jueves, 30 de noviembre de 2023

Gerardo Fernández Fe: El último día del estornino

Idioma original: Español 

Año de publicación: 2011

Valoración: Recomendable

Ya lo hemos hablado en reseñas de otros libros de Gerardo Fernández Fe. Resulta "curioso" el funcionamiento del mercado editorial. Autores absolutamente intrascendentes, libros sujetos a modas o  coyunturas con una "vida útil" de escasas semanas copan las librerías al tiempo que autores como el habanero, con algo que contar, con historias universales y atemporales, han de recurrir a la autoedición para acercarnos su obra. En fin, ¡qué sabremos nosotros de los entresijos y los cálculos del mundillo!

El caso es que la novela que hoy traemos a este espacio sí que fue publicada en 2011 por una pequeña editorial española, aunque la edición que yo he podido leer es de este mismo 2023 y ha sido obra del propio autor. Esperemos que esta vez tenga más recorrido que hace unos años. El contenido lo merece.

Resumiendo. Como ya ocurriera con Hotel Singapur, El último día del estornino recurre a la historia dentro de la historia dentro de la historia... (la mise en abyme, que dirían los más intelectuales) para hablarnos de vidas posibles, de vidas soñadas, de vidas vividas por un personaje llamado Luis Mota (aunque puede que se llame Gabino o Nivaldo) que es, al mismo tiempo, protagonista y narrador, con lo que el autor juega con la famosa "cuarta pared". Joder, hoy tenemos el intelectual de lo más subido.

Así, el punto de partida es la entrada del tal Luis Mota en la Biblioteca Nacional de Caracas en busca de un libro sobre ornitología (pájaros y migraciones tal vez?). Un error / confusión le llevará a un libro de Deleuze en el que se esconde un arma y aquí, de la mano de la imaginación y del recuerdo, se abrirán una serie de caminos que nos llevarán de Caracas a La Habana, de Praga en 1968 a París y que nos hablarán de exilios, de amores (realmente magnífica la parte dedicada al matrimonio de Boris y la madre de Amaranta, su desgaste, ese fin del amor a través de gestos y silencios), de huidas, de esperanzas traicionadas, de religiones que arrastran consigo su correspondiente elegía.

Por tanto, autobiografía personal y crónica de un tiempo (segunda mitad del siglo XX / principios del XXI) atravesado por la Historia se aúnan en un texto que ya digo que escapa de la linealidad y de la pura narración "autobiográfica", ya sea en primera o tercera persona. Esto quizá pueda ahuyentar a un lector que busque algo más "convencional", con menos vaivenes, más "claro", pero quien acepte y guste el riesgo y el juego, seguro no saldrá decepcionado. Porque hay buenas historias, buen ritmo narrativo, un acertado manejo de las metáforas e imágenes y, sobre todo, porque hay buena literatura.

También de Gerardo Fernández Fe en ULAD: Hotel SingapurCuerpo a diario


miércoles, 29 de noviembre de 2023

Ismael Martínez Biurrun: Solo los vivos perdonan

Idioma: español 

Año de publicación: 2022

Valoración: entre recomendable y está bien

Antes que nada, debo decir que la cubierta de este libro me encanta; de hecho, debió de incluirse en la entrada de las mejores cubiertas del 2022 y sólo un error puede disculparme por no haberlo hecho. Dicho lo cual, ¿puede que me haya decidido a leer esta novela sólo por su cubierta? Pues... en gran medida, sí, lo confieso, aunque no sólo; también me intrigaba lo que desvela la sinopsis del libro, que sugiere una narración híbrida entre el drama, el género fantástico y el thriller. Para ello, la novela incorpora elementos variopintos y, en un principio, difícilmente conjuntables: un atentado de ETA, un cuarentón en crisis, un niño con un tumor cerebral, el fósil de un anfibio del Paleozoico, una historia de fantasmas, un comunicador estrella de la derecha mediática, una presencia, más que sobrenatural, supraterrenal... En fin, toda una serie de ingredientes que parecen más que difíciles de casar, pero que Ismael Martínez Biurrun consigue articular en una narración del todo coherente; tal vez, incluso, la armazón que compone sea demasiado cerrada, un artefacto que funciona demasiado bien, sin dejar holguras o resquicios, momentos más relajados que dejen aposentarse la historia y, aunque pueda sonar contradictorio, ayuden a cimentar su verosimilitud (aunque cualquiera que lea esta novela me podrá replicar que la verosimilitud no es, precisamente, lo que más importa en una historia que mezcla aspectos más o menos realistas, pese a las muchas casualidades que, de hecho, articulan la narración, con otros fantásticos, sobrenaturales u oníricos. Sí, de acuerdo, pero, aún así, es obligación de todo narrador buscar la famosa "suspensión de la incredulidad", incluso en las narraciones más fantásticas o disparatadas que pueda pergeñar. O más aún en éstas, si cabe).

No quiero dar una impresión equivocada: en absoluto es ésta una novela fallida o desnortada -al contrario, si algo se puede aducir es que resulta un tanto "forzada", dicho sea con todas las comillas del mundo y en el sentido de que todos los componentes de su trama están atados y bien atados con nudos marineros de doble vuelta-; es más, al meritorio y a veces complicado ensamblaje de todos los elementos que he mencionado -y alguno más- hay que añadir un exhaustivo trabajo de composición de los personajes y la consecución de algunos momentos bastantes brillantes (por ejemplo, y perdón si adelanto demasiado de la trama a alguien, ciertas apariciones fantasmales, que a mí me supieron a poco; ojalá la novela hubiera explorado más ese territorio).

Además, la prosa de Martínez Biurrun resulta no ya irreprochable, sino que muestra una tendencia constante a elevarse por encima de lo meramente funcional; quizá su estilo, no obstante, de la impresión, al igual que la armazón de la novela, de encontrarse demasiado controlado y se agradecería , en algún momento, que su autor se hubiera "dejado llevar" en mayor medida... pero, en fin, estas son objeciones un tanto difusas e incluso febles: no se le puede reprochar a nadie escribir demasiado bien. En todo caso, es ésta una novela notable, que no decepcionará a los amantes de las historias intensas en las que se combina lo real con lo fantástico ni de los giros imprevistos en las mismas. Amén de los interesados en la literatura de buena factura y que explora caminos poco trillados, claro está.

martes, 28 de noviembre de 2023

Reseña + Entrevista: El sheriff Goodman contra Pinhead y otras espeluznantes aventuras en el lejano oeste, de Takeshi García-Ashirogi

Idioma original: Japonés (guiño)
Título original: Sherifu Gudmandu VS Pinheado, o algo así (guiño, guiño)
Traducción: Colectivo Juan de Madre (guiño, guiño, guiño)
Año de publicación: 2023
Valoración: A mí es que este tipo de cosas me gustan

Estoy eufórico. Porque encontrar un libro que parezca escrito especialmente para uno no sucede con frecuencia; y menos habitual todavía es que ese libro dé lo que se esperaba de él al tiempo que supera con creces dichas expectativas. Hoy vengo a hablaros de El sheriff  Goodman contra Pinhead y otras espeluznantes aventuras en el lejano oeste (en adelante El sheriff  Goodman...). 

La editorial Pathosformel inscribe acertadamente este ciclo cuentístico de Takeshi García-Ashirogi en el "weird" y el "western". No me extraña: en él se mezclan ambos géneros con pasmosa eficacia. Y es que en estas páginas encontramos pueblos de frontera con sus tabernas, burdeles y minas, además de duros cowboys ataviados con sombrero y armados con pistolas. Pero también hay elementos mágicos (una zahorí, un hechicero apache o un espiritista), viajes en el tiempo, referencias a la cultura popular y épicos "cross-overs".

Personalmente, me hubiera conformado con que El sheriff Goodman... fuera simplemente un entretenido y bizarro pastiche salpimentado con sexo, escatología, gore y humor absurdo. Sin embargo, Takeshi-senpai nos ofrece más, mucho más, que eso.

En primer lugar, su prosa es superior a la de esos escritores "pulp" que emula, ya que imprime un ritmo frenético a la acción sin por ello descuidar las descripciones o abusar de los diálogos. Por otro lado, sus premisas son más originales y sus argumentos más solventes de lo que hubiera sido estrictamente necesario, así que gracias por tanto, Takeshi-senpai, y perdón por tan poco.

Aunque no penséis que el autor intenta distanciarse de esa literatura a la que homenajea. Al contrario: la alude constantemente, de forma más o menos explícita, y se recrea en sus humildes pretensiones, su desparpajo narrativo o sus simpáticas ocurrencias. 

Por ejemplo, ya desde el título, en la obra de Takeshi-senpai se rinde homenaje a esa tradición de los autores de bolsilibros que enfrentaban a un valeroso cowboy contra cualquier monstruo gótico (vampiros, momias, hombres lobo...). Tradición que nos ha regalado joyas como la serie de Monstruos en el oeste del prolífico Curtis Garland, o el más reciente Cara de muerto: Frankenstein está de vuelta, en el salvaje oeste!, de Luis Guallar.

Pero dejad que os cuente un poco de qué trata El sheriff Goodman... (al menos lo intentaré, aunque advierto que, si no leéis el libro, jamás lograréis haceros una idea certera de su contenido). A lo largo de siete relatos, en cierto modo autoconclusivos, Philip Goodman debe enfrentar distintas amenazas: el increíble Hulk, el paso de unas sufragistas por Goldville, un Death Note primigenio, la modernización del viejo oeste (encarnada en Hollywood), Pinhead y su séquito de cenobitas o un Karl Marx y un Friedrich Nietzsche reanimados. Asimismo, su leal ayudante, Mary Austen, detiene a una secta religiosa que venera a (y folla con) los dinosaurios.

