lunes, 17 de noviembre de 2025

Carlos Pérez Merinero: El ángel triste

Idioma original: Español
Año de publicación: 1983
Valoración: Está bien

El ángel triste es una novela negra simple pero efectiva. Sin ser extremadamente memorable, compleja o profunda, resulta sumamente entretenida, presenta un ritmo trepidante y personajes razonablemente perfilados. Sus vulgarimos, diálogos chispeantes y escenas de sexo y violencia recuerdan a los de la encantadora literatura "pulp". 

Tiene cierto mérito en tanto que pionera del género en español, pues su autor, Carlos Pérez Merinero, siempre narró sus ficciones en primera persona desde el punto de vista de un criminal, cosa poco habitual en su época.

Trata sobre un hombre de 32 años que quiere una existencia tranquila, una existencia que no le obligue a asumir responsabilidades, en la que el visionado de películas en su aparato de vídeo, el dinero y el sexo estén asegurados. Pero su madre, que se empeña en vivir, le priva de recibir la herencia, su amante Julia le pide que se mude con ella, amenazando su soledad, y los vecinos del piso de al lado discuten todos los días, impidiéndole hallar la paz. 

El único reproche que le haría a El ángel triste es que ciertos pasajes no aportan gran cosa y que su tercera parte (aunque interesante en sí misma) se siente algo desconectada de las dos primeras. También destacaré que, si bien la perversión moral y sexual del protagonista podían resultar escandalosas en su época, a día de hoy se antojan bastante suaves.

En resumen: esta novela gustará a los incondicionales del género negro, especialmente a quienes acudan a ella anticipando una prosa meramente funcional, la disección de un personaje amoral, un descenso a los infiernos de la autodestrucción y saludables dosis de sexo sórdido y violencia cruda. 

El ángel triste se publicó originalmente en la mítica colección Libro Amigo de Bruguera en 1983. Yo he leído una reedición de Vernacci, cuyo diseño y formato (el libro emula una cinta de vídeo, y la cubierta y contracubierta su funda) me parece muy original. 

Ah, la novela ha sido adaptada al cine, aparentemente con poco acierto, en dos ocasiones, en películas tituladas Bajo en nicotina (1984) y Bueno y tierno como un ángel (1989).

domingo, 16 de noviembre de 2025

John Steinbeck: La luna se ha puesto

Idioma original: inglés
Título original: The moon is down
Año de publicación: 1942
Traducción: Pedro Lecuona
Valoración: bastante recomendable

Antes de leer la novela, y conociendo de su existencia por varios años, había pensado que el título era horrible, muy parecido a nombrar De ratones y hombres como La fuerza bruta. Pero después de terminarla se entiende mejor el porqué del título.

De repente, en un pueblo y en un tiempo del que nunca se sabe con seguridad la época (aunque se intuye que es cerca del final de la Segunda Guerra Mundial), los habitantes son invadidos como un relámpago por culpa de un mercader que filtra a los militares la organización y defensa del pueblo. Esta invasión se da por la mina de carbón que poseen, necesaria para seguir proveyendo de recursos a la potencia enemiga.

En la casa del alcalde Orden se discute la manera de recibir a los militares (con un deje civilizado que hoy, me temo, nos queda muy lejos) y de cómo resistir sin que eso cause más muertes en la población, ya que algunos jóvenes fallecieron por defender el pueblo, escasamente armado contra tanques y ametralladoras. A su vez, el líder de los militares, el coronel Lanser, también es bastante cortés en su trato hacia los demás y reconoce la jerarquía y el rol del alcalde como fundamental para contener el aturdimiento, primero, y luego la rabia silenciosa del pueblo, creyendo ingenuamente que se pondrá de su lado para asegurar el poder. Pero el alcalde Orden, a diferencia de sus congéneres del mundo real, cuenta con un sentido de pertenencia hacia su territorio y una dignidad, compasión y orgullo por cada uno de sus habitantes, valores y sentimientos que son mutuos, excepto en el caso del mercader delator, que se humilla constantemente esperando su recompensa y a quien todo el pueblo execra ignorándolo.

