viernes, 13 de junio de 2025

Bernd Brunner: Vivir en horizontal

Idioma original: alemán

Título original: Die Kunst des Liegens. Handbuch der horizontalen Lebensform

Traducción: José Aníbal Campos González

Año de publicación: 2012

Valoración: Curioso


No sé si existe alguna estadística fiable sobre cuántos libros se han publicado a lo largo de la historia. Son sin duda miles, quizá cientos de miles, desde las culturas más remotas hasta la misma actualidad, en todas las lenguas habidas y por haber, en todas las épocas y formatos, pergaminos, opúsculos, cartas, catecismos, tocando todos los géneros conocidos y sus derivaciones. Y en todo ese diluvio de libros se han tocado todos los temas, ya sea desde la ficción o desde la voluntad de transmitir conocimientos sobre cualquier asunto. Así que seguro que ha habido precedentes, el mismo Bernd Brunner cita algunos, pero no serán muchos los textos que se refieran a algo tan humano como una postura, la posición del cuerpo en la que todos los humanos que fueron, son y serán hemos pasado una buena parte de nuestra vida. Unos más que otros, es verdad, y por razones muy diversas. Pero en definitiva algo que nos une sin remedio y sin excepciones: todos estamos cada cierto tiempo en posición horizontal.

Desde luego, se puede construir un libro entero sobre esto tan obvio y tan conocido, pero tampoco es tan fácil. ¿De qué hablamos? ¿Empezamos con nuestros antepasados acurrucados en cuevas, o avanzamos hacia camastros rudimentarios construidos con algo de paja o ramas? ¿Hablamos de la costumbre romana, no sé si también griega, de comer recostados? ¿Quizá algo parecido a una historia de la cama, con sus modificaciones estructurales o la importancia de su colocación según el feng shui? ¿Tocamos la segmentación social o política para ver al poderoso repantingado mientras los súbditos permanecían de pie? Pues sí, todos estos asuntos los toca el libro, juntos con muchos otros relacionados con el sueño, sus horarios y aspectos médicos, las posturas idóneas para bebés y las preferidas en el lecho compartido, la influencia de Oriente en las rudas costumbres europeas, aparatos absurdos asociados  (al menos teóricamente) al descanso y la relajación.

Como se ve, es una fuente inagotable de cuestiones que podríamos obtener de una sencilla brainstorming, porque a todos se nos pueden ocurrir mil ideas relacionadas con la posición horizontal del ser humano. 

Muchas de ellas las desgrana el autor a los largo de unos treinta capítulos, de tres o cuatro páginas cada uno, en los que va revisando con una pizca de humor, más bien poquito, tantos puntos de vista posibles. La lectura es agradable, ligera, quizá demasiado ligera, porque, siendo sinceros, el tema sí que es original pero también bastante intrascendente. La consecuencia es que leemos digamos con agrado pero sin mucho interés, invitando el texto a detenerse en algún detalle curioso y poco más. 

Me temo que el asunto no da para mucho más, aparte de comentarios de algún cariz humorístico, porque si de esto alguien pretende hacer un análisis antropológico o cultural de más enjundia tal vez podría estar provocando que el lector quede traspuesto, ya sea en esa posición horizontal o en alguna alternativa, con variantes llámese butaca, sofá, hamaca, tumbona o a ras de tierra, bajo un árbol sobre la hierba, o en la arena de la playa.


jueves, 12 de junio de 2025

Colaboración: El diablo en la cruz, de Ngugi wa Thiong’o

Idioma original: Kikuyu o gikuyu

Título original: Caitaani mũtharaba-Inĩ

Traducción (del inglés): Alfonso Ormaetxea

Año de publicación: 1980

Valoración: Tendría que ser kikuyu originario para poder hacer una valoración justa.


El diablo en la cruz es un libro muy especial, algo totalmente inesperado en Europa y en el resto de lo conocido como mundo occidental. Fue el primer libro que Ngugi wa Thiong’o escribió en su lengua materna, en kikuyu o gikuyu. Lo escribió para los pueblos de su cultura natal, sin importarle que pudiera tener otros posibles lectores. Eso hace que toda su primera parte nos desconcierte a quienes no somos nativos de la cultura kikuyu. Además lo escribió pensando en los que no saben o no quieren leer en inglés y para aquellos a quienes recomienda que lean y escriban en su idioma materno. Tal vez eran muy pocos los que 1980, año de su primera edición, sabían leer kikuyu ¿Cuántos libros escritos en ese idioma existirían por entonces? Según nos cuenta el mismo Thiong’o, en la escuelas de Kenia, cuando él estudió en ellas, se prohibía hablar kikuyu; educar era enseñar a hablar, leer y escribir en inglés.

