Idioma original: euskera
Título original: Atertu arte itxaron
Año de publicación: 2015
Valoración: recomendable
Nota inicial: esta reseña se publicó originalmente con motivo de la edición, en 2015, de la versión original de la novela en euskera, con el título de 'Atertu arte itxaron'. La entrevista ha sido realizada, en cambio, con motivo de la publicación de la traducción al castellano, en octubre de 2017, con el título de 'Los turistas desganados'.
¡Curioso libro este, que se empeña en explicarse a sí mismo y no nos deja a los críticos casi ningún trabajo por hacer! Así dice en uno de los primeros párrafos: "La carretera y el viaje, la metáfora de asfalto, el autoconocimiento, la penitencia, el destierro, la travesía del desierto. Ítaca. Un género con una abundante tradición en la historia de la literatura. Qué te piensas. Estas cosas se hacen con fundamento. Con una revisión de la literatura anterior.
Status quaestionis". Y sigue luego, efectivamente, con una breve revisión de algunos antecedentes del género de viajes:
Don Quijote,
On the road,
Lolita...
Porque, efectivamente, esta novela es casi una
road novel: la reconstrucción de un viaje de vuelta a los orígenes (como la
Odisea) pero también la historia de un vagabundeo sin objetivo definido más allá del propio viaje (como el
Quijote y la novela de caballerías en general). Se trata, en este caso, del viaje que la protagonista y narradora, Ulia, emprende con su compañero, Gustavo, para mostrarle el País Vasco en el que nació: la casa de su madre en Vitoria, pero también Bilbao, Algorta, la costa vasca, San Sebastián...
Se trata, como dice el propio texto, de un viaje de autoconocimiento, y quizás más que eso, de conocimiento mutuo: tanto Ulia como Gustavo guardan secretos el uno para el otro, que solo desvelarán en las últimas páginas del libro. Pero la novela se compone también de otras líneas argumentales, como la reconstrucción de la vida pasada de Ulia (su adolescencia, su carrera truncada como cantante, su historia amorosa y sexual), sobre la relación de la madre de Ulia con un hombre llamado "Jota", y también algunos pasajes relativos a la vida de Benjamin Britten, que quedan algo lejanos del resto de la narración pero se justifican porque ese es el tema sobre el cual Ulia está escribiendo su tesis.
Es casi imposible no usar el término "posmoderno" para describir esta novela, no solo por la autorreferencialidad de la que ya hablaba antes (la narradora hace en varios momentos comentarios sobre el propio proceso de escritura, la selección de palabras, técnicas o perspectivas para contar la historia), sino también por la autoironía que aparece recurrentemente, por el fragmentarismo de la narración o por el juego (moderado) con el pastiche: en el texto se incluyen noticias del periódico (en euskera y en español), e incluso las instrucciones para preparar correctamente un
white russian.
Pero
Atertu arte itxaron no es solo una adaptación vasca de la
road movie americana o una contribución a la narrativa vasca posmoderna (cuyo exponente más archiconocido es
Bilbao-New York-Bilbao de Kirmen Uribe); es también una lectura ágil, con cabida para el humor y para la experimentación formal, para el melodrama y el erotismo; un paseo no turístico ni exotizante por un País Vasco que está encontrándose a sí mismo después de los años de violencia terrorista o allejera.
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Empezando por la (auto)traducción, ¿cómo ha sido el proceso? ¿Has reelaborado, o te has limitado a traducir?
He sido fiel a lo que escribí en su día en un 99%. La verdad es que ha sido un proceso fácil y natural, conocía tan bien el texto que no me ha costado ponerlo en otra lengua.
¿Por qué ese cambio de título tan radical?
Intenté una traducción literal, algo así como "Esperar a que escampe" y el verbo "escampar" me pareció entonces muy feo comparado con atertu, que es mucho más sugerente. Así que acabé rescatando uno de los muchos títulos que había descartado para la novela original, y lo traduje, y esta vez sí, me sonó bien.
