Idioma original: inglés
Título original: The Birthday Party
Año de estreno: 1958
Valoración: recomendable
Las únicas obras de Harold Pinter que he visto representadas son Celebración, que es una de las últimas que escribió, y La fiesta de cumpleaños, que es una de las primeras, y lo cierto es que se notan diferencias (estilísticas, temáticas, escenográficas) que evidencian la evolución del Premio Nobel de Literatura de 2005. Celebración era más crítica socialmente (ridiculizando la hipocresía y las falsas pretensiones de la alta burguesía), y el lenguaje de Pinter, lleno de ironía y de silencios, se notaba más perfeccionado, más personal; La fiesta de cumpleaños es más cruda, más violenta, está mucho más cerca de Beckett que de Ionesco.
La fiesta de cumpleaños, como otras obras de Pinter, ha sido clasificada como "comedia de amenaza"; efectivamente, toda la pieza está atravesada por la sensación de peligro inminente, especialmente acentuada con la llegada de los personajes de Goldberg y McCann, matones al servicio de quién sabe qué agencia o empresa pública o privada. El triángulo de personajes "inocentes" (Stanley, un pianista frustrado, y el matrimonio Boles, que lo alojan en su casa en un desconocido pueblo de Inglaterra) serán manejados como títeres por la violencia de los otros, sin que se sepa muy bien a qué se debe esta violencia ni cuál es su objetivo. Lulú, una joven muchacha que parece atraída por Stanley, será también absorbida por este vértigo de violencia absurda. Solo hacia el final de la obra el señor Boles, hasta entonces un personaje muy desdibujado, pronunciará una frase que resume probablemente el sentido de la obra: "¡Stanley, no deje que le digan lo que tiene que hacer!".
Como muchas obras del denominado "teatro del absurdo", La fiesta de cumpleaños deja abiertos numerosos interrogantes que el espectador intenta, sin éxito, despejar: ¿Por qué Goldberg y McCann acosan a Stanley de esa forma? ¿Por qué a la señora Bole le aterroriza que llegue alguien con un carrito? ¿Cuál es la verdadera historia de Stanley, para pasar de ser un pianista de cierto reconocimiento al estado depresivo y decadente en que está ahora? ¿Es, o no, el día del cumpleaños de Stanley? Las incertezas se extienden incluso a la identidad de los personajes, que incluso cambian de nombre en diversos motivos de la obra (Goldberg dice llamarse Nat, pero también "Simey" y "Benny").
El día de su estreno, La fiesta de cumpleaños fue un fracaso: las críticas fueron terribles, y parecía que la carrera de Pinter como dramaturgo estaba condenada. Actualmente, es una pieza canónica del teatro occidental del siglo XX, y una de las más representadas de su autor. Personalmente, me gustó más Celebración, que es más ácida, más divertida, más "pinteriana" también; pero en cualquier caso estamos ante una de las obras fundamentales de uno de los autores fundamentales del teatro europeo contemporáneo.
También de Harold Pinter en ULAD: Celebración
miércoles, 31 de octubre de 2012
martes, 30 de octubre de 2012
Haruki Murakami: De qué hablo cuando hablo de correr
Título original: Hashiru koto ni tsuite kataru toki ni boku no kataru koto
Idioma original: Japonés
Año de publicación: 2007
Valoración: recomendable (para los fans: imprescindible)
Estoy preparado para todo. Después de escribir un título tan prolongado, hasta en japonés, mis fuerzas están renovadas y mi cabeza alta: mis sentidos, prestos a detectar cualquier flecha o cualquier proyectil. Preparado hasta para morir por el fuego amigo. Porque si ya sus obras de ficción ponen a Murakami en el disparadero, y es tildado, para mí de forma completamente injusta, de escritor lindante con la autoayuda, imaginad a Murakami hablando de su experiencia como corredor y estableciendo paralelismos con su condición de escritor. Incluso haciéndolo en 2007, cuando aún no detentaba su actual posición de fenómeno superventas, cuando apenas Tokyo blues y alguna otra novela habían sido traducidas, cuando Tusquets no había empezado a explotar el filón del japonés ese del que todos hablan. Ajeno, aún, al provechoso futuro que le esperaba como escritor mediático global. O, en todo caso, inconsciente del acelerón que se acercaba, o si acaso entonces ya se insinuaba.
Porque este libro es un magnífico diario de a bordo. Lo es porque está escrito en una clave de sinceridad desprovista de pedantería. Está escrito desde el profundo amor por la escritura, o por la literatura. No está escrito, como alguno podría interpretar por esa foto de la portada (cargada de simbolismo, en la que el propio Murakami parece ir a afrontar un camino u otro) o por la inclusión de fotos en el interior, con intenciones de restregar por la cara el propio éxito, o de aleccionar a potenciales escritores sobre cómo hacerlo para triunfar. El autor se limita a trazar esa alegoría entre carrera literaria y carreras deportivas. No alecciona: habla de su propia experiencia y de lo que le ha servido. Murakami no le dice a nadie que se ponga a correr maratones y entonces será mejor escritor, o mejor abogado, o mejor empresario. No creo que haya que culpar a Murakami por tener éxito o por vender mucho. Parece que el mundo de la literatura occidental vaya loco por encontrar escritores con un cierto exotismo. Mirad, si no, los premios Nobel. Cualquiera se endiosaría y tardaría siglos en sacar un nuevo libro, dejaría crecer la bola de nieve de la expectativa, y haría que sus seguidores sufrieran y salivaran, pero Murakami, como Auster, que me temo que es otro incomprendido, escribe, y escribe, y publica con tal frecuencia que cuando uno piensa que aún no ha leído su último libro, ya te ha plantado otro en el mercado. Es comprensible, entonces, que no siempre sea brillante.
Pero en fin, volvamos al libro. Sí que establece analogías entre cómo afronta su afición por correr y cómo afronta su carrera de escritor. Pero no es dogmático; no es cargante. Lo hace con sencillez y con sincero sentido de la modestia. Lo hace como el tipo que triunfa y le dice, sentado en el sofá de su casa, a los amigos de toda la vida: "joder, no sé cómo coño me ha salido todo esto". A los que están hastiados de ver las portadas negras de sus libros por doquier, a los que les gustaría que el japonés de moda fuera cualquier otro (del que también despotricarían, seguro), me gustaría preguntarles cuántos libros de Murakami han acabado, y cuántos no han acabado, a base de resollar constantemente pensando en lo mal que les cae el tío. Vamos: decidme si Murakami no es la misma virgencita al lado de De Prada o Sánchez Dragó. Aun así, no caeré en la tentación de añadir un "muy" a la valoración del libro. Quien ya sea refractario ante la obra del nipón, mucho más lo será ante un ensayo autobiográfico que supera con mucho la mera sucesión de anécdotas para acabar convirtiéndose en un entretenidísimo diario de experiencias. Quien obtenga placer hasta de sus largas obras más densas aullará aquí. Parece no haber puntos intermedios. Ajeno a ello (y cada vez más relajado viendo como su cuenta corriente aumenta), estoy convencido de que Murakami seguirá escribiendo.
Sobre Murakami: A vueltas con Murakami, y de Murakami en UnLibroAlDía: After Dark, Kafka en la orilla, Al sur de la frontera, al oeste del Sol, Tokio blues, Los años de peregrinación del chico sin color, El elefante desaparece, De qué hablo cuando hablo de escribir, La muerte del comendador
Idioma original: Japonés
Año de publicación: 2007
Valoración: recomendable (para los fans: imprescindible)
Estoy preparado para todo. Después de escribir un título tan prolongado, hasta en japonés, mis fuerzas están renovadas y mi cabeza alta: mis sentidos, prestos a detectar cualquier flecha o cualquier proyectil. Preparado hasta para morir por el fuego amigo. Porque si ya sus obras de ficción ponen a Murakami en el disparadero, y es tildado, para mí de forma completamente injusta, de escritor lindante con la autoayuda, imaginad a Murakami hablando de su experiencia como corredor y estableciendo paralelismos con su condición de escritor. Incluso haciéndolo en 2007, cuando aún no detentaba su actual posición de fenómeno superventas, cuando apenas Tokyo blues y alguna otra novela habían sido traducidas, cuando Tusquets no había empezado a explotar el filón del japonés ese del que todos hablan. Ajeno, aún, al provechoso futuro que le esperaba como escritor mediático global. O, en todo caso, inconsciente del acelerón que se acercaba, o si acaso entonces ya se insinuaba.
Porque este libro es un magnífico diario de a bordo. Lo es porque está escrito en una clave de sinceridad desprovista de pedantería. Está escrito desde el profundo amor por la escritura, o por la literatura. No está escrito, como alguno podría interpretar por esa foto de la portada (cargada de simbolismo, en la que el propio Murakami parece ir a afrontar un camino u otro) o por la inclusión de fotos en el interior, con intenciones de restregar por la cara el propio éxito, o de aleccionar a potenciales escritores sobre cómo hacerlo para triunfar. El autor se limita a trazar esa alegoría entre carrera literaria y carreras deportivas. No alecciona: habla de su propia experiencia y de lo que le ha servido. Murakami no le dice a nadie que se ponga a correr maratones y entonces será mejor escritor, o mejor abogado, o mejor empresario. No creo que haya que culpar a Murakami por tener éxito o por vender mucho. Parece que el mundo de la literatura occidental vaya loco por encontrar escritores con un cierto exotismo. Mirad, si no, los premios Nobel. Cualquiera se endiosaría y tardaría siglos en sacar un nuevo libro, dejaría crecer la bola de nieve de la expectativa, y haría que sus seguidores sufrieran y salivaran, pero Murakami, como Auster, que me temo que es otro incomprendido, escribe, y escribe, y publica con tal frecuencia que cuando uno piensa que aún no ha leído su último libro, ya te ha plantado otro en el mercado. Es comprensible, entonces, que no siempre sea brillante.
Pero en fin, volvamos al libro. Sí que establece analogías entre cómo afronta su afición por correr y cómo afronta su carrera de escritor. Pero no es dogmático; no es cargante. Lo hace con sencillez y con sincero sentido de la modestia. Lo hace como el tipo que triunfa y le dice, sentado en el sofá de su casa, a los amigos de toda la vida: "joder, no sé cómo coño me ha salido todo esto". A los que están hastiados de ver las portadas negras de sus libros por doquier, a los que les gustaría que el japonés de moda fuera cualquier otro (del que también despotricarían, seguro), me gustaría preguntarles cuántos libros de Murakami han acabado, y cuántos no han acabado, a base de resollar constantemente pensando en lo mal que les cae el tío. Vamos: decidme si Murakami no es la misma virgencita al lado de De Prada o Sánchez Dragó. Aun así, no caeré en la tentación de añadir un "muy" a la valoración del libro. Quien ya sea refractario ante la obra del nipón, mucho más lo será ante un ensayo autobiográfico que supera con mucho la mera sucesión de anécdotas para acabar convirtiéndose en un entretenidísimo diario de experiencias. Quien obtenga placer hasta de sus largas obras más densas aullará aquí. Parece no haber puntos intermedios. Ajeno a ello (y cada vez más relajado viendo como su cuenta corriente aumenta), estoy convencido de que Murakami seguirá escribiendo.
Sobre Murakami: A vueltas con Murakami, y de Murakami en UnLibroAlDía: After Dark, Kafka en la orilla, Al sur de la frontera, al oeste del Sol, Tokio blues, Los años de peregrinación del chico sin color, El elefante desaparece, De qué hablo cuando hablo de escribir, La muerte del comendador
lunes, 29 de octubre de 2012
Maria Van Rysselberghe: Hace cuarenta años
Idioma original: francés
Título original: Il y a quarante ans
Año de publicación: 1936
Valoración: imprescindible
No recuerdo cuándo valoré un libro con un "imprescindible" por última vez. Desde luego, esta será la primera que lo haga con una obra alejada del canon de textos clásicos habituales y de autores sobradamente reseñados en este mismo blog. Pero cuando una novela te cala de la manera en que estas apenas 70 páginas, escritas hace, buf, tantísimos años, lo han hecho conmigo, no puedo sino entregarme a la evidencia. No exagero un ápice si digo que lo he leído tres veces seguidas y que me está costando acercarme a otras lecturas. Tan bueno como para denunciar a Errata Naturae por daños.