Las formas que Goodman y Austen tienen de combatir semejantes amenazas son bastante ingeniosas. A veces los agracia alguna conveniencia argumental, pero en general sus victorias se sienten merecidas, y la supervivencia de los personajes implicados satisfactoria, al contrario de lo que sucede en esas fantasías de poder donde un tipo apuesto y musculoso rescata a la damisela de turno a base de hostias.

Ah, nuestro sheriff se aleja bastante de la sencillez del protagonista arquetípico de la literatura popular. Para empezar porque es una especie de hombre trans, o al menos el equivalente de uno para la época en la que se ambientan sus relatos. A eso hay que añadir que ostenta una caracterización compleja que evoluciona a lo largo de los relatos.

Como podréis imaginar, hay muchas virtudes que resaltar en El sheriff Goodman... Ya hemos hablado de su disparatada mezcla de géneros, de las descabelladas ideas que alberga y de su agradecido formato (que entrega por un lado historias autoconclusivas la mar de entretenidas y, por el otro, va desarrollando paulatinamente un mundo y unos personajes). Pero a título personal querría reivindicar también su descacharrante sentido del humor, sus abundantes dosis de sangre, determinadas escenas de muertes pintorescas y sexo extravagante o su diseño de tres cenobitas completamente nuevos.

En cuanto a los relatos, diría que todos mantienen un nivel de calidad sorprendentemente homogéneo. Aun así, creo que mis preferidos son, por funcionar al mismo tiempo como gamberradas lúdicas y viajes metafóricos, el de los dinosaurios y el de los filósofos resucitados. También me gustó bastante el de Hollywood, por su fondo psicológico.


PD: Si todavía dudáis sobre si El sheriff Goodman... puede ser de vuestro agrado, dadle un tiento a "El rostro circuncidado", relato que se puede descargar gratuitamente y que anticipa todo lo que encontrareis en este ciclo cuentístico.


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A continuación adjuntamos un pequeño cuestionario que Takeshi-senpai ha respondido con suma amabilidad:

ULAD: Le he leído ya en múltiples registros, y debo decir que es usted un escritor muy versátil. Sin embargo, siempre acaba recalando en el terror o la ciencia ficción pulperos, el "splatter", el humor absurdo o el bizarro. ¿Qué es lo que le atrae de estos géneros? 

T.G.A.: Lo popular. Lo popular que hay en ellos. Sabe, yo me crié entre las butacas de un cine de L.A, en el que mi madre era la encargada de la limpieza. Por eso, pese a mi sangre oriental y mexicana, el cine popular de los EEUU fue el cuento de mi infancia. En realidad, y puede que suene esto extraño, para mí la cultura popular es la verdadera cultura de vanguardia.

ULAD: ¿Tenía decidido desde un inicio que El sheriff Goodman contra Pinhead y otras espeluznantes aventuras en el lejano oeste fuera un ciclo cuentístico compuesto por relatos con cierta continuidad, u originalmente imaginaba un conjunto que, aunque ordenado cronológicamente, fuera de corte episódico?

T.G.A.: En principio ni una cosa ni otra, sino que se trataba de un solo cuento en plan "splatter-western", justo el que da título al libro. Pero el personaje me conquistó de tal manera que no pude dejar de regresar a él, contando sus andanzas en el pueblo de Goldville a lo largo de su vida. 

ULAD: ¿Retomará las aventuras del sheriff Goodman algún día? Yo me leería cualquier secuela, "spin-off", adaptación gráfica o versión audiovisual que tuviera a bien regalarnos.

T.G.A.: Jajaja. Pues la verdad es que me sigue atrayendo la idea de continuar las andanzas de Goodman y su gente. Justo puede que haya un "spin-off" por ahí, para cierto proyecto que se está fraguando en la misma editorial que ha publicado la antología. Así que, tal vez, algún día regrese Goodman con el equipo completo. De momento, estoy enfrascado en la escritura de un "slasher" que se desarrolla en un viaje de jubilados; de hecho, últimamente el género "slasher" me tiene entregado.

ULAD: ¿Considera al sheriff Goodman un personaje trans? Nunca aclara si simplemente se hace pasar por hombre o si verdaderamente siente que su sexo no coincide con su género.

T.G.A.: Eso me ha comentado alguna lectora, que Goodman es trans, o rey drag o algo así. La verdad es que este es uno de esos casos en el que el personaje cobra su propia voluntad, y el escritor es un simple amanuense al servicio de aquél. Cierto que yo noté algo particular en el personaje, como su nombre auténtico o los sofocos en la cincuentena, pero si te soy sincero no llegué a concretar de dónde venían o a dónde iban esas particularidades.

ULAD: Además de enfrentar al bueno de Goodman contra Hulk, las sufragistas, un cuaderno Death Note, una secta que rinde culto a los dinosaurios, Hollywood, los cenobitas y dos filósofos de la sospecha resucitados, se menciona en un par de relatos que también combatió a una banda de atracadores que utilizaban muñecos vudú de banqueros para robar, o a ninjas llegados del Japón. ¿Cómo selecciona a tan variopintos villanos y antagonistas para él? ¿Puede revelarnos, de haberlos, otros que le quedaran en el tintero?

T.G.A.: Jajaja. Es verdad que dicho así de corrido queda una colección bien graciosa de contrincantes. La selección me llega de forma muy natural, normalmente porque estoy releyendo cómics o libros cuyos villanos me apasionan, o porque acabo de ver alguna película o serie que me inspiran el "cross-over". Quedan muchos en el tintero, de ahí que puedan llegar nuevas espeluznantes aventuras en el lejano oeste. Para un relato promocional aparecía la familia de La matanza de Texas; por ahí tengo apuntes del villano de la serie española Estoy Vivo, que vi por recomendación de mis anteriores editores españoles; un buen amigo de la infancia me dijo que sí o sí debía darle a la compañía del halcón del manga Berserk.

ULAD: ¿No le dan miedo las represalias legales que pueda ocasionar el empleao de personajes y objetos con derechos de autor (algunos superhéroes de los cómics de Marvel, el Death Note o los cenobitas y su Configuración del lamento)? Y, más arriesgado que desafiar la posesividad y avaricia de las grandes corporaciones me parece moldear a su antojo ciertos elementos de diversas franquicias. ¿Acaso no teme que los fans le linchen por ello?

T.G.A.: ¡Espero que no! Jajajaja. A los fans les diría que todo lo que ocurre en el libro no es "MCU" ni nada parecido; todo mentirijilla, y hecha desde el máximo respeto y admiración por los personajes tratados. A las corporaciones, en cambio, les recordaría que mi familia materna padeció un bombardeo atómico, y que, como estirpe,  de una experiencia así sales con muy poco que perder y muchísimo que ganar.

lunes, 27 de noviembre de 2023

Umberto Eco: Baudolino

Idioma original: italiano
Título original: Baudolino
Traducción: Helena Lozano Miralles
Año de publicación: 2000
Valoración: Muy recomendable

Debo empezar diciendo que me acerqué a esta obra que no conocía simplemente por ser de Umberto Eco; por no saber, ni siquiera conocía de su existencia. Sin embargo, había leído con anterioridad El nombre de la rosa y El péndulo de Foucault y, por decirlo de una manera ilustrativa, eso me había convencido para leer todo lo que pusiera Umberto Eco en el dorso, así fueran 50 libros.

Baudolino no llega a la altura de estos dos gigantes, pero sería una injusticia compararlos; basta cualquiera las otras dos obras maestras anteriormente citados para que nuestro semiólogo italiano favorito pasara a la historia. Pero ojo, eso no significa que este no sea un buen libro; como digo, simplemente no llega a la altura de las anteriores citadas.

En Baudolino, Eco nos cuenta la historia del personaje del mismo nombre, mentiroso por excelencia, pero tanto, tanto, que en ocasiones da la vuelta entera a la realidad y lo que inventa acaba por volverse real.

Empieza Baudolino contando este su historia y sus intrépidas aventuras al bizantino Nicetas Coniates, al cual utiliza como ellos mismos dicen como pergamino para contar su biografía. Esta parte comprende casi todo el título, salvo los capítulos finales en los que, Baudolino, al terminar de relatar su historia, se da cuenta de la importancia que han tenido ciertos momentos decisivos en su vida, hace propósito de enmienda, y, como dice el capítulo final, Baudolino se va.

Ambientada a principios del S. XIII, Baudolino cuenta a Nicetas (nos cuenta a nosotros, lectores) cómo pasó de ser hijo de campesinos a ser adoptado por el mismo Federico I; este procura darle la mejor educación posible, así que lo envía a París, donde se hace Baudolino rodear de una pandilla de sabios y tunantes (impagables) que le acompañarán durante largos años.

Es grande el cariño que siente Baudolino por su padre adoptivo, y trata de hacer siempre lo mejor para él y para el reino; sucede que a veces, maquillando un poco la verdad, se consiguen mejores resultados que dejándolo todo tal y como es en realidad. Huelga decir que ni Baudolino ni sus compinches tienen un mínimo de mesura y acaban por hacer temblar los cimientos más sólidos y sagrados de la cristiandad con sus mentiras. Pero eso sí, siempre con buenos fines, sin atisbo de ironía; no buscan lo mejor para ellos, sino para el emperador.