En algunas de sus obras escritas en el idioma de los colonizadores, libros que le dieron una muy merecida fama, Ngugi propone Descolonizar la mente y escribe una tesis para impulsar la escritura en las lenguas de los habitantes originarios de Kenia. Aquí, en El diablo en la cruz, Thiong’o no propone, lo hace y elige atinadamente personajes y costumbres sumamente populares para demostrar a su pueblo lo que considera de primordial importancia: con los colonizadores llegó a Kenia un sistema hecho para robar y depredar, que logró instalarse manejado por quienes quedaron al frente del país, al servicio de los antiguos colonizadores, después de la independencia política.

A nosotros, los “occidentales”, la primera parte de la novela nos parece no solo una ironía, más bien la vemos como una burla grotesca del sistema económico en que vivimos. Desde nuestro rincón cultural, preferimos leer, para criticar al sistema, a sesudos pensadores: Marx, Arendt, Althusser, Habermas, Zizek. Y los comentaristas damos maromas para defender a un gran literato que escribió, para hablar del sistema económico imperante, lo que dicen los choferes ilegales del transporte público más usado en nuestros barrios marginales. Definitivamente Thiong’o no escribió El diablo en la cruz para nosotros ¿Cómo juzgar desde nuestra cultura egocéntrica a quien escribe para una cultura que podría salvarnos de devorar nosotros mismos nuestra biósfera?

Intrigado, todavía sin entender y molesto por lo grotesco de las burlas, seguí leyendo la novela hasta el final y apareció, no podía ser de otra forma, la magia de Ngugi, con la que, a una de las protagonistas, una mujer del pueblo, la convierte, sin alardes, con una enorme sencillez, en símbolo del pueblo kikuyu: hermosa, que luce con orgullo su atuendo tradicional que la embellece aún más, segura de sí misma, que asume su pasado donde fue mancillada sin negarlo, amando a la hija de ese pasado y firme en la defensa de un futuro de cuya construcción se hará responsable, superando cualquier dificultad: Wariinga, la mujer kikuyu que representa a todo su pueblo natal, por arte mágico de Nugi wa Thiong’o.

Firmado: David Batista

Más reseñas de Ngugi wa Thiong’o en ULADaquí

miércoles, 11 de junio de 2025

Kate Brown: Manual de supervivencia


Idioma original: 
inglés

Título original : Manual for Survival

Año de publicación: 2019

Traducción: David Muñoz Mateos

Valoración: necesario 

De acuerdo con que la atención prestada al asunto de Chernóbil puede que ya nos parezca suficiente: aquí o también aquí o incluso aquí , tanto en este blog como en algún adormecido proyecto paralelo, ya se le ha dispensado alguna cobertura a sus hechos y a sus repercusiones inmediatas. Afortunadamente estamos en una época dorada y pujante de la posibilidad de acceso a mucha clase de información, soslayemos los debates sobre sus límites, su saturación, la necesidad de filtros y advertencias constantes que nos aconsejan justo eso: relativizar ese aluvión avasallador de datos que se complementan o se contradicen según sean los intereses. Que Chernobil sucedió es innegable, que fue la espoleta del final de los dos bloques (eso decíamos en los 90: hoy diremos que de los dos bloques en su formato post II WW), que puso al mundo en alerta sobre el uso de la energía nuclear y sus protocolos de seguridad...

Kate Brown, investigadora de campo, da un paso más en este Manual de supervivencia. Ahí es donde se justifican esas algo extenuantes quinientas páginas. Recupera, por si algún astronauta la necesita, la puesta en contexto, los datos básicos. Las fechas, los hechos, los protagonistas activos y pasivos, desfilan uno a uno. Pero esa superficie es conocida, gracias al tesón de quien investigó en su momento para que, al menos, los posibles daños inmediatos fueran conocidos. Lo que Kate Brown hace va más allá de estadísticas, de hechos constatados o incluso de toda aquella máxima que pueda ser distorsionada en clave política (el gobierno de la URSS actuó como un colectivo monolítico obstinado en preservar el poder antes que proteger a la población) o incluso filosófica (la energía nuclear es el producto del ansia de la comunidad científica por descodificar el universo y jugar a ser dioses). Brown acude a los lugares y se encuentra las clásicas sorpresas, tres décadas más tarde. Portazos, restricciones de acceso, escasa colaboración de los estamentos oficiales, oportunas desapariciones de información comprometedora, oportunas lagunas de memoria de los implicados supervivientes.