Esta es la historia real de un amor inesperado, demoledor, imposible. "Es como morirse", dicen los protagonistas. Maria Van Rysselberghe, esposa del pintor Theo Van Rysselberghe y amiga íntima de André Gide, nos relata el mes que vivió con Émile Verhaeren, amigo de su marido y también casado. Es, por tanto, la historia de un infidelidad a dos bandas. Escrita en primera persona, los nombres de los protagonistas no son sus nombres verdaderos. El título encuentra su explicación en la nota final de la autora, terminado el texto:
Con esta belleza nos traduce Regina López Muñoz la voz de Maria, en esta edición. Maria y Hubert (el nombre ficticio con que ella se refiere a él) comparten apenas cuatro semanas en una casa cerca del mar, que es, también, protagonista indiscutible de esta historia. La casita de la duna. Aislados del mundo y separados de sus parejas por determinadas circunstancias, vivirán primero en tanto que amigos con la debida cortesía que se espera de ellos, hasta que la realidad va imponiéndose como las estaciones, sin medida, arrastrándolos a una pasión cegadora, contra la que nada pueden hacer salvo dejarse llevar.
Escribe Maria con una sensibilidad extraordinaria, pero también con una sobrada inteligencia que se revela en la combinación de los silencios, en las frases que deja colgando al final del párrafo, en las agudas reflexiones sobre el amor y el dolor que no puede callarse. Es intensa y es lírica, y aunque la distancia sea de cuarenta años su memoria nos evoca olores, sabores y sonidos, tal es su capacidad de conectar con aquellos acontecimientos, con aquel amor lejano. Uno sale de este libro con la sensación de no haber respirado durante la lectura. A mí todavía me falta el aire.
Título original: Il y a quarante ans
Año de publicación: 1936
Valoración: imprescindible
No recuerdo cuándo valoré un libro con un "imprescindible" por última vez. Desde luego, esta será la primera que lo haga con una obra alejada del canon de textos clásicos habituales y de autores sobradamente reseñados en este mismo blog. Pero cuando una novela te cala de la manera en que estas apenas 70 páginas, escritas hace, buf, tantísimos años, lo han hecho conmigo, no puedo sino entregarme a la evidencia. No exagero un ápice si digo que lo he leído tres veces seguidas y que me está costando acercarme a otras lecturas. Tan bueno como para denunciar a Errata Naturae por daños.
Esta es la historia real de un amor inesperado, demoledor, imposible. "Es como morirse", dicen los protagonistas. Maria Van Rysselberghe, esposa del pintor Theo Van Rysselberghe y amiga íntima de André Gide, nos relata el mes que vivió con Émile Verhaeren, amigo de su marido y también casado. Es, por tanto, la historia de un infidelidad a dos bandas. Escrita en primera persona, los nombres de los protagonistas no son sus nombres verdaderos. El título encuentra su explicación en la nota final de la autora, terminado el texto:
Puesto que solo yo sobrevivo; puesto que, después de tantos años, mis recuerdos pueden ver la luz sin herir ya a nadie a mi alrededor, te los regalo, querida sombra. Es lo más hermoso que he cosechado para regalarte, y la sed que me dejaste sigue siendo tuya.
Con esta belleza nos traduce Regina López Muñoz la voz de Maria, en esta edición. Maria y Hubert (el nombre ficticio con que ella se refiere a él) comparten apenas cuatro semanas en una casa cerca del mar, que es, también, protagonista indiscutible de esta historia. La casita de la duna. Aislados del mundo y separados de sus parejas por determinadas circunstancias, vivirán primero en tanto que amigos con la debida cortesía que se espera de ellos, hasta que la realidad va imponiéndose como las estaciones, sin medida, arrastrándolos a una pasión cegadora, contra la que nada pueden hacer salvo dejarse llevar.
Escribe Maria con una sensibilidad extraordinaria, pero también con una sobrada inteligencia que se revela en la combinación de los silencios, en las frases que deja colgando al final del párrafo, en las agudas reflexiones sobre el amor y el dolor que no puede callarse. Es intensa y es lírica, y aunque la distancia sea de cuarenta años su memoria nos evoca olores, sabores y sonidos, tal es su capacidad de conectar con aquellos acontecimientos, con aquel amor lejano. Uno sale de este libro con la sensación de no haber respirado durante la lectura. A mí todavía me falta el aire.
domingo, 28 de octubre de 2012
Zoom: Un brindis por Ava Gardner, de Robert Graves
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1958
Valoración: Recomendable
Hacía mucho que no escribía un "Zoom", es decir, una reseña sobre alguna pieza corta en vez de un señor libro o ensayo, pero el de hoy creo que merece la pena.
Un brindis por Ava Gardner forma parte del libro de relatos del británico Robert Graves (el célebre autor de Yo, Claudio), y que estoy alternando con novelas densas que requieren más concentración que otro tipo de lecturas (tengo a punto de caramelo la segunda parte de la Divina Comedia, hum, hum...).
El relato me ha gustado especialmente porque además de atesorar una indudable calidad literaria, narra un hecho real en el que dos de los protagonistas, el propio escritor y la actriz estadounidense Ava Gardner, son o fueron, más bien, celebridades en sus respectivos ámbitos que se hicieron (de forma improbable) amigas.
A Robert Graves, más allá de su obvia belleza y su sensualidad, le atraian de la Gardner su gran inteligencia (que no tenía por qué exhibir en su trabajo), su espíritu rebelde y algo salvaje, y su oculto lado sensible.
El relato narra una historia que sucedió durante la breve temporada que la actriz pasó con Graves y su esposa en la isla de Mallorca, pero aparte de los consabidos apuntes de gente pesada pidiéndole a la mujer todo el rato autógrafos y algunas menciones a escapadas más o menos osadas de la actriz y a su vida privada, lo que más me ha seducido del mismo ha sido cómo enlaza la relación de las dos celebrities del tinglado con una peculiar bronca entre dos socios mallorquines de una fábrica de madera. Sin quererlo, Ava Gardner ayudará a poner las cosas en su sitio entre estos dos hombres, y también habrá de por medio cierto tenderete interior que pone el punto cómico, surrealista incluso, al relato...
Sigo leyendo con interés el libro y prometo reseñar algún relato más del compendio si me deja tan buen sabor de boca como éste, que me ha recordado mucho a uno que escribió Truman Capote y en el que el divo sureño comparte protagonismo con una más terrenal e imperfecta que nunca Marilyn Monroe...
sábado, 27 de octubre de 2012
Mircea Cărtărescu: Nostalgia
Idioma original: rumano
Título original: Nostalgia
Año de publicación: 1993
Valoración: imprescindible
Título original: Nostalgia
Año de publicación: 1993
Valoración: imprescindible
Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) es uno de los escritores más interesantes que he tenido la suerte de descubrir recientemente. Aunque ha trabajado también la poesía y el ensayo, es sobre todo conocido por sus obras en prosa, entre las que se encuentran Nostalgia, Lulú, Orbitor y La bella extranjera.
Aunque la obra que hoy reseño ha sido definida por Cărtărescu como una novela, también se puede tomar como un libro de cuentos, pues las narraciones que la conforman pueden leerse como piezas independientes. Nostalgia, así, se abre con El Ruletista, la historia de un hombre cuya existencia ha estado siempre marcada por la mala suerte y que, sin embargo, logra amasar una fortuna jugándose la vida en la ruleta rusa.
Entre esta pieza y El arquitecto, relato de carácter marcadamente kafkiano que sirve de epílogo al libro, Cărtărescu nos presenta El Mendébil, la crónica de un mesías impúber que convierte en acólitos a los niños de su barrio; Los gemelos, un inquietante estudio de la ira juvenil y, por fin, REM, la narración central del libro, cuyo punto de partida es la relación que se establece entre una mujer de mediana edad y un estudiante de instituto.
Pero Nostalgia (y, sobre todo, REM) es mucho más de lo que yo pueda contar aquí. Es una obra redonda, en la que el autor se toma su tiempo para elaborar los personajes –jugando con el lector mientras hace un puzzle de géneros y narradores– y hacerlos vivir historias bizarras, complicadas, oníricas y al mismo tiempo completamente verosímiles, en las que el tiempo juega un papel fundamental.
Como ya he dicho, Mircea Cărtărescu es todo un descubrimiento y este libro, en concreto, una joya que no debería faltar en ninguna biblioteca.
Más de Mircea Cartarescu en ULAD: Aquí
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viernes, 26 de octubre de 2012
¡Quédate con tu premio (literario)!
Eso es lo que hizo ayer Javier Marías al rechazar el Premio Nacional de Narrativa, dotado con 20.000€, que le había sido concedido por su última novela, Los enamoramientos. Hasta cierto punto, podía preverse este rechazo: Marías siempre ha dicho que un escritor no debe cobrar del Estado, por lo que desde 1995 no acepta ni premios ni invitaciones para eventos que sean organizados con dinero público. Al parecer, los miembros del jurado han querido ofrecer el reconocimiento a su obra, aun sabiendo que corrían el peligro de que Marías no aceptase el premio.
Pero si hablamos de no aceptar premios literarios, es imposible no mencionar a los dos únicos escritores que han rechazado el premio Nobel de Literatura: Jean-Paul Sartre y Boris Pasternak. Las circunstancias de ambos rechazos fueron muy diferentes: Sartre, que tenía por costumbre no aceptar ningún tipo de distinción, rechazó el premio porque "ningún autor debe permitir que lo conviertan en una institución, aunque sea en el modo más honorable".
El caso de Pasternak es muy diferente: cuando el autor de Doctor Zhivago supo que había ganado el Premio Nobel de Literatura en el año 1958 se mostró "infinitamente agradecido, conmovido, orgulloso, sorprendido, abrumado"; sin embargo, al aparato político de la URSS no le gustó ni la novela de Pasternak ni el premio "occidental", y organizó una campaña de protestas "espontáneas" en su contra. Tras ser amenazado con no poder volver a la URSS si acudía a la gala de entrega en Suecia, Pasternak escribió una carta a la Academia Sueca renunciando al premio. Pero esto no fue suficiente para el estado soviético, que continuó su campaña de acoso y desprestigio contra Pasternak hasta su muerte en 1960, e incluso después.
Aunque en circunstancias menos trágicas que estas, la política suele estar detrás de muchos de estos premios rechazados. Por ejemplo, hace apenas un mes la escritora portuguesa Maria Teresa Horta rechazó recibir el premio D. Dinis de manos del Primer Ministro Passos Coelho, como muestra de repulsa por la política de austeridad del actual gobierno; y también recientemente un poeta estadounidense, Lawrence Ferlinghetti, ha rechazado un premio otorgado por el PEN Club húngaro, dotado con 50.000€, como protesta por las políticas del partido derechista gobernante en Hungría, que "tienden al autoritarismo y al consecuente retroceso de la libertad de expresión y de los derechos civiles". También Albert Boadella y Els Joglars rechazaron en 1994 el Premio Nacional de Teatro, por considerar que llegaba "demasiado tarde", en un momento en que ya no necesitaban el reconocimiento de "la oficialidad".
En otros casos, sin embargo, el rechazo de un premio significa el rechazo de todos los premios, o del concepto mismo de premio, distinción o competición entre creadores. Desde una postura en cierto modo cercana a la de Sartre, el poeta griego Dinos Cristianópolus no aceptó el Gran Premio de las Letras griego por estar “en contra de cualquier tipo de distinción honorable. No hay ambición más grosera que querer distinguirnos. Este terrible ‘ser mejor que los demás’ (υπείροχον έμμεναι άλλων) que nos dejaron los griegos antiguos. Estoy en contra de los premios porque disminuyen la dignidad del ser humano… Recibir premios significa aceptar jefes intelectuales y algún día debemos eliminar a los jefes de nuestras vidas”.
jueves, 25 de octubre de 2012
Quim Monzó: El porqué de las cosas
Idioma original: catalán
Título original: El perquè de tot plegat
Año de publicación: 1992
Valoración: muy recomendable
Releer a Monzó ha sido para mí un placer casi inesperado, por lo casual. De hecho, me decido a releerlo, tanto por haber leído recientemente a Carver, indudable influencia, como por haber incluido, sí, algo sesgadamente, al escritor catalán entre mi breve, patética e ignorada lista imaginaria de candidatos al Nobel. Para rato, un Nobel que escriba en catalán, por mucho que su obra sea profusamente traducida y que, en castellano, goce del prestigio de ser publicado por Anagrama. Para rato. En todo caso, son más de treinta años los de carrera de este escritor barcelonés, y considero un honor ser el primero que reseñe su obra para ULAD.