Una parte importante de la novela es la búsqueda del Preste Juan por parte de Baudolino y sus amigos, que, creyéndolo rey y sacerdote, imaginan como el apoyo perfecto para mantener a Federico I en el trono. Es la parte más aventurera de la obra, en la que nuestros amigos corren mil aventuras y se cruzan con todo tipo de gentes y criaturas.

¿Y el tono general de la obra? Pues Eco hace gala de sus amplios – amplísimos – conocimientos en la materia para sumergirnos en un mundo mágico y absurdo del que nunca sabemos hasta qué punto es real, y hasta qué punto es obra del fecundo magín del gran mentiroso.

Se nota que Eco disfrutó escribiendo el libro: maneja totalmente el mundo en el que se desarrolla la novela, tanto mezclando personajes inventados como utilizando personajes históricos para sus protagonistas. A la vez, utiliza leyendas existentes, así como hacer inventar a sus personajes nuevas leyendas que se han colado en nuestro mundo; se cruzan con todo tipo de personajes mitológicos semihumanos y mantienen también todo tipo de relación con ellos...

¿A quién no le va a gustar un baptisterio romano del siglo I una novela en la que unos poetas se convierten en estrategas de un ejército formado por esciápodos, sátiros, blemias y panocios? Además de otras criaturas más pacíficas como Hipatias, o más irracionales, como basiliscos o quimeras. No falta de nada, oiga.

Pero como suele pasar, este tipo de libros con tantísimas referencias se disfruta más cuánto más se sepa de la historia de la época y es posible pasar por alto los numerosos chistes internos en los que gusta prodigarse Eco. A mí me ha pasado, Wikipedia me ha ayudado mucho a “completar” la lectura.

Como nota final, y haciendo referencia también a esto último, la traductora se reserva unas páginas para explicarnos algunas de las dificultades con las que se tuvo que enfrentar, y, créanme, no parece un trabajo fácil. Me da la sensación de que la forma de jugar que tiene Eco con el lenguaje, mezclando el piamontés y distintos dialectos, no es nada fácil de traducir a ningún idioma.

Resumiendo: Como dije al principio, ¿recomendable? Mucho. ¿A la altura de otras obras de Eco? No, pero, como dije, no sería justo pedirle que mantuviera ese nivel.


Todo lo de Umberto Eco reseñado en la ULAD aquí.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Elena Gómez Navarro:Cuando mi abuelo no pisó la Luna

Idioma original: Español 
Año de publicación: 2023
Ilustraciones: Carlota Téllez
Valoración: Ternura infinita

Pues no nos habrán dado el Ministerio de Cultura, siquiera una mísera Subsecretaría de Estado de blogueros, influencers e intelectuales orgánicos, pero aquí seguimos con nuestra vocación de servicio público. En esta ocasión, ayudando a los sufridos padres y madres a elegir los regalos navideños para pequeños lectores (y, ¿por qué no?, también para ellos).

Porque aunque Cuando mi abuelo no pisó la Luna es, evidentemente, un libro destinado al público infantil, también puede ser una lectura, breve y tierna, para un público adulto que seguro se ve identificado con la historia del pequeño Adrián. Y si no, que levante la mano aquel (o aquella, no la vayamos a liar) que no viera cómo su infancia o adolescencia terminaba en el momento en que uno de sus abuelos fallecía. En mi caso, desde luego, así fue.

Por lo tanto, podríamos hablar de un cuento infantil de iniciación. No, no se me lleven los puristas las manos a la cabeza por incluir un librito infantil de apenas una veintena de páginas en la misma categoría que las sacrosantas El guardián entre el centeno o La montaña mágica. Estas narran la transición de la niñez a la vida adulta y eso mismo es lo que, a grandes rasgos, retrata Cuando mi abuelo no pisó la Luna. 

Las principales virtudes del texto, además de su carácter atemporal y universal, son la de desprender ternura sin caer en la ñoñería y la de tratar al lector infantil como si fuese una "persona normal". Esto último es algo que me parece realmente complicado en literatura infantil, dar con ese tono adecuado, y creo que es algo que la autora consigue al no confundir inocencia con "idiotez". Puede parecer sencillo, pero creo que no lo es.

Mención especial para las ilustraciones de Carlota Téllez que acompañan (¿o debería decir se funden con?) al texto. Estas se sitúan a medio camino entre lo evocador, lo (por momentos) onírico y lo grotesco y hacen gala, en ocasiones, de un deliberado feísmo que seguro resulta de lo más atrayente para los peques.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Toni Sala: Persecución

Idioma original: catalán

Título original: Persecució

Año de publicación: 2019

Traducción: Carlos Mayor

Valoración: recomendable (y más que eso, en algún momento)

Supongo que más de uno y una de quienes nos leen son también seguidores/as del videoblog o canal de YouTube Trotalibros; si es así, sabrán que su artífice, Jan Arimany, se ha mostrado más de una vez como un entusiasta valedor de la novela Persecució, del escritor catalán Toni Sala. No era de extrañar, pues, que a la hora de publicarla en castellano, se encargara de ello la editorial nacida a partir de ese videoblog y llamada de igual manera (una muy loable y, de momento, excelente iniciativa, por cierto). Me temo que yo no haya quedado tan impresionado por el libro, aunque, sin duda, es ésta una novela notable, escrita con una prosa compleja y musculada, con pasajes muy potentes. Sin ir más lejos, el comienzo de la narración: una mujer, que luego averiguamos que se llama Èlia, de unos cuarenta años y exitosa en el área inmobiliaria, nos cuenta que el hombre con el que había mantenido una relación sentimental durante un año le confesó un día que habría matado a su mujer, diez años atrás, y por ello había pasado por la cárcel. Èlia, impactada, le echa de su casa y pretende borrarlo de su vida, pero pronto se pone a buscarlo para pedirle una explicación. Así comienza una novela que gira alrededor de Albert Jordi -tal es el nombre del asesino-: no sólo le busca Èlia, también aparece otra mujer, Teresa, ex-azafata que trabaja de recepcionista en un hotel y dos ex-presidiarios, compañeros de cárcel  de Albert Jordi.

La novela, dividida en tres grandes partes, se estructura a través de capítulos narrados en primera persona por estos diferentes personajes -Èlia y Albert Jordi, principal y lógicamente, además de Teresa y Mercury, el mayor de los ex-presidiarios, comenzando y clausurando la novela Èlia-; estos cuatro  narradores no sólo nos van contando los hechos que ocurren en la trama -que tampoco tenemos que dar por definitivos, puesto que enseguida queda claro que ninguno de ellos resulta demasiado fiable-, también sus reflexiones, recuerdos, fantasías y hasta alucinaciones, en un o unos flujos de consciencia más o menos evidentes y, sobre todo, logrados. Porque, o al menos según el parecer de este reseñista, resultan bastante más verosímiles como personajes y su discurso más redondo tanto Èlia como, sorprendentemente, el delincuente Mercury (digo sorprendentemente por el desbarre del mismo, algo de lo que se podrá dar cuenta quien lea esta novela), mientras que, sin embargo, el personaje de Teresa me parece mucho menos creíble, incluso un tanto impostada. Por lo que respecta a Albert Jordi, que si no un protagonista claro, sí es el personaje alrededor del cual se desarrolla la acción, me hallo algo indeciso, pues a veces se nos presenta como la personificación del mal, con un comportamiento casi de un psicópata sin empatía, otras como un simple psicótico algo ciclotímico e incluso imbuido de cierta candidez y, en algunas ocasiones, una especie de Monsieur Hulot con cierta tendencia hacia lo vodevilesco (o, al menos, ese es el resultado de sus acciones).  En todo caso, es su vis maligna la que se impone al final en la apreciación del lector y, de hecho, la idea declarada por el autor es que esta novela, junto con la anterior, Los chicos, forme parte de una trilogía sobre el mal que Sala aún no ha concluido.

En última instancia, o incluso en primera, éste es un noir un tanto peculiar y, sobre todo, enraizado en el paisaje y paisanaje catalanes (lo que no significa que no podría funcionar a la perfección de desarrollarse en Galicia, en California o en Normandía): la acción se desarrolla tanto en Barcelona como en el Ampurdán, con presencia de realidades quizás algo escondidas para la mayoría de la sociedad, como los grandes mataderos en los que trabajan inmigrantes o el pasado reciente de los pescadores de Badalona (supongo que ya no existen). Además, la novela se desarrolla en el verano de 2017, no por casualidad: en ella aparecen tanto el atentado yihadista de las Ramblas como el ambiente anterior al referéndum del 1 de octubre, hechos que contribuyen a adensar el ambiente en el que se mueven nuestros personajes. Esta ambientación en un pasado inmediato y concreto le dota a la novela, sin duda, de un interés adicional para los lectores/as actuales, aunque también cabe el riesgo de cierto extrañamiento en los del futuro, mayor uno cuanto más lejano el otro. Algo parecido ocurre con ciertos temas que encontramos, más allá de la peripecia argumental, y que hoy en día son cuestiones espinosas que nos plantea nuestra sociedad: la violencia machista, el racismo, la crueldad -industrial, en este caso- contra los animales; puede ser que dentro de un tiempo también le parezcan a quienes lean este libro problemas periclitados, aunque mucho me temo que no será así... En todo caso, la contemporaneidad de la novela es algo que ahora mismo juega a su favor, pero ya veremos que ocurre con el tiempo.

