Año de publicación: 2021
Valoración: muy recomendable
Siempre he tenido debilidad por las ilustraciones de Sara Morante, desde que las descubrí en las cubiertas de libros de Impedimenta o Contraseña y era un placer reconocerlas entre las demás en las mesas de las librerías (ayudaba, por supuesto, su estilo tan característico, aunque éste también ha ido evolucionando con el tiempo); mayor satisfacción aún supone verla convertida en una ilustradora exitosa y hoy en día casi emblemática dentro de esta actividad, que en los últimos tiempos vive, al menos en España, un florecimiento más que notable. Morante, además de continuar ilustrando libros ajenos (de autores como Mark Twain, César Vallejo, Emily Brontë o Sylvia Plath), siempre con ese toque exquisito y enigmático que le es propio, realizar el cartel de la Feria del Libro de Madrid, etc. también es autora de algunas novelas propias, que ilustra: así fue, en 2015, con la elegante La vida de las paredes y ahora con esta Flor fané, de muy reciente aparición.
Ahora bien, a diferencia de La vida de las paredes, que, aún con sus momentos oscuros, era una narración más amable, Sara Morante ha optado en este nuevo libro por impactarnos con una historia dura, descarnada, aunque tampoco se recree en los momentos más brutales -de hecho, al sortearlos en general, consigue que los percibamos como más escalofriantes, me parece-; Flor fané nos cuenta la historia de una niña, Olga, desde que es prácticamente un bebé hasta el fin de su adolescencia. Vive en un caserón de una localidad costera con una madre apocada y un padre controlador y violento que pronto comienza a maltratarla con las excusas más nimias, tras años de hacer lo mismo con su esposa. Tan sólo las esporádicas visitas de la abuela de Olga otorgan alguna tregua a la perenne tortura física y psíquica que el tipo inflige a su familia. La niña y luego joven Olga se refugia en el mundo secreto y silencioso de sus juegos y dibujos y, más tarde, en la relación con sus amigas, pero sabiéndose siempre diferente a ellas, marcada por el infierno que vive en su casa.
Este proceso, en un principio gradual y en el que tan perturbadora resultan la amenaza constante y la erosión psicológica que conlleva como las agresiones en sí, está narrado con gran habilidad por la autora, de igual forma que demuestra una gran sensibilidad a la hora de plasmar el mundo propio en el que se refugia, o trata de hacerlo, Olga. Cierto es que cuenta con el recurso de las ilustraciones -aunque el nivel literario de la novela resulta ya de por sí notable-, que añaden a la historia un plus simbólico e incluso un tanto onírico. Porque tampoco es que se trate de reflejar, sin más, lo que podemos leer en el texto; en general, las ilustraciones forman parte intrínseca de la narración, que sin ellas resultaría menos completa. Ilustraciones realizadas, además, con una variedad de técnicas para adecuarse a cada momento de la historia, desde el dibujo a lápiz o a dos tintas -negro y rojo sobre blanco, característicos de alguna etapa anterior de esta ilustradora- al uso de collages o dibujos infantiles para plasmar el universo interior de Olga.
Una novela, en fin, que incide sobre un tema espinoso y difícil con una delicadeza y sensibilidad dignas del mayor elogio, amén de que como libro en sí mismo resulta una delicia por su estupenda edición.
- Flor fané representa cierto cambio respecto a tu anterior La vida de las paredes, que aunque también tenía algún rincón oscuro, era una ficción más amable, mientras que aquí la historia es mucho más dura. ¿Esto lo tenías claro desde que te planteaste su escritura o fue adquiriendo ese cariz al ir tomando forma?
- Tenía claro que iba a ser una historia más profunda y más íntima. La vida de las paredes es una historia coral narrada en tercera persona; Flor fané es el monólogo interior de una niña hasta que alcanza la adolescencia, y su contexto personal es duro. Es inevitable que se aprecien las diferencias entre las dos historias. En el caso de Flor fané, la violencia no es el único tema que se trata, pero sí condiciona su vida, su actitud y su mirada, inevitablemente. Partiendo de esto, sabía que tenía que llegar hasta el hueso y que iba a ser una narración cruda, pero con momentos de luz, porque ese contraste es tan real como la vida misma.
- Además de una historia de maltrato, también es una historia de crecimiento y superación, e incluso más allá....¿Te planteaste siempre que fuera una suerte de "viaje del héroe (heroína, en este caso)"?