El porqué de las cosas (intraducible la expresión catalana tot plegat, que viene a querer decir "todo junto") es un compendio de 30 relatos, la mayoría de ellos sumamente breves, no más de tres o cuatro páginas, apenas tres de ellos que superan la decena, justo los que parecen configurar un cierto centro de gravedad del libro.
Monzó no desperdicia palabras, más bien las lanza como si fueran dardos. Cuando las palabras necesarias se han acabado, el cuento está terminado. El deseo es uno de los vínculos de unión de muchos de los relatos: el inexplicable para los hombres funcionamiento del deseo de las mujeres, y viceversa. Cómo funciona y cómo toma las riendas del comportamiento. Sin mensajes machistas ni subliminales ni más ornamentos de los necesarios, pues Monzó es un artista en el uso de la extensísima jerga aplicada al vocabulario sexual. Y habla del sexo casi a trompazos; nula sensualidad, nula pretensión de divinizarlo. La gente en sus relatos folla como se lava los dientes o como desayuna, cuando toca y cuando se puede. Total naturalidad y desparpajo, prosa, tanto en catalán como en castellano, pues él mismo se encarga de muchas de sus traducciones, rasposa, casi árida por su precisión y concisión (Monzó es de la agradecida escuela de usar palabras cortas en vez de largas, y no usar tres palabras donde se pueden usar dos) a la vez fluida, por su efectividad, por su alergia a la complicación innecesaria. Lo cual es una ayuda también en el otro plano en que los relatos funcionan. Cierta ironía algo socarrona, un sentido del humor muy particular, mezcla de ligero cabreo existencial atemperado con un espíritu inquieto y disconforme. Borges y Kafka andan por ahí, de hecho, si este libro no fuera anterior a su gran eclosión, hasta mencionaría a Paul Auster, con el que Monzó guarda hasta cierto parecido físico.
Los personajes de Monzó se muestran perplejos incluso hacia sí mismos. Lloran en coches o tardan un par de horas en prometerse matrimonio y abandonarse a cajas destempladas. Muestran celos de sus miembros viriles. En una maniobra de gran maestría y equilibrismo, 30 relatos salteados de situaciones absurdas nos acaban dibujando un fresco actualizado sobre las relaciones entre las personas. Sobre todo las del vínculo sexual o emocional, sobre el cual el autor no se corta en satirizar, con ese humor brusco de última frase siempre brillante, siempre punzante, sin sonar a moraleja ni a conclusión. Magistrales dos de los relatos más largos : "La inestabilidad" y "La euforia de los troyanos", carcasas construidas a velocidad de vértigo sobre la estructura que cualquier novelista desearía para llenar más allá de las 200 páginas. No hay lugar para la esperanza ni para el romanticismo, que Monzó se zampa en un plis-plas reduciéndolo a una especie de preámbulo ampuloso e hipócrita para el acto sexual, convirtiendo cualquier coqueteo en una descomunal elipsis hasta llegar al meollo del asunto. Sí hay lugar para la socarronería y el sarcasmo: unos cuantos de los últimos relatos son adaptaciones más que libres de cuentos clásicos. Pornógrafo reconocido, cirujano de precisión milimétrica, experto en la guerra relámpago: llega, pega y se va. Gran escritor.
También de Quim Monzó en Unlibroaldía: Mil cretinos, El mejor de los mundos
Título original: El perquè de tot plegat
Año de publicación: 1992
Valoración: muy recomendable
Releer a Monzó ha sido para mí un placer casi inesperado, por lo casual. De hecho, me decido a releerlo, tanto por haber leído recientemente a Carver, indudable influencia, como por haber incluido, sí, algo sesgadamente, al escritor catalán entre mi breve, patética e ignorada lista imaginaria de candidatos al Nobel. Para rato, un Nobel que escriba en catalán, por mucho que su obra sea profusamente traducida y que, en castellano, goce del prestigio de ser publicado por Anagrama. Para rato. En todo caso, son más de treinta años los de carrera de este escritor barcelonés, y considero un honor ser el primero que reseñe su obra para ULAD.
El porqué de las cosas (intraducible la expresión catalana tot plegat, que viene a querer decir "todo junto") es un compendio de 30 relatos, la mayoría de ellos sumamente breves, no más de tres o cuatro páginas, apenas tres de ellos que superan la decena, justo los que parecen configurar un cierto centro de gravedad del libro.
Monzó no desperdicia palabras, más bien las lanza como si fueran dardos. Cuando las palabras necesarias se han acabado, el cuento está terminado. El deseo es uno de los vínculos de unión de muchos de los relatos: el inexplicable para los hombres funcionamiento del deseo de las mujeres, y viceversa. Cómo funciona y cómo toma las riendas del comportamiento. Sin mensajes machistas ni subliminales ni más ornamentos de los necesarios, pues Monzó es un artista en el uso de la extensísima jerga aplicada al vocabulario sexual. Y habla del sexo casi a trompazos; nula sensualidad, nula pretensión de divinizarlo. La gente en sus relatos folla como se lava los dientes o como desayuna, cuando toca y cuando se puede. Total naturalidad y desparpajo, prosa, tanto en catalán como en castellano, pues él mismo se encarga de muchas de sus traducciones, rasposa, casi árida por su precisión y concisión (Monzó es de la agradecida escuela de usar palabras cortas en vez de largas, y no usar tres palabras donde se pueden usar dos) a la vez fluida, por su efectividad, por su alergia a la complicación innecesaria. Lo cual es una ayuda también en el otro plano en que los relatos funcionan. Cierta ironía algo socarrona, un sentido del humor muy particular, mezcla de ligero cabreo existencial atemperado con un espíritu inquieto y disconforme. Borges y Kafka andan por ahí, de hecho, si este libro no fuera anterior a su gran eclosión, hasta mencionaría a Paul Auster, con el que Monzó guarda hasta cierto parecido físico.
Los personajes de Monzó se muestran perplejos incluso hacia sí mismos. Lloran en coches o tardan un par de horas en prometerse matrimonio y abandonarse a cajas destempladas. Muestran celos de sus miembros viriles. En una maniobra de gran maestría y equilibrismo, 30 relatos salteados de situaciones absurdas nos acaban dibujando un fresco actualizado sobre las relaciones entre las personas. Sobre todo las del vínculo sexual o emocional, sobre el cual el autor no se corta en satirizar, con ese humor brusco de última frase siempre brillante, siempre punzante, sin sonar a moraleja ni a conclusión. Magistrales dos de los relatos más largos : "La inestabilidad" y "La euforia de los troyanos", carcasas construidas a velocidad de vértigo sobre la estructura que cualquier novelista desearía para llenar más allá de las 200 páginas. No hay lugar para la esperanza ni para el romanticismo, que Monzó se zampa en un plis-plas reduciéndolo a una especie de preámbulo ampuloso e hipócrita para el acto sexual, convirtiendo cualquier coqueteo en una descomunal elipsis hasta llegar al meollo del asunto. Sí hay lugar para la socarronería y el sarcasmo: unos cuantos de los últimos relatos son adaptaciones más que libres de cuentos clásicos. Pornógrafo reconocido, cirujano de precisión milimétrica, experto en la guerra relámpago: llega, pega y se va. Gran escritor.
También de Quim Monzó en Unlibroaldía: Mil cretinos, El mejor de los mundos
miércoles, 24 de octubre de 2012
Philip Roth: Pastoral americana
Idioma original: inglés
Título original: American Pastoral
Año de publicación: 1997
Valoración: Muy recomendable
Hay una figura mítica típicamente estadounidense: la del triunfador o winner, opuesta al perdedor, el loser. El triunfador es a la vez -y paradójicamente- un ser bendecido por la divinidad y un forjador de su propio destino a través del trabajo y la fuerza de voluntad.
Esta figura, que está en el centro de la mitología del "sueño americano", es clave en la construcción de Pastoral americana, que dedica las 100 primeras páginas a construir la imagen de un perfecto triunfador (Seymour 'Sueco' Levov, un empresario judío de clase media-alta de Newark, atractivo, bondadoso, atlético, casado con Miss New Jersey y padre de tres hijos y una hija), y las siguientes 200 a destrozar esta apariencia de perfección mediante la introducción en la trama del caos y la anarquía, personificados en su propia hija, Merry.
La tercera parte de la novela ("Paraíso perdido") parece plantear el salto de lo individual a lo colectivo: lo sucedido con Seymour y su hija Merry, con una intensidad trágica, sucede en todas las familias -de clase media-alta, habría que aclarar-, quizás en menor escala: toda apariencia de orden, obediencia y normalidad esconde una verdad más profunda y más oscura: hipocresía, infidelidad, mentira, engaño, muerte. El trasfondo histórico y político (de la guerra de Vietnam al Watergate) permiten también esta amplificación del caso particular a la categoría de norma.
Pastoral americana forma parte de la serie de novelas narradas por Nathan Zuckerman, alter ego de Philip Roth en algunas de sus mejores obras (Me casé con un comunista o La mancha humana entre otras), aunque su presencia como personaje-narrador sea discontinua: ocupa el primer plano en la primera parte, en que se nos ofrece su visión del 'Sueco' Levov; y se oculta en el resto, que reconstruye la supuesta evolución del protagonista y su familia antes y después del incidente que destrozará su estabilidad perfecta.
En esta novela podemos ver a Roth en su mejor versión: profundo, denso, complejo, incisivo, magnífico. En estas obras, su capacidad para construir un universo de personajes complejos y horadar en sus circunstancias y en sus psicologías es asombrosa, abrumadora. Pocos escritores (si es que hay alguno) han conseguido capturar las contradicciones de la sociedad estadounidense, y no solo estadounidense, de la segunda mitad del siglo XX.
También de Philip Roth en ULAD: Indignación, El animal moribundo, La conjura contra América, Elegía, La mancha humana, Némesis, El lamento de Portnoy, Engaño, La humillación, Goodbye, Columbus
Título original: American Pastoral
Año de publicación: 1997
Valoración: Muy recomendable
Hay una figura mítica típicamente estadounidense: la del triunfador o winner, opuesta al perdedor, el loser. El triunfador es a la vez -y paradójicamente- un ser bendecido por la divinidad y un forjador de su propio destino a través del trabajo y la fuerza de voluntad.
Esta figura, que está en el centro de la mitología del "sueño americano", es clave en la construcción de Pastoral americana, que dedica las 100 primeras páginas a construir la imagen de un perfecto triunfador (Seymour 'Sueco' Levov, un empresario judío de clase media-alta de Newark, atractivo, bondadoso, atlético, casado con Miss New Jersey y padre de tres hijos y una hija), y las siguientes 200 a destrozar esta apariencia de perfección mediante la introducción en la trama del caos y la anarquía, personificados en su propia hija, Merry.
La tercera parte de la novela ("Paraíso perdido") parece plantear el salto de lo individual a lo colectivo: lo sucedido con Seymour y su hija Merry, con una intensidad trágica, sucede en todas las familias -de clase media-alta, habría que aclarar-, quizás en menor escala: toda apariencia de orden, obediencia y normalidad esconde una verdad más profunda y más oscura: hipocresía, infidelidad, mentira, engaño, muerte. El trasfondo histórico y político (de la guerra de Vietnam al Watergate) permiten también esta amplificación del caso particular a la categoría de norma.