No quiero terminar la reseña (y ya sé que se está haciendo un poco larga) sin hacer mención a la magnífica destreza literaria de Toni Sala, capaz, incluso en los momentos menos verosímiles o forzados, de mantener un altísimo nivel estilístico, ágil y sorprendente tanto en los pasajes más utilitarios como en aquellos que, como ya he mencionado, recrean los pensamientos, recuerdos y desbarres de los personajes. Ésta es la única obra que he leído de este escritor, de momento, pero si en otros libros el nivel es semejante, creo que nos encontramos ante un autor de primera categoría dentro de la literatura no sólo catalana sino española e incluso europea (estando un poco feo, ya lo sé  lo de clasificar a los escritores y artistas en general como si se tratara de caballos de carreras). Veremos si esta impresión se confirma en un futuro, pero, en cualquier caso y pese a las objeciones que ya he manifestado, Persecución resulta un indicio más que firme de que así puede ser.      

viernes, 24 de noviembre de 2023

Mark Bowden: Matar a Pablo

 Idioma original: inglés
Título original: Killing Pablo.
Traducción: Sandra Lafuente
Año de publicación: 2001.
Valoración:  muy recomendable 

Puede que la lectura de Matar a Pablo, dos décadas tras su publicación, quede mediatizada por el progresivo ascenso de la mitología en torno a su persona, a la que no negaré que Narcos, excelente y célebre serie, haya acabado de dar el empujón. 

Aunque hay que evitar ese tipo de cosas. Pablo Escobar ordenó muertes de inocentes porque eran familiares o afines de quienes le perseguían a él. Le dio igual que fueran funcionarios públicos ejerciendo la labor que les exigía su profesión, políticos que querían descabalgarlo de su inmenso poder, competidores en sus negocios o gente normal que no aceptó aquello tan famoso por una de las expresiones por las que también pasó a la posteridad: plata o plomo.

Así que siento decepcionar a quienes piensen encontrarse aquí una narración de pleitesía y veneración velada, porque Bowden, es, por encima de todo, un periodista, y esta es una brillante crónica de la ascensión y caída del jefe de una organización criminal que en la cumbre de su éxito quiso encarnarse en una especie de Robin Hood a base de comprar voluntades y adoptar una muy conveniente aura de disidente contra el poder. Esa espiral también implicaba que su huida hacia adelante no tenía opción de retorno.

Matar a Pablo solo tiene en contra el que todos esos hechos formen parte de la cultura contemporánea y que se haya llegado a banalizar su figura, con lo cual para los interesados queda, que no es poco, ese crescendo, esa dosificación de la historia que adquiere un tono épico a medida que adquiere poder, fortuna, relevancia, a medida que se embarca en febriles aventuras de representación política, en descabellados pulsos a los poderes no ya de su nación sino de los Estados Unidos, con lo que pasa a ser un enemigo común que obra el milagro de las extrañas alianzas entre quienes quieren ya no capturarle o perseguirle sino destruirle. Bowden construye de forma magnífica esa progresión y solo puedo alabar que, aún sabiendo (¿quién no?) cómo va a acabar todo, el libro mantiene el suspense, la atención, como pocos pueden conseguirlo, con lo que otra vez nos encontramos con lo que es básicamente otra obra de investigación periodística que trasciende géneros. 


jueves, 23 de noviembre de 2023

Víctor Navarro: Una casa fuera de sí

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2022

Valoración:  Muy interesante


Empiezo por el final: me ha gustado mucho este librito. A veces es reconfortante leer a profesionales de un determinado sector ajeno a nuestro trabajo o aficiones más marcadas, sirve para abrir la mente hacia realidades de las que desconocemos casi todo y valorar puntos de vista en los que seguramente no habíamos reparado. En esta ocasión se trata de un libro relacionado con la arquitectura (ojo, Beatriz, esto te puede gustar), concretamente con la construcción de la Casa Gehry, la vivienda del propio arquitecto canadiense, hoy tan famoso, cuando era para casi todo un mundo un perfecto desconocido.

Gehry y su esposa habían decidido mudarse a Santa Mónica, y fue ella, la esposa, quien localizó una casa que consideró idónea, un caserón sin estilo demasiado definido, algo más bien anodino y similar a las viviendas de los vecinos. Para el joven arquitecto (véase en la foto con el bigote) la elección debió suponer o bien un shock por la vulgaridad de la construcción, o quizá un subidón pensando lo que podría hacer para aplicar sus ideas sobre aquel edificio. Porque el mantenimiento de la vieja casa, la elegida, debía ser una condición no negociable. Así que Gehry se puso a pensar cómo mejorar aquello.

La solución, aparentemente salomónica, fue mantener el caserón original y revestirlo con algo más interesante. Así que se decidió por añadirle una especie de cerramiento discontinuo (algo que recuerda a alguna de las cajas vacías de Oteiza), utilizando materiales baratos, incrustarle un cubo de vidrio y despojarle de buena parte de los acabados para dejar vista la estructura portante de madera. Es decir, una casa dentro de otra, generando un diálogo entre ambas, y renovando el carácter del conjunto a base de integrar materiales diversos y crear espacios comunes. Dicho sea todo ello desde el punto de vista de lo que el profano, es decir, yo mismo, ha podido sintetizar a partir de lo que cuenta el libro.

No hay en el texto apenas descripciones técnicas, pero sí reflexiones muy interesantes sobre la forma de imaginar y diseñar semejante rareza. Por ejemplo, la influencia de anteriores proyectos en los que Gehry había trabajado, como la Casa Davis (otro ejemplo de casa circunscrita en una especie de contenedor) o algunos centros comerciales, a cuyo origen y funcionalidades dedica el autor algunas páginas de gran interés. O la necesidad, desde el punto de vista conceptual, de que esa dualidad entre el viejo edificio y su nuevo revestimiento sea percibida tanto desde el exterior, que es lo más evidente, como desde el interior.

Lo más divertido es sin duda la indignación de los vecinos de un barrio tan apaciblemente burgués al contemplar esa cosa extravagante donde antes había un tranquilo caserón, seguramente tan parecido al suyo. Dice Navarro que lo más insoportable debió ser observar la vieja casa rodeada y perturbada de forma tan violenta, como si se tratase de un conocido torturado a la vista de todos. 

Parece mentira que un libro sobre un asunto en principio tan específico y tan técnico pueda resultar atractivo, pero en mi opinión sí que lo es, en buena medida porque está desarrollado, entiendo yo, sin entrar en demasiados detalles que pudieran desorientar o aburrir al lector, pero manteniendo el rigor necesario cuando se trata de valorar aspectos conceptuales o incluso artísticos. Es un mundo algo extraño el de los arquitectos, al menos el de aquellos que van un poco más allá de lo ordinario (y Gehry va bastante más allá), porque reúne elementos de multitud de campos, y se supone que el resultado debe mantener cierto grado de armonía entre todos ellos… aunque conocemos muchos ejemplos en los que no es así.

De hecho, en mi condición de simple curioso y lector raso, a la vista de las fotos de la Casa Gehry (unas cuantas incluidas en el libro), el invento me parece original, sí, pero francamente feo. Como tampoco, vistos los interiores, me parece una casa demasiado apetecible para vivir. Así que su evolución posterior, que también se cuenta, fue un progresivo y yo diría inevitable proceso de descafeinado, ajustando volúmenes, retocando paramentos y sustituyendo materiales para cambiar un poco menos de arte por algo más de confort. El autor, que me parece muy profesional pero también muy razonable, lo argumenta de forma impecable:

‘Toda obra inaugura un espacio de posibilidades que con el tiempo se van matizando, las soluciones se ponen en entredicho, las limitaciones funcionales se van consolidando, el entusiasmo va decreciendo, y la casa es empujada a una nueva mutación’.

Porque, señores, la casa le proporcionó a Gehry un prestigio que después no ha hecho más que aumentar, pero a fin de cuentas era una vivienda en la que supongo que cada día había que levantarse, desayunar y hacer todas esas cosas rutinarias que llenan nuestros horas. Y vivir en una obra de arte quizá no era la mejor idea.


miércoles, 22 de noviembre de 2023

Colaboración: ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar?, de António Lobo Antunes

Idioma original: portugués

Título original: Que cavalos são aqueles que fazem sombra no mar?

Traductor: Antonio Sáez Delgado

Año de publicación: 2009

Valoración: interesante y muy recomendable para fans


¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? estaba destinada a ser la penúltima novela de António Lobo Antunes. Así lo manifestó el propio escritor en el momento de su publicación. Nunca sabremos si la última iba a ser Sobre los ríos que van, crónica de la enfermedad que había padecido dos años antes y el título que sucedió a aquel órdago. Quizá sería menos aventurado pensar en la inolvidable Comisión de las lágrimas, donde llevó su fabulación hasta el límite. Tanto, que por ejemplo en España los críticos que hasta entonces solían reseñar sus novedades hicieron mutis por el foro. Pues vale... Lo cierto es que después de aquel (aparente) arrebato continuó con su ritmo de publicación de libro al año. Pero esta pudo haber marcado un final innecesario que nadie quería.

