apenas unas pocas páginas-, que se hayan agrupadas de tres en tres, según los temas. Pero cada uno de estos capítulos están situados, además, siguiendo un criterio de ordenar modelos de observación diferentes -esto lo cuenta también Calvino en el prólogo-:el primero, más descriptivo, corresponde a una experiencia visual; en el segundo, de carácter más narrativo, "están presentes elementos antropológicos, culturales, en sentido lato y (...) también el lenguaje, los significados, los símbolos". En tercer lugar encontramos experiencias de tipo más especulativo y abstracto: "Del ámbito de la descripción y el relato se pasa al del a meditación". A grandes rasgos, se puede decir que se cumple esta intención declarada por el autor, pero también que ,ocurre algo parecido en lo que se refiere al conjunto de artículos o capítulos; entre los últimos -El modelo de modelos, El mundo mira al mundo, El universo como espejo- encontramos, sin duda, los que más tienden a la abstracción, a la divagación filosófica y casi diríamos metafísica.

Estos grupos de tres capítulos, organizados temáticamente por actividades o lugares donde discurre la vida del señor Palomar -Palomar en la playa, Palomar en el jardín, etc.-. están a su vez agrupados de tres en tres secciones más generales, también alrededor de un concepto: Las vacaciones de Palomar, Palomar en la ciudad y Los silencios de Palomar, que constituyen las tres grandes partes en que se haya dividido el libro. Y que, dicho de otro modo o viéndolo de forma inversa, se van desgajando en subgrupos de tres, para organizar el libro a modo de cuadro sinóptico. En cuanto al contenido de los capítulos u observaciones en sí, podemos encontrar desde las meramente -incluso concienzudamente descriptivas-, como en Lectura de una ola, El césped infinito, Desde la terraza (éste recuerda un poco...y aquí imaginad un suspiro nostálgico de quien esto escribe, a la maravillosa Las ciudades invisibles), La carrera de las jirafas o el apunte costumbrista -los capítulos de Palomar hace la compra, en el que nuestro protagonista recorre algunos establecimientos gastronómicos de París-  a la, si no humorada, al menos sí reconocimiento de la vis cómica que pueden y suelen adoptar algunos aspectos de la realidad: El seno desnudo (en el que Calvino ya prefiguraba las incertidumbres y dudas de los varones cisheterosexuales sensibles con el empoderamiento de las mujeres, por entonces aún sólo llamado "liberación femenina") , Los amores de las tortugas, la muy irónica Serpientes y calaveras, La pantufla desaparecida... Por último, ya digo, algunos de los capítulos más "metafísicos", que acaban, nada menos que con Cómo aprender a estar muerto, algo que, sin embargo, parece que sólo se llega a prender con la práctica... No quiero dejar de recordar el capítulo titulado El gorila albino, dedicado al otrora célebre (seguro que muchos de quienes lean esta reseña lo recuerdan o puede incluseo que lo vieran alguna vez) Copito de Nieve, principal atracción por entonces del zoo de Barcelona e incluso de toda la ciudad. Un capítulo conmovedor en el que Italo Calvino demuestra su gran humanidad y empatía cuando habala de aquel gorila, único individuo con sus características en el mundo y no sólo entre los gorilas, sino entre todos los seres vivientes y, por tanto, también más solitario que ningún otro.

En fin, si siempre es buena idea leer un libro, cualquier libro, de Italo Calvino, más aún hacerlo con éste pequeño compendio de observaciones, reflexiones y -pocas y generalmente dubitativas- conclusiones en el que, además, se puede uno deleitar con la maravillosa prosa de este autor, que parece hacer siempre fácil lo difícil, no sólo en su labor de escritor (y de escritor que se lo pone fácil al lector, además, lo que no es tan frecuente) sino en la suavidad y elegancia con la que parece haber transitado por la vida, sin haberse escondido nunca, no obstante, en el subterfugio de la frivolidad o la intrascendencia. Un ejemplo que debería ser para todo el mundo, se dedique o no a las letras, pero más aún o sobre todo, para quien sí lo haga.

Feliz cumpleaños, señor Calvino, esté donde esté... 

Otros títulos del maestro Calvino reseñados en Un Libro Al Día: El sendero de los niños de araña, Nuestros antepasados, Marcovaldo, Las ciudades invisibles, Si una noche de invierno un viajero, Seis propuestas para el próximo milenio, El barón rampante


jueves, 14 de septiembre de 2023

Donatella di Cesare: El complot en el poder

Idioma original: Italiano
Título original: Il complotto al potere
Año de publicación: 2021
Traducción: Francisco Amella Vela
Valoración: Recomendable (sobre todo para interesados)

Los habitualmente llamados conspiranoicos, sus escuelas de pensamiento, sus descabelladas teorías, sus inverosímiles asociaciones o su pose de librepensadores me fascinan. Pero tengo claro que no hay que ridiculizarlos; no más que al ser humano promedio, quiero decir. ¿O acaso creéis que vosotros estás libres de argumentarios falaces, sesgos cognitivos y cámaras de eco? Puede que éstos sean menos pronunciados que los de los conspiranoicos, no lo niego, pero precisamente por eso son tan peligrosos como las manías persecutorias de un pontificador del Nuevo Orden Mundial, las pajas mentales de un terraplanista o los delirios de un negacionista del cambio climático.

La italiana Donatella di Cesare reflexiona, en su ensayo El complot en el poder, sobre muchos temas relacionados con los «complotistas». Lo hace a través de una prosa desprejuiciadamente literaria, repleta de preguntas retóricas y salpicada por apenas un puñado de citas académicas.

Personalmente, creo que al conjunto lo lastran capítulos que se alargan más de la cuenta y ciertas redundancias. Al margen de eso, me parece una obra bastante asequible, preñada de conclusiones a tener en cuenta. 

Entre las múltiples virtudes que he encontrado a este ensayo, destacaría:

  • En ningún momento simplifica los elementos barajados. 
  • No subestima el problema político que supone el «complotismo», sobre todo para la «democracia contemporánea», ni su uso como herramienta que se niega a aceptar el «azar» y fomenta el «maniqueismo».
  • Empatiza con los «complotistas», pues sabe que se sienten «víctimas del caos presente y del futuro angustioso» y necesiran dar sentido a un mundo «ilegible» y a una «historia humana» devenida «enigmática». Asimismo, recrimina a los «anticomplotistas» la reprobación, estigmatización, patologización, ridiculización, deslegitimación y burla a las que los someten, por «ineficaz» y «contraproducente». 
  • Estructura su discurso de tal manera que es fácil seguir su tren de pensamiento, enlazar ideas y localizar argumentaciones previamente abordadas.
  • Describe con precisión los conceptos explorados. Por ejemplo, «complot», «conjura» y «conspiración», que aunque a menudo se usan a modo de sinónimos, pueden llegar a tener implicaciones radicalmente distintas.
  • Tiene pasajes impagables, como ese en que caracteriza a un «agitador» o un «presunto librepensador». Asimismo, me ha encantado su forma de evocar el «resentimiento» o «la archiescena del complot».
  • Su ironía, muy puntual y siempre respuetuosa.
  • Referencia a personajes (Trump, Le Pen...) y fenómenos (QAnon, «la gran sustitución»...) actuales.
  • Menciona a no pocas novelas (Sumisión, El desembarcoEl nombre de la rosa, entre otras).