Pastoral americana forma parte de la serie de novelas narradas por Nathan Zuckerman, alter ego de Philip Roth en algunas de sus mejores obras (Me casé con un comunista o La mancha humana entre otras), aunque su presencia como personaje-narrador sea discontinua: ocupa el primer plano en la primera parte, en que se nos ofrece su visión del 'Sueco' Levov; y se oculta en el resto, que reconstruye la supuesta evolución del protagonista y su familia antes y después del incidente que destrozará su estabilidad perfecta.
En esta novela podemos ver a Roth en su mejor versión: profundo, denso, complejo, incisivo, magnífico. En estas obras, su capacidad para construir un universo de personajes complejos y horadar en sus circunstancias y en sus psicologías es asombrosa, abrumadora. Pocos escritores (si es que hay alguno) han conseguido capturar las contradicciones de la sociedad estadounidense, y no solo estadounidense, de la segunda mitad del siglo XX.
También de Philip Roth en ULAD: Indignación, El animal moribundo, La conjura contra América, Elegía, La mancha humana, Némesis, El lamento de Portnoy, Engaño, La humillación, Goodbye, Columbus
martes, 23 de octubre de 2012
Ivan Klíma: Amor y basura
Año de publicación: 1986
Valoración: Muy Recomendable
"Aquel que cree haber hallado lo realmente eterno, que transmite a los demás la esencia divina diciéndoles que ha descubierto la fe que más se adecúa a ellos, que ha comprendido por fin el misterio de la vida, es un necio o un loco, y casi siempre es peligroso."
Ivan Klíma
Las vivencias, sobre todo las propias, constituyen un material impagable para cualquier escritor que pretenda dar la impresión de autenticidad en lugar de perseguir el aplauso a toda costa. El principal atractivo de esta novela reside precisamente en que transpira sinceridad. Klíma crea un trasunto suyo en el personaje del escritor convertido en barrendero, oficio que no le agobia en exceso al practicarlo, no por obligación sino como un gesto testimonial y simbólico. De esta forma, el autor refleja su propia frustración al ver su obra prohibida y la imposibilidad de publicar en su país teniendo que dedicarse a oficios que nada tenían que ver con el mundo literario. Y lo hace sin dramatismos, como si barrer las calles y recoger desperdicios no fuera más que la ocasión de conocer a fondo a las gentes más diversas y, sobre todo, un pasatiempo, la mejor manera de olvidar que el hecho de escribir ha perdido toda utilidad.
No obstante, el drama real del personaje se encuentra en su encrucijada personal. Es cierto que las incidencias de un triángulo amoroso constituye un leitmotiv literario que, al haberse repetido hasta el aburrimiento, puede parecernos banal y tópico. Pero Klíma lo impregna de realidad gracias a su buen hacer literario. Es tanta la autenticidad que transmite el personaje, hasta tal punto le vemos torturado y dividido, sin exageraciones ni melodramas, de tal modo consigue involucrar al lector que la historia acaba convirtiéndose en única e irrepetible y podemos sentirla como tal. Asistimos como espectadores a los vaivenes de una indecisión, convertida en forma de vida aunque asumida a medias. En un mundo que se tambalea a causa de la dictadura, del recuerdo del gueto, de las prohibiciones, de la imposibilidad de seguir escribiendo, de la falta de certezas, vivir dónde, cómo y con quién se ha vivido siempre proporciona un extra de seguridad imprescindible.
En ese impecable engranaje se incluye un tercer elemento: las reflexiones del propio Klíma, cuya identidad de autor es indivisible de las de narrador y personaje. Con una prosa introspectiva, meditativa, en ocasiones poética, urde un armazón sin fisuras, utilizando un constante y efectivo vaivén argumental en el que las incidencias laborales y amorosas se mezclan con pensamientos y estados de ánimo sin dar tregua a la atención ni a la emoción del que lee. El pensamiento es denso pero apasionado, ameno también. Multitud de temas: sociales, históricos, literarios, políticos, van desfilando con coherencia y ligazón absolutas, casi siempre desde un punto de vista crítico. Ocurre así con la alusión al yerkish: idioma elemental concebido para la comunicación con chimpancés, que Klíma utilizará a menudo para referirse al lenguaje oficial, censurado, banal o propagandístico.
Pero el personaje es humano. Por eso su resistencia a la mentira, la necesidad de mirar a la realidad sin filtros, el rigor con el que pretende enfrentarse al mundo, su rechazo a cantos de sirena que considera engañosos: “Lo sagrado no forma parte de la vida, fue inventado por unos infelices que no se atrevían a vivir y que querían torturar así a los que lograban hacerlo“ contrasta con su doble vida, las mentiras reiteradas que, al intentar perpetuar una supuesta autenticidad personal sumergen a autor y lectores en una paradoja constante.
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lunes, 22 de octubre de 2012
Bohumil Hrabal: Bodas en casa
Idioma original: checo
Título original: Svatby v domě. Vita Nuova. Proloky
Año de publicación: 1987, 1986
Valoración: muy recomendable
También de Bohumil Hrabal: Las desventuras del viejo Werther, Anuncio una casa donde ya no quiero vivir, Yo que he servido al rey de Inglaterra , Una soledad demasiado ruidosa, Clases de baile para mayores, La pequeña ciudad donde se detuvo el tiempo
Título original: Svatby v domě. Vita Nuova. Proloky
Año de publicación: 1987, 1986
Valoración: muy recomendable
Como la mayoría de nosotros sabe, Bohumil Hrabal fue uno de los escritores checos más conocidos –y prolíficos– del siglo XX, y tuvo muchos y diferentes trabajos antes de ganarse la vida como escritor (fue viajante de comercio, triturador de papel, empleado del ferrocarril, oficial de notaría...). Como es lógico, en numerosas ocasiones plasmó en sus novelas lo experimentado en estos oficios, dotándolas de gran realismo y verosimilitud.
En Bodas en casa, sin embargo, el autor decide escribir un texto autobiográfico y contarnos parte de su vida; algo que no sería nada extraño, si no fuera porque lo hace desde el punto de vista de su mujer. Es ella la que habla de su llegada a Praga después de que le hayan roto el corazón y explica cómo conoció al que llegaría a ser su marido. También nos describe su corto noviazgo, su boda y la posterior vida en común, y cómo poco a poco se convirtió Hrabal en el apreciado escritor que es hoy en día.
Una de las cosas que más llaman la atención de esta obra es la poca piedad que muestra el escritor consigo mismo. Adueñándose de la voz y la mirada crítica de su mujer, Hrabal muestra sin tapujos todos sus defectos, errores y vicios (como su gran afición a pasar horas en las cervecerías, su torpeza a la hora de mostrar sus sentimientos o las extrañas compañías con las que a veces llegaba a casa), así como el carácter fuerte y resolutivo de ésta, y la curiosa relación que los unía.
También utiliza Bodas en casa, por supuesto, para repasar la historia de la República Checa y contar cómo vivieron durante la ocupación comunista, tiempo en el que sus libros estuvieron prohibidos y tuvieron que ser publicados de forma clandestina. Sin embargo, Hrabal utiliza esta parte de la historia sólo como telón de fondo, como medio para seguir desarrollando la crónica de su peculiar autobiografía, logrando al fin una obra de gran belleza, donde la cotidianidad consigue confundirse con lo literario.
En Bodas en casa, sin embargo, el autor decide escribir un texto autobiográfico y contarnos parte de su vida; algo que no sería nada extraño, si no fuera porque lo hace desde el punto de vista de su mujer. Es ella la que habla de su llegada a Praga después de que le hayan roto el corazón y explica cómo conoció al que llegaría a ser su marido. También nos describe su corto noviazgo, su boda y la posterior vida en común, y cómo poco a poco se convirtió Hrabal en el apreciado escritor que es hoy en día.
Una de las cosas que más llaman la atención de esta obra es la poca piedad que muestra el escritor consigo mismo. Adueñándose de la voz y la mirada crítica de su mujer, Hrabal muestra sin tapujos todos sus defectos, errores y vicios (como su gran afición a pasar horas en las cervecerías, su torpeza a la hora de mostrar sus sentimientos o las extrañas compañías con las que a veces llegaba a casa), así como el carácter fuerte y resolutivo de ésta, y la curiosa relación que los unía.
También utiliza Bodas en casa, por supuesto, para repasar la historia de la República Checa y contar cómo vivieron durante la ocupación comunista, tiempo en el que sus libros estuvieron prohibidos y tuvieron que ser publicados de forma clandestina. Sin embargo, Hrabal utiliza esta parte de la historia sólo como telón de fondo, como medio para seguir desarrollando la crónica de su peculiar autobiografía, logrando al fin una obra de gran belleza, donde la cotidianidad consigue confundirse con lo literario.
También de Bohumil Hrabal: Las desventuras del viejo Werther, Anuncio una casa donde ya no quiero vivir, Yo que he servido al rey de Inglaterra , Una soledad demasiado ruidosa, Clases de baile para mayores, La pequeña ciudad donde se detuvo el tiempo
domingo, 21 de octubre de 2012
Colaboración: Grandes pechos, amplias caderas, de Mo Yan
Idioma original: chino
Fecha de publicación: 1996 (en España en 2007)
Valoración: Muy recomendable
Traemos aquí una de las novelas del flamante premio Nobel de este año, Grandes pechos, amplias caderas, casi una epopeya y una de sus obras más extensas, una novela de la que podríamos decir que es una historia de la supervivencia.
La historia transcurre en el último siglo, desde la caída de la dinastía Ming hasta los 90, convirtiéndose así en una crónica de la reciente y convulsa historia de China. A través de la vida de una familia, continuamente abocada a las pérdidas como consecuencia de los vaivenes de la historia, repasamos muchos de los acontecimientos históricos más notables de este país.
El título hace referencia a ese universo femenino, tantas veces vapuleado en el ámbito doméstico y subyugado por los avatares de la historia. Sus más de 800 páginas nos relatan la vida de Shangguan Lu, Madre, y su narrador es Jintong, su único varón, un niño mimado y consentido que se criará, hasta bien entrada la adolescencia, de la leche materna. Su obsesión por los pechos femeninos lo convierte en un ser pusilánime, en contraste con la fuerza de Madre, capaz de sustentar con su propio cuerpo a sus hijos y la vitalidad de sus numerosas hermanas, que son el contrapunto que ensalza la abnegación de la mujer.
Contada sin demasiado sesgo pues, si algo llama la atención cuando trata de los asuntos administrativos o militares, es la imparcialidad con la que Mo Yan describe a los ejércitos, no se ceba en ningún momento con los japoneses (eternos enemigos para los chinos). Tanto éstos como las tropas maoístas, son responsables de las mayores crueldades, algo a destacar en este autor, que criticando a un pilar básico de la sociedad china actual, haya tenido una gran habilidad para no ser excesivamente censurado, demonizado por el gobierno, quizá porque en su crítica no arremete directamente contra aquel, si bien este libro fue prohibido en China. A través de sus páginas leemos una constante denuncia de la corrupción en esas esferas de poder, una denuncia política pero nada panfletaria.
La novela de Mo Yan es un continuo ir y venir de un realismo crudo (hay escenas sobre matanzas y torturas un tanto desagradables) a un realismo mágico, como el capítulo donde habla de Tercera Hermana, la mujer-pájaro. A través de todos los personajes, se manifiestan sentimientos extrapolables a cualquier ser humano, en cualquier parte del mundo, es decir, sentimientos universales.
Si algo tiene de malo la novela, es la cantidad de personajes, con sus respectivos nombres chinos, a los que hay que seguirles la pista. Gracias que el autor nos da al principio del libro, un listado con un resumen escueto de cada uno de ellos y sus parentescos con el resto porque, más de una vez, hay que recurrir a él.
Hay una frase en el libro que para mí resume la filosofía de vida que rezuma este. Madre dice: “Morir es fácil; lo difícil es vivir. Y cuanto más difícil se vuelve, más fuerte es la voluntad de seguir viviendo”. Cuando cerramos la novela, no nos queda duda de que Madre es una superviviente nata.
Larga pero imprescindible para conocer la literatura china. Es, desde luego un “novelón” y eso quiere decir que podemos acomodarnos en nuestro sillón y echar horas enganchados a ella.