A lo largo del libro, las tropas militares, que esperan vanamente el comunicado de triunfo de la sede mayor, malgastan meses tratando de comunicarse con los habitantes, desesperándose por el silencio y la imposibilidad de establecer un vínculo mínimo. Todo empeora cuando ocurre lo inevitable, la rebelión física de uno de los habitantes hacia un capitán; juzgado y condenado a muerte, la rabia comienza a aflorar en acciones cada vez más confrontativas. 

Steinbeck, aunque todos sus personajes conserven los modales (los invasores no matan por diversión ni violan) hasta casi cerca del final, cuando los soldados han perdido los nervios por los constantes desafíos y añoran obsesivamente su hogar, no es ningún ingenuo y nos recuerda a cada rato que la ira callada se retroalimenta y perdura esperando el momento de volcarse sobre los otros, tenga el costo que tenga. Hay momentos en donde uno cree que se acerca la conciliación entre las dos fuerzas, un intento de empatía, porque, como lector, también se comprende a los soldados que esperan la victoria y que, en la realidad y sin enterarse por parte de sus mayores, viven perdiendo hasta despojarse de toda parafernalia militar para intentar abrirse (sea a los tumbos o sinceramente) hacia los demás, sin ningún resultado. ¿Qué elegir, qué pensar, cuando la diferencia entre un bando y otro es que uno hace las cosas que debe hacer para que su espíritu no fallezca y otro, igual de obligado y hasta cierto punto engañado, hace las cosas que ya no quiere hacer, produciéndole una derrota moral?

Es en esa ingenuidad o buena voluntad del lector donde Steinbeck triunfa para contar descarnadamente los hechos, sin que estalle en primer plano la violencia, pero dejando un poso de tristeza por los enfrentamientos ordenados y una gran admiración hacia el alcalde y el pueblo, que no deja a nadie tirado y que comprende que debe luchar aunque tenga todas las de perder. Los personajes, si bien cumple cada uno con su prototipo, son memorables (el coronel honrado que detesta lo que hace, el capitán ansioso de sangre y poder, el alcalde conocedor del alma de su población, cada soldado nostálgico de su casa y con reacciones diversas), y la novela, corta, sin florituras y llena de diálogos, causa la sensación de la verdadera literatura. 

Y eso que es considerada una obra menor.



sábado, 15 de noviembre de 2025

David Grann: El comandante yanqui


Idioma original: inglés

Título original: The Yankee Comandante

Año de publicación: 2012

Traducción: Sandra Caula

Valoración: muy recomendable


Con apenas ciento veinticinco páginas, y un tiempo de lectura de apenas un par de horas, El comandante yanqui es el tipo de lectura que ofrece mucho más de lo que tan escueto contenido pueda hacer presagiar. La historia de William Morgan, que se une en los años 50 a la guerrilla que acabará alzándose con el poder en Cuba, derrocado Batista podría parecer, en estos tiempos turbios dominados por las opiniones políticas contrapuestas usadas por doquier (sobre todo en las RRSS, por supuesto) como armas arrojadizas algo proclive a la idolatría, a la idealización. Y no es que la historia deje al régimen cubano en demasiado buen sitio, más bien simplemente añadido a la larga lista, con muchos miembros ya, de experimentos utópicos, tan loables y admirables en sus planteamientos, tan necesarios en sus determinados momentos históricos, tan deteriorados o directamente dinamitados por lo que siempre acaba siendo la naturaleza humana en su peor versión: avaricia, corrupción, afán de poder que se interpone en los ideales. También esa especie de paroxismo que ataca a cualquiera que ostenta el poder absoluto y que acaba haciendo cierta la máxima: todos los totalitarismos acaban pareciéndose y una de sus condiciones más habituales es la obsesión enfermiza por neutralizar a la disidencia, incluso en sus estadios más seminales. 

Queda clarísimo en esta biografía: Morgan perteneció al círculo cercano a Fidel Castro, cuya primera intención fue acabar con una dictadura e implantar la democracia en la isla caribeña. Y esa idea fue la que sedujo a Morgan un joven norteamericano cuya vida hasta ese momento había sido errática y poco ejemplar. Pero se sintió atraído por ese ideal, el de defender a los desfavorecidos que sufrían la fuerte represión de la dictadura de Batista, muchas veces con la connivencia o la ayuda descarada de los servicios secretos - la mítica CIA - siempre tan obsesionados por sofocar cualquier posibilidad de que los estados iberoamericanos pudieran desequilibrarse hacia la izquierda. Ese mapa de influencias de orden casi contradictorio (¿no eran ellos los garantes de la democracia y las libertades?) se configura a lo largo del libro y presenciamos como Morgan empieza a dudar de aquello a lo que apoyado. 