En fin: El complot en el poder es un ensayo harto interesante. Os lo recomiendo especialmente a aquellos que sintáis fascinación por los «complotistas», a quienes os mofáis de ellos a la ligera sintiéndonos superiores o a los que pensáis que son una minoría inofensiva sin consecuencias políticas.


Otros ensayos sobre la temática conspirativa: Manifiesto conspiracionista

jueves, 25 de agosto de 2022

Gerardo Fernández Fe: Cuerpo a diario

Idioma original: Español

Año de publicación: 2004

Valoración: Bastante recomendable 

Los diarios como género literario, el cuerpo y la literatura, los diarios y la literatura, autores que escriben desde la muerte obligada como Fucik o desde la muerte voluntaria como Styron, diarios en situaciones límite y formas de afrontarlos según se llame uno Ludwig Wittgenstein, Anna Frank o Albert Grunberg, diarios que privilegian lo histórico o lo colectivo sobre lo individual, diarios vanidosos porque "no hay diario íntimo exento de la idea de la trascendencia", diarios confesionales (aunque sea solo a medias) o diarios redentores, pero también diarios novelescos, diarios en los que se introduce la ficción, ficciones en las que se introducen los diarios, etc. 

Todos ellos caben en las 145 páginas de este libelo obra del habanero Gerardo Fernández Fe en el que mezcla con habilidad humor y erudición, anécdota, reflexión y variadísimas referencias. 

Tres los los ejes principales del texto, más allá de sus múltiples ramificaciones. Tres diaristas tan diferentes (y, ¿por qué no?, complementarios) como Martí, Drieu La Rochelle y Walter Benjamin ocupan buena parte de las páginas y sirven como punto de partida para acercarnos a otros diaristas y como arranque de reflexiones de más hondo calado. Así, el poder, la culpa o la propia confesión como herramienta de control social y moral son algunos de los temas que encontraremos en "Cuerpo a diario".

Por tanto, ensayo literario (sobre libros, para más inri), pero ensayo sui generis y algo "tramposillo", ya que igual no es tan importante la aparente línea principal como lo que hay detrás, y ensayo muy interesante que amplía la ya de por sí extensa libros "por leer".

P.S.: Aviso para editores avispados! Esta es la segunda reseña que publicamos en ULAD de Gerardo Fernández Fe, ambas publicadas fuera del circuito convencional español (una autopublicada y la otra publicada en Argentina) y valoradas con un "bastante recomendable". 

También de Gerardo Fernández Fe en ULAD: Hotel Singapur

sábado, 6 de agosto de 2022

Siri Hustvedt: En lontananza

Idioma original: inglés
Título original: Yonder
Traducción: Gian Castelli Gair
Año de publicación: 1998
Valoración: está bien


En el círculo uladiano, bien es sabida mi devoción por Siri Hustvedt, una autora a la que admiro por su inmenso talento literario pero también por su interminable curiosidad por múltiples temas que van desde el arte a la ciencia. Es por ello por lo que me lanzo a leer cualquier ensayo que publique, pues su capacidad para analizar y cuestionarse esferas tan dispares siempre tiene un punto de interés para alguien que comparte las mismas inquietudes. Desgraciadamente, no siempre uno encuentra lo que busca o lo que espera en ellos.

El libro abre con el que, para mí, es el mejor de los ensayos que se incluyen en esta obra y que justamente da título al libro. En «En lontananza», Hustvedt nos habla del concepto de «en lontananza» como el lugar entre el aquí y el allí y, a partir de aquí, Hustvedt abre su reflexión y nos narra el impacto que tiene en nosotros los sitios en los que ya no estamos o a los que estamos a punto de llegar, afirmando que «esos espacios mentales cartografían nuestra vida interior con más precisión que cualquier mapa “real”». La autora enlaza con ello su propia experiencia y la de su familia, y nos narra sus orígenes, a caballo entre Noruega y Estados Unidos, hablándonos de igual manera de su lengua y sus raíces y el impacto que las experiencias causan en nuestras vidas, pues los «lugares que hemos dejado atrás a menudo se tornan emocionalmente simplificados… pulsan una única cuerda de dolor o de placer, lo que quiere decir que nunca son lo que en otro tiempo fueron». Abriendo el abanico reflexivo, Hustvedt extiende su disquisición al campo literario, haciendo un símil con la literatura, pues «el lugar de lectura es una especie de m en mundo en lontananza, un sitio que no está ni aquí ni allí, sino que se compone de retazos de experiencia en todos los sentidos, tanto reales como ficticios».

Ya en el resto de los ensayos, más dirigidos al arte que a la reflexión vital, la autora se centra en la mayoría de ellos en el análisis literario de obras que le entusiasmaron así como de obras de arte que por su impacto o por su enfoque le marcaron. Así, nos habla de Vermeer y su cuadro «Joven dama con collar de perlas», pero también sobre Chardin, Claesz, Cézanne, Matisse y sus cuadros que presentan las naturalezas muertas. Ya en el campo literario, la autora hace una profunda disquisición sobre «El gran Gatsby» de F. Scott Fitzgerald y profesa su admiración por él afirmando que «Fitzgerald supera a cualquier otro escritor que yo conozca en captar la achispada atmósfera de las fiestas». Este análisis sobre la gran obra de Fitzgerald es muy interesante, si bien, de igual manera que me sucedió con Gornick y su «Cuentas pendientes» o también con la propia Hustvedt y su más reciente libro «Madres, padres y demás» estos ensayos incluidos en el libro que hacen referencia a una obra en concreto suscitan interés únicamente en el caso en el que el lector también la haya leído pues de lo contrario no puede contrastarse o enriquecer la propia experiencia lectora de quien lee el ensayo con su lectura previa.

También la autora toca otros aspectos interesantes sobre la vida, como en «Una súplica para Eros», donde nos habla sobre el erotismo, la seducción, las relaciones amorosas y el deseo o su pérdida afirmando que «una combinación de biología, historia personal y caldo cultural de idees es lo que crea la atracción. El amante fantasía siempre está revoloteando detrás o delante del amante real, y necesitamos a ambos. El problema reside en que la alianza de los dos es algo imprevisible. Eros, al fin y al cabo, era un travieso amorcillo armado de arco y flechas, una criatura de sorpresas que se deleitaba en alcanzar a los que menos se lo esperaban».