Curiosamente, y como anécdota, os contaré que, mientras leía este libro, escuché en la radio una entrevista a uno de los responsables de Kailas (editorial que tiene publicada toda su obra en España) y me sorprendió lo que contaba sobre la forma de escribir del autor: él piensa durante mucho tiempo su novela, le da forma en su mente y, cuando cree que la tiene, se encierra y escribe seguido, no sale hasta que la termina y lo hace a bolígrafo porque dice que es más rápido que el ordenador (cuando dio la conferencia habló de esto también, o sea, que es totalmente cierto). Esta tardó sólo 28 días, me pregunto cuanto tiempo tardo en "pensar" este tocho de más de 800 páginas con la prolijidad de descripciones, recreaciones de historias y personajes…
Firma: Chincoa
También de Mo Yan en ULAD: La República del vino, Cambios
sábado, 20 de octubre de 2012
Raymond Carver: Catedral
Título original : Cathedral
Idioma original : Inglés
Año de publicación : 1983
Valoración : muy recomendable
Debo empezar esta reseña auto-recriminándome optar demasiado a menudo por lo seguro en las lecturas: un comportamiento, sin duda alguna, escasamente profesional, el de no someterme más a menudo a esas lecturas poco agradables que recomendaban profesores de instituto para que uno se bregara en esto de la lectura. Pero claro, a eso hay que oponer el tentador recurso de encontrar libros que no había leído aún de autores consagrados. Y Catedral es uno de ellos: aunque algunos de sus relatos sí me resultaban familiares a raíz del refrito que se hizo entre algunos de los incluídos en este libro y los de otros para publicar un remiendo titulado Short cuts, aprovechando el tirón de la película de Robert Altman.
Padre de la moderna narrativa corta americana: ese es el título que se atribuye más a menudo a Carver. Es cierto que su influencia es muy notable, y no sólo sobre los autores que se dedican al relato corto: diría que hasta las extensas novelas de Richard Ford, por ejemplo, o ciertos personajes de Auster, tienen una clara reminiscencia de los personajes de a pie que pueblan sus relatos. Catedral comprende 12 de ellos, ninguno de los cuales supera las 30 páginas, a los que muy difícilmente llamaría cuentos: son intervalos, rara vez con una estructura conclusiva, en las vidas de gente vulgar, de esa gente que vive en núcleos urbanos o en grises áreas residenciales. Esas casitas de dos plantas y jardín, que siempre nos aparecen aquí desprovistas de glamour, algo desvencijadas, y habitadas por familias o por hombres solos. Profusión de presencia del alcohol, de divorcios, de abandonos del hogar, de segundos matrimonios, de penurias económicas.
Leo, y no soy mitómano (salvo aisladas excepciones) que el propio Carver tuvo problemas con el alcoholismo, y que falleció a los 49 años. Así que podemos considerar que, en ciertos casos, estos relatos podrían llegar a contener fragmentos de su experiencia personal, quizás simples retazos situaciones que pudo atravesar. Sorprende que, con unos elementos tan espartanos, tan desprovistos de detalles fantasiosos o golpes de efecto (no hay crímenes, no hay grandes pasiones, no hay un ápice de glamour, todas las historias parecen poder suceder en casa del vecino), su lectura sea tan interesante. Gracias al estilo directo de Carver, por supuesto, poco dado a las florituras ni a emplear más palabras o más frases de las debidas para decir lo que piensa que debe decir, pero también a su prodigiosa imaginación: la que nos permite distinguir incluso entre personas grises y anónimas, creando esa especie de antistar-system donde pululan canguros gordas, pasteleros solitarios, familias errabundas y vendedoras de vitaminas. Donde la gente bebe para olvidar, y esconde botellas en los rincones de la casa y bebe directamente de la botella: Carver lo narra y estás viendo al tipo y a su pose desesperada. Pero también gracias a que el autor sabe jugar a la complicidad con esa cercanía: parece que cualquiera de nosotros pueda instalarse a convivir con sus personajes o ser uno de ellos. No debería haber dejado de leer a Carver por tanto tiempo: leer el excelente Knockemstiff, de Donald Ray Pollock, obviamente influido, y ya comentado aquí, me hizo echar de menos esa narrativa corta y contundente, y Carver (junto, entre otros, a John Cheever, a quién dedica un relato de Catedral) me ha hecho recordar el poder de la mejor narrativa corta, por sí sola. Aunque he de reconocer que mi intención era usarlo bajo el concepto uladiano de espaciador, concepto que no hace justicia a este excelente libro.
También en Un libro al día: De qué hablamos cuando hablamos de amor, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?
Idioma original : Inglés
Año de publicación : 1983
Valoración : muy recomendable
Debo empezar esta reseña auto-recriminándome optar demasiado a menudo por lo seguro en las lecturas: un comportamiento, sin duda alguna, escasamente profesional, el de no someterme más a menudo a esas lecturas poco agradables que recomendaban profesores de instituto para que uno se bregara en esto de la lectura. Pero claro, a eso hay que oponer el tentador recurso de encontrar libros que no había leído aún de autores consagrados. Y Catedral es uno de ellos: aunque algunos de sus relatos sí me resultaban familiares a raíz del refrito que se hizo entre algunos de los incluídos en este libro y los de otros para publicar un remiendo titulado Short cuts, aprovechando el tirón de la película de Robert Altman.
Padre de la moderna narrativa corta americana: ese es el título que se atribuye más a menudo a Carver. Es cierto que su influencia es muy notable, y no sólo sobre los autores que se dedican al relato corto: diría que hasta las extensas novelas de Richard Ford, por ejemplo, o ciertos personajes de Auster, tienen una clara reminiscencia de los personajes de a pie que pueblan sus relatos. Catedral comprende 12 de ellos, ninguno de los cuales supera las 30 páginas, a los que muy difícilmente llamaría cuentos: son intervalos, rara vez con una estructura conclusiva, en las vidas de gente vulgar, de esa gente que vive en núcleos urbanos o en grises áreas residenciales. Esas casitas de dos plantas y jardín, que siempre nos aparecen aquí desprovistas de glamour, algo desvencijadas, y habitadas por familias o por hombres solos. Profusión de presencia del alcohol, de divorcios, de abandonos del hogar, de segundos matrimonios, de penurias económicas.
Leo, y no soy mitómano (salvo aisladas excepciones) que el propio Carver tuvo problemas con el alcoholismo, y que falleció a los 49 años. Así que podemos considerar que, en ciertos casos, estos relatos podrían llegar a contener fragmentos de su experiencia personal, quizás simples retazos situaciones que pudo atravesar. Sorprende que, con unos elementos tan espartanos, tan desprovistos de detalles fantasiosos o golpes de efecto (no hay crímenes, no hay grandes pasiones, no hay un ápice de glamour, todas las historias parecen poder suceder en casa del vecino), su lectura sea tan interesante. Gracias al estilo directo de Carver, por supuesto, poco dado a las florituras ni a emplear más palabras o más frases de las debidas para decir lo que piensa que debe decir, pero también a su prodigiosa imaginación: la que nos permite distinguir incluso entre personas grises y anónimas, creando esa especie de antistar-system donde pululan canguros gordas, pasteleros solitarios, familias errabundas y vendedoras de vitaminas. Donde la gente bebe para olvidar, y esconde botellas en los rincones de la casa y bebe directamente de la botella: Carver lo narra y estás viendo al tipo y a su pose desesperada. Pero también gracias a que el autor sabe jugar a la complicidad con esa cercanía: parece que cualquiera de nosotros pueda instalarse a convivir con sus personajes o ser uno de ellos. No debería haber dejado de leer a Carver por tanto tiempo: leer el excelente Knockemstiff, de Donald Ray Pollock, obviamente influido, y ya comentado aquí, me hizo echar de menos esa narrativa corta y contundente, y Carver (junto, entre otros, a John Cheever, a quién dedica un relato de Catedral) me ha hecho recordar el poder de la mejor narrativa corta, por sí sola. Aunque he de reconocer que mi intención era usarlo bajo el concepto uladiano de espaciador, concepto que no hace justicia a este excelente libro.
También en Un libro al día: De qué hablamos cuando hablamos de amor, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?
viernes, 19 de octubre de 2012
Carmen Alborch: Malas
Fecha de publicación: 2002
Valoración: Se deja leer
Cuando era más joven la palabra "ensayo" me daba respeto, mucho respeto. Pensaba que para escribir un ensayo uno tenía que ser una persona sesuda, muy organizada, de una inquietud intelectual de altura, y disfrutar de la autoestima suficiente como para dar por hecho que un buen puñado de personas estarán dispuestas a leer con interés ideas, teorías y conclusiones personales sobre cierto tema.
Pero luego descubrí que la cosa no es para tanto, que además de a grandes (y a veces, difíciles de seguir) intelectuales, los ensayos tientan a otra clase de autores. Sin ir más lejos, muchos escritores de novela más o menos "light" deciden en un momento dado escribir sus impresiones sobre esto o aquello sin necesidad de documentarse, investigar o contrastar de forma harto minuciosa, e incluso políticos, artistas de todo tipo o figuras de lo más polifacético se ponen manos a la obra y se deciden a tejer sus ensayos con mayor o menor éxito.
Y tras esta breve introducción sobre lo que me pasaba a mí con los ensayos, vamos a la reseña de uno que se me ha hecho fácil de leer y que contiene algunas ideas muy interesantes.
Malas es obra de la conocida Carmen Alborch, escritora y política socialista valenciana que llegó a ser Ministra de Cultura durante el último gobierno de Felipe González.
Su título puede dar lugar, nada más leerlo, a muchas conclusiones precipitadas, pero es que tras "Malas", aún no lo he dicho, hay dos puntos y la siguiente aclaración: "Rivalidad y complicidad entre mujeres". Ahora la cosa está más clara, ¿no?
Así pues, a lo largo de más de 300 ágiles páginas que se leen con interés pese a contener numerosos nombres de mujeres célebres de todo tipo, Alborch nos cuenta sus ideas e impresiones sobre el temita de marras: ¿es la mujer el peor enemigo de la mujer? O lo que es lo mismo: ¿la mujer, por naturaleza, es un ser envidioso y competitivo que ve en las de su genéro rivales potenciales para alcanzar sus metas?
Alborch no lanza afirmaciones y negaciones como sentencias ni trata de sentar cátedra, y eso es algo de agradecer. De forma sencilla, como si estuviéramos charlando con una amiga lista y culta pero muy cercana, deja claras sus ideas pero también sus dudas y obsesiones sobre el tema, y cuenta historietas de féminas famosas, como la de la terrible enemistad que mantenían las actrices Joan Crawford y Bette Davis.
La autora nos cuenta cosas que algunos ya sabíamos o creíamos saber, como que la mujer ha pasado de rivalizar con otras con el objetivo de seducir al hombre más envidiado del lugar (por motivos económicos más que por su aspecto físico, la mayoría de las veces) y "engancharle" (mediante el matrimonio, se entiende), para llegar a competir con sus semejantes por metas más de tipo laboral o social. Y que dicho cambio, orquestado por el devenir de los tiempos, no es obíce para que la mujer siga obsesionada con ser, además de un individuo con una envidiable posición social y un empleo de altura, eternamente joven, bella, delgada... y la pareja de un hombre de postín. Todo por culpa de una sociedad competitiva para todos pero machista que sigue exigiendo a la mujer un plus de perfección.
Esto hace, según Alborch, que una fémina se sienta vulnerable y amenazada cuando en su radio de acción aparezca otra que la supere en algo. Es entonces cuando la hembra, a no ser que se trate de una persona fuerte, buena y sensata, decide dejar de ser un animalillo vulnerable para convertirse en una fiera que defiende lo suyo, aunque sea, desplegando sus peores artes. De ahí los comentarios malintencionados, la marginación y la indiferencia hacia la "mujer-amenaza", las maniobras en la sombra, etc, etc...
Pero Alborch también da pinceladas de luz a su libro y habla de los grandes beneficios que concede el tener a otra mujer como amiga y cómplice.
jueves, 18 de octubre de 2012
Miguel de Unamuno: Abel Sánchez
Idioma original: español
Título completo: Abel Sánchez. Una historia de pasión.
