Título original: The Girl on the Train
Año de publicación: 2015
Traducción: Aleix Montoto
Valoración: inexplicable (en todas sus acepciones)
A ver. Barcelona a finales de julio. Calor pegajoso y húmedo y ni una pizca de viento. Da pereza. Hasta escribir da pereza, pero esta gente del blog insiste e insiste en que despachemos al menos tres o cuatro párrafos para que algo pueda considerarse una reseña. Cuando yo esto lo hubiera zanjado ya en una frase.
El asesino es el mayordomo.
Mirad qué bonita y apañada hubiera quedado. Cinco palabras y listos, de cabeza a la playa o a la piscina o a Collserola a buscar sombra en algún pino. Pero no es posible. No se la cuelo. Is very difficult todo esto, como diría cualquier tonto ávido de ser investido. Pero vamos a probar. Uy, la reseña sale el 31 de julio. Tendré el honor de cerrar un mes de récord y de actuar de broche oficioso de la temporada. Pero, ay, no habrá tiempo para que toda la gente que ha salido de vacaciones se acerque a la tienda (no necesariamente una librería; este tipo de libros se apila en cualquier tipo de comercios) y se haga con un ejemplar que encajar en un rinconcito de la maleta.
Probemos alguna otra frase lapidaria, a ver si me ahorro alargarme demasiado.
Probemos alguna otra frase lapidaria, a ver si me ahorro alargarme demasiado.
Se puede prescindir perfectamente de leer esta novela.
(Iba a decir "novelita", pero pasa de las 400 páginas, que el verano es muy largo).
(Iba a decir "novelita", pero pasa de las 400 páginas, que el verano es muy largo).
¿Tampoco? Pero vamos, ya empiezo a notar humedad en las sienes, ni a la sombra se puede estar. OK. sigamos. El ejemplar que leo, prestado por una amable compañera de trabajo a sabiendas de que yo no tramaba nada bueno, lleva la fecha de puesta en estante de la tienda: Julio de 2015. Un año después, las listas de libros más vendidos en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia aún lo muestra en primeros lugares. No es el libro del verano sino el libro de dos veranos. Con lo cual estamos ante eso que tanto gusta a los contables de las editoriales (imagino que a los de Planeta también) llamado fenómeno editorial. Sí, Paula, eres un fenómeno.
Pues lo de enfocar la narración desde la perspectiva de diferentes personajes (tres mujeres, dos en primer plano y una tercera) está ya algo visto. Lo de complicarla dejando huevos de Pascua, también. Fechas atrás, fechas adelante, este número de la calle, este otro. Lo de exigir al lector atención, no sea que pierda algún detalle capital, ídem de ídem. Lo del testigo ocasional, muy cinematográfico. Todo está hecho ya y desde luego La chica del tren no va a ser el libro que aporte nada nuevo.
La historia es difícil de explicar sin espoilear. Otro de los ganchos comerciales, supongo. "No te puedo contar nada, ya tú lo lees y me explicas". Pero es que aquí lo de las sinopsis lo tenemos bastante autoimpuesto. Hay una chica y hay un tren, que toma cada día de ida y de vuelta. Wow. Hay un cierto guiño al voyeurismo, a imaginar la vida de los demás en función de lo visto desde la ventanilla de un vagón. Pero es que la chica tiene una vida hecha un desastre. Parece que bebe bastante. Que está sin trabajo, que se ha divorciado. Pero no me preguntéis su nombre ni el de su marido. Porque ese es uno de los trucos (jugarretas) del libro. Que la narración va de un lado a otro, de un nombre al otro y de un momento del presente a un momento del pasado reciente. Que hay infidelidad, un asesinato, pasados oscuros y turbios, episodios distorsionados por la alteración de los sentidos por el alcohol. Casi 500 páginas que se hacen largas, pues parecen un redoble eterno, que pronto aporta pistas de por dónde va a ir la resolución. Yo me he puesto muy nervioso. Porque no entiendo qué tiene de disfrute para el lector esa prolongación artificiosa del suspense salvo el alcanzar el número de páginas suficiente para dar cierta "entidad". Mirad, a mí estos libros que obligan a quien los lee (so pena de sentirse tonto) a poco menos que llevar un cuadrito con lo que pasa, pues qué queréis que os diga. Cosa inúsita en mí; perdido en la página 100 vuelvo a empezar desde el principio, de lo confuso que ando. Si fuera Faulkner, sabéis, pero esta Paula Hawkins no va a ser la nueva Faulkner, casi me apuesto un par de cervezas. Ya me gustaría que su prosa se se acercara a la de Lemaitre, por ejemplo. Que aportara algo más que escritura plana, fría y funcional, rozando lo mojigato. Tanto emparejamiento, tanta infidelidad y qué poca pasión. Los tres personajes que toman la narración no son distinguibles entre sí. Puede ser un recurso, pero permitid que lo dude. Porque, descanso un poco de la sinopsis, el futuro de esta escritora es escribir La chica del tren 2 o cualquier libro que su editorial pueda vender acompañado de frases como Paula Hawkins vuelve a poner a prueba la atención de los lectores en un nuevo thriller escalofriante. En fin.
