Año de publicación: 1975
Valoración: recomendable para interesados
Supongo que casi todo el mundo sabe quién es Eduardo Chillida, escultor vasco cuya obra, con frecuencia de grandes dimensiones, está esparcida por medio mundo, buen parte de ella en espacios públicos. Por su parte, con muy pocas excepciones, Martín de Ugalde les resultará un nombre completamente desconocido. Es un escritor que pasó buena parte de su vida en el exilio, retornando a Euskadi tras el fin del franquismo, cuando adquirió cierta notoriedad como autor de libros de temática vasca, entre ellos alguno de entrevistas con personajes del país, entre los que se inscribe este texto con el testimonio directo del artista.
La vida de Chillida también transcurrió parcialmente en el extranjero, aunque por motivos profesionales y no políticos. Su figura, ampliamente reconocida sobre todo a partir de los años 70 del siglo pasado, fue sin embargo importante desde mucho antes, cuando formó parte de Gaur, un grupo de artistas vascos (Oteiza, Zumeta, Mendiburu…) que impulsaron una profunda renovación de las artes plásticas, trascendiendo el ámbito local y nacional. En la larga charla el escultor cuenta algunos episodios familiares y anécdotas acerca de sus obras, pero sobre todo habla del proceso creativo, la forma de sentir y trabajar los distintos materiales, la búsqueda del espacio vacío que rodea y se inserta en el objeto, o la intención de crear cosas que se integren en el entorno y pasen a ser de dominio público. Naturalmente, muchas cosas para llenar unas 170 páginas, aunque se echan de menos algunos asuntos.
Para empezar, aunque el libro se reedita varias veces, la entrevista deduzco (porque Ugalde no lo dice) que tuvo lugar en 1975. Para entonces, por poner un ejemplo, el famoso Peine del Viento de Donostia-San Sebastián todavía no estaba en pie, ni imaginado siquiera el polémico vaciado de la montaña de Tindaya, y faltaba aún mucho para el conocido rifirrafe con Oteiza. Es decir, que la etapa digamos de mayor visibilidad pública del artista, y por tanto quizá la más atractiva para el profano, queda fuera del texto, que se centra así en un periodo y una temática más íntimos, con informaciones interesantes aunque algo más árido.
Por otra parte, aunque supongo que Martín de Ugalde se habrá trabajado previamente la entrevista, no puede ocultar que sus conocimientos de arte son bastante limitados. De manera que la mayor parte del tiempo se limita a dar continuidad a las reflexiones de Chillida, cuando no a insistir, de forma un poco obsesiva, en asuntos identitarios que en mi opinión solo tienen un peso relativo en la obra del escultor. Cuando toca hablar propiamente de arte, Ugalde se pierde bastante o sale del paso recurriendo a razonamientos intencionadamente abstractos que ni el entrevistado llega a entender. Al no conducir correctamente la conversación, nos perdemos algunos datos interesantes sobre esa etapa inicial en la que Chillida avanza en su proceso de maduración.
No obstante estas carencias, encontramos desde luego ideas de gran interés, como la insistencia en separar la creatividad de la técnica, desaprender lo que se domina para poder explorar nuevos caminos, la relación del artista con los materiales que utiliza, o el entronque con su entorno cultural. Porque, aunque haya quien siga pensando lo contrario, para ser un creador reconocido en todo el mundo durante décadas no basta con inventarse un hierro retorcido o una mole de piedra colgada de un cable: hay muchas horas de reflexión y trabajo, mucha creatividad intentando buscar el camino entre bocetos, materiales y descartes. Pensémoslo un poco cuando veamos obras que a lo mejor no entendemos o no nos dicen nada. Leyendo a un tipo inteligente y sensato como Chillida podemos verlo más claro.