Ya en su tramo final, y volviendo a un tema que Hustvedt trata en varios de sus libros, la autora habla de la memoria y los recuerdos, afirmando que «Los recuerdos son fragmentos de uno mismo —la misteriosa mescolanza del pasado con el presente (…) El recuerdo debe ser movimiento, suministrando así una concatenación eficaz entre un instante de la vida y el siguiente. Debe ser repetición, pero repetición con diferencia». Una repetición que nos lleva a ser quienes somos pues, en gran parte, somos aquello que recordamos y, a veces, esos recuerdos van ligados a nuestra experiencia lectora pues, como afirma Hustvedt, «cuando recuerdo libros, no recuerdo las palabras sobre la página. Recuerdo lo que vi y oí del mismo modo que recuerdo el mundo real». Y es que, para muchos de nosotros, el mundo real también se encuentra en los libros, en todos ellos.

También de Siri Hustvedt en ULAD: El hechizo de Lily DahlLa mujer que mira a los hombres que miran a las mujeresEl verano sin hombresLa mujer temblorosa o la historia de mis nerviosLos espejismos de la certezaMadres, padres y demás, Recuerdos del futuro

viernes, 6 de mayo de 2022

Siri Hustvedt: Madres, padres y demás

Idioma original: inglés
Título original: Mothers, Fathers, and Others - Essays
Traducción: Imma Estany Morros en catalán para Edicions 62 y Aurora Echevarría Pérez en castellano para Seix Barral
Año de publicación: 2021
Valoración: recomendable


Aquellos que seguís el blog desde hace algún tiempo, sabréis de mi absoluta admiración por Siri Hustvedt, pues no es únicamente una autora realmente polifacética que se maneja igual de bien en ensayo que en narrativa, sino que es una autora con grandes inquietudes culturales, científicas y filosóficas. Así, su obra mezcla e integra diferentes conceptos relacionados con el arte y la psique, realizando a partir de ellos profundas reflexiones acerca de la condición humana.

En este conjunto de veinte ensayos de distinta extensión, la autora estadounidense trata aspectos relacionados con las relaciones entre padres e hijos, la memoria y los recuerdos, pero también el arte y la literatura. Así, esta obra complementa y es una extensión de sus ensayos previos como «La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres», «La mujer temblorosa o la historia de mis nervios» o «Los espejismos de la certeza» y es algo que tiene todo el sentido pues toda la obra de Hustvedt está interrelacionada, pues los conceptos que la atañen se ven reflejados en sus distintas obras en mayor o menor grado.

Hustvedt abre el primer ensayo hablándonos de sus orígenes, de su hogar, de sus abuelos, de sus recuerdos de la infancia. Una infancia rodeada de pobreza, aunque sin ser consciente de ello, y también de felicidad con sus tres hermanas y sus primos en la granja de sus abuelos entre campos, tractores y hierba. En este primer ensayo nos interpela como lectores y evoca nuestras emociones al afirmar que «todos adquirimos los sentimientos de los demás, especialmente de aquellos que amamos, e imaginamos que lo que no hemos visto ni tocado también nos pertenece a través de un vínculo imaginario» porque «todos, en un grado u otro, estamos hechos de lo que denominamos ‘memoria’». Y esta reflexión evocando la figura de sus padres y abuelos continua en otros de los ensayos incluidos en el libro, al hablarnos también de los difuntos y los rituales funerarios existentes de las diferentes culturas.

Más allá de aquellos ensayos más enfocados a la introspección, y fiel al feminismo que ha defendido durante toda su vida, el libro contiene ensayos más críticos, más denunciativos sobre la maternidad y los roles patriarcales, afirmando sin tapujos que «la maternidad ha estado y continúa estando ahogada dentro de tantas absurdidades sentimentales, con tantas normas punitivas sobre cómo hay que actuar y qué se debe sentir que hoy en día es como una camisa de fuerza cultural». Y Hustvedt aprovecha estas reflexiones para alabar la figura de su madre, gran aficionada a la lectura y muy de izquierdas, que pasó nueve días en la cárcel tras protestar contra la ocupación nazi en su pueblo en plena guerra mundial. Una mujer con alta resiliencia contra las adversidades de la vida. Una mujer de quién la propia autora afirma que «conocí y amé apasionadamente (…) mi amor fue depurado por la intensa admiración que sentía por ella y por la profunda amistad que tuve con ella a lo largo del tiempo». Y, en esa denuncia sobre el patriarcado y el machismo existente, la autora nos habla sobre los mentores y su importancia a la hora de explotar el talento y aprender, a pesar de que la sociedad a menudo nos otorga mentores inexistentes, que expone en su propia experiencia al afirmar que «una singularidad de mi historia personal es que des de la distancia me asignaron un mentor que no es, no era y no lo ha sido nunca: mi marido» (y esto es algo que cualquier lector que haya leído las obras de ambos autores podrán confirmar) afirmando, sabiamente, que en estos casos «el enaltecimiento y el reconocimiento de la autoridad de una mujer a menudo es interpretado como la denigración y la supresión del hombre y su autoridad». E, incidiendo en el tema, nos habla también sobre la misoginia, y su relación con el arte y la pintura, pues «cuesta mucho más detectar la misoginia en aquello que no está presente: en la absencia de nacimientos en el canon de la pintura occidental, en la placenta desaparecida…» porque de esta manera «el sueño griego del nacimiento masculino persiste: no es la madre la que da a luz a lo que denominamos su hijo: ella únicamente cuida la semilla que han sembrado dentro de ella».

En ensayos menos interesantes (según mi modesta opinión) nos habla sobre límites y fronteras, sobre Trump y la pandemia a raíz del COVID, y también dedica ensayos a la figura de Simbad y a Lousie Bourgeois y su atrevimiento, su desparpajo y también las interpretaciones psicoanalíticas de su arte. Asimismo, nos habla de Jane Austen y su libro «Persuasión», así como de «Cumbres borrascosas», de Emily Brontë. Estos ensayos plenamente dedicados a una obra literaria o artística no suscitan excesivo interés a menos que uno conozca la obra, pues trata de ella en profundidad (incluso revelando el argumento con detalle). Este hecho es algo que ya me ocurrió con «Cuentas pendientes» de Vivian Gornick y creo que su lectura está únicamente dedicado a quienes tengan especial interés en su análisis de tales obras a pesar de que cada uno extrae sus propias conclusiones pues el libro «es como un virus: el texto está muerto hasta que es animado por el cuerpo de un anfitrión». Por ello, estos capítulos aportan un punto de irregularidad al libro que lastran en parte su lectura, aunque también es cierto que al ser ensayos independientes el lector puede simplemente optar por saltárselos porque incluso sin ellos el libro merece holgadamente su lectura.

