Año de publicación: 1981
Valoración: Bastante recomendable
“La isla de Róbinson” es la biografía novelada de Simón
Rodríguez, de nombre “artístico” Samuel Róbinson, un personaje clave en los
procesos de emancipación de la América española. Su importancia se debe, fundamentalmente, a que Rodríguez fue tutor y mentor de Simón Bolívar, aunque no
hay que desdeñar en absoluto sus aportaciones en el ámbito de las reformas educativas.
Pese a que la novela es una continua rememoración de
experiencias, paisajes y gentes de América del Sur, desde la selva a las
cumbres andinas, del Caribe a la Tierra de Fuego, dos serise los principales ejes sobre los que gira el libro: la figura del Libertador, ya sea como presencia
palpable o como influencia inasible, y la obsesión de Rodríguez por la educación como fuerza transformadora de la sociedad. Estos dos ejes serán una constante en una novela que podríamos dividir en dos partes bien diferenciadas.
La primera parte sería una “novela de formación”, tanto del propio Rodríguez como de Bolívar.
Abarcaría desde los días en los que ambos entran en contacto en su Caracas
natal hasta los días de la independencia. Es novela de formación porque es la
narración de la adquisición por parte de ambos de su bagaje político –
cultural. Los escritos de Rousseau y Voltaire, la influencia de la
independencia de los Estados Unidos y los iniciáticos viajes a la Francia
revolucionaria y napoleónica , a Italia y a Inglaterra marcarán de forma indeleble a ambos, a través de
la observación de los aciertos y errores, de las potencialidades y derivas de
los procesos europeos.
La segunda parte daría comienzo con la independencia de las
repúblicas latinoamericanas y llegaría hasta los últimos días de Simón
Rodríguez. Esta segunda parte puede (y debe) leerse como la crónica de un
fracaso: la primera de tantas oportunidades perdidas para América Latina, la
eterna historia de las revoluciones traicionadas y malbaratadas por luchas
intestinas, celos, rencillas y egos. Porque, pese a los triunfos militares de
Bolívar, surgen las envidias, los intentos de asonada, las luchas de poder y
los proyectos educativos de Rodríguez se ven abocados al fracaso. Ejemplo claro
de este fracaso es la propia situación de Simón Rodríguez en sus días finales,
dedicado a la fabricación de velas y jabones con los que iluminar y limpiar el
exterior cuando todos sus esfuerzos en vida fueron destinados a iluminar y
limpiar el interior.
En resumidas cuentas, “La isla de Róbinson” es una (muy)
buena novela que, como todo, cuenta con sus cosas buenas y malas. A su favor
están la universalidad de la obra pese a tratar un tema local, el reflejo del
ambiente de derrota, de revolución fracasada y traicionada, la construcción de
un gran personaje como el de Simón Rodríguez, y una mayor accesibilidad (o menor
experimentación) que otras novelas del autor como la magnífica “Las lanzas
coloradas”. En su contra, en cambio, pesan una cierta reiteración de ideas y
una excesiva fragmentación de los episodios de la vida de Rodríguez, la cual provoca
que no se profundice en momentos que podrían dar más de sí. Además, aunque esto
es un asunto que hay que poner en mi “debe”, creo que se trata de una obra que
disfrutarán más quienes posean más amplios conocimientos de los procesos de
emancipación de la América española.
En cualquier caso, después de haber leído hace un montón de
años “Las lanzas coloradas”, he quedado más que satisfecho con esta vuelta a
uno de los grandes de las letras venezolanas. Habrá algún que otro Uslar Pietri
más. Seguro que sí.
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