¿Qué caballos son aquellos...? cuenta el declive de una potentada familia agrícola. La casa en cuestión la llevan de aquella manera un padre que no ejerce como tal, una madre que lo hace de forma relativa y una criada, Mercília, que hace lo suyo y lo que no hacen los demás. El matrimonio tiene cinco hijos: Francisco, João, Beatriz, Ana y Rita. En el momento de la agonía de la madre se reúnen todos alrededor en un encuentro de presencias humanas con fantasmales. Y empiezan a debatir los motivos que les han conducido a la decadencia y a una más que previsible extinción. El trasfondo podría tener ciertos símiles con el de Cien años de soledad, si no fuera porque aquí nunca hubo lo que se dice un pasado de esplendor. Los narradores se van turnando y cada uno de ellos aporta al testimonio común una serie de vivencias particulares, de todo lo cual resulta la tormenta sin ambages en que se encuentra la saga.

Antes de todo, lo que había eran unos ciertos posibles económicos y una extensa finca de ganadería. Cuando el aliento de la memoria se pone en marcha se ven unos hijos a los que arrastra la vida. Más allá del primer plano aparecen un padre entregado a actividades y compañías precarias; una madre abandonada a la religión y el tempestuoso recuerdo de su juventud; y una criada, de origen dudoso, que intenta suplir la falta de ambos referentes con más voluntad que eficacia. Los hijos son víctimas de existencias disipadas, clientes de Caronte todos sin óbolo para el viaje. Los hay desde los que esperan agarrarse al clavo ardiendo de la parte de herencia que les toque hasta los que habrían querido tener un verdadero hogar al que volver como reposo del guerrero.

Todos los miembros de la familia tienen su minuto de gloria, aunque se desmienten unos a otros y acusan de manipulador a quien reproduce sus voces. Este transcriptor no es otro que el propio Lobo Antunes, gran partidario de esa tradición iberista que rinde armas a ancestros de una literatura común como Miguel de Unamuno. Como es habitual en el autor, la novela es un río de poesía con la corriente desenterrando diamantes a cada poco. Por momentos no se sabe si los personajes, como múltiples Ulises, alcanzarán el descanso o tendrán que encomendarse a la divina providencia, que es prácticamente lo único que les queda. 

Firmado: César

También de Lobo Antunes: Aquí


martes, 21 de noviembre de 2023

Reseña + Entrevista: Caníbal sin dientes, de Santiago Mazarrasa

Idioma original: Español
Año de publicación: 2023
Valoración: Recomendable (aunque no para todo el mundo)

Hace algún tiempo reseñé El aspirante, debut del cántabro Santiago Mazarrasa. Me pareció una obra prometedora cuya ejecución causaba que se hiciera cuesta arriba. Pues bien, mi experiencia lectora con Caníbal sin dientes, segunda novela del autor, ha sido completamente distinta a la que tuve con su predecesora. Y eso que ésta, al igual que aquélla, requiere que entremos en el juego que plantea, y recurre a una serie de elementos de difícil asimilación. No obstante, o esa impresión he tenido yo, nos pone las cosas más fáciles. 

Porque aunque la marcada personalidad de Mazarrasa se mantiene y el estilo, tono, temas y personajes que, a juzgar por su presencia en El aspirante, interesan al autor, también, en Caníbal sin dientes hay un esfuerzo por conciliar sus búsquedas artísticas con el entretenimiento. Ciertamente, sigue presentando multitud de pasajes abstractos, un lenguaje por momentos pretencioso y un argumento algo artificioso, pero el conjunto excusa esta clase de decisiones narrativas. 

Asimismo, hay en estas páginas apartados meritorios que debo reivindicar: 

  • La premisa. Es harto sugerente: un escritor de éxito recibe una carta y un manuscrito de un admirador cuyas implicaciones son sumamente inquietantes.  
  • Los protagonistas. Complejos, con personalidades llenas de sombras y oblicuas interacciones.  
  • La prosa. Sabe emular la verborrea sinuosa de un hombre obsesivo, plasmar descripciones de una plasticidad asombrosa o indagar en los vericuetos psicológicos más remotos. Como muestra de su calidad, citaré esta frase de las páginas 129-130: «Entra en el baño, se moja la cara en el lavabo y con el agua se quita de encima el terror, como si fuera una mancha y no una herida irreversible.»
  • La lograda estructura fragmentaria. Mantiene enganchado al lector y le va proporcionando la información según conviene a la historia.
  • Las reflexiones. Particularmente estimulantes encuentro esas que giran en torno a la literatura, la escritura o la relación entre autor-obra-lector.

En el lado negativo, insistiría en que Caníbal sin dientes te obliga a entrar en ella para que puedas apreciarla. A pesar de lo cual, repito, Mazarrasa ha logrado que su nueva propuesta sea tan exigente, ambiciosa y arriesgada como El aspirante sin por ello caer en lo hermético o excesivamente intelectual. Con esto quiero decir que, si bien esta novela no es para todo el mundo, recompensará generosamente a quienes se atrevan a darle una oportunidad.  


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ULAD: Antes que nada, deja que te pregunte algo que igual es una tontería, pero no he podido evitar notar. ¿A qué se debe que para firmar esta novela no empleases el diminutivo de tu nombre, al contrario que con la primera?

 S.M.: Fue una decisión de la editorial. Visto con perspectiva, parecería que de Santi a Santiago hay un salto cualitativo, de madurez literaria o algo similar, pero creo que es una cuestión accidental y, si no, estética.

ULAD: ¿Crees que tu narrativa tiene un sello único? Habiendo leído tus dos obras publicadas, yo diría que sí. En caso de que coincidas conmigo, ¿cómo describirías ese sello? ¿Una mezcla de estilo cuidado y filosófico, un tono oscuro y deprimente, una atmósfera asfixiante, personajes obsesivos, tintes metaliterarios y retazos autobiográficos, quizá?

S.M.: Te agradezco mucho la pregunta, porque yo no tengo una respuesta clara, y te agradezco también tu opinión, porque me reconcilia con el dilema con el que he convivido los dos últimos años.

Empecé a escribir Caníbal sin dientes antes de haber publicado El aspirante y tenía clarísimo que no podía repetir escritura, que no podía jugar al mismo juego en dos novelas que pedían cosas completamente diferentes. Esto me enfrentaba a dos cuestiones: por un lado, podía ocurrir que sólo supiera escribir literatura a la manera de Cayo en El aspirante y, por lo tanto, que no fuera un escritor, sino sólo un personaje. Por el otro, existía el riesgo de alejarme demasiado de mi propia escritura hasta convertirla en un pequeño monstruo hecho de estándares, tópicos y certezas formales, lo que equivale a no ser escritor sino máquina. Así que, supongo, entre la máquina y el personaje tenía que lograr un equilibrio que hiciera reconocible en el texto al autor de la novela.

Me interesa, es cierto, la relación entre filosofía y literatura, porque una y otra se hacen de la misma materia prima, el lenguaje, que es la única materia de la que se compone la existencia. Todo lo demás es, mal y rápido, biología. Si el lenguaje, que carece de asideros, que es insuficiente e inestable, es la fuente de una existencia propiamente humana, también la existencia es inestable, insuficiente y carece de asideros. En ese espacio de carencias tiene que jugar su partido la literatura. Al menos, la que me interesa a mí.

Además, creo que al mundo tal y como está le sobran apologetas. Alguien decía que pensar es siempre pensar contra algo y yo me aplico esta máxima para la literatura. Por eso, quizá, tiendo al pesimismo.

ULAD: Si te soy sincero, El aspirante me pareció un debut interesante pero algo plomizo. En cambio, en Caníbal sin dientes he creído ver un esfuerzo por hacer un artefacto narrativo más conciliador con el lector. Me explico: tu segunda novela no renuncia a tu voz y estilo personales, pero es más entretenida argumentalmente y variada a nivel formal. ¿Es posible que la concebieras con aquellos que la íbamos a degustar en mente y que, por otra parte, su predecesora fuera una obra que escribiste sobre todo para ti mismo?

S.M.: Antes de escribir El aspirante había intentado otras novelas, pero nunca había publicado, así que estaba haciendo algo que no tenía lectores. En este sentido, fue un desafío personal, puesto que tenía que demostrarme que podía terminar una obra y que la obra fuera un todo con sentido. En cambio, cuando escribía Caníbal sin dientes, la historia exigía una narración más fluida, una narración, quizá, más al uso, cosa que tenía que comprobar si era capaz de hacer. Si, de paso, esto la convierte en una obra más accesible, bienvenido sea, por supuesto.

De todos modos, que una sea más accesible que la otra responde a las exigencias de la idea detrás de cada libro. Casi siempre, hay una intuición que guía todas las decisiones y que solo puedo explicarme a posteriori. El aspirante fue un experimento o, mejor dicho, una tentativa por construir una historia con los mínimos elementos narrativos. El tema del libro exigía una falta de narratividad, la misma de la que adolecía el protagonista. Al menos, lo intenté.

Caníbal sin dientes, a su manera, también es una tentativa, a medias metaliteraria, a medias narración al uso. Es una historia sobre la ambición literaria, pero también una historia sobre mensajes que no llegan, sobre mensajes que se solapan y mensajes que se oponen unos a otros. Por eso escogí narrar desde tres lugares, fragmentar la narración y hacer que los fragmentos resultantes chocaran. Como te decía antes, en realidad no escogí que así fuera, creo que fue así porque el tema lo exigía. Ahora que reflexiono sobre ello, le veo el sentido.