Por eso es un mérito,  porque haya llegado a ese volumen de información, por todos los cauces que ha tenido que nadar a contracorriente para obtenerlos, y que (convengamos que esa fecha, 26 de abril de 1986, podría perfectamente haber significado el inicio del fin de la vida en Europa) porque esos datos sean tan irrefutables como espeluznantes. Desde la incidencia de enfermedades relacionadas con la radiación, el comportamiento de los órganos con respecto al variado abanico de elementos radiactivos, su perdurabilidad, sus dosis, la comparación con los estudios efectuados tras Hiroshima y Nagasaki, la denuncia de todas las mentiras usadas como argumento para sosegar a la población (no solo en la URSS, también en los entornos de los ensayos nucleares de Francia, USA, u otros paises), el perverso argumento de las cuotas de producción para, con la tosca técnica de la mezcla y la disolución, reintroducir alimentos, agua, materiales irradiados ya no solo en ciclos productivos sino incluso en el consumo humano. No es fácil recorrer ese camino, llegar a esos datos, ni lo es es, al leerlos, reconocer lo cerca que estuvimos de que las grandes capitales centroeuropeas fueran hoy un catálogo de ciudades fantasma en la oferta de agencias de viajes de riesgo. Es, más bien, escalofriante, igual que suponer que sólo esa situación hizo extremar las precauciones, los controles, los niveles de seguridad, y que a saber qué necesitamos que ocurra en el futuro para volver a darnos cuenta de que tampoco eso era suficiente.

martes, 10 de junio de 2025

Ander Izagirre: Cansasuelos. Seis días a pie por los Apeninos

Idioma: español

Año de publicación: 2015

Valoración: entre recomendable y está bien

Pequeño y simpático libro de viajes, en este caso sobre un trayecto a pie que realizó su autor entre la plaza mayor de Bolonia y la catedral de Florencia; seis días para atravesar los Apeninos por el llamado "Vía de los Dioses" -a cuenta de los topónimos relacionados con el panteón clásico-, transitado ya por los antiguos etruscos y, por supuesto, por los romanos, escenario de cruentas batallas tanto en la antigüedad como en la II Guerra Mundial; última morada de miles de soldados alemanes, tierra de leyendas y de castillos y, sobre todo, de la suculenta gastronomía emiliana y toscana (de la que dan buena cuenta el autor y su acompañante). Todo ello para llegar al fin a Florencia, ciudad turistizada hasta el extremo, ciertamente, pero también tan repleta de belleza que ni la desdeñosa ironía contemporánea puede sentirse indiferente a ella. Una recompensa inefable para seis días de esfuerzo (hasta cierto punto) y aventura (ídem).

El librito, ya digo, resulta entretenido y simpático, aunque, por ponerle alguna pega, quizás hace demasiado caso a detalles triviales, lo que le costó subir la cuesta de este monte y luego arriba se comió un bocadillo o si se cruzaron con un señor que paseaba con su perro. cosas así... Cierto que estos detallitos son el aglutinante que une la sustancia de las crónicas de viajes, no todo van a ser descripciones sublimes, referencias históricas y encuentros transcendentales, pero en un libro tan breve como éste; tampoco es que importe mucho, porque el tono general es tan grato y su lectura tan fácil, además de rápida, que para cuando la reiteración de estas menudencias resulte cargante.

Así las cosas, vuelvo a insistir en que el libro se lee con facilidad y resulta suficientemente satisfactorio; un tentempié ligero antes de acometer caminatas más largas, libros que pueden exigir de nosotros/as mayor concentración y, en ocasiones, también una mayor capacidad de sacrificio lector...

Más libros (y una entrevista) de Ander Izagirre en este insuperable blog: Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de bueyPotosí, ALTAÏR magazine. Contar(nos) el mundo (VV.AA.)

lunes, 9 de junio de 2025

Mikel Santiago: El mentiroso

Idioma original: español

Año de publicación: 2020

Valoración: Está bien, supongo

Siempre que leo este tipo de thrillers, recuerdo inevitablemente aquellos trucos de magia que tanto me maravillaban cuando era niño. El asombro era genuino al ver cómo el mago adivinaba la carta que habías elegido o cómo hacía desaparecer una pelota debajo de un vaso para luego multiplicarla y hacerla aparecer en lugares totalmente inesperados. Esos trucos de magia aun me impresionan, pero por motivos diferentes. La habilidad manual de estas personas, resultado de muchas horas de práctica, es increíble, pero ya no me emocionan. Nunca mejor dicho, esos trucos han perdido la magia.

