jueves, 4 de julio de 2024

Lev Tolstói: Los dos húsares

Idioma original: ruso 

Título original: Два гусара (Dva gusara)

Traducción: Irene y Laura Andresco

Año de publicación: 1856

Valoración: Bastante recomendable


Veo por ahí que Los dos húsares pasa por ser una de las obras más valoradas de Tolstói. Hombre, refiriéndonos al autor de Anna Karenina, Guerra y paz o La muerte de Iván Ilich me parece mucho decir. Esta que traemos hoy aquí es una obrita de juventud, con todo el aspecto de tal: el maestro, que todavía no había cumplido los treinta, apunta cosas muy interesantes pero en mi opinión todavía está lejos de lo que ofrecería algunos años más tarde. 

Estaríamos en esa especie de subgénero, tan abundante en la época, al que podríamos llamar literatura de tropa. Tolstói, que por ese tiempo tuvo cierto contacto con el estamento militar, debía conocer de primera mano el tipo de jovenzuelos que, por prestar servicio de armas para el zar, se movían por ahí pavoneándose de sus uniformes, en especial si pertenecían a determinadas unidades de porte singular. La juventud, el donaire castrense y un oficio prestigioso les permitían presentarse en sociedad algunos peldaños por encima del resto, exhibiéndose entre mujeres, campesinos y mesas de juego.

En todo esto destaca por encima de la media el conde Turbin, apasionado por todo aquello que suponga emociones intensas, un tipo altivo que disfruta retando a duelos y conquistando bellezas femeninas. Entre ellas Ana Fiodorovna, hermana de un compañero de armas, en quien el conde dejaría una huella más profunda de lo que la realidad de esa relación daría como consecuencia lógica. Pasados los años, el hijo del conquistador, también del cuerpo de húsares, entra por casualidad en contacto con la propia Ana Fiodorovna y su hija, y la historia parece repetirse.

Así contado, queda sin duda la impresión de una pequeña historia galante, un relato más de ese tipo de amores que quedan durante años o décadas en un repositorio escondido, impresiones de juventud que el tiempo no ha conseguido borrar o que traspasan generaciones. Y en mi opinión eso es exactamente el libro. Claro está que siempre se le pueden buscar capas más profundas y menos visibles, no sé, caracterización de cierto tipo jóvenes soldados, contrastes con los estratos más tradicionales de la sociedad rusa, contexto histórico. Pero no deja de ser una narración sencilla sobre algo tan usual como la relación entre el uniformado que se come el mundo a bocados y la joven ingenua que cae rendida a sus encantos.

En todo caso, tampoco olvidemos que esto lo escribe Tolstói, que aunque quizá todavía algo inmaduro, ya llevaba dentro el genio. Y entonces todo esto un poco banal y mil veces visto se convierte en otra cosa que no se puede describir más que como un pequeño gran placer. Y es que cualquier historia en manos de un escritor con este talento es un regalo para el lector. Cada palabra, cada frase, está exactamente donde debe, no hacen falta trucos ni herramientas extravagantes, se siente fluir el relato con una naturalidad que hace innecesario recurrir a nada más. Desfilan ante nosotros personajes definidos de forma cristalina en un par de líneas, podemos leer sus pensamientos sin que nos los cuenten, uno es partícipe del aire que respiran, les vemos moverse, evolucionar, y todo encaja como si no pudiese ser de otra forma.

En esta pequeña e incluso modesta píldora encontramos mucho de lo que el autor es capaz de ofrecer, todavía embrionario pero suficiente para hacernos disfrutar. Esa maestría que con el paso de los años, y tampoco muchos, haría posible obras brutales como las que apuntamos aquí abajo.


miércoles, 3 de julio de 2024

Annie Ernaux: El lugar

Idioma original: francés
Título original: La place
Traducción: Valèria Gaillard en catalán para Angle Editorial y Nahir Gutiérrez en castellano para Tusquets Editores
Año de publicación: 1983
Valoración: recomendable


Siempre es de agradecer que sigan publicándose libros de Ernaux, quizá una de las autoras más prolíficas de la escena literaria que, no únicamente tiene la habilidad y el talento para hacer que sus libros tengan interés de manera individual sino también que cada aparición de un nuevo libro complemente el mosaico vital y literario de la Nobel francesa.
 
Ya en anteriores novelas reseñadas, Annie Ernaux nos relataba cómo era la relación con sus padres y, en especial con su madre, de la que nos habló en varios de sus libros de manera específica («No he salido de mi noche» o «Una mujer») y, a pesar de que la figura del padre también aparecía en sus libros en los que la autora hablaba de su entorno familiar y de su educación, lo hacía de manera más tangencial, más sutil y en un segundo plano. En este caso, el padre es el centro del relato y era lógico que la autora escribiera un libro dedicado a él, aunque, debido a que las editoriales publican los libros en el orden que consideran, paradójicamente este libro sobre el padre lo escribió antes de los que tratan la figura de la madre, lo cual me parece curioso dada la diferente incidencia que tuvo en su vida cada uno de sus progenitores.
 