ULAD: Estoy seguro de que hay muchísimo trabajo detrás de Caníbal sin dientes. ¿Cuánto tiempo te llevó escribir esta segunda novela? Conceptualizarla, redactarla y corregirla, quiero decir. 

S.M.: Los primeros fragmentos de Caníbal sin dientes datan de 2018, cuando la novela era un juego privado. En 2019 empecé a trabajar más seriamente y a finales de año ya tenía un primer borrador. Un borrador que, por supuesto, no se parece nada a la novela que he publicado. Desde entonces, excepto el tiempo que dediqué a revisar y corregir El aspirante, trabajaba dos o tres meses seguidos hasta terminar un nuevo borrador y lo abandonaba unos meses para que respirase. En 2021 la novela estaba terminada y, desde entonces y hasta principios de este año, ya trabajando junto a Altamarea, he revisado y corregido borrador tras borrador.

Suelo ser muy obsesivo con la escritura, a veces demasiado. En esta novela hay una dedicatoria inicial que hace referencia a esta obsesión. En el fondo, aunque podría seguir corrigiendo, me alegra mucho que el libro ya esté publicado, porque eso significa que se ha escapado y que yo no puedo hacer nada por él, ni mejorarlo ni empeorarlo.

ULAD: En Caníbal sin dientes arremetes, ironía mediante, contra prácticamente todo el sector literario: los escritores, editores y lectores, las presentaciones, los talleres creativos, etc... A tu juicio, ¿cómo es el panorama actual español?   

S.M.: Sinceramente, no tengo una opinión formada, ni mucho menos experta, sobre el mercado editorial. Tengo una opinión, pero no creo que sea una novedad: mercado editorial y literatura son dos deportes diferentes. En la novela, las opiniones de ambos protagonistas son muy vehementes, pero sobre todo me interesa que puedan universalizarse. La diferencia, y la dependencia, entre literatura y mercado puede extrapolarse, casi sin matices, a cualquier ámbito y este conflicto anima, pervierte y confunde a todos los implicados, incluidos nosotros.

Para responder más directamente a tu pregunta: hay que tener mucho cuidado con los escritores y sus aspiraciones, mucho cuidado con los editores y sus cuentas y mucho cuidado con los lectores y sus exigencias.

ULAD: ¿Actualmente estás escribiendo algo? ¿Puedes darnos detalles?

S.M.: Llevo un tiempo trabajando en una tercera novela, aproximadamente desde el 2020, cuando escribí los primeros capítulos de varias historias alrededor de un único acontecimiento que será determinante en las vidas de un grupo de amigos. Me interesa mucho la amistad por lo que tiene de arma contra el paso del tiempo, de refugio contra las crisis y, en muchos casos, de vía de escape. No sé lo que haré, pero quiero ponerla a prueba contra un mundo acelerado, una existencia mediada por las conexiones digitales y la desaparición del suelo que nos sostiene y sobre el que construimos nuestras casas.
   

También de Santiago Mazarrasa en ULAD: El aspirante

lunes, 20 de noviembre de 2023

Han Kang: La clase de griego

Idioma original: coreano
Título original: 희랍어 시간
Traducción: Hèctor Bofill y Hye Young Yu para La Magrana (en catalán) y Sunme Yoon para Penguin Random House (en castellano)
Año de publicación: 2011
Valoración: recomendable


Hay ocasiones en los que la trayectoria literaria de un autor tiene recovecos y meandros que dificultan seguirle la pista, pues la obra publicada no guarda un estricto orden en la que fue escrita sino que las editoriales, por uno u otro motivo, traducen sus obras de manera desordenada. Este es el caso que nos ocupa pues el primer título traducido de Han Kang «La vegetariana» (2007), con el que obtuvo su máxima repercusión, vino seguido por «Actos Humanos» (2014) y después por «Blanco» (2017), pero sorprendentemente justo ahora se recupera esta obra, muy anterior, publicada originariamente en 2011. Y, en este caso, la cronología en la traducción guarda relación con la evolución de la autora, pues, paradójicamente, esta obra se encuentra mucho más próxima a «Blanco» a nivel conceptual y estilístico que si la ubicáramos temporalmente entre «La vegetariana» y «Actos Humanos» que es donde le pertenecería. Veamos el porqué.


Podríamos intentar simplificar la obra de Han Kang, según lo publicado hasta la fecha, en dos grandes bloques: la búsqueda del impacto y la dureza narrativa por un lado, y la mirada apreciativa y cálida en el otro. En apariencia, dos bloques antagonistas, casi enfrentados, pero solo en apariencia porque mientras el dolor y el atrevimiento mostrado en sus primeras novelas traducidas ocultaban una prosa poética y emotiva, de la misma manera la mirada tierna y delicada de «Blanco» y del libro que nos ocupa apenas deja entrever el dolor y la dureza que la soledad y la tristeza desprenden. Pero todos estos elementos se mezclan y conviven en todas sus obras, de manera que el estilo de Han Kang se encuentra y se conserva intacto en su profundidad, cambiando únicamente el punto desde donde lanza su mirada, el origen desde el cuál emerge la emoción que hábilmente plasma en sus textos.

La novela empieza con la protagonista sentada en una clase donde enseñan griego; en ella, se le pide leer en voz alta. Pero cuando lo intenta ve que no puede, que es incapaz de articular palabra ante la sorpresa de los demás. Este hecho la lleva a recordar años atrás en las que esta incómoda e involuntaria situación le ocurrió por primera vez, en su infancia, con su madre enferma de cáncer y ella volcada con la lectura, aprendiendo la lengua y los signos ortográficos con pocos años. Con una personalidad solitaria, encontraba siempre la compañía en las letras mucho más que en los amigos, sin mostrar ningún interés por arreglarse ni por tener relaciones románticas llegando así a los dieciséis años cuando el primero de esos episodios de mudez apareció, siendo incapaz de articular ninguna de esas palabras que con tanta admiración y avidez aprendía de los libros. La narración, siempre pausada y bien hilvanada, nos devuelve al cabo de pocas páginas al presente, y conocemos que ya en la edad madura vive sola, sin un marido del que se divorció y sin la custodia de su único hijo pues la consideraron incapaz de cuidarle y velar por él debido a su precaria situación económica y a su hipersensibilidad.

En este relato a dos voces, la autora alterna la narración de la protagonista con la del profesor de griego, víctima de una ceguera que avanza de manera inexorable ya desde su adolescencia y nos habla también de un amor que tuvo a esa edad en la que los sentimientos inundan nuestra existencia y todo se descubre con la magia de las primeras ocasiones mientras nos detalla cómo su tránsito vital era acompañado por una emigración desde Corea a Alemania en su adolescencia y su regreso a su tierra natal años después. De esta manera, el texto alterna la narración con breves episodios de la clase de griego, en la que profesor y alumna de encuentran, con grandes extensiones del pasado de ambos protagonistas que copan la mayoría de las páginas del libro. De manera análoga a la clase de griego y el estudio del griego antiguo de la mano de Sócrates y Platón, el texto de envuelve se constantes reflexiones sobre la amistad, la vida, la muerte y el paso del tiempo, imbuyendo a sus protagonistas de los razonamientos filosóficos de los grandes pensadores antiguos.

Como en sus anteriores novelas, el estilo de Han Kang es orgánico, desborda el cuerpo y se interrelaciona con él, imbricando pensamiento y cuerpo como elementos que interactúan de manera casi indistinguible; en este caso, el dolor que inunda la vida de la protagonista se encierra tan dentro de sí que ni las palabras surgen de su propia boca, envueltas en un manto de oscuridad que impide que salgan a la luz como si, encerrando el dolor, este fuera a desaparecer engullido por su propio ser. Pero el dolor no desparece si no lo sueltas, no se absorbe aunque lo intentes, y ella lo intenta, no a través de su propia lengua, una lengua vinculada por siempre a su vida, sino a través de una lengua extranjera, quien sabe si pensando que al abrirse a una nueva lengua se le abrirá a su vez un nuevo mundo, esta vez más luminoso, menos oscuro porque «entonces, cuando disponía del lenguaje, las emociones eran más claras y fuertes. Pero ahora ya no hay palabras dentro de ella. Las palabras y las frases se han separado de su cuerpo». El ritmo lento y pausado, muy habitual en la literatura oriental, encaja a la perfección con la historia narrada, en la que ambos personajes se aproximan, con tiento y delicadeza, como si su fragilidad emocional fuera tan quebradiza que no pudiera soportar un ritmo más acelerado, como si la ceguera de él y la mudez de ella les obligaran a ralentizar sus movimientos, quizá esperando a encontrar algo que les permitiera avanzar con más determinación.

Con este texto, la autora demuestra nuevamente una gran sensibilidad y nos acerca a unos sentimientos envueltos de soledad a través de unos personajes que, aunque no de manera explícita o buscada, reclaman a grandes gritos, a veces ensordecidos por un gran silencio, la compañía de un ser amable que comparta con ellos su situación trágica. Una compañía que siempre necesitamos aunque a veces no seamos conscientes de ello y que a veces encontramos en otras almas tan perdidas y solas como nosotros mismos.