Algo similar ocurre con ciertas novelas de misterio y thrillers contemporáneos. Antes, estos relatos me cautivaban de inmediato, sumergiéndome en sus misteriosas tramas. Sin embargo, estas novelas no solo exigen el clásico pacto de credulidad que firmamos al leer ficción, sino que también requieren un segundo pacto particular: el de permitirnos ser sorprendidos. Es necesario convencernos de que los eventos narrados suceden en tiempo real y no han sido meticulosamente planeados con anterioridad por el autor, quien intenta esconder cuidadosamente los hilos que mueven la trama. Pero una vez que esos hilos son visibles, el encanto se desvanece. Y me atrevería a decir que ni siquiera es necesario ver esos hilos, sabemos de antemano que existen.

En El mentiroso, de Mikel Santiago, el protagonista despierta junto a un cadáver, con la mente en blanco y sin recuerdo alguno de las últimas 48 horas. Al tiempo que la policía investiga lo ocurrido, él comienza lentamente a recuperar fragmentos de su memoria en forma de flashbacks. Conforme avanza la historia, se da cuenta de que su implicación en la muerte es mucho más profunda y perturbadora de lo que inicialmente sospechaba, y que las circunstancias alrededor de aquel homicidio involucran a todo el pueblo. Realmente no podría decir más sobre la trama, y aquí vuelvo a mi idea inicial, una vez visto el truco, ya no hay nada más qué hacer. Por cierto, este gimmick donde el protagonista padece amnesia, le permite al escritor sacarse todos los libretazos que quiera con el pretexto de que nuestro héroe no recordaba lo ocurrido.

No me malentiendan, como esos magos, los escritores de thrillers Netflixables poseen un talento notable. Santiago es un autor que claramente sabe lo que hace: crear tramas ágiles, entretenidas y con giros capaces de mantener al lector interesado hasta la última página (una habilidad que admiro profundamente). Sin embargo, más allá del entretenimiento superficial, no encuentro una profundidad significativa ni una invitación a una segunda lectura más profunda o analítica. La novela se sostiene únicamente por aquello que desconocemos; una vez descubierto, pierde casi todo su atractivo (ayer hubo una venta de saldos de libros cerca de mi universidad, aquellas pilas de libros llenas de thrillers que nadie pretende releer me parecieron un desperdicio de papel). 

El mentiroso es precisamente lo que promete ser: una novela entretenida y bien escrita, perfectamente adaptada para convertirse en una exitosa serie para hacer el Netflix and chill. Seguramente generó y seguirá generando ganancias considerables para su autor y cumplirá con creces el objetivo de distraer y divertir. Escribir un libro así está bien. Leer un libro así está bien. Somos testigos de un buen espectáculo, pero no hay magia.

(Lo más interesante de todo, quizás, es que esta reseña es completamente intercambiable para cualquier otra novela del estilo).

domingo, 8 de junio de 2025

VV.AA.: Insolitus

Título original: Insolitus
Idioma original: Danés
Año de publicación: 2025
Traducción: ¿?
Valoración: Sorpresa agradable

¡Qué grata sorpresa ha supuesto Insolitus! De este cómic danés me han gustado tanto el guion de Henrik Rehr como el dibujo de Jan Solheim, ambos autores hasta ahora desconocidos para mí.

Empecemos hablando del guion. El cómic sigue los pasos de una mujer de la que sabemos bien poco: que es estadounidense (por un comentario que hace al inicio de la historia), que está en un país extranjero y que tiene una extraña fijación con su padre. A dicha mujer la vemos, entre otras cosas, actuar paranoica en un restaurante, buscar angustiada el billete de vuelta en su habitación de hotel, mantener relaciones sexuales con un artista turbio y describir los sueños perturbadores que la asolan. Y debemos cuestionarla, pues ella es una narradora no fiable que mezcla situaciones reales con otras fantasiosas u oníricas, y tiene la percepción alterada por alguna enfermedad mental o las drogas. La cosa promete, ¿verdad? Recapitulemos: tenemos una narradora no fiable y un argumento que desdibuja los límites de lo real y lo onírico. 