Por fortuna, Hustvedt recupera el pulso y nos ofrece sus mejores análisis cuando nos habla de literatura y narrativa, como cuando separa la autora de la narradora afirmando que «yo puedo ser la autora de la historia, pero no soy su narradora. En este caso, no hay una persona real que cuenta la historia. Yo, la autora, sin duda estoy alienada de mí misma». Así, nos habla de la importancia de la narración pues «nos explicamos historias a nosotros mismos para darnos un sentido» y, por ello, «la verdad que busco como escritora de ficción no es un registro documental del pasado. Busco la verdad emocional. Los personajes tienen que comportarse, hablar y pensar a lo largo de su vida de una manera que tengan en mi un eco de verdad. Esta verdad no tiene nada que ver con la naturaleza de los hechos expuestos». La autora defiende la literatura que nos remueve, que nos impacta, porque tal y como afirma «no me interesa el arte que no me cuesta nada entender. Solo me interesa el arte que me hace reflexionar un cierto tiempo», porque entiende la lectura como «una manera de autoexpandirnos» y, por ello, «cuando la literatura es meramente una distracción, no te puede cambiar de cara al futuro. No te puede sacar del marco conceptual y las pautas aprendidas de la vida mientras la vives». De esta manera, «leer novelas significa que estás dispuesto a sumergirte en las realidades complejas de los demás. Significa que tienes curiosidad y voluntad para participar en una suerte de pluralismo», porque «leer ficción comporta una pérdida del yo en manos del otro, un ceder y dejarse ir. A un narcisista virulento, esta pérdida del yo le resulta imposible. Lo que cuenta es ver el propio yo reflejado infinitamente en las caras admiradas de la esposa, el amigo o la multitud. No hay diálogo en esta sala de espejos».

La autora nos habla también de la memoria, algo que ha hecho repetidas veces en sus libros, y apunta que «la novela y otras formas de literatura son fruto de la memoria, y la memoria en sí está sujeta a cambios imaginativos»; esto es algo demostrado científicamente pues se ha constatado que «los pacientes que sufren daños bilaterales en el hipocampo, una parte del cerebro asociada a la memoria autobiográfica y también a la navegación, no únicamente tienen dificultades para recordar… sino que también les cuesta imaginar». De igual manera, Hustvedt expone casos de personas (condenas incluso por asesinato) han afirmado recordar cosas que nunca han sucedido, por presión policial o presión social constatando así que «hay pruebas empíricas sólidas que confirman que la memoria de cada persona puede ser manipulada por presión social».

Por todo ello, este recopilatorio de ensayos nos ofrece una buena oportunidad para reflexionar sobre el arte en sí mismo, pero también sobre cómo nos construye y nos forma como personas estableciendo una relación única, inigualable y exclusiva entre una obra y cada uno de sus lectores, pues la manera como nos impacta y nos sacude depende de la obra pero también de la propia vida (y no únicamente «lectora») de cada uno de nosotros destacando, por encima de todo, la necesidad de la empatía para poder conectar con ella. Tal y como afirma Hustvedt, «la empatía es un estado de ánimo compartido» y únicamente a través de una conexión emocional con la obra podemos llegar a comprender todo su sentido. De esta manera, se trata de un libro que, pese a su irregularidad a causa de su amplitud temática, es recomendable siempre y cuando sepamos manejar las expectativas porque, en palabras de la propia autora «la expectativa a menudo es una forma de prejuicio (…) y a veces distorsiona aquello que tenemos delante de nuestros ojos». Así pues, lanzaos a leer a Hustvedt sabiendo, a ciencia cierta, que a cada uno de vosotros os entusiasmará por cosas diferentes.

domingo, 17 de abril de 2022

VV.AA.: Atlas de literatura latinoamericana (arquitectura inestable)

Idioma original: Español
Año de publicación: 2022
Valoración: Muy recomendable (y precioso)
Edición: Clara Obligado

Hay una canción del grupo valenciano La habitación roja que dice algo así como "(...) Solíamos buscar destino para nuestros viajes en el viejo atlas de tus padres. Las fronteras han cambiado tanto, mis cosas ya no te pertenecen y todos estos viejos libros ya no se acuerdan de cómo nos conocimos (...)". Por tanto, el atlas como guía (de viajes, de lecturas) y el atlas como foto estática de un momento X regido por una serie de condicionantes (geopolíticos, económicos, etc).

Lo anterior es aplicable al 100% para este "Atlas de literatura latinoamericana" en el que, a medio camino entre el homenaje y la reivindicación, una serie de escritores, profesores y críticos cartografían la parte hispanoparlante del continente (más una pequeña incursión en el Brasil) a través de breves perfiles (biográficos, reseñísticos, académicos o periodísticos) de 50 autores más o menos reconocidos y premiados, más o menos malditos, pero relativamente olvidados o ninguneados por el canon. Por citar algunos, estarían mis adoradas Silvina Ocampo, Sara Gallardo, Roberto Bolaño o Manuel Puig, malditos como Jaime Saenz, Alejandra Pizarnik o Julio Ramón Ribeyro, gigantes como Cabrera Infante o Lezama Lima, mujeres eclipsadas como Elena Garro o Camila Henríquez Ureña y absolutas desconocidas para mi (y perdón por la ignorancia) como Carmen Lyra, Lupe Rumazo, Teresa de la Parra o Marosa di Gregorio.

Pero todo atlas es, por definición, incompleto y este no podía ser menos. Factores internos y externos al propio atlas condicionan y determinan la elección de los autores incluidos. En el lado de los factores internos cabe citar la deliberada (y afortunada) exclusión de las vacas sagradas del boom, que aunque no están directamente sí que sobrevuelan muchos de los textos, o la también deliberada (y no tan afortunada) exclusión de autores en lenguas "originarias". En el lado de los factores externos, las dinámicas del mercado editorial hacen que los grandes centros del continente (Argentina, México) tengan una presencia infinitamente mayor que literaturas más marginales, que la narrativa ocupe mucho mayor espacio que la poesía o que la inmensa mayoría de los reseñados desarrollaran la totalidad de su obra en el siglo XX y, más concretamente en su segunda mitad.

Además de lo anterior, llaman la atención algunas ausencias: Saer (sobre todo Saer), Arguedas, Ramos Sucre, Piglia, Scorza, Rosario Ferré... Pero ya hemos dicho que los atlas son fotos estáticas y al igual que las fronteras, especialmente las europeas, han cambiado una barbaridad en los últimos 120 años, también este atlas es susceptible de altas y bajas en un futuro no muy lejano.

Condicionantes y ausencias aparte, y más allá del valor de los textos como guía para posibles futuras lecturas, este "Atlas de literatura latinoamericana" admite diversas lecturas que lo hacen muy recomendable. Así, estos textos pueden y deben ser leídos como puente entre el pasado y el presente, como pequeño tratado histórico -literario, como ensayo sobre el carácter híbrido de la literatura latinoamericana, como testimonio del efecto que la convulsa historia política del continente ha tenido sobre autores y obras, etc.