También de Han Kang en ULAD: Actos humanosLa vegetariana, Blanco

domingo, 19 de noviembre de 2023

Kathryn Davis: Aurelia, Aurélia

Idioma original: Inglés
Título original: Aurelia, Aurélia
Año de publicación: 2022
Traducción: Vanesa García Cazorla
Valoración: Recomendable

Debo reconocer que la valoración de este libro quizá sea algo injusta. No sé si alguna vez habremos hablado de esto (supongo que sí) pero el momento de la lectura de un libro, junto a muchos otros factores, condiciona el juicio del reseñista. Y es que estoy seguro de que la valoración de este Aurelia, Aurélia no sería la misma si la lectura inmediatamente anterior hubiese sido cualquier artefacto de Paulo Coelho en vez del magnífico MANIAC de Labatut.

En el caso que hoy nos ocupa, cierta sensación de agotamiento mental acompaña la lectura de los primeros capítulos. No ayuda el carácter fragmentario y "saltarín" de un texto en el que las transiciones y las asociaciones de ideas lo son casi todo, así que uno termina esos capítulos como diciendo "muy bien, Kathryn, pero céntrate un poco, que me vas a volver loco con tanto vaivén, con tanto salto cronológico, con tanto plano superpuesto".

Porque Aurelia, Aurélia es un libro de memorias dividido en 13 breves capítulos que pueden ser leídos, por una serie de elementos comunes, como una novela "cubista" autobiográfica de tenue trama. El lugar central de la misma lo ocupa la muerte de Eric, marido de Kathryn Davis. Todo acaba conduciendo a ese suceso, ya sea una serie de TV, una acampada, una película, un musical, etc. Pequeños sucesos que son el hilo del que tirar, el punto en el que los senderos se bifurcan pero en los que encontramos una serie de puntos de contacto (Virginia Woolf, Gerard de Nerval, El séptimo sello, los perros, los paseos...), anclajes imprescindibles en el curso de una vida porque "es imposible comprender el rumbo del tránsito, salvo a través del extraño sistema de asociación de ideas".

Como podéis ver, Aurelia, Aurélia no es un libro de memorias al uso. Memoria y pensamiento entrelazados, memoria personal y cuaderno de lecturas, películas y discos, pero también un hermoso homenaje al marido muerto a través de textos que van creciendo a medida que avanza el libro (o igual soy yo que he conseguido "desligarme" de mi anterior lectura), como el levemente onírico "Cuento de fantasmas 1", el bello y oscuro "Cuento de fantasmas 2", el revelador "Fama" o el estupendo "Aurelia, Aurélia" que da titulo al volumen y que ofrece algunas de las claves para entender el estilo, aparentemente inconexo y deslavazado, de Kathryn Davis.

sábado, 18 de noviembre de 2023

John Scalzi: La Sociedad por la Preservación de los Kaiju

Idioma original: inglés

Título original: The Kaiju Preservation Society

Año de publicación: 2022

Traducción: Gemma Benavent

Valoración: está bien

Estoy segurao de que no hace falta que empiece la reseña explicando lo que son los kaiju, pero bueno, por si la lee alguien que haya estado demasiado ocupado/a con a lo largo de su vida por razones más urgentes y prosaicas (comer, procrear, encontrar recursos suficientes para comer y procrear...), un test rápido: ¿habéis visto  alguna vez pelis de Godzilla o Pacific Rim? ¿Al menos sabréis quien o qué es Godzilla, supongo? Vale, pues eso es un kaiju: un bicharraco gigante capaz de destruir una ciudad (preferentemente, Tokio). El afamado escritor de Ciencia-Ficción John Scalzi plantea en esta novela la existencia de un mundo paralelo a la Tierra, en el que esos kaiju representan no sólo la cumbre de la cadena trófica, sino auténticos ecosistemas con patas -y alas- que reinan sobre un mundo en el que los seres vivos han evolucionado de una manera totalmente distinto al de nuestro planeta. Como las explosiones nucleares debilitan la barrera entre estas dos Tierras paralelas y, además, los kaiju se sienten atraídos por las explosiones atómicas, puesto que ellos mismos utilizan la energía atómica para vivir, se creó la Sociedad por la Preservación de los kaiju, que, trabajando en bases situadas en su mundo, investiguen a estos "animales" y cuiden de que no pasen al otro lado. En esa organización acaba, por casualidad, puesto que se encontraba trabajando de repartidor de comida en Nueva York durante la pasada pandemia, un joven llamado Jamie Gray, que vivirá una aventura en el "lado kaiju" como nunca hubiera imaginado.

Como se puede imaginar cualquiera, la novela es más un divertimento que cualquier otra cosa; de hecho, como simple entretenimiento funciona muy bien, por lo lúdico de su argumento, el humor que desprenden la mayoría de los diálogos y, sobre todo, la rapidez con la que se puede leer con capítulos cortos y prosa ágil, sin florituras; pocas o ninguna descripción, ni de los personajes ni apenas de los lugares en que desarrolla la acción. Al menos de los que transcurren en la Tierra 1, digamos (claro, que tampoco hace mucha falta describir la ciudad de Nueva York, por ejemplo), porque el mundo alternativo kaiju merece mucho más la atención del autor que, además, se explaya con gusto sobre la biología de los kaiju, el funcionamiento de la base de la SPK, etc. Este entusiasmo friki, por decirlo así, junto con, ya digo, la facilidad de lectura y el buenrrollismo millenial (o centennial, ya no sé) que desprenden sus protagonistas. Aunque, claro,  también hay algún malo malísimo, no creáis- hacen que sea una novela de un carácter eminentemente divertido y que no plantee conflicto alguno.

Sólo hay una objeción que le pongo a un libro que, al no tener demasiadas pretensiones, tampoco puede resultar decepcionante en modo alguno... Y me vais a perdonar por tenerla, ya que soy consciente de que voy a sonar de lo más "pollaviejuno" (aunque esperad a leer mi reflexión hasta el final antes de decidirlo): en la novela aparecen personajes gays, no binaries, racializados -se supone, por sus nombres,  porque ya digo que el autor no dedica ni una línea a la descripción de nadie, no sé si de forma intencionada o no-, de países y culturas diferentes y, por supuesto, mayoría de mujeres ocupando los cargos de dirección y autoridad. Toda una oda a la diversidad, vaya. Ojo, que no tengo nada en contra de la inclusión de esa diversidad en la literatura, pero me gustaría que si aparece un personaje gay o no binarie y esa circunstancia se menciona, tenga también alguna importancia no digo ya en la trama, sino simplemente en el desarrollo del personaje, porque si no, llamadme loque, pero suena más bien a pegote para cubrir el expediente. Más aún cuando al protagonista, Jamie o a su jefe y amigo Tom les podemos suponer blancos (supongo que si fueran de otra raza, el autor lo habría mencionado), cisheterosexuales -también es verdad que en este libro los únicos que parecen tener interés por las actividades amatorias son los kaiju- y, sobre todo, norteamericanos. 

Algo parecido ocurre con el internacionalismo del personal de la SPK ¿Qué sentido tiene poner nombres inuit, indios o maoríes a los personajes, si luego parece que se han criado todos en algún suburbio residencial de EEUU y hecho el doctorado en alguna universidad de la Ivy League? Ni una referencia a otras culturas, ni un modo de pensar y actuar diferente al de las películas más trilladas de Hollywood. Todo, eso sí, con mucha preocupación por demostrar que son buena genete -bueno, hay un par de personajes que se comportan de una forma un poquito más taxativa, pero son del lado de los buenos-, para que no se alarmen los potenciales lectores millenials, centennials o quienes sean que leen este tipo de libros, hoy en día...

Vale, pues vomitada ya mi bilis de señoro mayor indignado por la decadencia de Occidente (os lo agradezco) abandono el modo Perreteverte para finalizar con que, en todo caso, el wokismo buenrrollista y pop que impregna la novela tiene una explicación: por lo visto, según cuenta él mismo en un posfacio, Scalzi la escribió en 2021, tras haber pasado un 2020 dificilillo... ya sabéis por qué, en el que, además, tuvo que abandonar el libro en el que se hallaba trabajando y para el que ya tenía fecha de entrega. Escribir La Sociedad por la Preservación de los Kaiju, sin más complicaciones ni expectativas ambiciosas le sirvió para superar esa mala época con esta "terapia" más bien lúdica y que, de paso, nos lo hacer pasar chupete a los lectores. Siempre que no nos tomemos la novela demasiado en serio, eso huelga decirlo...

viernes, 17 de noviembre de 2023

Wilson Tucker: El año del sol tranquilo

Idioma original:
inglés
Título original: The year of the quiet sun
Traducción: Domingo Santos
Año de publicación: 1970
Valoración: Recomendable

Debo comenzar diciendo que Wilson Tucker era un completo desconocido para mí: aunque me precio de tener una cierta base de conocimientos de la ciencia ficción escrita, su nombre no me sonaba. Tras una rápida búsqueda en Internet compruebo que fue el autor de una obra muy reducida, debido a que nunca llegó a ser escritor profesional.

En esta novela, quizá su obra más famosa, se nos plantea una vez más el ¿y si...? del viaje en el tiempo, con un par de novedades añadidas. Planteada en un muy cercano 1978, ocho años después de su publicación, el libro nos presenta una máquina del tiempo de uso individual que puede viajar al pasado – solo hasta el momento de su fabricación – y al futuro, con la incomodidad de que la imprecisión aumenta con el paso de los años: cuanto mas largo sea el viaje, más imprecisa será la llegada.

La organización creadora de esta máquina, estadounidense cómo no, recluta a tres “temponautas” más o menos voluntarios: un futurólogo especialista en historia antigua (el único civil de los tres), un alto cargo de la marina y otro soldado de muy alto nivel – se me olvidan los rangos militares, es algo a lo que nunca le he prestado atención -. 

