martes, 18 de mayo de 2010

Max Weber: La ética protestante y el 'espíritu' del capitalismo

Idioma original: alemán
Título original: Die protestantische Ethik und der 'Geist' des Kapitalismus
Fecha de publicación: 1904-1905, 1920
Valoración: imprescindible

Ya hace tiempo que decidimos dejar de lado los escrúpulos y las vergüenzas y reseñar, sencillamente, lo que nos apeteciera. Lo digo porque recomendar a estas alturas este clasicazo de la Sociología es como descubrir la rueda. Pero qué queréis: me encanta este libro y me parece una obra maestra, así que allá voy.

El estímulo inicial de este ensayo de Weber (o al menos su excusa) es un dato estadístico: en los países confesionalmente mixtos, las funciones de dirección y, en general, los puestos técnicos más cualificados del tejido económico son desempeñados mayoritariamente por protestantes, y no por católicos. Lo que en otro caso hubiera servido de base para una superficial explicación de historia social, a Weber le condujo a elaborar una de las teorías más influyentes sobre el proceso de modernización. El debate -que nunca acaba de apagarse- sobre qué significa ser moderno o, en fin, qué significa haber dejado de serlo no sería el mismo sin la hipótesis que aquí se desarrolla.

Enunciada de la manera más breve posible, ésta quedaría así: las actitudes más características del capitalismo moderno fueron promovidas, originalmente, en el marco de la moral del trabajo que predicaba el protestantismo ascético. Con esta denominación Weber se refiere a las diversas confesiones y sectas que se declaraban herederas, en mayor o menor grado, de los postulados de Calvino: primero hugonotes y puritanos, y más tarde pietistas y metodistas, entre otros grupos. La importancia de esta herencia común reside en el dogma calvinista de la predestinación, es decir, la idea de que Dios ya ha elegido a los suyos antes de todos los siglos, y que nada de lo que pueda hacer el resto en vida podrá salvarlos de la condenación eterna.

Como puede imaginarse, no resultaba sencillo vivir con la duda constante de si uno estaría dentro del número de los santos. La respuesta, claro, sólo Dios la sabía, pero había un modo de vislumbrarla, y es que un santo no se comporta como un simple pecador. Un elegido de Dios obra conforme a la fe, y toda su vida se eleva desde el mero estado de naturaleza al estado de gracia. Su conducta es intachable, metódica y constante, a mayor gloria de Dios. Si a esta tendencia a la acción racional le sumamos el rechazo protestante de los tradicionales votos católicos de la vida consagrada (obediencia, pobreza y castidad), tenemos un marco ético-religioso que incita a la producción incansable. Para un protestante ascético, al contrario de lo que pasaba para un católico, no había nada malo en la riqueza misma, sino sólo en su disfrute desordenado: por primera vez en la historia del Cristianismo se levanta el veto contra la maximización del lucro.

Las consecuencias de esta moral del trabajo fueron gigantescas y aún se perciben: ¿o es casual que ninguno de los llamados P.I.G.S. (los países europeos con mayor riesgo de quiebra económica: Portugal, Irlanda, Grecia y España) haya tenido nunca una mayoría protestante? En cualquier caso, y al margen del contenido concreto de su hipótesis, este libro es justamente célebre por las implicaciones de su metodología. Lo que demuestra Weber es que la expansión viral del capitalismo moderno no es explicable (sólo) en virtud de cuestiones de infraestructura -distribución de los recursos económicos-, sino atribuible a la eficacia de un cierto 'espíritu'. Palabra ésta muy solemne que aquí, entre comillas de prevención, no significa sino "conjunto de rasgos del carácter". La crítica a un análisis social estrechamente marxista está servida.

El caos de fechas de arriba se explica porque el ensayo se publicó originalmente en dos números de un anuario de investigación social, entre 1904 y 1905. Al final de su vida, Weber lo incluyó en la edición completa de sus ensayos sobre Sociología de la religión, incluyendo un buen número de cambios y adiciones. Es poco conocido, por ejemplo, que es sólo en esta segunda versión de 1920 donde aparece el término "desencantamiento", que desempeña, curiosamente, una función central. Un clásico, en fin, que no deberían dejar de conocer los interesados en la formación de la sociedad actual y cuya lectura se disfruta mucho más de lo que puede dejar concluir este torpe resumen.

3 comentarios:

Sonia dijo...

Ah, Jaime, me encanta!!Por qué reseñas esto? Acabo de tirar la "Pila de libros para leer", qué digo tirar, casi la quemo a la antigua usanza, y por qué? Porque quiero leer esté libro. Ya ves, el de Borges y el Budismo tendrá que esperar(y sólo ha recibido una leve patadita, pero casi ha estado a punto de ser quemado!!), jeje.

Anónimo dijo...

Es mentira que eso influya en algo en la prosperidad de esos países. Solo un ejemplo: los países del áfrica subsahariana colonizados por Reino Unido son pobres y protesatantes. Remito a «Why Nations Fail» de J. Robinson y D. Acemoglu. Ahí se explica todo solo la aparición de la prosperidad.

Anónimo dijo...

Lo de los PIGS y el riesgo y tal...es lo que desean que se diga hace unos años los poderes financieros, y sus políticos de paja, de la Europa del Norte. No es Max Weber esto, lo usas para legitimar el racismo y la ideología para justificar el ataque neoliberal a los países mencionados. Una lectura simple del libro, y un uso perverso en tu artículo.