No puedo terminar la reseña sin mencionar el magnífico trabajo de Agustín Comotto en la parte gráfica, con ilustraciones que no solo acompañan sino complementan los textos, y la preciosa edición de Nórdica (tapa dura, papel "gordo", letra para miopes como yo...)

En resumen, un libro de obligada lectura, pese a los condicionantes de que hablaba, para cualquier persona interesada en la literatura latinoamericana de los últimos 100 años. Con que lo disfrute la mitad de lo que yo lo he hecho será más que suficiente.

viernes, 4 de marzo de 2022

Ilustres Olvidados #5: Los raros de Rubén Darío

Idioma original: Español 
Año de publicación: 1896-1905-1920
Valoración: Bastante recomendable

Doble "rescate" en el día de hoy: país y autor. ¡Porque esta es la primera reseña (después de casi 4800 reseñas) dedicada a un autor nicaragüense! Y, como no podía ser de otra manera, el autor rescatado es el mayor exponente de las letras "nicas": Félix Rubén Gómez García Sarmiento (AKA Rubén Darío).

Pero ya puestos... ¿por qué no reseñar "Azul", "Cantos de vida y esperanza" o "Prosas profanas? Bueno, uno es un intelectual pero me sigue dando reparo reseñar poesía y, además, "Los raros" es lo único que tenía a mano de la obra dariana. Más aun: después de la lectura de "Los raros", puedo afirmar que en él se recoge buena parte de la concepción estética de Rubén Darío, así que su elección queda más que justificada.

Sigamos. Para una breve explicación de lo que encontramos en "Los raros", acudimos al Diccionario de la RAE, que define el término "raro" como "que se comporta de un modo inhabitual", " extraordinario, poco común o frecuente", "escaso en su clase o especie", "insigne, sobresaliente o excelente en su línea" o "extravagante de genio o de comportamiento y propenso a singularizarse". Así, el libro recoge un catálogo de autores que de una u otra forma encajan en alguna de las anteriores definiciones, siguiendo la tradición decimonónica del interés por artistas marginales, excéntricos u olvidados, aunque vinculándolos por parte del autor a una sensibilidad excepcional o singular.

21 semblanzas (y un breve prólogo) con un marcado carácter "francófilo o afrancesado" (aunque también aparecen Poe, José Martí o Ibsen, por citar algún no francés), "machirulo-varonil" (solo una mujer entre los 21 retratados) y con una indudable querencia por la literatura de la segunda mitad del XIX y sus diferentes "ismos" (siendo la única excepción, además del propio Poe, el místico italiano del siglo XIII-XIV Fra Domenico Cavalca). Especialmente alargadas son las sombra de nombres como Baudelaire, Mallarmé, Hugo o Verlaine y de una ciudad, Paris, semejante a la reina ardiente y cruel de la historia, que da a gozar de su belleza a sus amantes y en seguida los hace arrojar en la sombra y en la muerte.

El tono general de los textos es laudatorio, excepción hecha del capítulo dedicado al médico y azote de los diferentes vanguardistas Max Nordau, y en ellos Darío mezcla, utilizando una prosa marcadamente lírica, lo descriptivo, lo evocativo y lo histórico para trazar breves semblanzas que van desde la meramente físico hasta algo más cercano a la reseña literaria (y no esto que estáis leyendo). Todo ello para dar forma a un volumen que puede ser leído como ensayo histórico, guía de lectura o tratado estético más centrado en describir principios que en elaborar manifiestos. 

Ese creo que es el principal interés y el principal valor de "Los raros": ofrecer un cuadro bastante completo de los movimientos que marcaron la obra del propio Darío y la literatura de fines del XIX y principios del XX, haciéndolo además de una forma que, pese a la abundancia de citas y referencias, resulta relativamente asequible para un lector medio gracias a una mirada más humana que teórica. 

martes, 15 de febrero de 2022

Vivian Gornick: Cuentas pendientes

Idioma original: inglés
Título original: Unfinished business
Traducción: Martí Sales (edición en catalán) y Julia Osuna Aguilar (edición en castellano)
Año de publicación: 2020
Valoración: entre está bien y recomendable

A aquellos a los que nos gusta leer y que llevamos décadas haciéndolo, siempre nos asalta la duda sobre si vale la pena volver a esos libros que nos fascinaron, que nos dejaron una huella imborrable, aquellos que por su argumento, pero diría que especialmente por su estilo, ocupan un lugar destacadísimo en nuestra memoria. Y la duda respecto a si volver a ellos no reside únicamente en si vale la pena dedicar nuestro valioso tiempo a leer un libro ya leído en lugar de dedicarlo a un libro por descubrir, sino especialmente, o al menos en mi caso, la duda está en qué pasaría si leyera de nuevo ese libro en concreto. ¿Me gustaría de igual modo? ¿Encontraría de nuevo en él todo aquello que me cautivó? O, por el contrario, ¿me decepcionaría? Esto mismo es lo que Vivian Gornick trata en esta recopilación de ensayos.

En esta recopilación de ensayos literarios (y pongo especial énfasis en lo de “literarios”), la autora estadounidense aborda precisamente el tema de las relecturas, ofreciéndonos una reflexión sobre cómo los libros impactan de diferente manera según nuestro momento vital, nuestra madurez o nuestro estado de ánimo. Y, para ello, nos ubica de manera muy resumida en su infancia, afirmando que «crecí en una ruidosa casa de izquierdas donde Karl Marx y la clase obrera internacional eran dogmas de fe: el sentimiento de injusticia social se daba por hecho». También nos cuenta sus primeras incursiones en el mundo periodístico a través de The Village Voice y cómo a raíz de tener que escribir un artículo sobre el feminismo se dio cuenta de que ella lo era. Y, ese trayecto vital coincidió, como no podía ser de otro modo, con un recorrido lector, y en esta recopilación hace una parada para examinar y comentar esos libros que, de un modo u otro, le causaron un impacto, no una única vez, sino que se lo causaron en sus diferentes lecturas porque como gran lectora, ensayística, crítica literaria y periodista que es, afirma justo al inicio del libro que «como la mayoría de lectores, a veces pienso que nací leyendo» y confirma su pasión por la literatura al afirmar que en la introducción que «el mundo continua desapareciendo cuando leo y no dejo de maravillarme» y, como buena lectora, no le cuesta empatizar con sus propios lectores como demuestra libro tras libro manteniendo un firme propósito: «cuando escribo aún espero poner los lectores detrás de mis ojos, que vivan el tema tal y como yo lo viví, que lo sientan tan visceralmente como lo sentí yo».