En esta ocasión, empieza la autora narrando un episodio crucial en su vida: dos meses después de haber obtenido el certificado para poder ejercer de profesora titular su padre falleció a los sesenta años de edad. Un padre que regentaba con la madre un café-tienda después de haber estado trabajando duramente la tierra gran parte de su vida y ejerciendo también de obrero. Así, la autora se remonta a ese día crucial en su vida y nos narra el día de su entierro y cómo, pasados unos meses, sintió que «un día debía explicar todo esto», «escribir sobre mi padre, sobre la vida, y esta distancia que se produjo entre nosotros en mi adolescencia. Una distancia de clase, pero particular, que no tiene nombre». De ahí nació la idea de este libro.
 
Centrando el relato en su padre, destaca de él cómo, a pesar de haber nacido en una familia sin recursos, aprendió (a diferencia de su abuelo) a «leer y escribir sin faltas. Le gustaba aprender»; un aprendizaje que creció durante su etapa en el servicio militar descubriendo un nuevo mundo para él pero que también lo aisló de sus intereses previos, pues a su vuelta, «no quiso saber nada más de la ‘cultura’. Él siempre nombraba así el trabajo de la tierra, el otro sentido de la cultura, el espiritual, le parecía inútil». De esta manera, su padre, dejando de lado el interés por la cultura y el aprendizaje intelectual, se dedicó al trabajo de obrero, con una mujer dedicada a mantener el negocio mientas intentaba que él «volviera a ir a misa donde había dejado de ir desde que había estado en el ejército y abandonara las ‘malas costumbres’ (es decir, de payés o de obrero)»; un padre entregado y voluntarioso, que en plena Segunda guerra mundial y «bajo los bombardeos incesantes del 1944 (…) continuó yendo a proveerse de productos frescos, mendigando extras para los viejos, las familias numerosas, en definitiva, todos aquellos que no tenían acceso al mercado negro. En El Valle lo consideraron el héroe de las provisiones» mientras los domingos, cuando cerraban la tienda, llevaba a la pequeña Annie de picnic paseándola por el bosque «llevándola a hombros, cantando y silbando». Y ya con el fin de la guerra la decisión de volver a su localidad de origen, una ciudad que encuentran en ruinas pero que les abre la oportunidad de empezar una nueva vida comprando un pequeño local que lo reconvierten en tienda-café, ejerciendo a su vez de espacio compartido en el que ofrecían un pequeño remanso de fiesta y libertad.

En este entorno humilde, creció Annie, afirmando que «está manera de vivir nos pertenecía, un cierto tipo de felicidad, pero también las barreras humillantes de nuestra condición (consciencia que ‘nuestra casa no es suficientemente buena’), me gustaría poder decir la felicidad y alineación a la vez, oscilar entre un extremo y el otro en esta contradicción» porque no había tiempo ni espacio para la formación ni el cariño que constata al afirmar que «no sabíamos hablar entre nosotros si no era con tacos o palabrotas. El tono amable, reservado para los de fuera». Así, a medida que Annie crece, crece también la distancia que la separa de su padre, una distancia labrada en tierras arduas para el crecimiento intelectual de una Annie que se sabe más culta que su padre, más interesada en el arte y en las costumbres burguesas y cultivadas, más refinada en su vocabulario y en sus aspiraciones. Una distancia que ella por interés y él por apego a su vida de trabajador van aumentando sin saber muy bien cómo acercarse de nuevo y que ella encuentra en las letras el acogimiento que no halla a nivel emocional en su padre llegando a admitir finalmente con cierto pesar que «quizá escribo porque ya no nos queda nada que podamos decirnos».
 
Afirma Annie de su padre que, «su mayor orgullo o, incluso, la justificación de su existencia: que yo perteneciera al mundo que lo había menospreciado». Así, su trabajo, su esfuerzo parecían únicamente una distracción que lo alejaban de aquello que hubiera querido ser y que quería que Annie fuera: alguien con cultura, con educación y modales. Algo que probablemente confirmaría que pertenecían a distintos mundos, pero que constataría a su vez el más sincero amor de un padre: que su hija tuviera el mejor de los posibles.

martes, 2 de julio de 2024

Nieves Mories: Agujeros de sol

Idioma original: Español
Año de publicación: 2020
Valoración: Recomendable

Agujeros de sol, de Nieves Mories, es una novela de terror sobresaliente. Una novela adictiva, perfectamente urdida, que dosifica la información de forma impecable, juega constantemente con las expectativas del lector, está escrita con una prosa brillante, la habitan personajes más complejos de lo que a priori pueda parecer y se cierra con un clímax brutal. 

Empieza describiendo una sangrienta masacre. Y de ahí, reculamos en el tiempo para conocer a los implicados en dicha masacre, tanto víctimas como verdugos. 

Aborda, desde una perspectiva moderadamente original, conceptos ya asentados en el imaginario horrorífico como el de los gemelos, el del doble o el de la venganza de ultratumba. También hace un explícito homenaje al Rebecca de Daphne du Maurier, aportando en el proceso su granito de arena. 