La sensación general de esta novela es... desaprovechada. Sin entrar en destripes, déjenme visualizarlo con un ejemplo: el futurólogo descubre en unos papiros de varios miles años de antigüedad un mito en el que estaría basado el Armagedón bíblico. Ha escrito un libro sobre el tema, ha hecho tambalear los cimientos más sólidos de la religión católica, y, para lo que nos atañe, ha creado una fricción muy fuerte con otro de los tripulantes. Bien, pues este tema que se insinúa en la novela, queda rápidamente apartado sin profundizar en absoluto; de ahí que mi valoración no sea más alta, porque la verdad es que es un libro bien escrito.

En cuanto a los personajes, un apartado al que me gusta darle especial importancia, estamos un poco flojos: el único personaje femenino será una guapísima y sensual enlace entre los tripulantes y la empresa, cuyo atractivo sexual y su manera de ocultarlo será el único rasgo de personalidad que exhiba. Se convierte en el interés amoroso del protagonista (el futurólogo), pero esta decide fijarse más en el joven comandante de la marina. Este breve apunte me sirve para ilustrar otra de las posibilidades no tratadas en la novela: en un viaje al futuro, nuestro héroe descubre una situación “personal” que no le gusta: en vez de ahondar en ello, por ejemplo tratando de revertir el futuro a base de cambiar de actitud en el presente, el héroe simplemente se deja llevar y resignarse sin luchar. Esto, de tratarse de otra manera, podría haber derivado en una interesante divagación sobre el determinismo y el libre albedrío; sin embargo, ahí quedó la cosa, en una fantasía frustrada. Una pena, tanto para él como para los lectores.

Por cosas como esta son por las que siempre digo que la ciencia ficción es el terreno de las posibilidades: muchas veces están ahí, delante de nuestras narices, solo tenemos que aprovecharlas.

Siguiendo con los personajes, los tres tripulantes ya mencionados: un civil que hará de protagonista, un comandante de la marina que ejercerá de contrapunto cómico y de “bisagra” entre los otros dos, y el hierático y fiero soldado de tan conservadoras creencias.

Lo cierto es que a lo largo de la novela apenas llega a haber interacción entre ellos, por lo que tampoco hay mucho hueco a la confrontación. Añadamos como quinto personaje, el director de la expedición: no cumple ninguna función narrativa, pero ya que se le dio nombre, pues citémoslo también.

La novela, a pesar de tener un buen planteamiento inicial, posteriormente se diluye en un futuro distópico, militarizado, triste, etc. que ya hemos visto demasiadas veces. Como digo, la sensación general que me ha dejado es la de tener unas buenas ideas que no se han aprovechado para acabar tirando de algo mucho más tópico. Me hubiera gustado mucho que Tucker hubiera escrito más novelas, estaría más que dispuesto a leerlas.

Como apunte final y detalle cómico sobre el egocentrismo de los yanquis, un botón: en una discusión sobre qué hecho histórico presenciar de poder viajar al pasado, se optaba por la Crucifixión; en caso de no ser posible, el segundo hito que más les interesaba era el asesinato de Kennedy. El chovinismo, qué perjudicial es.

jueves, 16 de noviembre de 2023

Henning Mankell, Zapatos italianos

Idioma original: sueco
Título original: Italienska skor
Traducción: Carmen Montes Cano
Año de publicación: 2006
Valoración: recomendable

Quizás sea por la clásica presentación de Tusquets, o por la nacionalidad del autor, a saber, pero esperaba de Zapatos italianos una negrura que (como no soy muy seguidor del género) he agradecido no encontrar. Siempre resulta curioso ver cómo ciertos autores se mueven fuera de los géneros que les son propios (lo dice quien solamente ha sido capaz de aguantar Mientras escribo por parte de Stephen King).

La historia que nos cuenta Mankell aquí tiene muy poco de misterio, aunque en sí sea una novela de decadencia donde el sentimiento trágico aflora en los rincones más inesperados. Un cirujano que ha dejado prematuramente su profesión vive en una pequeña isla donde nadie se aventura a acercarse. Apenas un  cartero que aparece esporádicamente. Acompañado por un perro y un gato, su existencia no es exactamente un aislamiento pero se siente la mar de a gusto sin relacionarse con la gente. Un día aparece en su casa una antigua novia. Harriet, una mujer mayor, enferma terminal, se presenta no para ajustar cuentas sino para cerrar ciclos que quedaron abiertos. El motivo principal, explicarle a Fredrik, el cirujano, que de su romance de juventud nació una hija. Se encuentra, de la noche a la mañana, como padre tardío y futuro viudo. Su antigua novia solo quiere que su padre la conozca y, de repente, Fredrik asume las responsabilidades y se pone en lo de recuperar el tiempo perdido. 

Reconozco que Mankell me ha gustado en su estilo, elegante y contenido, aunque no tanto como para sentir curiosidad por las novelas por las que suele ser célebre. Hay algo extraño y cercano a lo fascinante imaginando esos paisajes desolados, y no deja de ser curioso que la novela acabe derivando en una especie de especulación psicológica sobre cómo se afrontan las diversas opciones cuando se alcanza la fase de decadencia de la vida. Fredrik resulta curiosamente recuperado una vez el traspiés (otro ajuste de cuentas con el pasado) que precipitó el final de su carrera. Harriet se comporta de forma resignada y con un sentido de la planificación que puede sorprendernos.


También de Henning Mankell en ULAD: Aquí

miércoles, 15 de noviembre de 2023

Natsume Soseki: El caminante

Idioma original: Japonés
Título original: Kōjin
Traducción: Yoko Ogihara / Fernando Cordobés
Año de publicación: 1912
Valoración: Recomendable (con matices)

El caminante es una novela muy japonesa. Su formato, registro, tono, enfoque temático, ambientación y personajes así lo acreditan. No es para menos; la escribió Natsume Soseki, considerado el padre de la literatura moderna nipona, en su madurez.

Personalmente, la he gozado muchísimo. Sin embargo, creo que no es accesible para el público occidental poco habituado a este tipo de obras. Y es que la sensibilidad japonesa presente en estas páginas es, como sugería antes, abrumadora. Por lo tanto, un lector que demande una estructura familiar de inicio, nudo y desenlace, o requiera de acción y dramatismo, abandonará la ficción de Soseki con toda seguridad.

Porque El caminante presenta una prosa lánguida, un argumento lento y unos personajes que callan más que dicen. Porque no suceden acontecimientos extraordinarios en esta historia, salvo alguna gesta de la naturaleza. Porque el autor se toma su tiempo a la hora de aclarar quién es el protagonista y concretar conceptos relevantes como el de la religión. Porque su final es totalmente abierto.

Pero bueno, ¿de qué trata esta novela? A Ichiro (un profesor universitario muy inteligente y sensible, primogénito de su familia), le angustia la existencia. La gente de su alrededor (su hermano soltero Jiro, narrador de la historia, su mujer Nao y otros familiares, amigos y conocidos) lidia con él como puede. 

De las muchas virtudes de El caminante, destacaría las siguientes:

  • Su capacidad para dotar a la cotidianidad con una textura marcadamente literaria. Como muestra, un botón: la convalecencia de Misawa, amigo de Jiro, es mundana, pero también bella y triste. 
  • La morosidad de su prosa.
  • Sus personajes son sumamente complejos y, por si esto fuera poco, su caracterización se expande constantemente.
  • Las interacciones entre personajes brillan en su oblicuo resplandor. Por ejemplo, resaltaría el tenue amor que parece sentir Jiro por su cuñada.
  • Explora sus temas con una profundidad y desde un ángulo exquisito: el egoísmo, el afecto ambivalente, la soledad, la incomunicación con el otro, la tradición erosionada, las tensiones entre sexos, las idiosincrasias familiares...
  • Desribe ciertas escenas magistralmente, como esa en que Jiro y Nao deben pasar una noche juntos en un hotel por culpa de una tormenta.
  • Su sutileza y ambigüedad incitan al lector a rellenar los huecos o interpretar determinadas cuestiones. 
  • Abunda en reflexiones enjundiosas. Esa en que Ichiro habla de la victoria a largo plazo del amor natural, o esa en que Nao lamenta la dependencia de las mujeres, o esa en que el señor H. medita sobre si merece la pena aliviar el sufrimiento de un individuo dotado a cambio de anular su aguda percepción de la vida.

Por otro lado, le reprocharía a El caminante que:

  • Subdivide de forma algo arbitraria ciertos capítulos.
  • El estilo es, en ocasiones, redundante.
  • La historia se podría podar, si nos pusiéramos quisquillosos. Aunque admito que todo lo narrado contribuye, en mayor o menor medida, a descubrirnos recovecos psicológicos, ampliar las perspectivas, espesar el tono o alimentar el ritmo pausado y melancólico.  
  • Introduce personajes que apenas tienen relevancia. Con esto no quiero decir que participen poco en la trama, lo cual no tiene por qué ser negativo, sino que aportan poco al conjunto.
  • Los personajes postergan constantemente el momento de hablar de algo, lo cual se antoja frustrante e incluso poco verosímil. 

    En fin: El caminante es una novela cuyas virtudes eclipsan holgadamente a sus minúsculos defectos. No obstante, puede llegar a intimidar a quienes no sean amantes de la literatura japonesa, ya que la representa impúdicamente.    


    También de Natsume Soseki en ULAD: Aquí