De esta manera, y haciendo un repaso a las lecturas que más la marcaron, Gornick nos habla en primer lugar de «Sons and lovers», de D. H. Lawrence, la primera novela de aprendizaje que leyó y nos cuenta cómo y por qué le impactó, no en una sino en las diferentes ocasiones en las que leyó el libro. Esta ‘lectura’ es interesante, pero vemos ya en ese primer capítulo el principal punto débil de esta obra: la autora utiliza las casi veinte páginas de este primer ensayo para explicar el libro y las diferentes lecturas del mismo que hizo a lo largo del tiempo con sus diferentes interpretaciones según el momento vital en el que lo leía, pero lo hace de un modo demasiado exhaustivo, contándonos todo el libro y eso es algo que puede tener cierto interés si uno ha leído el libro pero en caso contrario no es algo que aporte demasiado a la lectura aparte de un conjunto de spoilers, explicar toda la trama argumental de principio a fin y añadir unas cuantas citas o incluso párrafos del libro en cuestión.

Ya en el segundo ensayo continua con Colette, de la que afirma que «en su obra, nos podíamos ver no tal y cómo éramos, sino tal y cómo probablemente seríamos», pues «parecía que supiera todo lo que le pasaba por dentro a una mujer ‘bajo presión’». Tras Colette, la autora sigue con su análisis más próximo a la crítica literaria con Marguerite Duras y «El amante» y sigue con Elizabeth Bowen, Delmore Schwartz y Yehoshua donde aprovecha para narrar lo que supone ser judío en Estados Unidos, afirmando que «la mía fue la última generación de criaturas nacidas en Estados Unidos hijas de los judíos europeos que llegaron a este país a finales del siglo XIX. En gran parte, quedamos marcados de por vida en la experiencia angustiante de nuestros padres de vivir en la periferia, colectivamente hablando; empezamos temprano a dejar un testimonio literario de qué quería decir ser judío en los Estados Unidos». La autora se percata de que «últimamente, me he encontrado pensando en este corpus de obras escritas por norteamericanos para los cuales ser judío era central». Asimismo, se confiesa al afirmar que su visión de judía estadounidense le chocó enormemente con la realidad existente en Israel, pues tras su visita a ese país finales de los 70, afirma que «por más que lo intentara, durante los meses en los que viví en Israel, mediante cualquiera de los rasgos identitarios que tenía a mano (judía, mujer y norteamericana), no fui capaz de conectar. Como hija de judíos seglares que hablaban yidis, la lengua hebrea me decía lo mismo que cualquier otra lengua extranjera; como mujer, retrocedí al encontrarme un país aún más machista que el mío; como producto del individualismo de los Estados Unidos, no podía superar el espantoso tribalismo de su cultura».

De igual manera, nos habla también de feminismo al hablarnos de Elizabeth Stanton, quién fue presidenta de La Asociación norteamericana de Mujeres Sufragistas y de cómo conectó profundamente con su obra «The Solitude of Self», pues «ningún libro judío norteamericano había retratado con tanta precisión mi interior, atrapado entre la naturaleza y la historia». Nos habla también de Natalia Ginzburg de quien afirma que, «leyéndola, como he hecho repetidamente a lo largo de muchos años, experimento la euforia de cuando te recuerdan intelectualmente que eres un ser sensible» y nos revela que la propia Ginzburg descubre que «el truco era prestar mucha atención a la propia experiencia y después encontrar la manera de hacer que la escritura se acomode a ella». Su conexión con la autora italiana era tal que parecía que «sus escritos le hablaran directamente. A la larga, parecía que los hubiera escrito para mí». Finalizando los ensayos con las figuras de J. L. Carr y Pat Barker, nos habla también de la predisposición del lector hacia un libro y cómo está condiciona irremediablemente la valoración y el disfrute de su lectura, y de Doris Lessing (y su relación con los gatos) o Thomas Hardy y su libro «Jude». Ya hacia el final del libro, Gornick nos cuenta cómo se encuentra con un libro que leyó y subrayó hace tiempo y cómo aquello que destacó antes no le parecía tan importante y sí en cambio otras frases del libro; esto la sorprende hasta el punto de que lo relee de nuevo siendo consciente que, quizá en una tercera lectura más adelante, encontrará otras partes interesantes a las que ahora mismo no le aportan o impactan en exceso. 

De esta manera, en este recopilatorio de ensayos, Gornick nos narra cómo esas lecturas la impactaron, cómo se identificaba con algunas escenas, pasajes y pensamientos. Por ello, en este libro, más cercano a una recopilación de reseñas o crítica literaria que a un ensayo reflexivo sobre ella o sobre la sociedad, Gornick parece destinarlo a aquellos que en algún momento de su vida se han interesado por esas mismas lecturas que la autora analiza y desgrana, pero que no contará con gran interés por parte de aquellos que no los han leído o que la temática que tratan no se encontrarían entre sus preferencias lectoras. Es posible que mi valoración del libro nos sea mejor debido a las expectativas que tenía sobre él, más cercanas a una especie de Bildungsroman literario donde la autora nos deleitara (como de costumbre) acerca de reflexiones sobre su vida y evolución, que no al análisis de las propias obras. Esperaba de esta lectura que Gornick nos explicará su vida lectora (algo parecido a lo que hicimos en una de nuestras semanas temáticas) ligada a su evolución vital, pero se centra en exceso (según mi opinión) en desgranar las propias obras expuestas y su argumento.

En cualquier caso, la lectura del libro sirve para constatar que «la experiencia del arte solo se produce en el encuentro entre el espectador y el objeto artístico» tal y como afirma Hustvedt en «La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres», y esta experiencia es diferente cada vez, pues el espectador cambia con el paso del tiempo y con ello su visión del mundo. Por ello, parafraseando a Heráclito, quien afirmó que «no nos podemos bañar dos veces en el mismo río» porque las aguas siempre son otras, yo afirmaría que no podemos leer dos veces el mismo libro, puesto que, aunque el texto siempre es el mismo, nosotros cambiamos con el paso del tiempo por lo que nuestra lectura será diferente a cada vez que lo intentemos. Y es bonito que así sea, porque significa que evolucionamos y que siempre podremos sorprendernos con los libros, aunque ya los hayamos leído.

viernes, 14 de enero de 2022

Cristina Campo: Los imperdonables

Idioma original: italiano

Título original: Gli imperdonabili  

Traducción: Mª Ángeles Cabré

Año de publicación: 1987

Valoración: Inclasificable


Antes de nada, hay que precisar que Cristina Campo no tiene nada que ver con la muy actual novelista barcelonesa Cristina Campos. Una casualidad que debe ser aclarada, porque nuestra Cristina Campo es el pseudónimo de una autora italiana llamada Vittoria Guerrini, cuya vida, más bien breve, transcurrió justo por el tramo medio del pasado siglo XX. Fue autora de unos cuantos textos, no muchos, entre la poesía y el ensayo, y es en este segundo campo donde hay que situar los textos recopilados en Los imperdonables, aunque con muy fuerte influencia del primero.

