Idioma original: español
Año de publicación: 2006
Valoración: recomendable
Hace días comentaba por Twitter mi extrañeza ante el relativo escaso peso de la literatura venezolana dentro de la escena actual. Lo hacía a cuenta de la lectura de este libro y obtuve algunas recomendaciones que, mil disculpas, me sonaban de todo menos familiares. Gustavo Pereira, Ana Enriqueta Terán, Juan Calzadilla o Luis Britto. Insisto, escasa repercusión y, por supuesto, sin haber accedido a sus obras, desconocimiento lógico y nula referencia, como si la escena venezolana, a diferencia de la argentina, la chilena o la colombiana, hubiera perdido fuelle en eso de aportar nombres a un muy hipotético star-system.
No es que Iniciaciones sea una de esas novelas que ponen patas arriba una escena, por eso. El simple empujón que me llevó a su lectura es su asequibilísima duración, el ignominioso hecho de que lecturas de 600 y 700 páginas me tienen apartado de la realidad, y mi malsana tendencia a merodear por los pasillos de la biblioteca y dejar que el azar plante ante mí un diamante en bruto, algo que me aleje de esa cómoda tendencia entre las novedades y las apuestas seguras que no suelen fallar (y, ejem, las porquerías que permiten canalizar mi sempiterno exceso de bilis).
Iniciaciones parece jugar a ser una serie de relatos cortos (encabezados por un indescifrable tramo inicial, un arrebato sin signos de puntuación) que encajan en una novela, pero en realidad sí que alcanza cierta entidad sobre todo tras una cierta fase de digestión. Diversas voces de personajes con distintos grados de relación y cercanía familiar van narrando cada uno de los episodios, todos ellos involucrando esas iniciaciones, esos primeros escarceos sexuales, con sombras ilícitas o inmorales por todos lados, encuentros muchas veces inconclusos o hasta meramente imaginados, descritos con precisión poética, parquedad de detalles, elipsis intranquilizadoras y unas maneras que delatan que la especialidad de Centeno es el relato corto. Un estilo que transpira carnalidad y que puede que no sea siempre bien digerido por quienes se escandalizan con lo inmoral, así en cursiva, que de esos hay en todas partes y hasta en los dos extremos del arco parlamentario.
También de Israel Centeno en ULAD: El arreo de los vientos