Año de publicación: 1917
Valoración: recomendable
Abel Sánchez no es la novela más conocida, ni probablemente tampoco la mejor de su autor: Niebla es técnicamente mucho más original y sorprendente; San Manuel Bueno, mártir es más profunda desde el punto de vista conceptual; pero Abel Sánchez sigue siendo una novela con un atractivo oscuro; es, de hecho, una de las pocas obras de Unamuno en que el protagonista es un personaje negativo.
Abel Sánchez, como ya avanza su título, es una reelaboración del tema de Caín y Abel (que también trató, entre otros, Lord Byron, mencionado como intertexto en la novela unamunaian). Dos amigos -no hermanos en este caso, sino amigos-, Joaquín y Abel, comparten vida y andanzas desde pequeños; y sin embargo, sus destinos son muy distintos: mientras que Abel casi sin esforzarse se gana la simpatía de todos sus semejantes, Joaquín cae antipático también sin merecerlo. Nace así en Joaquín una envidia visceral y enfermiza que se agrava cuando Abel enamora (también casi sin querer) a Helena, la mujer amada por Joaquín. El resto de la novela muestra la tensión interna del personaje, que se debate entre el deseo de superar la pasión destructiva que lo habita, y el deseo de darle rienda suelta, destruyendo a Abel.
Es innegable que se trata de una novela muy unamuniana, muy nivolesca en su composición: como La Tía Tula, escrita cuatro años más tarde: como aquella, esta es una novela compuesta en torno a una única cuestión, un único dilema psicológico o humano; y todo lo que no se refiera a ese dilema sobra. Todos los personajes están por lo tanto supeditados a ese conflicto inicial, más de Joaquín consigo mismo que de Joaquín con Abel. Se crea así una cierta ambigüedad moral y psicológica: ni Abel es malo (porque no ha hecho nada para perjudicar a Joaquín, al menos no voluntariamente) ni lo es Joaquín, que lucha por evitar los sentimientos negativos que lo envenenan.
En un breve fragmento de la novela, cerca de su desenlace, y en un prólogo que Unamuno añadió para la edición de 1928 (durante su destierro en Hendaya), se apunta una dimensión social o política de la novela: la envidia que carcome a Joaquín no sería otra cosa que el "pecado nacional" de los españoles, "el fermento de la vida social española". Sin embargo, este es un añadido que cuadra mal con el resto del texto, en el que la envidia es presentada como sentimiento individual, como enfermedad del alma.
También de Unamuno en ULAD: Niebla, San Manuel Bueno, mártir, La tía Tula, Paz en la guerra, Sombras de sueño
miércoles, 17 de octubre de 2012
George V. Higgins: Mátalos suavemente
Idioma original: inglés
Título original: Cogan's Trade
Año de publicación: 1974
Valoración: muy recomendable
Título original: Cogan's Trade
Año de publicación: 1974
Valoración: muy recomendable
Mátalos suavemente es una novela que acaba de conseguir relevancia gracias a su reciente adaptación al cine. Como no he visto la película, no puedo decir si está bien o mal adaptada, pero sin duda puedo afirmar que, si han conseguido mantener un mínimo aceptable del espíritu del libro, ese film será un bombazo. Porque la historia original, la que podemos comprar en una librería o tomar prestada en una biblioteca, tiene una calidad altísima.
Y eso que el argumento, en principio, no es nada del otro mundo: un par de delincuentes de poca monta, recién salidos de la cárcel, deciden "dar el palo" en una timba de póker. Lo hacen, las víctimas se cabrean y contratan a Cogan, un peligroso sicario, para que los encuentre y ponga las cosas en su sitio.
Una de las cosas que nos llaman la atención de esta novela –y que, además, es uno de sus grandes aciertos– es que la figura del narrador brilla por su ausencia. Aparte de un par de acotaciones aquí y allá, toda la obra está construida a base de diálogos tan rápidos e intensos que nos recuerdan a los ya característicos guiones "tarantinianos" y que muestran con gran realismo tanto el lenguaje de los bajos fondos de Boston como la forma de vivir y pensar de sus protagonistas.
Por medio de estas conversaciones y monólogos, Higgins hace un sincero retrato de un mundo lleno de mafiosos, atracadores, policías corruptos, abogados, etc., mostrando no sólo su gran conocimiento del medio (no en vano trabajó como fiscal y abogado y pasó muchos años de su vida luchando contra el crimen organizado), sino también su talento como escritor.
Se podría decir que lo que nos ofrece Mátalos suavemente es una novela costumbrista donde se muestra la otra cara del "sueño americano", aquel lugar donde viven aquellos a los que no queremos tener cerca de nosotros y con los que no tenemos más remedio que convivir.
También de George V. Higgins en ULAD: Los amigos de Eddie Coyle
También de George V. Higgins en ULAD: Los amigos de Eddie Coyle
martes, 16 de octubre de 2012
Nick Hornby: 31 canciones
Título original : 31 songs
Idioma original : inglés
Año de publicación : 2003
Valoración : está bien
Un día, propongo, hagamos una lista sobre los diez libros que mejor retratan la angustia del hombre contemporáneo superada la cuarentena. La cuarentena de años, no de días, quiero decir, malpensados. En esa lista, seguro, caerá alguno de los vitriólicos ejercicios de estilo de Houellebecq y, no muy lejos en la estantería, yo también apostaría por algún libro de Nick Hornby. Lo cual será algo recurrente: Alta fidelidad, primer gran éxito del escritor británico, estaba lleno de listas. De novias, de discos, de canciones, de músicos. Ya para rematar, para llevar al extremo esa afición, en 2003 Hornby publicó este libro, que es, bajo el pretexto de una lista, una especie de amago biográfico, y, a la vez, el resultado de su propia condición de cobaya del experimento de la middle-age crisis.
Hay que reconocer a Hornby originalidad en el planteamiento del libro: dedicar un artículo a cada una de una serie de 31 canciones que, en el momento de escribir el libro, consideraba influyentes en el transcurso de su existencia. Por diferentes motivos: no necesariamente declara admiración en todos los casos. Editoriales más pendientes de agotar los bolsillos de sus lectores hubieran publicado el libro junto a un CD con sus canciones o, incluso, con la voz de Hornby introduciendo cada uno de sus capítulos. El tono es íntimo, tan íntima como es la relación que las personas establecemos con las canciones que marcan nuestra vida. Lo que pasa es que el Hornby de sus mejores novelas, el de Cómo ser buenos o la misma Alta fidelidad, es un escritor algo más aguerrido, más valiente: no sé si porque puede escudarse tras la máscara de los personajes más identificables con su autor. Pero cuando pasa al primer plano, cuando es el ser humano frágil que comenta su existencia y la situación, por ejemplo, con su hijo autista, en ese momento, misteriosamente, su prosa baja algunos quilates. Sigue siendo cercana, y sigue transmitiendo la emoción del oyente ante la música, con sus matices y sus explicaciones apelando a lo indefinible, pero algo se cae por el camino. Puede que ello obedezca también a que la madurez de Hornby le está llevando a un cierto ablandamiento. Veamos, Hornby nunca fue el gamberro que es Irvine Welsh, y su prosa siempre mantuvo unos parámetros de amabilidad, tras la cual se transparentaba un sentido ácido y ligeramente resabiado, y justo esa combinación era la que daba brillantez a sus primeras obras, en las cuales, además, sintonizaba particularmente con filias y fobias en las que muchos lectores se veían reflejados.
Pero es lógico que la vida de un escritor no sea tan interesante como los personajes que crea, y que su existencia y sus pensamientos, desnudos de los aderezos y las licencias propios de la creación, aparezcan lánguidos y faltos de punch. También es lógico que Hornby, escritor de impacto global, se sienta tentado por escribir con sinceridad sobre sí mismo, y el recurso de hacerlo a través de las circunstancias personales que relaciona con cada una de las canciones es original y honesto. Pero el tono confesional no contrapesa la falta de riesgo y de interés general de sus circunstancias. Preferimos a tus personajes, Nick.
También de Nick Hornby en Un libro al día : Érase una vez un padre, Alta fidelidad, Cómo ser buenos
Idioma original : inglés
Año de publicación : 2003
Valoración : está bien
Un día, propongo, hagamos una lista sobre los diez libros que mejor retratan la angustia del hombre contemporáneo superada la cuarentena. La cuarentena de años, no de días, quiero decir, malpensados. En esa lista, seguro, caerá alguno de los vitriólicos ejercicios de estilo de Houellebecq y, no muy lejos en la estantería, yo también apostaría por algún libro de Nick Hornby. Lo cual será algo recurrente: Alta fidelidad, primer gran éxito del escritor británico, estaba lleno de listas. De novias, de discos, de canciones, de músicos. Ya para rematar, para llevar al extremo esa afición, en 2003 Hornby publicó este libro, que es, bajo el pretexto de una lista, una especie de amago biográfico, y, a la vez, el resultado de su propia condición de cobaya del experimento de la middle-age crisis.
Hay que reconocer a Hornby originalidad en el planteamiento del libro: dedicar un artículo a cada una de una serie de 31 canciones que, en el momento de escribir el libro, consideraba influyentes en el transcurso de su existencia. Por diferentes motivos: no necesariamente declara admiración en todos los casos. Editoriales más pendientes de agotar los bolsillos de sus lectores hubieran publicado el libro junto a un CD con sus canciones o, incluso, con la voz de Hornby introduciendo cada uno de sus capítulos. El tono es íntimo, tan íntima como es la relación que las personas establecemos con las canciones que marcan nuestra vida. Lo que pasa es que el Hornby de sus mejores novelas, el de Cómo ser buenos o la misma Alta fidelidad, es un escritor algo más aguerrido, más valiente: no sé si porque puede escudarse tras la máscara de los personajes más identificables con su autor. Pero cuando pasa al primer plano, cuando es el ser humano frágil que comenta su existencia y la situación, por ejemplo, con su hijo autista, en ese momento, misteriosamente, su prosa baja algunos quilates. Sigue siendo cercana, y sigue transmitiendo la emoción del oyente ante la música, con sus matices y sus explicaciones apelando a lo indefinible, pero algo se cae por el camino. Puede que ello obedezca también a que la madurez de Hornby le está llevando a un cierto ablandamiento. Veamos, Hornby nunca fue el gamberro que es Irvine Welsh, y su prosa siempre mantuvo unos parámetros de amabilidad, tras la cual se transparentaba un sentido ácido y ligeramente resabiado, y justo esa combinación era la que daba brillantez a sus primeras obras, en las cuales, además, sintonizaba particularmente con filias y fobias en las que muchos lectores se veían reflejados.
Pero es lógico que la vida de un escritor no sea tan interesante como los personajes que crea, y que su existencia y sus pensamientos, desnudos de los aderezos y las licencias propios de la creación, aparezcan lánguidos y faltos de punch. También es lógico que Hornby, escritor de impacto global, se sienta tentado por escribir con sinceridad sobre sí mismo, y el recurso de hacerlo a través de las circunstancias personales que relaciona con cada una de las canciones es original y honesto. Pero el tono confesional no contrapesa la falta de riesgo y de interés general de sus circunstancias. Preferimos a tus personajes, Nick.
También de Nick Hornby en Un libro al día : Érase una vez un padre, Alta fidelidad, Cómo ser buenos
lunes, 15 de octubre de 2012
Colaboración: Mo Yan, Premio Nobel 2012
La narrativa de países lejanos es siempre para mí una fuente de estímulo, ya que me permite conocer una parte de la realidad de otros seres humanos, de sus países, sus problemas, su historia, países a los que, probablemente, nunca llegue a ir; por eso la literatura se convierte en una forma maravillosa de viajar, de descubrir algo más de este mundo en el que vivo.
China es un país que sí he tenido la oportunidad de visitar varias veces y atisbar solo un poquito del modo de vida actual, de su cambio continuo; un gigante que parece crecer casi sin medida. Mi interés en acercarme a los escritores chinos contemporáneos ha tenido como objeto comprobar si la literatura china actual es un producto más de se ese crecimiento desorbitado, o si es también es capaz no solo de contarnos el presente, sino de imbricar en la narrativa su acerbo cultural, su rica, y también atormentada, historia.
