A veces (solo a veces) la historia literaria es divertida, porque contiene algunos pasajes casi novelescos: revoluciones estéticas, duelos literarios o incluso físicos, cambios de fortuna... En el caso de la literatura portuguesa, uno de estos episodios (casi) novelizables tuvo lugar entre los años 1865 y 1871, cuando se produjo una violenta lucha (verbal) por el control del "campo literario" -que diría Bourdieu- entre los mayores y los jóvenes, con triunfo final (¿no es siempre así?) para los segundos: una polémica en la que participaron algunas de las personalidades que iban a marcar los siguientes treinta años de la historia y la cultura portuguesa, como el poeta Antero de Quental; el novelista Eça de Queirós, o el pensador e historiafor Teófilo Braga, considerado como uno de los padres del republicanismo y de la historiografía moderna en Portugal.
Para entender la razón de la polémica, situémonos en su contexto: el panorama literario portugués estaba, en los años 1860, dominado por la figura del poeta romántico António de Castilho, y una recua de escritores lisboetas a los que se conocía peyorativamente como "escuela del elogio mutuo" (por razones obvias). Los otros grandes románticos habían desaparecido: el gran Almeida Garrett había muerto en 1854, y Alexandre Herculano estaba prácticamente retirado de la vida pública. Contra a este estancamiento literario reaccionó un grupo de estudiantes de la Universidad de Coimbra, cuyos miembros más destacados eran Teófilo Braga, Antero de Quental y Vieira de Castro, que reclamaban una visión más abierta y europeísta de la literatura (y de la política) portuguesas.
La "Cuestión de Coimbra" comenzó con la publicación de Poema da Mocidade de Pinheiro Chagas, en el que Castilho, como "padrino" suyo, incluyó una "Carta ao Editor António Maria Pereira". En ella, además de alabar a Pinheiro Chagas (a quien llegaba incluso a proponer con todo el descaro para un cargo público), atacaba a los jóvenes poetas de Coimbra. A esta introducción contestó Antero con una nueva carta titulada "Bom Senso e Bom Gosto" (otro nombre por el que se conoce a esta polémica), en la que a su vez atacaba a Castilho y defendía la necesidad de renovar la literatura. La polémica literaria pronto se transformó en personal, sobre todo porque Antero y Teófilo ridiculizaron al "maestro" Castilho a cuenta de sus canas y su ceguera, y quedó aparcada aproximadamente un año después.
Sin embargo, en 1871, la polémica tuvo una segunda parte, ahora ya trasladada a Lisboa, donde residían casi todos sus protagonistas. Las Conferencias Democráticas, también conocidas como "Conferencias del Casino", fueron impulsadas por Antero de Quental, y sus propósitos iban más allá de la mera renovación literaria, ya que pretendían ser un instrumento para revitalizar la vida intelectual lisboeta e introducir en Portugal las más modernas ideas de Europa en materia de filosofía, política, ciencia o literatura: republicanismo, socialismo, democracia, darwinismo, realismo...
Llegaron a realizarse cinco conferencias: dos de Antero de Quental (una de ellas sobre la "Decadencia de los pueblos peninsulares", muy interesante también para la historia cultural española), una de Eça de Queirós (en que defendía el realismo como "literatura nueva"), otra de Augusto Soromenho (hoy perdida, aunque se sabe que despotricaba contra la literatura portuguesa, hasta el punto de decir que todos los clásicos "pueden sustituirse por un buen diccionario") y la última de Adolfo Coelho sobre educación. Después de la quinta conferencia, el gobierno decidió prohibir su celebración por defender "ideas peligrosas", como el Republicanismo o el Socialismo, lo que contribuyó, probablemente, a multiplicar su relevancia: el debate sobre la prohibición y sobre las conferencias se extendió por el país, y llegó incluso al Parlamento portugués.
El balance de las conferencias es desigual, tanto en contenido como en repercusión pero lo que es indudable es que en ellas, y en la cuestión de Coimbra, se abrió una nueva etapa en el pensamiento y la historia cultural portuguesa, que culminó con la proclamación de la República en 1910, y que dio visibilidad a una nueva generación de escritores (conocida como la "Generación del 70") que pedía paso frente a un romanticismo anquilosado y caduco.
Nota: Las imágenes de Castilho, Antero de Quental y Teófilo Braga (en ese orden) están tomadas de Wikimedia Commons (aquí, aquí y aquí)
2 comentarios:
En una nota al margen, no me digáis que "Antero (Tarquinio) de Quental" no es un nombre estupendo para un poeta. Con ese nombre no puedes ser carpintero, policía o portero de discoteca: tienes que ser poeta...
Desde luego es un nombre increíble. Tú sabrás mejor, pero también podría ser que en Lisboa los carpinteros y los porteros tengan nombre de poeta. En Atenas, al menos, tienen nombre de filósofo. Cuando estuve allí se nos averió el coche, y el mecánico que nos lo arregló se llamaba Sócrates. Por si acaso, no le seguí mucho el rollo en las preguntas que me hizo, a ver si me iba a tener ahí todo el día. "¿Qué es un carburador? ¿Acaso no dirías que es algo que carbura?" etc etc.
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