- Me interesaba sobre todo su mirada y su evolución a medida que alcanza la adolescencia, y explorar esa fortaleza que nace de la ira; la ira que la quema y que llega a confundir con la felicidad. Tal vez haya una tendencia a evitar sentimientos como la rabia y la ira, pero a mí me parecen fundamentales, necesarios y humanos. Las rendiciones, las resistencias, la capacidad de sentir apego, y otra serie de aprendizajes y revelaciones con los que se va encontrando también vertebran ese camino hacia la madurez. Con todos sus errores y todos sus aciertos.
- La figura de la madre es la más ambigua o indefinida de la novela, pues aunque en principio nos la presentas como indudable víctima, luego adquiere el carácter de cómplice del maltrato, o así la ve Olga...¿Tan fácil es caer en un lado u otro de la línea que separa a víctimas de victimarios?
- La madre es víctima, y ese autoritarismo del padre anula poco a poco su propia autoridad e identidad -tal vez porque le falta esa ira de la que hablábamos-, y tras esa sumisión está su papel de cómplice. No obstante, es la voz y la mirada muy personal de Olga, me he querido centrar en ella y en cómo percibe a sus padres. Así que, sí, percibe a su madre de forma ambigua e indefinida. Ahí reside lo complejo y perverso de la situación, ¿cómo son en realidad sus padres?
- Me ha gustado mucho la sensibilidad con que reflejas el mundo imaginario y secreto en el que se refugia Olga, pero que creo común a todos o a muchos niños es algún momento. ¿Te ha costado mucho rememorar esa etapa de la infancia o quizás las personas con ocupaciones creativas (y en especial la ilustración) no habéis nunca perdido el contacto con ella?
- Sinceramente: me ha costado muchísimo recuperar la mano de mis cinco años. Es verdad que los dibujantes e ilustradores mantenemos esa conexión con el lenguaje visual, que no hemos dejado de expresarnos a través de dibujos, pero, al igual que pasa con el léxico, la forma de dibujar y de mirar de un niño es diferente, y yo he tenido que quitarme de encima once años de dibujo profesional y un buen puñado más para volver a esa forma de expresar sentimientos y pensamientos que tienen los niños. Y no ha estado nada mal como experiencia, por cierto.
- ¿Cómo ha sido el proceso creativo de este libro? ¿Primero escribiste el texto y luego hiciste las ilustraciones o viceversa? ¿O fue un proceso conjunto, de ambos elementos al mismo tiempo?
- Terminé la novela en 2019 sin ninguna intención de ilustrarla, pero siendo consciente de que faltaban partes muy importantes por contar; darle más peso a los personajes secundarios y los momentos que Olga pasa con ellos, y muy especialmente desarrollar esas formas de matar al padre, ese universo simbólico al que recurre como lugar seguro, para racionalizar lo que sucede a su alrededor. En otoño de 2020 surgió la posibilidad de trabajar con Astiberri y vi claro que con ilustraciones y secuencias de dibujos podía darle profundidad e intimidad a su voz, y completar la historia con esas partes de la narración que no estaban en el texto.
- En este libro has utilizado diversas técnicas de ilustración, desde dibujos a lápiz, a color, collages...¿Esto lo has hecho así porque querías darte el gusto de desplegar toda las posibilidades que se te ocurrían o fue una decisión que tomaste según desarrollabas la historia?
- Al principio quería centrarme en los lápices negros. Veía la historia oscura, sobria. A medida que empecé a sumergirme en la voz de Olga, en su mirada infantil, me di cuenta de que los colores son muy necesarios y se puede narrar la crudeza a todo color. Luego se me ocurrió utilizar distintos estilos, para dar forma a los que hace la misma Olga, desde los dibujos infantiles a las hojas de diario en la adolescencia, que narran en primera persona lo que siente, lo que sucede a su alrededor, y lo hace de forma más oscura, también con un lenguaje más duro. Haber utilizado todas las técnicas me ha facilitado dar realismo a su voz.
7- Supongo que no vas a dejar tu labor ilustradora de otros libros, pero ¿tienes planes para algún otro completamente tuyo o vas a dejar que se asiente bien Flor fané antes de planteártelo?
Hay una historia tomando forma en mi cabeza/ordenador/libreta, llevo unos meses trabajando en ella, pero todavía no he salido del todo de la historia de Olga. No tengo prisa y creo que las historias necesitan ritmos pausados, así que sin urgencia la escribiré, como escribí Flor fané.
Agradecemos una vez más su amabilidad a Sara Morante y le deseamos lo mejor para este nuevo año ( y a todos/as vosotros/as). Para quien tenga interés, aquí encontraréis más reseñas de sus libros en Un Libro Al Día: La vida de las paredes