Su aspecto de hombre sencillo y bonachón, de buen carácter y mejor humor (aunque estoy segura de que las sutilezas de sus bromas se perdían en la traducción) ya me predisponía de antemano a ser todo oídos. A lo largo de su conferencia, sus palabras no hicieron más que ahondar en esa sensación certera de tener ante mí a ese gran escritor que había descubierto recientemente.
Se preguntaba Mo Yan sobre la necesidad de la narración y él mismo se respondía que ésta tenía por objeto superar la riqueza de la propia vida, puesto que la literatura viene de ella. Y es esta la premisa con la que urde sus novelas, llevándolas más allá de la realidad, pues sus personajes responden a un realismo que a menudo raya en lo cruel y despiadado: unos seres que nacen de una mente muy imaginativa también, muchas veces fantásticos, y en el sentido más clásico de la palabra, mitológicos. Personajes que están enraizados en esa sociedad rural que tan bien describe, y en las tradiciones chinas.
Las novelas de Mo Yan son historias duras, llenas de infortunios, como en las tragedias griegas, con algo de autobiográfico (él vivió en carne propia las hambrunas que provocó el plan de industrialización que planificó el régimen maoísta y que resultó fallido), pobladas de personajes muy reales detrás de los cuales se esconden símbolos: una mezcla de fantasía y realidad muy al estilo de la narrativa latinoamericana (no en vano él es un gran admirador de García Márquez).
La semana pasada, Mo Yan se convertía en el segundo premio Nobel chino después de que en el año 2000 lo ganase Gao Xingjian, exiliado en Francia, así que podríamos decir que es el primer escritor chino que, viviendo en China, consigue este premio. Todos hemos leído a autores de ascendencia china, los llamados por los propios chinos, chinos de “ultramar”, como Amy Tan, pero la literatura china actual sigue siendo una gran desconocida en España.
Espero que a raíz de este premio, ahora esté más cerca del público occidental y que ello sea una fuente de enriquecimiento para todos a los que nos apasiona una buena novela, sea de donde sea…
Firmado: Chincoa
domingo, 14 de octubre de 2012
Margaret Atwood: Doña Oráculo
Título original: Lady Oracle
Año de publicación: 1976
Valoración: Recomendable
Como se sabe, toda novela es, fundamentalmente, la constatación de una búsqueda. La que nos ocupa puede considerarse una obra iniciática, ya que describe el camino que debe recorrer la protagonista hasta descubrir quién es y qué papel le ha tocado en suerte. Joan Foster nos cuenta su historia – la de una avispada niña que enseguida asimila los prejuicios adultos, la de una mujer inteligente y resolutiva que ha resuelto ocultar sus muchos talentos –, empezando por sus primeros años hasta el momento en que se encuentra atrapada en una pequeña aldea de Italia, después de haber fingido su propia muerte, temiendo ser reconocida, perseguida y, sobre todo, encontrarse frente a frente con sus particulares demonios.
Utilizando la ironía, el sarcasmo, incluso cierto histrionismo, la heroína traza la caricatura de una vida corriente que, de este modo, transforma en singular. En un proceso repleto de paradojas que empieza, naturalmente, por la relación con sus padres, Joan aprende a rechazar la excesiva rigidez de las costumbres sustentada en la figura materna, quien, por otra parte, cumple a la perfección el rol que le ha sido asignado, aunque sus continuos esfuerzos (por aparecer elegante, mantener una envidiable figura, ser una cocinera excelente….) acaban por convertirla en antipática. Su hija la ve como la responsable de todo lo malo que ocurre en su vida. En ese rechazo frontal del perfeccionismo materno usará como arma la glotonería, convirtiéndose casi a propósito en una niña obesa que se mantiene como tal firmemente, a pesar de limitaciones y complejos, hasta que alcanza la juventud. En cambio, al padre – que permanece toda la vida a una cómoda distancia de ella – le imagina colmado de cualidades que está muy lejos de tener.
Joan es un personaje entrañable, dotado de una ingenuidad congénita, frágil y enormemente fuerte a la vez, con un gran sentido del humor que le ayuda a encontrar siempre el lado cómico. Mientras se siente bajo el influjo materno, utiliza la estrategia vital que ha elegido, esforzándose por conciliar el complejo que le produce su cuerpo y la terquedad en mantenerlo así y por conservar la lealtad hacia un padre con quien convive y, sin embargo, apenas conoce. Pero una circunstancia fortuita la libera repentinamente de esa tiranía autoimpuesta. Solo entonces adelgaza, solo entonces se permite aprovechar su innata disposición para comprender la realidad y manejarla a su antojo, ocultándola, a la vez, a toda costa para complacer a sus sucesivas parejas. Toda su vida habrá de elegir entre sentirse acompañada o ser fiel a su naturaleza (creativa, racional, independiente). Para suerte y desgracia suya, nuestra protagonista es una mente lúcida que se ve obligada a disfrazar su verdadera forma de ser, a ocultar sus aptitudes, a mentir sobre sus ambiciones, sólo para lograr la ansiada aprobación del hombre que ama y con ella el afecto. Hasta después del fallecimiento materno no se percatara de su tremenda injusticia.
Atwood se vale de la obesidad como medio de oposición a los cánones de belleza femenina rechazando, a través de ella, la constante regulación de las conductas. Autores más modernos han utilizado otros recursos, por ejemplo la tendencia a la androginia, para expresar más o menos lo mismo: la rebeldía frente a un programa corporal, social y psicológico prefijado de antemano que las uniformiza y no tiene en cuenta su opinión.
La afición por el folletín dota de estupendos recursos a la autora, que lo usa para crear un personaje creíble y lleno de matices, pero también la traiciona en cierto modo, pues la lleva a armar un complejo entramado que, finalmente, demuestra carecer de consistencia y se derrumba con la mayor facilidad, como una enorme y engañosa construcción de cartón piedra.
Su similitud con nuestra novela picaresca –, en la causticidad de la sátira, en la vocación aventurera, en el carácter anti heroico del personaje – no es tan casual como parece ya que manifiesta rasgos que se encuentran impresos profundamente en la genética humana, al margen de espacios y tiempos.
Es innegable que Atwood, incluso en esa primera etapa de la profesión, sabe manejar sus herramientas, estructurales, estilísticas, y de todo tipo. También se agradece su gran sinceridad, esa implicación, tanto emocional como ideológica, en todo lo que nos está contando. Porque, a pesar de su complejo contenido expresado de forma simbólica, Doña Oráculo no deja de ser una obra divertida y fácil de leer que mantiene la intriga hasta el final y que, sin duda, entretendrá a todo tipo de público.
De la misma autora: Érase una vez, El asesino ciego, Oryx y Crake, El asesino ciego, Por último, el corazón, Nada se acaba, La semilla de la bruja, Alias Grace, Un día es un día, Los testamentos, El cuento de la criada, Posturas políticas
Etiquetas:
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recomendable,
siglo XX
sábado, 13 de octubre de 2012
José Saramago: El evangelio según Jesucristo
Idioma original: portugués
Título original: O Evangelho Segundo Jesus Cristo
Año de publicación: 1991
Valoración: imprescindible
Tengo que confesar que esta es la primera novela de Saramago que leo, por lo que me va a resultar imposible inscribir esta obra en el conjunto de la producción del escritor portugués, del que ya hemos hablado en varias ocasiones en este blog. Por lo tanto, agradeceré cualquier ayuda al respecto (tanto en cuanto a temática como a estilo; por ejemplo, me han comentado que su disposición de los diálogos es bastante característica).
El evangelio según Jesucristo es una obra provocadora, como todas las obras en las que se ponen en tela de juicio pilares fundamentales –nos guste o no– de nuestra forma de entender el mundo e incluso de relacionarnos con los demás. Sin embargo, no debemos olvidar que al fin y al cabo se trata de una obra de ficción, en la que un narrador, presunto testigo de los hechos –a la manera de los evangelios canónicos–, nos narra la vida de Jesús de Nazaret haciendo especial hincapié en su infancia y primera juventud.
Le he puesto un imprescindible porque no he sido capaz de sacarle ningún "pero". Por un lado, Saramago ha sabido captar a la perfección el tono bíblico, que como víctima de una educación religiosa por desgracia conozco y reconozco bien. Los diálogos se integran en el flujo narrativo sin guiones ni otras marcas tipográficas que entorpezcan la lectura; apenas una mayúscula inicial para marcar la réplica de otro personaje. La traducción del gran Basilio Losada, por cierto, es una auténtica maravilla (lo siento, yo estas cosas no puedo evitar comentarlas).
Por otro lado, nos presenta la otra cara de la moneda, no solo de Jesús... sino también de Dios, esa fuerza omnipotente, omnipresente y generalmente incuestionable. Jesús intenta, en vano, rebelarse contra su destino: no puede evitar discrepar de los planes divinos, y no por motivos egoístas precisamente. Al trágico final de Jesús, que todos conocemos bien, Saramago le da una significativa vuelta de tuerca, al igual que a la relación del nazareno con el resto de personajes, que nos resultan conocidos y desconocidos al mismo tiempo.
Por último, toda la novela se sustenta sobre una capa de humor finísimo que, cuando hace estallar el tono solemne imperante, llega hasta a provocar la carcajada. Un ejemplo: la forma de hablar de Dios resulta cómica por lo que tiene de desconcertante.
En pocas palabras: El evangelio según Jesucristo es una novela apasionante y profundamente conmovedora que obliga al lector, creyente o no, a replantearse unas cuantas cosas.
Otros libros de José Saramago reseñados en ULAD: Caín, Alabardas, La caverna, El hombre duplicado, El año de la muerte de Ricardo Reis, Ensayo sobre la ceguera
Título original: O Evangelho Segundo Jesus Cristo
Año de publicación: 1991
Valoración: imprescindible
Tengo que confesar que esta es la primera novela de Saramago que leo, por lo que me va a resultar imposible inscribir esta obra en el conjunto de la producción del escritor portugués, del que ya hemos hablado en varias ocasiones en este blog. Por lo tanto, agradeceré cualquier ayuda al respecto (tanto en cuanto a temática como a estilo; por ejemplo, me han comentado que su disposición de los diálogos es bastante característica).
El evangelio según Jesucristo es una obra provocadora, como todas las obras en las que se ponen en tela de juicio pilares fundamentales –nos guste o no– de nuestra forma de entender el mundo e incluso de relacionarnos con los demás. Sin embargo, no debemos olvidar que al fin y al cabo se trata de una obra de ficción, en la que un narrador, presunto testigo de los hechos –a la manera de los evangelios canónicos–, nos narra la vida de Jesús de Nazaret haciendo especial hincapié en su infancia y primera juventud.
Le he puesto un imprescindible porque no he sido capaz de sacarle ningún "pero". Por un lado, Saramago ha sabido captar a la perfección el tono bíblico, que como víctima de una educación religiosa por desgracia conozco y reconozco bien. Los diálogos se integran en el flujo narrativo sin guiones ni otras marcas tipográficas que entorpezcan la lectura; apenas una mayúscula inicial para marcar la réplica de otro personaje. La traducción del gran Basilio Losada, por cierto, es una auténtica maravilla (lo siento, yo estas cosas no puedo evitar comentarlas).
Por otro lado, nos presenta la otra cara de la moneda, no solo de Jesús... sino también de Dios, esa fuerza omnipotente, omnipresente y generalmente incuestionable. Jesús intenta, en vano, rebelarse contra su destino: no puede evitar discrepar de los planes divinos, y no por motivos egoístas precisamente. Al trágico final de Jesús, que todos conocemos bien, Saramago le da una significativa vuelta de tuerca, al igual que a la relación del nazareno con el resto de personajes, que nos resultan conocidos y desconocidos al mismo tiempo.
Por último, toda la novela se sustenta sobre una capa de humor finísimo que, cuando hace estallar el tono solemne imperante, llega hasta a provocar la carcajada. Un ejemplo: la forma de hablar de Dios resulta cómica por lo que tiene de desconcertante.
En pocas palabras: El evangelio según Jesucristo es una novela apasionante y profundamente conmovedora que obliga al lector, creyente o no, a replantearse unas cuantas cosas.