¿Qué ha cambiado, en el País Vasco, y también en la literatura vasca, en los dos años desde que publicaste el original hasta ahora? ¿Crees que esa diferencia temporal puede afectar a la recepción de la traducción de la novela?
No creo que el País Vasco haya cambiado mucho en este tiempo, quizá lo más reseñable, en el ámbito literario y también social, haya sido el éxito arrollador de Patria, y una cierta moda en torno al conflicto vasco en la literatura. No sé si esto es bueno o malo, puede ser bueno desde el punto de vista de marketing, pero quizá Patria haya agotado o asfixiado el tema, tengo dudas.
Esta es una novela muy posmoderna, en el sentido de que es muy autoconsciente de su existencia como narración (y como "literatura de viajes"). ¿Sigue vigente este paradigma literario, cultural, filosófico, o da muestras de agotamiento?
Pues fíjate que yo la veo bastante clásica, con el viaje del héroe, sus pruebas y su clímax final. De haber algo, hay una parodia de lo posmoderno, esta tendencia a mezclar autora y narradora, a que la autora enseñe sus cartas continuamente e interpele al lector, porque esa asociación entre autora y narradora es pura ficción. Es cierto que la narradora explica el relato constantemente (básicamente, para quién escribe y por qué, incluso qué reacciones espera) pero esa explicación es pura invención, no son las verdaderas razones por las que yo escribí la novela.
En cierto modo, esta novela, como 'La línea del frente' de Aixa de la Cruz, reflexiona sobre la capacidad de dialogar y construir un discurso sobre eventos traumáticos. ¿Crees que esto es posible? En la novela, Ulia no consigue dialogar ni con su padre ni con su pareja...
Es posible y necesario, hablar, contarse historias, darle sentido al pasado y al presente mediante el artilugio narrativo. Es una necesidad humana tan básica como la de respirar. Ulia no consigue hablar pero puede escribir.
El epílogo y la frase final ("tengo muchas cosas que contarte"), ¿indican una cierta esperanza de que este diálogo "sanador" pueda darse en el futuro?
Yo creo que el final, aunque abierto, sí es esperanzador, y la última frase es toda una declaración de intenciones: hay que seguir contándonos, contar y escuchar historias es la mejor manera no sólo de darle sentido a nuestras vidas, sino de generar empatía y entender al otro.
¿Qué papel juega la biografía de Benjamin Britten en la novela? ¿Por qué decidiste incluirlo?
Como excusa de la tesis que está escribiendo la protagonista, doy pinceladas de la vida de este compositor inglés, sobre todo de su juventud, marcada por su pacifismo y su negativa a hacer la guerra justo cuando la guerra parecía más justificada, en plena ofensiva nazi. En las partes dedicadas a Britten es donde más de lleno se tratan los temas que en el resto de la novela solo se intuyen. ¿Es la violencia siempre rechazable? ¿Podemos ponernos de perfil cuando los acontecimientos históricos nos arrollan? ¿Tenemos derecho a negarnos a luchar cuando sabemos que otros lo harán por nosotros?
¿Crees que existe una "guerra por el relato" en el País Vasco, como tantas veces se ha dicho en los últimos años? ¿Qué papel puede/debe jugarla literatura en este contexto?
Siempre ha existido esa guerra a nivel simbólico: desde el lenguaje que acuñó la izquierda abertzale, hasta esa negación misma de que existiera un conflicto que se gestó, creo, en tiempos de Aznar. Que exista esa guerra simbólica, que esté viva, que cada cual tenga la libertad de contar cómo lo vivió y confrontar su experiencia con otras experiencias antagónicas, me parece positivo, aunque hay que recordar que esa libertad está aún hoy en día coartada (nada tan fácil como invocar a las víctimas para censurar esto o aquello). En general, me remito a lo dicho por Edurne Portela en El eco de los disparos, sobre la necesidad de una imaginación ética que venga fomentada por las representaciones artísticas de toda índole. Ahí es donde la literatura puede hacer su humilde aportación.