Destina una nada desdeñable parcela a la crítica social, arremetiendo contra diversas lacras (entre las que se cuentan, por ejemplo, la impunidad de la clase alta, las tropelías de la Iglesia o la sumisión de las mujeres en familias de estructura patriarcal). 

En resumen, Agujeros de sol es una novela de terror de una calidad extraordinaria. Se lee en apenas unas horas con una mezcla de diversión y asco, pero sus logrados personajes, ambientaciones y escenas permanecerán en nuestra memoria durante un largo periodo.


También de Nieves Mories en ULAD: Aquí

lunes, 1 de julio de 2024

Terry Hayes: Soy Pilgrim

 

Idioma original: inglés
Título original: I am Pilgrim
Traducción: Cristina Martín Sanz.
Año de publicación: 2014
Valoración: bastante recomendable

Territorio Best Seller, absolutamente. Y que conste que sé algo de este libro a raíz del revuelo reciente a cuenta de la nueva novela del autor, que está siendo debidamente promocionada, porque en su debido momento, debo ser refractario a tanta escandalera, ni me enteré de su enorme repercusión. 

Pongámonos en contexto, esto son ochocientas sesenta páginas (lágrima de contenida nostalgia de nuestras TochoWeek) de thriller geopolítico urdido con cierta gracia, aunque recurriendo uno tras otro a todos los clichés del género, incluyendo el obvio y poderoso componente audiovisual - el tal Hayes ha intervenido en no pocas producciones cinematográficas - que queda reflejado en la estructura de la novela: cuatro partes que confluyen, capítulos cortos (algunos de apenas tres páginas) que parecen escenas que persiguen una necesaria confluencia, un clímax y también en la escasa ambición lírica: no corrientes de conciencia, no especulación metafísica sobre la situación de la Humanidad que aboca a ciertos enfrentamientos, no cuestionamiento de cierto orden establecido.

Todo correcto, por lo cual no nos vamos a quejar ni del planteamiento algo simplista, ni del estilo literario, la prosa es dinámica y no se siente vergüenza ajena, por lo menos, aunque ciertas expresiones ("su droga era la inteligencia") pueden provocar cuadros pasajeros de leve rubor, en general el estereotipo se cumple, y capítulo tras capítulo hay ganchos que fuerzan una lectura ligera y relativamente excitante, en el sentido casto de la palabra, pues aunque nuestro héroe (Pilgrim, nombre que toma para la misión, pero a lo largo de su extensa carrera ha usado decenas de nombres con sus perfectos pasaportes falsos emitidos por oscuras agencias para-gubernamentales) tiene treinta y dos años, no está mucho para aventuras sentimentales o escarceos sexuales. A pesar de lo cual, todas las mujeres que pululan por estas páginas, sean afines o no, resultan ser auténticas bellezas. Problema endémico de estas novelas: estamos hablando de una clásica progresión de malo contra bueno en acrecamiento físico constante, donde héroe y antihéroe tienen claroscuros en sus pasados, sea uno sirviendo a una causa (Occidente) o a la otra (la Yihad). Hasta los nombres elegidos ya plantean esa dicotomía y prácticamente todo lo que pueda plantear más allá de una escueta sinopsis representa estropear su lectura. 

Pilgrim (Peregrino, mayor, sabio, entrañable) es la última guisa de un agente de un servicio ultrasecreto, naturalmente el mejor de su promoción, hasta el extremo de haber escrito un libro que es una oscura referencia para los aspirantes a ejecutores del crimen perfecto. El tío sabe de todo, desde análisis de comportamiento criminal hasta tendencias políticas, sustancias legales e ilegales, idiomas, armas... cosa que no impide que haya cometido alguna torpeza en el pasado que le haya llevado a ser expulsado (o apartado) hasta que surge un caso tan complicado que sólo él puede solucionar, incluso sus denodados esfuerzos por borrar cualquier rastro de existencia y experiencia pasada (¡mardito interné!) han resultado insuficientes y alguien ha conseguido contactarle. Se constituye el eje del bien para contrarrestar al del mal: el Sarraceno (taimado, oscuro, fanático) sufrió en sus carnes la arbitrariedad: su padre fue ejecutado por el régimen saudí y ha tenido que huir de su país y refugiarse mientras se ha radicalizado. También es un tipo joven, inteligente y brillante, cuenta con el respeto del Peregrino que lo respeta como enemigo a su altura, pero el antagonismo está servido y la progresión narrativa está servida. No hay que pedirle más a estos libros que eso. Salen los típicos enclaves: que si Jeddah, las montañas afganas, París, la casa Oval...

Estereotipos totalmente necesarios para estas lecturas, que no requieren más que una tumbona (a ser posible en rayas blancas y azules), brisa marina o arrullo de piscina, un refugio a la sombra, un silencio relativo pues tampoco hay mucha trama en que concentrarse ni mucho misterio por destripar. Ah! y un tamaño lo suficientemente contundente para durar lo que unas vacaciones. Tan fácil de leer como de olvidar, por eso.