Por supuesto, la sombra de la traición (incluso la traición a uno mismo) acaba pesando en su vida, y Grann lo explica de una forma amena, directa, casi periodística y por supuesto sin desagradables decantaciones ideológicas. Nada tendencioso y casi bruscamente real, la historia de Morgan es tejida de una forma clara, vehemente, incontestable, en un texto de una concisión severa y aplastante, que ni siquiera necesita trazar elipsis, tal es su síntesis y su intensidad formal.

También de David Grann en ULAD: Los asesinos de la luna

viernes, 14 de noviembre de 2025

Jon Fosse: Vaim

Idioma original: nynorsk (neonoruego)
Título original: Vaim
Traducción: Meritxell Salvany en catalán para Galàxia Gutenerg y Cristina Gómez-Baggethun en castellano para Random House
Año de publicación: 2025
Valoración: muy recomendable


Empieza el relato con uno de los ya habituales monólogos interiores de Fosse, en el que el narrador (de nombre Jatgeir) nos cuenta en primera persona su viaje a la droguería de Bjørgvin en búsqueda de un carrete de hilo negro y una aguja para coser un botón que se le había caído, pues sabe que en la de su ciudad es posible que no encuentre lo que busca. Pero, para su sorpresa y desgracia, se encuentra pagando un precio a su entender desorbitado y ello le lleva a cuestionarse el porqué de esos viajes en barca a Bjørvin con el único fin de ir a la droguería, por qué sigue yendo ahí únicamente para ese propósito y, en su intento de entender el motivo, se da cuenta de que las respuestas se hallan en su interior, en los recuerdos de su juventud, cuando hacía esos viajes frecuentando las tabernas con «la esperanza de encontrar alguien con quien compartir de la vida» reconociendo a la postre que «quizá, aquella historia de tener que ir a comprar hilo y aguja sea como sea, solo debía ser una excusa que me había urdido para poder coger la barca y venir hasta Bjørvin ahora que habían llegado las vacaciones de verano y no tenía que trabajar». Pero ese viaje le conduce también a otra isla vecina, Sartor, que le transporta en un viaje también mental en el que rememora sus recuerdos de adolescencia y con ello un antiguo amor por una joven, nunca expresado de manera directa, un enamoramiento guardado para sí mismo en una suerte de idolatría y admiración por alguien a quien apenas conocía, porque «a ella no le había hablado nunca, de sus sentimientos, solo faltaría, que yo no hubiera osado confesar nada parecido a una mujer jamas de la vida».

Con esta premisa, vemos que en esta corta novela y que conforma la primera parte de una trilogía, Fosse vuelve a los terrenos que ya conocemos de su obra: el monólogo interior, constante, que fluye con una suave transición entre memoria, reflexiones y diálogos, con un estilo que destaca por una gran ausencia de signos de puntuación que separen los registros y con ello, de forma mezclada pero puramente nítida, los recuerdos del protagonista se mezclan con alucinaciones y espejismos en las que la realidad se confunde con la fantasía, en un claro ejercicio de intento de restituir aquello perdido incluso sin haber existido, un esfuerzo por recuperar más que una realidad una sensación, un deseo, en un acto de clara nostalgia hacia un presente que hubiera sido de otro modo si un gesto, un pequeño acto del pasado hubiera sucedido o lo hubiera provocado con un paso nunca dado; un constante lamento y resquemor que le corroe y le persigue desde años ha. Y, cuando uno está ya inmerso en la vida de Jatgeir, arranca el segundo capítulo con un cambio de narrador, aunque sigue con el mismo estilo de voces interiores, dudas entre lo vivido y lo imaginado, etc. Esta segunda parte nos da una visión diferente y ampliada de la historia contada en la primera, y es interesante pues sigue el estilo de Fosse de monólogos internos, aunque en este caso la imagen que nos transmite es la de un segundo observador. Ya la tercera parte es mucho más compleja y juega al despiste de manera continua esgrimiendo un texto en el que la confusión y los alternados momentos temporales pueblan el relato hasta llegar a un punto en el que no está claro quién habla ni el orden de las cosas pero uno están tan enfrascado en la lectura y los paralelismos y ángulos de visión que la historia se disfruta y nos mantiene atados a ella.