En cuanto al contenido, los textos que componen este volumen se podría decir que responden al patrón clásico y conceptualmente más estricto de lo que es un ensayo, es decir, comentarios o reflexiones de un escritor que se explaya sobre asuntos más o menos heterogéneos que no son el objeto de su trabajo habitual. Algo que recuerda un poco al amplio repertorio de Susan Sontag, aunque solo en este aspecto y en ningún otro. Una buena parte se refieren a literatura, con referencias por ejemplo a Proust, Borges, John Donne o Chéjov, además de otros cuantos autores que confieso me resultan del todo desconocidos, y amplias referencias a Las mil y una noches, algunos de cuyos relatos son quizá más objeto de recensión que de reseña. La fábula (diríamos en el sentido amplio de cuento clásico) es omnipresente, ya sea como protagonista de las exploraciones de la Campo, o como punto de referencia permanente al hilo de cualquier otro tema.

Porque hay bastante más. Al parecer, la autora (de marcadísima raíz cristiana) es experta en los más recónditos entresijos de la teología y la historia de la religión, y así tenemos largas reflexiones en torno a la liturgia oriental, a distintos aspectos de la mística, o sobre los Padres o Maestros cristianos del desierto (si se me permite el inciso, no tengo claro si este extraño colectivo tiene alguna relación con la fantástica Simón del desierto de Buñuel). Pero también tenemos amplias divagaciones sobre las alfombras orientales, la búsqueda de la perfección, o el seductor y difícilmente traducible vocablo italiano sprezziatura (estilo, desenvoltura…) Como se ve, cuestiones no precisamente fáciles para el lector estándar. Pero los problemas no vienen solo del qué sino, sobre todo, del cómo.

Cristina escribe estupendamente bien, claro está. Pero todo esto tiene una carga de subjetividad tan aplastante que más parecen reflexiones escritas para uso personal. Igual por eso en alguna parte se dice que es una autora que ‘ha escrito poco y le hubiera gustado escribir menos’. Ciertamente, de vez en cuando deja momentos que embelesan, como esa imagen, casi al inicio, del niño escuchando el relato del abuelo, o el estupendo homenaje a Borges partiendo de los misterios en torno a la llamada puerta mágica de Roma.  

Pero envolviendo esos momentos brillantes que el libro realmente tiene, encontramos un tsunami de referencias eruditas que a un lector normal (obviamente, yo mismo) difícilmente le dicen gran cosa, como no sea subrayar su propia ignorancia, apreciaciones personales servidas en una prosa poética bien tallada pero mayoritariamente opaca, densas digresiones que circulan entre asuntos, textos o hechos históricos de los que nunca habíamos oído hablar. Se siente uno inevitablemente pequeño, a la vez aturdido por tantas cosas desconocidas, y algo seducido por la lucidez y precisión con que la autora las relata. Se diría que Cristina Campo no es de este mundo, está en una dimensión más allá de la nuestra, por momentos puede resultar fascinante, sí, pero al engullirse el volumen completo, aunque no sea demasiado extenso, en el sabor que queda al final puede más el hastío que la admiración. Más aún si nos encontramos con numerosas citas, a veces párrafos enteros, en inglés, francés, griego o latín, sin traducir, como dando por supuesta la poliglotía del lector (y esto solo es achacable al editor).

Por su parte la autora no muestra la mínima intención didáctica, no persigue ser entendida ni abrir los ojos del lector hacia los tesoros en torno a los cuales construye sus textos. En definitiva, como apuntaba antes, no escribe para un público, sea amplio o reducido, sino para sí misma, y ahí falla por completo la conexión con el lector. Quizá es lo que ella buscaba realmente, como quien escribe un diario que no es para ningún destinatario más allá del mismo autor. Y a lo sumo consigue movilizar a un puñadito de entusiastas, varios de los cuales se afanan en poner su firma a varios textos adicionales, prólogos, notas, apostillas y epílogos que adornan el libro. Me gustan muy poco todos ellos, pero en especial me atrevería a recomendar que ni siquiera leáis al pedantísimo e insoportable Guido Ceronetti que, en vez de centrarse en la autora y su obra, no puede disimular unas ganas locas de ponerse a su altura intelectual, además de deslizar un bochornoso comentario machista que sin duda intentará disimular disfrazándolo de erudición.

De verdad que es una pena, porque esta Cristina Campo es una mujer con un enorme talento para escribir y un bagaje cultural apabullante, y toca temas que en general pueden ser muy interesantes. Pero le puede claramente esa vena poética, y tal vez una de las claves del por qué se encuentra en una carta citada en uno de los anexos: ‘Despliega una lista de apuntes (citas) y el discurso que las debe unir crecerá solo en medio como una enredadera entre las piedras’. El problema es que el resto del mundo no está en el cerebro de Cristina, y así, de lejos, aunque admiremos su talento y sus conocimientos, acabamos irremediablemente confundidos, y hasta un poquito cabreados, de tanto tropezar con esas piedras y enzarzarnos en aquella enredadera.


domingo, 2 de mayo de 2021

Eva Appel: Vida y contexto de Franz Kafka

Idioma original: Español
Año de publicación: 2019
Valoración: Recomendable para interesados


Eva Appel ha escrito una cronología vital y cultural de Franz Kafka que, pese a su brevedad (apenas alcanza las doscientas páginas), consigue entregar la información básica acerca de su objeto de estudio, cuestionar obras afines más extensas y actualizar ciertos datos. 

De Vida y contexto de Franz Kafka destacaría especialmente el atinado análisis que hace de la enigmática literatura del autor checo, así como el fiel retrato que dibuja de la época en la que éste se movió.

Por ponerle pegas al libro, diría que su faceta biográfica presenta algunas omisiones y que no acabó de persuadirme su forma de relacionar a Kafka con otros intelectuales (Nietzsche, Einstein, Freud....). En todo caso, lo recomiendo a todo aquel interesado en el tema abordado, tan fascinante como abrumador, tan visitado como inagotable, tan influyente como irrepetible.

domingo, 31 de enero de 2021

Semana del ensayo #7: Regreso a Reims, de Didier Eribon

Idioma original: francés 

Título original: Retour a Reims

Año de publicación: 2009

Valoración: Recomendable

 

El ensayo biográfico permite abordar cuestiones de interés con todas la licencias propias de este género literario (desorganización, proporción desigual de los temas tratados, opiniones personales en lugar de realidades científicas, divagaciones sin límite etc.), y el aspecto narrativo le proporciona un plus de amenidad. Demasiada para mi gusto en este caso, y es que el contenido autobiográfico me parece excesivamente extenso, incluso reiterativo, en detrimento de la parte teórica. Pero esta es mi opinión, solamente.

