Idioma original: español
Año de publicación: 2018
Valoración: teórico
Jaime, antiguo colaborador de este blog, refunfuñaba virtualmente cuando algunos, incapaces de manifestar nuestra valoración en términos más o menos comprensibles, optábamos por fórmulas como la que he empleado.
Colaboradores aún activos también se quejan de que esta práctica resulta algo proclive al caos o incluso tenga efectos desorientadores sobre la masa lectora que acude a estas páginas en busca de REFERENCIAS.
Las mayúsculas son mías.
Pero es que es un enorme problema pronunciarse, ya no digo si analizo el concepto de "valoración" que, ya que estamos, nos auto-otorga esa especie de capacidad de peritaje literario y nos pone, a veces, en el filo de la navaja o en el centro de la diana. Pronunciarse, continúo, sobre un libro en el que el autor confiesa haber empleado ocho años (supongo, compatibilizados con sus quehaceres laborales y con la más o menos frecuente publicación de su obra en ficción), cuestión que se nota en muchos aspectos, pero de la que es especialmente revelador que el libro disponga de hasta tres índices y listas de citas y referencias que ocupan una veintena larga de páginas. Enorme respeto ante lo detallado y meticuloso de la labor y su respetable bagaje de información consultada. Tanta que, a veces, porque pienso que Fernández Mallo es un tío un poco cachondo, he pensado si no nos colaba alguna medio inventada, simplemente por el gusto de bromear con sus lectores. En este sentido, y como pueda pasar con enciclopedias o diccionarios, Teoría general de la basura (atractivo título, portada de activación inmediata de resorte para cierto perfil melómano) se configura más como una obra de consulta o de apreciación en pequeñas dosis que como una lectura de cabecera que hay que empezar y acabar.
Que es su principal problema: 450 páginas de ensayo, perdón, de teoría para analizar no la literatura ni la cultura sino casi la esencia del mundo actual son muchas para que eso no acabe en postulados, en corolarios, en formulación solemne de líneas maestras de pensamiento. Tenemos, claro, una continua y constante orgía de polisílabos muy en consonancia con un autor que dijo algo de post-poesía en un ensayo anterior. Un vocabulario, claro, rico en conceptos que, perdonad que así lo manifieste un lector de Pynchon o Foster Wallace, están con demasiada frecuencia en el terreno de lo inasequible, con términos como epistemología, post-estructuralismo, palimpsesto, coadyuvar, muy adecuados en un entorno académico pero muy pocos prácticos en lo que el cometido del libro debería ser. O lo que pensaba yo que iba a ser. Porque Fernández Mallo, escritor, físico de profesión, lector insaciable, todo lo que cualquier pelacañas pedante llamaría un Da Vinci de este siglo, se atasca en esa confluencia de disciplinas y en ese análisis basado en el hecho (ya apuntado en algunos fragmentos de su Trilogía de la guerra) de que la civilización actual parte de la basura, del residuo dejado por todas las que le precedieron (curioso como este planteamiento admite tanto lecturas en clave industrial como en clave ecológica), los conceptos se amontonan ,se atropellan y se solapan y el propio libro, no deja de ser coherente, resulta un refrito de pensamientos de grandes filósofos contemporáneos (Deleuze, Foucault) pasado por el tamiz de toda la jungla de información presente surgida, especialmente, desde la eclosión de internet y desde la irrupción de los smartphones como garantes del perpetuo enganche del individuo al universo sobre-informado que da voz, por ejemplo, a los propios individuos frívolos y desagradecidos como el que firma esta reseña. Agustín: estás mejor intercalando tu admirable acervo cultural entre tus desiguales obras de ficción. Estaba deseando acabar el libro a ver si llegábamos a alguna conclusión. Me has despertado, sí, cierta curiosidad por ciertas representaciones artísticas extremas, por ver algún video en Youtube o acudir a algunas de los centenares de obras que mencionas. Pero el camino no ha sido agradable: muchos de tus planteamientos parecen un puro ejercicio onanista de músculo cultural, una exhibición del resultado de tardes y tardes curioseando buscando encontrar cierta coherencia en este (vaya, yo también repito conceptos) caos que es el mundo de hoy. Nuestro caos, en cualquier caso.