Otros libros de José Saramago reseñados en ULAD: Caín, Alabardas, La caverna, El hombre duplicado, El año de la muerte de Ricardo Reis, Ensayo sobre la ceguera
viernes, 12 de octubre de 2012
David Mitchell: Escritos fantasma
Idioma original: inglés
Título original: Ghostwritten
Año de publicación: 1999
Valoración: Recomendable
Título original: Ghostwritten
Año de publicación: 1999
Valoración: Recomendable
Aunque aún no sea tan (re)conocido en España como lo es en el resto del mundo, David Mitchell se ha convertido –con tan sólo cuatro libros publicados– en uno de los autores ingleses más admirados de la actualidad. Éste que reseño hoy (y cuyo título en castellano no me acaba de convencer, aunque entiendo la dificultad de traducir el original) fue el primero de ellos y muestra desde la primera página que estamos ante un escritor que tiene mucho que decir –y, además, que sabe cómo hacerlo.
Escritos fantasma es una novela elaborada a partir de diez relatos de nueve narradores diferentes que, en principio, parecen no tener nada en común entre sí. Sin embargo, a medida que avanzamos en la lectura, descubrimos que un personaje secundario (o ni siquiera eso) de una de las historias es el narrador de otra o que las acciones de uno de esos personajes tiene terribles consecuencias para el protagonista de otro relato.
Mitchell construye así una novela que tiene lugar en lugares tan dispares como China, Rusia, Inglaterra o Japón y que está protagonizada por el acólito de una secta, un locutor de radio, una científica, una mujer china testigo de los cambios que experimenta su país durante el siglo XX... incluso un ente capaz de invadir y controlar a los seres humanos a su antojo, consiguiendo finalmente una historia (o un conjunto de historias) que no son sino un intento de retratar el mundo globalizado en el que vivimos y, al mismo tiempo, todo aquello que nos hace únicos.
Resulta sorprendente que Escritos fantasma, siendo como es una primera obra, sea también un libro tan maduro y bien escrito como descubrimos durante la lectura. Es cierto que, debido a sus pretensiones y su complejidad, en ocasiones puede ser difícil de seguir. Sin embargo, es sin duda una obra más que interesante que además nos deja atisbar lo mucho que su autor puede ofrecer. Yo, sin duda, voy a seguirle la pista.
También de David Mitchell en ULAD: El atlas de las nubes, Black Swan Green
También de David Mitchell en ULAD: El atlas de las nubes, Black Swan Green
jueves, 11 de octubre de 2012
Jane Austen: Orgullo y prejuicio
Título original: Pride and Prejudice
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1813
Valoración: Recomendable
"Es reconocida como verdad absoluta aquélla que afirma que un hombre soltero dueño de una gran fortuna ha de sentir algún día la necesidad de casarse...". Toma ya... Así empieza una de las novelas decimonónicas inglesas más célebres de la historia de la literatura y que, aunque parezca mentira, aún no ha sido reseñada en ULAD.
No creo que haga falta presentar a la audiencia a la autora, la celebérrima Jane Austen, que incluso cuenta con una película de hace unos pocos años mostrando el que se dice que fue un decisivo episodio de su vida: su renuncia al amor del único hombre al que quiso por temas ajenos a los sentimientos. Porque Jane Austen se quedó soltera (y hablamos de la primera mitad del siglo XIX, lo cual lo convertía en una lacra social bastante insoportable), y escribió casi toda su obra en cuadernitos en los que trabajaba incluso rodeada de familiares. Algo meritorio, ¿no? Pero eso no ha impedido que la autora haya sido duramente criticada por otros famosos escritores como Mark Twain, que soltó una violenta barbaridad sobre que iba de sacar a la Austen de la tumba y volver a matarla golpeándola con uno de sus huesos o algo así... Y creo que a Charlotte Brontë tampoco le gustaba mucho el estilo de su paisana, pese a que ambas tuvieran bastante en común.
También es probable que muchos de los que nos leen sepan de qué va Orgullo y prejuicio gracias a la bonita película que se hizo en 2005, con la siempre cotizada Keira Knightly como protagonista, o a cierta serie de televisión inglesa que quizás hayan tenido la oportunidad de ver.
Pero como aquí estamos para hablar de libros, vayamos un poquito más allá de lo audiovisual...
Lo primero de todo, decir que yo leí Orgullo y prejuicio en su idioma original, y he de reconocer que me pareció mucho menos difícil de lo que pensaba y que casi no tuve que tirar del diccionario. Su tono y su lenguaje tienen todos los ingredientes imprescindibles de una novela de alta carga romántica (hay muchos personajes guapos a rabiar, vestidos con gran gusto y muy educados; viviendas preciosas; paisajes ajardinados o salvajemente borrascosos; ciertas tragedias del pasado no aclaradas del todo que vuelven a aflorar en el presente, etc.), sí... Pero también posee una picajosa ironía que impregna muchos diálogos, especialmente cuando la protagonista se tiene que defender de maestros y maestras del dudoso arte de lanzar darditos verbales al prójimo sin perder los buenos modales.
La historia que cuenta es la siguiente: los Bennet son una familia inglesa formada por un matrimonio ya maduro con cinco hijas jóvenes que vive en una zona campestre cerca de Londres. Discurren los últimos coletazos del siglo XVIII y mamá Bennet ve peligrar la moderadamente desahogada posición de la familia ya que es inevitable que a la muerte de papá Bennet la mayor parte de sus pertenencias vayan a parar a manos de un primo clérigo suyo, el señor Collins. Todo, por culpa de una peculiar figura jurídica de la época. Por eso, la señora Bennet está obesionada con casar con hombres ricos a sus hijas, y la mujer cree que se le aparece la Virgen cuando por la zona recalan los ricos Charles Bingley y su amigo Fitzwilliam Darcy. El primero, prácticamente será obligado a enamorarse de la bella y dulce hermana mayor, Jane, mientras que el segundo iniciará una extraña, atractiva e irregular relación de amor/odio con la segunda hermana, la rebelde e inteligente Elizabeth, la heroína de la obra, una inconformista jovencita que me recuerda mucho a la Jo March de Mujercitas.
Así que la novela narra, principalmente, la historia de amor/no amor de Elizabeth y el señor Darcy, que en un primer momento rechaza a Lizzy por no considerarla lo suficientemente bella y por tener una familia poco ejemplar. Pero poco a poco, el galán irá cayendo rendido ante sus encantos... Por su parte, Elizabeth abandonará progresivamente la imagen de soberbio y de ricachón que tiene del reservado Darcy. Y de por medio tendremos falsos enamoramientos, fugas, matrimonios secretos, rechazos, mentiras y desenmascarados...
Yo me lo pasé muy bien leyéndola.
Casi como para disuadirme, me habían advertido de que se trataba de una comedia romántica que acababa bien, que todos se casaban con quien querían y comían perdices para siempre, pero esto no me frenó a la hora de leerla, de la misma manera que uno puede leer con placer Drácula de Bram Stoker sabiendo más o menos cómo acabará el buen conde transilvano.
Por todo ello, la lectura de esta famosa novela de Jane Austen me dejó muy buen sabor de boca: no me esperaba muchísimo más de lo que obtuve. Y la recomiendo. Para su época, y teniendo en cuenta la dama que la escribió, está muy bien.
También en ULAD de Jane Austen: Mansfield Park, La abadía de Northanger
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1813
Valoración: Recomendable
"Es reconocida como verdad absoluta aquélla que afirma que un hombre soltero dueño de una gran fortuna ha de sentir algún día la necesidad de casarse...". Toma ya... Así empieza una de las novelas decimonónicas inglesas más célebres de la historia de la literatura y que, aunque parezca mentira, aún no ha sido reseñada en ULAD.
No creo que haga falta presentar a la audiencia a la autora, la celebérrima Jane Austen, que incluso cuenta con una película de hace unos pocos años mostrando el que se dice que fue un decisivo episodio de su vida: su renuncia al amor del único hombre al que quiso por temas ajenos a los sentimientos. Porque Jane Austen se quedó soltera (y hablamos de la primera mitad del siglo XIX, lo cual lo convertía en una lacra social bastante insoportable), y escribió casi toda su obra en cuadernitos en los que trabajaba incluso rodeada de familiares. Algo meritorio, ¿no? Pero eso no ha impedido que la autora haya sido duramente criticada por otros famosos escritores como Mark Twain, que soltó una violenta barbaridad sobre que iba de sacar a la Austen de la tumba y volver a matarla golpeándola con uno de sus huesos o algo así... Y creo que a Charlotte Brontë tampoco le gustaba mucho el estilo de su paisana, pese a que ambas tuvieran bastante en común.
También es probable que muchos de los que nos leen sepan de qué va Orgullo y prejuicio gracias a la bonita película que se hizo en 2005, con la siempre cotizada Keira Knightly como protagonista, o a cierta serie de televisión inglesa que quizás hayan tenido la oportunidad de ver.
Pero como aquí estamos para hablar de libros, vayamos un poquito más allá de lo audiovisual...
Lo primero de todo, decir que yo leí Orgullo y prejuicio en su idioma original, y he de reconocer que me pareció mucho menos difícil de lo que pensaba y que casi no tuve que tirar del diccionario. Su tono y su lenguaje tienen todos los ingredientes imprescindibles de una novela de alta carga romántica (hay muchos personajes guapos a rabiar, vestidos con gran gusto y muy educados; viviendas preciosas; paisajes ajardinados o salvajemente borrascosos; ciertas tragedias del pasado no aclaradas del todo que vuelven a aflorar en el presente, etc.), sí... Pero también posee una picajosa ironía que impregna muchos diálogos, especialmente cuando la protagonista se tiene que defender de maestros y maestras del dudoso arte de lanzar darditos verbales al prójimo sin perder los buenos modales.
La historia que cuenta es la siguiente: los Bennet son una familia inglesa formada por un matrimonio ya maduro con cinco hijas jóvenes que vive en una zona campestre cerca de Londres. Discurren los últimos coletazos del siglo XVIII y mamá Bennet ve peligrar la moderadamente desahogada posición de la familia ya que es inevitable que a la muerte de papá Bennet la mayor parte de sus pertenencias vayan a parar a manos de un primo clérigo suyo, el señor Collins. Todo, por culpa de una peculiar figura jurídica de la época. Por eso, la señora Bennet está obesionada con casar con hombres ricos a sus hijas, y la mujer cree que se le aparece la Virgen cuando por la zona recalan los ricos Charles Bingley y su amigo Fitzwilliam Darcy. El primero, prácticamente será obligado a enamorarse de la bella y dulce hermana mayor, Jane, mientras que el segundo iniciará una extraña, atractiva e irregular relación de amor/odio con la segunda hermana, la rebelde e inteligente Elizabeth, la heroína de la obra, una inconformista jovencita que me recuerda mucho a la Jo March de Mujercitas.
Así que la novela narra, principalmente, la historia de amor/no amor de Elizabeth y el señor Darcy, que en un primer momento rechaza a Lizzy por no considerarla lo suficientemente bella y por tener una familia poco ejemplar. Pero poco a poco, el galán irá cayendo rendido ante sus encantos... Por su parte, Elizabeth abandonará progresivamente la imagen de soberbio y de ricachón que tiene del reservado Darcy. Y de por medio tendremos falsos enamoramientos, fugas, matrimonios secretos, rechazos, mentiras y desenmascarados...
Yo me lo pasé muy bien leyéndola.
Casi como para disuadirme, me habían advertido de que se trataba de una comedia romántica que acababa bien, que todos se casaban con quien querían y comían perdices para siempre, pero esto no me frenó a la hora de leerla, de la misma manera que uno puede leer con placer Drácula de Bram Stoker sabiendo más o menos cómo acabará el buen conde transilvano.
Por todo ello, la lectura de esta famosa novela de Jane Austen me dejó muy buen sabor de boca: no me esperaba muchísimo más de lo que obtuve. Y la recomiendo. Para su época, y teniendo en cuenta la dama que la escribió, está muy bien.
También en ULAD de Jane Austen: Mansfield Park, La abadía de Northanger
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recomendable,
siglo XIX
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