Autor de una obra extensa y variada, Didier Eribon  ha escrito varios tratados en los que –siguiendo la estela de Genet y (su biografiado) Foucault– plantea el largo y arduo proceso de la salida del armario. Aquí trata de la suya propia y del concepto en sí con todas sus implicaciones. El camino fue largo para alguien nacido en 1953, primero lo mantuvo en secreto, pero poco a poco tuvo que resignarse a la perspicacia de su entorno y con el tiempo acabó reuniendo un amplio corpus teórico en el que analiza la homosexualidad desde diversas perspectivas. No solo había superado la fase de ocultación, supo además convertir su realidad personal en asunto de investigación y reflexión, eso le proporcionó el respeto personal, un prestigio profesional indiscutible... y un día falleció su padre. Entonces fue consciente de que el secreto, alimentado por la vergüenza, no era solo su orientación sexual, que su origen social seguía a salvo de todas las miradas pues durante toda su vida había ocultado su pasado, y cuando las preguntas le parecían demasiado indiscretas, se veía obligado a mentir. (“Formulémoslo de la siguiente manera: me fue más fácil escribir sobre la vergüenza sexual que sobre la violencia social”).

Esa procedencia, que describe con todo detalle, era de hecho tan humilde que él mismo considera milagroso su ascenso en la escala social. Tras el fallecimiento del padre –del que le separaba un abismo cultural e ideológico, incluso de talante, que los mantuvo alejados durante años– no había razón para dejar de visitar el hogar, que ya no estaba en el Reims de su infancia pero que, al margen de traslados, conservaba la esencia del lugar dónde se crió. Su visita permitió una comunicación madre-hijo insólita hasta entonces, que lo devolvía a sus auténticos orígenes y le abría las puertas a esa zona de su conciencia de la que se había desvinculado hasta el momento. De esa especie de catarsis, e inspirado por los autoanálisis llevados a cabo por Annie Ernaux y su amigo Pierre Bourdeau (del que, opina, se quedó corto), surgió Regreso a Reims. Una obra cuya sinceridad incomoda a veces, que no elude la autocrítica más cruda y que, gracias a su faceta ensayística, va más allá de la confesión personal. Examina los férreos  mecanismos de reproducción del determinismo social e indaga sobre la movilidad de clase (transfuguismo) y los efectos que produce, tanto en la unidad familiar como en aquel que ha cambiado de rango.

Según dice, y demuestra, la conciencia de pertenecer a una clase no es tan habitual como podría parecer. En un extremo situaríamos al entorno de su infancia (padres, vecinos etc.) que votaron siempre al Partido Comunista y, en un momento dado, se sintieron traicionados por la izquierda y seducidos por el discurso de Marine Le Pen, o bien, analiza el frecuente rechazo a la instrucción de esas clases populares por considerarla ocio improductivo, así como la creencia de que el abandono escolar es una elección libre. En el otro, a un estudioso como Raymond Aaron que, desde su posición, consideraba las clases sociales como una realidad de otra época. Eribon opina que esas son las palabras de un privilegiado y que solo los burgueses pueden permitirse ignorar la pertenencia de clase. La combinación de ambas posturas reproduce el determinismo social (“Es como si la línea que divide ambos mundos sociales fuera impermeable casi por completo”). Pero si hasta el teórico de lo social reniega de su origen, no parece que vaya a cambiar nada. (“En lo político, estaba con los obreros, pero odiaba tener raíces en su mundo. Probablemente, ponerme del lado del “pueblo” me habría provocado muchos menos tormentos internos y crisis morales si el pueblo no hubiera sido mi familia.”). Aunque, realmente, son las estructuras sociales quienes condicionan ese inmovilismo, en particular, el sistema educativo, que Eribon considera una auténtica trampa, la forma más efectiva de perpetuar la desigualdad. Incluso él se engañó en cierto modo pues, al carecer de la información propia de las élites, siguió un itinerario carente de prestigio que ha condicionado su carrera.

Como pueden suponer, toda su trayectoria supone un largo y costoso proceso de construcción personal cuyo resultado consiste en aceptar y conciliar sus diversas identidades.

“¿No nos compete a nosotros construir discursos y teorías que permitan que nunca descuidemos tal o cual aspecto, que nunca dejemos fuera del campo de la percepción o fuera del campo de acción ningún ámbito de opresión, ningún registro de dominación, ningún señalamiento de inferioridad, ninguna vergüenza asociada a la interpelación injuriosa?”.


Traducción: Georgina Fraser 

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Kate Briggs: Este pequeño arte

Idioma original: Inglés
Título original: This Little Art
Traducción: Rubén Martín Giráldez
Año de publicación: 2017
Valoración: Muy recomendable para interesados

¿Cuántas personas, cuánto trabajo, cuánto tiempo y desvelos hay detrás de cada uno de los libros que leemos? Parece que en los libros de historia (e historias) solo existen autor y editor - y quizá esto sea lo más normal. Al fin y al cabo, aquel es quien idea y escribe el texto y este quien lo pone a disposición del público -, pero en los últimos tiempos parece que gana en visibilidad el trabajo de una serie de personas sin las cuales la lectura sería, si no imposible, diferente. Hablamos de ilustradores, correctores y, sobre todo, traductores.

De esto trata, al menos en parte, el ensayo de la británica Kate Briggs, quien partiendo de su trabajo como traductora de una serie de conferencias de Roland Barthes y de la lectura de la edición inglesa de "La montaña mágica" (traducida por Helen Lowe-Porter) se embarca en un texto que es, al mismo tiempo, reivindicación del trabajo de traductor y cuestionamiento de este trabajo, de la escritura y de la propia lectura. 

Hay que aclarar, pese a lo que pueda parecer, que este no es un texto "sesudo al uso". Así, no hay un planteamiento "académico" (por llamarlo de alguna forma), si no que Briggs se sirve de diferentes anécdotas para ilustrar la relación traductor-obra-tiempo o la asimétrica relación autor-traductor y de analogías hasta cierto punto chocantes para explicar su trabajo y algunas de las dudas que ha de afrontar en el ejercicio del mismo. Esta opción elegida por Briggs dota al texto de una frescura que de otra manera quizá no hubiese tenido y lo hace accesible a un lector interesado y no experto en la materia.

Por otro lado, "Este pequeño arte" no un texto acrítico. De hecho, creo que su principal virtud radica en su capacidad de suscitar reflexiones más que en ofrecer respuestas totalizadoras a las diferentes cuestiones que surgen a lo largo del texto. Algunos ejemplos: los ya citados relación traductor obra-tiempo y relación autor-traductor, la relación traducción-lectura-escritura (en general y dentro del trabajo de traducción en particular), las diversas motivaciones de los traductores, los requisitos para una buena traducción y su evolución a lo largo del tiempo, los dilemas "técnicos" a los que se enfrenta el traductor, etc.

Todo lo anterior convierte a "Este pequeño arte" en un texto más que recomendable para cualquier persona mínimamente interesada en el proceso lectura-escritura y que, además (y esto es de agradecer para profanos en el tema), se lee con relativa facilidad.