Y, para redondear tan apetitosa premisa, está el solvente apartado gráfico del cómic. Éste destaca por la calidad y personalidad de su dibujo (presente en la estilización de los personajes, en la distorsión de la anatomía, los objetos, los escenarios y las perspectivas, en la paleta limitada de tonos cálidos contrastados con el blanco, etc...) y por la fluidez de su narrativa visual (una sola viñeta por página). Y quien busque pruebas del buen hacer de Jan Solheim, que consulte la brillantemente ejecutada escena en la que la protagonista del cómic sufre una paliza.

Poco más que añadir. Sólo insistir en que Insolitus ha supuesto una grata sorpresa. A fin de cuentas, este thriller danés con toques psicológicos, criminales y surrealistas goza de un guion y un apartado gráfico sumamente efectivos. ¿Qué más puede pedir alguien que se adentra por primera vez en el cómic de dos autores que desconocía?


sábado, 7 de junio de 2025

Sara Gallardo: La rosa en el viento

Idioma original: Español 

Año de publicación: 1979

Valoración: Recomendable

Quizá, y solo quizá, esta no sea la gran novela de Sara Gallardo. Quizá La rosa en el viento no tenga la absorbente potencia de Enero (aunque algo de Enero haya, por ejemplo, en personajes como Teresa o Eleonora), la alucinada y alucinante atmósfera de Eisejuaz (aunque algo de Eisejuaz haya, por ejemplo, en personajes como Olaf o el emperador Don Antonio) o el nivel de desarrollo de personajes y la profundidad de penetración psicológica de Los galgos, los galgos (aunque el Doctor Borg o Andrei no anden lejos), pero es una (muy) buena novela. ¡Pero es que el listón estaba tan alto!

En cualquier caso, Sara Gallardo no se baja de mi particular podium en la categoría "escritoras argentinas de los últimos 100 años", en el que se sitúan Silvina Ocampo, Mariana Enriquez y Sara Gallardo. Porque La rosa en el viento, insisto, es una (muy) buena novela, exigente y arriesgada en lo formal, fragmentaria y evanescente. Novela, sí, pero que podría hasta ser leída como una colección de relatos conectados por hilos, asociaciones o casualidades. 

Seis capítulos (o, mejor dicho, cinco capítulos y un breve epílogo) conforman La rosa en el viento. Voces, personajes y lugares diferentes ocupan el centro de cada uno de ellos. Gallardo salta sin ningún problema de la tercera a la primera persona o al género epistolar, de la novela "romántica" a lo más o menos histórico / alucinatorio o a lo "metaliterario", pero todo encaja, nada chirría. 

Así, pasamos del amor de Andrei por Eleonora, del de Lina por Andrei y por Olaf, del de Olaf por Teresa, ... o de Buenos Aires a la Patagonía (y su eterno viento), de la Patagonia a Roma... Siempre promesas de felicidad, siempre mujeres que rompen o tratan de romper con la vida que llevan porque si no... ¿qué haríamos sin los estandartes, sin las Patagonias, sin los naufragios? y siempre la imagen de los pétalospersonajes que se van volando, sin hacer ruido.

No puedo ni debo terminar la reseña sin hablar del estilo de Sara Gallardo en La rosa en el viento. Combina como pocos la frase breve, seca y árida como el paisaje patagónico que protagoniza parte del texto, con lo poético. Su capacidad para generar bellas y poderosas imagen permanece intacta. Lo mejor es que deje un par de ejemplos (de entre los muchos que tengo subrayados): 

Olaf cortó la mitad de la ristra de pájaros asados y la metió en su alforja. Después ensilló el caballo con la abstracción tranquila de un planeta que retoma sus revoluciones después de un leve tropiezo sideral.

 Emparentadas con mapas escolares subían las venas por las patas del caballo, orinocos y amazonas absorbidos en un ijar, que reaparecían como gruesas ramificaciones por la barriga de respirar pacífico.

¡Aunque solo sea por estas dos imágenes, la lectura ya merece (y mucho) la pena! Pero no debemos quedarnos solo en esto. En La rosa en el viento y en sus ecos e influencias (Antonio di Benedetto, Saer, ¿Carpentier, tal vez?) encontramos pinceladas de sus obras "mayores" y una buena muestra de la que, para mi, es una de las escritoras clave de la literatura hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX. 

También de Sara Gallardo en ULAD: Los galgos, los galgosEnero y Eisejuaz