Estilísticamente, es innegable que el estilo de Fosse con el monólogo continuo te recoge y te envuelve, arrastrándote en esos continuos diálogos internos que te llevan a interiorizarlos casi como propios, consiguiendo que el lector se contagie y empatice de manera inexorable dejando que el texto lo lleve donde el autor pretende, hábilmente, con el fin de hacerlo testimonio a la vez que también protagonista de sus infortunios porque siempre en los relatos de Fosse aparece el pasado con forma de espectro, mezclando sueños y realidades empujado por el deseo de cambiar infructuosamente aquello que ya es permanente y sin opción de vuelta atrás. En esas alucinaciones Fosse intenta que sus protagonistas encuentren el momento de ajustar cuentas con su pasado, aunque siempre lo hacen desde un estado próximo a la desesperación, a la incredulidad y al desasosiego.

Con este texto, Fosse ha tejido una obra coral, caleidoscópica en la que los personajes son protagonistas de manera parcial, como vehículo para transmitir aquello que el autor pretende: la necesidad de restituir el pasado, de reencontrarse a uno mismo, con la sensación siempre evidente que la búsqueda se convierte en una súplica, un lamento por lo perdido, por lo nunca tenido pero siempre ansiado. Y, a pesar de que el argumento no es novedoso en sí, la manera de narrar de Fosse y lo que transmite despierta unas grandes ansias de leer la publicación de las dos partes que faltan para poder así ampliar un poco más el espectro coral que Fosse ha tejido magistralmente en esta última obra.

jueves, 13 de noviembre de 2025

Garazi Albizua: Termita

Idioma: español

Año de publicación: 2024

Valoración: entre recomendable y está bien 

La protagonista de esta novela con título de bichito que se come la madera es una mujer que vive con su abuela en un caserón de las afueras de alguna localidad sin especificar, física y socialmente distanciadas del resto de la comunidad, que las evita, excepto para solicitarle favores a la abuela, que practica ciertas brujerías...

Sí, no me he equivocado de novela, amigos/as de este blog; este comienzo bien podría servir para otra novela ya reseñada magníficamente en este blog, (magníficamente por mis compañeros Santi y Oriol, quiero decir, que yo no di un palo al agua), de tal forma que cualquiera podría pensar que Garazi Albizua se ha inspirado, de forma consciente o no, en la de Layla Martínez... Bueno, pues hasta ahí, porque lo cierto es que, más allá de la primera premisa, ambas novelas no tienen mucho que ver la una con la otra. La que nos traemos hoy entre manos no nos propone una historia de carácter o con componentes sobrenaturales -aparte de las supuestas brujerías que he mencionado-, ni tampoco una reivindicación de los humillados por el pasado -bueno, un poco sí, pero de forma tangencial-; se trata, en cambio, de un conjunto de vivencias, pensamientos y recuerdos de la protagonista, una mujer ya madura con ciertos problemas de relación social, un trastorno de apetito desenfrenado y un vínculo  basado (aparentemente) en la dicotomía amor/odio con su abuela, a la que ella llama la Termita.

Es la figura de la abuela, precisamente, la que va tomando cada vez más importancia a lo largo de la novela, haciéndose un hueco en el espacio ocupado, casi en su totalidad, por la protagonista/narradora y sus cuitas; de hecho, hasta el final es difícil entender porqué la autora le ha puesto este título a la novela, pues en gran parte de ésta la abuela es un personaje de fondo, extraño y enigmático, si se quiere, pero no central. Extraño y enigmático para su nieta, claro, que si algo demuestra a lo largo de la novela es que es un ejemplo evidente de una narradora poco fiable, de forma que la percepción que tenemos de ella y de su entorno cambia a lo largo del libro; es evidente también que se trata de una persona con problemas psicológicos o con "disforia existencial", si se prefiere usar una expresión más ad hoc... aunque no errónea porque, de hecho, tiene algo de personaje de novela existencialista, como un Meursault femenino, gord... perdón, de tamaño diferente y que trabajara de teleoperadora. Bueno, también en apariencia, porque al final (y no pretendo hacer un spoiler, así que seguid leyendo bajo vuestra responsabilidad), la historia se revela más como un drama familiar lleno de buenos sentimientos que como una descarnada y escéptica novela sobre contra el mundo y contra la vida, que diría nuestro amigo Michel...