Santi, ¿hay que seguir?. (Santi: "SIGUE").
En menos de cien páginas ya estamos viendo que tanto cambio de escenario, tanta obsesión con un pasado mejor y tantas adicciones con lapsos de memoria van a cuadrar en algo. Nos quedan casi 400 de puros nervios (la editorial dirá fascinante intriga) para constatarlo y pensar que cerca de 500 paginas para qué. Pues para salir de dudas y comprobar cómo se resuelve la maraña. No hay más estímulo que ese. Un asesinato, cinco candidatos, y las trampas de este tipo de libros: los detalles escondidos que son la clave. Como el Cluedo.
La historia es difícil de explicar sin espoilear. Otro de los ganchos comerciales, supongo. "No te puedo contar nada, ya tú lo lees y me explicas". Pero es que aquí lo de las sinopsis lo tenemos bastante autoimpuesto. Hay una chica y hay un tren, que toma cada día de ida y de vuelta. Wow. Hay un cierto guiño al voyeurismo, a imaginar la vida de los demás en función de lo visto desde la ventanilla de un vagón. Pero es que la chica tiene una vida hecha un desastre. Parece que bebe bastante. Que está sin trabajo, que se ha divorciado. Pero no me preguntéis su nombre ni el de su marido. Porque ese es uno de los trucos (jugarretas) del libro. Que la narración va de un lado a otro, de un nombre al otro y de un momento del presente a un momento del pasado reciente. Que hay infidelidad, un asesinato, pasados oscuros y turbios, episodios distorsionados por la alteración de los sentidos por el alcohol. Casi 500 páginas que se hacen largas, pues parecen un redoble eterno, que pronto aporta pistas de por dónde va a ir la resolución. Yo me he puesto muy nervioso. Porque no entiendo qué tiene de disfrute para el lector esa prolongación artificiosa del suspense salvo el alcanzar el número de páginas suficiente para dar cierta "entidad". Mirad, a mí estos libros que obligan a quien los lee (so pena de sentirse tonto) a poco menos que llevar un cuadrito con lo que pasa, pues qué queréis que os diga. Cosa inúsita en mí; perdido en la página 100 vuelvo a empezar desde el principio, de lo confuso que ando. Si fuera Faulkner, sabéis, pero esta Paula Hawkins no va a ser la nueva Faulkner, casi me apuesto un par de cervezas. Ya me gustaría que su prosa se se acercara a la de Lemaitre, por ejemplo. Que aportara algo más que escritura plana, fría y funcional, rozando lo mojigato. Tanto emparejamiento, tanta infidelidad y qué poca pasión. Los tres personajes que toman la narración no son distinguibles entre sí. Puede ser un recurso, pero permitid que lo dude. Porque, descanso un poco de la sinopsis, el futuro de esta escritora es escribir La chica del tren 2 o cualquier libro que su editorial pueda vender acompañado de frases como Paula Hawkins vuelve a poner a prueba la atención de los lectores en un nuevo thriller escalofriante. En fin.
Santi, ¿hay que seguir?. (Santi: "SIGUE").
En menos de cien páginas ya estamos viendo que tanto cambio de escenario, tanta obsesión con un pasado mejor y tantas adicciones con lapsos de memoria van a cuadrar en algo. Nos quedan casi 400 de puros nervios (la editorial dirá fascinante intriga) para constatarlo y pensar que cerca de 500 paginas para qué. Pues para salir de dudas y comprobar cómo se resuelve la maraña. No hay más estímulo que ese. Un asesinato, cinco candidatos, y las trampas de este tipo de libros: los detalles escondidos que son la clave. Como el Cluedo.
Así que ya está: el libro vende montones (la de julio 2015, proclama orgulloso el fajín, es la octava edición), se lee vorazmente (en mi caso, sin placer, sólo impaciente por abordar lecturas siguientes mucho más estimulantes) y se olvida en un plis-plas, limitándose su disfrute a "saber qué pasó " y dejar el libro en la estantería "ad eterno". Todo un best-seller.
Y acerca del motivo por el que éste, y no otro de los montones de libros parecidos que se escriben cada año, es el que vende centenares de miles, ya hablamos otro día.
Que hoy estoy un pelín mareado.