La cierta confusión para una lectura lineal de esta novela que nos puede inducir una protagonista-narradora de estas características -siento denominarla siempre así, pero es que en el libro no llegamos a conocer su nombre- resulta desconcertante en un principio pero, a la postre, se entiende su causa y, es más, refuerza la comprensión de la historia que, ya digo, resulta contarnos algo diferente de lo que parece en un principio.  Ayuda a que nos sumerjamos en la novela, en gran medida, la prosa de esta autora vasca, llena de brío y recursos, con un estilo fácil de emparentar con el de muchas escritoras contemporáneas, sobre todo (aunque no sólo latinoamericanas) que retratan a sus personajes femeninos y sus circunstancias vitales "sin pelos en la pluma", por así decir, sin obviar lo que de conflictivo, violento o , desagradable que tiene el mundo que las rodea, las urgencias del sexo sin remilgos o las esclavitudes y miserias del cuerpo. No hace falta que dé nombres, supongo, pero sí añadiré que, a diferencia de alguna que otra escritora, en el caso de Garazi Albizua esta identificación de su estilo con una posible tendencia literaria contemporánea femenina  (todo este rollo es para no poner el término "movimiento", puesto que no lo es) no resulta impostada ni manierista, sino perfectamente adecuada a lo que nos quiere contar.  Es cierto que el partir de una premisa similar al de esa otra novela que ha tenido gran éxito (al menos en España), si bien esto no es óbice para escribir una igualmente interesante (ni es algo insólito; no es el primer caso que me encuentro este año), sí que le puede haber restado a Termita algo de impacto y repercusión... Aunque también hay que decir que le han dado el premio Euskadi de Literatura en Castellano, que, mira, no está nada mal.

miércoles, 12 de noviembre de 2025

Leonard Cline: La estancia oscura

Idioma original:
Inglés
Título original: The Dark Chamber 
Traducción: Santiago García
Año de publicación: 1927
Valoración: Recomendable

La estancia oscura es una novela de terror excelente, ideal para amantes del género, de la literatura psicológica y del decadentismo. Tiene una factura impecable, un tono lúgubre, una ambientación espeluznante, personajes repletos de aristas oscuras y un manejo temático tan ambicioso como nítido.

H. P. Lovecraft dijo de ella en su celebrado ensayo El horror sobrenatural en la literatura: «De gran altura artística es la novela La estancia oscura (1927), del difunto Leonard Cline. Se trata de la historia de un hombre que –con la ambición característica del héroe malvado gótico o byroniano– trata de desafiar a la naturaleza y recuperar cada uno de los momentos de su vida pasada mediante el estímulo anormal de la memoria. Para ello utiliza interminables notas, escritos, objetos evocadores y retratos, y después olores, música y drogas exóticas. Por último, su ambición va más allá de su vida y llega hasta los negros abismos de la memoria hereditaria..., alcanzando incluso los tiempos prehumanos de las ciénagas del periodo carbonífero, y las inimaginables profundidades de los tiempos y seres primordiales... hasta que su gran perro empieza a sentir miedo de él...»

En La estancia oscura, Oscar Fitzalan, un joven músico de origen humilde, es contratado por Richard Pride para llevar a cabo unos misteriosos experimentos en torno a la memoria. Fitzalan se aloja en la mansión de Pride, Mordance Hall, un lugar decadente y oscuro rodeado de montañas y bosques. Allí conoce a Miriam y Janet Pride, esposa e hija de su anfitrión respectivamente, y a Wilfred Hough, el secretario de éste. Pronto descubrirá las dinámicas tóxicas que hay entre todos ellos, y se verá inmerso en su degradación psicológica, moral y física.

Un escritor menor que dispusiera de la misma premisa que Cline hubiera fabricado una novela más convencional: una que no mantuviese con acierto el equilibrio entre lo realista y lo fantástico, dejando a opinión del lector determinar de qué pie cojea; una en la que el argumento, en vez de refinar lo folletinesco, cayera de lleno en sus peores tropos; una que se centrara en los intereantes experimentos de Richard Pride (que a todas luces influyeron a Lovecraft y Clark Ashton Smith), pero que descuidara en el proceso tantas otras vetas argumentales igual de sugerentes.

En fin, quienes se animen a leer La estancia oscura recuerden que no se trata de una obra de terror al uso y que éste se manifiesta de forma extremadamente sutil. 


También de Leonard Cline en ULAD: El dios de piedra

martes, 11 de noviembre de 2025

N.D. Cocea: El vino de larga vida

Idioma original: Rumano
Título original: Vinul de viață lungă
Año de publicación: 1931
Traducción: Borja Mozo Martín
Valoración: Bastante recomendable

- A ver, listillos: Tirando de memoria, ¿cuántos escritores rumanos podéis nombrar? 
- Cartarescu.
- Sí, sí, muy bien, correcto.
- ¡Hertha Muller!
- Medio punto porque nació en Rumanía pero escribe en alemán.
- ¿Cioran?
- Lo mismo que a quien ha dicho Hertha Muller, pero en francés.
- Max Blecher.
- A ver, ¿quién cojones es el repelente que ha dicho Max Blecher?... Vamos, que las vacas sagradas y poquito más, eh!

Bueno, pues para demostrar una vez más lo "rarunos" que somos (y también por si pensáis ir a Pasapalabra y os preguntan "C: apellido del escritor rumano autor de la novela El vino de larga vida"), aquí os traemos una novela de 1931 de un autor rescatado hace escasas semanas por la editorial Muñeca Infinita. Hablamos de El vino de larga vida y de Nicolae (Ceaucescu. No, no, que nos cierran el blog) Dumitru Cocea.

Pese a su brevedad, apenas 120 páginas, la novela lleva en su interior 3 o 4 libros diferentes. Porque aunque digamos que el envoltorio general es el de un cuento moral (¿como los de Erich Rohmer? pregunta el ya mencionado repelente), la novela contiene partes que podrían ser leídas como novela de iniciación, como novela social o como drama lorquiano, con un punto que me recuerda a La hiedra de Grazia Deledda. Vayamos por partes:
  • Novela de iniciación en forma del aprendizaje que el joven juez auxiliar extrae de su relación con Don Manole, noble local "apestado" y blanco de las habladurías de las "fuerzas vivas" del pueblo.
  • Novela social a través de la crítica a personajillos como el alcalde, el cura, etc y las creencias / supersticiones de estos y de la contraposición entre sus ideas y opiniones y las de Don Manole (retornado de París, amante de la buena vida, el arte y los libros, etc)
  • Drama lorquiano por esa historia que Don Manole narra al juez en la parte final de la novela y que marca un punto de inflexión en la vida de aquel. Esta es la parte que me ha traído a la mente a Grazia Deledda y su novela La hiedra, de temática más o menos cercana y con la que comparte protagonismo el paisaje que rodea a los personajes.
Y aunque estos ingredientes por separado podrían dar lugar a un batiburrillo del carajo, Cocea los integra de forma coherente bajo la ya comentada forma de cuento moral, con el que nos invita a pensar en lo realmente importante, en si estamos prestando excesiva atención a estupideces, en qué demonios es la felicidad y cómo tratar de hallarla, en si estamos acertando o no con nuestra forma de los distintos aspectos de la vida.

Me queda, en el lado menos bueno, la sensación de que Cocea podría haber ahondado más en las relaciones de poder que se establecen entre los miembros de las fuerzas vivas del pueblo y que el cuento que se añade al final del texto, obra de Corina Sabau y que vendría a ser una especie de revisión / actualización de la novela de Cocea, no está a la altura de este.

Pero la impresión global es más que favorable, así que bienvenidas estas recuperaciones "medio rarunas" para gente "medio raruna" como nosotros. ¡Y que sean muchas más, oye!